Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Ante la pregunta de Datsue, el alguacil puso cara de estar pensando muy fuerte y luego negó con la cabeza.
—Desafortunadamente, mi llegada a este pueblo ha sido razonablemente reciente, de modo que no conozco las historias de sus habitantes tanto como me gustaría —replicó, aunque por su tono de voz y la expresión de su rostro Akame pensó que a ese tipo no había nada que le gustase menos que estar allí. Claramente, Ichigo no parecía demasiado contento con su puesto como alguacil de Ichiban aunque se esforzara por disimularlo.
—En cuanto a por qué la vendieron por un precio tan bajo... Cualquiera sabe —terminó diciendo—. No soy comerciante, pero intuyo que si sus antiguos dueños querían desprenderse de esa casa con tanto anhelo, es lógico que le pusieran un precio bajo.
Datsue asintió, algo decepcionado, por no encontrar la respuesta que buscaba en Daidoji. Tampoco su cliente había conocido a los anteriores dueños, pues había realizado la operación de compraventa a través de un intermediario. Supuso que tocaría preguntar a alguien del pueblo para poder poner algo de luz en aquel aspecto.
Su mente fue repasando todo lo que habían averiguado hasta el momento. Una mansión vendida a un precio bastante por lo debajo del habitual precio de mercado. Un Dios de ojos rojos que hablaba a través de los sueños a los inquilinos. Una supuesta maldición al hombre de la familia. Tenían ya bastantes datos con los que trabajar, aunque el Uchiha todavía se sentía algo perdido en todo aquel asunto.
¿Qué más podía preguntar? Seguro que muchas más cosas, pero en aquel instante, no se le ocurría el qué. Nada, al menos, que creyese que Daidoji pudiese responder. Se terminó su taza de té.
—Muchas gracias por su tiempo, Daidoji-dono —dijo, sin todavía levantarse—. Yo no tengo más preguntas —añadió, mirando a sus compañeros, quienes quizá sí tuviesen algo más que preguntar.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
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Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
El alguacil contestó a la pregunta de Datsue, aunque no parecía muy contento con haber sido asignado a aquel pequeño pueblo. Tampoco tenía idea de por qué la casa fue vendida a un precio tan bajo, así que Eri supuso que allí ya no encontrarían más información de la que les había proporcionado antes.
Frunció los labios ligeramente, al parecer estaban frente a un misterio que poco parecía obra de algún gamberro. En algún momento deberían hablar los tres entre ellos para ver si entre todos podían llegar a algo, pero también quedaba aquel anciano que había sido linchado, así que a lo mejor podrían ir a preguntar allí.
Datsue agradeció al alguacil, y la joven se encontraba en la misma situación que él, su visita había acabado por su parte.
—Sí, muchísimas gracias —agradeció Eri —. Yo tampoco tengo más preguntas.
Faltaba Akame por decir si tenía alguna pregunta o no.
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Akame miró a sus compañeros después de que agradecieran al alguacil por la información con unas corteses palabras. Él estaba impaciente por seguir investigando una misión que, a priori, había parecido bastante simple pero que no había tardado en tornarse mucho más compleja y misteriosa. El Uchiha no dijo nada, sino que mostró su agradecimiento con una silenciosa inclinación de cabeza y se puso en pie. El noble les dedicó una mirada a medio camino entre reflexiva e implorante, y también se levantó.
Daidoji les acompañó hasta la puerta, donde se despidió con una simple petición.
—Resolved esto, por favor —aquellas palabras dichas con su voz y tono regio parecían más una orden que un ruego, pero probablemente estaban más cerca de lo segundo que de lo primero.
Akame se subió el cuello de la camisa al salir fuera para proteger su garganta del frío aire otoñal de las Planicies. Ya era casi mediodía y la plaza del pueblo bullía de actividad... O, al menos, lo que en Ichiban se podía considerar como "bullir". El gennin miró a un lado y otro de la plaza y luego señaló hacia el Este.
—El alguacil dijo que ese anciano vivía junto a las ruinas. Supongo que se refiere a eso.
Al otro lado de la plaza, en dirección este y tras pasar un pequeño grupo de casas, se erigía casi en el límite de Ichiban una construcción en ruinas. Incluso desde aquella distancia se podía intuir que su tamaño era considerable y, a pesar de estar casi derruido, el edificio contrastaba con el paisaje rural de casas parcas y recias del pueblo.
Cuando llegó junto a las ruinas, el Uchiha no pudo evitar admirar la estructura de piedra negruzca sobre la cual todavía quedaban algunos tramos de vigas de madera cubierta de ceniza y hollín.
—Este sitio debió de ser grande. ¿Qué clase de lugar ameritaría una construcción tan enorme? ¿Y quién demonios se molestaría en levantar algo así?
El Uchiha lanzaba las preguntas al aire, como pensando en voz alta, mientras recorría con paso lento el perímetro de las ruinas. A juzgar por el aspecto de los restos que quedaban en pie, había sido un incendio —uno considerablemente grave— el que había arrasado el lugar. La tierra alrededor de los cimientos de las ruinas estaba negruzca, confirmando quizá esta hipótesis, y todavía quedaban algunas piedras en pie.
Al otro lado del sendero, una casita pequeña de piedra cuya chimenea echaba humo en aquellos momentos.
Datsue hizo caso omiso a las preguntas lanzadas por Akame respecto a las ruinas. No porque no le pareciesen interesantes, sino porque desconocía por completo las respuestas. Fuese como fuese, parecía haber sido un gran edificio antaño, antes de que el incendio lo devorase por completo. El Uchiha sabía que las llamas habían sido las responsables de aquella catástrofe, pues así se lo decía el color negruzco y calcinado de algunos tramos de vigas sueltos por el suelo.
«¿Un templo, quizá?», aventuró el Uchiha. No se le ocurrían muchas más opciones. Si ya era raro que un pueblo tan pequeño como aquel tuviese una mansión, que hubiese tenido en algún momento dos le parecía demasiado improbable.
Pero los ninjas no permanecieron en el lugar durante mucho tiempo, pues el siguiente objetivo de su misión les aguardaba en una pequeña casita de piedra. Salía humo por la chimenea, lo que quería decir que el dueño estaba en el interior.
—Debe ser esta —dijo Akame—. ¿Cuál es el plan?
Datsue se mesó la barbilla, pensativo. El alguacil había dicho que aquel era el hombre más anciano del pueblo. Tuviesen los habitantes razón o no en echarle la culpa por lo que ocurría en la mansión, lo que sí era cierto es que podía ser la persona con más información al respecto. Tenían que sonsacársela como fuese.
—Hmm… Según el alguacil, es un tipo viejo, y ya sabéis como son los viejos de pueblo: no sueltan prenda. Y menos a forasteros —añadió—. Propongo el típico interrogatorio del ninja bueno y el ninja malo. Yo podría ser el ninja bueno —continuó—, y si vemos que por las buenas no resulta, el ninja malo entra en acción y suelta un par de amenazas. Eri podría hacerlo bien en el papel —se acercó levemente a Akame y susurró, tapándose la boca con una mano—. Créeme, tienes suerte de no haberla visto enfadarse todavía. Yo la vi —dijo, mirando de reojo a Eri, mientras un escalofrío recorría su espina dorsal.
»Y mientras tanto tú… —Joder, eran tres. Las cuentas no cuadraban—. Bueno, tú puedes hacer de ninja bueno pero que en realidad seas malo. ¡Seguro que le pillará por sorpresa!
«Joder, ¡es un plan perfecto!»
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La joven se despidió con una ligera inclinación de cabeza y salió detrás de Akame por la puerta de la casa del alguacil. Una vez fuera, el Uchiha líder señaló hacia un lugar donde habían unas cuantas casas y lo que parecía haber sido una construcción que ahora se encontraba medio derruida. Eri se encogió de hombros, comenzaba a dejarle de gustar aquel pueblo.
Cuando llegaron cerca del lugar Akame volvió a parar, parecía estar meditando sobre lo ocurrido allí, y ella solo alcanzó a pensar que había sido el fuego lo que había acabado con aquel lugar ahora en ruinas. Al lado del sendero encontraron una pequeña casa de piedra.
—Debe ser esta —dijo Akame—. ¿Cuál es el plan?
—Pues... —pero no le dio tiempo a más, ya que Datsue comenzó a explicar su tan elaborado y buen plan. Ella ya había escuchado sobre ninja bueno, ninja malo, pero nunca lo había llevado a la acción, así que se cruzó de brazos mientras lo explicaba.
—... Y si vemos que por las buenas no resulta, el ninja malo entra en acción y suelta un par de amenazas. Eri podría hacerlo bien en el papel.
—¿Disculpa? —preguntó la joven arqueando una ceja ante lo escuchado, ¿cómo que ella lo podría hacer bien? —. A lo mejor le sale mejor a Akame —soltó ella mientras le señalaba casualmente con el dedo pulgar —. Intimida más que yo —explicó —. No te ofendas, Akame-san.
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Akame escuchó con atención el plan de su compañero de equipo. Él también sabía lo que era el típico "ninja bueno, ninja malo" —muy usado también en las novelas de ficción que Akame gustaba de leer—, pero no sabía si eso sería adecuado en la situación en la que se encontraban. «Nuestro posible informante es un anciano, probablemente maltrecho, al que casi linchan públicamente... ¿De verdad se mostrará tan recitence?» El Uchiha optó por callar y asentir cuando Datsue dijo que él podía hacer de ninja bueno y Eri de ninja malo.
La Uzumaki protestó, arguyendo que el propio Akame lucía mucho más intimidante. El aludido se miró de arriba a abajo; deglado, con la nariz torcida, una cicatriz en la barbilla y la oreja izquierda mutilada. Más que miedo, a él le parecía que daba lástima. Como un perro apaleado.
—No me ofendo —respondió, con una sonrisa—. Aunque creo que es mejor que sigamos el plan de Datsue-kun. Estoy seguro de que lo harás bien, y alguna vez hay que estrenarse, ¿no?
El Uchiha, lejos de ofenderse, pareció que se lo tomó bien. Lo peor fue lo que vino después, ya que el chico añadió:
— Aunque creo que es mejor que sigamos el plan de Datsue-kun. Estoy seguro de que lo harás bien, y alguna vez hay que estrenarse, ¿no?
La joven entrecerró los ojos, podía pelearse con un Uchiha y poder salir victoriosa, pero... ¿Con dos? ¡Encima se aliaban contra ella!
—Supongo que tendré que hacerlo —alegó, resignada, mientras dejaba caer sus brazos al ambos lados de su cuerpo —. Mientras no le de un ataque al hombre, que por lo que hemos escuchado, ya debe ser bastante mayor... —dijo la joven mientras posaba ambas manos en su cintura, frunciendo los labios.
Una cosa era hacer de ninja malo y otra muy distinta era hacer a un hombre mayor irse a la tumba.
—¿Listos?
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Hubo palabras de desacuerdo. Sugerencias de que Akame interpretaría mejor el papel del ninja malo. Contrarréplicas. ¿Lo mejor? Al final se acabó haciendo lo que él había propuesto, y ni siquiera había tenido que abrir la boca para reafirmar su propuesta. Se sintió de enhorabuena. Aquella era una suerte que pocas veces le sonreía.
—¿Listos?
—Siempre —respondió, guiñándole un ojo, y llamó a la puerta con los nudillos. Tres veces, con relativa fuerza, por si el anciano sufría de sordera.
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Datsue golpeó la puerta con sus nudillos, y al tercer toque la madera cedió con un leve crujido. La puerta quedó entreabierta mientras un ligero olor almizclado salía de la casa.
—Casi le linchan y vive con la puerta abierta... —musitó Akame, como pensando en voz alta.
El Uchiha decidió tras unos momentos tomar la delantera e internarse en la vieja casa de piedra. Abrió la puerta con decisión y avanzó hacia el interior, una habitación algo más amplia que el salón del señor Takeda que abarcaba una mesa con dos sillas, una precaria cocina y una cama de paja y sábanas viejas al fondo, junto a la chimenea crepitante.
—¿Hola?
Como respuesta a la voz del gennin, una figura se revolvió sobre una de las sillas que había junto a la mesa. Akame lo vió con claridad al acercarse, en la penumbra de la casa mal iluminada y con las ventanas cerradas.
Era un hombre muy anciano, delgaducho y con mal aspecto. Parecía enfermo a juzgar por sus ojos hinchados y las bolsas bajo los mismos, tenía la cabeza calva salvo por algunos mechones de pelo blanco que parecían flotar a su alrededor, y los dientes picados de la caries. Frente a él tenía un vaso de madera humeante y una jarra del mismo material. Vestía con harapos que no se podían considerar ropa e iba descalzo, y en sus brazos podían observarse ristras de tatuajes ya desteñidos con símbolos que ninguno de los muchachos pudo reconocer.
Como respuesta, el anciano alzó la vista hacia ellos y asintió, indicándoles que se acercaran.
Pese a que en ciertos pueblos pequeños era costumbre vivir con la puerta abierta, debido a la confianza mutua que había entre el vecindario, Akame tenía razón en que resultaba extraño. Después de todo, una tromba entera había intentado linchar a aquel hombre. De haber estado Datsue en su lugar, no solo lo hubiese cerrado a cal y a canto, sino que también hubiese puesto algún sello de fuuinjutsu por si las moscas.
«O directamente mudarme», pensó, mientras seguía a Akame al interior de la precaria vivienda. Con lo pequeña que era aquella casa, no les costó nada en absoluto encontrar al anciano en ella. Un hombre al que el paso del tiempo no había jugado en su favor. No jugaba en el de nadie, pero con él se había ensañado especialmente. Flacucho, con caries, cruzado de arrugas y rostro pálido y enfermo. Tenía unos curiosos tatuajes en los brazos. Datsue jamás había visto nada parecido. Eran como las ristras que surgían del Sello de Maldición Propia, pero los símbolos eran totalmente distintos.
—Buenos días… señor —Datsue cayó en la cuenta, demasiado tarde, que no habían preguntado por el nombre del anciano—. Somos ninjas de Uzushiogakure no Sato, venimos a resolver el misterio de la mansión —dijo, directo y al grano. Con ancianos como él mejor no enredarse con pintorescas presentaciones ni palabrería barata—. Nos han dicho que usted podría ayudarnos. —No era del todo cierto, pero… A Datsue le pareció apropiado empezar así.
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Datsue fue quien se aventuró a llamar, pero para la sorpresa de los tres genin, la puerta ya estaba abierta y Akame fue el primero en internarse en aquella casa. Eri entró la última en la estancia mirando hacia todos lados, aún sin creerse que acababan de entrar a una vivienda ajena si tan si quiera esperar a que les invitasen a entrar, además; ¿no era que le habían linchado hace poco? ¿Por qué narices vivía con la puerta abierta?
«Un día amanecerá muerto» pensó amargamente la kunoichi.
Akame preguntó al aire, buscando al anciano señor que vivía allí, y como respuesta de entre las viejas cosas que se encontraban allí, salió un hombre entrado en años, de aspecto enfermizo, sus vestimentas incrementaban aquel pensamiento en ella que se intentó mantener serena, sin saber muy bien cómo actuar.
Datsue habló de nuevo, presentando al pequeño grupo.
—Eso es, señor —asintió ella, dándole credibilidad al Uchiha —. Nos preguntábamos si sabía algo sobre lo que ocurre en ella, o si supieses decirnos quién la rentó hace poco... Cualquier cosa que nos pueda servir.
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29/11/2017, 19:40 (Última modificación: 29/11/2017, 19:41 por Uchiha Akame.)
El anciano apenas dio muestras de prestarles un poco de atención cuando los muchachos entraron en la casa. Se limitó a alzar su vieja taza de madera y beber un pequeño sorbo, tan escueto que no podría saciar la sed de una mosca, y a devolver luego aquel objeto a su posición original. Siempre aferrado con ambas manos.
Sólo cuando Datsue y Eri hablaron, el viejo ladeó ligeramente la cabeza para dedicarles una mirada cansada pero firme, como si siempre hubiera sabido que iban a estar justo en ese lugar y en ese preciso instante. Sus ojos los recorrieron con la calma de quien examina un libro que se sabe de memoria. Desde tan cerca se podía percibir el tono avioletado de sus iris, salpicados de manchas negras, por encima de las profundas ojeras que socavaban las cuencas en su rostro.
—Ah, sí, sí... Un anciano lleva tiempo esperando a estos ninjas... Parecía una eternidad... ¿O fue sólo un momento? —se cuestionó, bajando la mirada hacia la taza humeante—. ¿Tienen nombre estos ninjas?
—Uchiha Akame —respondió el primero.
—Uchiha... Sí... Un anciano reconoce ese apellido —asintió levemente, volviendo a alzar la vista hacia los tres gennin—. Si los ninjas quieren respuestas de un anciano, tendrán que decirle sus nombres... Los nombres tienen poder...
Dejó la frase a medio concluir —o tal vez no— y volvió a tomar otro pequeñísimo sorbo de su taza.
«¿Esperándonos? ¿Cómo que esperándonos?» A Datsue le dio la impresión de que el anciano chocheaba, mas cuando éste reconoció el apellido de Akame, algo le dio mala espina. Sí, el clan Uchiha era famoso y conocido en el mundo entero, y sin embargo… algo le puso en estado de alerta. Era como si de pronto estuviese de vuelta en Isla Monotonía, en lo alto de aquel extraño faro mientras un anciano realizaba plegarias a Susano’o.
«Relájate, Datsue. Estamos a miles de kilómetros de allí. Son imaginaciones tuyas».
Cambió el peso de su cuerpo de una pierna a otra, incómodo. ¿Qué malo podía suceder en darle el nombre a un viejo senil?
—Uchiha Datsue —respondió al fin.
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El viejo anciano no parecía tan anciano como aparentaba, sus ojos parecían suspicaces y fueron cayendo sobre cada uno de los genin como si los estuviese analizando. Eri cambió el peso de su pierna a la otra, sin saber muy bien cómo reaccionar ante aquella profunda mirada violeta.
—Ah, sí, sí... Un anciano lleva tiempo esperando a estos ninjas... Parecía una eternidad... ¿O fue sólo un momento? ¿Tienen nombre estos ninjas?
—Uchiha Akame —respondió Akame el primero.
—Uchiha... Sí... Un anciano reconoce ese apellido... Si los ninjas quieren respuestas de un anciano, tendrán que decirle sus nombres... Los nombres tienen poder...
—Uchiha Datsue —respondió el segundo de los Uchiha, al cabo de lo que parecía una lucha interna consigo mismo.
—Uzumaki Eri —respondió ella encogiéndose ligeramente de hombros, esperando que después de decirle sus nombres, respondiese a las preguntas para poder largarse de allí. Ese sitio no le daba buena espina.
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