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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#1
El calor era verdaderamente insoportable. Aquella era la frase que Ayame se repetía una y otra vez en su torturada mente. Ni siquiera el hecho de caminar al amparo de la sombra de los árboles conseguía disminuir aquella asfixiante sensación. Mas bien al contrario, la humedad del aire sólo la incrementaba, y ahora la kunoichi caminaba con la sensación de que se le pegaba la ropa continuamente al cuerpo y con regueros de sudor perlando su frente. En un momento de desesperación, incluso había llegado a quitarse la camiseta interior que normalmente llevaba, la había guardado en la mochila que llevaba a su espalda, y ahora iba sólo con su uwagi de manga corta sujeto a la cintura por el obi negro.

Quizás también llegaría a arrepentirse de aquella decisión... Porque el bosque estaba cargado de toda clase de insectos, entre ellos los molestos mosquitos que ya le habían picado en más de una situación.

—Ojalá hubiera agua cerc... —comenzó a decir, hasta que se dio cuenta de su propia estupidez.

¡Ella era el agua!

Pero, aunque pudiera hacerlo, no podía llegar e inundar una parte del bosque. No podía alterar el terreno de esa forma sólo por su propio capricho. Por lo que tendría que hacer llover. Con la parsimonia del cansancio entumeciendo sus movimientos, juntó las manos en tres sellos consecutivos y, tras inspirar profundo, alzó la cabeza hacia el cielo. Exhaló un potente chorro de agua a presión que se levantó en el aire, chocando en su camino con varias ramas para terminar estampándose contra las copas de los árboles que cubrían su cabeza. Así, el chorro de agua se diseminó y terminó cayendo de vuelta encima del cuerpo de la kunoichi.

—¡Ah, mucho mejor! —exclamó, retirándose el pelo empapado de la cara.
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#2
—Esto es... ¿el infierno?

Dejó escapar un pesado suspiro antes de agitar su cantimplora boca abajo intentando que saliera algo de agua, pero no había nada dentro, ni una misera gota.

El chico miró hacia el cielo con resignación mientras descansaba recostado sobre su bolsa de viaje en la rama de un árbol. Sabía que podía resistir un tiempo más sin agua, pero cada segundo allí le parecían años de tortura.

—Voy a morir, necesito agua...

Como si se tratara del bosque respondiendo a sus plegarias, Daigo pudo escuchar lo que parecía ser agua chocando con varias ramas bajo él.

El agua subió y subió hasta que finalmente alcanzó la rama donde descansaba el peliverde, golpeándola y haciendo que el chico cayera unos pocos metros antes de que consiguiera que su mano se adhiera a la rama de otro árbol.

—Menuda suerte. —dijo antes de estirar la otra mano para atrapar su bolsa.

Miró hacia abajo durante unos segundos, buscando la fuente de aquella torrente de agua antes de dar con una chica que parecía disfrutarlo, y se dejó caer cerca de ella.

—¿Va todo bien?

Daigo mostraba una sonrisa mientras hablaba, pero en su interior se esforzaba en esconder que no estaba del todo contento.
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#3

Ha pasado una semana sin respuesta de Len... Continuemos y ya si se quiere unir más adelante que entre.



—¿Va todo bien?

Aquella súbita pregunta la sobresaltó. Ayame miró a su alrededor, buscando al propietario de la misma, y no tardó en encontrarlo cerca de ella. Era un chico que parecía ser algo más mayor que ella, alto y con músculos que comenzaban a marcarse bajo su piel. Vestía entero de blanco, y sus ropas parecían bastante cómodas. Pero lo que de verdad llamaba la atención en él era su cabello, de un exótico color verde oscuro que creaban un extraño contraste con sus ojos azules. Sus labios estaban curvados en una sonrisa, aunque Ayame supo apreciar que no era una sonrisa precisamente alegre. Y no era para menos: estaba empapado de los pies a la cabeza.

—¡Ay! —exclamó ella, llevándose las manos a los labios en un gesto acongojado—. ¿Te he alcanzado? ¡Lo siento mucho! ¡Debería haber mirado antes de...! ¡Lo siento! —repitió, encorvando el cuerpo en una profunda reverencia y sus cabellos cayeron a ambos lados de su cuello, mojados y ondulados—. ¿Puedo hacer algo por compensarte?
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#4
La sonrisa del peliverde fue cambiando poco a poco a medida que Ayame se disculpaba. Se transformó en una sonrisa más real que dejó paso a una leve risa.

Simplemente no podía estar enfadado mucho tiempo.

—No pasa nada, no pasa nada —dijo, quitándole importancia al asunto—, está bien, con el calor que hace quizá debería agradecértelo y todo.

Daigo la observó durante unos segundos buscando un distintivo para saber de donde provenía. Vestía un uwagi azul, unos pantalones negros sin ningún adorno especial y en su cuello tenía atada la bandana de Amegakure no sato.

«Supongo que allá en Amegakure no estarán muy acostumbrados al calor». Pues claro que no lo estaban y seguro que nadie estaba acostumbrada a un calor como el de ese día.

Decidió presentarse para romper un poco el hielo y hacer que el ambiente sea algo más cómodo.

—Yo soy Tsukiyama Daigo, de Kusagakure no sato, un gusto —dijo mientras le daba la mano a la chica para presentarse.

«¿Qué es eso en su cabeza?, ¿una marca de nacimiento o quizá?...» descartó rápidamente la idea de que se tratara de algún ser extraño, estaría mal que precisamente el chico con el pelo verde pensara aquello.
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#5
—No pasa nada, no pasa nada —respondió él, quitándole importancia al asunto. Su rostro había ido cambiando paulatinamente, iluminándose ante las disculpas de Ayame. Desde luego, aquella sonrisa era muy diferente a la anterior, al menos llegaba hasta sus ojos azules como el mar—, está bien, con el calor que hace quizá debería agradecértelo y todo. Yo soy Tsukiyama Daigo, de Kusagakure no sato, un gusto —añadió, tras varios segundos, tendiéndole la mano para estrechársela.

Ayame, aún sonriente, alzó la suya.

—Yo soy Aotsuki Ayame... —dijo, pero las palabras fueron ahogándose en sus labios paulatinamente. Y cuando sus dedos estaban a punto de rozarse, Ayame titubeó, terminó por bajar el brazo y en su lugar inclinó el cuerpo en una sonada reverencia—. De la aldea de Amegakure —completó, esforzándose por esbozar una sonrisa.

Y es que en su mente aún hacía eco la resonancia de un recuerdo lejano. Un recuerdo que tenía que ver con un Uchiha de Uzushiogakura y sellos puestos a traición.

—¿Así que de Kusagakure? ¡Conozco a varias personas de allí! —exclamó, tratando de desviar su propia atención sobre aquel tema. Alzó una mano, tocándose los dedos según iba enumerando—. Puro-san, Kota-san, Taeko-chan... creo que también combatí contra una chica de tu aldea, pelirroja, pero no recuerdo su nombre...
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#6
—Yo soy Aotsuki Ayame... —se presentó la chica alzando su mano para tomar la de Daigo, pero acabó por retirarla en el último segundo para hacer una reverencia—. De la aldea de Amegakure.

Daigo la miró unos segundos sin saber bien como responder antes de recoger su mano y entrelazarla con la otra tras su espalda.

«¿Habré dicho algo malo?»

—¿Así que de Kusagakure? ¡Conozco a varias personas de allí! —Exclamó ella en seguida y levantó una mano para enumerar a los kusajin que conocía—. Puro-san, Kota-san, Taeko-chan... creo que también combatí contra una chica de tu aldea, pelirroja, pero no recuerdo su nombre...

El boxeador no pudo evitar llevarse una mano a la boca para contener la risa «Puro-san... ¡menudo nombre!» Era la primera vez que escuchaba un nombre así, y quizá algo en la manera en la que ella lo había dicho consiguió que a Daigo le hiciera gracia de la forma más tonta.

—Jaja, yo también he podido conocer a un par de personas de Amegakure. Conocí a Kaido-san y a Keisuke-san —dijo—. Los conocí en el torneo del año pasado. Allí también conocí a Daruu-san... me echó en la primera ronda.

Mientras dijo aquello último, el peliverde miró su mano derecha «¿Qué tan fuerte se habrá hecho? En aquel entonces el combate pareció estar igualado, pero no podía evitar pensar que esta vez sería diferente, que perdería con facilidad. Especialmente ahora que sentía que su progreso se había estancado.
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#7
Afortunadamente, el peliverde no se tomó a mal que no le estrechara la mano. Sin embargo, Ayame no pudo evitar sentirse mal por ello. Pero después de los últimos eventos que había sufrido, aunque aquel Kusajin desconocido no tuviera nada que ver con aquello, no había podido evitar que la desconfianza aflorara en su corazón.

—Jaja, yo también he podido conocer a un par de personas de Amegakure. Conocí a Kaido-san y a Keisuke-san —dijo—. Los conocí en el torneo del año pasado. Allí también conocí a Daruu-san... me echó en la primera ronda.

—Oh, Kaido-san es un buen amigo —respondió ella con una resplandeciente sonrisa. Aunque de Keisuke no podía decir lo mismo, sólo le había visto una vez y no había resultado un encuentro demasiado agradable. Además, los rumores que había escuchado de él en el Torneo...—. ¿Así que peleaste con Daruu-kun? No te sientas mal, no te mentiría si te dijera que es el genin más fuerte que conozco en Amegakure —añadió, en tono conciliador, al percibir la angustia de Daigo mientras se miraba la mano en un gesto de impotencia que ella conocía muy bien—. ¿Y qué te ha traído hasta aquí, Daigo-san? ¿También has venido a investigar las ruinas?
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#8
—Oh, Kaido-san es un buen amigo —dijo Ayame, sonriente—. ¿Así que peleaste con Daruu-kun? No te sientas mal, no te mentiría si te dijera que es el genin más fuerte que conozco en Amegakure.

Ella hablaba con amabilidad, intentando que el peliverde no se sintiera tan mal por su derrota, pero no funcionaba, simplemente no era tan fácil.

«Tengo que hacerme más fuerte» y «debería de haber entrenado más» eran tan solo unas de las muchas palabras que resonaban en su cabeza.

Primero Kirin, luego Daruu e incluso unos simples espectadores lo derrotaron en ese entonces. Todos ellos se convirtieron en una especie de barrera en su mente, una enorme, una que quería superar.

Apretó su puño, determinado.

—¿Y qué te ha traído hasta aquí, Daigo-san? ¿También has venido a investigar las ruinas?

Ayame lo devolvió a la realidad con una simple pregunta que dejó paralizado al peliverde, no por la pregunta en sí, sino porque no podía creerse que en verdad se había puesto a pensar todo eso mientras hablaba con alguien.

«¡Qué vergüenza!»

Se rascó la nuca mientras reía algo nervioso.

—Eh, esto... —empezó todavía algo nervioso—. Sí, algo así. La verdad es que estaba viajando para entrenar y pensé que esta sería una buena parada, aunque sea solo para mirar un rato y descansar.
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#9
—Eh, esto... —dijo Daigo, que parecía haber vuelto a la realidad de golpe desde un universo que sólo estaba en su cabeza y al que Ayame le era imposible acceder—. Sí, algo así. La verdad es que estaba viajando para entrenar y pensé que esta sería una buena parada, aunque sea solo para mirar un rato y descansar.

Ella sonrió, afable. Se agachó momentáneamente, se descolgó la abarrotada mochila que cargaba a su espalda y se puso a rebuscar en su interior. Apartó unas pocas mudas de ropa, los restos de los víveres que aún le quedaban, agua y unos pocos objetos.

—Yo sí he venido hasta aquí por las ruinas —comentó, sacando al fin un pergamino plegado varias veces. Cuando lo desdobló, Daigo podría ver que se trataba de una suerte de mapa; y, a juzgar por la gran cantidad de vegetación rotulada, un mapa de la zona—. Conseguí esto en la Ribera del Norte al preguntar por la ubicación de los Templos, pero... creo que me he terminado extraviando un poco...

Volvió a levantarse, intercalando la mirada entre el trozo de papel y el paisaje que le rodeaba. Ladeó varias veces la cabeza, pensativa.

—He venido por aquí, así que, quizás si sigo este camino... —comentó casi para sí misma, señalando un zigzagueante trazo en el mapa y mirando en dirección a un camino que tenía al frente de sus ojos y que estaba casi eclipsado por la vegetación. Al final, como si se acabara de acordar de que Daigo seguía junto a ella, se volvió hacia el muchacho—. ¿Tú qué piensas?
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#10
—Yo sí he venido hasta aquí por las ruinas —contestó Ayame mientras sacaba una especie de mapa de su mochila—. Conseguí esto en la Ribera del Norte al preguntar por la ubicación de los Templos, pero... creo que me he terminado extraviando un poco...

Daigo se acercó con curiosidad a Ayame para ver el mapa con ella.

—He venido por aquí, así que, quizás si sigo este camino... —dijo ella señalando un trazo en el mapa mientras miraba a un camino frente a ellos—. ¿Tú qué piensas?

Daigo miró al mapa y al camino que había frente ellos un par de veces. Entonces miró a Ayame y sonrió despreocupado.

—Diría que solo hay un camino, ¿no? —dijo antes de apuntar a la senda que estaba mirando Ayame—. Tiene que ser por ahí.
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#11
La maleza se agitó con fuerza desde lejos, en la espalda de los dos shinobis; algo se acercaba a toda prisa. ¿El agua había atraído a alguna de las fieras? Las hojas se movían con fuerza y cada vez lo que diablos fuera, se encontraba aún mas cerca hasta que finalmente, hizo aparición la "bestia".

Ryuko salto de entre la maleza, tras tocar el suelo, dio dos pasos apresurados para tropezarse con la raíz de un gran arbol, balancearse de un lado a otro perdiendo el equilibrio, para finalmente caer de boca al suelo. Llevaba un yukata con el dibujo de olas de distintos tonos celestes, una pequeña bolsa rojiza que hacia de mochila a su espalda, y unas sandalias que desde luego no eran cómodas para la exploración.

Geeeeeeez... Primero me pierdo, luego me persiguen avispas, y ahora beso el barro... Quiero volver a casa... — La joven de cabellos oscuros, no llevaba una buena racha, y no parecía que fuera a mejorar su día. — Puag... Estoy asquerosa. Al menos supongo que he dado esquinazo a esas criaturas del diablo... — Ryuko se recompuso de rodillas en entre el barro, observando las mangas y el desastre en el que había quedado su vestido. Ni tan si quiera había percatado la presencia de los dos jóvenes shinobis, ya que solo podía pensar en aquellas miles de agujas que le amenazaban entre zumbidos.
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#12
Junto a ella, Daigo se inclinó para mirar el mapa.

—Diría que solo hay un camino, ¿no? —dijo, apuntando justamente al sendero en el que se había fijado Ayame. No parecía demasiado preocupado, aunque ambos se encontraban en terreno desconocido y ninguno de ellos conocía el camino a seguir—. Tiene que ser por ahí.

«Aunque... siendo un ninja de Kusagakure, seguramente conozca el País del Bosque mucho mejor que yo.» Reflexionó Ayame.

—Puede que tengas razón. Podríamos...

Sin embargo, Ayame se vio interrumpida cuando escuchó un sospechoso rumor a lo lejos. Giró la cabeza a tiempo de ver cómo se agitaba la maleza a lo lejos.

—Cuidado, Daigo-san... —le advirtió al genin de Kusagakure, mientras flexionaba ligeramente las rodillas, preparándose para lo peor.

Y entonces, una figura saltó desde la vegetación. Dio dos pasos y se abalanzó sobre el suelo al tropezar con la raíz de un gran árbol que sobresalía en el suelo. Se trataba de una joven, de aproximadamente su misma edad, de cabellos oscuros y vestida con un yukata de color celeste, una mochila roja y sandalias. Desde luego, una vestimenta nada apropiada para un bosque como aquel.

—Geeeeeeez... Primero me pierdo, luego me persiguen avispas, y ahora beso el barro... Quiero volver a casa... —murmuraba contra el suelo—. Puag... Estoy asquerosa. Al menos supongo que he dado esquinazo a esas criaturas del diablo...

Ayame miró confundida a Daigo, sin saber muy bien qué hacer. Al final terminó por volverse hacia la recién llegada, que comenzaba a reincorporarse y observaba con aprensión la ropa, que había quedado completamente manchada de lodo.

—Esto... ¿estás bien? —terminó por preguntarle.
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#13
—Puede que tengas razón. Podríamos...

Cuando parecía que todo estaba decidido y que ambos chicos se adentrarían a explorar las ruinas, Ayame pareció escuchar algo que Daigo no pudo percibir.

—Cuidado, Daigo-san...

Daigo la miró, confundido. ¿Cuidado con qué?, si él no había conseguido escuchar nada... fue entonces cuando decidió girar a donde estaba mirando Ayame justo para ver a una chica saltando desde la maleza.

El peliverde se quedó paralizado por la sorpresa mientras veía a la chica tropezar torpemente con la raíz de un árbol antes de caer de bruces al suelo.

—Geeeeeeez... Primero me pierdo, luego me persiguen avispas, y ahora beso el barro... Quiero volver a casa... —dijo la chica todavía de rodillas en el barro—. Puag... Estoy asquerosa. Al menos supongo que he dado esquinazo a esas criaturas del diablo...

Ayame y Daigo se miraron entre sí, confundidos.

—Esto... ¿estás bien? —dijo Ayame dirigiéndose a la chica.

Daigo se apresuró en acercarse a la recién llegada.

—¿Necesitas ayuda? —le dijo mientras le tendía la mano para ayudarla.
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#14
Su mala estrella brilló; en un principio se dirigía a un festival nocturno en alguna pequeña aldea cercana. Pero quienes le ofrecieron las direcciones no fue de buena fé, y pasadas las horas, la joven Ryuko acabó perdida en mitad del bosque. Oda le estaba pagando algunos viajes con la esperanza de que conociera mundo, viera las dos caras que lo compone y la fina linea que los separa. Embarrada y algo triste, redirigió su atención a los dos genin que se ofrecían a prestarle su ayuda.

Esto... ¿estás bien? — preguntó la chica. Sus cabellos eran oscuros como los de Ryuko, y vestia un uwagi corto sujeto por un cinto negro.

¿Necesitas ayuda? — añadió el joven mientras extendía su mano; este por otro lado tenia el pelo de color verdoso y bestia entero de blanco, con ropa algo ancha y suelta.

N-No hace falta, puedo ponerme en pié sola. — respondió a ambos mientras se apoyaba en un arbol cercano para levantarse. Agitó con suavidad algo su vestido, pero tan solo pudo quitar los trozos de barro mas grande. Observandoles mas detenidamente, Ryuko quedo extrañada, y posteriormente algo encajó en su mente, quedando un poco aterrada. Levantó una mano temblorosa, y señalo sus ropas. — ¿M-Me he muerto? ¿C-Cuando caí al suelo me rompí la cabeza?... E-Eso significa... ¿Q-Q-Que sois shinigamis?...

Ryuko estaba algo en shock, pero en su cabeza llena de pájaros y mariposas, las cosas encajaban. Menos su razonamiento.
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#15
—¿Necesitas ayuda? —intervino Daigo, que se había acercado a la recién llegada para ofrecerle la mano para ayudarla a levantarse.

—N-No hace falta, puedo ponerme en pie sola —respondió ella, apoyándose en el tronco del árbol para reincorporarse. Se sacudió el vestido, aunque fue inútil. Sólo consiguió deshacerse de los fragmentos de barro más grandes, pero las manchas permanecieron en la tela. Estaba claro que necesitaría un buen lavado para volver a la normalidad. Resignada a la obviedad, la muchacha alzó la mirada hacia ellos... y entonces se quedó lívida.

Ayame intercambió una mirada interrogante con Daigo. ¿Acaso le conocía?

—¿M-Me he muerto? —balbuceó, sin embargo.

—Q... ¿Qué? —preguntó Ayame, genuinamente confundida.

—¿C-Cuando caí al suelo me rompí la cabeza?... E-Eso significa... ¿Q-Q-Que sois shinigamis?...

—N... ¡No! —Ayame tuvo que sacudir la cabeza ante aquel sinsentido—. ¡Nadie se muere tropezándose con una raíz! No estás muerta, y nosotros no somos shinigami. Somos shinobi —añadió, señalándose la bandana que llevaba anudada al cuello. Fue entonces cuando se fijó mejor en la desconocida, y sonrió—. De hecho, como tú, de Amegakure. Aunque creo que no nos conocemos... Soy Aotsuki Ayame, un placer.
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