Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
¿Qué había hecho algo más? ¿Sobrepasado un límite? Según le había contado Keisuke, nada más que aquello. La tontería de suicidarse en frente del público, en pleno torneo, no le había hecho ninguna gracia, al parecer. Pero, aparte de eso…
—Nada más que yo sepa —se obligó a refunfuñar.
Daruu, entonces, comprendió la gravedad de la situación, del mismo modo en que lo había hecho Keisuke semanas atrás. Si le ayudaba y le descubrían, sería considerado un traidor. En opinión del Uchiha, en cambio, se convertiría en alguien leal a sus compatriotas. Un compañero de verdad.
Claro que Yui no compartiría su punto de vista romántico de la situación.
Entonces, Daruu soltó la bomba. El Uchiha parpadeó varias veces, incrédulo.
—En… ¿En serio? ¿Lo harás? ¿Me ayudarás en esto? —le temblaba la voz, y tuvo que mantener el caldo de emociones que le invadían a raya. Sintió ganas de volver a llorar—. Yo… Claro, no diré nada a nadie. Ni… —¿Ni se vengaría? ¿Ni siquiera de Mogura? ¡Aquel cabrón tenía que pagar! ¡Debía!—. Si la rescatamos… Tampoco… me… vengaré… de nadie —se obligó a decir. Y a asumir.
Era un alto precio, pero un precio que merecía la pena pagar.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
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Hasta entonces, Daruu lo había tenido claro. Muy claro. Había hecho el papel de confidente, de negociador. Había sido un ninja, y había conseguido la información que buscaba. No sólo había un traidor en Amegakure, que había proporcionado información a un shinobi de otra villa, sino que además Uchiha Datsue suponía una amenaza real incluso para la propia kage.
Ahora sólo tenía que seguirle la corriente a su presa, y desde su posición de cercanía a la villa, comunicarle rápidamente todo a Yui. Un plan perfecto.
Pero aquél fatídico día, ante aquella revelación funesta, Daruu descubrió que a su respuesta a la última pregunta del examen de chuunin le faltaba un último añadido.
Aquél día Daruu descubrió que un verdadero ninja debe de tomar decisiones difíciles.
Daruu tenía delante a una persona. Un ser humano con preocupaciones, con sentimientos, con anhelos, con seres queridos. Había hecho muchas cosas mal, pero por extraño que pueda parecer después de los ataques que habían sufrido sus compatriotas, el muchacho empatizaba con él. La pregunta que tuvo que hacerse, una obligada, que casi ni pensó, fue muy sencilla: ¿y si fuera Ayame? ¿Y si fuera su madre?
Nada le detendría.
Por eso, Daruu se tuvo que imaginar delante de una bifurcación, en un prado oscuro y con la larga hierba, meciéndose al viento, manchada de sangre. De su sangre.
A un lado del camino, estaba la Torre de la Arashikage. Daruu podría tomarlo, iría allí, contaría a Yui todo lo que había pasado y de paso conocería la identidad del traidor y del chuunin que los delató. Podría proteger a su compatriota, y podría dar caza a la rata que le había metido en todo aquél embrollo. Pero Datsue acabaría dándose cuenta. Y entonces estaría traicionando su confianza.
Correría su sangre.
Al otro lado, Datsue le tendía la mano. Juntos rescataban a su compañera del lago, de un castigo injusto por una líder impulsiva y cruel. Pero más allá, alguien de su villa esperaba con los ojos muy alerta. Quizás algún jounin. Quizás uno de sus propios amigos. Quizás Ayame y Kaido. Su madre. Zetsuo. Entonces, Yui se enteraría, y él estaría traicionando a su propia aldea. O quizás, la propia Aiko buscase venganza por su exilio y él no sería capaz de detenerla. Yui podría morir por culpa suya, o en el mejor de los casos acabaría de nuevo con Aiko y entonces investigaría, y se daría cuenta de que Daruu había sido el cómplice de un intento de regicidio. No sería cosa mejor que su propio padre, a quien ya habían ajusticiado tiempo ha y de cuyo apellido había renegado.
Y su sangre bañaría la hierba.
Sin embargo, Daruu tenía que tomar un camino, o verse obligado a caminar el de enmedio. Cualquiera de los actores presentes en los caminos de diestra y siniestra estarían al filo de una katana de enterarse de que estaba jugando al juego del espía doble.
Y el lago de Amegakure se teñiría de rojo con su sangre.
El muchacho cerró los ojos y se mantuvo en silencio durante un largo tiempo. Respiró hondo, y dio un paso al frente, claro está, en un supuesto imaginario. En el mundo de los dos caminos.
Tomó una decisión.
—Sellada en el fondo del lago de Amegakure. Ja. Sería más fácil de encontrar si todavía tuviera mi Byakugan —dijo—. Pero mejor ni pensarlo. Tú eres bueno con los Fuuinjutsu, pero está claro que te ahogarías antes de llegar allá abajo y buscar el lugar del sello. Es curioso, Datsue, es curioso...
Se encogió de hombros.
—Las dos únicas personas que conozco que pueden respirar bajo el agua están muy, pero que muy cabreadas contigo.
Localizarla en el fondo del lago no era un problema. No por un par de meses, al menos. No ahogarse en el camino, en cambio, sí, y uno que le había dado jaquecas a diario. Pero, lo último que se esperaba, lo último que había podido prever, era que las dos personas a las que había dado por culo los últimos meses eran justamente las que podían echarle un cable.
—No hablas en serio —soltó, abatido. ¿Se podía tener peor suerte? Como si quisiese simbolizar lo que estaba sintiendo en aquel instante, simuló que se ahorcaba, dejando caer la cabeza hacia un lado y echando la lengua fuera, al mismo tiempo que levantaba un puño sobre su cabeza representando la cuerda—. La historia de mi puta vida, en serio. —Hablaba más consigo mismo que para él.
Suspiró pesadamente, vaciando los pulmones. Sus malas energías.
—Entonces no me queda más remedio que ganarme su perdón. —No lo estaba diciendo. Ni proponiendo. O preguntando. Simplemente, acababa de tomar aquella decisión—. Pero… —frunció el ceño—. Aunque me llegasen a perdonar, ¿crees que estarían dispuestos a ayudar? ¿Elegirían ser leales a una compañera y no a su Kage? ¿Te elegirían a ti? —preguntó.
Dudaba. No solo de Ayame, sino de Kaido. Dudaba mucho.
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Mientras Datsue se quejaba al aire por la mala suerte —Daruu siempre pensaría, más adelante, que granjeada con sus propias manos—, el amejin asintía no sin cierta satisfacción. Era mucho más importante tener amigos en otras villas que enemigos. Eso aportaba estabilidad a las relaciones internacionales, en su opinión. Aunque podría traer problemas. Para Daruu, los problemas que le podrían venir eran más que evidentes.
—Entonces no me queda más remedio que ganarme su perdón —afirmó Datsue—. Pero… Aunque me llegasen a perdonar, ¿crees que estarían dispuestos a ayudar? ¿Elegirían ser leales a una compañera y no a su Kage? ¿Te elegirían a ti?
Daruu negó con la cabeza.
—Es que no a mi a quien tienen que elegir. Te tienen que elegir a ti. —Daruu se cruzó de brazos y desvió la mirada, cerrando los ojos—. Y honestamente, yo tampoco las tengo todas conmigo.
»Dime, ¿qué vamos a hacer? Más bien, bueno, ¿qué vas a hacer? ¿Vas a sacar a Aiko del fondo del lago de Amegakure, y luego pretender que no ha pasado nada nunca entre ella y la aldea? —dijo—. ¿Crees que va a estar tan contenta, que no va a querer vengarse de Yui después? Vamos, tienes que reconocerme ese riesgo.
»Me juego el pellejo, Datsue, y me juego ser una sucia rata traidora ante mi madre, tal y como lo fue mi padre. Si por mis acciones Yui acabase muriendo...
Negó con la cabeza.
—Y la alternativa sería que no lo consiguiera y la liquidaran a ella. Que la dividieran en trocitos y la sellaran de nuevo en el lago. Y volverías a la casilla de salida.
¿Le tenían que elegir a él? Se contuvo de soltar un bufido. Pues iban amañados. Datsue sabía que tenía labia, y sabía bien que se le daba bien manipular a la gente, pero conocía sus límites. Hacer pensar a alguien al que le caes mal que debe jugarse la vida por ti estaba, sin duda, más allá de ellos.
Daruu continuó hablando. Creía —y con razón—, que aunque rescatasen a Aiko, esta probablemente querría vengarse. Y eso tan solo traería más problemas. Pero el Uchiha lo contemplaba como algo demasiado lejano. Prefería centrarse en lo inmediato.
—Eso no tiene por qué ser un problema —dijo, no obstante, tras pensarlo un poco—. No sé si lo sabes, pero pierde la memoria del último año cada vez que muere. Le pasó en el torneo, y le volverá a pasar ahora. No recordará que Yui la mató. Ni siquiera… —agachó la cabeza—. Ni siquiera se acordará de mí.
Pero la había conquistado dos veces. ¿Por qué no una tercera?
—Antes… Antes dijiste que tu Arashikage, pese a tener pronto, aceptaba una buena disculpa. No… ¿No podríamos solucionar esto sin traiciones ni historias? Se te ve un tipo con contactos. Con amistades. Con poder de convicción. ¿No hay forma de hacer que le levante el castigo? Quizá si los suficientes ninjas mostrasen su desacuerdo por la decisión… —sugirió. Tenía que abrir nuevas vías para afrontar aquello. Porque, tratar de camelar a Kaido y Ayame era como darse de bruces contra una muralla kilométrica.
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¿Que no tenía por qué ser un problema? ¡Claro que lo era! ¡Era el problema! Daruu estaba a punto de replicar, pero entonces una nueva información chocó contra él. Watasashi Aiko era inmortal, pero no su memoria. Cuando algo acababa con ella, en el sentido figurado, claro, la chica sufría una amnesia que le hacía olvidar todo lo ocurrido hasta el momento.
Sí, podría funcionar. ¿Pero y después? Uno sólo de sus compañeros podría recordárselo. Desconocía si tenía familia, también. Y quizás se sentía traicionada por una mentira. Y decidía vengarse.
Y la cagaban.
—Antes… Antes dijiste que tu Arashikage, pese a tener pronto, aceptaba una buena disculpa. No… ¿No podríamos solucionar esto sin traiciones ni historias? Se te ve un tipo con contactos. Con amistades. Con poder de convicción. ¿No hay forma de hacer que le levante el castigo? Quizá si los suficientes ninjas mostrasen su desacuerdo por la decisión… —sugirió Datsue.
Daruu se llevó una mano a la frente, agachó la cabeza y suspiró.
—Sí, estaba pensando en algo así... quizás... quizás pueda hacer algo —dijo—. Pero es arriesgado, hasta para mi. Podría ser un problema para mí.
«Y definitivamente lo será para alguien más. Pero es como debe ser.»
—Escucha. Estamos todos de los putos nervios con el examen. Tú deberías de aprovechar para acercarte a Ayame y a Kaido, y... ¡Y reparar lo que hiciste! Esto no cambia nada, nosotros no tuvimos nada que ver con Aiko.
»Y yo... planearé cómo actuar para que Yui libere a Watasashi Aiko. Quizás la rebaje a la academia, pero la deje salir. O le ponga una fecha de fin a la condena.
9/08/2018, 00:24 (Última modificación: 9/08/2018, 00:54 por Uchiha Datsue.)
¿Quizás? Era todo lo que necesitaba. Una luz al final del túnel. Una oportunidad entre un millón. ¿Problemático? Seguramente. Pero nunca tanto como sacar a Aiko a las espaldas de sus Kages, traicionándoles en el acto. De aquel modo, el único daño colateral que podría suceder era…
«Keisuke».
Se había jurado a sí mismo protegerle. Impedir que sufriese cualquier tipo de represalia por ayudarle. Él, por encima de cualquiera, era el que más había hecho por Aiko. El que más había sacrificado. Se había jugado el cuello. Había desobedecido a su propia Arashikage por ayudarla. Y ahora…
Y ahora Datsue le clavaba un puñal por la espalda.
Sería de hipócritas decir que se arrepentía. Porque, si pudiese retroceder en el tiempo, hubiese repetido palabra por palabra su conversación con Daruu. Porque, mucho se temía, era el único camino para salvar a Aiko.
¿Qué lo sentía? Muchísimo. Y aún así, no quitó el puñal. Y aún así, nada dijo a Daruu para impedirle proceder.
—Lo repararé, Daruu, te lo juro —Datsue extendió una mano para agarrarse al único clavo ardiendo que había en el precipicio.
Extendió una mano para agarrarse a Amedama Daruu.
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9/08/2018, 01:01 (Última modificación: 9/08/2018, 01:02 por Amedama Daruu.)
—Lo repararé, Daruu, te lo juro
Datsue extendió la mano para tomársela a Daruu. Un trato. Un funesto trato, tras una revelación funesta.
Aquello se parecía más a las historias que Daruu leía sobre los ninjas cuando era pequeño que todo lo que había hecho en su vida profesional. Espías que trabajaban en las sombras al servicio de su aldea, pero a veces también al servicio de sí mismos. Y aún así, si le hubieran dado a elegir con la cabeza fría, habría deseado cualquier cosa menos ser el protagonista. No en ese momento.
Porque si extendía la mano y tomaba la del uzujin, significaría acabar tomando parte en algo mucho más grande que él mismo. En una enredada trama de decisiones cuyas consecuencias se bifurcaban en las ramas de un árbol demasiado alto como para treparlo y ver qué escondían al final.
Podía tomar la decisión de dar marcha atrás y continuar su camino. Podría decirle que le apoyaría pasivamente, que no contaría nada a nadie y que intentaría averiguar cómo podría liberarla él mismo. Podría haberse limitado a ser un mero espectador.
Pero en aquél momento, Daruu sintió que no podía hacer otra cosa...
...y tomó la mano de Datsue.
—Y yo juro que intentaré encontrar una manera para que Aiko vuelva a ser libre.
Datsue miró a los ojos a Daruu. Luego a las manos entrelazadas. Esas que habían permanecido unidas quizá por más tiempo de lo que requería un simple y honorable apretón de manos. Luego de nuevo a Daruu, y a la frase que había dejado colgando.
Su mente sumó dos más dos.
—¡Ni lo digas! —Primero Noemi. Luego Koko. Más tarde el propio Daruu. ¿Por qué todo el mundo interpretaba cada acto suyo como homosexual? Apartó la mano antes de que terminase la frase—. Si ibas a decir lo que tú y yo sabemos que ibas a decir, ni lo digas.
»Que me gustan las mujeres, leche —protestó—. ¡Única y exclusivamente! —matizó por si acaso.
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Datsue seguía impasible a lo que en ese preciso instante para Daruu estaba resultando una urgencia máxima, y el amejin estaba seguro de que sólo era por el simple motivo de que no se había dado cuenta todavía. Increíble el poder de la mente humana.
Quiso reír. De verdad que sí. Pero en lugar de eso, se negó a soltar la mano de Datsue. Era... cálida. Calidez. Sí. Eso. Quizás ahora Datsue se daba cuenta...
—No, tío. ¿No tienes frío? ¡Estoy helado, joder! ¡Que estamos al lado de las Montañas de la Tierra! —Como si la simple aseveración les hiciera estar más cerca todavía de los picos, a Daruu le recorrió un escalofrío.
Venían del verano uzujin. A Amegakure. Bajo una puta tormenta. Si Daruu, que era de allí, se notaba falto de ropa, lo que le sucedería a un ribereño sería...
—D-d-deberíamos volver a Uzushiogakure, ¿n-no crees?
Pero, lejos de dejarle marchar, Daruu se aferró a su mano como una amante en la cama. Entonces, lo comprendió. Fue un momento de clarividencia absoluta, de revelación divina. Comprendió por qué Daruu estaba ayudándole. Por qué se arriesgaba tanto por él. No, no era Datsue quien tenía dudas sobre su inclinación sexual, sino…
«Joder, ¡y luego tengo que hacer las paces con Ayame! ¡Esto cada vez se pone más imposible!»
—No, tío. ¿No tienes frío? ¡Estoy helado, joder! ¡Que estamos al lado de las Montañas de la Tierra!
—Ah. Eh… El frío, sí… —carraspeó profundamente—. Pues ahora que lo dices…
Ahora que lo decía, sí. La ropa, empapada, se le pegaba a la piel. Sentía las manos y las orejas congeladas, y tan solo la emoción del momento había evitado que estuviese temblando de arriba abajo.
—Ya lo creo que deberíamos volver —coincidió—. Podrías hacer ese teletransporte mágico tuyo… —sugirió. Volver a pata no era una opción.
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—Claro que podría, claro —dijo Daruu—. De hecho, es lo que voy a hacer. Ahora mismo. Suéltame la mano y tócame el hombro.
Respiró hondo. La última vez, el teletransporte les había arrojado colina abajo hasta chocar con unos árboles. Y por la localización de esta marca en concreto, podrían acabar aún más accidentados. De modo que debía concentrarse. Aterrizar bien. Sí, aterrizar bien.
Formuló los sellos, y los dos genin desaparecieron con un destello carmesí.
· · ·
En el embarcadero de Uzushiogakure, el viejo capitán retirado del barco que llevaba a las Islas del Té pasaba su jubilación pescando, sentado al final del puente de madera del muelle. Pescar era una tarea carente de sobresaltos, justo lo que necesitaba a su edad. Justo lo que...
FUASH.
BOM.
PLACA.
PLOSFFF.
—¡¡HOSTIA PUTA!!
Todo sucedió muy rápido. Un destello rojo. Dos figuras cayendo encima de un poste de madera. Un golpe, dos aullidos, un chapuzón.
—¡Ay…! —Su quejido se prolongó un momento, y, entonces:—. ¡¡HOSTIA PUTA!! —gritó también, al darse cuenta de donde estaban.
Era el famoso embarcadero de Uzushiogakure no Sato, aunque por alguna extraña razón se encontraba al revés. Con el mar en el cielo y el cielo en el suelo. Tardó un eterno segundo en darse cuenta que era por él. Se encontraba con la nuca y la parte alta de la espalda apoyada en el suelo, el culo para arriba y las piernas colgándole por delante. Una postura de lo más…
… vergonzosa.
Se levantó de un salto y se acarició la nuca, dolorida. «Pero, este tío… ¿Puede teletransportarse a donde le dé la real gana?»
—Oh… ¡Espere, que le ayudo! —exclamó, al darse cuenta que en la caída habían tirado a un anciano al mar. Se agachó junto a la orilla y le ofreció una mano para tirar de él hacia arriba.
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—¿¡Pero cómo que espere que le ayudo, pedazo de cabrón!? ¡Te me has tirado encima! ¡Has venido corriendo y me has empujado! ¡SOCORRO, POR FAVOR, UN LOCO, UN LOCO! —gritaba el hombre desde el mar.
Datsue sintió que algo golpeaba la madera del muelle a su derecha: era una mano, una mano humana. Una mano de Amegakure.
Daruu se valió de sus brazos para subir con dificultad por la madera, todo empapado de los pies a cabeza, mientras gimoteaba lastimosamente.
—¡Por Shiona-sama, en paz descanse, tranquilícese buen hombre! —Fue entonces cuando oyó un ligero golpe en la madera: Daruu emergiendo de las profundidades. ¿Era aquello una señal? ¿Él saliendo del lago junto a Aiko? Datsue esperaba que sí—. ¡Ha sido un accidente, hombre!
Sin pensárselo más, saltó al mar. Claro que, como ninja que era, sus pies se mantuvieron en la superficie del agua. Agarró por los sobacos al hombre y tiró de él hacia arriba.
—¿No me reconoce? ¡Soy Uchiha Datsue, hombre, más conocido como Datsue el Intrépido! —Aunque en los últimos tiempos más como uno de los Hermanos del Desierto—. No tiene nada que temer de mí. ¡Al contrario! ¡Conmigo a al lado nada malo puede sucederle! —Aparte de caer de bruces al mar, claro. Pero eso… era agua pasada.
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