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Lo que vino a continuación fue incluso más inesperado que el reemplazo de liderazgo de Yui a Shanise. Verán, hasta ahora se han hecho varias analogías entre la tormenta y la posibilidad de una discusión en la mesa, pero la tempestad que guardaba Hanabi en su interior y que no pudo aguantar dentro superaba todas las previsiones. Está claro que Hanabi era el Uzukage, y por supuesto que eso significaba que era fuerte, pero para ser sinceros, había kages más fuertes que otros y Hanabi parecía el más débil de los tres: larguirucho, pero escuchimizado y ojeroso.
La puta que lo parió. ¡Ese hombre! De los huracanes se suele decir que su centro es un refugio tranquilo que contrasta con su cerco exterior, pero en Hanabi era al revés. Hanabi era el ojo del huracán, y el huracán lo llevaba por dentro.
Durante unos momentos, no pudieron moverse, ni casi respirar. El ANBU dejó de temblar porque no pudo mover ni un vello del cuerpo.
Shanise tragó saliva, mirando de reojo los añicos de la taza de té de Yui.
—Por los huevos de Amenokami, Hanabi, qué coño... eso ha sido... interesante. —¿Eso había sido una amenaza? No debía de serlo, a juzgar por la expresión alarmada de Akimichi Katsudon. No. Era de verdad que había sido sin querer—. Por el amor de... ¡Hanabi-dono! ¡Contrólese! ¡Lo siento! ¡Qué coño lo siento! ¿¡Qué cojones ha sido...!?
Ahem, se aclaró la garganta Shanise.
»Como sea, aún tenemos cosas de qué hablar. Creo que deberíamos reforzar la seguridad, como mínimo de nuestros países y fronteras. Un poco más de control en localizaciones estratégicas no vendría nada mal. Y todavía nos queda el tema de mi Fuuinjutsu de control de accesos y de sus medidas contra el descuido de información. Y ya que andamos hablando de colaborar, podríamos valorar crear un grupo de ninjas que sirvan al Pacto, y no a las Villas. Ya sabéis. Aunque no sean neutrales del todo. ¿Una especie de guardias encargados de proteger el Pacto y de investigar a esos condenados Generales?
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24/01/2019, 20:35
(Última modificación: 24/01/2019, 20:36 por Moyashi Kenzou. Editado 1 vez en total.)
Aquella era una de aquellas escasas ocasiones en las que Hanabi se mostró abiertamente de acuerdo con Shanise: Zoku había sido un verdadero peligro, y no sólo para su aldea. Y la sóla idea de que pudiera alzarse alguien con sus mismos ideales podría llevarles fácilmente a acompañar a las Antiguas Cinco Grandes a la extinción. Aunque realmente no había nadie sobre la superficie de Oonindo que no pudiera mostrarse de acuerdo con esa afirmación sin haber perdido la cordura.
Como si nada hubiera ocurrido en los últimos meses; o, más bien, como tres cuencos reparados con Kintsugi, los lazos entre las tres aldeas comenzaban a entrelazarse y reafirmarse. Era una gran noticia, algo digno de celebración, y todos en aquel templo eran conscientes de ello. Una demostración de ello era la muestra de confianza de Shanise, quitándose la máscara que la protegía en todo momento; las tazas de té que Kenzou volvía a ofrecer a todos los allí presentes, la sonrisa de Hanabi...
Y aquella súbita presión, electrizante, tan asfixiante que les cortó la respiración a todos. Las tazas de porcelana estallaron de repente en miles de pedacitos que se esparcieron por la mesa con un aterrorizado tintineo. Kenzou no necesitó volverse para saber de dónde venía aquella congoja. Sarutobi Hanabi, aquel novato e imberbe Uzukage, aquel escuchimizado y ojeroso jovenzuelo era la fuente de aquel poder. Y sólo había sentido en una ocasión algo similar a aquello, sólo podía comparar aquella fuerza con una sola cosa: el chakra de un Bijū. Sarutobi Hanabi, el sexto Uzukage de su aldea, era el Jinchūriki del Remolino.
Junto al Morikage, y aunque tan aterrorizados como conejillos, tanto Hana como el shinobi encapuchado se tensaron en una clara predisposición a proteger a su líder.
Pero aquella aplastante sensación desapareció tan rápido como había aparecido.
—¡Oh, disculpadme! —exclamó Hanabi, que parecía sorprendido por lo que acababa de desatar—. ¡Me vine demasiado arriba por la emoción!
Moyashi Kenzou dejó escapar el aire que había estado reteniendo en los pulmones.
—Por los huevos de Amenokami, Hanabi, qué coño... eso ha sido... interesante —Shanise fue la primera en hablar—. Por el amor de... ¡Hanabi-dono! ¡Contrólese! ¡Lo siento! ¡Qué coño lo siento! ¿¡Qué cojones ha sido...!?
—¡Pero, muchacho! —exclamó Kenzou, con una risotada que contrastaba con el sudor frío que perlaba su frente—. ¿Quién iba a decir que en un cuerpo tan flacucho como el tuyo se escondía un poder así? ¡Tú y yo tenemos que medirnos algún día de igual a igual! ¡Sí señor!
Shanise se aclaró la garganta, deseosa de volver al raíl principal.
—Como sea, aún tenemos cosas de qué hablar. Creo que deberíamos reforzar la seguridad, como mínimo de nuestros países y fronteras. Un poco más de control en localizaciones estratégicas no vendría nada mal. Y todavía nos queda el tema de mi Fuuinjutsu de control de accesos y de sus medidas contra el descuido de información. Y ya que andamos hablando de colaborar, podríamos valorar crear un grupo de ninjas que sirvan al Pacto, y no a las Villas. Ya sabéis. Aunque no sean neutrales del todo. ¿Una especie de guardias encargados de proteger el Pacto y de investigar a esos condenados Generales?
—¿Un grupo de ninjas ajenos a las aldeas? ¿De dónde vamos a sacar algo así? —preguntó Kenzou, y entonces se inclinó hacia delante en su asiento, plantando la palma de su mano sobre la mesa—. ¿O estás sugiriendo que esos ninjas sean nuestros propios ninjas? ¿Eres consciente de los riesgos que acarrearía algo así, Shanise-san? ¿De los secretos que se podrían filtrar?
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—Disculpadme, disculpadme —volvió a pedir, avergonzado de sí mismo, haciendo pequeñas inclinaciones de cabeza ante Shanise y Kenzou. ¡Qué mala pata la suya! ¡Cuando todo estaba yendo rodado iba él y lo arruinaba!
Por suerte, el pequeño incidente pareció quedarse en una de esas anécdotas que, en el futuro, se recordarían como divertidas, tal y como había hecho Yui rememorando su petición de autógrafo a Shiona.
La negociación en seguida retomó su cauce, con una nueva propuesta por parte de Shanise: la formación de un equipo especial de seguridad, dedicado totalmente a proteger el Pacto y acabar con las amenazas a este, como podía ser Kurama y sus Generales. Tal y como decía Kenzou, la única opción real era que fuese compuesto por sus propios ninjas, que se convertirían en una especia de rōnins, pero sin la connotación peyorativa de la palabra.
Pese a las pegas que puso Kenzou —de las que, era consciente, eran reales—, aquella idea en seguida conectó con Hanabi.
—Pues a mí me gusta —intervino, tras Kenzou—. Me gusta mucho.
En su cabeza se imaginaba ya a posibles candidatos. Candidatos del presente, como podía ser Eri. Candidatos del futuro, como podía ser el pupilo de Eri, Riko. Todos ellos herederos de la Voluntad de Shiona.
—Sinceramente, creo que esta es una oportunidad de oro para crear algo que dé verdadera durabilidad y consistencia al Pacto, sin importar quienes nos sucedan. —Y no como antes, que, siendo sinceros, dependía demasiado de la buena voluntad de los Kages. Y de que estos no sufriesen de amnesia esporádica. Evitó mirar a Kenzou al pensar esto último—. Un equipo especial, una especie de Vigilantes o Protectores del Pacto, encargados de velar por este, formado por ninjas de Uzu, Ame y Kusa, de manera equitativa, y unidos por…
»… un Vínculo Sanguíneo —improvisó Hanabi. No tenía pensado usarlo para aquello, pero la idea le había gustado tanto que decidió apostar por ella—. Un vínculo que les una en ese objetivo común, el bien mayor, y que les aleje de cualquier… tentación o interés ajeno.
»Uzushiogakure podría facilitar dicho fuuinjutsu.
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Shanise le mantuvo la mirada a Kenzou mientras el hombre sobrerreaccionaba. ¡Ja! Y luego eran ellos los paranoicos. Y luego eran ellos los sobreprotectores.
—Soy consciente de los riesgos, pero estamos en unos tiempos que requieren esta clase de colaboración. —A pesar de que a Yui tampoco le pareciese buena idea cuando se lo contó, Shanise había conseguido atravesas sus defensas. Si podía saltar por encima de Yui, podía saltar por encima de Kenzou. Siempre que Hanabi...
—Pues a mí me gusta —intervino, tras Kenzou—. Me gusta mucho.
Shanise suspiró de alivio.
—Sinceramente, creo que esta es una oportunidad de oro para crear algo que dé verdadera durabilidad y consistencia al Pacto, sin importar quienes nos sucedan. —Y no como antes, que, siendo sinceros, dependía demasiado de la buena voluntad de los Kages. Y de que estos no sufriesen de amnesia esporádica. Evitó mirar a Kenzou al pensar esto último—. Un equipo especial, una especie de Vigilantes o Protectores del Pacto, encargados de velar por este, formado por ninjas de Uzu, Ame y Kusa, de manera equitativa, y unidos por…
»… un Vínculo Sanguíneo.
Glups. No es que la idea le pareciese mala, desde luego. Pero, ¿estaba bien tomar una decisión tan importante sin...? Shanise volvió a mirar a la arboleda. ¡Qué coño! ¡Yuyu no estaba allí! ¡Ella estaba al mando! Si no quería que la cagase, no haberle dejado el poder para hacerlo.
»Uzushiogakure podría facilitar dicho fuuinjutsu.
—Me parece bien —declaró Shanise—. Esto... no creo que pueda considerarse un Pacto ya, señores. Esto es algo más. Esto es...
»Una Alianza. La Alianza de las Tres Grandes.
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(Última modificación: 25/01/2019, 19:22 por Moyashi Kenzou. Editado 3 veces en total.)
—Soy consciente de los riesgos, pero estamos en unos tiempos que requieren esta clase de colaboración —habló Shanise, tajante.
Sin embargo, cuando Kenzou se volvió hacia Hanabi buscando un punto de apoyo, de encontró justamente lo contrario:
—Pues a mí me gusta. Me gusta mucho.
Kenzou chasqueó la lengua, plenamente disgustado con la idea de mandar a algunos de sus shinobi fuera de los límites de la aldea, de condenarlo a un exilio voluntario, de arriesgar que se descubrieran cosas fuera de Kusagakure que no deberían ser sabidas. Pero estaban formando un Pacto, y la mayoría había hablado. Y todos sabían que Kusagakure era conocida por ser una aldea diplomática. Tendría que agachar la cabeza y acceder.
—Sinceramente, creo que esta es una oportunidad de oro para crear algo que dé verdadera durabilidad y consistencia al Pacto, sin importar quienes nos sucedan —continuó hablando el Uzukage—. Un equipo especial, una especie de Vigilantes o Protectores del Pacto, encargados de velar por este, formado por ninjas de Uzu, Ame y Kusa, de manera equitativa, y unidos por… un Vínculo Sanguíneo —concluyó, y Kenzou volvió la cabeza hacia él con interés y cierto recelo—. Un vínculo que les una en ese objetivo común, el bien mayor, y que les aleje de cualquier… tentación o interés ajeno. Uzushiogakure podría facilitar dicho fuuinjutsu.
—Me parece bien —declaró la segunda al mando de Amegakure—. Esto... no creo que pueda considerarse un Pacto ya, señores. Esto es algo más. Esto es... Una Alianza. La Alianza de las Tres Grandes.
Pero Kenzou no se mostraba tan convencido con la idea:
—¿Y en qué consistiría ese Vínculo Sanguíneo, mi buen Hanabi-dono? —preguntó el Morikage, con su sonrisa siempre presente.
Puede que Moyashi Kenzou fuese el más viejo de los tres Kage, pero también era el que estaba más versado en las artes de sellado. Y quería conocer todos los detalles al respecto de ese fuuinjutsu, de las consecuencias que entrañaba, antes de acceder abiertamente a él. Antes de formar parte de ninguna Alianza de ningún tipo.
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La Alianza de las Tres Grandes. Le gustaba. Joder, le gustaba mucho. Desde que Yui se había ido a dar un paseo, las cosas estaban yendo rodadas. Hasta se había olvidado ya de sus pastillas.
—Ah, en lo que nosotros queramos, Kenzou-dono. Consistirá en lo que los tres queramos —dijo, esbozando una sonrisa—. Una promesa a no faltar jamás a los intereses de la Alianza. A ser leales a ella. A protegerla. Hay que pensar bien la promesa en cuestión, tenerla muy definida y delimitada, porque, bueno, si la incumples te mueres. —Así de sencillo y rotundo.
¿Debía decir que aquel jutsu era la herencia de Uzumaki Zoku? No, probablemente no. Era mejor sufrir de una amnesia temporal, como le había sucedido al anciano Kenzou. Más allá de que, en realidad, no le veía nada de malo. Zoku había sido una víbora que trató de emponzoñar Oonindo con su veneno, sí. Pero todo el mundo sabía que era, precisamente de los venenos, de donde se sacaban los antídotos.
Zoku, sin saberlo, había dado la fórmula necesaria al mundo para curarse de tipejos como él.
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Shanise fijó la mirada en Hanabi, y se la mantuvo un buen rato. Luego, giró el rostro lentamente hasta el ANBU. A él se lo quedó mirando también un buen rato.
—¿Q... qué sucede, Shanise-senpai? —tartamudeó el pobre hombre.
—Ve a buscar a Yui-sama.
—P... pero...
—Ahora.
El ANBU se estremeció, dio un brinco y salió corriendo, perdiéndose entre la arboleda. Shanise volvio a dirigir la mirada a Hanabi.
»¿Y las circunstancias? ¿Y si es necesario romperlo? Comprenderá, Hanabi-dono, que esto me resulta difícilmente una buena idea. Además, ¿quién realizaría dicha técnica, para que nadie pudiera romperla fácilmente? ¿Un Uzumaki de su villa, hmm? Eso sería guardar la llave al lado de la caja fuerte. ¿Entiende? Si usted quisiera romper su propio juramento, sólo tendría que eliminar el sello.
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—Ah, en lo que nosotros queramos, Kenzou-dono. Consistirá en lo que los tres queramos —respondió Hanabi, más alegremente de lo que la situación exigía—. Una promesa a no faltar jamás a los intereses de la Alianza. A ser leales a ella. A protegerla. Hay que pensar bien la promesa en cuestión, tenerla muy definida y delimitada, porque, bueno, si la incumples te mueres.
Aunque conservaba su eterna sonrisa, el ceño de Kenzou se frunció aún más. Aquel asunto de la Alianza de las Tres Grandes estaba comenzando a sobrepasar cualquier tipo de línea.
Afortunadamente, en aquella ocasión no era el único que lo estaba viendo: Shanise se había vuelto hacia el tembloroso ANBU y le mandó buscar a Yui con urgencia.
Bien. Iban a necesitar de su poderoso temperamento en aquel truculento asunto.
—No es mi intención arruinar esta pacífica reunión llena de pacíficas intenciones —habló el Morikage, incorporándose en su asiento y apoyando sendas manos sobre el tablero, y su voz sonó inusualmente severa. Su intención perseguía el propósito de ganar tiempo para la llegada de la Tormenta y, de paso, aprovechar utilizar su propio poder de influencia—. Pero no sólo estáis solicitando utilizar a nuestros shinobi para alejarlos de sus aldeas para proteger esto que estamos llamando Alianza, sino que ahora se está proponiendo incluso la utilización de una técnica de sellado... con un doble rasero muy peligroso: la muerte.
»¿Eso son las Alianzas para ti, Hanabi? ¿Colaboración voluntariosa con el filo de un kunai siempre apuntando a tu cuello? Disculpadme, pero creo que este asunto comienza a atravesar unas líneas impensables.
Si la idea de Shanise no le había agradado, desde luego que la de Hanabi le había sentado como si le hubiese escupido en la mejilla.
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Ah, cuando los juramentos de paz se convertían en algo más que palabras en el aire, la cosa se tensaba. Hanabi lo había esperado, claro. Jamás había sido muy optimista respecto a su fuuinjutsu. Pero era su deber intentarlo.
No le pasó desapercibido que Shanise dejó de tutearle.
—Siendo justos, Shanise-dono, lo mismo podría decir yo de su ofrecimiento del Fuuinjutsu anti-infiltraciones —dijo, respecto al comentario de que ellos podían tener la llave para romper dicho juramento. Exactamente lo mismo se podía decir del suyo. Un ofrecimiento que, además, venía en parte para que se olvidase del pequeño detalle de que Daruu podía teletransportarse en su Villa cuando quisiese. ¿Quién le decía a él que no tenían una forma de evadirlo, también?—. No, yo no lo veo como usted lo ve, Kenzou-dono. Para mí, no es poner el filo de un kunai a nadie. Es una declaración de intenciones. Un mensaje: de que estarán dispuestos a hacer lo que sea, para proteger la Alianza. Y estoy seguro de que los shinobis elegidos, ya preferirían morir antes que traicionar esta visión.
»Shanise-dono, usted propuso un grupo que sirviese a la Alianza, y no a las Villas. Pero si esto depende de las circunstancias de cada uno, ¿qué valor tiene en realidad? No, estaríamos hablando de un grupo temporal formado para investigar a Kurama y sus Generales. Que, ojo, me gusta la idea. Pero nada más que eso. Y no, desde luego, unos Protectores de la Alianza. —¿De qué servirían, si el Zoku de turno se alzase en el poder de una Villa y llamase a dichos ninjas de vuelta a casa? Si se les cortaba el poder ya desde el principio para reaccionar a semejantes situaciones, a las mayores amenazas que la Alianza y la paz podían tener, entonces es que el grupo era una farsa desde su nacimiento.
Y para crear una farsa, mejor no crear nada.
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(Última modificación: 26/01/2019, 22:12 por Amedama Daruu. Editado 1 vez en total.)
— Entiendo lo que me estás queriendo decir, Hanabi. Pero una infiltración no es lo mismo que yo ahora coja y me muera, en el sitio donde estoy. —Extendió los brazos y señaló al suelo, levantándose— . Se puede hablar, ojo, pero así de primeras... y en cualquier caso, yo no puedo tomar una decisión a...
— Y por eso yo soy la Arashikage —dijo una voz a las espaldas de Shanise, que se volteó de golpe. Por allí venía Yui, acompañada del tembloroso ANBU— . A ver, qué pasa aquí.
Shanise comenzó a contarle todo lo que habían hablado. A cada golpe, Yui encajaba como podía, no sin murmullos y quejas por lo bajo —al fin y al cabo, le había dado todo el poder a Shanise. No podía quejarse—. Pero cuando llegó a la última parte, sonrió. Sonrió, y miró a Hanabi. Y comenzó a caminar hacia él a toda velocidad, enseñando esos dientes en forma de sierra. Sus pasos eran como los de un gigante. El suelo casi parecía retumbar.
Y cuando llegó frente a Hanabi...
...Yui extendió la mano.
— Tienes unos huevos de acero, pero yo tengo más. Y eso que no tengo. —Yui agitó la mano, como esperando que se la estrechara— . ¿Una Alianza? Parece que te pareces más a Shiona de lo que creía. ¡Ja! Qué estúpida, pero qué buena líder que fue. Siempre creyendo que podríamos tener paz y estabilidad para siempre.
»Pero la estupidez es contagiosa, por desgracia. Creeré una vez más en su ideal.
Agitó la mano una vez más.
»Vamos, Hanabi. Hagamos un vínculo de sangre. Pero no sólo nuestros ninjas. Hagamos un vínculo de sangre LOS TRES. Y cualquiera que quiera subir al poder después de nosotros tendrá que pasar también por el trámite.
— P... pero Yui-sama, la fórmula...
— Dile a tus Uzumaki si pueden fabricar una clave de sellado que pueda dividirse en tres, Hanabi. Coño, Shanise, piensa un poco, parece mentira que la experta seas tú. —Volvió a mirar a Hanabi— . ¿Y bien? ¿Se puede hacer? ¿Tienes los huevos de demostrar de una vez que los uzujin tenéis tan buena intención como decís, Hanabi?
»Si es tan necesario que se rompa el vínculo, moriré por mi puta aldea. Ese es el trabajo de un kage. Joder.
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Katsudon y la ANBU de Hanabi estaban avisados. Muy avisados. Se les había dicho, por activa y por pasiva, que no se moviesen un milímetro ante ninguna provocación. Ni siquiera ante una posible amenaza, no hasta que Hanabi no dijese lo contrario.
Cuando Yui se acercó a su Uzukage, no obstante, con la sonrisa afilada de un tiburón acercándose a su presa, no pudieron evitar arrimarse a él. ¿Para defenderle en caso de peligro? Probablemente. O quizá simplemente porque pegados a él se sentían más seguros. De hecho, era una bendición que la ANBU llevase máscara, pues estaba sudando a chorros por la frente. Ella solo había ido allí por el maldito Vínculo Sanguíneo. En realidad, dudaba que pudiese hacerle frente a ninguna de las bestias que allí se había congregado. Más que un templo, aquello parecía un panteón, lleno de Dioses encerrados en cuerpos mortales.
Hanabi sintió la necesidad de levantarse cuando Yui llegó hasta él, no tanto como un mecanismo de defensa, sino por educación. Lo que saldría a continuación de la boca de la Arashikage no se lo hubiese creído en la vida. Le halagó. Se subió a su barco —incluso cuando Shanise y Kenzou habían mostrado más que reticencias—, y fue más allá proponiendo unirse los tres por el Vínculo Sanguíneo. En este punto Hanabi hacía ya tiempo que le había estrechado la mano y la agitaba junto a ella.
Aquello era lo que realmente había querido desde el principio. Un Vínculo Sanguíneo que asegurase, de una vez por todas, la estabilidad de la nueva Alianza. Entre ellos, los Kage. Y ni siquiera había tenido que abrir la boca para proponerlo. Ya lo había hecho Yui por él.
Estaba feliz. Estaba sonriente. Estaba… «Shh. Tú no», se dijo, reforzando la coraza que aislaba el mundo de su chakra. No quería convertir una anécdota en algo más que eso.
—Una clave de sellado a tres… —miró a su ANBU, con gesto interrogatorio.
La ANBU, todavía demasiado aliviada de que al final el susto de Yui se hubiese quedado en nada, tardó unos momentos en reaccionar.
—Ehm… Sí… Se puede hacer. De hecho, creo que es una idea fantástica. L-lo siento. —se apresuró a añadir, nerviosa, por dar la opinión en un asunto de Kages.
Hanabi sonrió.
—Tranquila, yo pienso igual, Kuza-san. —Volvió a mirar a Yui—. Qué coño fantástica, me parece una idea cojonuda. De hecho, me molesta que no se me hubiese ocurrido a mí antes. —Un vínculo a tres, en todos sus aspectos. Si surgía alguna circunstancia que de verdad merecía romper aquella alianza, solo si los tres estaban de acuerdo, y daban su parte de clave, serían capaces de desvincularse sin morir en el proceso—. Que así sea, Yui-dono. Que así sea —dijo, con emoción, agitando ahora él la mano.
Claro que…
Desvió la mirada hacia Kenzou.
Todavía faltaba el anciano de mente olvidadiza.
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27/01/2019, 00:18
(Última modificación: 27/01/2019, 00:18 por Moyashi Kenzou.)
El Kenzou, sin embargo, no podría haber previsto un escenario así bajo ninguna circunstancia. Había jugado su carta confiando en la eterna rivalidad entre Uzushiogakure y Amegakure, había jugado su carta confiando en el carácter explosivo de Amekoro Yui...
Pero se le había olvidado que aquella mujer, si había algo todavía más imperdonable para ella que las afrentas, era, precisamente, la traición.
—Tienes unos huevos de acero, pero yo tengo más. Y eso que no tengo. —exclamó la Arashikage, que se había abalanzado sobre el Uzukage y ahora agitaba con vehemencia su mano, sellando el acuerdo—. ¿Una Alianza? Parece que te pareces más a Shiona de lo que creía. ¡Ja! Qué estúpida, pero qué buena líder que fue. Siempre creyendo que podríamos tener paz y estabilidad para siempre. Pero la estupidez es contagiosa, por desgracia. Creeré una vez más en su ideal.
»Vamos, Hanabi. Hagamos un vínculo de sangre. Pero no sólo nuestros ninjas. Hagamos un vínculo de sangre LOS TRES. Y cualquiera que quiera subir al poder después de nosotros tendrá que pasar también por el trámite.
—P... pero Yui-sama, la fórmula... —balbuceó Shanise, pero Yui la despachó enseguida:
—Dile a tus Uzumaki si pueden fabricar una clave de sellado que pueda dividirse en tres, Hanabi. Coño, Shanise, piensa un poco, parece mentira que la experta seas tú. ¿Y bien? ¿Se puede hacer? ¿Tienes los huevos de demostrar de una vez que los uzujin tenéis tan buena intención como decís, Hanabi? Si es tan necesario que se rompa el vínculo, moriré por mi puta aldea. Ese es el trabajo de un kage. Joder.
Y Hanabi se volvió hacia su ANBU enmascarado con gesto interrogatorio:
—Una clave de sellado a tres…
—Ehm… Sí… Se puede hacer —respondió una voz femenina tras la máscara—. De hecho, creo que es una idea fantástica. L-lo siento.
—Tranquila, yo pienso igual, Kuza-san. Qué coño fantástica, me parece una idea cojonuda. De hecho, me molesta que no se me hubiese ocurrido a mí antes. Que así sea, Yui-dono. Que así sea.
Y la pelota volvió hacia el anciano Kenzou, que aún se estaba pellizcando el puente de la nariz sin creer lo que estaba escuchando. Entreabrió los ojos lo suficiente como para clavar sus iris grisáceos en los dos Kage restantes, y la sonrisa de sus labios se afiló aún más. No le gustaba. No le gustaba nada todo aquello. Pero Kusagakure necesitaba esa Alianza. Los Generales y Kurama eran la amenaza de una guadaña que se cernía sobre sus cuellos. No había manera que se pudiera echar atrás sin lamentar después las consecuencias. Debía hacerlo. Por Kusagakure, su aldea. Por sus gentes. Por su jinchuuriki.
—Estáis locos de atar. Los dos —habló, poniéndose en pie de forma brusca y repentina. Recortó en un par de zancadas la distancia que le separaban de Amekoro Yui y Sarutobi Hanabi y estampó con fuerza su propia mano contra la de ellos. Quizás con demasiada fuerza—. ¡Muy bien, hagámoslo entonces!
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27/01/2019, 00:31
(Última modificación: 27/01/2019, 00:32 por Amekoro Yui.)
—¡AY, ME CAGO EN LA PUTA, KENZOU, CONTRÓLATE! —exclamó Yui, apartando la mano de golpe, que estaba roja e hinchada—. Muy bien. ¡¡Muy bien, joder!! ¡La PUTA Alianza de los Tres Grandes, entonces!
Yui, ignorando cualquier signo de respeto a los samuráis que vivían en aquella peculiar tierra, se subió encima de la mesa de reuniones del templo de un salto. Shanise se llevó las manos a la cabeza. El ANBU de Amegakure agachó la cabeza, temeroso.
»¡¡VAMOS, NINJAS DE LAS TRES GRANDES!! ¡Le enseñaremos a ESE PUTO MONSTRUO DE MIERDA DE LO QUE ESTÁN HECHAS LAS MEJORES NACIONES SHINOBI DE LA HISTORIA. Pateémosles el puto culo. ¡¡Y lo haremos a nuestra manera!!
»¡Siguiendo el legado de los nuestros! ¡¡Siguiendo el legado de nuestros fundadores!! ¡Por Shiomaru! ¡Por Riona! ¡Por Kouta! —Yui alzó el puño hacia los cielos. Su voz retumbó en todo el templo, a pesar de que estuvieran en el exterior. Y en los corazones de quienes la escucharon.
Quién sabe, si alguna vez se cruzaba con alguno de esos dichosos generales, quizás pudiera preguntarle si fueron ellos los que destrozaron su estatua.
«No, en esto no hay quien te gane, Yuyu... en esto no...», pensó Shanise. «Hostias, mierda. ¡No he explicado mi Fuuinjutsu! ¡Y ahora cómo corto yo esto!»
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A Yui le había dolido el golpe, sí. Hasta se le había puesto la mano roja e hinchada. Pero, ¿a Hanabi? Hanabi sintió tal latigazo que creyó que le habían roto un par de huesos. Nunca había sido famoso por saber aguantar bien los golpes, y aquel había sido un señor golpetazo. De hecho, los que mejor le conocían sabían que siempre había sufrido de una fragilidad física alarmante, impropia de un Kage.
Por si acaso, y porque conocía su cuerpo, dejó la mano quietecita, no fuese a empeorar una posible fractura.
Yui seguía a lo suyo, gritando y viniéndose cada vez más arriba. Subiéndose a la mesa de un salto. Alzando el puño al cielo. A Shiona. A Shiomaru. A Riona. A Kouta. Había un sentimiento con el que lo decía, un carisma más allá de cualquier descripción lógica, capaz de arrastrar a masas hasta la mismísima muerte, de ser necesario. De hecho, ¿qué coño?
Pero, ¿¡qué coño!?
—¡¡SÍ, JODER, SÍ!! —rugió Hanabi, contagiándose por la euforia. Había sufrido de tanta ansiedad por aquel momento, le habían consumido tanto los nervios por aquella negociación y las consecuencias que traerían, que aquel momento fue su liberación.
Oh, si Shiona pudiese verle…
—¡Ha-hanabi-sama! —exclamó Katsudon, alarmado.
—¡¡Por la mayor Alianza que Oonindo ha visto en su historia!! —gritó, alzando el puño al cielo—. ¡¡Por una nueva era!! ¡¡¡POR LAS TRES GRANDES!!!
—¡¡Hanabi-sama!!
—¡Yui-dono! —le llamó Hanabi, y cuando ella le mirase a los ojos, últimamente apagados y hasta hastiados por la vida, vería en ellos la llama de una vela desbocándose hasta irradiar la fuerza de un sol—. ¡Qué coño, hace tiempo que no tengo un combate a la altura! —Y los Dioses sabían que hacía tiempo que se moría por uno—. ¡Cuando hayamos acabado con Kurama y sus perros, aceptaré con gusto ese sparring que me propusiste!
—¡Hanabi-sama, por favor!
—Por los Dioses, Katsudon, ¿qué ocurre?
A Katsudon la idea del combate no le parecía buena. De hecho, pensaba que era pésima. Un riesgo innecesario e impropio de alguien que carga con la responsabilidad de toda una Villa. Pero en aquel momento había otra cosa que le preocupaba con más urgencia.
—Por favor… conténgase un poco.
Fue entonces cuando Hanabi se dio cuenta.
—Oh, no… —Se puso pálido como un muerto—. ¡Oh, no! —volvió a exclamar, esta vez llevándose las manos a la cabeza, cuando miró a su alrededor. Los bancos de piedra, la mesa, el mismísimo suelo… todos partidos por enormes fisuras. ¡Incluso había un cráter bajo sus pies!—. El Juuchin me va a querer matar…
Qué desastre… ¡Qué desastre! ¿¡Cómo le podía pasar dos veces en un mismo día!? ¡Y dentro de Hokutōmori, nada menos! Introdujo una mano en el bolsillo y se la llevó a la boca. Tres pastillas tragadas de una sentada. «Qué mal... ¡Qué mal!»
· Fue
· Pod
· Res
· Int
· Agu
· Car
· Agi
· Vol
· Des
· Per
27/01/2019, 02:36
(Última modificación: 27/01/2019, 12:02 por Moyashi Kenzou. Editado 1 vez en total.)
Yui se quejó entre aulladas blasfemias y Hanabi aguantó como pudo el tipo (aunque se le notaba tan o más dolorido que a la propia Arashikage). Pero a Kenzou no le importó. A ninguno de ellos les importó, en realidad. La emoción les embarcó. Las voces se alzaron como gigantes y reverberaron en todas y cada una de las superficies del templo, aterrorizando a los jonin y ANBU; que, como pequeños mortales estaban viendo a la triada de dioses aliándose sobre sus pies. El mundo tembló bajo el poder de los tres. Y las rocas se partieron con un terrible crujido...
¿Se partieron?
¡Vaya que sí se habían partido!
Bancos, mesa, suelo... nada pudo sobreponerse al Jinchuuriki del Remolino.
Y pese al perceptible terror del resto de personas allí presentes, Kenzou rompió a reír.
—¡JAJAJAJAJA! ¡Ya veréis cuando se enteren esos estirados samuráis! Por mucha Alianza que haya entre nosotros, no contéis con Kusagakure para pagar los desperfectos, ¿eh? Esto ha sido todo culpa del loquillo del Uzukage. Mi buen Hanabi-dono, creo que vas a tener que subir los impuestos en tu querida aldea oara pagar esto, jajajaja.
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