Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Riko rió, lo último que se esperaba en ese momento era que Datsue le pidiera una demostración de la técnica, y mucho menos teniendo en cuenta el lugar en el que se encontraban.
— No creo que éste sea el mejor lugar para realizar una técnica así. — Inquirió el peliblanco. — Quizás algún día que echemos un combate te la enseño. — Sugirió el peliblanco
Y en ese momento recordó algo que llevaba un tiempo queriendo preguntarle, única y exclusivamente a Datsue.
— ¡Por cierto! ¿Sigues teniendo contacto con aquella tienda de armas? Últimamente he estado pensando en comprar una katana, y qué mejor que ir a una que tenga a un compañero en ella, ¿no?
Dios santo, ¿ni siquiera un lago era capaz de soportar semejante técnica? A más pegas le ponía Riko, más ganas tenía por conocer tan asombroso jutsu. No obstante, el Senju le pilló con la guardia baja, atacando a uno de sus pocos puntos débiles: la codicia.
—Mejor que un simple contacto, Riko. Observa —Datsue le señaló la Marca del Hierro que tenía en el hombro. Riko ya se la había visto, por supuesto. Él era el único uzujin que había estado presente cuando se la habían puesto. No obstante, a la hora de saldar la deuda, el Uchiha había preferido llevar a su Hermano—. ¿Te acuerdas, no? Ya está saldada. Una historia digna de contar, he de decir.
Se levantó.
—Oye, estabas de vuelta a Uzu, ¿no? Los Herreros te pillan de camino. Te acompaño y pillamos esa arma por un buen precio, ¡que no se diga que Uchiha Datsue no es generoso con sus amigos!
Realizó el sello del Carnero, y un Kage Bunshin apareció a su lado.
—Pero tendrá que acompañarte un clon mío. Yo tengo cosas importantes que hacer al Norte…
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
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Sabía que aquella era la mejor forma de que Datsue dejara de insistir en que le mostrara la técnica y, además, podría sacar algo a cambio, como la katana que llevaba un tiempo esperando a comprarse. Y entonces mostró algo que él ya había visto con antelación, aquella marca que se había hecho en Los Herreros tiempo ha.
— Me acuerdo, me acuerdo. — Sonrió el peliblanco, no en vano, había estado presente.
Y Datsue se levantó ofreciéndose a acompañarle a Los Herreros para adquirir aquella espada, no obstante, tenía que ser un clon quien le acompañara, pues él tenía cosas importantes que hacer.
«Vaya, un Kage Bunshin... Este tío no deja de sorprenderte.»
Era el primero que conocía que podía usar es técnica, lo que indicaba que estaba unos cuantos niveles por encima de él, y aquello le molestó un poco, aunque lo tenía medio asumido.
— No hay problema, espero que no sea nada grave lo que tienes que hacer en el Norte. — Dijo el peliblanco, levantándose y acercándose al monumento a Shiona, para presentar sus respetos, que era a lo que había acudido allí, se quedó unos segundos parado y en silencio, y entonces se acercó a su acompañante. — Ya podemos irnos. — Avisaría cuando se hubiera puesto sus sandalias.
Cuando Riko dijo que esperaba que nada grave le llevase al Norte, Datsue esbozó una sonrisa lacónica. Sonreía por no mentirle.
Si algo había aprendido de todas sus cagadas, era que las mentiras gratuitas no le traían más que problemas. La mentira que le había contado a Ayame sobre Kaido, a buen seguro, lo enemistarían con el que había considerado un amigo. También se las había dicho a Keisuke, ahora que recordaba. Aquello podría traerle consecuencias más graves, si algún día se enteraba. Después de todo, era su mejor aliado para rescatar a Aiko.
—Bueno, Riko, ahora que ese pelma nos ha dejado —dijo el clon, cuando el verdadero Datsue abandonó el lago para dirigirse al Norte—. Dime, ¿quién era esa persona con la que realizabas la escolta? Mi oído ultrasensorial no pudo captar el nombre cuando paraste a mitad de camino.
Sin posponer más su partida, empezó a saltar por las plataformas en dirección al Sur. A Los Herreros.
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Y el clon del Uchiha mostraba exactamente la misma seguridad que el propio Datsue, aunque no era de extrañar, claro estaba. Riko dudó por un momento, sabía que Datsue había sido una persona cercana suya y recordarla en aquellos tiempos, después de todo lo pasado, quizás no era la mejor de las ideas, pero había sido él quien había preguntado.
— Koko.
No había necesidad de decir más, quería esperar a ver la reacción del clon de Datsue, no sabía si quiera si era importante para él, pero no había vuelto a hablar de ella desde hacía mucho tiempo, y no sabía si volver a hacerlo reabriría alguna herida.
Riko siguió a Datsue, cruzando el lago y dirigiéndose hacia Los Herreros, en pos de conseguir un buen arma a un buen precio.
— Por cierto, ¿cómo conseguiste saldar la deuda? Bueno, no tú, si no... Bueno, eso. — Preguntó el peliblanco.
Datsue se detuvo de pronto al oír su nombre. Koko, una vieja herida que creía olvidada. Pero ni olvidada ni cicatrizada.
—Me salvó la vida —fue lo único que alcanzó a decir, mirando al cielo. Luego sacudió la cabeza y retomó la caminata. Suficientes desgracias tenía ya como para ponerse a recordar otra, sucedida meses atrás.
El Senju le preguntó por cómo había saldado la deuda, y el Uchiha agradeció el cambio de tema.
—Junto a Akame —respondió—. El tipo de la deuda estaba siendo protegido por un hombre muy importante, llamado el Centinela. Le coloqué un sello explosivo en el pecho y empezó a ver la vida de otra manera, no sé si me entiendes… —bromeó—. Nos entregó al pringado y saldamos la deuda —y de paso vendieron al Centinela, cobrando una importante suma de dinero por dejar que le encarcelasen.
Una importante suma de dinero que no era tal. El hombre les había timado —Datsue lo achacó al karma— y en realidad solo les había entregado mil ryōs a cada uno.
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Riko no frenó cuando Datsue lo hizo, simplemente aminoró la marcha, dejando a su compañero un poco atrás, pero aún así alcanzó a oír lo que dijo, pero quizás no era oportuno tratar de que le contara aquella historia, no aún.
Al menos el cambiar de tema hizo que se olvidara aquello, o al menos que se dejara un poco de lado, y entonces el Uchiha procedió a contar como había saldado la deuda con el herrero, y cómo no, Akame estaba en aquella historia.
— Una buena historia, sí. — Sonrió el peliblanco, desde luego que aquel chico tenía muchas que contar, sobre todo teniendo en cuenta el tiempo que hacía que no se veían.
Él, por el contrario, no tenía demasiado que contar a parte de que había estado en una mansión encantada, o de que casi le matan en un barco. Ahora que lo pensaba, sí que tenía alguna que otra historia que contar. El joven rió para sí algo orgulloso.
— Pues yo hace poco descubrí que puedo usar una segunda naturaleza del chakra. — Dijo con el pecho henchido de orgullo. — Aunque... no la domino muy bien, la verdad, me estoy centrando más en el estudio del Fuuinjutsu. — No sabía por qué le decía aquello, pero por lo que le había contado antes, él era usuario del mismo y quizás pudiera ayudarle.
¿Una segunda naturaleza de chakra? «Qué cabrón». Datsue no tenía ninguna aparte del Katon, y la verdad era que no se había parado a intentar dominar una nueva. Cosa que sabía debería, pues era más que útil.
—Joder, dos naturalezas. Eso no lo puede decir cualquiera —le halagó—. El fuuinjutsu, ¿eh? Esa es mi especialidad, compañero. Cualquier duda que tengas, pregúntasela al tito Datsue. ¡Ni los Uzumakis, óyeme bien lo que te digo! —exageró, para luego soltar una carcajada.
»Oye, ¿y qué tipo de katana vas a querer? Una uchigatana, una ōdachi, una wakizashi… No, déjame adivinar. ¡Un ninjatō, ¿me equivoco?! —Todo el mundo iba a por los ninjatōs. Cosa que, a juicio de Datsue, era una compra acertada. Sin duda era la katana con mejor calidad precio del mercado actual.
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Riko se sonrojó un poco ante el halago del Uchiha, aunque intentó no mostrarlo, y por último rió a la vez que su acompañante ante la exageración que éste soltó sobre su maestría del Fuuinjutsu.
—Lo tendré en cuenta si alguna vez necesito ayuda, no te preocupes. — Admitió el peliblanco, y en algún momento sabía que lo aprovecharía, no siempre se tiene un conocido que sea especialista en Fuuinjutsu.
Entonces Datsue le preguntó por sus preferencias y, realmente eso era algo que no había pensado todavía demasiado bien, por lo que dudó unos momentos antes de contestar.
—Bueno, realmente busco algo... intermedio, que sea bastante manejable y que no tenga un tamaño muy grande, quizás una wakizashi es lo que más se adapte a lo que tengo en mente... — Divagó tratando de pensar los pros y los contras. —¿Qué opinas de las wakizashis?
¿Manejable? ¿No demasiado grande? «Vamos, ¡que eres un flojo!» Era increíble la cantidad de ninjas que no tenían los brazos suficientemente fortalecidos como para manejar con soltura una uchigatana, ya no digamos una ōdachi.
—Pues si lo que buscas es algo manejable, sin duda la wakizashi es la compra acertada. Particularmente me gustan más los ninjatōs, la katana predilecta de los ninjas. Actualmente es la que mejor relación calidad precio tiene del mercado, pero una wakizashi para empezar no está nada mal, desde luego. Suficientemente grande como para hacer auténticos destrozos, pero no tanto como para volverse tosca en el manejo.
El Uchiha se mesó el mentón, pensativo.
—Actualmente su precio de mercado es de unos ochocientos cincuenta ryos. —Sí, Datsue se sabía todos y cada uno de los precios de las armas del mercado. No por nada hacía negocio de ello—. Pero yo puedo dejártelo a unos seiscientos, precio de amigo —le guiñó un ojo. En realidad, podía dejárselo a unos 425 ryos, pero uno no se hacía rico siendo caritativo. No, el Uchiha siempre se quedaba con una comisión. Lo había hecho con Koko, lo había hecho con compañeros de promoción, y lo haría hasta con su madre. Riko no iba a ser menos, por bien que le cayese.
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Datsue, ante la pregunta del Senju, se explayó, dejando ver su conocimiento en el ámbito de las armas o de su compra-venta, al menos, y Riko sonrió, había elegid decentemente a pesar de que el Uchiha le recomendase una ninjatō, pero el peliblanco no la veía muy práctica, no al menos para él, que no tenía demasiada fuerza y que le sería más difícil de manejar.
Riko atendió cuando su acompañante se llevó la mano al mentón, pensativo, y sus palabras le sonaron como cánticos celestiales.
—Sea pues, una wakizashi. — Sonrió el muchacho, agradeciendo a Datsue aquella rebaja en el precio que le ofrecía. —Por cierto, tengo una pregunta desde hace tiempo, ¿tú como has hecho para acabar metido en estos temas? En lo de la tienda de armas y todo eso. — Preguntó por mera curiosidad y quizás con la esperanza de que él también pudiera involucrarse, tener armas a menor precio, era todo un chollo.
Una pregunta inocente y bienintencionada, casual, que para el Uchiha tenía mucha más tela que cortar de lo que parecía a simple vista. Todo había empezado mucho tiempo atrás, en la Ribera del Norte, cuando había conocido a una muchachita llamada Anzu, que se convertiría en su socia. Así había empezado sus trapicheos a los siete años de edad.
En honor a la verdad, y pese a que desde que tenía uso de la razón le gustaba amontonar monedas y billetes, lo hacía para ayudar en casa. Para llenar la nevera de algo más que musarañas. Un día, no obstante, perdió a su socia. En la misma tarde, descubrió a su madre haciéndolo con otro que no era su padre. Despertó el Sharingan y, con ello, su corazón terminó de partirse. Ni su madre ni su padre eran ninjas, ni tenían relación alguna con el clan Uchiha. Pese a lo joven que era por aquel entonces, no le costó atar cabos: su padre era no su padre.
Todo un drama que el Uchiha no tenía ganas de contar. Días después de lo sucedido, Datsue se había fugado de casa con un hombre llamado Okane, un visionario de los negocios que incomprensiblemente estaba en quiebra. Juntos idearon un plan para hacerse ricos: Okane montaría una tienda de armas; y Datsue se haría ninja para conseguir a toda una Villa como clientela.
Un plan ridículo, ahora que se paraba a pensar, fruto de un joven demasiado optimista y frustrado al mismo tiempo. Luego, años más tarde, había sucedido lo que Riko ya sabía: consiguió la Marca del Hierro, y ahora tenía un trato con Soroku que le dejaba las armas a mitad de precio.
Suspiró. Sí, definitivamente iba a resumir la historia.
—A través de un amigo —respondió al fin—. Un amigo que hice en la Ribera del Norte, mi pueblo natal. —Riko era una de las pocas personas que ahora sabía su lugar de nacimiento—. Siempre me gustó estar involucrado en algún negocio, y el tipo se hizo una tienda de armas. Mi trato con él fue que yo le conseguía clientes, y él me dejaba las armas rebajadas. —Además de una pequeña comisión que se llevaba por cada compra de sus amigos. Pero, por mucho que se hubiese propuesto no mentir, una cosa era eso y otra muy distinta pasarse de sinceros—. Luego quise ampliar mercado, de ahí lo que pasó con Soroku y la Marca del Hierro. Ahora tenemos un curioso trato: él me deja las armas a un buen precio, y además fabrica en exclusiva para mí unas armas que diseñé yo mismo. De forma temporal, eso sí. ¡Ah! Y te va a encantar cuando lo veas, ya verás. El tipo pone mi firma a los aceros que me vende.
»Pero oye, ¡basta de hablar de mí! —protestó entonces—. ¿Qué me cuentas de ti? ¿Sigues viviendo con tu tía? ¿Te has echado novia? Al menos con alguna chica andarás tonteando, no me mientas.
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Riko escuchó con atención la historia que Datsue le contaba, y la primera sorpresa no se hizo esperar, la revelación de que el Uchiha no era originario de la Villa le pillo un poco a traspié, pero la cosa no acababa ahí, al parecer desde joven había hecho un trato con el dueño de una tienda de armas prometiéndole nuevos clientes y aquello le había llevado a la famosa historia de La Marca del Hierroque ya conocía, y a algunos detalles que eran bastante jugosos, como lo de las firmas o las armas diseñadas por él mismo.
—¡Vaya! Eres toda una caja de sorpresas, con que de la Ribera Norte, ¿eh? — Sonrió el joven. —Por una cosa o por otra, se puede decir que te ha ido bien con lo de las armas ¿eh? No todo el mundo tiene a su disposición temporal a un maestro herrero. — Dijo con algo de envidia.
Y entonces el Uchiha le preguntó a él, y le parecía justo, llevaba un rato contándole su vida y ahora era el turno del Senju.
—¡Sí! ¡Deberías conocerla! Os caeríais bien seguro. — Exclamó el peliblanco, orgulloso de su tía Akiko. —Pues... si te soy sincero... no, quiero decir, no he tenido mucho tiempo de relacionarme con nadie, entre viajes y entrenamientos... Además, no conozco a muchas chicas de Uzu, que sería lo más sencillo, ¿no?
El Uchiha se encogió de hombros y se rascó la nuca, sin poder evitar esbozar una sonrisa tonta. Riko, que previamente ya había acertado con uno de sus puntos débiles —la avaricia— había dado con otro: que le halagasen.
—No me quejo, no me quejo —se limitó a decir.
Luego, el Senju afirmó que seguía viviendo con su tía —Datsue lo sabía por la entrevista que le había hecho tiempo atrás—, y que, para sorpresa del Uchiha, no tenía ni novia ni nadie por la que estuviese pillado. Era joven, todo había que decirlo, y quizá Datsue había sido un poco precoz en el tema de los amoríos, pero le sorprendía que ni siquiera hubiese una chica por ahí que le hiciese tilín.
—Pues menos entrenar y más a lo que hay que estar, joder —le dijo, a modo de reprimenda—. Como antiguo jōnin te digo, entrenar y hacer misiones está muy bien, pero es importante relacionarse con la gente. Al menos con los de tu propia Villa, hombre. O no sabrás ni por lo que luchas —exageró—. No te preocupes, ya te presentaré a alguien. ¿Conoces a Uzumaki Eri? —preguntó, como quien no quiere la cosa—. Es de mi promoción. Una chica muy maja, he de decir...
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Riko se limitó a ver como Datsue esbozaba aquella típica sonrisa de cuando no sabes como contestar a un halago, yel Senju rió, realmente estaba siendo un viaje entretenido y estaba conociendo bastante a aquel chico.
Pero el tema y el tono de la conversación cambió, parecía que el Uchiha le echaba la bronca por no relacionarse con la gente, sobre todo con chicas, por lo que pudo intuir, y él mismo se prestó a presentarle a una kunoichi de la aldea, de su misma promoción, ni más ni menos.
—Uzumaki Eri... No, no me suena. — Dijo el joven. —Realmente soy malo para los nombres y las caras si no tengo una relación algo cercana, la verdad... — Confesó el peliblanco, algo avergonzado. —Y tanto que insistes... ¿tú qué, hay alguna chica por ahí que te llame la atención? Como me digas ahora que Ayame me caigo muerto aquí mismo. — Dijo soltando una carcajada al final.
Era el desenlace perfecto, que toda su venganza fuera porque le había engañado con el tal Daruu o algo por el estilo, muy típico de las telenovelas y, pensando, pocas cosas que sentaran peor se le ocurrían al peliblanco.