Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
23/03/2019, 01:41 (Última modificación: 23/03/2019, 01:42 por Amedama Daruu.)
Daruu tendía una mano al peligro. A una posible traición. ¿Lo sabía? Por supuesto que lo sabía. Pero el ser humano tropieza varias veces con la misma piedra, o eso dicen, ¿no? Y Daruu tenía una capacidad increíble para meterse en todos los problemas al mismo tiempo que intenta evadirlos.
De modo que era hora de darle una oportunidad más a aquél cabrón. A ver si por una vez podían enmendar las cosas.
El Uchiha extendió la mano y se la estrechó. Claro que, aún le quedaba por demostrar que seguía teniendo las mismas costumbres.
—...que en medio del combate te coloqué un sello.
—¿¡QUÉ!? —Daruu soltó la mano y empezó a tocarse el pecho, la cintura, el culo—. ¿Dónde está? ¿Qué hace? ¡Quítamelo, quítamelo ahora mismo! ¡¡Quítamelo, Uchiha Datsue!!
Datsue enseñó las palmas de las manos, en señal de paz, cuando Daruu empezó a tocarse por todo el cuerpo y a gritarle que le quitase el sello.
—Tranquilo, hombre. Que es inofensivo. Pero para quitártelo… —se llevó una mano a la barbilla, pensativo. Cualquier experto en fūinjutsu era capaz de quitar sus propios sellos, salvo alguna honrosa excepción. Pero, ¿qué diversión había en ello? Además, quería comprobar una cosa—. Sí, lo mejor será…
Datsue formó el sello del Carnero.
—Activarlo.
Y una ristra de complicados hexagramas nacieron del hombro de Daruu y se extendieron por el resto de su cuerpo como serpientes constrictoras, paralizándolo. O eso, al menos, era lo que casi siempre sucedía.
—¿Sabes? Mi Hermano era capaz de doblegar este Juinjutsu hasta romperlo con el propio poder que irradiaba su chakra. —Oh, sí. Aquella técnica siempre había sido inofensiva para él—. Hmm… Me pregunto sí…
Datsue torció ligeramente la cabeza hacia un lado y le miró con curiosidad. Daruu, al igual que Akame, se caracterizaba por tener una fuerza inusual de chakra.
AO post#14 desvelada: Colocar el sello del Jigō Jubaku no In cuando le agarró del hombro.
¤ Jigō Jubaku no In ¤ Sello de Maldición Propia - Tipo: Apoyo - Rango: B - Requisitos: Fūinjutsu 40 - Gastos: 10 CK preparar, 40 CK activar - Daños: - - Efectos adicionales:
Inmoviliza a un adversario durante 1 turno o hasta que sufra daños (ver descripción)
(Fūinjutsu 60) La parálisis dura 3 turnos
(Fūinjutsu 80) La parálisis dura 5 turnos
(Fūinjutsu 100) La parálisis dura 10 turnos
- Sellos: Carnero (activar) - Velocidad: Instantánea - Alcance y dimensiones: Cuerpo a cuerpo (preparar), 10 metros (activar)
Sello maldito que se coloca cuerpo a cuerpo y se activa por sorpresa, extendiéndose por el cuerpo del oponente como una ristra de complicados hexagramas y dejándolo completamente paralizado durante un tiempo variable que depende de la maestría del ejecutor con las técnicas de sellado. Un usuario con un chakra lo suficientemente poderoso (Poder usuario >Inteligencia ejecutor) podría zafarse de la atadura pasados unos segundos, eso sí, liberando un estallido de chakra alrededor de su cuerpo que le hace perder 50 CK. El usuario de la técnica sólo podrá moverse con libertad si su facultad de Fūinjutsu iguala los 60 puntos.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
—¿Inofensivo? ¡Sí, claro, como todos los que me has puesto, y una polla! ¡Ya me lo estás quitando! —insistió Daruu, dándose la vuelta continuamente.
Y por supuesto, no iba a quitárselo sin hacerse el chulo un rato.
Datsue activó el Sello de Maldición Propia, un sello maldito que se extendió por la piel de Daruu hasta cubrirle por completo. Daruu sintió una sensación de puro pánico: una vez más, Datsue le tenía a su merced. ¿Y si toda aquella charla no había valido para nada? ¿Y si seguía siendo la misma rata hija de puta? No era que el sello le apretase y le impidiese mover los brazos. Al contrario: se había quedado con la misma postura, pero era incapaz de moverse. No sentía dolor, ni nada en especial. El cuerpo no le respondía.
—Hijo... de puta... no soy tu cobaya... —dijo, al ver que Datsue le observaba como a un experimento.
Y no, evidentemente, no tenía nada que hacer ante su técnica.
Vaya, esa sí que era una sorpresa. El poder de Daruu era bastante parecido al de Akame —incluso superior—, cuando este se libró del Juinjutsu en el combate que habían librado más de un año atrás. Eso quería decir que no solo había mejorado en sus técnicas de sellado —cosa que ya sabía—, sino que también era capaz de imprimirles mayor fuerza.
Y eso estaba bien. Muy bien.
Datsue rompió su concentración y dejó que el sello se deshiciese. Como la tinta de un papel mojado, los hexagramas desaparecieron paulatinamente de la piel de Daruu.
—Perdón, perdón. Pero era la única forma de quitarlo… —Carraspeó. Qué raro, eso de estar en buenos términos con Daruu. Había una parte de él, que había permanecido muy escondida hasta el momento, que lo extrañaba. Que echaba de menos ese colegueo que una vez les unió. Otra parte, en cambio, todavía estaba recelosa—. Oye, ¿alguna posibilidad de que me devuelvas al Puente Tenchi con esa técnica tuya? Me dejé el shamisen allí…
No es que no pudiese comprarse otro —aunque estaban caros de narices—, pero es que le tenía cariño. Ese shamisen había estado con él desde su graduación como ninja de Uzushiogakure no Sato.
—Y hablando del puente... Tío, te diste cuenta que lo reventaste, ¿verdad?
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Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
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23/03/2019, 21:15 (Última modificación: 23/03/2019, 21:15 por Amedama Daruu.)
Afortunadamente, Datsue deshizo el sello y se disculpó. Los regueros de tinta que le habían recubierto fueron bajando poco a poco hasta las plantas de sus pies, y el efecto paralizador desapareció tal y como había venido. Daruu se miró las muñecas mientras les daba vueltas. Se estiró las piernas.
—Oye, ¿alguna posibilidad de que me devuelvas al Puente Tenchi con esa técnica tuya? Me dejé el shamisen allí…
Daruu le miró un momento. Pero calló y no dijo nada. No, claro que no podía devolverle al puente. No había dejado ninguna marca.
—Y hablando del puente... Tío, te diste cuenta que lo reventaste, ¿verdad?
—Ehh... —Daruu desvió la mirada hacia el techo y sintió que se mareaba. Había quebrado un buen segmento del Puente Tenchi, una importante vía comercial, y por qué no, el único sitio donde se podía cruzar el gran cañón que separaba el País de la Tierra y el País del Bosque—. Tío, tío tío —dijo—. Que sea nuestro secreto. Al fin y al cabo, en Oonindo petan cosas todo el rato, ¿eh? ¿A que sí? Como la cabeza de la estatua de Sumizu Kouta. Son cosas que pasan, ¿no?
»Bueno... y sobre lo de llevarte al puente pues... podría llevarte a Uzushiogakure si quieres. Claro que, igual me piden explicaciones, ¿eh? Pero aún no hemos terminado. Oye, ¿qué vas a hacer con Ayame? —Se puso serio.
Su… ¿secreto? Sépase una cosa de Uchiha Datsue: no es bueno guardando secretos. Ni siquiera había podido guardar para sí el bochornoso momento vivido con Akame y Yakisoba —en realidad Zoku—, cuando los dos habían comido una cosa que no debían. Claro que siempre que contaba aquella anécdota, la hacía a medias. De manera inexplicable, continuamente se le olvidaba comentar su indigestión, mencionando solamente la de su Hermano.
—¿La estatua de Sumizu Kouta? ¿Por qué lo…? —preguntó, alarmado. ¿Acaso sabía algo? ¿O había sido simple coincidencia? Al Uchiha nadie le había confirmado que había sido él, pero todos las flechas apuntaban en su dirección—. Ehm… Sí. Esas cosas pasan. ¡Joder, vaya que si pasan! —rio. Mejor no ahondar en el tema.
Daruu no podía llevarle al puente, aunque sí a Uzu —aquella no era buena idea—. Sus palabras no hacían sino fortalecer la antigua teoría de Akame. No obstante, sus pensamientos tuvieron que precipitarse hacia Ayame. La kunoichi que le había jodido su primer polvo —o interrumpido por un momento, más bien—, había usado a Aiko para hacerle daño, y…
Datsue buscó en cada rincón de su cerebro más motivos para odiarla. Oh, sí, quería odiarla. Era lo fácil. Lo contrario, era tener que asumir que quizá había exagerado en sus reacciones. Que, quizá, estuvo equivocado por mucho tiempo. En realidad, de toda Ame, Ayame era la que menos motivos le había dado para tenerle odio.
Sí, le habían degradado por lo que él le había hecho. Pero, ¿cómo iba a poder echarle la culpa por eso? ¿Podía incluso guardarle rencor por lo pasado en el Torneo de los Dojos? No, él ya se había desahogado en su enfrentamiento. No es que ahora tuviese unas ganas irrefrenables de verla o siquiera convertirse en amigos —pasar de un extremo al otro no era tan fácil—, pero sí que tras un tiempo —en el que las emociones vividas por el Chunin se habían enfriado— empezaba a sentir que su aversión hacia ella también se disipaba.
Además, Hanabi le había pedido de arreglar sus desaguisados. Estaba en deuda con él.
—Esa es una buena pregunta. Ehm… —Lo cierto es que no tenía ni idea—. Sinceramente, hasta ahora mi plan era tratar de no cruzarme con ninguno de vosotros y, si lo hacía, huir del enfrentamiento. Con Kaido me funcionó, pero contigo… —Bueno, no podía decirse que había ido mal, viendo cómo estaban yendo las cosas.
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Daruu se cruzó de brazos y apoyó el peso del cuerpo en una pierna.
—Sí, bueno, ese también era mi plan con los uzujin, especialmente contigo —dijo, sonriendo—. Pero está claro — está claro que tampoco me funcionó. No pude resistirme a... ya sabes, desahogarme hasta la última gota de chakra —repitió, burlón—. Al final, creo que si intentas huir de los problemas, te alcanzan. Y no olvidemos —dijo; esta vez se puso serio— que los Generales de Kurama también la tienen a ella como objetivo. Y a Juro. Sería mejor que todos nos llevásemos bien. Contra más compadres seamos mejor, me atrevería a decir.
»Tú mismo lo has dicho: ellos son el verdadero enemigo. Y las fuerzas combinadas de Amegakure, Uzushiogakure y Kusagakure podrán con ellos... sólo si están trabajando juntas.
Se rascó la parte de atrás de la cabeza mientras desviaba la mirada hacia un lado, pensativo.
—Quizás... es que si se lo digo yo se va a cerrar en banda, lo mejor es un choque que consigáis hablar directamente. Pero es que eso también tiene riesgo. Tú no la conoces, y ella sólo ha visto tu parte... intrépida —explicó—. Por no hablar de que ella también cuando quiere sabe dónde y cómo hacer daño, ya lo viste. No quiero que acabéis otra vez mal. Lo ideal sería poder aconsejarte en directo sobre qué decirle, no sé, yo la conozco bien. Pero no tengo comunicador. Si pudiéramos arreglar algo para quedar en el mismo sitio y esconderme detrás de una roca, o algo... no, Daruu. ¡eso es estúpido! —se reprendió a sí mismo.
Si intentas huir de tus problemas, te alcanzan. No supo por qué, pero aquella frase le llegó a lo más profundo de su alma. Seguramente, porque era algo que llevaba haciendo casi toda su vida. Desde el mismo momento en que, de crío, había huido de la Ribera del Norte al descubrir una verdad inaceptable sobre su madre y… su padre.
Sacudió la cabeza. No era momento de pensar en ellos.
Y Daruu tenía razón. Era vital trabajar juntos para derrocar a los Generales. «Derrotarles no. Reventarles el puto pescuezo. Arrancarles los ojos para dárselos de comer a los cuervos y colgar sus cuerpos putrefactos de las ramas del puto árbol más alto», pensó, recordando las palabras del Gran Shukaku. Nunca había deseado tanto cumplirle un capricho al Ichibi.
Aunque opinar que debían hacer fuerza juntos no quería decir que estuviese contento con Amegakure como institución. O, más bien, con sus dirigentes. A la hija de puta de Yui no iba a perdonarla en la puta vida. Eso lo tenía claro.
No obstante, Ayame era otra cosa. Una Jinchuuriki, como él. Como lo había sido su Hermano. Les gustase o no, aquello, de algún modo, les unía. Solo ellos sabían lo que era ser el Guardián de un Bijuu. El cómo te miraba la gente. La desconfianza, el miedo, o incluso rechazo, que se reflejaba en su expresión corporal cada vez que les veían.
Y, además de todo eso, ahora eran los objetivos de Kurama. Si querían pasar de presa a depredador, mejor sería que empezasen a trabajar. Y para eso…
—No, no es estúpido, Daruu. En realidad es muy buena idea. Los dos sabemos que no se me da bien hacer las paces con nadie. Al menos no… hablando. —¿Tener al novio haciéndole de guía? Joder, era el mejor plan que había oído en su vida—. Tendrías que avisarme para poder concretar un sitio. Aunque, ni comprándote un comunicador, existe en el mercado uno tan bueno que cubra semejante distancia. Por no hablar de que tienen una batería de mierda y como la conversación se alargue se nos va a la mierda. Una pena que no podamos llamarnos por teléfono —añadió, en referencia al invento de Amegakure—. Creo que solo queda una opción…
«Hmm…» No le hacía especial gracia, compartir aquella técnica con un amejin. Por mucha reconciliación que se hubiese dado. Pero, quizá, aquella era una semilla. Todavía no sabía si florecería o no, pero al menos estaba ahí.
Si algún día Daruu se encontraba con un General…
Si tuviese alguna forma de comunicárselo o incluso transportarle hasta allí…
Entonces, y solo entonces, la semilla habría germinado. Y habría dado un paso más hacia su venganza.
—Sí —se reafirmó, ahora sin dudas—. Tendremos que usar mi teléfono personal. Verás, Daruu. —Iba a intentar resumírselo rápido—. He desarrollado una técnica que me permite comunicarme con cualquier persona a la que esté conectada. Sin necesidad de cables ni marcar ningún número. Es como llevar un comunicador encima, pero sin límite de distancia y sin la lata de tener que recargarlo.
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Datsue comenzó a divagar en voz alta sobre los comunicadores y sus inconvenientes. Llegado a un punto, sugirió que no había más que una opción, y le habló sobre una técnica suya a la que denominó teléfono personal. Un jutsu que dejaba a los comunicadores a la altura del betún.
—¿Cómo es eso posible? —inquirió Daruu, enderezando la postura—. ¿Algo parecido al Gentoushin no Jutsu? No nos valdría, a no ser que lo hayas modificado para que no generemos las siluetas. Y aún así —dijo—, aun así tendríamos que quedar a una hora muy concreta, y requiere una concentración de la hostia. Nos pillaría.
23/03/2019, 23:47 (Última modificación: 23/03/2019, 23:50 por Uchiha Datsue. Editado 1 vez en total.)
A Datsue se le cayó la boca al suelo. ¿Un Gentoushin… modificado?
—Por los Dioses, Daruu, ¡me estás insultando! —exclamó, ofendido—. ¡Que estás hablando conmigo, joder! ¡El Intrépido! ¡El Matakages! ¡El que hizo desaparecer una Bijuudama en pleno estadio con un simple pestañeo! ¡Invocador de Shinigamis e hijo de Susano’o! —Si es que Daruu le daba alas. Le daba alas y él no podía resistir la tentación—. Por el amor de Shiona, ¿cómo iba a hacer yo una chapuza semejante? No, no —negó con la cabeza con vehemencia—. Esto es un sello, ¿vale? Un sello que te colocas debajo de la oreja, por ejemplo. O en la muñeca. O dónde quieras. A simple vista, parece un tatuaje con el kanji de la hermandad y un pequeño número al lado a modo de subíndice. Mira, como este.
Datsue estiró su brazo izquierdo y se lo señaló. Allí, al lado de un tatuaje de verdad —el de un velero surcando el mar—, estaba el kanji con el número siete.
—Ahora, si tú y yo compartimos un sello con el mismo número, podremos hablar. Solo tienes que concentrar algo de chakra en él, una vez dominado no es más difícil que mantener el Sharingan o, imagino, el Byakugan. Tú hablas por el sello, yo lo escucho por él. Si lo coloco en el oído, y me hablas bajito, en susurros, Ayame no tiene porqué oírte. Y a su vez, mientras yo mantenga activado el mío, oirás toda la conversación.
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Daruu dio un paso atrás. ¿Insultándole? Oh, no, no quería comenzar otra absurda pelea. Y si algo había demostrado Datsue es que tendía a ofenderse con facilidad... y vengarse desproporcionadamente. Afortunadamente sólo era uno de esos ataques de Datsue. El primero lo había visto en la playa. Pero esa parte de él, precisamente esa era la buena. Y quién lo diría. Daruu rio.
—A ver, Datsue el Hacedor de Viudas, el Devora-Almas, Soberano de Oonindo, sorpréndeme.
—Esto es un sello, ¿vale? Un sello que te colocas debajo de la oreja, por ejemplo. O en la muñeca. O dónde quieras. A simple vista, parece un tatuaje con el kanji de la hermandad y un pequeño número al lado a modo de subíndice. Mira, como este.
Daruu abrió mucho los ojos y dio un paso atrás. Pero todavía no dijo nada. Esperó a que el muchacho terminase.
—Ah, no. —No, no. Desde luego que no—. De eso nada. —Putamente no. Putísimamente no—. Tú a mi no me clavas otro sello. No más sellos, tío. No, no, no, no.
Pero, empujado por una extrema curiosidad, o quizás por su peor talento —el de evitar meterse en líos actívamente para acabar en el centro de los problemas de forma pasiva—, Daruu se inclinó hacia adelante para observar el curioso tatuaje de Datsue.
—Mmh... ¿Pero sin conocer la técnica yo puedo activarla o cómo va esto?
Oh, pero, ¿por qué tenía tanta aversión hacia sus sellos? «Ah, ya… Por el katon ese que le puse… Ah, y lo del Henge a Ayame. No te olvides del Henge a Ayame». Sí, ahora que lo pensaba más detenidamente, no podía decir que no tuviese sus motivos.
Pero si algo había conocido de Daruu, es que era un tío curioso. Un tío curioso que no dudaba en jugársela siempre y cuando fuese por la causa correcta. Y aquella, desde luego, lo era.
—Correcto. Está diseñada precisamente para que no necesites tener conocimiento alguno en fuuinjutsu para poder usarla. De lo contrario, a pocos podría ponérsela. —Era increíble los pocos ninjas que conocía que eran versados en las técnicas de sellado—. Mira, yo sé que por el momento tan solo has conocido la parte mala de mis sellados. Pero sabes también que tengo mis luces, o no perderías el tiempo hablando conmigo ahora. Y esta técnica, a la que llamo la Hermandad Intrépida, es la cosa más pura que he creado en mi vida. —No mentía en eso. Ni exageraba—. Es más, ¿sabes cómo la creé? ¿Sabes por qué la cree, Daruu?
Oh, sí, había una historia detrás de ella. Una historia que tan solo había contado a Akame, en su viaje por descubrir la ubicación de Amegakure. En aquel viaje, precisamente, fue dónde la gestó.
—Fue a raíz del Chūnin —le reveló—. Porque no podía dejar de pensar que toda, toda la mierda que pasó tras el combate, se hubiese podido evitar hablando. Si yo tuviese esta técnica por aquel entonces, hubiese podido avisar a mi Hermano de que aquello no había sido un ataque programado por Ame. Que todos estábamos bien y no había estallado la guerra. Él no te habría esposado. Me hubiese dicho dónde estabais y que estabais bien. Y ni Shanise ni media Kusa me habrían intentado cortar el gaznate —Bueno, con los de Kusa nunca se sabía—, porque habría podido responder a sus condenadas preguntas. Quizá, hasta Keisuke seguiría con vida.
»Por eso cree este fuuinjutsu. No para misiones, ni infiltraciones ni tener un medio efectivo para comunicarse en batalla. Sino precisamente para que estas no tengan que producirse. Por una vez, quise traer al mundo algo que uniese y no separase. Y esa, Daruu, esa es la verdad. Ahora queda en tus manos aceptar el sello o no.
Joder, ¡y tanto que era la verdad! Aunque era una suerte que Juro no estuviese allí en aquellos momentos. Quizá le hubiese dado un par de matices a su discurso.
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—Correcto. Está diseñada precisamente para que no necesites tener conocimiento alguno en fuuinjutsu para poder usarla. De lo contrario, a pocos podría ponérsela.
—Ajá, interesante. —«Joder, este tío es un puto genio», tuvo que reconocer, y le jodía.
—Mira, yo sé que por el momento tan solo has conocido la parte mala de mis sellados.
—Esa parte ha sido suficiente para que desee aprenderlos, aunque ando liado con muchísimas cosas... —Incluso había comenzado a plantearse, después de lo de Notsuba, si quizás estaba intentando abarcar tanto que había olvidado sus... raíces. Y ahora, esto.
—Pero sabes también que tengo mis luces, o no perderías el tiempo hablando conmigo ahora. Y esta técnica, a la que llamo la Hermandad Intrépida, es la cosa más pura que he creado en mi vida.
«Duda. Escepticismo. Duda otra vez.»
—Es más, ¿sabes cómo la creé? ¿Sabes por qué la cree, Daruu?
—A ver, sorpréndeme, mi querido Datsue el Segundo Sabio de los Seis Caminos.
Lo que vino a continuación, la verdad, le hizo alzar las cejas hasta el techo en varias ocasiones. ¿Un ataque programado por Ame? ¿La guerra? Si de verdad Akame había pensado eso a la hora de esposarle, debía estar como una puta regadera. ¡Como una puta regadera! Era evidente que Ayame había perdido el control por culpa de las provocaciones de Datsue. ¡Por Amenokami! Él mismo se le habría enganchado al gaznate como un lobo hambriento.
«Seguro que habría cortado la comunicación para no arriesgar su plan maestro de secuestrar a nuestra jinchuuriki», pensó Daruu, cínico, haciendo rodar los ojos. Porque para Daruu, como Datsue con Yui, perdonar a Akame, entendero o justificarlo era imposible. Pero ahora daba igual, porque estaba muerto.
O todos creían que estaba muerto, ¿eh? Quizás el futuro le aguardase alguna sorpresa. Fuese como fuere, ninguno de los dos podrían saberlo en ese momento.
»Por eso cree este fuuinjutsu. No para misiones, ni infiltraciones ni tener un medio efectivo para comunicarse en batalla. Sino precisamente para que estas no tengan que producirse. Por una vez, quise traer al mundo algo que uniese y no separase. Y esa, Daruu, esa es la verdad. Ahora queda en tus manos aceptar el sello o no.
Joder, debía reconocer que, fuesen sinceras o no sus palabras, el tío sabía hablar, montar el escenario y camelarse a un público. Daruu chasqueó la lengua.
—Bah, qué coño. De algo hay que morirse —dramatizó—. Pero tiene que ser en un sitio que no se vea.
Dio un paso atrás y miró a Datsue de arriba a abajo.
»Pero... ¿te gustaban las mujeres, no? No vale toquetear, ¿eh? Que en la isla dudé.
«¡Yeeeehhaaaa!» Podía haber tenido muchas cagadas en los últimos años. Su imagen y credibilidad podían haber mermado —de hecho, así era—. Pero todavía conservaba el toque.
—Pero... ¿te gustaban las mujeres, no? No vale toquetear, ¿eh? Que en la isla dudé.
Datsue bufó.
—Anda, anda. Que si te viese antes Ayame, quien iba a dudar sería ella, pero de ti. Tú y yo sabemos que no parabas de mirarme ahí abajo, ¡y no con ojos de corderito, precisamente! —Un día tenía que inventar algo para evitar que no le mirasen a los ojos. No, más bien, algo que les obligase a mantener la mirada arriba. Todavía no sabía el qué, pero lo que sí sabía era que, de conseguirlo, sus hermanos de clan estarían como locos por aprender ese jutsu. Quizá hasta pagarían por ello. «Oh, sí, ya lo creo que pagarían. Podría forrarme y todo con ello, eh».
Sacudió la cabeza y volvió a Oonindo.
—Pues está complicada la cosa. Lo del sitio que no se vea, digo. Porque para la mayoría vale, hay un par de sitios estratégicos que no te lo ven en la vida. Pero, ¿para Ayame? Quiero decir, seguís siendo novios, ¿no? —¿Y cuánto llevaban? ¿Años? Era imposible que ellos dos no… «No, ¡imposible! Vale que son chavales, pero coño, también lo soy yo. Y somos ninjas. Nosotros hemos entrado en la vida adulta a marchas forzadas. Asesinatos. Espionaje… No, no, imposible que todavía estén en la segunda base».
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
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Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
—Anda, anda. Que si te viese antes Ayame, quien iba a dudar sería ella, pero de ti. Tú y yo sabemos que no parabas de mirarme ahí abajo, ¡y no con ojos de corderito, precisamente!
—Los Genjutsu son cosa peligrosa, compañero —rio Daruu—. Ahí abajo no había nada que mirar.
—Pues está complicada la cosa. Lo del sitio que no se vea, digo. Porque para la mayoría vale, hay un par de sitios estratégicos que no te lo ven en la vida. Pero, ¿para Ayame? Quiero decir, seguís siendo novios, ¿no?
—¿Eh? ¿Por qué lo...? Oh. Ah. —Tosió un par de veces. Carraspeó—. ¡Eh! Ya estás hablando otra vez de ponérmelo donde no toca. ¿Ves por qué te lo decía? En fin. Pues no sé, tío. Espera. ¡Espera! Detrás, en la nuca. Con la coleta, o con el pelo suelto, no se me ve. Es un numerito, ¿no? Mucho habría que fijarse.