Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
8/05/2019, 15:21 (Última modificación: 8/05/2019, 15:35 por Aotsuki Ayame. Editado 1 vez en total.)
Voy a disfrazar la trama de misión, aunque ambos estamos ya en una y por tanto esta no la cobraríamos. Si no te apetece, dímelo y pienso otra cosa
Ayame volvió a leer el mensaje, quizás por décima vez aquella mañana. Y eso que era bien claro: tenía que reunirse con otro shinobi, un tal Senju Samidare, justo enfrente de la Academia para llevar a cabo una misión. Como siempre, la muchacha había llegado tan puntual como un reloj, pero apenas miraba hacia la altísima torre que se recortaba contra el plomizo cielo de Amegakure a su espalda y donde habían comenzado sus primeros pasos como kunoichi. (de forma tan desastrosa, cabía decir). Al contrario, tenía la mente en otra parte. Hasta el momento no había hecho ninguna misión con nadie que no fuera Daruu o su hermano. Además, no conocía de nada al Senju, por lo que no podía dejar de hacerse preguntas sin respuesta: ¿Cómo sería? ¿Amable, cortante? ¿Gracioso, soso? ¿Más mayor que ella, más pequeño? No podía saberlo, lo único que sabía es que era un genin como ella, y la anticipación sólo incrementaba su ansiedad. ¿Por qué demonios los habían juntado a ellos dos, si ni siquiera se conocían? ¿Y si resultaba ser alguien desagradable? ¿Cómo iba a llevar su misión con éxito con alguien así? ¡No podrían compenetrarse bien!
«En ese caso, concéntrate en la misión y pasa de él.» Se recomendó a sí misma. Pero era muy fácil decirlo...
La kunoichi volvió a suspirar y levantó la cabeza hacia la lluvia, dejando que el agua se deslizara por sus mejillas, se escurriera entre sus cabellos y terminara calando en su ropa. Amenokami no daba su brazo a torcer, aunque fuese verano. De todas maneras, no le importaba. Normalmente optaba por llevar un paraguas, o una capucha para guarecerse, aunque no lo hacía por sí misma, sino por no molestar a la gente al entrar en cualquier local y dejar el suelo encharcado. Ella, como Hozuki que era, adoraba el agua, le encantaba sentirse bañada por ella. Por eso, aquella mañana no lo había hecho. Adonde iban no lo iba a necesitar.
En aquella mañana fría y con la típica presencia de la lluvia que caracterizaba a esta aldea, Samidare debía de encontrarse con una kunoichi de su misma aldea para una misión en la que fueron asignados ambos ninjas. El punto de encuentro era justo enfrente de la academia ninja, por lo que el rubio había llegado algo mas temprano y tomado reparo de la lluvia a unos cuantos metros de ese lugar, aprovechando un pequeño techo que lo protegía del agua.
No es como si le temiese al agua, después de todo si asi fuera estaría en grandes problemas, siendo que en esa aldea era moneda corriente. El verdadero problema es que dependiendo de la puntualidad de su futura compañera, podría mojarse en menor o mayor medida toda su ropa, ademas una vez que viese acercarse alguna kunoichi que se quedara por esa zona se acercaría para averiguar si era la mencionada Ayame con la que compartiría la misión.
Todo eso quedaba en la teoría, ya que desgraciadamente el senju estando bajo techo se sentó en el suelo, recostándose contra una pared, y bajándose el antifaz(dejando la bandana al descubierto en su frente) y durmiéndose en el acto en un profundo sueño. Si Ayame pusiera especial atencion a sus alrededores vería a unos metros la ubicación del rubio durmiendo plácidamente con los ojos cubiertos y la bandana que lo enmarcaba como un ninja de su aldea, ahora la cuestión es si lo despertaría o este seria el principio del fracaso en su misión .
Los minutos pasaban paulatinamente, sin prisa pero sin pausa, y nadie más que la lluvia acompañó a la kunoichi en su soledad.
«Yo no me he equivocado de sitio...» Pensó, torciendo ligeramente el gesto. «¿Se habrá dormido? Puede que le haya pasado algo por el camino... »
Ayame hundió los hombros y ladeó ligeramente la cabeza. Se paseó arriba y abajo, de forma completamente azarosa. Y a cada minuto que seguía pasando sin que Samidare apareciera, ella se ponía más y más nerviosa. ¿Qué debía hacer? ¿Y si de verdad no aparecía? ¿Debería hacer la misión ella sola? ¿O quizás debería hablar con el encargado de las misiones? ¡Maldita sea! ¡Tomar la iniciativa no era su fuerte!
Fue en una de esas vueltas cuando lo vio. Bajo uno de los tejadillos del Torreón de la Academia, una figura menuda de cabellos rubios dormía plácidamente. O al menos, eso debía estar haciendo, a juzgar por la inmovilidad de su cuerpo y su plácida respiración. No podría haberlo sabido por sus ojos, ya que estos estaban cubiertos por un extraño antifaz rojo que, irónicamente, tenía dos ojos pintados en ellos.
—Esto... ¿Hola? ¿Eres Senju Samidare? —le preguntó tras varios segundos de incertidumbre, con cierta timidez.
Tal vez la fortuna estaba personificada en una mujer no mucho mayor al rubio, pero la verdad es que no mucho tiempo después de que cayera dormido, una chica se acerco hasta su ubicación llamándolo por su nombre. Si hubiese dejado pasar un tiempo mas entraría en lo profundo del sueño, y seria una misión mucho mas complicada que la que tuvieran hoy por delante, la de despertar al joven senju. -¿Hmm?.- Lentamente el niño que ni siquiera llegaba a la decena de edad se desperezaba, mientras que con una de sus manos subía el antifaz hasta su frente, para poder liberar su visión y ver quien lo estaba despertando.
-...¿Tu eres ....Ayame?.- Pregunto con algo de lentitud, recobrando paulatinamente los sentidos, aunque no había estado durmiendo prácticamente nada se sentía como si hubiese estado dormido durante una década completa. Si estaba en lo cierto, el rubio supondría que esa muchacha era la compañera que tendria en su misión, después de todo tenia buena memoria y no la recordaba para nada, y ella por otro lado sabia su nombre.
—¿Hmm? —farfulló el chico, levantando el antifaz para desvelar un par de ojos cristalinos y cansados—. ¿Tu eres ....Ayame?
«P... pero... si es... ¡Es sólo un crío!» Pensó la kunoichi, estupefacta. Si aquel chiquillo de verdad era Samidare no debía superar siquiera los diez años de edad. ¿De verdad era un genin como ella? ¿Cómo lo había hecho para graduarse a una edad tan temprana? «Quizás es un genio...»
—Sí, soy yo. ¿Entonces eres Senju Samidare? Teníamos que resolver una misión juntos, ¿qué haces dormido aquí... y bajo la lluvia? —le preguntó, con cierta preocupación. Terminó suspirando y, después de rebuscar en el portaobjetos que llevaba en la parte posterior de su espalda, le tendió un pergamino enrollado con una flagrante letra C actuando como sello.
(C) Los Misterios del Subterráneo
Publicada en: Amegakure no Sato Rango recomendado: Genin Solicitante: Amekoro Yui Lugar: Alcantarillas de Amegakure
En las últimas semanas se han recibido varios testimonios de ciudadanos que afirman haber escuchado ruidos extraños y escalofriantes en las alcantarillas de Amegakure. Se precisa la intervención de dos genin para la supervisión de los canales subterráneos, identificar el origen del problema en caso de existir realmente y, de ser posible, su pronta solución.
Como esperaba el rubio aquella atractiva chica la cual lo había despertado de su sueño era ni mas ni menos que Ayame, Samidare no pudo evitar suspirar un poco al ver como comenzaba su relación con esa muchacha. Definitivamente no era la mejor forma de presentarse, pero al fin y al cabo asi es como era el. -Emmm, si ese soy yo, en cuanto a el por que estoy dormido aquí...pensé que simplemente era una bonita vista y me termine quedando dormido.- Se excuso rápidamente el joven, rascándose la nuca, realmente era una horrible excusa , aun mas teniendo en cuenta que llevaba su antifaz puesto de forma que su interés por la vista que pudiese tener quedaba demasiado claro.
Luego intentando cambiar de tema, y ponerse un poco mas serio, tomaría el pergamino de la misión el cual le estaba dando su compañera para luego desplegarlo y leer su contenido. Al terminar se sintió aliviado, era una misión bastante normal, ni sacar a pasear a un perro, ni salvar al mundo, realmente aunque siempre se quejara de todo en este caso no tenia razones para hacerlo.
-Bueno...¿Y por donde comenzamos Ayame-Sempai?.- Concluyo luego de un rato enrollando el pergamino y devolviéndoselo a su compañera que aunque compartían rango, trataba de demostrar un poco de respeto en cuanto a la diferencia de trayectoria de ambos como shinobis.
—Emmm, si ese soy yo —respondió el chiquillo, tan remolón como un lirón—, en cuanto a el por que estoy dormido aquí...pensé que simplemente era una bonita vista y me termine quedando dormido.
Ayame alzó una ceja y miró a su alrededor, escéptica. Una torre de piedra gris, calles de adoquines completamente encharcados, luces de neón destellando en la lejanía, tuberías recorriendo como serpientes los rascacielos, cielos cubiertos por nubes tan negras como el tizón... ¿Era esa su definición de una vista bonita?
—Si tú lo dices... —comentó, torciendo el gesto. Para ella, hacía falta mucho más verde y sobraba demasiado hormigón como para considerar todo aquello "bonito".
mientras Samidare tomaba el pergamino y lo estudiaba con atención.
—Bueno...¿Y por donde comenzamos Ayame-Sempai?
«S...¿ "Senpai"?» Ayame se sonrojó hasta las orejas, nada acostumbrada a que se refirieran a ella de aquella manera.
—Oh, llámame Ayame, soy genin como tú —respondió, con una sonrisa nerviosa. Y después de recuperar el pergamino y guardarlo en su lugar de origen le tendió la mano para ayudarle a levantarse y echar a andar hacia el exterior de los terrenos del Torreón de la Academia—. La encargada me ha señalado una de las alcantarillas donde supuestamente se escucharon esos ruidos por última vez —le explicó, gesticulando con una mano en el aire—. Está en la Avenida Central de Amegakure, así que no nos llevará mucho llegar hasta allí.
Y mientras caminaban codo a codo, ella le dirigió una mirada por el rabillo del ojo de la forma más disimulada que fue capaz. Debía de ser unos diez centímetros más alta que él como mínimo, y esa cara infantil... Su hermano le había dicho una y otra vez que no juzgara a las personas por lo que aparentaban ser, ¡pero era sumamente difícil cuando tenías al lado a un niño que ni siquiera parecía pasar de los diez años! ¿De verdad era un shinobi preparado para afrontar una misión de rango C?
—Esto... ¿Te has graduado hace mucho? —le preguntó, de forma algo torpe.
A pesar de tener una experiencia mayor como shinobi, o eso aparentaba, Ayame humildemente pedía ser tratada como un igual. Eso era algo que alivio en el fondo a el pelirrubio, hacer la actividad que fuese con alguien que derrochaba delirios de grandeza o superioridad no era una de sus tareas preferidas. El niño tendió el brazo derecho en direccion a la kunoichi que le ayudo a levantarse, una vez ya parado Samidare se sacudiría un poco la ropa, antes de reparar en los detalles de la misión que su compañera había agregado.
- A todo esto sen...digo Ayame, no crees que pueda haber algo ahí abajo ¿cierto? - Menciono con un poco de asco notable en su rostro, no el problema del senju no era si se trataba de una banda delictiva, o lo que fuese, sino si hubiera la presencia de algo asqueroso y repugnante de lo que se tuvieran que hacer cargo, después de todo no dejaba de ser un niño, incluso adultos tendrían esa misma preocupación asi que nadie lo podría culpar.
Una vez que se pusieron en marcha a la ubicación que anteriormente marco la kunoichi, paso un tiempo hasta que la ultima le pregunto al senju sobre la fecha de su graduación, de hecho no creo que diese demasiada seguridad decir la verdad en esa situacion pero tampoco es como si pudiese mentir demasiado, su apariencia lo delataba. -Emmm...principios de este año.- En esa instancia al terminar de decir esas palabras el rubio no sabia que reacción esperar de su compañera, en especial habiendo dicho lo anterior, y teniendo las pintas de un niño, lo cual ciertamente era, pero que en un mundo como el shinobi era motivo mas que suficiente para ser subestimado.
—A todo esto sen...digo Ayame, no crees que pueda haber algo ahí abajo ¿cierto? —preguntó Samidare, con cierta expresión de asco.
Ayame no sabía qué era lo que estaba imaginando el chiquillo, pero ella sacudió una mano en el aire.
—Con suerte, no serán más que algunos gamberros haciéndose los graciosos —dijo, quitándole importancia. Aunque una vocecilla en su cabeza no tardó en recordarle que ella, precisamente ella, había acudido por la noche al Torreón de la Academia a investigar si había fantasmas allí. No quería asustar al muchacho, por lo que no dijo palabra alguna sobre aquello—. Aparte de eso, lo que siempre hay en unas alcantarillas, ya sabes... Muy agradable no va a ser —añadió, con una sonrisilla nerviosa.
¿En qué momento se le había ocurrido a la encargada enviar a una Hōzuki como ella a unas alcantarillas? ¡Unas malditas alcantarillas! ¡Lo último que le faltaba era verse obligada a utilizar su Suika y mezclarse con toda esa...! ¡AGH! Quería morirse de sólo pensarlo.
—Emmm...principios de este año —dijo de pronto Samidare.
Y a Ayame le costó unos instantes darse cuenta de que estaba respondiendo a su anterior pregunta. Eso la puso aún más nerviosa. ¡¿De verdad enviaban a un recién graduado a una misión de rango C?! O era un genio o de verdad se habían vuelto locos en la Torre de la Arashikage...
—Vaya... No... No he visto mucha gente que se graduara tan rápido —comentó, francamente sorprendida.
Ella misma había tardado un año más que el resto de sus compañeros, pero normalmente la media de edad de graduación se situaba entre los doce y los catorce años.
Quizás sí se encontraba ante un genio, después de todo.
Lamentablemente para el rubio su compañera confirmaba sus mas profundas preocupaciones, de hecho el bien sabia que lo que se encontrarían allí no seria para nada agradable. Pero al final, quería evadir la realidad e intentar no imaginarse mas aquel asunto.
Por otra parte estaba el otro asunto, no sabia que pensaba en aquel momento Ayame, pero esperaba que no fuese algo negativo en cuanto a su inexperiencia. Aun así en este caso la misión no debería de requerir un nivel de dificultad tan alto como para complicar a un novato recién graduado de la academia.
-¿Cual es la idea?, me refiero a si tienes pensado que cubramos todo el tendido de la aldea, o si comprobar aquella zona en la avenida central va a ser suficiente para despejar estos rumores- Preguntó el senju, intentanto de alguna forma cambiar el foco de la conversación, y devolverlo al tema principal que era la misión en la que ambos shinobis se veían involucrados, ya que en breves se sumergerian en las alcantarillas quería tener una idea de por cuanto tiempo lo harían.
—¿Cual es la idea? —preguntó Samidare, y Ayame le miró con curiosidad—. Me refiero a si tienes pensado que cubramos todo el tendido de la aldea, o si comprobar aquella zona en la avenida central va a ser suficiente para despejar estos rumores.
—No, intentar cubrir todo el alcantarillado de la aldea sería una locura, y más sólo con dos shinobi de rango bajo —respondió la kunoichi sacudiendo la cabeza—. Por lo pronto iremos a la primera alcantarilla que nos han señalado para comenzar por ahí. Bajaremos... —añadió, con un escalofrío y una mueca de asco—. E intentaremos buscar cualquier pista. Sígueme.
Ayame guió a Samidare a través de varios callejones, sortearon otros tantos canales de agua usando los puentes y, al cabo de unos diez minutos, terminaron llegando a la Avenida Central de Amegakure. Allí, la kunoichi se detuvo unos instantes para orientarse mientras miraba a su alrededor, tratando de otear sobre la multitud.
—A ver... si no recuerdo mal, estaba justo detrás de la Pescadería del señor Sakana... —murmuró para sí, aunque también se lo estaba comunicando a su compañero—. ¡Ah! ¡Allí está!
No había sido difícil de ver, de hecho se había comenzado a formar un corrillo de gente curiosa alrededor del cordón de seguridad que ya habían levantado en torno a la alcantarilla en cuestión.
Samidare suspiro de alivio al escuchar a su compañera, el solo pensar que tenian que cubrir todo el alcantarillado de la aldea le daba ganas de vomitar, no solo por la cantidad excesiva de trabajo sino por lo repulsivo que seria. Asi que al terminar de escuchar aquellas palabras el niño asintió enérgicamente con la cabeza, para luego seguirla en cada uno de los pasajes de la aldea necesarios para llegar al destino que tendrían por misión.
"¿Pescaderia del señor Sakana?, ¿No es allí donde compra mi mama?" Fue lo único que logro asociar el rubio al escuchar las palabras de la kunoichi, ese lugar era conocido por sus precios accesibles. Pero no dio demasiado tiempo para pensar sobre ello, pocos segundos luego podría ver a la gente alborotada reuniéndose en la boca de la alcantarilla por la que deberían de descender en breves. -No puede ser cierto...- Murmuro para si mismo el rubio tocándose la nuca, la misión se volvía cada vez mas problemática.
Aunque lo fuera no tenian otra opción, si se trataba de una misión, su deber como ninjas era cumplirla.-Supongo que debemos de ir...- Pero antes de terminar la frase hizo una breve pausa antes de proseguir. -¿Bajaremos con estas ropas?, ¿No deberíamos de cambiarnos?.- Le pregunto el senju un poco inseguro a Ayame, claramente el contenido de la misión no había sido desvelado hasta hace un rato para el,pero su mente había estado ocupada en lo desagradable que seria el bajar allí y no en que le quedarían impregnado el olor a putrefacción en sus ropas habituales.
—No puede ser cierto... —murmuró Samidare, al contemplar la multitud que se congregaba en torno a la entrada al subterráneo.
Ayame, con un suspiro, se adelantó y trató de hacerse paso a través del gentío.
—¡Disculpen, por favor! ¡Hemos venido a trabajar aquí, así que necesitamos que abandonen el lugar! —exclamaba.
Todo habría sido mucho más fácil con una reluciente placa plateada de chunin o una dorada de jonin, pero, lamentablemente, ni Ayame ni Samidare eran ninguna de las dos cosas. Por lo que tuvo que conformarse con alzar la voz y rogar porque le hicieran caso. Afortunadamente, no le costó nada hacerlo. La gente, quizás intimidada al ver las placas de los dos shinobi, se apartaron a todo correr.
—¡Tened mucho cuidado ahí abajo!
—¿Y mandan a dos niños? Pobrecitos...
Ayame no les hizo demasiado caso. Simplemente esperó a que la gente se fuera del lugar y, cuando volvieron a estar más o menos solos, se situó sobre la boca de la alcantarilla, una placa metálica redonda en la que estaba grabado el símbolo del gobierno de Amegakure, y se volvió hacia su compañero.
—¿Vamos?
—Supongo que debemos de ir... ¿Bajaremos con estas ropas?, ¿No deberíamos de cambiarnos?
Ayame le miró, confundida.
—¿Quieres ir a cambiarte? Yo voy a bajar así, si tengo que volver ahora a casa creo que perderemos demasiado tiempo, y la gente volverá a reunirse aquí...
La situacion era tediosa, pero Ayame demostraba un gran porte de personalidad, con un par de palabras lograría despejar a la gente y llegar a la boca de la alcantarilla. Al escuchar la pregunta del rubio ella no había podido dejar de mostrar algún rastro de duda o confusión que por un momento hizo sentir mal al senju, claramente no era un problema en general este tipo de cosas, tenia por delante una misión y debían de cumplirla.
En el caso de Samidare en su mente estaba el tipo de pensamiento de que no debía de darle mas trabajo a su madre del que ya tenia. En su casa no contaban con muchas mudas de ropa, y todas las tareas del hogar eran realizadas por su madre, de forma que para el no era algo menor todo esto. Ante ese pequeño momento de duda uno de los civiles que se encontraba por allí se apiado del joven ninja.
-Muchacho, mi casa esta por allá, ven y te daré un conjunto que usaba mi hijo...el se mudo y dejo atrás ropa que ya no usa.- Era un hombre de unos 50 y largos años, que generosamente se proponía a ayudar a un niño, que a pesar de que era shinobi podia ser el hijo de cualquiera de los presentes generando fácilmente empatia.
-Gracias...estaré a su cuidado.- Dijo algo mas recuperado el rubio que salia de su confusión temporal, a la vez que esta vez se dirigía a su compañera -Espérame 5 minutos, ya estoy devuelta.- Apurado el niño siguió a aquel adulto hasta su casa, donde se cambiaría el atuendo a una remera negra y un jean desgastado, ademas esta persona le ofreció guardar la ropa que llevaba comúnmente puesta Samidare hasta que completara la misión. Una vez hecho el cambio el genin agradeció este gesto y volvió hacia la boca de la alcantarilla donde su compañera lo estaría esperando. -Ahora si, perdón, ¿Bajamos?.-
Cuidado con las manipulaciones de otras personas a tu alrededor. En este caso no ha sido nada importante, pero te aviso para que lo tengas en cuenta en un futuro
Pero antes de que Samidare llegara a responder, un hombre que hasta hacía unos segundos había estado congregado allí con el resto de la multitud irrumpió en la escena:
—Muchacho, mi casa esta por allá, ven y te daré un conjunto que usaba mi hijo...el se mudo y dejo atrás ropa que ya no usa —le dijo al pequeño.
—Gracias...estaré a su cuidado —accedió él, antes de volverse hacia una patidifusa Ayame, que observaba la escena con los ojos abiertos como platos—. Espérame 5 minutos, ya estoy devuelta.
—Está... está bien... ¡Intenta no tardar mucho, por favor! —le pidió, antes de que el chico se perdiera en la distancia.
Ayame se llevó una mano al mentón, preocupada.
«¿Su hijo se mudó y ha dejado atrás ropa que le podría valer a un niño como Samidare? O su hijo iba acumulando ropa o se ha visto obligado a mudarse tan joven. Quizás sus padres se están divorciando.» Meditaba Ayame, algo preocupada. Al final, terminó por suspirar—. «Sea como sea, espero que esté bien... y que no se vuelva a quedar dormido por ahí.»
Mientras esperaba, Ayame se acercó a la boca de la alcantarilla y retiró la tapa metálica. Tuvo que reprimir una arcada cuando le subió el hedor de las aguas contaminadas que corrían bajo la superficie. Con lágrimas en los ojos, la muchacha se tapó la nariz y la boca con su propia manga y echó un vistazo. Una larga escalinata de metal bajaba hasta las profundidades de aquel pozo. Al menos, pensó aliviada, no se tendrían que preocupar por la luminosidad. Ya se habían encargado de encender el alumbrado del subterráneo, y la luz incandescente titilaba de un débil color dorado allá abajo.
—Ahora si, perdón.
—¡Ay! —exclamó Ayame, sobresaltada ante la repentina aparición de Samidare tras su espalda.
El chico se había vestido con una camiseta oscura y unos pantalones ya algo viejos. Nada importante, teniendo en cuenta adonde iban.
— ¿Bajamos?
—Sí... sí —respondió ella, respirando hondo para recuperarse del susto—. Vamos. Ten cuidado, no te vayas a resbalar con algún escalón.
Dicho y hecho, Ayame se colocó de espaldas y comenzó a bajar por la escalinata vertical ayudándose de sus manos y sus pies. Siempre cuidadosa de poner el pie donde debía, siempre cuidadosa de comprobar que Samidare iba bien. Descendieron unos diez metros y una vez abajo dieron con el asfalto, que constituia una especie de orilla junto al río de las aguas sucias y malolientes. Había otra orilla similar al otro lado, a unos diez metros de distancia y, de vez en cuando una suerte de puente unía ambas por encima del agua. El techo era abovedado, constituido por multitud de ladrillos bien diferenciados y, en las paredes, multitud de fluorescentes alumbraban débilmente el camino.
—Ni siquiera podía imaginar lo mal que iba a oler esto... ¿Cómo vas, Samidare? —le preguntó Ayame—. Lo primero que tendríamos que hacer es buscar pruebas o ver si escuchamos algo raro...