Una victoria ensombrecida

[Manase Mogura]

—Vaya, qué útil. Gracias, Mogura-san, la verdad es que no tenía ganas de quedarme con una cicatriz. Se supone que nosotros los Hozuki, bueno, no deberíamos tener marcas.

Quizás si hacía un resumen, aquellas eran las palabras más adecuadas que habría llegado a juntar en un par de oraciones durante toda la charla que habían tenido.

Mogura continuó atendiendo la herida de Kaido hasta que está estuviese en una condición que ya no fuese peligrosa ni nada por el estilo.

Evita hacer demasiada fuerza con ese brazo, Umikiba-san. Un poco de reposo es aconsejable.

Recomendaría el joven médico para cesar aquel brillo verdoso y llevar su mano hasta su cabeza, para arreglar su peinado, aunque no fuese necesario.

Ha llegado el momento de que me retire, ahora que tengo conocimiento de que Watasashi-san se encuentra en buen estado, voy a atender otros asuntos.

Buena suerte en tu próximo combate, Umikiba-san.

Manase Mogura entonces regalaría una ligera reverencia a su compañero de aldea y si este no tenía intenciones de detenerlo, se alejaría en dirección a su habitación.

[Umikiba Kaido]

Reposo, claro. ¡Como si fuese a quedarse quieto!

Pero asintió, como si estuviese en un jodido consultorio. Faltaba que Moguro le sacase un caramelo del bolsillo como regalo a su buen comportamiento.

—Vale, ve con bien; Mogura-san. Nos vemos luego.