2/11/2018, 16:33
Daruu se llevó una mano a la frente, y Kōri supo ver las ascuas de la rabia brillando en sus entrañas. Estaba claro que Daruu no era él, y que nunca podría llegar a serlo. Él mismo se lo había dicho, pero si podía hacer algo para ayudarle a templar aquel carácter suyo, haría cuanto estuviese en su mano. Le enseñaría a escarchar esas ascuas, a no dejarse llevar por la rabia. En definitiva, a no cometer una locura como la que hizo en su día.
—Cuando ese gato apareció transformado en un niño con el pelo blanco y los ojos azules, te juro que llegué a pensar que eras tú quien estaba haciéndome una jugarreta —le dijo su pupilo, y Kōri ladeó ligeramente la cabeza. Había errado en aquella suposición, pero estaba cerca de la verdad. En realidad, él había estado cerca todo el tiempo, observando el proceso de aquella peculiar escena pero a una distancia suficiente como para no ser detectado—. Quien iba a decir que iba a acabar firmando un pacto con los gatos. ¡Yo! Cuando se entere mi madre, va a ser gracioso. Ya sabes, porque ella invoca perros. Y cuando se entere a Ayame, voy a tener que soportarla durante un rato. Seguro que se pica.
—Es muy probable. Como también es muy probable que padre y yo tengamos que soportar sus súplicas de que le enseñemos a invocar algo durante varios días.
Daruu avanzó y clavó sus ojos violetas en los escarchados del jonin.
—Bueno, ¿nos vamos a casa o qué?
—Adelántate, yo debo ir a informar para que recojan el cuerpo de la anciana —respondió con cierta gravedad—. No podemos dejarlo aquí.
Fue un visto y no visto. Kōri desapareció con una última ventisca invernal, dejando de nuevo a Daruu solo en aquel callejón perdido de Amegakure.
—Cuando ese gato apareció transformado en un niño con el pelo blanco y los ojos azules, te juro que llegué a pensar que eras tú quien estaba haciéndome una jugarreta —le dijo su pupilo, y Kōri ladeó ligeramente la cabeza. Había errado en aquella suposición, pero estaba cerca de la verdad. En realidad, él había estado cerca todo el tiempo, observando el proceso de aquella peculiar escena pero a una distancia suficiente como para no ser detectado—. Quien iba a decir que iba a acabar firmando un pacto con los gatos. ¡Yo! Cuando se entere mi madre, va a ser gracioso. Ya sabes, porque ella invoca perros. Y cuando se entere a Ayame, voy a tener que soportarla durante un rato. Seguro que se pica.
—Es muy probable. Como también es muy probable que padre y yo tengamos que soportar sus súplicas de que le enseñemos a invocar algo durante varios días.
Daruu avanzó y clavó sus ojos violetas en los escarchados del jonin.
—Bueno, ¿nos vamos a casa o qué?
—Adelántate, yo debo ir a informar para que recojan el cuerpo de la anciana —respondió con cierta gravedad—. No podemos dejarlo aquí.
Fue un visto y no visto. Kōri desapareció con una última ventisca invernal, dejando de nuevo a Daruu solo en aquel callejón perdido de Amegakure.