Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
19/04/2019, 15:09 (Última modificación: 19/04/2019, 15:10 por Uchiha Akame.)
«"Pedid, y se os dará"», pensó Akame mientras escuchaba a su compadre. Si saciar su curiosidad era lo que había querido, Datsue no mostró reparos en hacerlo. Los dos Uchiha conversaban en la habitación, uno escuchando en silencio, el otro poniéndole al día de los pormenores de aquel encargo que —tal y como Akame había intuído— tenía que ver con la Marca del Hierro; aquel tatuaje que Datsue exhibía por cortesía de un gremio de herreros, «o algo así», que a Akame le parecían más bien una banda organizada. Por lo que el mayor de los Uchiha había llegado a saber, eran un grupo de artesanos y comerciantes que controlaban la producción y manufactura de armas por varias zonas de Oonindo. Entre otros lugares, había varios de estos gremiales en Los Herreros, bien cerca de Uzu. «De ahí que Datsue se viera envuelto en sus asuntos... No sé si le ha salido rentable.»
Sea como fuere, el jōnin atendió a las explicaciones de Datsue con gesto serio. «Entonces... Esto es apenas parte de un todo mucho mayor. ¡Una maldita guerra de sucesión en Tsuchi no Kuni!»
—¿Que si te sigo? ¡La madre del cordero! Esto es un lío de tres pares de cojones. ¿Y qué pinta tu protegida en todo el asunto? ¿Alguien quería deshacerse de ella? ¿El hijo? ¿La heredera desposeída? —Akame lanzaba más y más preguntas sin poder contenerse. Aquella historia parecía ramificarse de formas que él nunca se había podido imaginar, con la tal Lady y por extensión Datsue, en su centro.
—La heredera desposeída necesitaba armas para su ejército, compañero. Y como te dije, Nahana es la mejor en esa cuestión. Así que hace un tiempo, a través de intermediarios, Ivvatsumi contactó con Nahana para solicitarle un encargo enorme. Eeenoooormee —repitió, consciente de que su Hermano le conocía por ser un exagerado. No en aquella ocasión—. Pero el tío del Señor Feudal se acabó enterando. Nos tendieron una trampa en la ciudad, de la que escapé a duras penas con las hijas. Y, al mismo tiempo, el tipo había contratado a un grupo de mercenarios, como unos veinte, para deshacerse de Nahana y su templo.
»La única razón por la que llegué a tiempo fue porque la estaban interrogando. Querían saber dónde se encontraba el teniente Kobotaru antes de matarla. Imagino que ese tal Kobotaru está a las órdenes de Ivvatsumi. —Todavía no había podido hablar con Nahana para confirmarlo. Pero todo apuntaba a ello—. Oye… Nahana está bien, ¿verdad?
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19/04/2019, 15:38 (Última modificación: 19/04/2019, 15:40 por Uchiha Akame. Editado 1 vez en total.)
Akame asintió, con un brazo cruzado sobre el pecho y el otro apoyado en el mismo, sujetándose el mentón con aire reflexivo.
—Ya veo, ya veo... Menudo culebrón. Las cosas entre nobles siempre tienen que ser así, ¿eh? —apostilló—. Bueno, pues qué mal para ese tío. No sabían que se estaban jugando los cuartos con uno de los Hermanos del Desierto —agregó, riendo. Su jovialidad contrastaba con el aspecto deteriorado de Datsue, pero es que Akame era así. No había nada que le pusiera de mejor humor que una misión exitosamente concluída, incluso si las implicaciones de ello mismo supusieran que iban a ocurrir cosas terribles; como en esa ocasión.
—¿Así que ahora va a estallar una guerra de sucesión en Tsuchi no Kuni? No jodas, menos mal que estamos bien lejos, fiuuuu —dejó escapar un silbido de alivio—. ¿Tu invitada de honor? Pues, la verdad es que no tengo ni pajolera idea.
Akame calló un momento. Había un detalle que le estaba picoteando la cabeza como un molesto pajarillo.
—Entonces, entre esos mercenarios... ¿Había algún ninja? ¿De qué Villa?
Era casi una pregunta retórica. Akame no podía creer, en ninguna realidad posible, que simples soldados hubieran logrado poner en jaque a su Hermano de tal forma.
El Uchiha ensombreció su semblante cuando Akame no supo responder sobre el estado de Nahana. Pero, tenía que estar bien, ¿verdad? ¡No había forma de que no lo estuviese! Los ninjas médicos de Uzu eran los mejores…
Los mejores.
—Sí que había un ninja, sí. Lo cierto es que yo ya venía desgastado. Había usado el Sharingan para interrogar a un cabronazo en la ciudad, clones, luego la carrera hasta el templo, los Sellos de Rastreo en una de las hijas para buscarla… Llegué fundido. —Sonaba a excusa, pero realmente había ido con muy pocas reservas de chakra—. Así que cuando me colé en la habitación donde la tenían retenida, dejé pegado un sello explosivo en la puerta. Justo en el borde, para que si algún mierda la abría para pillarme por la espalda, se llevase un buen regalo.
»Una idea maravillosa, ¿verdad? ¡Ja! Eso mismo pensé yo. Cuando me enfrento a este tipo, que no tenía ninguna bandana de renegado, pero tenía una potencia muscular que flipas, y dominante del Raiton, me doy cuenta de que la habitación… ¡Está llena de sellos explosivos! ¡Por todas putas partes! ¿Y sabes qué es lo mejor?
Era para echarse a reír toda la semana.
—Que como iba jodido de chakra, puse una cuenta atrás al sello, y no tener que activarlo. Para darle una pequeña distracción al tipo… ¡Ja! La sorpresa me la llevé yo. Vaya si me la llevé yo. Nos salvamos por un segundo, tío. Un solo y jodido segundo.
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—Por los cuernos de Susano'o... —masculló el jōnin—. Pues sí que era una misión difícil, sí. ¿Rango B? A mí me suena incluso a "A", ¿eh? —comentó, sincero. Al fin y al cabo, las implicaciones de aquel encargo eran increíblemente trascendentes, ya hubiese sido un éxito o un fracaso—. Mediar en una guerra entre nobles, menudo marrón. Uzukage-sama debería llevarte a la Academia a dar una charla a los estudiantes, para que luego cuando se gradúen como genin, no estén dando el coñazo con que las misiones de rango D son una chorrada.
El Uchiha soltó una carcajada. Él había sido el rey de las quejas sobre misiones de rango D.
—Vaya, menudo elemento, ese ninja. ¿Crees que sería un renegado? Se supone que siempre hemos de identificarnos cuando estamos trabajando, aunque viendo el panorama con las otras Aldeas, a lo mejor el tipo quiso ocultar su afiliación cuando se enteró que eras de Uzu.
No le parecía ninguna tontería. Las tensiones internacionales estaban a flor de piel.
—¿Lo liquidaste? —preguntó entonces, interesado—. Si era un renegado, tal vez hubiese un precio sobre su cabeza. Aunque dudo que un shinobi de otra Aldea pudiera entregarlo, no estaría de más el intento... —luego negó con la cabeza—. Aunque, viendo cómo quedaste tú, imagino que para cobrar cualquier recompensa habría que recoger sus trocitos con un palín.
—¿Puedo pasar, Gūzen-kun? —soltó una voz frágil, con el tono de Tākoizu Nahana. Casi que parecía que no era ella quien estaba hablando. Carecía de convicción. Su espíritu estaba roto. Ya no era la gran Herrera del Estandarte del Hierro, sino una madre agobiada por la duda y adolorida por los vestigios de pérdida que inundaban su cabeza.
—¡A mí también, a mí también! ¡Incluso una S, ¿eh?! ¡Incluso una S! —exclamó, con el brillo de un billete de quinientos ryos iluminándole los ojos. Aunque la última vez que había cumplido con una misión de rango S la recompensa tampoco había sido para tanto, ahora que lo recordaba—. Bah. Acuérdate de nosotros cuando empezamos. ¿Recuerdas esa misión D que tuvimos con Noemi? Ya podían habernos dado cien charlas, que seguiríamos pensando que estábamos capacitados para mucho más.
Respecto al ninja al que se había enfrentado, no lo tenía nada claro.
—No sé si sería un renegado, pero dudo muchísimo que estuviese trabajando para otra Villa. Más que nada, porque todos los mercenarios le conocían, era su jefe. Tenía más pinta de delincuente, la verdad. En cierta parte, me recordó a… Cicatrices.
Dominante del Raiton. Fuerte. Y al mando de un buen puñado de hijos de puta que le tenían pavor.
—Buah, pues no pensé en la recompensa. Lo paralicé con mi fuuinjutsu y estaba en medio de la habitación cuando los sellos explotaron. Ya te digo que eran decenas. Dudo que quede nada identificable de él. —Por desgracia.
Fue justo entonces cuando alguien llamó a la puerta. Reconoció aquella voz como un relámpago en la quietud.
—¿Nahana? ¡Pasa, pasa!
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19/04/2019, 16:55 (Última modificación: 19/04/2019, 17:22 por Uchiha Akame. Editado 1 vez en total.)
Akame negó con la cabeza y una sonrisa en los labios.
—Bueno, bueno, no te vengas tan arriba. Veremos qué piensa Hanabi-sama de eso —frenó a su Hermano antes de que cogiese carrerilla, porque cuando hablaban de dinero no había quien parase a Datsue. Luego agregó—. Touché.
"Cicatrices". Kaguya Hida. El jōnin se estremeció al escuchar su nombre. Akame no había abandonado aquella investigación suya, pero desde el Examen de Chuunin, Oonindo se había vuelto un lugar mucho menos accesible en sus rincones. Convenía ir con cuidado, y conocedor de eso, Akame había optado por avanzar con más cautela. Hacía mucho que no sabía nada de aquel mercenario, ni descubría nada nuevo relacionado con Uróboros. Parecía que estaba en una vía muerta.
Negó con la cabeza.
—Meh, que le jodan. Es una pena por el dinero, pero quién sabe. Lo bueno es que conseguiste liquidarlo y salir con vida de ello.
Entonces alguien llamó a la puerta, y Akame la reconoció como aquella Lady del hierro. El Uchiha se apartó un paso para dejarle vía libre a la mujer de camino al camastro de Datsue; conociendo a su compañero, y por la forma en la que hablaba de ella, Akame dudaba mucho que ellos dos hubieran tenido una relación puramente... Profesional.
Una mujer de aspecto fútil se introdujo en la habitación del Hospital, cojeando. Allí en donde Datsue había conocido a esa mujer altísima, férrea e imponente; ahora quedaba una minúscula partícula encorbada y abatida que se dirigía a paso lento hacia él. Los ojos castaños de Nahana se asomaron a los de el desconocido llamado Akame, muchacho a quien no había tenido el placer de conocer y al que le estaba inmensamente agradecida por auxiliarlos. Aún desconocía cómo les había llevado tan rápido hasta Uzushiogakure —los médicos se habían encargado de explicarle todo lo sucedido, o al menos lo que pudo reportar Akame a las autoridades de turno—. y durante esos tres días en soledad, tuvo todo el tiempo necesario para atar cabos y desvelar ciertas realidades que, viéndolo ahora, resultaban un tanto obvias.
De que Gūzen, aquél pupilo que le habían traído hasta su antiguo hogar, no era del todo un pordiosero como se lo habían pintado. En el fondo se sentía traicionada, y se había recriminado el hecho de haberse permitido encariñar con él, y de quererlo como a un hijo durante ese mes que estuvieron entrenando en las artes de la herrería.
¿Pero podía culparle?
No.
Debía agradecerle. Después de todo, le había salvado la vida.
—Pero no te llamas así realmente, ¿verdad? —dijo, un tanto decepcionada.
Datsue suspiró, algo avergonzado. Normalmente no le importaba mentir. Menos cuando era su deber. Pero con Nahana, no sabía por qué, se sentía mal por ello. Como si hubiese… traicionado su confianza. Habían pasado mucho tiempo juntos, después de todo. Horas y horas compartiendo el calor de la fragua, mellando acero.
—No… Siento lo del nombre. Y lo de mi falsa identidad. —Era hora de descubrirse—. Soroku-san me pidió que te protegiese, porque había oído que iban a atacar el templo. Pero él creía que te negarías a que ningún ninja traspase tus muros. Y menos uno… con mi apellido.
No sabía qué había tenido con ellos, pero la experiencia no había sido buena. O eso, al menos, le había dicho Soroku.
—Mi nombre es Datsue. Uchiha Datsue —reveló al fin—. Aunque todos aquí me conocen como el Intrépido.
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Akame se limitó a observar en silencio el intercambio de miradas entre ellos dos. Si bien su instinto estaba errado esa vez —por la parte más sexual de sus conjeturas—, sí que parecía que ambos se guardaban un estrecho afecto. El jōnin arrugó la expresión ante la misma idea de crear un vínculo semejante con el objetivo de una misión; «qué poco profesional», se lamentó. Sin embargo, no dijo nada, pues creyó que no era el momento de los reproches.
Ambos estaban vivos. Datsue estaba vivo. Con eso, Uchiha Akame estaba contento, y no pedía más a los dioses.
Cuando el menor de los Hermanos del Desierto reveló su nombre, el jōnin se limitó a realizar una leve inclinación de cabeza frente a Nahana antes de presentarse.
—Mi nombre es Datsue. Uchiha Datsue... Uchiha, Uchiha, Uchiha....
—Uchiha Akame, Uchiha, Uchiha, Uchiha....
Recuerdos voraces atizaron la mente de Nahana. Le llevaron hasta un rincón inhóspito de su existencia, hasta un punto de su pasado en el que apenas era una cría de quince años. Recordaba aquellos ojos rojos de aquél hombre atizándole con la mirada e impidiéndole que se moviera solo con verle. Incapaz de protegerse, incapaz de impedir que hicieran lo que quisieran con ella. De que la usara a su placer.
Después de todo, era un ninja. Un ninja que había pagado un pastizal a su padre para que fuera suya. ¡Una unión que beneficiará al Estandarte, decían!
—Era tu deber, lo entiendo —dijo, rompiendo el viaje en el tiempo que se suscitaba en su cabeza. Pero lejos de demonizar a Datsue por ser un Uchiha, lo cierto es que en él no veía su tortuoso pasado como había sucedido con otros de su clan en otras ocasiones—.gracias. Gracias por salvarme. Por volvera por mí. Aún si se trata del dinero, aún si Soroku ha pagado un pastizal para que lo hicieras. De verdad. Gracias.
La mano de Nahana se apoyó sobre la camilla y le dio un beso en la frente. Luego miró a Akame y agachó la cabeza en modo de agradecimiento, también.
—He perdido mucho, Datsue. Mi hogar, la tradición. La fragua de mis ancestros. He perdido. ¿Pero lo he perdido todo, Datsue? ¿a ellas también? —una lágrima le recorrió la mejilla—. dime que no. Por favor, dime que...
Datsue se puso algo colorado cuando Nahana le dio un beso en la frente. ¿Qué era aquella sensación tan… agradable? ¿Orgullo? ¿Mera alegría? Por más de un mes, se había partido el lomo por sacarle algo más que un: buen trabajo. Recibir ahora un agradecimiento tan sincero era una satisfacción personal que no sabía podía existir. Había oído hablar de ella, claro… Pero nunca la había sentido.
Estaba —casi—, al mismo nivel que cuando te recompensan con un buen fajo de billetes. Casi.
—Oh, no, no, no. No fue por el dinero —bajó la voz, por el temor de que alguien que no fuesen ellos dos estuviese escuchando—. Verás, lo de la Marca del Hierro es cierto. Si lo hice fue por cumplir con el Hierro y porque aprecio muchísimo a Soroku. El dinero de la misión es lo de menos.
Intentó no mirar a Akame cuando dijo eso último.
—Tus hijas… Nos tendieron una trampa en la ciudad. El mierdas de Shoberu. Y Furune, Nahana. ¿Te lo puedes creer? ¡Furune nos traicionó! —exclamó con rabia—. Secuestró a Urami-chan. Quisieron interrogarla. Pero, oh, tenías que verla, Nahana. No hay duda que tiene tu sangre. Afilada como el acero y dura como el hierro. Ni abrió la boca. Yo llegué a tiempo y pude rescatarla. Reuní a Urami-chan y Kitana cerca del templo, pero les pedí que huyesen. Hacia los Herreros. Hacia Soroku. No… No sé nada más. Pero tienen que estar bien. ¡Tienen que estarlo! Son chicas listas. Conocen su tierra. Y además avisé a Soroku de lo que sucedió. Apuesto a que ya están juntos… Seguro —¿Seguro? Él no lucía tan convencido, después de todo. Más bien, rezaba porque fuese así.
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Akame no tenía vela en aquel entierro. A esas alturas le había quedado totalmente claro que aquel se trataba de un momento bastante íntimo entre su Hermano y la señora Takoizu, de modo que optó por mantenerse en un discreto segundo plano. Aun así, no podía evitar poner cara de disgusto cada vez que Datsue caminaba un paso más sobre la cuerda floja que era su relación con Nahana.
«¿Sus hijas?»
En efecto, parecía que todos los cabos de la misión no habían sido atados. Y de acuerdo con la propia Lady Takoizu, su hogar había quedado destruido. Lo había perdido todo. ¿De verdad podía considerarse aquello un éxito? Para Akame el Profesional, sí. Uzushiogakure no Sato había cumplido con la premisa de la misión. Lo demás era papel mojado.
Atónita como sólo ella podía estarlo, la revelación funesta de que Furune había sido el traidor que había complotado para el ataque le pareció, cuanto menos, surrealista. En ese hombre había depositado su confianza durante más de veinte años y así se lo pagaba. ¿Pero por qué? ¿qué ganaría con su muerte? ¡si ya todo lo que el Hierro podía ofrecerle!
—Han pasado tres días —alegó, secándose las lágrimas y recuperando la compostura—. deberían haber llegado ya a los Herreros —Nahana miró soslaya al estado de Datsue y chasqueó la lengua—. ya has hecho bastante, Datsue. Recupérate. Yo... supongo que iré sola hasta allá. Necesito saber que están bien.
Luego miró a Akame. A esa mirada fúnebre e insensible. No confiaba en él como para pedirle que la acompañara.