Los cultivos estropeados

[Uzumaki Eri]

Un escalofrío la recorrió de arriba a abajo cuando algo comenzó a sobar lo que venía siendo uno de sus pechos. Enrojeció hasta las orejas —aunque no pudiera apreciarse— y rápidamente retiró la mano que Karamaru había puesto sobre su busto.

— ¡E-eso no es nada nuevo! ¡N-no vuelvas a tocarlo! ¡Son mis pechos! — Exclamó entre avergonzada y horrorizada mientras abrazaba su parte delantera y se giraba rápidamente para alejarse de allí pronto. — D-deberíamos buscar por la sala... P-Pero con más cuidado. — Su voz sonaba temblorosa, y temía por todos los medios chocar contra la pared por los presuntos explosivos que allí se encontraban.

Sin embargo al estar alejándose tanto de la posición del calvo, la joven no calculó bien las distancias, por lo que sin querer llegó a una de las paredes del lugar y, como si tuviese la mejor suerte —o la peor— un sonido se escuchó, algo como un click que hizo que las luces del lugar se encendieran y pudiesen ver lo que había a su alrededor: una piscina llena de una sustancia verdosa, seguramente donde habían aterrizado; un par de sillas retiradas y las paredes, blancas; cubiertas de surcos. A la derecha de Karamaru, sin embargo; había una puerta, y lo que había accionado Eri no era otra cosa que un interruptor.

Sin embargo, Eri no se esperaba aquello, se esperaba explosiones y vísceras, propias; volando de un lado a otro, por lo cual había saltado rápidamente de su posición y había acudido a refugiarse en la espalda del calvo con los ojos cerrados, muy cerrados.

— Vamos a morir, vamos a morir... ¡VAMOS A MORIR!

[Karamaru]

Sacó la mano con rapidez al sentir un golpe en ella. Ya solo con eso bastaba para saber que estaba equivocado y en segundos su cara pasó de su color normal a un rojo ardiente inigualable. Pero la replica de la mujer no se hicieron esperar.

Per-perdón, no qui-quise..... Y-yo... Perdón.- el calvo hizo varias reverencias, invisibles al ojo de Eri, una con la cabeza más abajo que la otra. Metió sus manos en los bolsillos, por miedo a volver a hacer una de las suyas, y solamente podía pensar en lo vergonzoso que era ese momento.

«Y yo que quería hacer las cosas bien... Bien hecho Karamaru, bien hecho tonto»

D-deberíamos buscar por la sala... P-Pero con más cuidado.

S-si, co-concuerdo.

El calvo se quedó quieto unos segundos, volviendo a pensar en la situación, hasta que por fin pudo despegar los pies de la sustancia en la que habían caído. Al menos se reconfortaba que todo había sucedido oculto en la oscuridad y que sus miradas no se encontraron en ningún momento, eso podría haber sido mucho peor.

Pero con los pocos pasos que había dado las cosas cambiaron rotundamente. Un estallido de luz entró por sus ojos, haciendo que tenga que cerrarlos con fuerza, y unos gritos le siguieron. Claramente de Eri.

Vamos a morir, vamos a morir... ¡VAMOS A MORIR!

¿Morir?- el calvo había abierto los ojos y pudo ver como la muchacha corría a su lado.

¿Con qué explosivos? ¡PERO SI ACÁ NO HAY NADA!

—¡¿DÓNDE ESTAMOS?!- gritó con la mirada hacia arriba esperando que la voz intimidante de antes volviera a sonar en sus oídos.

[Uzumaki Eri]

— Vaya... P-pues es verdad. — La joven kunoichi soltó una risa nerviosa mientras se separaba del calvo al descubrir que no había explosivos y que en ningún momento los había habido, a no ser que el interruptor los hubiese desactivado... También era una posibilidad.

—¡¿DÓNDE ESTAMOS?!

Pero Karamaru no obtuvo respuesta.

—Karamaru-san, mira... — Alegó Eri señalando hacia arriba, donde había instalada lo que parecía ser una cámara de seguridad que tenía un botón rojo apagado sobre ella. — Quizá nos estaban observando...

Luego miró de soslayo la puerta, y un escalofrío la recorrió de arriba a abajo.

— ¿Y si... Y si intentamos salir? Hay una puerta allí...

[Karamaru]

Karamaru esperaba la voz de un hombre que nunca se hizo presente, pero en cambio, obtuvo la replica de Eri que parecia salir de su escondite a espaldas del calvo. Todavia seguia sin entender que era lo que pasaba.

Karamaru-san, mira...

—Quizá nos estaban observando...

Una camara de esas de las que el habia visto pocas. Era una tecnologia extraña que en su templo no se encontraba ni en el mas recondito de los lugares y que, por lo tanto, el cenobita no entendia nada de nada mas alla de lo basico que pudo aprender en su tiempo fuera del templo. Lo unico que sabia era que ese aparato simplemente grababa lo que estaba pasando.

"Si supones que esta apagada, mejor asi"

Dejaron la camara de lado y llevaron ambos su mirada a la puerta que practicamente brillaba entre tanta pared blanca. A lo que entendia y podia ver el monje, esa era la unica posible salida de aquel recinto subterraneo. Muchas otras opciones no tenian.

Supongo que no perdemos nada...

El calvo comenzo a caminar y acercarse a la puerta. Tomo el pomo, lo movio y abrio levemente la puerta. Solo un poco, lo suficiente como para poder mover la cabeza y mirar por una fina apertura que habia del otro lado.

[Uzumaki Eri]

Cuando Karamaru abrió la puerta solo pudo ver un pasillo iluminado por una tenue luz rojiza proveniente de algunas luces que se encontraban a los lados del mismo unidos por cables que se perdían en la lejanía del pasillo, las paredes eran oscuras, bastante parecidas a la tierra que estaban removiendo antes.

No podían ver el final desde allí.

— K-karamaru-san, ¿qué ves? ¿Podemos salir por ahí?

Eri, mientras tanto, daba pequeños saltos para poder ver por encima del calvo, pero desistió quedándose únicamente tras la espalda del amenio, esperando por su indicación de si podían salir o no por aquella puerta.

[Karamaru]

Tras registrar cada centímetro visible con su mirada, Karamaru no tenía nada para objetarle al pasillo que se alargaba frente a él. El único problema era la intimidante luz color rojo que la iluminaba, pero nada que le pudiese molestar.

Pues sí, supongo que no hay problema

Terminó de abrir la puerta y echó un vistazo más para comprobar que todo estuviese correcto. La única salida era esa puerta y no le parecía acertado ponerse a pensar en otras posibilidades cuando todo parecía estar tan claro. Aún así, toda aquella situación le era extraña, tal vez demasiado extraña.

«Y pensar que hasta hacía poco estaba tranquilo recogiendo plantas del suelo»

Sus pies finalmente empezaron a moverse y se adentró por completo en el interior del pasillo y de su luz rojiza. Un pequeño ademán con la mano derecha le podía dar la indicación a Eri para que lo siguiera junto a o tras él.

No veo que lleve a algún lado, pero no parecía haber otro modo, ¿Verdad Eri?

[Uzumaki Eri]

Ante la afirmativa del calvo, Eri tragó grueso y siguió al chico que ya había cruzado el umbral de la puerta, dejando atrás el cubículo blanco donde habían acabado justo después de empezar su tarea de limpiar y arreglar un huerto.

Un paso, otro paso, y ambos ya estaban en el pasillo con una luz tan tenue que difícilmente podían ver lo que se alzaba frente a ellos, Karamaru iba delante, indicando a Eri el camino mientras ella se encargaba de la retaguardia, cuando...

De unos agujeros que misteriosamente habían estado ahí en todo momento pero que ni Karamaru ni Eri habían descubierto, salieron unas sombras que cubrieron ambos lados del pasillo.

— Hola chicos, hemos visto que os habéis escapado, así que no podemos dejar así las cosas... ¿Nos ayudáis a acabar con vosotros? — Preguntó la voz que estaba frente a Karamaru.

— Pero si solo nos han dicho que los entre-

— ¡Calla Bonten!

Las siluetas estaban vestidas completamente de negro, y una red extraña cubría su rostro de forma parcial, ambos parecían hombres, pero su estatura y su tono de voz daban qué pensar, seguramente tendrían la edad de ambos ninjas. Eri se fue pegando lentamente a Karamaru, sin embargo su cuerpo estaba girado hacia el contrincante que tenía delante.

«Pero... Si yo no quería meterme en líos...»

— Karamaru... ¿Vamos a tener que pelear? — Preguntó la joven, pero al calvo no le daría tiempo a contestar puesto que uno de los chicos que les cortaban el paso se abalanzó contra él para asestarle una patada voladora.

Estado del enemigo:

Bonten

120/120

–

Desconocido 1

120/120

–

Estado de Eri:

150/150

–

110/110

–

[Karamaru]

El silencio siguió a ambos durante un rato largo en el que Karamaru caminaba con confianza hacia delante. No había otro camino, era eso o nada, así que si no tenía fe en que los conduciría a algún lado estaban perdidos desde antes de que abriesen la puerta.

«Todo parece muy tranq...»

Dos sombras negras, humanas, aparecieron de entre la oscuridad para frenar el avance del calvo y Eri y tapar el camino contrario. Instintivamente el calvo adoptó una posición de guardia defensiva, reflejos que bien se había ganado por entrenar tanto tiempo fuera de la academia.

Palabras de uno y de otro siguieron a la aparición, pero el monje hacia caso omiso. Estaba encerrado y no le gustaba que desconocidos le limitaran su espacio. En su cabeza solo corrí la idea de correr hacia delante y golpear a quien sea que estuviera hablando. Incluso a la mujer que le acompañaba no le respondió.

Karamaru comenzó a moverse en cuanto vio que la sombra lo hacia, y para su encuentro ambos tuvieron la misma estrategia. Se encontrarían los dos en el aire, con un pie frente a ellos dispuestos a golpear a su oponente.

Estado de Karamaru

100/100

–

80/80

–

[Uzumaki Eri]

Pero no obtuvo respuesta.

Karamaru parecía enfrascado en lo que se suponía estaba pensando, sin embargo ella no tenía tiempo de girar la cabeza y ver qué estaba haciendo el calvo o simplemente reprocharle su comportamiento con la mirada pues ella también estaba siendo intimidada por la figura número dos.

La que se suponía que de nombre tenía Bonten.

Karamaru, por su parte, se había dispuesto a hacer lo mismo que su contrincante arreándose entre ellos una patada voladora, sin embargo; los enemigos no se pensaban que ni el calvo ni la de cabellos púrpura fueran shinobi, así que obviamente, la patada voladora del Amenio logró acertar de lleno contra el desconocido número uno.

— ¿¡Kota!?

Aprovechando la distracción que le estaba proporcionando Karamaru, la joven kunoichi creó un pequeño shuriken de hielo que lanzó contra su oponente en dirección a la mano derecha, a penas un segundo más tarde lanzó otro directo a la pierna derecha. Falló la primera, pero acertó la segunda con suerte, sin embargo no tenía tiempo de celebraciones, tenía que actuar rápido.

Luego echó a correr en dirección supuesta a la salida tomando a Karamaru de una extremidad que esperaba fuese su brazo para no mirar hacia atrás, aun con el desconocido en el suelo y mareado por la leche que le había dado el de Ame.

— ¡Vámonos!

Estado del enemigo:

Bonten

108/120

– -

12

–

Kota

104/120

– -

16

–


Estado de Eri:

150/150

–

90/110

– -

20

–

[Karamaru]

El pie del calvo impactó y su cara salió intocable del encuentro. Ni siquiera él mismo se esperaba un resultado tan fructífero en un cruce de golpes, el monje en perfectas condiciones y el otro tendido en el suelo. Hasta se podía dar un segundo para poder terminar de felicitarse a sí mismo e inflar el pecho por lo que había hecho.

«Muy bien, a seguir con el baile...»

Dio un paso al frente, golpeando su puño contra la palma de la otra mano, pero en cuanto volvió a abrir los brazos sintió que lo tomaban de la muñeca y lo empujaban hacia delante. El grito que siguió a eso le dejó en claro quién era la fuerza que lo hizo moverse desprevenidamente.

¡Vámonos!- la voz de Eri resonó y Karamaru tardó unos metros en estabilizarse y poder seguir con la escapada sin ser tomado de la mano.

Corría detrás de la mujer, mirando una y otra vez hacia atrás para controlar lo que sucedía a sus espaldas. Lo más probable era que los siguieran, y si el calvo no los veía venir mirando constantemente hacia atrás era porque algún truco escondido tenían.

[Uzumaki Eri]

[p=SkyBlue]Que no nos sigan... Que no nos sigan...[/color]

Las pisadas resonaban por todo el pasillo, y no únicamente las de Karamaru y Eri, sin embargo parecía que las otras resonaban más alejadas que las de los shinobi, por ello parecía que disponían de unos valiosos segundos para escapar.

Pero la suerte no corría del lado de ambos, pues después de una larga y tediosa carrera bajo la tenue luz de unas luces rojizas, dieron con una puerta de color claro, sin pomo ni mecanismo para abrirla más allá que tres botones: uno blanco, otro azul y otro verde. La joven al verlo se detuvo, incapaz de pensar con claridad y demasiado nerviosa como para sumar dos y dos.

— Karamaru, intenta abrirla, ¡por favor! — Pidió casi con desesperación mientras soltaba su muñeca y se giraba rápidamente, luego hizo dos sellos con su mano izquierda y soltó. — ¡Suiton: Mizuame Nabara!

De su boca salió una bola de agua densa, viscosa y extraña que impactó contra el suelo del pasillo hacia la dirección donde los enemigos se encontraban. Aquella técnica podía llegar a ser útil si los que acechaban no la conocían o no la veían, sin embargo; si tenían experiencias previas con ella podían estar en un grave peligro.

Solo quedaba confiar en que Karamaru abriese la puerta.

¤ Suiton: Mizuame Nabara
¤ Elemento Agua: Campo de Captura del Sirope Escarchado
- Tipo: Apoyo
- Rango: C
- Requisitos: Suiton 20
- Gastos: 18 CK
- Daños: -
- Efectos adicionales: Atrapa los pies del enemigo durante 2 turnos
- Sellos: Carnero → Tigre
- Velocidad: Rápida
- Alcance y dimensiones: El chorro se expande sobre el suelo con una extensión de 3'5 metros de ancho y 6 de largo

El usuario escupe una masa de agua muy densa y viscosa, imbuida con chakra Suiton, y la esparce en un amplio área sobre el suelo. Se trata de una corriente de agua pegajosa que puede utilizarse para formar una trampa adhesiva que inhibe el movimiento de una o varias personas. Si el enemigo conoce de antemano los efectos de la técnica, o la ha sufrido con anterioridad, resulta fácil de evadir simplemente canalizando el chakra a través de los pies para andar sobre el campo de agua sin tocarla realmente, aunque esto sólo es posible si consigue hacerlo a tiempo.

[Karamaru]

Corrieron, bastante para el calvo, y siguieron corriendo aún más. Pero entre tanta pared disfrazada de rojo finalmente, tras unos cuantos metros recorridos, encontraron una puerta. Sin embargo, Karamaru tenía pensamientos encontrados. Podía ser la salida, o ser tan impenetrable como una las paredes que los rodeaban.

«¿Y si las paredes no son resist...?»

Karamaru, intenta abrirla, ¡por favor!

¿Cómo?- se preguntó sin saber que hacer. ¿Golpear la puerta? ¿Presionar botones? Tuvo unos segundos de bloqueo mental mientras escuchaba ruido a sus espaldas. Incluso hasta estaba seguro de haber escuchado a Eri decir algo más.

Sacudió las manos en el aire de lado a lado, confuso, mirando a la puerta y luego a los botones, a los botones y luego a la puerta. Alguna manera de abrirla tenía que haber, mucho más lejos no se podía buscar. Paso al frente y con toda su mano presionó los botones, más bien los golpeó con fuerza. Blanco, azul, verde, rojo, escarlata, negro, café, naranja, le daba igual los colores, el solo los golpeó y luego dio un paso hacia atrás.

Uno atrás para dos adelante. Así como estaba volvió a la carga para comenzar a patear con la suela de sus botas shinobi el borde la puerta. Una y otra y otra vez. Si no se habría con los botones, ni a fuerza bruta, poco podía hacer.

[Uzumaki Eri]

La pregunta del cenobita quedó en el aire mientras ella estaba elaborando un plan a toda velocidad, algo que no se le daba muy bien; cabe decir.

Karamaru comenzó a dar a los botones, o mejor dicho, a aporrear los botones de la puerta, volviendo el mecanismo cada vez más y más loco. La puerta se abría, luego se cerraba, luego sonaba una campana y así sucesivamente. Eri comenzaba a desesperarse ante aquella situación, esperando que Karamaru accionase el botón correcto de una vez para salir de aquel pasillo.

— ¡Ahí están!

Kota había hablado, y las pisadas se hicieron más sonoras a cada milisegundo que pasaba, hasta que una de ellas pisó la técnica de Eri y ambos quedaron pegados al suelo.

— ¿Qué es esta mierda?

— Mira que lanzarnos a por unos shinobi...

— ¡Calla Bonten!

Y mientras ellos discutían e intentaban salir de aquel agua densa y viscosa que los atrapaba, Karamaru había decidido actuar con cabeza, es decir; aporrear directamente la puerta hasta que la pobre puerta de madera terminó rompiéndose, el mecanismo lanzó chispas y se apagó, y finalmente ambos podían salir de allí.

— ¡Lo has hecho! — Exclamó acercándose rápidamente al chico. — ¡Menos mal que estás aquí Karamaru! ¡Vamos!

Tras la siguiente puerta se encontraba una habitación pequeña, hecha completamente de madera, como si de una pequeña y hogareña casa se tratase. Las paredes tenían un tono marrón oscuro y en el centor había una pequeña mesa con una serie de cojines.

Al fondo, sin embargo, al lado de una puerta pintada de azul, un joven infante reposaba sobre una silla frente a lo que parecía ser una máquina extraña, con una serie de televisores donde podían apreciarse imágenes de estancias que a ambos shinobi les resultaban familiares.

Pero no fue aquello lo peor, no, lo peor era...

... Que el que custodiaba aquel sinfín de máquinas no era el otro que el hijo de Yamamoto.

[Karamaru]

Escuchó voces a sus espaldas, tal vez fuesen de Eri tal vez de sus perseguidores, pero en cuanto vio la primer rajadura, cuando vio que los golpes funcionaban mejor que los condenados botones, no le prestó atención a nada más. Golpeó más rápido, más fuerte, y para cuando la puerta cedió Karamaru siguió de largo para caer al piso tras perder la estabilidad. Lo primero que vio fue un piso de madera, la primero que escuchó fue la voz de Eri festejando el logro.

«Ay, mi cabeza, buena esa frentada contra el piso ¿Eh Karamaru?» se pasó la mano unas veces por la frente y comenzó a levantarse.

Vio una mesa, de primeras, y luego una limpia pared. Sin embargo, lo primero que llamó su atención fue otra puerta, una puerta azul. No había tiempo para estar en el suelo, tenían que seguir avanzando, tenían que salir de donde fuese que estuviesen, pero unos pasos más adelante el calvo se frenaría de golpe.

¿¡PERO QUÉ MIERDA ESTAS HACIENDO AQUÍ!?

El niño que los había atendido antes, al golpear la puerta de la casa del señor Yamamoto, estaba sentado frente a toda una seria de maquinarias con pantallas. Pero Karamaru no le prestaba atención a eso, su mirada se clavaba firmemente en la cabeza de aquel muchacho. Su respiración agitada, la transpiración, y su mirada de rabia tenían ganas de caminar hacia adelante y romper toda esa serie de luces y pantallas. Pero se contenía, esperando recibir respuesta.

[Uzumaki Eri]

Eri estaba perpleja, sin saber muy bien ni qué decir, ni qué opinar sobre lo que estaba espectando con sus propios ojos, ajena a saber cómo articular palabra para expresar lo que senía aun sin saber exactamente lo que era sentir en aquellos instantes.

Aquel niño que había dicho y afirmado que odiaba a los shinobi, aquel niño, hijo de un padre viudo y que viven única y exclusivamente de los cultivos que están estropeados; aquel niño, frágil e indefenso...

... Había intentado acabar con sus vidas.

— ¿¡PERO QUÉ MIERDA ESTAS HACIENDO AQUÍ!?

— H-hijo... Y-yama...

Su dedo índice se levantó y por inercia acabó dando un paso hacia detrás.

— Bonten y Kota son un par de inútiles, no pienso volver a pagarles. — Mencionó el chaval mientras se levantaba de su asiento. — Así es, yo soy el hijo de Yamamoto y el mismo que destrozó sus cultivos.

»Y el que ha querido mataros.

Eri dejó escapar el aire que había estado conteniendo de forma tan brusca que le dolió el pecho, luego se fue acercando a zancadas y tomó al niño de la camiseta, subiéndole unos cuantos centímetros del suelo.

— !¿Pero qué narices dices?! ¡¿Destrozas lo que te da de comer, desprecias a unos desconocidos que solo querían ayudarte y encima, sobre todas estas cosas, intentas matar a dos personas inocentes que solo querían hacer el bien?! — Exclamaba la kunoichi del remolino a la cara del niño, luego lo soltó y volvió a dejarlo en el suelo. — ¿¡Qué clase de persona haría semejante estupidez!?

Volvió a alejarse, con el ceño fruncido y los puños cerrados. Sentía ira, cólera fluyendo por sus venas, pero no podía hacer nada malo, no allí, ella no era la persona que zurraba a un niño porque sí.

— Todo tiene una explicación...