Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
El Ichibi, a diferencia de lo que creía Datsue, no se irritó ante la contestación de Akame. En su lugar, respondió con cierta tranquilidad. Toda la tranquilidad que te podía transmitir una boa constrictor enrollándose en tu cuello, claro. No apretaba, pero sabías que en cualquier momento podría hacerlo. Aquella sensación de angustia, de no saber lo que iba a suceder —o cuando—, daba todavía más miedo que ver un peligro real acercándose.
Era el miedo a la incertidumbre.
El bijuu no daba puntada sin hilo. Cada palabra que siseaba como una víbora tenían una razón de ser y un propósito. Les recordó su falta de libertad por segunda vez. Una saeta directa a la herida abierta en el corazón del Uchiha, que cada vez se iba agrandando más y más. No contento con ello, depositó una nueva semilla en su alma: la semilla de la sospecha. De la desconfianza. ¿Había Zoku contado toda la verdad? ¿Era realmente lo mejor para la Villa? Las dudas empezaban a aflorar en la mente del Uchiha. Unas dudas que tan solo se veían eclipsadas por el miedo visceral que sentía en presencia de aquel monstruo.
Akame negó con prontitud la propuesta del Ichibi: que le permitiesen salir un segundo para matar a Zoku. Datsue, sin embargo, no lo veía tan claro.
—Akame… —abrió y cerró la boca, dudando—. Quizá… Quizá tenga algo de razón —se aventuró a decir, sabiendo del peligro que corría pronunciando aquellas palabras. Akame se había convertido en un buen amigo. Pero un amigo devoto a seguir órdenes y a la cadena de mando. ¿Se chivaría a Zoku de lo que estaba a punto de decirle? No lo podía saber con certeza, pero era un riesgo que merecía la pena correr. Su libertad estaba en juego—. Has visto tan bien como yo cómo está la Villa. Discordia, rencores, compañeros matándose entre sí por unas malas palabras... Y vendrán más. Lo sabes tan bien como yo. Acaso… —tragó saliva—. ¿Acaso lo mejor para la Villa no sería un nuevo Kage? ¿Un Kage que no tuviese relación ni con Zoku ni con Gouna? ¿Alguien a quien todo el mundo aceptase?
«Y sin embargo...»
—Pero aunque aceptásemos el trato, s-señor Ichibi —continuó, sin atreverse a mirar a los ojos a la bestia—. Aunque creyéramos en lo que dice sobre Zoku... ¿Cómo podemos confiar en usted? ¿Cómo podemos saber que no arrasará también con la Villa? ¿O que nos matará también a nosotros como hizo con el hijo de Zoku? —Tuviese el Ichibi razón o no, carecía de importancia sin antes saber qué garantías les daba de que cumpliría su parte, de que se ceñiría exactamente a lo que había dicho: asesinar a Zoku sin daños colaterales.
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Aunque Akame negó la propuesta del Ichibi con toda la voluntad que supo recoger, fue casi tan imperceptiblemente que no le escuchó. No, pero Shukaku ya sabía cuál iba a ser, inevitablemente, su respuesta. Era el más fuerte de los dos, sí, pero no había problemas. Ser el más fuerte de los dos siempre implica que hay alguien más débil. Y a él le había acertado en todo el corazón. Shukaku se sonrió interiormente, sabiéndose ganador.
A pesar de que los estaba manejando prácticamente como quería, no pudo evitar sentir algo de empatía con ellos. ¡Empatía! Un honorable bijuu como él, sintiendo empatía por un ser humano. Quién lo hubiera dicho. Pero es que, desde allá arriba, ellos parecían más encadenados que él.
...y no le importaba hacer unos cuantos sacrificios si quería un poco más de libertad. Prefería estar encadenado dentro de dos niños que estar encadenado dentro de dos niños encadenados. Por eso...
—La verdad es que, no podéis confiar en mí —afirmó, rotundamente—. Pero no sois unos simples niños, ¿verdad? Sois ninja. Ya sabéis, no se puede confiar en nadie. En nadie.
»De modo que jugaré con el mismo juego que utilizó esa sabandija: simple conveniencia. A mí me conviene la libertad, cuanto más, mejor. Si no se puede obtener una libertad completa... Mejor obtener una libertad menor, ¿no? Bien. Partamos de esa base. ¿Sabéis? No tenéis por qué confiar en mi. Yo os daré todo el chakra que queráis. Voluntariamente. Os daré poder. No tenéis ni que desencadenarme. No tenéis que romper el sello. No podré salir.
»Os daré el suficiente poder como para que podáis acabar con él. A cambio de ese poder, vosotros acabaréis con su vida. Y a cambio de acabar con su vida, yo os liberaré de todas las ataduras.
»Por supuesto, no se os habrá pasado el detalle por alto: si intentáis matar a Zoku, y resulta que eso no resulta lo mejor para Uzushiogakure, el sello os matará a vosotros. Podéis confiar en su sello, o podéis confiar en mí: si aceptáis, os romperé la atadura sin que tengáis que hacer nada. Y luego, me pagaréis el precio.
Shukaku guiñó un ojo. Un espectáculo tan cómico como grotesco.
—Claro que, como se os ocurra traicionarme... Aprovecharé hasta la última gota de chakra que os he dado para intentar controlarlos y mataros, a vosotros, y a todos vuestros seres queridos.
»¿Qué me decís? ¿Akame-kun? ¿Datsue-kun? La libertad. Tendréis la libertad. Seréis libres, Uzushiogakure será libre, el pasado borrado, el futuro por escribir...
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25/09/2017, 12:28 (Última modificación: 25/09/2017, 12:50 por Uchiha Akame.)
—Akame...
«Se acabó».
Akame había estado esperando aquel momento. Desde el mismo instante en el que el Ichibi empezó a cantarles sus canciones de poder y libertad, el mayor de los Uchiha supo, muy dentro de su ser, que iban a verse envueltos en una tesitura que podría sacudir los mismos cimientos de la Aldea. Confiaba en su propia determinación, pero Datsue... Datsue era otro cantar. Akame había estado aguardando, temeroso, a que su compañero pronunciase aquellas mismas palabras.
Pese a todo, le dejó hablar, con la cabeza gacha y la mirada fija en el suelo de agua y arena. Sólo cuando terminó, Akame apretó los puños y levantó la mirada hacia su compañero. Su compadre.
—¿Pero qué estás diciendo, Datsue-kun? —le espetó, agarrándole del brazo y susurrando como si el monstruoso bijuu no pudiera oírles—. Uzushio es inestable ahora mismo, ¿y tu solución es matar a la única persona que puede devolvernos la paz? Tan poco que te gusta Zoku, ¿tienes a alguien mejor? ¿Quién es tu candidato, eh?
El Uchiha se dio media vuelta y respiró hondo varias veces. Luego se volteó otra vez.
—Uzukage-sama ya nos advirtió, Datsue-kun. El bijuu intentaría engañarnos. Tú lo oíste tan bien como yo —la desesperación se hacia cada vez más palpable en la voz del joven Akame—. ¿De verdad vas a confiar en... en... en este... demonio, antes que en tu propio Kage?
De repente la voz sibilina y venenosa del Ichibi invadió otra vez la sala, y Akame calló. Otra vez aquellas promesas, otra vez aquellos cuentos de fantasía. Pese a que el mayor de los Uchiha ansiaba el poder tanto como su pariente, estaba agarrándose con uñas y dientes al clavo ardiendo que era su disciplina militar.
Con la cabeza gacha apretó los dientes. Luego alzó la mirada y respondió con cuanta firmeza fue capaz de juntar.
La lengua del Ichibi, enorme y grotesca, daba forma a las palabras con la misma sutileza y toxicidad de la de una serpiente. Era un manipulador nato. Tanto o más que el propio Zoku. Y aquello le asustaba. Le daba miedo… y en cierta parte le hacía desconfiar. Una desconfianza que se añadía a la que ya tenía por el mero hecho de ser un bijuu. Pero, al mismo tiempo, todo lo que decía tenía tanto sentido…
«Yo solo pedía una vida tranquila, joder. Con su chalet en el País del Agua; su velero; y lo suficiente para poder pagarme unos caprichitos de semana en semana. ¡Era tanto pedir, joder!» En su lugar, Datsue había terminado con un monstruo sádico y asesino encerrado en el cuerpo, que le pedía, ni más ni menos, que matar a su actual Uzukage. Todo un chiste macabro.
«Si al menos pudiese debatirlo a solas con Akame…»
Fue entonces cuando se le encendió una bombilla. Quizá no funcionase, quizá no sirviese, pero merecía la pena intentarlo.
—No soy un traidor, Ichibi.
Datsue le miró a los ojos, y cuando Akame le devolviese la mirada, vería que éste tenía el tres aspas activo.
—¿No lo eres, Akame? —Una voz sorprendería a Akame a sus espaldas. Una voz que reconoció muy bien, pese a que hacía un mundo que no la oía. Cuando se dio la vuelta, vio a una mujer imponente. No por su cuerpo, no por sus rasgos… sino por el carisma que desprendía. Y también por lo que significaba. Sobre todo por lo que significaba—. Entonces, ¿cómo explicas que obedezcas las órdenes del asesino de mi hija? ¿Cómo explicas que te arrodilles ante el hombre que trató de asesinarme? ¿A mí? ¿A tu verdadera Kage?
Los ojos morados de ella atravesaron su alma de la misma manera en que solía hacerlo antaño. Era ella. Era Shiona.
A su alrededor, todo seguía igual, salvo que ahora la grotesca figura del Ichibi había desaparecido. Datsue no sabía si aún dentro de aquel genjutsu el monstruo podría oírles —e incluso hablarles—, pero tenía que intentarlo.
Chasqueó los dedos, y con ello el fantasma del pasado desapareció.
—Escúchame, Akame —dijo, tratando de recobrar su atención. Conociéndole, intuía que el detalle de Shiona no le había gustado ni un pelo, pero ahora solo podía continuar—. Solo te pido que pienses, ¿vale? —dijo, clavándose ambos dedos índices a cada lado de la sien—. No estoy diciendo que confíe en ese… en ese… —«Monstruo hijo de puta» Pero como no sabía si le estaba oyendo o no, optó por decir:—, en esa bestia con cola. Solo digo que… Joder, lo que dice tiene sentido. Yo me creí a Zoku tanto como tú, pero… ¿De verdad era lo mejor para la Aldea matar a Gouna frente a las otras dos Villas, generando una puta guerra ninja? ¿Y si se vuelve contra nosotros? ¿Y si descubren lo de Yakisoba? —le espetó—. Ya oíste a los nuestros esta tarde. ¡Encontraron su cadáver, joder! ¡Lo encontraron! ¡Sabes tan bien como yo que hoy en día un ninja médico puede calcular con exactitud de casi al minuto cuando murió una persona! ¿Y si en esos informes que tenía Chae ya lo ponía? ¿Y si se filtra la información? Joder, con el caos que hay ahora en la villa no me extrañaría. ¿Y luego qué? ¡¿Y luego qué, joder?! —le espetó con furia— Yo te diré qué: Kusa y Ame sabrán que Yakisoba llevaba muerto de mucho antes a que fuera allí por los Hilos, ¡y entonces sabrán que fuimos nosotros los responsables! ¡Y entonces estaremos perdidos, joder! ¡Dos Aldeas contra una, no hay ni una puta posibilidad, hostia! A no ser… —levantó el dedo de una mano, como quien señala un punto muy importante a tener en cuenta.
»A no ser que le entreguemos al responsable en una puta bandeja de plata. ¿Te parece tanta locura lo que pienso? —quiso saber, el Uchiha. Había obviado la otra parte del trato, que era recuperar su libertad. Pese a que para él era muy importante, sabía que para su compañero no lo era tanto. Aquel no sería un motivo por el que Uchiha Akame se dejase convencer.
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25/09/2017, 14:02 (Última modificación: 25/09/2017, 14:16 por Uchiha Akame.)
Cuando Akame vio el Sharingan de tres aspas en los ojos de su compañero, el suyo se activó al instante. Luego oyó una voz a su espalda y el joven gennin se volteó a toda velocidad, llevándose una mano a la empuñadura de su espada...
Pero no le hizo falta. Reconoció al instante aquella voz.
—Shiona-sama...
«¿Cómo...?», se preguntó al principio. Luego lo entendió. Dio media vuelta, consciente de que en realidad su cuerpo estaba quieto frente al de Datsue —también inmóvil—. ¿Se podía llamar a aquel lugar onírico realidad? «Estamos en una ilusión dentro de otra ilusión...»
Sea como fuere, su compañero se apresuró a argumentar sus opiniones. Akame no se sorprendió al verse de acuerdo con muchos de los puntos que Datsue resaltó; sabía que su compañero era sumamente inteligente y especialista en convencer a los demás. Sin embargo, llegó un momento en el que a Akame le pareció que era más bien el miedo el que hablaba por Datsue, en lugar de la astucia.
—Tranquilízate, maldita sea —le espetó el Uchiha—. Si entramos en pánico, estamos muertos.
»Uzukage-sama ya sabe lo de ese informe, y además, ya oíste a ese tal Raimyogan. No creo que vayan a quedar muchos cabos sueltos.
Sin darse cuenta, Akame había empezado a caminar nerviosamente en círculos. Se detuvo.
—Además, ¿qué garantías tenemos de que este... de que el Ichibi vaya a cumplir nada de lo que dice? Zoku es un maldito Kage, ¡joder! —se llevó ambas manos a la cabeza—. Ya lo has visto. Es implacable. Es inteligente, no deja cabos sueltos. Necesitaríamos el chakra de los nueve bijuus para tener una oportunidad contra él.
Finalmente dejó caer ambos brazos, abatido.
—¿E incluso entonces, qué? ¿Lo dejamos todo en manos del siguiente en la fila? ¿Del próximo candidato en la lista? ¿Tienes siquiera idea de quién es? —añadió el Uchiha. Él ya había perdido la cuenta—. ¿Y qué crees que pasaría con nosotros? Dos medio jinchuurikis que asesinaron a su Kage. ¡Seríamos unos parias! ¿Cuánto tiempo pasaría hasta que la próxima persona en llevar ese sombrero llegue a la conclusión de que podríamos hacérselo a él también?
»Datsue-kun, por favor... Entregarle el gobierno de Uzushiogakure a un demonio enloquecido y sediento de venganza es lo último que necesitamos.
Ahora era el turno de Datsue para caminar en círculos, con las manos en la cabeza y visiblemente nervioso.
—Joder. Joderjoderjoderjoder… ¡Jo-der! —¿Por qué narices era todo tan complicado? ¿Por qué el peso de toda una nación debía de recaer sobre sus hombros? Allí, en aquel preciso momento y en aquel lugar, no solo estaban decidiendo sus destinos… sino el de muchos otros, y el de la mismísima Villa—. Tienes razón, joder. No podemos confiar en él, pero al mismo tiempo… ¡Agh! —rugió, dando una patada al aire, echa una furia. Había tantas cosas en las que pensar, tanto que podía salir bien o mal de aquella decisión, que creía que le iba a estallar la cabeza.
»Pero al mismo tiempo, siempre hay cabos sueltos, tío. Y más en algo tan gordo como esto. Acabará saliendo. Tengo la corazonada de que acabará saliendo. Y luego nos cagaremos en nuestros muertos por no haberle echado huevos —se dio una fuerte palmada en el pecho—. Yo digo que el poder de un bijuu es suficiente para vencer a Zoku —escupió, aparentando más seguridad de lo que realmente estaba—, y a cualquiera que esté solo. Y ahora mismo Zoku lo está.
»¿Y luego qué? —dijo, repitiendo la pregunta de Akame—. Luego nos convertimos en los putos héroes. ¿En unos parias? ¡Y una mierda! Habremos sido los que mataron al asesino de Gouna y Yakisoba. Habremos sido los que evitaron la siguiente Gran Guerra Ninja. ¡Unos putos héroes para la historia, eso es lo que seremos! ¿No querías ascender? ¿No querías tomar más responsabilidades? Pues te digo algo —le señaló con un dedo—, hacemos esto, y en un par de años, como mucho, Sarutobi Hanabi o quien sea que tome el mando, te cede el sombrero a ti. Akame el Uzukage —abrió los brazos y realizó una florida reverencia—. Suena bien, ¿eh?
»Pero no lo haremos por eso. No por el poder. Lo haremos por la Villa. Por la gente que queremos. Por tu querida novia —¡Pam! Dardo directo al corazón—. O es que ya te has olvidado de Koko, ¿eh? Por mucho que su familia la haya echado, por sus venas sigue corriendo la sangre Sakamoto. ¿Y quiénes eran los principales opositores a Zoku? ¿Quiénes fueron los que más fuerza hicieron para que Yakisoba saliese ganador? —abrió los brazos e inclinó la cabeza hacia un lado, como si la respuesta fuese demasiado obvia—. Tarde o temprano, los Sakamoto se acabarán enterando de algo que no les conviene saber. Como le pasó a Chae. ¿Y entonces qué, Akamito? Tú mismo lo has dicho: Zoku no deja cabos sueltos. ¿Dejamos que los mate a ellos también? ¿Dejamos que maten a Koko si la pillan por medio? ¡Porque eso es lo que Zoku hará, joder! ¡Porque Zoku no confía en sus putos shinobis!
Gritaba tanto que creyó que se iba a desgañitar, de no haber sido aquello una ilusión.
—¡Shiona sí que confiaba! ¡Shiona me abrió las puertas a esta Villa, aún cuando me leyó de arriba abajo como un puto libro abierto! ¡Aún sabiendo cómo era! ¡Aún sabiendo la puta clase de persona que soy! ¡Pero mira Zoku! Nos pilló a mí y a ti, el shinobi más modélico que ha parido la Villa en generaciones, ¡y nos puso un puto grillete! —se dio palmadas con tal fuerza en el antebrazo con el Vínculo de Sangre, que de haber sido aquello real, ahora tendría un moratón—. ¡Nos encarceló como si fuésemos putos bandidos! ¡¿Y ahora qué me quieres decir?! ¡Que cuando llegue un día y diga:Oh, por cierto, Akame-san —el Uchiha imitó la voz fría e impersonal de Zoku—. Hemos tenido que silenciar a la familia Sakamoto. A toda la familia. No podíamos dejar cabos sueltos, ya me entiendes.¿¡Qué harás entonces!? —le exigió saber, apuntándole con un dedo al pecho—. ¿¡Le lamerás el puto culo también!? ¿Porque eso era lo que necesitaba la Villa? ¡Y UNA MIERDA!
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De pronto, los Uchiha pudieron escuchar una risa. Una risa gutural, divertida.
—¿Os lo estáis pasando bien, chicos? —dijo el Ichibi—. ¿Creéis que un triste genjutsu es una barrera que un bijuu no puede superar?
La realidad se hizo añicos. La realidad falsa, por supuesto. Allí estaban de nuevo, inmóviles frente al Shukaku, mirándose.
—Mira, Akame-kun, entiendo las dudas, claro que las entiendo —intentó camelar Shukaku—. Pero se me ha ocurrido algo que podrá sentenciar esto para siempre.
»Podéis preguntarle al propio Zoku si todo lo que os contó sobre la traición de Shiona y de Gouna es verdad. Podéis preguntarle hasta dónde llegan sus mentiras. Ofrecedle un Pacto de Sangre. Si no dice la verdad, que se muera. ¿No tendrá problemas en aceptar, no? ¿Ha sido totalmente honesto con vosotros, verdad?
»Porque eso no es lo que escuché mientras me sellaban dentro de su hijo.
Hubo un estallido. Zoku apareció en la dimensión, frente a ellos, avanzando a grandes zancadas hacia el Ichibi.
—¡¡Miserable rata!! —bramó—. ¡No le escuchéis! ¡Es un mentiroso! ¡Os dije que os engañaría!
—Vamos, formula el Pacto, Zoku.
Zoku se detuvo un momento.
—No puedo hacer eso —contestó.
—¿Y bien, chicos...? ¿Qué más pruebas necesitáis para...?
Zoku se dio la vuelta, encarándoles. Observó unos instantes a los Uchiha. Se agachó. Se agarró el cuero cabelludo unos instantes. Y perdió los estribos.
—¡Claro que era puta mentira, joder! Esta aldea se había convertido en la capital del País de las Flores y el Perfume. ¡Ay, jijí, qué bien me llevo con la Lluvia y con la Hierba, venga, vamos a hacer un torneo amistoso! ¡Paparruchas! Ame con un bijuu, y nosotros sin nada. ¡Podían atacarnos en cualquier momento!
El bijuu emitió una peligrosa onda de chakra, enfurecido. Zoku pareció ignorarle.
—Sí, planeaba matar a Shiona, pero alguien se me adelantó. Ese Haskoz sí que fue útil. Un buen ninja... sirvió a mis propósitos sin que siquiera lo supiera, ¡jajaja!
»¡Sí, maté a Yakisoba y maté a Gouna, y me inventé todo porque os escuché hablar de ellos gracias a mis espías! ¡Sabía que caeríais en el cuento, sí!
»¿Eso cambia algo? ¡Para nada! ¡Sois esclavos! ¡Sois meros peones! Vosotros servís... ¡para servirme a mí, y a la GLOOORIA DE UZUSHIOGAKURE!
»"¡¡Viva el Remolino!!", tendríais que gritar mientras exhibís vuestros grilletes con honor. Porque sólo sois siervos para un bien mayor.
Se paseó y se colocó más cerca de ellos dos. Tendió una mirada a Datsue.
—Si queríais ser algo más que un simple esclavo sin libertad, quizás no tendríais que haber elegido este oficio.
Tendió una mirada a Akame.
—Sólo porque tengáis un Doujutsu no significa que debáis ser shinobi.
—Ya lo habéis oído. Toda la verdad. De sus propios labios. ¡JIAAAAAJIAJIAJIAJIA!
Zoku tragó saliva. Le temblaban las manos. Tanto Akame como Datsue se dieron cuenta.
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25/09/2017, 19:27 (Última modificación: 25/09/2017, 19:28 por Uchiha Akame.)
El debate entre Akame y Datsue se había convertido en una lucha de dagas voladoras en forma de palabras. A priori el más joven tenía las de ganar en aquel terreno; su lengua de plata e inteligencia sin par no tenían rival en toda la maldita Aldea. Pero Akame exhibía una determinación férrea, de esa clase que sólo se puede tener cuando uno está completamente convencido de que tiene la razón.
Así, los intercambios se iban sucediendo y a cada argumento de uno, el otro replicaba.
—Yo digo que el poder de un bijuu es suficiente para vencer a Zoku.
—Supongo que lo dices por tus extensos conocimientos en bijuuología. ¡Es un maldito Kage! ¡Un Kage!
—¿Y luego qué? Luego nos convertiremos en los putos héroes. ¿En unos parias? ¡Y una mierda!
—Claro, ¡porque ¿quién no querría tener a su lado a los dos jinchuuriki que mataron a su propio Kage de forma premeditada?!
—¿No querías ascender? ¿No querías tomar más responsabilidades? Pues te digo algo, hacemos esto, y en un par de años, como mucho, Sarutobi Hanabi o quien sea que tome el mando, te cede el sombrero a ti.
—Eso será si duramos tanto con la cabeza sobre los hombros.
—Akame el Uzukage. Suena bien, ¿eh?
El Uchiha se acercó a su compadre, cogiéndole del brazo.
—¿Quieres que te diga lo que me suena bien? Akame el shinobi que vivió. ¿Qué tal te suena a ti Datsue el ejecutado por traición?
—Pero no lo haremos por eso. No por el poder. Lo haremos por la Villa. Por la gente que queremos. Por tu querida novia.
Esa vez, Akame no contestó.
—O es que ya te has olvidado de Koko, ¿eh? Por mucho que su familia la haya echado, por sus venas sigue corriendo la sangre Sakamoto. ¿Y quiénes eran los principales opositores a Zoku? ¿Quiénes fueron los que más fuerza hicieron para que Yakisoba saliese ganador?
El Uchiha volvió a callar, porque ya conocía la respuesta.
Datsue siguió hablando, hablando de cómo inevitablemente en algún momento los Sakamoto ocuparían el primer lugar en la lista de indeseables del Uzukage. Akame sabía que era cierto; la familia de Koko —aunque sólo lo fuesen por sangre— se había opuesto fervientemente a la carrera política de Zoku, apoyando de forma pública a Yakisoba. Ahora uno de ellos era Uzukage y el otro estaba criando malvas. Eso sólo podía significar una cosa.
Lo que ocurrió después fue como los actos intermedios de una gran obra para el Uchiha. Cuando el Ichibi rompió el Saimingan de Datsue. Cuando Zoku hizo aparición en escena, sincerándose —esa vez, sí— con ellos. Todo sucedió como en un segundo plano de consciencia, tras las cámaras, eclipsados por la escena principal.
«Koko-chan»
Akame recordó su primer beso con ella, en el Valle de los Dojos durante el Torneo. Parecía que hubiese ocurrido hacía una eternidad, como un sueño lejano y difuso que evocó, tras de sí, otros de sus muchos encuentros posteriores. Casi pudo sentir el calor de sus labios, el suave roce de su piel en la espalda. Sus ojos, tan particulares, que parecían saber excavar en lo más hondo de él.
Kageyama Koko era la única persona viva —además de Datsue— a la que Akame había dejado pasar a su fortín interior. A su bastión personal hecho de muros de fría calma y absoluta disciplina. Ella se había convertido en el faro que le guiaba por la noche. En la confidente con la que compartía sus preocupaciones, tropiezos y caídas.
También oyo la voz de su maestra Kunie. La reconoció al instante, como también ubicó el momento y el lugar de sus palabras. Se remontaba a muchos años atrás, cuando la astuta ninja le había regalado una valiosa lección.
«¿Insignificante, el amor? Akame-chan... Por amor arden las grandes ciudades, por amor caen los países y por amor los más bondadosos hombres serían capaces de asesinar.»
«No lo ignores, no lo contradigas. El amor es el aliado de la oscuridad...»
Cuando Zoku le miró directamente a los ojos, pronunciando aquella frase cargada de significado, Akame agachó la cabeza.
Si las manos del Uzukage temblaban, más lo hacían las del gennin, ahora cerradas en huesudos puños. De sus labios fruncidos por la pura tensión se escapó un susurro apenas inteligible, pero que todos pudieron oír.
—Ichibi-san...
Sin alzar la mirada, con el rostro casi oculto por los flequillos de pelo negro que se cernían sobre él, Akame pronunció una sola frase con el corazón repleto de oscuridad y la mirada teñida de sangre.
Cuando Akame calló por primera vez en aquella batalla dialéctica, supo que había dado en el clavo. Había tenido que recurrir, ni más ni menos, al arma más mortífera y potente que existía en aquel tipo de guerras. El punto débil de todo hombre y mujer: el amor.
Porque alguien como Akame, que envolvía su corazón con una casi inexpugnable muralla de piedra, o amaba o no amaba. O le importabas, o no lo hacías. No había tonos grises para él. No en aquello.
Por eso supo que lo tenía. Incluso antes de que el Ichibi rompiese su ilusión y propusiese una nueva idea. Una idea que probaría todas y cada una de sus palabras. Antes, incluso, de que Zoku entrase en su dimensión, encolerizado como un perro rabioso. Él siempre había demostrado ser un tipo duro y frío como el hielo. Pero el hielo no se podía doblar ni plegar, solo romper…
… Y la presión que había estado soportando hasta entonces parecía haberle hecho estallar.
Se sinceró. Se sinceró como quizá nunca se había sincerado en milenios. Reconoció sus mentiras. Reconoció sus traiciones. Por el bien mayor de Uzu, se escudó. Y les llamó esclavos. Esclavos que debían besar los grilletes de oro que portaban y agradecer su majestuosidad. A cada palabra que decía, al Uchiha se le estallaba una vena. Solo había habido una persona en todo Oonindo a la que hubiese odiado con tanta intensidad como a él. Aquella persona vivía en la Ribera del Sur, y la había intentado asesinar una vez...
...con Zoku no le bastaría con intentarlo.
—Si queríais ser algo más que un simple esclavo sin libertad, quizás no tendríais que haber elegido este oficio.
—Tienes razón —respondió, con inusitada franqueza y tranquilidad—. Aquello fue el error de un joven chico idealista… —miró al suelo, mientras los huesos de los puños emitieron un chasquido de tanto apretar—. En realidad, repaso mi vida y veo que todo fue un conjunto de malas decisiones. No porque no supiese que estaban mal a la hora de tomarlas, sino porque eran la vía más fácil —levantó la mirada, y en sus labios se logró distinguir el asomo de una sonrisa—. Pero por una puta vez en mi vida, voy a hacer lo correcto.
»Y, ¡oh! ¡Voy a disfrutar haciéndolo! ¡Ya lo creo que sí! —En aquel momento, por extraño que pudiese parecer, Uchiha Datsue no sintió miedo. Ni temor. Ni dudas. Tenía una convicción más allá de lo natural. Una fe absoluta, ciega. Fe en Akame, su compadre. Fe en sí mismo. Fe en cuál era su deber. Uchiha Datsue jamás se había sentido así, ni volvió a sentirse así en su vida. Nunca—. ¡Ichibi! —rugió, y elevó los brazos en cruz—. ¡Oh, yo te lo imploro! ¡DAME EL PODER PARA MATAR A UN KAGE!
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Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
La arena se envolvió alrededor de ellos. A Akame, en el lado derecho del cuerpo. A Datsue, en el izquierdo. Justo los brazos donde Zoku les había colocado esos endemoniados sellos. Y cuando la arena recubrió por completo sus brazos, sintieron de nuevo esa sensación ardiente que les atenazó cuando Zoku plantó el sello, y una picazón en la lengua: el sello se había roto, justo como había prometido Shukaku.
—¡Eso es, eeeso esss! ¡Mirad lo que puede hacer mi poder! ¡MIRADLO BIEN!
»¡Estoy orgullooooso de vosotros! De ahora en adelante seréis conocidos como...!
ZZZZuUUUUm.
Los Uchiha despertaron de golpe. Zoku se levantó de la silla, con una mano en la sien.
—Mierda, ¡NO!...
El Shukaku consiguió la suficiente influencia en los muchachos como para hacerlos levantar como un resorte, y hacerlos escupir una masa de arena que impactó contra Zoku y lo envió a la cristalera de enfrente de su casa. El impacto resquebrajó el cristal, pero no lo rompió.
«¡Acabad con él, Hermanos del Desierto! JIAJIAJIAJIA...»
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La risa del Ichibi se le clavó en el cerebro como un taladro percutor. Akame se llevó las manos a la cabeza, aferrándosela con fuerza al sentir tantísimo dolor, mientras el mundo daba vueltas y más vueltas a su alrededor, como si en realidad el agua del suelo fuese un lavabo encharcado y alguien acabase de quitar el tapón.
ZZZZuUUUUm.
El Uchiha se incorporó como un resorte, con las manos agarradas a los bordes de la cama. Casi de forma instantánea notó un chakra fortísimo acumulándose en su garganta y luego una arcada. Blerg. Un sonido idéntico rompió el aire a su lado, y los dos proyectiles de arena impactaron contra Zoku —que no acababa de salir de su asombro— con gran violencia. El Uzukage fue propulsado hacia atrás y terminó por chocar brutalmente contra el cristal del lado opuesto de la habitación.
En su cabeza, Akame oyó fuerte y clara la voz del Ichibi... Y supo que no tenían una sola milésima de segundo que perder. Al fin y al cabo, se estaban enfrentando al mismísimo Uzumaki Zoku. ¿Quién lo iba a pensar, eh?
Rápidamente el Uchiha se puso en pie, de un salto, y se sorprendió al notar cómo el chakra denso y áspero del bijuu le cubría la parte derecha del cuerpo con una capa de arena cubierta de símbolos de sellado. Fue entonces cuando entendió lo que estaba ocurriendo y se sintió plenamente consciente del poder que el Ichibi acababa de darles.
«Esto es... En efecto... El poder de un bijuu...»
Abrió la boca, ahora convertida parcialmente en unas fauces serradas, y rugió con fuerza. Se sintió poderoso, enardecido, animal. Pero la parte racional de su cerebro todavía funcionaba a toda máquina, y en breves instantes trazó un sencillo plan: atacar con todo. Su ojo derecho, deformado por la capa de chakra del bijuu pero luciendo todavía el poderoso Sharingan de tres aspas, se fijó en Zoku.
«¡Datsue-kun, es nuestra oportunidad! ¡Gōkakyuu no Jutsu!»
Al momento se dio cuenta de que había dicho algo a su compadre... Pero no había hablado. ¿Era también parte de las formidables habilidades del Ichibi? No le dio muchas vueltas. Sus manos se entrelazaron a toda velocidad en una secuencia de sellos, y luego se colocó la zurda en torno a los labios. Aquellos labios parcialmente cubiertos por una hilera de dientes de arena y chakra.
El mundo pareció quedarse sin oxígeno por un segundo…
… y luego, fue como si la habitación de Zoku se hubiese trasladado al mismísimo Yomi. O como si hubiesen vomitado las entrañas del Yomi en él.
El calor que sentía en el estómago y alimentaba las llamas era sofocante, asfixiante e inagotable. Era el calor desprendido por la arena en un desierto tras una eternidad al sol. Era la rabia de un bijuu. La furia de Amateratsu…
… No. Aquel fuego que escupían por la boca, desplazándose como un torrente sobre Zoku, era mucho más que el vómito de Amateratsu, como muchas veces ambos Uchihas se habían ilusionado en pensar. Estaba compuesto de muchas más cosas. De nostalgia, pues aquella había sido la primera técnica que ambos habían aprendido en su vida. De rivalidad, pues se la habían lanzado el uno al otro en innumerables ocasiones para comparar su poder. De amistad, pues ahora, aquellos fuegos que tantas veces se habían enfrentado entre ellos, se unían por una noble causa común: quemar, quemar y quemar.
«¡Arde! ¡Arde, arde, arde! ¡ARDE! ¡¡¡ARDEEEE!!!»
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
La bola de fuego engulló a Zoku, se lo tragó y lo inflamó durante unos segundos, rebotando en la cristalera y quemando suelo y paredes. Luego, el cristal terminó por ceder, y con un gran estruendo, el nuevo líder de Uzushiogakure salió despedido afuera. Las llamas lamieron su piel, quemándola a tiras; su carne y sus huesos, hasta reducirlos a cenizas antes de que siquiera su cadáver tocase el suelo que le había visto nacer.
La habitación estaba en llamas. Pronto, se dieron cuenta de que, o salían de allí, o el humo, negro como un tizón, les impediría respirar.
Perdieron los poderes de Shukaku.
· · ·
Estaban de nuevo en aquella habitación, encerrados con aquél monstruo. Pero también estaban fuera, en el dormitorio en llamas. Estaban en los dos sitios al mismo tiempo, y eso era... raro. Más raro era que pudieran mantener ambas conciencias activas al mismo tiempo.
—Bien... Bien... Habéis hecho bien. Y habéis probado el caramelo de mi poder. ¡Y es sólo una parte! Imaginad lo que haríais con todo él...
»Sólo tendríais que deshacer el sellado... Deseádlo, y colaboraremos juntos, os colmaré de energía... Seremos libres, vosotros dos...
»...y yo.
Shukaku se relamió y entrecerró los ojos peligrosamente.
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Los gritos de agonía de Zoku eran como gasolina que bombeaba su corazón, impulsando aquel flujo de energía demoníaca por todas y cada una de sus venas. Akame volvió a rugir otra vez con aquella voz visceral que no era suya, y alzó la vista para ver con todo lujo de detalles cómo la bola de fuego en la que se había convertido el Uzukage desaparecía poco a poco en el cielo nocturno.
Pero todo poder tenía su contraparte. Akame sintió la energía del bijuu irse de la misma forma en la que había llegado y pronto su cuerpo volvió a ser el mismo de siempre. Una tremenda sensación de asco le invadió, como si el hecho de verse atrapado en aquella forma tan simple, tan poco digna del poder que había blandido sólo unos instantes antes le diese ganas de vomitar.
¿O tal vez era el humo? El Uchiha parpadeó varias veces, con los ojos irritados, y se dio cuenta de que todavía estaba en el despacho de Zoku. Y ardía, ardía todo el lugar.
—Cof, cof... Joder... Cof... Hay que largarse... Cof, cof... De aquí —masculló, buscando a su compañero con la mirada.
El Uchiha buscó la ventana que había roto Zoku al ser destruido por su Gōkakyuu conjunto y saltó fuera. Luego intentaría apoyarse en la fachada del edificio y subir, gracias a su caminata vertical, hasta el tejado.
Necesitaba aire fresco.
—
Akame parpadeó otra vez, restregándose los ojos irritados con una mano, y de repente volvió a notar el tacto suave de la arena en sus pies; la humedad del agua que le cubría hasta los tobillos.
Allí estaba, frente a ellos. La Bestia de Una Cola. El Uchiha le dirigió una mirada larga y cargada de cautela. Aquel monstruo les había dado el poder para matar a un Kage...
«Por todos los dioses...»
... y ahora exigía que le liberasen. Akame estaba demasiado impactado, demasiado aturdido para recordar si esos habían sido los términos finales del acuerdo con el Ichibi. Sólo sabía que liberar al bijuu allí, en medio de Uzushio, sería como firmar la sentencia de muerte de miles de personas. Entre ellas a Koko.
El Uchiha bajó la mirada y calló. De los dos, Datsue era y siempre había sido, el locuaz.
La rabia de Datsue se entremezcló con la del Ichibi y con la del propio Akame, en un peligroso cóctel de éxtasis y enajenación mental que, lejos de apaciguarse con los chillidos de horror de Zoku, crecían de forma exponencial, como a un fuego al que se le echa más gasolina. Un fuego que lamió el cuerpo del Uzukage hasta consumirlo como un mero cigarrillo.
Y, entonces… el bajón. Fue como de estar sumido en un estado de euforia absoluta por la droga más potente del mundo, a sufrir la resaca del día siguiente al instante después. Se sintió mareado y con ganas de vomitar. Una sensación que solo pudo empeorar por el humo asfixiante que se colaba en sus pulmones y se metía en sus ojos, produciéndole un molesto picor. Sudaba a chorros, y el intenso calor hacía que los miembros de su cuerpo pesaran más, como si estuviese sujetando un enorme peso.
Oyó la voz de Akame y se obligó a andar. Por el camino, una percha. Una percha que sujetaba algo que no pertenecía a aquel lugar. Su mano la cogió sin pensar, mientras seguía a su Hermano del Desierto hacia el tejado. Necesitaban respirar el aire del mismísimo cielo para limpiar los pulmones.
Entonces, bajó la mirada, hacia el sombrero de Uzukage que llevaba en la diestra, chamuscado y lleno de ceniza. Con algunos años más, y un poco más de poder, quizá se hubiese planteado en…
… Subió los ojos, buscando con la mirada a Akame…
· · ·
… pero en su lugar se encontró con el Ichibi.
De pronto, se sintió pequeño y raquítico, como una hormiga ante un Dios. Y lo comprendió, lo comprendió todo con una sencillez apabullante. Ellos no habían matado a Zoku, como tampoco es el kunai el verdugo del hombre al que apuñala, sino que lo es el que lo empuña. Sin el poder del bijuu, apenas hubiesen sido meros objetos decorativos. Una simple brisa que no hubiese movido ni un pelo al Uzumaki.
Y ahora allí estaban, frente al monstruo que les había proporcionado el poder para matar a un Kage. Pero ahora Zoku ya no estaba vigilando desde las sombras, listo para emerger como una muralla de ocurrir cualquier eventualidad. Ahora estaban solos, protegidos tan solo por las cadenas de un cadáver. A Datsue ya no le parecieron tan seguras como antes.
—Ichibi-dono… —La propuesta que les hacía le resultaba, más que tentadora, escalofriante—. Akame y yo le estamos muy agradecidos por su ayuda… Cumplió su palabra, y fue un gran favor que algún día esperamos poder devolverle… —carraspeó, incómodo—. Pero creo que por el momento estamos bien así. Además, usted nos dijo que se conformaría con matar a Zoku… —Por el momento, recordó Datsue. El Ichibi había dicho: por el momento. Cuánto duraría su paciencia, eso estaba por ver…
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