Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Estaba apoyada en el marco de su ventana, abierta de par en par para disfrutar los primeros rayos del sol matutino que ya se veían salir por entre el horizonte. Estaba despeinada, con parte de su cabello recogido en una vaga trenza a un lado de su cara, adormilada y mirando ensimismada su aldea. Llevaba unos escasos días allí desde su vuelta, pues en el último mes solo había pensado en el cumplimiento de aquella misión que había llevado a cabo lejos de su villa.
Se rascó ligeramente la ceja izquierda y chasqueó la lengua cuando se dio cuenta de que se había olvidado, de nuevo, coger las galletas del estante. ¿Cuánto tiempo hacía que no tomaba algún dulce así para desayunar? Así que se dio la vuelta y a paso lento, se acercó a la encimera donde dejó su taza de chocolate para alcanzar el paquete.
Llevaba días fuera, por lo que no podía evitar pensar que ya era hora de afrontar la situación, pues no era muy favorable y, ante todo, no sabía qué había ocurrido allí en su ausencia, así que solo le quedaba buscar a Nabi o a Datsue para que la pusieran al día. Era cierto que las últimas veces que se habían encontrado no habían acabado bien, pero reconocía que echaba de menos a aquellos dos, eran sus mejores amigos, después de todo.
—Ven... ¡Te tengo! —exclamó una vez alcanzó el paquete.
Lo abrió con cuidado de no romperlo y desparramar todas aquellas galletas —como había ocurrido en un par de ocasiones—, para seleccionar una de ellas y llevársela a la boca.
Crunch, crunch.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
6/01/2019, 23:55 (Última modificación: 6/01/2019, 23:55 por Amedama Daruu.)
Y de pronto, mientras Eri degustaba sus galletas...
¡Pom, pom, pom!
Unos golpes, firmes, en la puerta de su humilde hogar. ¿Quién sería el visitante aquella mañana?
Pues a ver, un ninja de Uzushio podía esperar muchas cosas. Que le visitase otro ninja, por supuesto. Un amigo, o simplemente un superior que le ordena visitar la oficina del Uzukage.
Lo que no esperaba Eri, claro, era encontrarse con el mismísimo Uzukage.
Aunque más bien era medio Uzukage.
Hanabi tenía la mitad izquierda del cuerpo envuelta en vendas. Si tenía pelo en esa parte del cuerpo, no lo sabría nunca, porque tenía también vendada la mitad de la cabeza. Sin embargo, pese a su deplorable estado, su sonrisa era radiante.
No esperaba visita aquel día, así que estaba tan ensimismada comiendo su desayuno que los firmes golpes en su puerta la sobresaltaron. ¿Quién sería a aquellas horas de la mañana? Dejó el paquete justo al lado de la taza que había dejado con anterioridad y se aventuró a abrir la puerta, encontrándose, nada más y nada menos, que con el mismísimo Uzukage en persona.
—¡¿U-Uzukage-sama?! —exclamó la kunoichi, despertándose totalmente de su ensimismamiento al comprobar como en efecto, era el líder de su villa el que acababa de llegar a la puerta de su casa. Sin embargo, la mitad de su cuerpo estaba cubierto por vendas, cosa curiosa pues ella pensaba que nada había ocurrido durante su marcha.
—Buenos días, Eri-san. ¿Puedo pasar a desayunar?
—¡C-claro! Pase, pase, póngase cómodo —pidió abriendo la puerta de par en par para dejarle pasar al interior de su casa—. Uzukage-sama... ¿Está... Está usted bien? ¿Necesita ir al hospital? Perdón mi osadía pero, ¿qué le ha ocurrido? —cuestionó, incapaz de entender como aquel fuerte hombre había terminado así.
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Hanabi le dedicó a Eri una ligera reverencia a modo de agradecimiento, los brazos retirados tras la espalda, y caminó hacia el interior leyendo con la mirada las decoraciones de la entrada con extrema curiosidad.
Ante el bombardeo de preguntas de su jounin, Hanabi alzó la mano, pidiendo un poco de espacio para hablar, y la sonrisa se le torció un punto.
—Han ocurrido... muchas cosas. Me sorprende que no te hayas enterado, con el revuelo que hubo hace un par de noches —dijo—. Pero este cansado Uzukage tiene hambre y está un poco debilucho, ¿podemos hablar cuando estemos sentados? ¿Tienes té rojo? Me encanta el té rojo.
»Además, traigo malas noticias. Muy malas. Y algo difíciles de digerir. Así que será mejor que hablemos con tranquilidad. —Ahí ya la sonrisa de Hanabi había desaparecido por completo.
Al ver como Hanabi alzaba su mano, ella enmudeció totalmente y bajó la mirada al suelo, claramente abochornada por su comportamiento. Sin embargo, el líder de su aldea era alguien más benevolente de lo que ella merecía, pues comenzó a contestar sus energúmenas preguntas.
—Han ocurrido... muchas cosas. Me sorprende que no te hayas enterado, con el revuelo que hubo hace un par de noches —dijo—. Pero este cansado Uzukage tiene hambre y está un poco debilucho, ¿podemos hablar cuando estemos sentados? ¿Tienes té rojo? Me encanta el té rojo.
—Claro, Uzukage-sama, tome asiento allí, en el sillón —señaló al centro de la sala, donde se situaba un sillón de color oscuro tapado parcialmente por lo que parecía una tela algo vieja, frente a éste había una pequeña mesa de madera también oscura—. Iré a por su té.
—Además, traigo malas noticias. Muy malas. Y algo difíciles de digerir. Así que será mejor que hablemos con tranquilidad.
Ella asintió, incómoda, mientras iba a preparar el té rojo que quería Hanabi. Tardó un poco más de lo que ella quería, pues sus últimas palabras hacían que sus manos temblasen ligeramente, incapaz de anticipar lo que había ocurrido para que fuesen malas noticias. Así, tras más o menos quince minutos, Eri se acercaba al lugar con una bandeja donde se hallaba el recipiente que contenía el té rojo del Uzukage, su taza de chocolate y unas pastas que había colocado en un plato.
—Aquí tiene, Uzukage-sama.
No quería instarle más, pero se moría por dentro solo por querer escuchar lo que había ocurrido.
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—Ahh, muchas gracias —dijo Hanabi, acercándose la taza pero esperando con precaución—. Vale, Eri, no me andaré con rodeos porque tenemos para un rato. Por favor, necesito que te quedes conmigo en esto. Va a ser duro y han pasado... muchas cosas.
»Al parecer, un bijuu ha reclutado varios humanos, se hacen llamar los "Generales de Kurama". Han conseguido revertir el sellado de Aotsuki Ayame. Ahora el Gobi es quien domina su cuerpo. Y es una certeza que van a ir detrás de Datsue también.
7/01/2019, 01:01 (Última modificación: 7/01/2019, 01:03 por Uzumaki Eri. Editado 1 vez en total.)
—Ahh, muchas gracias —dijo Hanabi, acercándose la taza pero esperando con precaución—. Vale, Eri, no me andaré con rodeos porque tenemos para un rato. Por favor, necesito que te quedes conmigo en esto. Va a ser duro y han pasado... muchas cosas.
Ella asintió, sentándose a su lado y mirándole directamente a los ojos, esperando, aunque quizá, ni ella se esperaba lo que él iba a contar.
—Al parecer, un bijuu ha reclutado varios humanos, se hacen llamar los "Generales de Kurama". Han conseguido revertir el sellado de Aotsuki Ayame. Ahora el Gobi es quien domina su cuerpo. Y es una certeza que van a ir detrás de Datsue también.
—N-no... N-no puede ser... —murmuró al unir en su cabeza revertir, sellado, Ayame y Gobi. No podía ser, no, era una broma, seguro que era una broma, ¿no? ¿Cómo, entonces, habían logrado hacer algo así? No tenía sentido, no... —. ¿Un bijuu? ¿Generales de Kurama? ¿Y... Datsue está en peligro? —tragó saliva y se llevó una mano a la frente, incapaz de digerir todo aquello de una sentada—. ¿Cómo ha sido esto posible? ¿Cómo han revertido el sello de Aotsuki Ayame? Señor... Pero eso es muy difícil, ni si quiera los Uzumaki conocen algo así...
Datsue... Él estaba en peligro, y ella, ella no sabía nada sobre él, ¿lo sabría? ¿No lo sabría? ¿Estaría bien? Demasiadas preguntas sin respuesta, y ella, oh ella, era solo una mota en todo aquello que parecía ser demasiado grande.
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—Sí, ese es el problema —dijo. Ese era el problema. Ni siquiera los Uzumaki conocen algo así, ergo, estaban jodidos. Jodidísimos—. No es algo que se haya hecho nunca. El Consejo de Sabios anda discutiendo y estudiando como podría hacerse algo así, pero incluso a ellos les llevará un poco de tiempo, si es que consiguen hayar la manera.
»Todo esto lo descubrió el propio Datsue. Se cruzó con Ayame, que estaba totalmente cambiada. Afirmaba ser el Gobi, su bijuu, y se dirigió no hacia él, sino al Ichibi en su interior. Allí estaba también Juro. Que adivina, resulta ser un jinchuuriki encubierto por el puto Kenzou. Secreto. Tienen un bijuu también.
Ahora que estaba desahogándose y diciendo todo en voz alta, se daba cuenta de lo moviditas que habían sido las últimas semanas.
—Sí, ese es el problema —dijo—. No es algo que se haya hecho nunca. El Consejo de Sabios anda discutiendo y estudiando como podría hacerse algo así, pero incluso a ellos les llevará un poco de tiempo, si es que consiguen hallar la manera.
Se tapó los ojos con los dedos, todavía costaba asimilar toda aquella información de golpe: Ayame reclusa dentro de su propio cuerpo, Datsue en peligro, y...
—Todo esto lo descubrió el propio Datsue. Se cruzó con Ayame, que estaba totalmente cambiada. Afirmaba ser el Gobi, su bijuu, y se dirigió no hacia él, sino al Ichibi en su interior. Allí estaba también Juro. Que adivina, resulta ser un jinchuuriki encubierto por el puto Kenzou. Secreto. Tienen un bijuu también.
—¡No...! —exclamó, pero su lamento murió en su garganta. Juro no, Juro... ¿Jinchuuriki? Ayame, Datsue, Juro... Todos aquellos que había jurado proteger porque eran sus amigos, y ahora... Los tres estaban en peligro—. Señor, ¿y Datsue? ¿Datsue está bien? ¿Dónde está ahora? ¿Saben algo de Aotsuki Ayame... Y... Y Juro?
»Perdone, es que son... Son mis amigos, señor, y todo esto... Como logren su cometido, nos vemos en algo más grande que una guerra entre aldeas...
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—No te preocupes, Eri, es normal —dijo—. Datsue está bien, aunque se rompió el brazo el otra noche, con una caída. No te preocupes, insisto, está bien. Pero tengo malas noticias.
»Uno de esos Generales de Kurama atentó contra mi Edificio por sorpresa el otro día, se coló en los calabozos y asesinó a Uchiha Akame.
9/01/2019, 14:04 (Última modificación: 9/01/2019, 14:09 por Uzumaki Eri. Editado 1 vez en total.)
—No te preocupes, Eri, es normal —dijo—. Datsue está bien, aunque se rompió el brazo el otra noche, con una caída. No te preocupes, insisto, está bien. Pero tengo malas noticias.
«Otra más...» Pensó para sus adentros, ¿qué más malas noticias podía traer en un solo día? ¿Tanto había perdido por una misión?
—Uno de esos Generales de Kurama atentó contra mi Edificio por sorpresa el otro día, se coló en los calabozos y asesinó a Uchiha Akame.
—¿Q-qué? —aquello la destrozó del todo. ¿Akame? ¿Akame, el mismísimo profesional? ¿Aquel que nunca había sido vencido... Muerto? Se le cayó la taza de entre las manos, acabando por impactar contra el suelo donde se despegó del asa de cerámica.
—Lo siento.
—¿Se... encontró al culpable? —preguntó con una voz con tono impersonal, agachándose para recoger los pedazos de su taza ahora rota—¿Cómo fue capaz de infiltrarse hasta aquí...?
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—No, se fue tan rápido como vino —dijo, apretando los puños—. Y tampoco sabemos como logró infiltrarse. De verdad, es frustrante.
Eri vio el gesto de su superior, y comprendió que todo aquello no estaba siendo para nada fácil para él. Sabía que ella, quien conocía a Akame y era amiga de Datsue, Juro y Ayame; lo pasaría mal, sin embargo él, como Uzukage, acababa de recibir un buen golpe que no había visto ni venir, tanto físico como mental.
—No se preocupe Uzukage-sama, ya lo recojo yo... —alegó, recogiendo un poco más deprisa al ver como él se agachaba a ayudar a la pelirroja a recoger los trozos de taza del suelo.
—Dime, Eri. ¿Estás ocupada hoy?
—No, señor —contestó ella, no tenía nada que hacer salvo entrenar—. ¿Necesita algo de mí?
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Eri y –pese a sus quejas– Hanabi terminaron de recoger los fragmentos de taza de desayuno y volvieron a sentarse. Eri respondió negativamente ante la pregunta del mandatario. Hanabi sonrió y se echó las manos detrás de la nuca.
—Sé que no te he traído buenas noticias —dijo—, aunque quizás sea mayor motivación hacerlo en tiempos de guerra que de paz.
»Empezaremos a entrenar el Rasengan hoy, ¿te parece?
—Sé que no te he traído buenas noticias —dijo—, aunque quizás sea mayor motivación hacerlo en tiempos de guerra que de paz.
Eri dejó los pedazos que había recogido, junto con ayuda del Uzukage; sobre su pequeña mesa, mientras escuchaba como el líder de Uzushiogakure le comentaba el por qué de su repentina visita.
—Empezaremos a entrenar el Rasengan hoy, ¿te parece?
Parpadeó varias veces, y luego le brillaron los ojos por un instante, el mismísimo en el que su cuerpo se llenó de algo parecido a la emoción, donde Akame pasó, por un segundo, a ser algo de segundo plano. Sin embargo poca fue la embriaguez que sintió ante aquello, pues los tiempos que corrían no favorecían nada a que ella estuviera de buen humor, al menos no aquel día.
Sin embargo, la respuesta estaba más que decidida.
—Me encantaría, Uzukage-sama —contestó, mostrando una sonrisa.
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