Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Si Akame alguna vez quiso ser el pionero en algo, desde luego no era en el jinchuurikismo. No le costó mucho entender que, pese a la seguridad que exhibía Zoku, todo aquello no era más que experimental y desde luego los efectos secundarios podían ser imprevisibles. «Hijos de una hiena... Si morimos, simplemente probarán con otros. ¡Putos cabrones!» El Uchiha apretó los dientes dado que todavía no tenía fuerzas para hacerlo con los puños.
Se sintió utilizado por primera vez en su vida.
Luego intentó tapar todo aquello con un buen montón de responsabilidad, disciplina, lealtad y profesionalidad. Pero no lo consiguió —no del todo, al menos—.
Aquella conversación, que había empezado al despertar ellos, prosiguió su curso con el Uzukage como voz principal. A cada cosa que decía, Akame estaba menos convencido del plan. ¡Ni siquiera sabían qué poderes eran esos que decían que podrían controlar! El Uchiha cerró un momento los ojos, desesperado, notando como por momentos la situación le superaba. Luego volvió a abrirlos.
—Entendido, Uzukage-sama —contestó finalmente, lacónico—. ¿Volveremos a la Aldea?
El Uchiha captó un momento de dubitación, de fragilidad, cuando Zoku mencionó el nombre de su hijo. Después de todo, quizá el futuro Uzukage no fuese la roca impenetrable que siempre aparentaba ser. Quizá, todavía le quedaba algo de corazón. Un corazón que, por otra parte, no le impedía usar a los dos Uchihas como ratas de laboratorio. Porque eso es lo que estaban siendo: experimentos. Experimentos que, si acababan mal, significaría el fin de sus vidas. Tal y como había pasado con el propio Zoran.
Y lo peor es que Zoku hablaba con total tranquilidad, como si aquello fuese el pan de cada día. ¡Estaba hablando de sus vidas, y su expresión era la misma que si pidiese una ración de sushi en un restaurante! Resultaba terrorífico.
Cuando oyó que el bijuu trataría de apoderarse de sus sueños, de volverles locos, aquello fue la gota que colmó el vaso. Se llevó una mano al rostro, ocultándose los ojos, y respiró hondo. Respiró una segunda vez. Y una tercera. No quería llorar, pero se lo estaban poniendo muy difícil.
¿En qué momento su vida se había ido a la mierda? ¿En qué momento sus sueños y esperanzas habían caído por el retrete de la realidad? «Desde que conocí a Zoku» O quizá antes, mucho antes. Solo que él no se había dado cuenta hasta ahora.
—Entendido, Uzukage-sama. ¿Volveremos a la Aldea?
«Así que ya le llamas Uzukage antes de que le pongan el sombrero, ¿eh?»
—Solo cuando probemos que podemos soportar al bijuu. —Las palabras le salieron solas, sin pensarlas. No supo por qué lo hizo, pero le pareció la respuesta obvia—. ¿Me equivoco, Zoku-sama? —Datsue no le miró cuando preguntó, pues aún mantenía la mano tapando parte de su rostro.
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12/09/2017, 18:29 (Última modificación: 12/09/2017, 18:30 por Amedama Daruu.)
—¿Volveremos a la aldea?
—Sólo cuando probemos que podemos soportar al bijuu. ¿Me equivoco, Zoku-sama?
Zoku rio.
—¿De qué habláis? —dijo, y se levantó de la silla. Se acercó a la parte izquierda de la habitación donde dos gruesas cortinas tapaban un gran ventanal. Tiró de la cuerda, y cuando la luz del Sol dejó de cegarles, se encontraron frente a una vista elevada de gran parte de su villa.
De su hogar.
—Ya estamos en casa. —Zoku se volvió a la silla y tomó asiento de nuevo—. Concretamente, en mi casa.
»Lleváis tres días durmiendo a pata suelta, vulnerables. Si el bijuu hubiera podido salir, ya lo habría hecho. Si yo no confiase en que el sello es lo bastante seguro, no os habría traído aquí —aseguró—. No obstante, sí que es cierto que aún tenemos que probar los efectos tras el primer despertar. De modo que haremos una cosa muy sencilla.
»Váis a salir ahí fuera y os váis a relajar como es debido, muchachos. Váis a ir a beber, a comer y a reír juntos, y váis a volver aquí antes de las diez —sugirió—. Y dormiréis aquí, donde yo velaré por vuestro sueño. ¿De acuerdo?
Estoy seguro de que en esos momentos, nuestros amigos Uchiha no pudieron obviar un pequeño detalle... Un perchero de madera, que había estado oculto detrás de la cortina. Un perchero del que colgaba una capa blanca, y también un sombrero que se les hizo tremendamente familiar.
Un sombrero de Uzukage.
—Ah, se me olvidaba... —advirtió—. Nadie sabe que sois jinchuuriki. Y nadie debe saberlo. Cuidado con lo que decís y con dónde habláis.
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Por un momento, se le paró el corazón, temiéndose lo peor, y se apartó la mano de la cara para observar a Zoku. ¿Acaso no volverían nunca a casa? ¿Acaso Zoku les mantendría encerrados, permitiéndoles salir solo cuando necesitase enseñar sus poderes, como si fuesen animales de feria? Al Uzumaki, Datsue estaba convencido de ello, no le temblaría el pulso de tener que hacerlo. Por suerte…
—Ya estamos en casa.
Al Uchiha se le formó una sonrisa en el rostro de forma inconsciente. Reconoció en seguida, cuando la luz del sol dejó de cegarle, su Villa. Los vivos colores rojos, marrones y azules que inundaban las tejas de la mayoría de los edificios. Los arcos torii, también rojos, que adornaban las principales calles. Los cerezos… con la hoja seca, pero más bonitos que nunca a su vista. Nunca se había considerado alguien muy patriótico, pero el solo conocimiento de que estaban en casa le transmitió calma y seguridad. Y se sintió nostálgico.
Zoku les aseguró que ya habían pasado por lo más difícil. El sello había reaccionado bien, y pese a que todavía tenía que comprobar como soportaban la primera noche tras el despertar, estaban a salvo. Estaban en casa. Les ofreció que saliesen a tomar algo. El Uchiha lo vio como una oportunidad de escapar —no literalmente—, de despejar la mente de toda la mierda que les habían echado encima. Asintió con gusto, y, con más fortaleza por parte de su mente que de su debilitado cuerpo, se quitó las sábanas de encima.
Cuando se incorporó en la cama sintió un ligero mareo. Puntitos de luz surgieron aquí y allá, y se le oscureció la vista. Tuvo que tomarse unos segundos para calmarse, respirar hondo y levantarse.
Fue entonces cuando lo vio: la capa blanca con el sombrero. Había visto centenares de veces aquel sombrero en una persona. Apenas una en otra. Y un par en una tercera. Era imposible que no lo reconociese.
—A sus órdenes, Uzukage-sama —dijo, inclinando la cabeza, cuando les advirtió que no contasen su secreto a nadie. Luego miró a Akame e hizo un gesto con la cabeza, como queriendo decir: “vamos”.
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Nunca Akame se había alegrado tanto de ver la Villa Oculta del Remolino. Primero el fogonazo de luz resultante de descorrer las cortinas con tanta brusquedad le cegó, pero cuando por fin recuperó la vista, sintió que su corazón se llenaba de felicidad. En ese momento pensó que aquel impresionante paisaje era lo más bello que había contemplado nunca. Se incorporó, todavía impactado, y empezó a reír suavemente, como si todavía no pudiera creérselo. El Bijuu, los Hilos, Zoku, Gouna... Nada de eso importó durante unos —demasiado— breves segundos.
«Por Amaterasu... Si tengo que morir por este lugar, por mi hogar... ¡Que así sea!»
Como si la visión de Uzushio y el saber que estaba de vuelta en casa le hubiesen insuflado energías, el Uchiha se puso en pie —más trabajosamente de lo que hubiera imaginado—. Con torpeza comprobó que estaba vestido, y se alegró de estarlo; no sabía si hubiese tenido energías para desvestirse y vestirse en ese mismo momento. Miró a Zoku y no pudo evitar pensar en las cosas que había hecho aquel tipo para proteger el lugar que podía verse desde el ventanal. Uzushiogakure no Sato. En ese momento, entendió que él mismo las hubiera hecho también. Porque aquel era su hogar.
Asintió ante la advertencia de Zoku y luego siguió a Datsue.
No pudo evitar sonreír cuando Akame le preguntó si asado o ramen. Después de todo por lo que habían pasado, le parecía gracioso que de pronto se encontrasen ante un dilema tan trivial. Tan…
… terrenal.
—Te diría asado, pero… ¿Cuántos días llevábamos dormidos? ¿Tres? Creo que es mejor comer algo ligerito de primeras… Que yo soy de estómago delicado —reconoció, dándose unas palmaditas en la barriga—. Mejor no comer demasiado.
• • •
—¡Camareeerooooo! —rugió Datsue, estampando el tercer cuenco que le habían traído contra la mesa—. ¡Otra de ramen!
Los dos Uchihas se encontraban en un puesto de ramen que había cerca del Jardín de los Cerezos. Más que cerca, estaba pegado, y la ventana que tenían junto a ellos les regalaba unas preciosas vistas sobre el parque. Datsue dio un trago al zumo de frutas y se relamió los labios cuando le trajeron otro cuenco humeante. Abrió el nuevo par de palillos que le trajeron, se acercó un puñado de fideos a la boca y…
… frunció el ceño.
—Oiga… —Datsue miraba el cuenco con mala cara—. No llevará huevo, ¿verdad?
El camarero suspiró con pesadez y negó con la cabeza. Parecía cansado.
—Señor… Es la décima vez que me lo pregunta, como poco.
—B-bueno, es que me gusta asegurarme, ¿sabe? —«Especialmente después de mi último… percance»—. ¿Lo lleva o no lo lleva?
El camarero, un tipo cuarentón, de entradas y algo de barriga, resopló.
—No, señor. Ni una pizca de huevo. Se lo aseguro —miró a Akame, con cierta impaciencia en el gesto—. ¿El señor desea algo más?
Una vez terminado con Akame, el camarero se retiró, dejándoles solos. Todo lo solos que podían estar en un restaurante. Conociendo a Zoku, además, dudaba mucho que ninguno de sus pajaritos no anduviese rondando cerca.
—Tengo que preguntarte algo, Akame —dijo, con voz sombría—, y es muy importante que me digas la verdad.
El Uchiha había estado evitando hablar del tema del bijuu, del ascenso de Zoku al poder o de cualquier cosa relacionada con los últimos días. No ya solo para cumplir su promesa de mantener aquello en secreto, pues uno nunca sabía quién podía estar escuchando, sino porque necesitaba despejar la mente. Por unos instantes, necesitaba olvidarse de todo y hacer como si todo aquello hubiese sido una simple pesadilla.
—¿Voy a tener que…?
Akame, a diferencia de él, no llevaba objetos sellados en el cuerpo. En el viaje, el mayor de los Uchihas había introducido todo lo que tenía en su mochila, empaquetándolo todo de forma tan perfecta y meticulosa que a Datsue le parecía hasta enfermizo. El problema era…
… que no tenía la mochila por ningún lado. Y eso tan solo podía significar una cosa.
—¿Voy a tener que invitarte? —soltó, con el ceño fruncido y la voz cargada de resentimiento.
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Se trataba del famoso puesto de ramen Ramenjutsu, un local que había comenzado como un pequeño restaurante a pie de calle, pero que ahora tenía su propia taberna, como los Dioses mandan. No era tampoco un espacio demasiado grande, pero lo vacío que estaba hacía que lo pareciese.
Allí, la gente podía sentirse muy cómoda hablando de asuntos de los que no debe hablar.
Y así, nuestros queridos Uchiha escucharon las primeras notas discordantes. Provenían de un hombre que había bebido un poco más de sake de la cuenta, y que se sentaba un par de mesas por detrás de Akame.
—Ppuuues te digo qqque Zzoku sigue sin ssser trigo limppio, aunque parecce que ya hasta los Dioses han olvidaaaado eso.
—Por favor, Chae-san, baja la voz...
—El antiiguo eqqquipo seiis. Nnnos reunnimos el vviernes. Hip. Allí lles enssseñaré a los mmuchachos unnos doccumentos muy interesantes. ¿Sabes? Yakkisobaa... Alguien afirmó veer un cuerpo que se parecía mucho en un luugggar que no corresponde.
—Chae, esto no nos conviene. Debemos esperar un poco antes de empezar a hablar de esas cosas. Vamos, baja la voz y olvidémonos de esto aquí. Ya me lo contarás tranquilamente otro día. En un sitio más tranquilo.
—Bbbbah. Si ssssolo hay dos nniños...
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—No, nada, muchas gracias —respondió el Uchiha, recostándose sobre su asiento mientras miraba con gesto satisfecho los tres tazones de ramen vacíos que yacían en la mesa, frente a él.
Se encontraba más animado, claro, porque como decía el refran; "en barriga llena, no hay pena". Además, el aire fresco de la Aldea en aquella época del año le había sentado de maravilla, como un bálsamo reparador. Sentía como si hicese años que no respiraba tan a gusto. Nada como eso y una buena comilona en el Ramenjutsu para recuperarse de cualquier paliza.
El Uchiha volvió la cabeza cuando Datsue se dirigió directamente a él. No habían hablado mucho durante el camino, y todavía menos a lo largo del atracón de fideos. Ante sus palabras, el muchacho de la coleta se tocó los bolsillos, sobresaltado.
—Maldita sea, es cierto... Todas mis cosas deben estar en... —calló de repente, consciente de que había estado muy cerca de cagarla y mirando alrededor con suspicacia—. En casa. ¡Qué despistado soy!
No dijo nada más. No sólo porque le encantaba la cara que pondría Datsue cuando supiera que iba a tener que apoquinar la comida de ambos de su propio bolsillo, sino porque detrás suya captó una conversación de lo más... Inquietante. «A juzgar por las voces son dos. Uno de ellos muy ebrio... Uh, los borrachos y los niños siempre dicen la verdad. Hay que informar de esto a Uzukage-sama». Diligente, el Uchiha esperó a que su compañero se terminase el tazón y soltó, casi de pasada.
—Uf, estoy llenísimo, pero todavía me cabe un buen postre. ¿Te hace un bollo de crema de esa pastelería tan buena? —dijo el Uchiha, guiñándole un ojo a Datsue.
Si accedía, el muchacho se pondría en pie y enfilaría la entrada, no sin antes largar una mirada distraída hacia la mesa donde estaban los dos tipos. Si podía quedarse con sus caras, mejor.
—Maldita sea, es cierto... Todas mis cosas deben estar en… En casa. ¡Qué despistado soy!
«¿Qué despistado eres? ¿¡Qué despistado eres!? Joder, ¡y aun por encima lo dice con recochineo, el muy mamón!» Al Uchiha se le cerró el estómago y se le cortó de pronto todo el hambre, ya solo de imaginarse a cuánto ascendería el montante final. Siete raciones de ramen; bebida… Aquello iba a salirle por un ojo de la cara. «Y eso que el mío tiene un sharingan»
Sonrió, por su propio chiste mental. Una sonrisa que en seguida se le borró de la cara cuando oyó algo que no debería haber oído. Algo que hubiese preferido no haber oído. «¡Malditos descerebrados! ¿No os dais cuenta de lo que me vais a obligar a hacer?»
Akame sugirió ir a una pastelería, sin duda, porque también había escuchado la conversación. ¡El muy cabrón hasta le guiñó un ojo, como si estuviese contento por tener la oportunidad de quedar bien ante el Uzukage!
—Supongo —respondió, malhumorado. Se levantó, de suerte que, al tener de frente a los dos bocazas, conseguiría distinguir la cara de al menos uno de ellos sin llamar la atención. «Y sino siempre tengo el nombre del bocazas mayor…»
Seguidamente, liberó la cartera, se acercó a la barra, y pagó lo que debía con la misma cara mustia con la que se había levantado. No fue hasta que salió a la calle cuando volvió a hablar, asegurándose que no había nadie cerca para oírles:
—Nuestras órdenes fueron: comer, beber y divertirnos —le recordó, remarcando la última palabra—. Y yo todavía no me he divertido. ¿Tanta prisa te corre? —preguntó. Sabía perfectamente que su compañero querría ir a avisar a Zoku inmediatamente, como el buen profesional que era.
Él, en cambio... Prefería posponerlo un poco más.
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Sin embargo, cuando ya estaban fuera de Ramenjutsu, sintieron como alguien tiraba de sus hombros. Los hombres, casi dos palmos más grandes que ellos, les empujaron, y les hicieron caer al suelo.
—Ni bbooorracho dejo de disstinguir una mirada. Nos eshtábais escuchando, ¿eh?
—¿Qué pretendíais, írselo a contar todo a vuestra mamá? Deberíais saber que los que cuentan secretos tienen muy mal acabar entre los ninjas...
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13/09/2017, 21:52 (Última modificación: 14/09/2017, 00:51 por Uchiha Datsue.)
Pero si Datsue pensaba que iba a poder divertirse, aunque fuese lo más mínimo, aquel día, no podía estar más equivocado. Sintió una mano tirar de su hombro, y cuando alzó la mirada, reconoció a los dos hombres del restaurante. Antes de que pudiese hacer nada, sintió como el aire se esfumaba de sus pulmones y chocaba contra el suelo, empujado por uno de ellos.
No tardó en saber la razón de tanta violencia: se habían percatado de sus miradas. Sus miradas indiscretas.
El Uchiha trató de parecer nervioso —lo cierto es que no tuvo que fingir—, pero no demasiado nervioso. Solo lo que un gennin estaría cuando un chunnin o un jounnin le echa la bronca pero no tiene nada que esconder.
—Shinobi-san… Yo no… —trató de aparentar confuso, como si no supiese de lo que estaban hablando—. Es cierto que les miré. Quizá no debí hacerlo, y les pido perdón por la grosería. Lo cierto es que… —miró de reojo al borracho, como si tuviese miedo de mantenerle la mirada. No tuvo que disimular demasiado. A decir verdad, no tuvo que disimular en absoluto—. B-bueno, me sorprendió ver a un camarada, esto… —carraspeó, aclarándose la garganta—, más contentillo de lo normal. Teniendo en cuenta que no son ni las diez… ¡P-pero no iba a chivarme a nadie, se lo juro! —enseñó las palmas de la mano, conciliador—. Un shinobi se merece un descanso de vez en cuando, ¡vaya que si se lo merece!
»¿No es así, Akame?
«En menuda nos hemos metido, joder. Espero que con esto queden conformes…»
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Una riada de pensamientos y preguntas pasó por la mente del mayor de los Uchiha como un torrente arrasador nada más dar con las posaderas en el suelo. «Mierda, nos han descubierto. ¿Ahora qué cojones hacemos? Da igual lo que nos hagan, el Fuuinjutsu de Zoku nos impedirá delatarle ni contarles nada a estos imbéciles... Joder, entonces, ¿vamos a morir? ¿Así de fácil? ¿Aquí, en nuestra propia Aldea?» La sola idea de ser asesinado por dos panolis le ponía enfermo. ¡Él era Uchiha Akame! ¡Jinchuuriki del Ichibi! «O, al menos, medio jinchuuriki...»
Mientras Datsue hablaba —Akame agradeció en silencio tenerlo al lado—, él seguía maquinando. «¿Cómo de fuertes serán? El borracho ha dicho algo del "antiguo equipo seis"... Eso quiere decir que no son gennin. A juzgar por su edad, serán al menos chuunin veteranos, o quizá incluso jōnin... Mierda, joder, no tenemos ninguna posibilidad...»
Las cartas pintaban a bastos, y dado que la vía diplomática parecía la más conveniente, Akame se limitó a bajar la mirada y asentir un par de veces ante la pregunta de su compañero. Por dentro, rezaba para que la mentira colase; aunque tenía pocas esperanzas en ello. Se planteó ejecutar alguna jugada, pero no llevaba encima su portaobjetos ni su espada. Estaban prácticamente desnudos contra —potencialmente— dos ninjas veteranos.
—¿Huuuuh? ¡Y pretenderás todavía que me crea esa paparrucha, niño! —bramó—. Os voy a decir una cosa, ahora mismo váis a venir con nnosotros. Yyy ya veréisss, lo que os hacía vuestra mmmadre para ser tan maaleducadosssh y cotillasss os parecerá pppoco.
—Venga, Chae. Déjalo ya.
—¿Huh?
—Chae, tío, ya lo has oído. Son sólo unos críos. Sólo les ha intimidado tu borrachera.
El amigo ebrio hipó, y asintió. Luego rio, y luego se dio la vuelta y echó a caminar, haciendo eses. El ninja que aún tenían delante les hizo una pequeña reverencia, y echó a caminar detrás de su amigo.
...sólo que cuando estaba a punto de alcanzarlo, sacó un kunai del portaobjetos y le clavó un puñal en la espalda.
—De todas maneras ya me has dicho lo que necesitaba saber. Lo siento, Chae. Adaptarse o morir.
El borracho cayó de rodillas al suelo, y luego, de bruces. Una mancha de sangre empezó a extenderse por los adoquines. Una mujer, aterrorizada, que hasta ahora observaba desde una esquina con curiosidad, pegó un pequeño chillido y salió corriendo por una callejuela.
El ninja se dio la vuelta.
—Adaptarse o morir —les dijo, encogiéndose de hombros—. Chae era un buen amigo, pero su lealtad hacia el gobierno anterior de la villa iba a convertirse en un problema.
»Tengo mujer y dos hijos a los que adoro. Hasta ahora he tolerado a este... a este idiota. Pero sin querer implicarme, ya me estaba metiendo en el fango hasta las rodillas. Y yo no quiero eso. No quiero eso por nada del mundo. He vivido la paz de Shiona toda mi vida, y a pesar de todo lo que está pasando, Zoku la mantiene en el interior de la villa... siempre que estés de su parte.
»Marcháos, amigos. Si véis a Zoku-sama, decidle que Yotsuki Raimyogan es un shinobi fiel. Y que... que... que me ocuparé de mi antiguo equipo seis, que pensaba traicionarle, con mis propias manos. Que me haga llamar, si es preciso.
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Datsue retrocedió —arrastrándose, porque todavía estaba en el suelo— cuando el borracho avanzó hacia él. Se sintió amenazado, asustado, en peligro… ¿Qué demonios había sucedido en la Villa en esos tres días, para que su vida se viese amenazada por un compatriota por solo… haber escuchado lo que no debía?
La sombra de una guillotina se cernía sobre él. Una sombra que se vio diluida cuando el otro shinobi intervino, convenciendo al borracho para que se fuese. Datsue devolvió la reverencia del otro con una inclinación de cabeza —estando en el suelo, poca reverencia podía hacer—, y, tras tragar saliva, ahora más tranquilo, se levantó.
Pero la calma fue falsa y corta. Un simple espejismo.
Cuando el shinobi, supuesto amigo y camarada de Chae, llegó junto al susodicho, extrajo un kunai del portaobjetos y… le atacó como una víbora. Tan solo le hizo falta un picotazo, una mordedura simple y certera por la espalda, para inyectarle todo su veneno. El veneno del deber… El veneno de la supervivencia.
Los ojos oscuros de Datsue se tiñeron por el sharingan de tres aspas por puro acto reflejo. Atónito, balbuceó unas palabras inconexas y sin sentido, mientras observaba con los ojos muy abiertos y labios temblorosos el charco de sangre que se formaba bajo el cuerpo de Chae. Lo había…
… matado. Allí, a plena luz del día, en medio de la Villa.
—Adaptarse o morir —dijo el shinobi, encogiéndose de hombros. Aquella tranquilidad, aquella parsimonia con la que actuaba tras asesinar a su amigo no hacía sino ponerle todavía más los pelos de punta.
El Uchiha asentía ante cada palabra que decía, con la boca entreabierta y el corazón encogido en un puño. No sabía qué decir. No sabía cómo actuar.
—A-así haremos —balbuceó finalmente, obligándose a hablar. Yotsuki Raimyogan acababa de decirles que se fuesen. No necesitó decírselo dos veces. De hecho, Datsue tuvo que hacer acopio de toda su fuerza de voluntad para no salir corriendo, con sunshin incluido—. P-pues entonces… ya nos vamos. Sí… —realizó una nueva reverencia, estaba vez bien hecha y cargada de respeto, y retrocedió, tirando de la manga de Akame. Sin embargo, no dio la espalda al Yotsuki. Hubiese sido una temeridad, viendo lo que le había hecho a su compañero.
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