¡Nos comemos unas setas y pasa esto...!

[Uchiha Datsue]

¿Qué no parecían cosa buena? ¡Pues al Uchiha sí se lo parecían! ¿Porque nadie iba sino a tomarse la molestia de sellarlas en un pergamino? Por simple lógica, tenían que ser valiosas.

—Ese tío te la ha colado —le espetó—. Esto era suyo, te lo digo yo —Pero, ¿por qué negar que le pertenecían?—. Solo hay una manera de salir de dudas…

Abrió la bolsa, tomó una seta y…

… se la lanzó a Etsu.

—Vosotros los kusareños os alimentáis de hongos y esas cosas, ¿no? —Era lo que tenía vivir rodeado de un inmenso bosque de hongos—. ¿Qué tipo de seta es? Pruébalo ahí, o qué.

[Inuzuka Etsu]

El Uchiha de nuevo estaba en desacuerdo, para variar. Reclamó que el tipo de antes se la había colado, que esas setas eran de él. Aclamó que saldrían de dudas, aunque el Inzuka no entendió del todo a qué se refería. Sin mas, abrió la bolsa de setas, y tomó una de éstas.

«¡Ostras, no! ¡Que se va a comer una seta de esas...!»

Pero lejos de lo que pensaba, la seta salió por los aires, dirección al rastas. Etsu se sorprendió, pero no dejó caer la seta al suelo. Para bien o para mal, tenía buenos reflejos. Sin mas, el Uchiha habló de nuevo, y no fue si no para de nuevo lanzar un ataque gratuito de lo mas descarado.

«¿¡Pero... qué!?»—¿Lo dices en serio?«éste tío está fatal de la cabeza...»—¿cómo cojones voy a saber de setas? Que vivamos en un ambiente mas natural no quiere decir que nos alimentemos de setas y hierba...

Sin embargo, no pudo evitar echarle un vistazo, en pos de verla un poco mejor. La seta era delgada y de color marrón claro, un tono que para nada parecía alertar de su posible naturaleza. Pero una cosa no quitaba la otra, ni de coña iba a probarla porque sí...

—¿Por qué iba a mentir ese hombre sobre lo del pergamino? —terminó por preguntar.

[Uchiha Datsue]

—¿Lo dices en serio?¿Cómo cojones voy a saber de setas? Que vivamos en un ambiente mas natural no quiere decir que nos alimentemos de setas y hierba...

—Hostia, pues… No sé. ¿Quizá porque la mitad de vuestro país es un jodido bosque de setas? —Él mismo había probado alguna, de pequeño, cuando vivía en la Ribera del Norte. Y, en su cumpleaños, su madre preparaba una salsa buenísima con ellas para acompañar al entrecot. El único día del año que podían permitírselo. Su madre…

Sacudió la cabeza.

Luego, Etsu le preguntó por qué aquel hombre iba a mentir sobre el pergamino.

—Ni zorra —respondió, sincero—. Pero sé cuándo una persona está mintiendo. Es algo… instintivo.

[Inuzuka Etsu]

Tedioso como él mismo, el Uchiha rebatió que la mitad del país era un jodido bosque de setas. Razón no le faltaba, pero de ahí a tener que saber qué clase de setas eran, o tener que estar acostumbrado a alimentarse de ellas... era llevarlo un poco al extremo.

—Y por esa regla de tres, vosotros sabéis a qué saben los tornados, y en Amegakure comen edificios... ¿no? —viva la ironía, que apenas era perceptible en sus palabras.

»Si hay algo que se por vivir rodeado de tanta planta y hongo, es que no todo es lo que aparenta —ahora era su turno de atacar gratuítamente —igual puede ser una seta común que una venenosa.

Dejó caer un poco la mano, y volvió la vista nuevamente hacia Datsue. Éste insistió en que sabía perfectamente cuando alguien miente y cuando no. Pero eso no decía nada sobre el porqué querría el tipo ocultar su pertenencia...

—Si ese tipo ha hecho como que no sabe nada acerca de éstas setas, seguro que es porque no son legales, o porque si alguien averigua que son suyas, le puede caer un buen marrón.

Sin mas, lanzó de vuelta la seta hacia Dartsue —yo que tu no las probaba.

[Uchiha Datsue]

—¿Tornados? ¿De qué coño me hablas? —La enemistad que había entre los dos iba creciendo más y más—. Vale, que eres un ignorante de la gastronomía de tu país. ¡Pues se dice y punto, joder! No hay de qué avergonzarse.

Por los Dioses, que mal le estaba cayendo aquel tipo. Imaginaba que el hecho de que casi le dejase ciego tenía mucho que ver.

Pero Etsu tenía razón en algo. Aquellas setas debían ser ilegales. Eso daba una ligera explicación a la mentira del hombre. Al ver que eran ninjas, quizá se había asustado, optando por tomar una táctica segura. Decir de antemano que no eran suyas, y limpiarse las manos.

Atrapó al vuelo la seta que le lanzó Etsu. Pues claro que no la iba a probar. Se puso de cuclillas.

—Ey, perrito, ven. ¿Un poco de seta para acompañar la carne ninja? Ya verás qué rico —Datsue extendía la mano mostrando la seta—. Ven, pequeño, ven.

Por un instante, usó el Saimingan en él. El perro ya no veía una seta, sino una jugosa costilla de cerdo. El olor a carne le empalagó el olfato.

[Inuzuka Etsu]

Sin duda, el chico que tenía en frente era quisquilloso, de esos tipos que saben tocar las pelotas de manera natural, como el que respira. Le salía de manera gutural, del maldito interior... un interior que sin duda estaba podrido. Así lo mostró de nuevo, haciendo del comentario del chico otro desliz a su ver, e incluso llamándolo ignorante de su gastronomía.

Era asombroso, y para nada en el buen sentido.

Etsu se encogió de hombros nuevamente, mientras ladeaba la cabeza de un lado a otro. Lo tenía claro, mas que claro. Lanzar palabras contra una pared era sinónimo de que éstas rebotasen en contra, carentes de valor. Era perder el tiempo hablar con él, y por ende no pensaba gastar lo mas valioso del mundo; el tiempo.

—Como digas... —le dio la razón, como a un tonto.

Al devolverle la seta, Etsu pensó que todo había terminado ahí, y pensó incluso que se podría retirar sin mayor problema. En ésta ocasión si que fue inocente, pues lejos de eso, su antagonista se agazapó en cuclillas, y ofreció la seta. El Inuzuka quedó perplejo —de nuevo— al ver la acción, que sin duda iba dirigida a Akane «¿¿en serio??»

—¿Qué cojones haces? Akane no es tan tonto co- —y tuvo que retractarse en sus palabras. Para su sorpresa, su hermano había salido corriendo directo y sin titubeos hacia Datsue. Para él, aunque estaba en manos de un enemigo, había un buen bocado que le llamaba.

»¿¡AKANE QUE COÑO HACES!? —bramó, iracundo.

Sin embargo, al intentar moverse, hincó la rodilla en el suelo. El costado le ardía, más a cada segundo que éste pasaba sangrando. No pudo hacer mas que llevarse la mano al costado, encogido por el propio dolor.

«Maldita sea...»

Alzó la mirada de nuevo, viendo que su huskie había terminado comiendose la seta que él mismo había rechazado. No entendía porqué, Akane no era así de tonto... sin duda alguna, era el mas listo del dúo.

[Uchiha Datsue]

—Chico listo, chico listo —le premió acariciándole detrás de las orejas—. Buen chico, buen chico —le halagó de nuevo, tras ver que se comía la seta enterita.

Asintió para sí y se irguió, cruzándose de brazos. Entonces esperó, y esperó, y esperó…

Carraspeó.

—¿Y bien? ¿Qué sientes, chico? —preguntó, como si el perro fuese capaz de entenderle. A decir verdad… No se le notaba raro. Tan normal como antes de haberse comido la seta. Datsue no supo decir si estaba aliviado o decepcionado. Quizá ambas.

[Inuzuka Etsu]

El can quedó perplejo por un segundo, ni el mismo comprendía que acababa de hacer. Guiado por el instinto, o a saber qué —pues no lo comprendía— se había acercado hasta el tipo que estaba siendo algo mas que un amigable shinobi. La boca le sabía a cartón, y eso que ya apenas recordaba ese peculiar sabor. Si, todos han tenido en algún momento una infancia, el can no era distinto. La voz de Etsu a sonido casi sordo parecía un eco en mitad de una cueva, mientras que la del Uchiha se retorcía en tragos de distinto tono que casi parecían cómicos.

Etsu apretó los dientes, sintiéndose enfadado hasta un punto que desconocía. Sus puños también se afianzaban sombre sí mismos, casi cortando la circulación en la mano. La vena en la sien parecía a punto de explotarle, y el corazón le latía tan frenético que casi podía verse desde fuera el bombeo de sangre.

¡Pum, pum! ¡Pum, pum! ¡Pum, pum!

Akane se sentó, y ladeó el rostro observando al Uchiha. Intentó decir algo, pero como si éste le fuese a entender. A decir verdad, ni Etsu fue capaz de entenderlo. El huskie parecía mas confuso que una patata asada en una feria de los pueblos. Quizás éste no fue mas que el detonante para que el Inuzuka no pudiese contenerse por mas tiempo.

—¿¡PERO TU ERES TONTO O TIENES MIERDA DE GATO EN LOS BOLSILLOS!? —bramó a la par que hincaba el puño en la madera del puente, y levantándose con el mismo gesto iracundo.

»¿¡POR QUÉ COJONES LO HAS HECHO!? ¿¡Y SIN SON VENENOSAS ESAS MIERDAS QUÉ!?

El Inuzuka se acercaba a pasos pesados y férreos, con una mirada que atravesaba al Uchiha con un claro sentimiento de odio. Después de todo, y por mucho que peleasen, Akane era lo más importante en su vida.

[Uchiha Datsue]

—¿¡Pero cómo van a ser venenosas!? —respondió iracundo—. ¡Son hongos, joder! ¡De la madre naturaleza! ¡Todo lo natural es bueno! ¡Sano! ¡Nada como la verdura para limpiar los intestinos! —vociferaba con lo primero que se le iba viniendo a la cabeza.

Y, hablando del hongo, Akane empezaba a notar algo. No en él, por supuesto, pues se sentía mejor que nunca. Sino en su alrededor. Por algún motivo, al chico de ojos rojos le estaban saliendo plumas. Sus brazos eran enormes alas y de su pico salían graznidos.

Su amigo y compañero Etsu tampoco se había quedado atrás. Su voz se había vuelto ronca, como de otro mundo, y de su piel habían brotado escamas rojas de serpiente. Tenía la lengua bífida, los ojos amarillos y escupía fuego por la boca.

El cielo tenía tonalidades moradas y azules, y el puente sobre el que segundos antes se encontraba era ahora el lomo de una serpiente gigante.

[Inuzuka Etsu]

Datsue, lejos de pedir perdón o admitir que se había equivocado, se golpeó el pecho —no literalmente— cual gorila en celo, remarcando su enorme ego y virilidad. El chico no dijo una sola palabra con sentido. Alegó que eran hongos, y todo hongo era bueno para el cuerpo porque venía de la naturaleza.

«¿¡Pero..»—...QUEEEÉ!?

No, no podía dar crédito a lo que el Uchiha escupía. Era absurdo, surrealista... ¿acaso se había escapado de algún psiquiátrico?

—Tío, tú estás mal de la cabeza, eso está mas que claro —sentenció, pues era imposible que una persona cuerda estuviese regurgitando esa clase de locuras.

Antes de que pudiese siquiera resignarse a golpearlo de nuevo —pues ganas no le faltaban— Akane comenzó a actuar realmente extraño. Se tambaleó un par de veces, y se asustó en parte de Datsue. No le culpaba, el tipo tampoco era una buena caniche. Pero hasta se asustó de Etsu, su hermano de otra madre. Hasta el mismo suelo comenzó a atemorizarlo. Era como si estuviese en la casa de los horrores.

—Akane... —acercó su mano hacia el can —¿estas bien?

Y sin venir a cuento, le mordió la mano con fuerza, como si la vida le fuese en ello.

—LA MADRE QUE TE— —y tuvo que contenerse, retirando la mano, y llevando su mirada cargada de odio hacia el Uchiha.

El Inuzuka no tuvo mas remedio que dejar tranquilo al huskie, que terminó escondiendose bajo sus propias zarpas, buscando aislarse del mundo; un mundo que para nada resultaba agradable.

[Uchiha Datsue]

¿Mal de la cabeza? No. Lo que estaba era enfadado. Bastante. Pero mucho menos cuando vio que su propio perro le mordió la mano. No pudo evitar soltar una carcajada, divertido.

La mirada iracunda de Etsu no tardó en posarse en él. Si aquella mirada reflejase el Sharingan… quizá Datsue ahora estaría muerto. O algo peor.

—Ey, ey. No fui yo quien te mordió, compañero. ¡Sino él! Aunque mira, así pruebas de tu propia medicina. —Todavía tenía la pierna dolorida del mordisco que le había zampado el can.

Desvió la mirada hacia el perro, curioso. Parecía… asustado. Miró a la bolsa de hongos que todavía tenía en la mano y luego de nuevo al perro. ¿Qué efectos le estaría produciendo?

—Deberías comerte un hongo tú también —dijo a Etsu—. Así sabríamos lo que está sintiendo el perro y podríamos… ayudarle. Porque está claro que lo está pasando mal. Antes dijiste que harías lo que fuese por Akane, ¿no? —Cogió un hongo de la bolsa y se lo lanzó a Etsu.

«Pues demuéstralo.»

[Inuzuka Etsu]

Y el tipo, para colmo, se rió en su cara. Tras el bocado que le había propinado su hermano, sin duda algo no andaba bien. No era capaz de entenderlo bien, y estaba tan asustado de todo que no dudaba en morder lo primero que se le acercaba. No, para nada iba bien la cosa.

Quiso preguntarle si estaba bien de la cabeza —obviamente a Datsue— pero recordó que no, no lo estaba. Perder el tiempo preguntando algo obvio era absurdo. Llevó la mirada de nuevo a Akane, sin saber muy bien qué hacer. Estaba preocupado de verdad por él, por el estado en que se encontraba. No sabía ni cómo proceder, pues intentar acercarse era como jugar a la ruleta rusa con un revolver con el tambor totalmente cargado.

Como quien no quiere la cosa, el Uchiha volvió a hablar. Obvio que no era para proponer algo inteligente, fue a proponer que debía probar él también los hongos. Etsu arqueó la ceja, era increíble que a éstas alturas, pudiese soltar estupideces aún mas grandes. Sin demora, explicó su punto de vista, e incluso lanzó otro hongo a las manos del Inuzuka.

Etsu lo atrapó al vuelo —¿acaso eres estúpido? ¿de veras crees que si quedamos los dos en ese estado podré ayudarlo? ¿alguna vez has pensado un poco antes de soltar la primera gilipollez que se te viene a la cabeza?

»Pilla tus putos hongos y déjanos en paz. Ya iré a buscar ayuda en cuanto Akane se sienta mejor. —de nuevo, lanzó el hongo a Datsue.

Sin duda, era casi una broma pensar que el Uchiha pudiese haberlo hecho peor...

[Uchiha Datsue]

Una lástima. Una verdadera lástima. Por una vez que encontraba algo interesante, aquel kusajin no se prestaba a hacer de conejillo de indias para comprobar que los hongos colocaban, pero no demasiado.

—Como veas… Pero luego no vayas diciendo por ahí que es como tu hermano, ¿eh? ¡Aquí los Dioses han sido testigos de dónde están tus límites! ¡Y Akane lo recordará sin duda también, fíjate lo que te digo!

Esperó un instante para ver si le entraba el remordimiento. De no hacerlo… Metería el hongo en la bolsa, se encogería de hombros, y empezaría a caminar en dirección a la Espiral. Había que reconocer cuando uno estaba luchando una batalla perdida.

[Inuzuka Etsu]

Nada, el Uchiha no parecía entenderlo. De nuevo, inquirió que para ayudar a Akane, debía probarlos. No entendía el cómo podía pensar que eso ayudaría, ¿en cabeza de quién podía caber? era absoluta, y totalmente, incomprensible.

—Los dioses no existen. Y Akane sabe que yo daría mi vida por él. Si me ha atacado, es por culpa de esa mierda que pretendes que pruebe. Así que no, no pienso probarlo. Esperaré junto a Akane hasta que se le pase el efecto de esa mierda. Tarde lo que tarde.

La herida de su costado no parecía afirmar lo empo. Aún sangraba, bastante, y de quedarse ahí por demasiado tiempo, seguro que le pasaba factura. Estaba en una encrucijada, contra la espada y la pared. No pudo si no encogerse de nuevo, dolorido, pero algo aliviado de que al parecer el tipo no iba a llevar la situación más al límite. En realidad, ya había rozado mucho el límite. Sacar de sus casillas al Inuzuka tampoco es que fuese moco de pavo...

Manteniendo las distancias con Akane, terminó por hincar la rodilla. Tenía que aguantar, por él.

[Uchiha Datsue]

¿Qué los Dioses no existían? Datsue opinaba lo contrario cada vez que se estaba jugando el pescuezo y rezaba a todos ellos. El resto del día… Bueno, era debatible.

—No, Etsu, no… Lo siento, pero no. Las drogas sacan la verdad en nosotros. Si te ha atacado, es porque hay algo latente en él que quiere hacerte daño. No os conozco, pero yo diría que es porque sigues asegurando que darías tu vida por él, ¡y luego no te tomas ni una simple seta para ayudarle!

Ale, ya se había quedado a gusto.

Cojeando visiblemente, se fue alejando del puente. Al final de éste, balanceó una mano al aire a modo de despedida. ¿Cómo calificar aquel encuentro? Era difícil de encasillarlo. Solo el tiempo diría si aquello había sido un simple interludio o el comienzo de algo más.