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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#31
El agua del interior del globo comenzó a agitarse y Eri creyó haber comenzado con muy buen pie, hasta que... La goma formó un agujero del que comenzó a salir el agua, no logrando para nada lo principal que quería lograr.

Casi«Pero no...» añadió ella en su interior, dejando el globo roto al lado de la caja—. Por poco. ¡Ey, Eri! Prueba a mover el agua para el mismo lado con el que darías vueltas con la cucharilla en una taza de café. —Eri arqueó una ceja, sin embargo el Uzukage la miró extrañado—. ¿Qué? ¡No me mires así, pruébalo!

Vamos a ver qué tal la segunda... —murmuró, agachándose para coger otro globo.

Tomó aire y lo soltó, luego sujetó de nuevo el globo como lo había hecho la anterior vez, y se concentró en una imagen mental de ella removiendo una taza de café, ¿hacia qué lado lo hacía? Pues esa sería la dirección que querría que el agua siguiese...

Y volvió a intentarlo.
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#32
Eri: 1d20 + Inteligencia/10 = 16
(Dificultad 15)

El globo se agitó un momento, y volvió a abrirse un pequeño agujero por el que inevitablemente empezó a escapar agua. Pero un instante después...

¡PLAS!

El globo estalló.

Hanabi aplaudió enérgicamente y felicitó a Eri por su hazaña, recordando que él estuvo dos días enteros para poder explotar su primer globo de agua. Por la extraña fuerza de su chakra que Eri había sentido antes, daba la sensación de que ahora no tendría que tocarlos.

Muy bien —dijo—, ahora que ya sabes como se hace, quiero que explotes el baúl entero. Estate un rato explotando los globos de agua, no pares hasta que se acaben. Verás que cada globo adicional te cuesta un poco más. Es parte del entrenamiento.

»Desgraciadamente, mis ocupaciones como Uzukage son muchas y muy diversas, de modo que tengo que dejarte sola el resto del día. Mañana a la misma hora te quiero aquí otra vez. ¡Hasta luego! —El Uzukage formuló un sello del Carnero y desapareció dejando tras de sí una pequeña nube de humo.
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#33
Aquella vez pareció igual a la anterior, pero Eri seguía intentándolo, concentrada, buscando la manera para poder hacer estallar el globo tal y como Hanabi había hecho al comienzo. Unos segundos más tarde, se abrió un agujero en el globo que, para sorpresa de ambos, terminó por no ser el resultado final, pues tras ello Eri logró hacer estallar el globo.

Al escuchar los aplausos de Hanabi, la kunoichi sonrió, satisfecha, agradeciendo con una inclinación de cabeza las felicitaciones de su Kage.

Muy bien, ahora que ya sabes como se hace, quiero que explotes el baúl entero —Eri asintió, mirando de reojo todos los que quedaban en el baúl—. Estate un rato explotando los globos de agua, no pares hasta que se acaben. Verás que cada globo adicional te cuesta un poco más. Es parte del entrenamiento.

Entendido.

Aunque seguramente no le salían ni la mitad de bien que el que acababa de hacer, recordó que aquello era para entrenar y lograr dominar la técnica que su Uzukage quería enseñarla.

Desgraciadamente, mis ocupaciones como Uzukage son muchas y muy diversas, de modo que tengo que dejarte sola el resto del día. Mañana a la misma hora te quiero aquí otra vez. ¡Hasta luego!

Antes de que la pelirroja pudiera decir un simple hasta luego el líder de la aldea ya se había marchado. Suspiró, dejando caer sus hombros, ahora estaba sola en eso así que al menos no tendría aquel peso sobre sus hombros al ser vigilada. Miró de nuevo el baúl y se agachó, aunque no debería haberlo hecho pues se manchó sus ropas de agua nada más apoyar sus rodillas en el suelo.

Bueno, ya estaba mojada de todos modos.

Contó mentalmente los globos que quedaban, y tras mentalizarse de que se tiraría horas allí, tomó uno de los globos. Se volvió a concentrar, tal y como había hecho antes, y...

* * *

El último globo le parecía un milagro del cielo, tras un montón que había explotado de diversas maneras, todavía no se creía que le quedase solo uno en el baúl. Para su sorpresa, había logrado explotar bastantes más de los que imaginaba, aunque otros simplemente habían conseguido descargar todo el agua por pequeños agujeros que se hacían por la presión del chakra. Suspiró y volvió a concentrarse. Estaba cansada y tenía hambre, pero no planeaba abandonar el lugar hasta que todos los globos desapareciesen del baúl, tal y como le había pedido Hanabi antes de marcharse.

Cerró los ojos, mentalizándose de lo que tenía que hacer, y tras tomar aire y dejarlo salir de forma tranquila, volvió a intentarlo.

* * *

Allí estaba de nuevo a la mañana siguiente, con el baúl vacío a sus pies —el anterior día no sabía donde dejarlo una vez lo vació—, balanceándose hasta que llegase su Uzukage para continuar con su entrenamiento.
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#34
No tardó en distinguir la brillante silueta de Hanabi, con sus dorados cabellos ya en perfectas condiciones —había que reconocerle que sanaba rápido, madre mía— acercándose desde la distancia. La saludó con un aspaviento de manos y una sonrisa alegre. El hombre se acercó y se asomó al baúl.

¡Oh, lo conseguiste! ¡Increíble, buen trabajo, Eri-san! —la halagó, gratamente sorprendido—. Bien. Entonces será mejor que te muestre lo siguiente. —El Uzukage se llevó el pulgar a la boca. Tras mordérselo, dio dos pasos hacia atrás y colocó la mano en el suelo. La característica fórmula de ideogramas del Kuchiyose se extendió en un pequeño radio frente a él. Hanabi invocó otro baúl idéntico al anterior. Con la otra mano, tiró de la tapa hacia atrás y reveló otro montón de objetos esféricos. Pero esta vez... —Pelotas de goma. Estas van a ser más difíciles de estallar. Para esto, no sólo tendrás que girar el chakra a toda velocidad, sino que tendrás que hacerlo en todas direcciones, para que la presión en las paredes de la pelota sea igual de fuerte.

»No hay duda que una chica tan aplicada como tú será capaz de conseguir este paso en un rato. ¡Adelante, inténtalo! —Extendió el brazo hacia una de las pelotas.


Como no es plan de narrar intento tras intento (se haría aburridísimo), puedes explicar cómo te quedas entrenando con Hanabi un rato. Los pasos son: no conseguirás explotar las pelotas, luego sí pero sólo por un lado, con lo cual se desinflarán en vez de estallar, y por último, conseguirás estallarlas.

Luego podremos pasar al último paso, que también será un poco rol libre.
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#35
Hanabi no tardó en aparecer, aparentemente ya curado y con una sonrisa alegre dibujada en el rostro. Ella se giró en cuanto él saludó, devolviéndole el saludo con su mano zurda, sin embargo, una vez cuando estuvo frente a la pelirroja, le dedicó una reverencia.

Buenos días Hanabi-sama —saludó, aunque luego reparó en su error—. Disculpe, Uzukage-sama, Uzukage-sama...

Se rascó la nuca.

¡Oh, lo conseguiste! ¡Increíble, buen trabajo, Eri-san! —la halagó y ella se sonrojó ligeramente, sonriente—. Bien. Entonces será mejor que te muestre lo siguiente.

Eri asintió y miró atentamente a su kage, quien invocó otro baúl como el anterior, solo que en vez de globos de agua, este tenía, de nuevo, objetos esféricos, que eran, al parecer, de goma. Aunque las dudas se disiparían en cuanto Hanabi volviera a hablar.

Pelotas de goma. Estas van a ser más difíciles de estallar. Para esto, no sólo tendrás que girar el chakra a toda velocidad, sino que tendrás que hacerlo en todas direcciones, para que la presión en las paredes de la pelota sea igual de fuerte.

Eri tragó saliva, acercándose al baúl y mirando las pelotas con cierto miedo.

No hay duda que una chica tan aplicada como tú será capaz de conseguir este paso en un rato. ¡Adelante, inténtalo!

Sin duda, aquel hombre tenía grandes expectativas sobre la Uzumaki que tenía al lado, así que, tomando aire y armándose de valor, se acercó a la caja donde reposaban las pelotas y tomó una con cuidado. Realizó exactamente los mismos pasos que hizo con los globos de agua, es decir: se tranquilizó, tomo aire, y extendió su mano. De pronto comenzó a sentir como hacía que su chakra giraba, pero no se dirigía a todos lados, por lo que...

PRUUUUUUUUUUF.

Un pequeño agujerito se creó por abajo de la pelota, que comenzó a desinflarse como si se riera de ella por haberlo intentado sin éxito. Gruñó a la pelota, mirándola con desgana, y evitando mirar a su Uzukage por la vergüenza, tomó otra de la caja, dejando la desinflada al lado del baúl.

* * *

Al quinto intento, Eri ya comenzaba a desesperarse. Sin duda explotar pelotas de goma era muchísimo más complicado que simplemente reventar globos de agua, claro que bajo la atenta mirada de Hanabi, todo le resultaba mucho peor, pues sentía que a cada minuto que pasaba, él terminaría por cansarse pues ella no era apta para realizar ese tipo de técnica.

Sin embargo, aquel intento resultó algo diferente al resto. No supo qué hizo, pues ya había probado moviendo su chakra de diferentes maneras; pero la pelota que estaba utilizando se rompió por el lateral derecho, desinflándose rápidamente en su mano. Los ojos azules de la kunoichi parecieron brillar por su pequeño logro, y luego miró a Hanabi como una cría enseñándole su gran hazaña a sus padres.

«¡Bien!»

Así que, con el ánimo renovado, volvió a tomar otra.

* * *

La pelota tras esa no fue igual, pues no recordaba bien cómo lo había logrado, pero la siguiente sí que lo hizo, y la que vino tras ella, así que poco a poco, Eri sentía que comenzaba a coger el truco, pero algo seguía sin salirle, algo que era fundamental para lograr que las pelotas estallasen como deberían hacer.

Antes de tomar el siguiente intento, sopesó ligeramente sobre la manera en la que lo hacía. Tendría que hacer que su chakra girase en todas direcciones, no solo en un par. La verdad es que la teoría parecía más fácil que la práctica, pero tampoco era capaz de describir lo que estaba haciendo. Suspiró, qué difícil era todo aquello.

Tomando aire y mirando con cierto recelo la pelota, comenzó a mover su chakra, primero fue a un lado pero rápidamente corrigió el fallo, y con ello su corazón se aceleró. Se sentía ligeramente diferente, algo extraño estaba haciendo, pues, al final...

...la bola estalló.

Eri abrió los ojos como platos, primero asustándose por el sonido y luego mirando los pequeños trozos rotos de goma que caían al suelo.

¡Lo-lo conseguí! —exclamó, dándose cuenta de que tenía la garganta seca. Carraspeó y repitió—, ¡lo conseguí!

Tomó otra llena de alegría y volvió a repetir el proceso, y para su sorpresa, esa también fue capaz de explotarla. Su cara de felicidad era el ejemplo claro de que por dentro estaba ciertamente orgullosa de su logro, así que, sin esperar más, fue a notificarlo.
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#36
Más rápido de lo que habría cabido esperar, Eri fue haciendo más y más progresos. Al principio las pelotas de goma se desinflaban en vez de estallar. El daño a la goma era cada vez más extenso, por lo que Hanabi, que por supuesto estuvo observando todo el proceso sentado en la grada, no hizo comentario alguno. Prefería dejar que ella misma averiguase una manera de hacerlo bien. Ya era algo tarde cuando la muchacha consiguió explotar la primera bola, y después de esta vino otra.

Hanabi saltó desde la grada al terreno de combate, sonriente.

¡Muy bien, Eri! Ahora sólo te queda el proceso final —dijo—. Ahora mismo consigues mover el chakra con la potencia necesaria, pero... te invito a comprobar qué ocurre si intentas hacerlo sin pelota. Adelante, imagina que tienes una de ellas en la mano e intenta materializar tu chakra. A ver qué ocurre.
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#37
Tras lograr explotar su segunda bola, Hanabi bajó de las gradas con su habitual sonrisa que ya empezaba a conocer la kunoichi.

¡Muy bien, Eri! Ahora sólo te queda el proceso final —dijo—. Ahora mismo consigues mover el chakra con la potencia necesaria, pero... te invito a comprobar qué ocurre si intentas hacerlo sin pelota. Adelante, imagina que tienes una de ellas en la mano e intenta materializar tu chakra. A ver qué ocurre.

Bien... Vale, voy a ello —se intentó mentalizar, dejando la pelota que acababa de coger en el baúl y preparándose como había hecho en las anteriores ocasiones—. Espero que no destroce nada.

Tomó aire y lo contuvo a la vez que levantaba la mano para poder comenzar a canalizar el chakra sobre la palma de su mano, esta vez sin bolas ni pelotas de por medio.
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#38
Pero Eri difícilmente podría haber destrozado algo. El chakra, de un color naranja intenso, formó un remolino en la palma de la mano de Eri, pero en cuanto se agitó en múltiples direcciones, salió despedido. Lo único que consiguió fue agitarles el cabello.

Y eso ocurre porque hasta ahora nos hemos centrado en darle fuerza, pero no en el paso más difícil y característico del Rasengan —dijo Hanabi. Él mismo levantó la mano y la puso entre ellos dos, con la palma de la mano hacia arriba. El chakra naranja de Hanabi se arremolinó sobre ella, se agitó en todas direcciones y... y entonces, se comprimió en una pequeña esfera, a través de la que se podía ver el chakra girando violentamente en pequeños hilillos—. Contenerlo en una esfera, dándole forma. —Cerró el puño, y, de forma parecida a cuando Eri había intentado ejecutar el jutsu, el chakra se disipó en todas direcciones, como una brisa cargada de energía.

»Esa será tu tarea, y me temo que no tiene truco alguno. A mí me costó perfeccionarlo al menos tres meses —confesó, encogiéndose de hombros—, aunque probablemente fuera porque, para entonces, mi chakra ya apuntaba maneras, y era... digamos que bastante difícil de contener —rio—. Voy a buscar un buen lugar para que entrenes. Ven a buscarme mañana a mi edificio y espérame en la puerta. Te acompañaré y te mostraré el verdadero poder de esta técnica.

Hanabi apoyó la mano en la espalda de Eri, y si la muchacha no se lo impedía, se alejaría caminando y silbando tranquilamente.
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#39
Para sorpresa de Eri, su chakra comenzó a formar un pequeño remolino en la palma de su mano, agitándose, hasta que... Se fue lejos, sin provocar nada más allá de una brisa entre las dos personas que allí se encontraban. Hinchó ligeramente uno de sus mofletes, ligeramente decepcionada.

Pero al igual que Uzushiogakure no se construyó en un día, ella no aprendería el Rasengan de un día para otro.

Y eso ocurre porque hasta ahora nos hemos centrado en darle fuerza, pero no en el paso más difícil y característico del Rasengan —dijo Hanabi.

Justo tras decir eso, Hanabi subió su mano tal y como ella había hecho, arremolinando su chakra de un tono muy similar al suyo propio, creando un pequeño remolino que, en vez de disiparse en todas direcciones, se comprimió en una esfera de chakra. Eri se quedó estupefacta, incapaz de creer que aquello sea lo que Hanabi le estuviese enseñando.

Así que eso tenía que hacer ahora: comprimir su chakra hasta formar una esfera.

Esa será tu tarea, y me temo que no tiene truco alguno. A mí me costó perfeccionarlo al menos tres meses —confesó, encogiéndose de hombros—, aunque probablemente fuera porque, para entonces, mi chakra ya apuntaba maneras, y era... digamos que bastante difícil de contener —rio—. Voy a buscar un buen lugar para que entrenes. Ven a buscarme mañana a mi edificio y espérame en la puerta. Te acompañaré y te mostraré el verdadero poder de esta técnica.

Entendió que a Hanabi le costase, aunque probablemente ahora fuese capaz seguramente de crear uno del tamaño de su propia cabeza gracias a su potente chakra.

Genial, Uzukage-sama —afirmó, asintiendo con la cabeza—. Mañana por la mañana estaré allí, muchas gracias por su tiempo y por todo lo que me está enseñando.

Hizo una ligera reverencia justo cuando él comenzó a alejarse caminando. Ella no tardó en marcharse, sobre todo para ahorrar energías pues mañana comenzaría la recta final para aprender aquella técnica tan característica de su villa. Miró al cielo y deseó que Shiona estuviese allí para ver como todos se hacían cada vez más fuertes.

* * *

Tan nerviosa estaba que aquella noche alcanzó a dormir unas cinco horas. Se vistió rápidamente y desayunó mirando fijamente a la ventana, con miedo de que se asomase otra cabeza por ahí, y pensando que lo mejor sería comprar unas cortinas o algo. Tras su preparación, salió de casa y se dirigió sin perder más tiempo al Edificio del Uzukage, donde al parecer Hanabi la estaría esperando para mostrarle el verdadero potencial del Rasengan.

Saludó a la recepcionista de forma alegre y subió hasta el despacho del Uzukage. Tomó aire y lo soltó, intentando calmar sus nervios, luego levantó la mano cerrada en un puño y la impactó varias veces contra la puerta de madera.

Toc, Toc.
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#40
¿Sí? ¡Pasen! —Pudo escucharse desde el otro lado de la puerta. Al abrir, Eri se encontraría al Uzukage inmerso en un mar de papeleo—. ¡Oh, Eri-san! Pero si te dije que esperases en la puerta... ¡Ah, claro, entendiste esta puerta! —Se llevó la mano a la frente—. Ay, ¡tonto de mí! No especificar... Bueno, ¡es igual, iba a acabar ya! —dijo, y echó la silla hacia atrás para levantarse—. Vamos, he encontrado el sitio perfecto para que entrenemos ese Rasengan. —Pasó al lado de Eri dándole unas palmaditas encima de la cabeza. Tap, tap, tap, y sus pasos les condujeron fuera del edificio.

Caminaron durante un buen rato, y para sorpresa de Eri el sitio perfecto resultó estar fuera de la propia aldea, aunque rodeando un poco las murallas. Allí encontraron una explanada con varias y grandes rocas, de varios metros de altura. Hanabi paró a Eri enseñándole la palma de la mano y se acercó a una de ellas.

Bien. El primer paso sería que consiguieras comprimir el chakra en una esfera. En ese momento tu Rasengan se parecerá mucho a este. —Hanabi volvio a formar su Rasengan, tal y como había hecho el día anterior—. Pero probablemente no sea capaz de hacer... esto. —Se dio la vuelta, de pronto, y estampó la esfera de chakra contra la roca. Inmediatamente, la piedra se agrietó y varios fragmentos, como atrapados en un remolino, comenzaron a girar entorno al Rasengan. Un destello de luz anaranjada después, el Rasengan había desaparecido... pero también gran parte de la roca, que presentaba ahora un agujero semiesférico de gran tamaño, con la marca de una espiral.

Hanabi se dio la vuelta y se sacudió las manos. Suspiró con satisfacción.

¿Es raro que esto me resulte satisfactorio? En fin —Se sentó, apoyando la espalda en la roca horadada—, intenta primero formar la esfera con cierta estabilidad, y luego chócala contra la roca.
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#41
Una voz permitió a la kunoichi pasar, encontrándose con el Uzukage claramente atareado bajo una montaña de papeleo que parecía no terminar nunca.

¡Oh, Eri-san! Pero si te dije que esperases en la puerta... ¡Ah, claro, entendiste esta puerta! —Se llevó la mano a la frente—. Ay, ¡tonto de mí! No especificar... Bueno, ¡es igual, iba a acabar ya!

¡L-lo siento, Uzukage-sama! —se disculpó rápidamente la kunoichi, inclinándose en una reverencia.

Vamos, he encontrado el sitio perfecto para que entrenemos ese Rasengan.

Sin embargo no pareció del todo molesto por su irrupción, ya que nada más llegar ella se había puesto de pie y estaba dispuesto a ir a aquel lugar que le había comentado. Ella asintió, e inmediatamente después recibió un par de palmaditas en la cabeza por parte de Hanabi, que, dejando todas sus ocupaciones de aquella mañana, la comenzó a guiar hasta el sitio perfecto para entrenar.

Ella siguió al jefe de la aldea hasta... Las afueras de la misma. El lugar perfecto resultaba ser una gran explanada con diversas rocas, a cada cual más grande que la anterior. Hanabi paró a su pupila por un par de días y se acercó a una de las rocas mientras Eri contemplaba al Uzukage.

Bien. El primer paso sería que consiguieras comprimir el chakra en una esfera. En ese momento tu Rasengan se parecerá mucho a este. —Hanabi volvio a formar su Rasengan, y Eri asintió—. Pero probablemente no sea capaz de hacer... esto.

Nada más decir aquello se dio la vuelta y estampó la esfera contra la roca a la que se había acercado, agrietándola y haciendo saltar varios trozos de roca que comenzaron a orbitar a su alrededor, y, tras ello; un destello de luz anaranjada la cegó momentáneamente, haciendo que el Rasengan desapareciese junto con parte de la roca, donde se había quedado un gran agujero en su lugar.

Hanabi se sacudió las manos y se dio la vuelta, encontrándose con Eri mirando fascinada el boquete que había hecho contra el pedazo de roca que tenían delante. ¿Ese era el potencial del Rasengan?

¿Es raro que esto me resulte satisfactorio? En fin, intenta primero formar la esfera con cierta estabilidad, y luego chócala contra la roca.

Vale. —Contestó, y luego miró la palma izquierda de su mano. Segundos después buscó la roca más cercana a ellos dos y se posicionó cerca de ella para comenzar a practicar.

Tomó aire y lo dejó salir lentamente, tras ello, levantó la palma de su mano y comenzó a intentar crear aquella esfera que estaban practicando sobre su mano, tal y como habían practicado, haciendo girar el chakra a toda velocidad, en todas las direcciones.
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#42
A Eri le costaron muchos intentos conseguir comprimir el chakra en una esfera. No ayudaba el hecho de que todo el chakra empleado se desperdiciase con cada ejecución. Pronto, la Uzumaki descubriría, pese a la vitalidad innata que le proporcionaba la sangre de su familia, que aquella tarea iba a ser dura. Muy dura. De hecho, ni siquiera consiguió formar la esfera en un sólo día. Al final de la tarde, Hanabi se despidió de ella, y le dijo que fuera a verle cuando hubiera conseguido al menos hacer una bola con el chakra.

Y así, la muchacha tendría que repetir el entrenamiento al menos durante una semana más. Una dura semana. Pero finalmente, fue capaz de esferizar el jutsu y por tanto Hanabi volvió a acompañarla.

Era su primer intento de golpear la roca con el Rasengan. La Uzumaki se colocó en la posición habitual, pero esta vez, echó el brazo hacia atrás y estampó el Rasengan contra la roca. Al verse comprimida entre la palma de Eri y la piedra, la esfera de chakra se aplanó y la energía salió despedida en forma de torbellino. El chakra se había disipado, y en lugar de taladrar la roca como había hecho la de Hanabi, dejó un bonito pero superficial tatuaje en espiral sobre su superficie.

Bien. Pues ya te imaginas qué es lo siguiente —dijo Hanabi, levantándose y acercándose a la muchacha—. Tienes que hacer la esfera mucho, mucho más estable. De esta forma el ataque romperá hasta la piedra más dura. Si aprendes a modular cuánta fuerza de giro pones en el Rasengan, podrás también controlar el daño. ¿No queremos agujearle el estómago a un compañero, eh? —rio—. Bueno, Eri. Me temo que yo tengo que bajarme del barco aquí. Mañana... mañana tenemos la reunión. Con Kenzou... y Yui. Madre mía, que Amaterasu me bendiga. —El hombre se llevó la mano al bolsillo derecho, donde un botecito de pastillas tranquilizantes tracateó como el sonajero de un niño.
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#43
Como ambos sabían, aquella tarea no iba a ser nada fácil, y Eri era consciente de que de un día para otro no lograría dominarla, sin embargo, no se desanimó cuando notó que la esfera no se creaba en los primeros intentos, ni si quiera cuando se sentía fatigada por el chakra perdido en el entrenamiento. A veces simplemente se sentaba a descansar mientras recuperaba fuerzas —aunque solo cuando Hanabi no estaba—, pero no fue hasta el final de la primera semana de entrenamiento que logró ver algo de luz al final del túnel.

Hanabi la acompañó ese día, justo cuando impactaría por primera vez su Rasengan contra la roca. Tomó aire y... Lo hizo. Pero no resultó como todos esperaban, sin embargo logró dejar un bonito recuerdo en la roca: una espiral formada con su chakra.

Sonrió tristemente, y luego se giró a Hanabi rascándose la nuca. Seguramente le tomaría un par de semanas más lograrlo.

Bien. Pues ya te imaginas qué es lo siguiente: tienes que hacer la esfera mucho, mucho más estable. De esta forma el ataque romperá hasta la piedra más dura. Si aprendes a modular cuánta fuerza de giro pones en el Rasengan, podrás también controlar el daño. ¿No queremos agujerearle el estómago a un compañero, eh? —rio—. Bueno, Eri. Me temo que yo tengo que bajarme del barco aquí. Mañana... mañana tenemos la reunión. Con Kenzou... y Yui. Madre mía, que Amaterasu me bendiga.

Muchas gracias por todo lo que me ha enseñado estos días, Uzukage-sama —agradeció la kunoichi, mirándole de manera agradecida—. Espero que cuando logre dominarla pueda enseñárselo, algún día —deseó, sonriente—. ¿Es muy... Complicado el tema que trataréis en la reunión? Parece usted nervioso. —Y sentía que el que menos nervioso debería estar es él, y es que, ¿quién no temería a alguien con semejante poder?

A pesar de que quería no meterse en aquellos temas, la curiosidad innata de la joven pareció hablar antes que ningún otro aspecto de la Uzumaki, así que ya no había vuelta atrás.
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#44
¿Muy complicado? ¿Muy complicado?

Hombre, Eri-san —dijo Hanabi tras una risilla nerviosa—. Ya sabes como son los amejin. No es que me haga mucha gracia la idea de tratar con ellos —y sobretodo con la Arashikage—, pero necesitamos un nuevo Pacto, sobretodo después de ver lo fácil que les fue colarse en la villa y en mi Edificio y matar a Akame-kun. Y... tendré que echarle una mano a Aotsuki Ayame, ya que... escribió aquella carta tan amable que tú me trajiste. —Hanabi sonrió—. Y... tampoco quiero hacer dicha cesión a Amegakure gratis. Tengo algunas ideas, pero... son exigencias arriesgadas.
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#45
Hombre, Eri-san —dijo Hanabi tras una risilla nerviosa—. Ya sabes como son los amejin. No es que me haga mucha gracia la idea de tratar con ellos —y sobretodo con la Arashikage—, pero necesitamos un nuevo Pacto, sobretodo después de ver lo fácil que les fue colarse en la villa y en mi Edificio y matar a Akame-kun. Y... tendré que echarle una mano a Aotsuki Ayame, ya que... escribió aquella carta tan amable que tú me trajiste. —Hanabi sonrió—. Y... tampoco quiero hacer dicha cesión a Amegakure gratis. Tengo algunas ideas, pero... son exigencias arriesgadas.

Lo comprendo, Uzukage-sama —contestó ella, bajando la mirada—. Siento la pregunta, además ni si quiera he conocido a la Arashikage en persona, pero por lo que sé, da mucho miedo —se atrevió a decir—. Espero que el nuevo Pacto sea tan estable como el anterior, señor, además, ya me he ganado un par de disputas con Datsue-kun y Nabi-kun por defenderlo —la kunoichi suspiró—. Por ello le deseo mucha suerte.
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