Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
La noche se había adueñado del Valle y con ello las calles se iluminaron como lo hacia en cada una de sus noches. a lo lejos se divisaba la silueta de la cordillera donde también se podía ubicar el palacio del Señor Feudal del lugar. Pero eran días de fiesta para aquella pequeña aldea perdida de la mano de Rikudo.
Era un simple torneo, pero los lugareños buscaron sacar la mayor tajada del momento. Cada uno a su manera y por las noches los locales abrían hasta altas horas para saciar la sed y los deseos de embriaguez de los adultos. todo local comercial disponía de su terraza y las calles estaban adornadas con carteles, farolas y farolillos de todo tipo de colores. Básicamente la aldea se convertía en una gran fiesta.
Y allí estaba yo que no tenía ganas de pasarme la noche en Kitanoya aburrido persiguiendo las musarañas. Divisé un puesto de dulces en el que vendían dangos de varios colores así que compré un par de palilos con 3 dangos cada uno. Después caminaba por la calle, sonriente, como al gente se divertía cada uno a su manera mientras yo iba llevándome aquellas bolitas a la boca.
*Vaya se ve bastante distinto a cuando es de día* pensé mientras paseaba.
Un gritó silencio la calle y pude ver como un gordo salía volando de una de las terrazas en dirección a una muchacha de cabellos violáceos.
— No vuelves a venir a tocarme los cojones a mi local, imbécil!
Cuando cayó la noche, Eri se vio envuelta en la soledad de su habitación, aún dándole vueltas a su primera derrota oficial, y nada más y nada menos contra... Un camarada de su villa. Volvió a estamparse la mano contra la cara, intentando disipar aquel sentimiento entre bochorno y vergüenza y se levantó, justo cuando una brisa veraniega y agradable entraba por las ventanas del lugar donde estaba viviendo.
Y después de eso tuvo una pequeña idea.
• • •
En el tramo que había recorrido solo había tenido en mente una cosa: buscar una tienda o algún puesto de comida para —a poder ser— llenarse la boca de dulces. Tenía hambre, pero no un hambre de no haber cenado, si no de querer picotear y sobre todo picotear algo hecho de azúcar.
Nunca había visitado Sendooshi, la verdad era que para el poco tiempo que había estado allí antes de la primera ronda lo único que había hecho era entrenar o escaquearse, pero ninguno de esos días su rumbo la llevó allí, así que entre el bullicio de gente estaba ella, con los ojos viajando de un lado a otro mientras que sus manos se encontraban guardadas en sus bolsillos. La bandana la traía anudada al cuello en vez de de diadema ya que aquella noche quería que sus cabellos volasen con el viento.
Sin embargo la joven se vio privada de seguir en sus pensamientos pues un sonoro grito resonó en la calle en la que se encontraba y una persona —de tamaño considerable— voló hacia su posición. Rápidamente se echó a un lado, pero el impacto recayó en su pierna, haciéndola tambalearse y caer de culo contra el suelo.
— No vuelves a venir a tocarme los cojones a mi local, imbécil!
«¡Pero será...!»
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
La pobre muchacha no pudo evitar el golpe, a pesar de que hizo los posibles por evitarlo, pero la pilló con la guardia baja y aquel gordo ocupaba demasiado espacio. Incluso podría considerarse que en un combate tener tanto tamaño eventualmente fuese un factor favorable.
Engullí el último de los dangos.
Luego corrí hacia el lugar del accidente para ayudar a la chica.
— Que te jo...
Algo ocurrió cuando el gordo trataba de maldecir prácticamente en un tono inaudible dejando un rastro evidente de sake a medida que las palabras salían de su boca. Pero perdió el conocimiento y ahora estaba en mitad de la calle.
— Oye, ¿Estás bien? —pregunté al mismo tiempo que agarraba sus manos para levantarla— Vamos, vamos, el suelo no es lugar para mujercitas
— ¿Qué ha pasado aquí? ¿Satoru otra vez..?
Si seguíamos aquella voz imponente veríamos uno de los guardias que obviamente se vio alertado por el jaleo y previsiblemente vino a poner un poco de orden.
16/08/2017, 15:26 (Última modificación: 16/08/2017, 15:26 por Inuzuka Nabi.)
Cuando el hombre de extrañas dimensiones trató de maldecir, rápidamente calló pues quedó inconsciente, no sabiendo muy bien si era por el efecto de unas cuantas —bastantes— copas de más o por la leche que se había dado contra el suelo.
Sin embargo seguía teniendo la pierna atrapada debajo del hombre mientras su trasero ardía por la caída, así que cuando el hombre no respondió a la primera patada, sacó su pierna y se retiró un par de centímetros, los mismos que tardó un joven rubio y de piel oscura en acercarse a ella y tomar sus manos para ayudarla.
— Oye, ¿Estás bien?Vamos, vamos, el suelo no es lugar para mujercitas.
—Oh... Esto, gracias —respondió un poco aturdida, aunque no le gustó del todo eso de mujercita, luego entrecerró los ojos para centrarse en el rostro del chico, le sonaba de algo pero no sabía muy bien de qué.
Gracias al impulso que el rubio le tendió, rápidamente volvió a encontrarse sobre sus dos piernas, se limpió un poco el polvo del trasero y miró hacia el lugar desde dónde había salido volando el borracho.
— ¿Qué ha pasado aquí? ¿Satoru otra vez...?
Aquella fue la voz de uno de los guardias del lugar, que alertado por todo el bullicio y jaleo que se había formado en el local había acudido para instaurar el orden normal de la zona. Eri suspiró, al menos ahí ya estaba todo solucionado.
—Vaya... —murmuró, luego volvió a posar su mirada sobre el chico, que tenía un palo en la boca, y rápidamente actuó —. Eso... ¿Eso es un palo de dangos? ¿Sabes dónde venden unos cuantos? —preguntó claramente excitada por saber dónde podría adquirir unos dulces aquella noche, olvidando completamente el incidente que acababa de suceder allí.
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16/08/2017, 16:27 (Última modificación: 16/08/2017, 16:28 por Sasagani Yota.)
—Oh... Esto, gracias
— No hay de qué — contesté con una sonrisa.
De hecho, ahora que me fijaba, era una chica joven, sí. Pero ya a su edad deslumbraba. Era hermosa y su baja estatura que en parte le daba una sensación de fragilidad no hacia más que acentuar su belleza. No dude en ayudarla a incorporarse en cuanto aceptó mis manos como palanca salva vidas.
—. Eso... ¿Eso es un palo de dangos? ¿Sabes dónde venden unos cuantos?
Bien, había llegado el momento de hacerse el interesante. Hice la pregunta concreta para ello. A fin de cuenta los dangos salieron en la conversación.
— ¡Pues claro! Podríamos estar en cualquier lugar del mundo que sabría donde se pueden comer dangos, por algo soy la persona que más ama los dangos de todo Oonindo pero... —hice un silencio estratégico— Antes de que tengamos una cita deberías decirme tu nombre, ¿No?
*¡Hostias!*
Mis ojos se detuvieron en su cuello al mismo tiempo que soltaba sus manos. El destello de la placa metálica de su bandana iluminó mis orbes y entonces vi como en ella se dibujaba un remolino.
— Una kunoichi de Uzushiogakure. Impresionante. Ya tuve ocasión para conocer un par de tus camaradas, tipos curiosos, desde luego
Sí, fue hace ya un tiempo en aquel barco endemoniado. Aquellos dos Uchihas también lucían el emblema del remolino. A veces me preguntaba como les habría ido y sobre todo si habrían conseguido su propósito y ganarse la bendición — y por tanto la herencia — del ricachón ese de Soshuro...
[subr=yellow]— ¡Pues claro! Podríamos estar en cualquier lugar del mundo que sabría donde se pueden comer dangos, por algo soy la persona que más ama los dangos de todo Oonindo pero... [/sub]— «Perdona pero esa soy yo...» — Antes de que tengamos una cita deberías decirme tu nombre, ¿No?[/color]
«!¿Una cita?! Pero pero, ¡yo tengo novio! Esto... Sí, creo, ¿por qué todavía no me lo puedo creer?»
—¡Esp...!
Comenzó a formular una réplica sobre lo que acababa de decir el joven rubio, hasta que al parecer sus ojos se encontraron con la bandana que aquel día llevaba colgando del cuello y la frenó con otra ronda de palabras.
— Una kunoichi de Uzushiogakure. Impresionante. Ya tuve ocasión para conocer un par de tus camaradas, tipos curiosos, desde luego.
Y por esa frase Eri dejó de observar al rubio a los ojos para fijarse en la bandana que vestía el otro joven, ¡pues claro! Tenía que haberlo visto antes, ¡él también era un ninja!
—Sí, Furukawa Eri, un placer —dijo al cabo de un par de carraspeos —. Y veo que tengo la suerte de conocer a alguien de Kusagakure, por desgracia solo puedo decir que he conocido a un solo shinobi de allí... —alegó con un tono caído, la verdad es que no había salido mucho de su villa.
»¿Y el experto en dangos como se llama?
Aquel comentario fue a medio en broma, no quería que se ofendiese el chico que acababa de conocer.
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—Sí, Furukawa Eri, un placer —dijo al cabo de un par de carraspeos —. Y veo que tengo la suerte de conocer a alguien de Kusagakure, por desgracia solo puedo decir que he conocido a un solo shinobi de allí...
»¿Y el experto en dangos como se llama?
— Oh si, claro.. jeje.. Sasagani Yota, para servirle. Es un placer, Eri-san. Ya hora, vayamos a por esos dangos, ¿Eh?
Sin más preámbulos la acompañé a la par que deshice el camino recorrido hasta llegar a aquella pequeña tiendecita de dulces. Tenían de todo tipo pero para alguien como nosotros dos, la joya de la corona siempre serían aquella deliciosas bolitas más conocidas como dangos. Habían de muchos colores y sabores y siempre iban en palitos de 3 bolitas cada uno.
— Como podrás ver, es un sitio que no está nada mal. Así que todo tuyo
Extendí el brazo en dirección al puesto mercante para que la joven saciase su gula de dangos. Yo ya había saciado la mía hacía unos instantes. Por ahora ya tenía suficyente azúcar en mi cuerpo.
— Oh si, claro... Jeje... Sasagani Yota, para servirle. Es un placer, Eri-san. Ya hora, vayamos a por esos dangos, ¿Eh?
La joven volvió a fruncir el ceño, algo iba mal ahí, y ese sentimiento de duda incrementó cuando el desconocido mencionó su nombre y apellido. Algo no encajaba en su cabeza, y no sabía el qué. Sin embargo intentó pasar de aquello y añadió:
—Gracias, Yota-san, ¡vamos, va!
Así, ambos se dirigieron hacia donde Yota marcaba, que no era ni más ni menos que una pequeña tienda de dulces, donde parecía que había prácticamente cualquier dulce que ella había conocido en su corta existencia. Sin embargo, en su mente solo podía vislumbrar aquellas tres bolitas dulces clavadas en un palito, ¡incluso casi babeaba!
— Como podrás ver, es un sitio que no está nada mal. Así que todo tuyo.
—Ni que fueráis a comisión, Yota... —pero el honorífico nunca llegó, sino la realización, la realización de algo... Que había vivido antes —¡Espera! —exclamó—, ¡eres Yota! ¡Sasagani Yota! ¡Yo a ti te conozco! ¡Del Puente Kannabi! Y... ¡Y el gato! Yo... Yo... Lo siento...
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—Ni que fueráis a comisión, Yota... —pero el honorífico nunca llegó, sino la realización, la realización de algo... Que había vivido antes —¡Espera! —exclamó—, ¡eres Yota! ¡Sasagani Yota! ¡Yo a ti te conozco! ¡Del Puente Kannabi! Y... ¡Y el gato! Yo... Yo... Lo siento...
No entendía una mierda, ¿Qué estaba diciendo del Puente Kannabi? Es decir, había estado pro allí muchas veces, era el lugar de paso obligado para los viajes al País del Remolino. Solía ir allí con mamá o con Setsuna por motivos que ahora no vienen a cuento pero a ella definitivamente no la recordaba. Además... ¿Gato? ¿Qué maldito gato? Y...
— ¿Gato? Y bueno, ¿Qué es lo que se supone que sientes? —pregunté totalmente confuso— Lo siento pero me temo que no recuerdo nada de gatos en el Puente Kannabi, ni siquiera te recuerdo haberte visto allí en mi vida. es más, juraría que no te había visto nunca antes
Trataba de hacer memoria. Sujetaba mi mentón con mis dedos, incluso los frotaba con mi piel, como si fuese un ejercicio de concentración pero fue en vano. No llegaba a recordar aquel día al que hacía referencia la kunoichi del remolino.
— ¿Gato? Y bueno, ¿Qué es lo que se supone que sientes? Lo siento pero me temo que no recuerdo nada de gatos en el Puente Kannabi, ni siquiera te recuerdo haberte visto allí en mi vida. es más, juraría que no te había visto nunca antes.
A medida que el rubio hablaba, Eri se sentía más y más confundida. ¿No era él quién había visto aquel día en ese puente? Quizá se estaba equivocando, quizá era una persona similar, o puede que incluso lo soñase. Mordió su labio inferior y se rascó la mejilla.
Luego suspiró.
—Vaya, entonces me he colado... —alegó la chica mientras se rascaba la nuca —. Lo siento, no me tengas en cuenta.
Sacó la lengua mientras se daba un pequeño golpe en la cabeza, intentando quitarle hierro al asunto. Luego se acercó más hacia los dulces que allí reposaban, esperando por ella para elegir uno entre todos ellos. La boca se le hacía agua tan solo de pensar en su sabor, luego tomó aire y terminó por elegir lo que de verdad le apetecía.
—¡Quiero dos de esos, por favor! —exclamó mientras señalaba al palillo donde reposaban tres bonitos y apetecibles dangos, luego se giró al chico y preguntó —. ¿Tu quieres algo?
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Palpé la decepción ante mi respuesta. Probablemente la muchacha esperase que recordase lo que pasó, me interesase un poco sobre aquel día y todo eso. Pero lo cierto es que no lo recordaba.
—Vaya, entonces me he colado... —alegó la chica mientras se rascaba la nuca —. Lo siento, no me tengas en cuenta.
Esta vez fue a capturar sus dangos o más bien intercambiarlos por un puñado de ryos, pero al fin y al cabo ya tenía lo que tanto deseaba. Aquellas jodidamente deliciosas bolitas dulces que eran capaces de levantar autenticas pasiones.
—. ¿Tu quieres algo?
Negué con la cabeza.
— Quiero saber lo que pasó en el puente. Quiero decir... No eh dicho que no fuera yo, simplemente no me acuerdo. Cuéntamelo, por favor.
Pero por ahora lo que deberíamos hacer era apartarnos de la cola. Parecía algo así como la cola de los dangos y si no queríamos ser arrollados por toda aquella gente deberíamos movernos y apartarnos. De nuevo le indiqué con la mano que me siguiese, tampoco es que me apartase mucho, solo lo suficiente, y esperaba que ella hiciese lo mismo y accediese a contarme aquello.
Cuando el joven rubio negó con la cabeza, la chica se encogió de hombros, sacó el dinero de su bolsillo y se lo tendió a la persona que le había atendido, tomó sus dangos con mimo y volvió a girarse a Yota.
— Quiero saber lo que pasó en el puente. Quiero decir... No eh dicho que no fuera yo, simplemente no me acuerdo. Cuéntamelo, por favor.
—¡Oh! —aquello no se lo esperaba, quizá porque sentía que aquel shinobi no era de los curiosos, sin embargo luego de apartarse de la cola que se estaba formando detrás de ellos recapacitó y pensó, «si se lo cuento, puede que se acuerde... O quizás no porque él no es, bueno, tampoco pierdo nada...» —. Está bien, pero aquí no, busquemos algún sitio donde poder sentarnos o al menos estar cómodos.
Y como había hecho antes él, ahora fue ella la que guiaba al chico hacia algún lugar donde poder comer tranquilamente y charlar sin tener que evitar a la gente, sobre todo a borrachos que volaban y arrollaban a los transeúntes. Con suerte y un poco de caminata, llegaron a un pequeño banco de piedra clara, rodeado de un par de árboles y alejado de la calle principal.
—Allí estaremos bien.
Con tranquilidad se acercó al banco y se sentó, esperó a que su acompañante la imitase y luego habló:
—¿De verdad que no te suena nada? ¿Ni un poco? Es para saber si tengo que contarte todo o recortar la historia e ir al grano.
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Pude apreciar como su expresión había cambiado con mi pregunta, la esperanza de que fuese aquel chico del que hablaba, quién sabe.
—. Está bien, pero aquí no, busquemos algún sitio donde poder sentarnos o al menos estar cómodos.
— Claro, como quieras
No puse trabas, claro. A fin de cuentas, iba a explicarme lo que quería saber. así que simplemente le fui siguiendo hasta que encontramos un banco en el que la muchacha se sentó para degustar sus deseados dangos y explicarme lo que sucedió en el puente Kannabi. Yo por mi parte simplemente apoyé la planta del pie en la madera del banco y apoyé mi cuerpo sobre la extremidad.
—¿De verdad que no te suena nada? ¿Ni un poco? Es para saber si tengo que contarte todo o recortar la historia e ir al grano.
— Pues... Lo siento de verdad, Eri-chan, pero no consigo dar con ello. aunque la verdad es que si que me suena haberte visto por algún lado. Pero, estando por el Valle desde que empezó el torneo, supongo que te he visto por aquí..
— Pues... Lo siento de verdad, Eri-chan, pero no consigo dar con ello. aunque la verdad es que si que me suena haberte visto por algún lado. Pero, estando por el Valle desde que empezó el torneo, supongo que te he visto por aquí...
—No pasa nada Yota-san, ahora mismo te lo cuento yo, a ver si se te refresca la memoria —dijo iluminando con una sonrisa su rostro, luego tomó otro bocado de sus dangos, lo degustó, masticó y tragó para proseguir —. Era principios de primavera si mi memoria no falla, y yo estaba con mi hermano viajando, hasta que nos separamos y yo paseé hasta el Puente Kannabi, nunca había estado allí, ni si quiera en el País del Bosque, era la primera vez que salía.
» El caso es que cuando llegué allí, me encontré a un chico clavadito a ti, ¡exactamente igual! O eso me dice mi recuerdo de cuando estuve allí, creo recordar que nos presentamos y que hablamos sobre nuestra profesión, pero nos vimos interrumpidos por una niña, ¿o era un niño? El caso fue que había tenido problemas con su gato y me retaste a ir a por él...
Hizo una pausa para bajar la mirada al palo de dangos que se encontraba ya casi sin dulces, cerró los ojos y suspiró con un deje de tristeza.
—Pero no fui a por el gato, al final cuando quise ir a por él creo que me fui porque mi hermano me llamó, teníamos mucha prisa, así que solo pude despedirme del chico —pausa —. No sé si al final pudo rescatar al gato o qué pasó, ya que me fui... Pero... Bueno, eso es todo.
No se atrevió a mirar a Yota, ahora se sentía fatal por aquella niña y su gato... Debería haberlo rescatado, debería...
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al parecer, nos encontramos durante primavera en el puente Kannabi, frontera que separaba nuestros respectivos países de origen. Fue allí donde tuvimos lo que al parecer fue un fugaz encuentro del cual un chiquillo nos interrumpió al ver que su mascota, un gato, estaba en peligro.
— ¡Yoko! ¡El gato se llamaba Yoko!
Fue como un flashazo que me golpeó la frente de golpe. Alguien llamó a Eri y esta tuvo que irse y ni siquiera se despidió de mi. Sí... empezaba a recordar cosas. Y entonces tuve que hacer algo con aquella gata... Pero Eri parecía apenada, le costaba mantenerse firme y mirarme al mismo tiempo que observaba los pocos dangos que aún le quedaban
—Pero no fui a por el gato, al final cuando quise ir a por él creo que me fui porque mi hermano me llamó, teníamos mucha prisa, así que solo pude despedirme del chico —pausa —. No sé si al final pudo rescatar al gato o qué pasó, ya que me fui... Pero... Bueno, eso es todo.
— Sí, tienes razón, ahora lo recuerdo. Eras tu, sin duda. ¿como podría haber olvidado una chica tan guapa? Este Yota.... En fin, no tenías ninguna obligación de ir a rescatar aquella gata —dije tratando de calmarla. Estaba realmente apenada, como si fuera a pensar que huyó del lugar como alma perseguida por el diablo— Digamos... que yo me ocupe del rescate