Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
—Yo tampoco me lo esperaba, la verdad. El destino puede ser muy caprichoso a veces.
Ella sonrió con la amejin, la verdad es que razón no la faltaba en absoluto.
—Siento haberte cogido así, yo... digamos que prefiero pasar desapercibida lo máximo posible. No sería raro que aquí hubiera alguien que hubiera asistido al examen de chunin y terminara por reconocerme como el monstruo que estuvo a punto de arrasarlo todo... —añadió, apenada y sombría—. Por eso debo pedirte que no le cuentes a nadie que nos hemos encontrado. Yo tampoco lo haré.
Ella tragó y se le borró ligeramente la sonrisa, pero luego ató cabos y asintió, decidida. Lo mejor era no compartir con nadie de su villa que se había encontrado con Aotsuki Ayame en Tanzaku Gai, pues probablemente todo acabaría en discusiones.
—De hecho... me viene muy bien haberme encontrado precisamente contigo.
—¿Ah, sí? —preguntó, entre curiosa y algo asustada por no saber desde donde iba a salir Ayame—. ¿De qué se trata?
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—¿Ah, sí? —preguntó Eri, entre curiosa y algo asustada—. ¿De qué se trata?
Ayame la miró fijamente durante unos instante, aún debatiéndose para sus adentros sobre lo que estaba a punto de hacer. Porque según como estaban las cosas, de ser descubierta, no pasaría sólo unos meses encerrada entre los muros de Amegakure. Seguramente la encerrarían entre barrotes de verdad. Pero habían sido las palabras de Eri la que la habían inspirado, aunque ella no hubiera sido siquiera consciente de ello.
Alzó la mano, en un claro propósito de que se la estrechara.
—Todo esto ha empezado por mi culpa, así que de alguna manera me siento responsable. Y puede que tenga delirios de grandeza hablando como una simple genin en un mundo de titanes, pero... —habló, seria pero con un inusitado brillo en sus iris castaños—. Seamos el puente hacia la paz entre las aldeas, Eri-chan. Seamos la voz de la razón en esta caótica locura. Luchemos para que volvamos a estar como antes, cuando no teníamos miedo a cruzarnos con otros shinobi de otras aldeas.
Ayame posó su mirada sobre ella y la miró directamente, como pensándose las palabras que quería decir. Eri pasó el peso de una pierna a la otra, pero se mantuvo firme pues sabía que le debía más de lo que se podía imaginar.
Aunque no llegaría a esperar lo que iba a decir a continuación.
—Todo esto ha empezado por mi culpa, así que de alguna manera me siento responsable. Y puede que tenga delirios de grandeza hablando como una simple genin en un mundo de titanes, pero...
Quiso replicar, pero se mantuvo callada, pues no quería interrumpir el discurso de la morena.
—Seamos el puente hacia la paz entre las aldeas, Eri-chan. Seamos la voz de la razón en esta caótica locura. Luchemos para que volvamos a estar como antes, cuando no teníamos miedo a cruzarnos con otros shinobi de otras aldeas.
Sus ojos brillaron ante la petición de Ayame. Al principio sin saber muy bien qué decir, procesando toda la información, hasta que la emoción la embriagó, creándole una sensación placentera en el estómago, seguida de, quizá, algo de miedo, pues ambas podían embaucarse en lo que podía ser el final de su vida fácilmente.
Aún así, estrechó su mano al cabo de un poco menos de un minuto.
—Cuenta conmigo, Aotsuki Ayame.
Agitó su mano con una decisión que no le era familiar, pero que ahora residía en un hueco importante de su corazón.
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16/10/2018, 20:56 (Última modificación: 16/10/2018, 22:37 por Aotsuki Ayame. Editado 1 vez en total.)
Las manos de las dos kunoichis se estrecharon, sellando el acuerdo firmado con sus propias palabras que habría de perdurar desde aquel momento en adelante.
—Cuenta conmigo, Aotsuki Ayame.
Y los labios de Ayame se curvaron en una amplia sonrisa, con una sensación aleteando en su pecho. La sensación de que podrían cambiar el mundo. En aquellos momentos ni siquiera se planteó que no fueran más que las ensoñaciones de una mente joven y alocada, ni siquiera quiso pensar en lo que pasaría si su gente en Amegakure se enteraba de que estaba formalizando un pacto con una kunoichi de Uzushiogakure. Se encargaría más tarde de borrar cualquier prueba delatora. Pero antes debía dar el primer paso.
—En ese caso, tenemos que empezar ya mismo. Y necesito que me ayudes con la primera parte, Eri-chan —dijo, más seria—. Hubo algo que no conseguí hacer en Amegakure antes de que tuviéramos que marcharnos de allí. Algo verdaderamente importante...
No había habido tiempo, ni se le había permitido hacerlo. Nada más recobrar el conocimiento, y aún prácticamente bajo el efecto de los sedantes, Ayame había sido arrastrada al barco que la llevaría de vuelta a Amegakure, la aldea que posteriormente se convertiría en su jaula de entrenamiento personal durante los próximos meses. Pero ahora que era libre, que podía estirar las alas todo lo que quisiera sin miradas vigilantes, era el momento de hacerlo.
Eri imitó a Ayame y en su rostro apareció una sonrisa que parecía iluminar toda su cara. Ambas acababan de firmar lo que podría considerarse como el principio de un nuevo Pacto de Paz, pacto que mantuvieron tantos años y que, por diversos malentendidos, ahora se hallaba a punto de ser resquebrajado.
—En ese caso, tenemos que empezar ya mismo. Y necesito que me ayudes con la primera parte, Eri-chan —dijo, más seria—. Hubo algo que no conseguí hacer en Uzushiogakure antes de que tuviéramos que marcharnos de allí. Algo verdaderamente importante...
Ella deshizo lentamente su sonrisa y la miró de forma confusa, ¿qué podría haberse olvidado Ayame de hacer en Uzushiogakure?
—Quiero disculparme a Uzukage-sama.
Frunció el ceño, claramente por no acabarse de creer lo que acababa de decir Ayame. ¿Quería disculparse con Hanabi? ¿Por qué? Bueno, se hacía una idea de la razón por la supuesta disculpa que le debía, pero tanto Uzushiogakure como Amegakure tuvieron sus diferencias en el conflicto, y, al igual que si Ayame quería disculparse con Hanabi, Datsue debería hacer lo propio con Yui.
—¿Cómo pretendes disculparte si no puedes ir a Uzushiogakure? —por poder, sabía que podía, pero no sería muy bien recibida allí, probablemente la retendrían y la encerrarían, y aquello sí que sería una declaración de guerra—. Sería muy peligroso para ti...
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Eri frunció el ceño, como si no acabara de creerse las palabras que acababa de pronunciar Ayame. Pero ella iba completamente en serio, y así lo demostraba su gesto y el brillo determinado de sus iris castaños.
—¿Cómo pretendes disculparte si no puedes ir a Uzushiogakure? —le preguntó al fin—. Sería muy peligroso para ti...
Pero Ayame agitó una mano en el aire.
—No, no. No estoy tan loca aún —respondió, esbozando una sonrisa nerviosa—. Lo suyo es que me presentara ante Uzukage-sama, pero según como están las cosas sería algo inimaginable... Si tan solo pudiera haberlo hecho en cuanto desperté en el hospital... —suspiró con pesar. Pero en aquel entonces los nervios estaban demasiado crispados, y Shanise no quería ni oír hablar del peluquín, por lo que no le había quedado más remedio que acatar sus órdenes. Pero ahora tenía otra oportunidad justo frente a ella, y estaba más que dispuesta a emplearla—. Lo que quiero hacer es hacerle llegar un mensaje. Una carta, quizás. Es lo único que se me ocurre. Y mi única vía para que llegue hasta él eres tú, Eri-chan.
Ladeó ligeramente la cabeza, con una tenue sonrisa.
—No, no. No estoy tan loca aún —respondió, esbozando una sonrisa nerviosa—. Lo suyo es que me presentara ante Uzukage-sama, pero según como están las cosas sería algo inimaginable... Si tan solo pudiera haberlo hecho en cuanto desperté en el hospital...
Ella negó con la cabeza. Ayame no podría haberlo hecho probablemente, debido a todo lo que conllevó que Akame se llevase a la pobre muchacha para poder controlar al bijuu y esposar a Daruu en el proceso —cosa que seguía avergonzándola de sobremanera—, así que no podía culparla de querer hacerlo.
—Lo que quiero hacer es hacerle llegar un mensaje. Una carta, quizás. Es lo único que se me ocurre. Y mi única vía para que llegue hasta él eres tú, Eri-chan.
Se rascó la nuca, pensativa.
—Tiene sentido —concedió. La verdad es que estaba dudando pues sería bastante complicado hacer llegar a Hanabi una carta pues ella no mantenía una relación estrecha con aquel hombre. Sin embargo, era la voluntad de Ayame, así que, si surgía la oportunidad, lo haría—. Está bien, lo haré.
Sonrió a su acompañante, levantando el pulgar.
—¿Tienes la carta ya? ¿O vamos a algún sitio a escribirla?
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21/10/2018, 11:14 (Última modificación: 21/10/2018, 11:15 por Aotsuki Ayame. Editado 1 vez en total.)
—Tiene sentido —concedió la pelirroja, rascándose la nuca con gesto pensativo. Ayame asintió para sí, esperando la respuesta con el corazón en un puño. Y entonces...—: Está bien, lo haré.
—¡Bien! —Allí estaba de nuevo, después de un largo tiempo de aletargamiento, la Ayame radiante de felicidad volvió a surgir en la superficie—. ¡Gracias, Eri-chan, gracias! —exclamaba, con los ojos inundados de lágrimas.
Puede que Eri no fuera consciente de ello, pero lo que estaba haciendo era más importante para Ayame de lo que podía sospechar. La estaba ayudando a liberar su alma atormentada y no sólo eso, estaban dando el primer paso hacia la renovación de la paz entre las tres aldeas.
—¿Tienes la carta ya? ¿O vamos a algún sitio a escribirla? —le preguntó entonces.
Y en aquella ocasión fue ella la que se rascó la nuca.
—No... No esperaba que se me presentará una oportunidad así, así que no tengo nada preparado —afirmó.
Y, aún de haberlo creído posible, llevar una carta así encima habría sido terriblemente peligroso para ella. Cualquiera podría haberla descubierto enseguida.
Ayame parecía tan feliz que Eri no pudo evitar ser contagiada por tal entusiasmo, pues parecía que aquello iba a ser algo realmente para ella, y tan solo con colaborar la pelirroja se sentía plena. ¿No era, pues tarea de un ninja hacer los recados de la gente para que ésta se sintiese mejor?
Sin embargo cuando la pregunta de la kunoichi del remolino fue disparada, Ayame se rascó la nuca, dando a entender que en verdad no había reparado en que a lo mejor se topaba con alguien de Uzushiogakure capaz de llevar su disculpa ante el Uzukage.
—No... No esperaba que se me presentará una oportunidad así, así que no tengo nada preparado —afirmó.
—No te preocupes —alegó Eri, restándole importancia—. Vayamos a algún sitio donde podamos coger un par de papeles y algo para escribir y listo, pero espera, primero tengo que volver a la plaza, que se me ha caído la capa y tendría que recuperarla...
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—No te preocupes —dijo Eri, restándole importancia—. Vayamos a algún sitio donde podamos coger un par de papeles y algo para escribir y listo, pero espera, primero tengo que volver a la plaza, que se me ha caído la capa y tendría que recuperarla...
—¿Tu... capa?[/sub] —preguntó Ayame, ladeando la cabeza. No fue hasta entonces que se dio cuenta de que era cierto, Eri había perdido su capa en algún punto entre que la había visto y había llamado la atención. Sonrió, compresiva, y se encogió de hombros—. [color=dodgerblue]Ah, claro, sin problema.
Para cuando regresara, la kunoichi seguiría en el mismo lugar, con la mano apoyada en el mentón con gesto pensativo.
—¿Sabes dónde podríamos ir? —le preguntó, tan ignorante del lugar como la primera vez que lo había visitado—. Quizás podríamos hacerlo aquí incluso, siempre llevo conmigo una libreta y un lápiz. Por si necesito anotar algo en algún momento, ya sabes —añadió, encogiéndose de hombros.
Eri asintió ya que Ayame le daba vía libre para poder ir a recuperar su capa de viaje. Unos minutos más tardes, la muchacha llegaba con las mejillas algo sonrojadas por la carrera y una capa con pequeñas manchitas de polvo a los lados, pero en perfecto estado.
—Siento la demora —murmuró mientras daba ligeros golpes a su capa, intentando quitar aquellas manchas.
—¿Sabes dónde podríamos ir? —preguntó la kunoichi de la lluvia, y ella tuvo una ligera idea—. Quizás podríamos hacerlo aquí incluso, siempre llevo conmigo una libreta y un lápiz. Por si necesito anotar algo en algún momento, ya sabes —añadió, encogiéndose de hombros.
—Podemos ir a la cafetería donde fuimos la última vez, así escribes la carta en una superficie sólida y mientras nos calentamos un poco de este frío —propuso la muchacha, posando su dedo índice izquierdo en su mejilla, pensativa.
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21/10/2018, 21:12 (Última modificación: 21/10/2018, 21:16 por Aotsuki Ayame. Editado 1 vez en total.)
Eri no tardó más de un minuto en regresar, y volvía con las mejillas sonrosadas por el esfuerzo. Ayame no pudo evitar esbozar una sonrisilla, tampoco hacía falta que se hubiera pegado tal carrera, no tenían tanta prisa. Entre sus brazos llevaba una capa de viaje de color pardo y algo manchada de polvo después de haber estado tirada en el suelo.
—Podemos ir a la cafetería donde fuimos la última vez, así escribes la carta en una superficie sólida y mientras nos calentamos un poco de este frío
Ella ladeó la cabeza a ambos lados, dubitativa. No le hacía demasiada gracia meterse en un lugar con gente que pudiera reconocerla, pero suponía que era mejor que estuvieran en un sitio donde no estuvieran expuestas al frío del invierno. Además, podía poner remedios para evitarlo.
—Está bien, vamos entonces —concedió, con una sonrisa. Mientras echaban a andar por las calles empedradas de Tanzaju Gai hacia la salida de la plaza, Ayame echó mano a uno de los bolsillos de su túnica y extrajo el antifaz, que volvió a colocar cubriendo la parte superior de su rostro—. Siento que se te ensuciara la capa... Lo arreglaría con un buen Suiton, pero creo que mojarla sería aún peor bajo este frío —comentó. Volvía a mirar al frente, y entonces su rostro adoptó un gesto serio y, aprovechando que aún no había gente a su alrededor, preguntó en voz baja—: Entonces... ¿De verdad no me tienes miedo ni me odias? Ya has visto lo que soy.
25/10/2018, 21:47 (Última modificación: 25/10/2018, 21:48 por Uzumaki Eri.)
Ayame concordó con el plan, y ambas kunoichis emprendieron su marcha hacia la cafetería que mencionaba la pelirroja. Ayame se volvió a ocultar, y ella no podía culparla, pues aunque ya había pasado bastante tiempo, las personas solían recordar. Ella se echó la capa de viaje de nuevo, ocultando su vestimenta.
— Siento que se te ensuciara la capa... Lo arreglaría con un buen Suiton, pero creo que mojarla sería aún peor bajo este frío.
Eri miró a su acompañante y sonrió ligeramente, negando con la cabeza a su vez. No le importaban algunas manchas que luego se podían quitar, así que tampoco quería ir empapada por las calles de aquel lugar.
—Entonces... ¿De verdad no me tienes miedo ni me odias? Ya has visto lo que soy.
La pelirroja había vuelto a mirar al frente con aire distraído, así que aquella pregunta la pilló de sopetón. Miró a su alrededor, y al no ver a nadie, se encogió de hombros como restándole importancia.
—¿Tú lo harías si yo lo fuera? —preguntó entonces, luego sonrió—. Entonces ya sabes mi respuesta. —Guiñó un ojo a Ayame y continuaron su marcha.
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26/10/2018, 11:54 (Última modificación: 26/10/2018, 11:54 por Aotsuki Ayame.)
De entre todas las respuestas que podría haber recibido, la que le dio Eri fue, sin duda, de las que menos esperaba.
—¿Tú lo harías si yo lo fuera? Entonces ya sabes mi respuesta.
Ayame la miró con cierto estupor. Durante un instante, sus ojos buscaron algún tipo de vacilación o broma en sus palabras, pero no lo encontró. Sólo encontró sinceridad, pureza, amistad... Y no pudo evitar que sus labios se curvaran en una sonrisa.
—No. Claro que no lo haría —replicó. Entonces se encogió de hombros, algo más seria—. Sin embargo, esa pregunta no es válida, porque yo sé lo que es... tener esto. Pero gracias. Muchas gracias —añadió, con una renovada sonrisa.
Las dos muchachas bajaron unas escaleras de piedra y enfilaron la misma calle de adoquines que recorrieron una vez, mucho tiempo atrás. A ambos lados, los mismos locales que antaño vieron, todos ellos igual de coloridos, algunos de ellos con macetas mustias bajo el puño del invierno en las terrazas. Y, tras varios minutos de caminata, llegaron al fin a su destino. La Cafetería Teté seguía tal y como la recordaba, un local pequeño y acogedor, de paredes de madera oscura y decorado de forma clásica. El mismo aroma y la calidez del café recién hecho volvió a acogerlas cuando entraron y Ayame suspiró con alivio. Afortunadamente, no había tanta gente como la última vez que estuvieron allí. Apenas un par de parejas distribuidas en los extremos de la cafetería, demasiado distraídas en su merienda y en su compañía como para reparar en ellas. Ayame se encaminó hacia una de las mesas más apartadas y, después de sacar un pequeño bloc de notas y un lápiz de su bolsillo y dejarlo sobre el tablero, tomó asiento.
«No, si ahora voy a pasar calor con esta túnica y el antifaz.» Se lamentó, divertida, mientras tomaba la carta para echarle un vistazo. Aunque ella ya sabía lo que iba a pedir.
—Por cierto, se me olvidó preguntarte, ¿qué tal te fue al final con el examen de chunin? ¿Aprobaste?
—No. Claro que no lo haría —replicó. Entonces se encogió de hombros, algo más seria—. Sin embargo, esa pregunta no es válida, porque yo sé lo que es... tener esto —Eri se encogió de hombros, ahí sabía que ella tenía razón—. Pero gracias. Muchas gracias.
Ella asintió, con otra sonrisa.
—Digamos que eres una de las mejores amigas que tengo —quiso añadir con bijuu o sin él, pero las calles no eran seguras para decir algo como aquello.
Bajaron, caminaron y recordaron aquel paseo que habían dado un año atrás. Los sitios que habían visto estaban prácticamente igual, con alguna que otra planta pasándolo mal por el frío, hasta que llegaron a su destino: La Cafetería Teté. Entraron y el aroma inconfundible del café las acogió con los brazos abiertos, al igual que la calidez del lugar. No parecía haber mucha gente. Eri siguió a Ayame y tomaron asiento en una mesa algo apartada, y pese que Ayame no se deshizo de sus ropas de traje, ella tuvo que hacerlo, pues el calor probablemente acabaría por pasarle factura y al final terminaría por resfriarse.
Se sentó frente a Ayame y tomó la otra carta que reposaba en un extremo de la mesa.
—Por cierto, se me olvidó preguntarte, ¿qué tal te fue al final con el examen de chunin? ¿Aprobaste?
Dejó vagar su vista por los postres que daban en el lugar y luego levantó su azulada mirada para posarla sobre Ayame, que curiosa había preguntado por sus resultados. Eri se rascó la mejilla con cierta timidez.
—Ascendí a jounin una vez terminó el examen —dijo en voz baja, removiéndose en el sitio. Todavía sabía sin saber si se merecía o no ese título—. ¿Y a ti? —preguntó esta vez la pelirroja.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100