25/03/2019, 19:54
(Última modificación: 25/03/2019, 19:56 por Amedama Daruu. Editado 1 vez en total.)
Encapuchado. Con una túnica blanca... Se reía como un puto psicópata. «Oh», pensó Daruu, sombrío, «Esos son los peores. Hijos de puta sanguinarios que sienten placer matando.»
—Si por algún casual, un día te cruzas con un General… ¿Me avisarás por el sello? —preguntó, y su tono de voz casi lo imploraba—. Tengo varios contactos más aparte de ti. Quizá estés cerca de uno y pueda mandar ayuda rápido…
Daruu sonrió y levantó el pulgar.
—¡Cuenta conmigo al cien por cien, tío! —dijo—. Hay que detener a esos cabrones hijos de puta. Y oye, no dudes en hacerlo tú también. Y ten mucho cuidado, no queremos que te reviertan el sello a ti también, ¿vale? —advirtió. Luego, pareció pensar en algo, y... echó mano de su portaobjetos.
Había mantenido aquél secreto como oro en paño. Pero era la hora de confiar los unos en los otros, y llegado a aquél punto Daruu tuvo que tomar una decisión. Datsue podría jugársela en el futuro, más todavía si de algún modo el amejin le contrariaba. Podría liársela muy fuerte. Pero, ¿a qué se estaban arriesgando si no hacía lo que iba a hacer? ¿A que capturaran a Datsue? ¿A dejar al Ichibi suelto por el mundo como lo había estado Kokuo?
En propias palabras de Kokuo, habían tenido muchísima suerte de que había sido ella la que andaba libre. Porque Shukaku no era como ella. Eso es algo que Daruu intuyó por sus palabras, pero seguro que Datsue ya lo sabía muy, muy bien.
Suspiró, y sacó un kunai del portaobjetos.
—No sabes lo que me jode hacer esto por dentro, Datsue, pero considéralo una muestra de buena voluntad por mi parte, y de parte de Amegakure —dijo—. Y si hay algunos amejin que no tragas, pues al menos de una parte de Amegakure, que te aseguro que quiere la paz y el bien para todo Oonindo. Esto lo hago por el mundo... y por ti. Si es que puedo llamarte amigo de verdad. —Daruu se pinchó el dedo índice de la otra mano con la punta, y escribió sobre la venda que llevan estas armas un pequeño símbolo, un ideograma, un kanji con la palabra Caramelo. Un símbolo que, si Datsue tenía buena memoria, recordaría, pese a que en su día su presencia en el puerto de Uzushiogakure le pareciera totalmente inocua...
»Ten. Te confío el secreto de mi técnica de transporte, y también te proporciono una señal. Puedo aparecer en cualquier sitio donde haya una de esas marcas... —dijo, tendiéndole el kunai—. Llévala siempre, siempre contigo. Si los Generales de Kurama te emboscan, activa el sello, pídeme ayuda y estaré allí tan pronto como un rayo alcanza la tierra. Mi Tormenta y tu Fuego caerán sobre esos malnacidos por sorpresa en un ataque combinado.
»Juro no utilizar la técnica para hacerte mal alguno. Y a su vez, igual espero que no uses tu sello para lo mismo, ni... ni que tires mi kunai a un volcán o algo y me llames por el sello como si te estuvieran matando. Las cosas se hablan, ¿eh? Por favor. —Se rascó la parte de atrás de la cabeza, y rio.
«Espero no arrepentirme de esto...»
—Si por algún casual, un día te cruzas con un General… ¿Me avisarás por el sello? —preguntó, y su tono de voz casi lo imploraba—. Tengo varios contactos más aparte de ti. Quizá estés cerca de uno y pueda mandar ayuda rápido…
Daruu sonrió y levantó el pulgar.
—¡Cuenta conmigo al cien por cien, tío! —dijo—. Hay que detener a esos cabrones hijos de puta. Y oye, no dudes en hacerlo tú también. Y ten mucho cuidado, no queremos que te reviertan el sello a ti también, ¿vale? —advirtió. Luego, pareció pensar en algo, y... echó mano de su portaobjetos.
Había mantenido aquél secreto como oro en paño. Pero era la hora de confiar los unos en los otros, y llegado a aquél punto Daruu tuvo que tomar una decisión. Datsue podría jugársela en el futuro, más todavía si de algún modo el amejin le contrariaba. Podría liársela muy fuerte. Pero, ¿a qué se estaban arriesgando si no hacía lo que iba a hacer? ¿A que capturaran a Datsue? ¿A dejar al Ichibi suelto por el mundo como lo había estado Kokuo?
En propias palabras de Kokuo, habían tenido muchísima suerte de que había sido ella la que andaba libre. Porque Shukaku no era como ella. Eso es algo que Daruu intuyó por sus palabras, pero seguro que Datsue ya lo sabía muy, muy bien.
Suspiró, y sacó un kunai del portaobjetos.
—No sabes lo que me jode hacer esto por dentro, Datsue, pero considéralo una muestra de buena voluntad por mi parte, y de parte de Amegakure —dijo—. Y si hay algunos amejin que no tragas, pues al menos de una parte de Amegakure, que te aseguro que quiere la paz y el bien para todo Oonindo. Esto lo hago por el mundo... y por ti. Si es que puedo llamarte amigo de verdad. —Daruu se pinchó el dedo índice de la otra mano con la punta, y escribió sobre la venda que llevan estas armas un pequeño símbolo, un ideograma, un kanji con la palabra Caramelo. Un símbolo que, si Datsue tenía buena memoria, recordaría, pese a que en su día su presencia en el puerto de Uzushiogakure le pareciera totalmente inocua...
»Ten. Te confío el secreto de mi técnica de transporte, y también te proporciono una señal. Puedo aparecer en cualquier sitio donde haya una de esas marcas... —dijo, tendiéndole el kunai—. Llévala siempre, siempre contigo. Si los Generales de Kurama te emboscan, activa el sello, pídeme ayuda y estaré allí tan pronto como un rayo alcanza la tierra. Mi Tormenta y tu Fuego caerán sobre esos malnacidos por sorpresa en un ataque combinado.
»Juro no utilizar la técnica para hacerte mal alguno. Y a su vez, igual espero que no uses tu sello para lo mismo, ni... ni que tires mi kunai a un volcán o algo y me llames por el sello como si te estuvieran matando. Las cosas se hablan, ¿eh? Por favor. —Se rascó la parte de atrás de la cabeza, y rio.
«Espero no arrepentirme de esto...»