Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
La lluvia golpea el suelo con intensidad y una intensa niebla ocupa las calles desde la primera luz del alba. Tres hombres armados corren a través de una calle transversal del distrito y detrás de ellos la regente de una joyería grita desesperada.
— ¡Que alguien los detenga!
Los encapuchados cargan pesados sacos en los que evidentemente se encuentra el botín. La gente que hay en la calle parece no querer involucrarse en el robo, aunque sobre los asaltadores, una silueta los sigue sorteando los tejados.
Uno de los ladrones salta hacia un canal cercano y después de ejecutar un par de sellos, desaparece en el agua con su parte.
— Mierda.
Los dos fugitivos restantes se hacen señas con las manos y toman direcciones opuestas.
Un sonido tronador precede a la caída desde los tejados de la silueta hacia la espalda del encapuchado más cercano. Cae con la pierna derecha flexionada sobre sus hombros y lo empuja contra el suelo . La potencia de su golpe aumentada por la caída es suficiente para incapacitarlo. El encapuchado anula el impacto contra el suelo con la pierna derecha, con fluidez, y se reincorpora gracilmente de la caída; caen al suelo el saco y un pequeño puñal que el asaltante empuñaba. El tipo queda inmediatamente inconsciente. La sangre que brota de la frente del ladrón se funde con la lluvia y antes de que pueda filtrarse hacia las alcantarillas, una fina aguja sale disparada de la mano del que lo ha capturado.
La aguja se clava en la rodilla del ladrón restante, por detrás. Cae al suelo y no tiene más remedio que tomarse unos segundos para retirar la aguja si quiere seguir corriendo.
La silueta se revela, pero una capucha azul noche todavía oculta su identidad a los viandantes. Con calma, recoge la bolsa del suelo y camina hacia su siguiente objetivo, que ha podido sacarse la aguja de la rodilla y cojea apoyado en las paredes de hormigón que dan a la rambla del distrito comercial. Todavía carga la bolsa como si su vida dependiera de ello.
La tormenta ha ahuyentado a la mayoría de los compradores y el rastro de sangre del ladrón lo delata. Ha entrado en un conocido salón de apuestas. Los letreros del establecimiento son cegadores e intermitentes, consiguen capturar por un momento toda la atención de sus ojos, que brillan con intensidad bajo la capucha. En la puerta hay dos matones que controlan el acceso al local. Están fumando.
El encapuchado se dispone a entrar al salón de apuestas cuando uno de los matones le cierra el paso.
Comúnmente uno pensaría que en un día de lluvia la gente tiende a no salir, pero si definirieramos tal concepto en Amegakure entonces la gente no podría salir en prácticamente ningún día de la semana, y es por todo esto que aun en un día donde la lluvia era presente como aquel y todavía era temprano como para poder ver las calles lo suficientemente pobladas, algunas personas transitaban las mismas.
En ese contexto un joven de cabellos rubios destapaba una gaseosa, y le clavaba la mirada como si entre sus manos tuviera un tesoro único en el mundo, Samidare era un reciente genin proveniente de una familia de escasos recursos y el cual poco a poco iba incursionando en este mundo shinobi. Hace poco gracias a una reunión con Daruu, un chunnin de la misma aldea, descubrió el placer de la amecola un refresco el cual seguramente era conocido por muchos de los habitantes de esa aldea, pero no por el senju el cual hasta hace poco no tomaba otra cosa que no fuese agua.
Pero dicen que lo bueno dura poco, y asi fue también en este caso, antes de que siquiera pudiera darle el primer sorbo a esa botella un sujeto paso a su lado a grandes velocidades en lo que parecía una huida, y con su codo golpeo la botella que salio disparada hacia un costado perdiendo todo su contenido en el vuelo y luego terminar de vaciarse ya en el suelo al no tener la tapa puesta. Fueron unos segundos pero el niño quedo en un breve shock, antes de reponerse con los ojos inyectados en odio.
Dio un vistazo al panorama que tenia enfrente, el sujeto que lo había golpeado estaba herido o al menos intentaba correr de una forma bastante extraña, para su mala fortuna esta persona se decidió por entrar a una sala de apuestas. Un niño que ni siquiera llegaba a los dos dígitos en su edad no seria admitido ahí, aun si se trataba de un shinobi. ¿Que podia hacer ante tal situacion?, no podia dejar pasar demasiado tiempo entre sus pensamientos y su decisión ya que esta persona se perdería entre todos los clientes de ese sitio.
El matón se cruza de brazos y yergue la espalda para imponerse físicamente al encapuchado. Con sutileza, éste retira la capucha que le cubre y revela su palidez a los encargados de la seguridad. Ahora están protegidos por el techo de la entrada, por lo que abre el chubasquero y muestra la bandana que lo acredita como Gennin; la viste en el cinturón.
— Buenas tardes. Soy Kori no Galen, de Yukio — saluda con educación y dirige la diestra hacia su cabeza. Se sacude el cabello – corto - con energía y el agua sale disparada en todas direcciones. Mantiene la mano en la nuca. Sus cejas retienen el agua que cae por su frente y se acumula en sus ojos. Brillan con intensidad.
— Verán... no me entrometería si no supiera que un ladrón acaba de entrar en su establecimiento — acompaña las palabras con una tímida sonrisa que viste involuntariamente — Estoy aquí en... asunto oficial – titubea unos instantes.
Él sabe que lo que dice no es cierto, pero siente sinceramente que atrapar al ladrón para él, ahora, es crucial. Es un mentiroso terrible, pero los matones no parecen el tipo de hombres que da importancia a las palabras.
— La ley es la ley, shinobi~~ — apesta a desaprobación, Galen lo percibe con claridad. El tipo tiene una media melena y una cicatriz en el ojo izquierdo, tiene la misma altura que el Gennin pero es más corpulento.
El otro es calvo y mide aproximadamente metro noventa. Con el cigarrillo en la boca, mira desde arriba al shinobi.
— No se admiten críos, así que largo.
El compañero se da media vuelta y se coloca la chaqueta con suficiencia; se detiene en el cuello y lo sube ligeramente. El más alto ríe y se deja caer en la pared. Tira el cigarrillo a la calle y la lluvia lo consume en un instante. Ambos están en mejor condición física que él y el que está en la pared sigue mirando fijamente. En la calle no hay mucha gente, pero si la suficiente para saber que no tiene que armar jaleo si no quiere perjudicarse.
Galen respira profundamente y se aleja varios metros de la entrada. La lluvia cae sobre él y se cubre con la capucha. La bolsa está completamente empapada y se resguarda en un pequeño puesto de ramen que hay delante del establecimiento. No presta atención al dueño, que reclama su atención y le ofrece el menú.
«¿Debo dejarlo aquí?»
La bolsa pesa mucho y no encuentra un lugar donde dejarla sin arriesgarse a un hurto; la lluvia y la niebla perjudican mucho la labor. El dueño de la parada de ramen continúa hablando, pero no hay respuesta.
Los ojos de Galen están fijos en los dos matones de la puerta.
En la entrada de ese lugar, aparte de los dos guardias que encargados de controlar la entrada a ese negocio, había un muchacho, uno que en todo el trayecto había estado siguiendo a el sujeto quien golpeo anteriormente a Samidare. Por toda la situacion no parecía ser un compañero, pero...¿Y entonces?, ¿Le seria de utilidad?. Aunque no el rubio no pudo ver el aspecto de este chico, pudo deducir que había pasado a la distancia, intento pasar en aquel lugar pero fue rechazado al ser menor de edad. De otra forma no habría razón para excluir a un posible cliente el cual le podia dar ingresos a todo aquel negocio.
Samidare vio antes de hacer cualquier cosa, inspecciono el lugar, no había muchos mas accesos aparentes aparte de esa puerta, y tampoco podia armar un altercado en ese lugar. Poco a poco la adrenalina del momento fue bajando, y con paso lento se fue acercando a la nueva posición de este chico el cual retrocedió a un puesto de ramen que se encontraba a pocos metros del salón de apuestas.
Al terminar de acercarse fue bajando el antifaz rojo que le cubría la frente hasta el cuello, dejándolo por arriba obviamente de la mascara la cual siempre le cubría gran parte del rostro, y también dejando a la vista la bandana ninja en su frente. -¿Conocías a ese sujeto que se estaba dando a la fuga?.- Termino por decir sin demasiada presentación y de forma un tanto vaga el senju, el cual relajadamente se sentaba prácticamente al lado de ese muchacho, y hábilmente le contestaba al dueño de ese puesto. -Déjenos la carta aquí, enseguida lo llamaremos para pedir.-
Si algo no le faltaba al niño era perspicacia, y sabia que esa situacion no era común, lo que menos quería es que un civil se entrometiese. Aunque en realidad el solo estaba allí para vengarse del idiota que tiro su refresco, la caridad no solía ser lo suyo, al menos no por iniciativa propia.
La voz de un niño lo saca del trance, aunque apenas fija su atención en él. La pregunta le sorprende, como también la bandana que porta en la frente. Como no es el primer Gennin precoz que conoce, no le da demasiada importancia, aunque su actitud despreocupada y la vestimenta peculiar atraen lo suficiente su atención visual después de un par de segundos. No entiende qué tiene que ver con el atracador, pero siente que puede confiar en él.
— Buee, persigo a ese idiota porqué es un ladrón — mueve la bolsa que lleva a la espalda para que el niño le de importancia — este es parte del botín del asalto. He incapacitado a otro de los ladrones, aunque un tercero ha escapado — lo mira directamente a los ojos.Luce resignado y busca en la expresión de su interlocutor algo que lo delate. Le llama la atención que apenas vaya cubierto, ya que la tormenta ruge con fuerza y el viento se mueve caprichoso.
— Mi nombre es Kori no Galen, de Yukio — deja la bolsa en el suelo y se escucha como choca entre sí la bisutería. Algo como un cristal se quiebra dentro — Ups, vaya...
Lleva su mano a la nuca y se voltea hacia el mostrador, donde el pequeño shinobi ha tomado asiento.
— No voy a tomar nada... pero... ¿puedo pedirte un favor?
Intenta mantener la calma y sigue pensando en qué hacer con la bolsa antes de volver al salón de apuestas.
18/05/2019, 23:54 (Última modificación: 18/05/2019, 23:56 por Samidare. Editado 1 vez en total.)
El pelirrubio escucho atentamente todo lo mencionado por ese chico quien se presento como Galen, no había razón para no creerle, y de hecho gracias a todos los detalles que menciono una persona como Samidare podría sacar provecho para lograr atrapar a aquel ladrón. -Dueño, que marche un Ramen Shoyu para mi.- Su acompañante ya había declarado que no quería nada en particular, por lo tanto mientras hacían tiempo no había nada de malo en comer algo rápido.
Anteriormente ya había visto que ese casino solo tenia una puerta(la del frente), y a pesar de parecer estar placidamente como cualquier cliente en ese negocio, el rubio no le sacaría la vista a la entrada en busca de algo sospechoso. Aun mas, consigo tenia a una persona el cual posiblemente pudiera identificar a ese ladrón fácilmente, y sabia donde encontrar a uno de sus secuaces que de alguna forma desconocida para el senju estaba incapacitado. En ese contexto podia darse el lujo de perder algo de tiempo, sabia que antes debía de ganarse algo de la confianza de su nuevo conocido ya que era una pieza importante en esa partida que estaba empezando.
Entre sus pensamientos el dueño de ese lugar acerco el plato con el Ramen pedido anteriormente, y el rubio bajo su mascara para poder empezar a comer, aunque antes de ello se dio cuenta de que no respondió lo ultimo mencionado por Galen.
-Perdón es un mal habito, ¿Que me querías pedir?, por cierto mi nombre es Samidare Senju.- Al terminar esas palabras el niño se dio cuenta de que nuevamente había equivocado el orden de las cosas. Tenia el mal habito de pensar primero con el estomago y luego con su cabeza, a pesar de que su inteligencia era destacable, su apetito lo era aun mas, y en especial ahora que tenia algo de dinero como para costear un mínimo de comidas de vez en cuando.
— Debo inspeccionar la zona para minimizar los riesgos. Aún quedan un par de horas hasta que los comercios cierren, y de seguro que ya hay una patrulla en la joyería que asaltaron. La principal parece la única entrada, pero no estoy seguro. — habla en voz alta consigo mismo.
— Yo no necesito nada, jefe — responde al dueño del puesto antes de que vuelva a reclamar su atención.
Galen orienta su mirada a la bolsa con el botín y la acerca al asiento de Samidare.
— Necesito que alguien se quede con la bolsa para entrar... veo que eres un shinobi y estoy seguro de que puedo confiártela a ti. Si vieras a alguien de la policía militar, entrégale el botín y explícale lo que te he contado por favor — su gesto era amable y suplicante. No le gusta pedir favores a los extraños, pero la situación saca lo mejor de él.
Inicialmente la idea del joven shinobi era ganarse la confianza de Galen, pero el favor que este le pedía no era lo que el esperaba, sentía que estaban dividiendo sus fuerzas y aun peor esperaba que no generara ningún malentendido el que la policía lo pudiese encontrar a el con la bolsa con mercancía robada.
Asi y todo era la perfecta excusa para ahorrar energías, debía de asegurarse que no hubiese nada fuera de su lugar. -Mmm...bueno supongamos que lo hago, ¿Como planeas entrar?.- Arrojo directamente la pregunta el rubio apuntándole con los palillos que posteriormente uso para ir comiendo el ramen que tenia enfrente. -Creo que sabes bien por experiencia que no permiten menores de edad, y como dijiste, hay una sola entrada.- Complemento el niño que al decir todo eso no parecía tan niño.
El había trazado varias ideas, y al menos desde su perspectiva cada una de ellas le eran mas favorables que esta que planteaba su compañero, pero como se dijo anteriormente Samidare ejercía por la ley del mínimo esfuerzo. Y si de esta manera ganaba la confianza de Galen, hacia que el ladrón saliera de su madriguera, y a la vez no tenia que mover ni un musculo, ¿Como podia quejarse de ello?.
— Inspeccionaré la zona desde el tejado y veré si puedo acceder de alguna otra manera... un lugar de esas características debe tener una salida trasera, al menos un cuarto de basuras... No veo ningún contenedor en este lado de la calle... — responde a Samidare con honestidad, aunque es evidente que sus palabras son una manifestación espontánea de su pensamiento; ordena las ideas y traza un plan de intervención.
— En cualquier caso, si no consigo entrar... sería una decepción para mis maestros — continua su perorata, pero ahora se dirige concretamente al muchacho — Tu... pareces espabilado, aunque no entiendo algo... — lo ojea de nuevo, desde su copado portaobjetos, hasta la bandana de su frente.
— ¿Tu qué haces aquí?, ¿qué interés tienes por encontrar a ese idiota? — sus ojos están entrecerrados y muerde ligeramente su labio superior, lo aprieta con fuerza contra los dientes.
Las estrategias para entrar mencionadas por Galen al menos sonaban decentes, aunque era raro que en un lugar como ese dejaran puertas traseras, sea por la basura, o lo que fuese abiertas ya que se manejaba dinero y las estafas eran moneda común. Dejar una sola ruta de escape para esas personas era ser inteligente, aunque asumir que todas las personas manejaban esa linea de pensamiento podia ser un error de parte del rubio.
-¿Que hago aqui?, excelente pregunta, la cual se puede contestar con la verdad o una mentira que adorne la realidad.- Hizo una breve pausa antes de seguir.
-Si lo que quieres es la razón noble, diria entonces que estaba persiguiendo a un grupo de malhechores para hacer justicia por mano propia.- Una sonrisa se dibujo en su rostro, mientras que con la muñeca limpiaba su boca y alrededores al terminar de comer el ramen que anteriormente había pedido. -Por el otro lado, si lo que buscas es la verdad, entonces tengo que decir que simplemente ese idiota tiro mi refresco y planeo devolverle lo que sentí en aquel momento mil veces multiplicado.- De uno de sus bolsillos saco el dinero que dejaría sobre la mesa para pagar lo pedido.
-En todo caso sea la razón que quieras estamos en el mismo barco, y no creo que esto se resolviera atrapando solo al que esta dentro del salón de apuestas, debemos de ponernos en movimiento.- Sentencio, y terminando ello corrió la silla para levantarse esperando alguna respuesta del shinobi.
Al principio se ve sorprendido por la retórica de Samidare, que parece no haber entendido su urgencia por resolver el conflicto. La expresión de su cara se relaja y también lo hace su postura, apoya el brazo sobre la cadera derecha y se deja caer sobre ella. Escucha sus palabras con atención y su boca se abre ligeramente, como si fuera a decir algo. No obstante, continúa escuchando.
Cuando paga la cuenta y se desentiende de la comida, no puede dar crédito a lo que ocurre. Piensa que el Gennin parece una persona despreocupada y también que parece bastante taimado para ser un niño. No deja de sorprenderlo.
— ¿No vas a empezarlo?
Sus labios forman una mueca de incomprensión y sus cejas se arquean con énfasis.
— Verás, sólo necesito que alguien guarde lo que los ladrones robaron. Pensaba que ibas a quedarte aquí... — por un momento, varios pensamientos rebotan en su mente formando una nueva solución al problema contando con la nueva incógnita de su homólogo. De pronto, una idea.
«¿Por qué no?»
Su expresión se calma y da un paso hacia el pequeño shinobi, colocando su diestra sobre su hombro izquierdo. La diferencia de altura se hace más evidente, por lo que Galen se inclina sutilmente para hacerlo.
— ¡Claro que podríamos trabajar juntos! — se ríe con timidez, pero lo suficientemente alto para captar la atención de todos los que hay en la parada de ramen — ¡Veo que no te faltan ganas para demostrar lo que vales!
Aunque inicialmente la idea de Samidare era entrar a ese lugar y atrapar a el hombre que lo golpeo, al ver como Galen se encargaría de todo eso se había sumergido en una tranquilidad absoluta. De hecho solo se paró para invitar al ninja a que tomara cartas en el asunto e iniciara lo que le comentó que tenia pensado hacer, pero sus acciones y palabras parecían haber sido malinterpretadas y en esta circunstancia volver a atrás y decir que simplemente no tenia ganas de hacer nada y solo planeaba quedarse parado allí esperando que el otro hiciera todo no sonaba demasiado prometedor.
- Emmm sii...porque el trabajo en equipo es importante - Se rió también nerviosamente tocándose la nuca, para luego intentar retomar la seriedad. -En cuanto a la forma de entrar allí, creo que tengo una idea, pero...-
Le hizo una seña para que su compañero se acercara, una vez que este lo hiciera le contaría parte de lo pensado. -Podemos usar el Henge para hacernos pasar por una persona mayor, incluso con que uno lo haga es suficiente usaremos la bolsa como coartada en este mundo al que tiene dinero se le permite pasar por alto varias cosas.- Guiño el ojo al decir eso, mientras se subía la mascara tapando nuevamente gran parte de su rostro, y posteriormente el antifaz hasta cubrir su bandana ninja.
Las miradas de los presentes vuelven a sus platos y Galen se acerca a él. Samidare le cuenta su impresión sobre el dilema mientras va formándose una sonrisa en su rostro. Ha tenido una idea excelente que el rapado aprueba de inmediato. Está claro que el gennin sabe lo que se hace.
— No quiero sonar impertinente, pero entiendo por qué te han confiado esa bandana. No es que la edad me parezca muy importante... en realidad creo que sólo es un número, y que lo que nos define es nuestra personalidad y nuestros objetivos en este mundo incierto al que nos enfrentamos... — se va a alejando de él a medida que habla para después callarse por completo.
— Volviendo al tema... — ahora se encuentra bajo un farol luminoso, que hace oscurecer su cara por la sombra que proyecta — Puede sonar un poco estúpido, pero nunca he sido demasiado bueno con el Henge. Mis habilidades son un poco peculiares — intenta restarle importancia a lo que dice, pero se siente visiblemente avergonzado por su confesión.
— Se que puedo confiar en ti... así que puedes distraer a los matones de la entrada con tu transformación, y yo aprovecharé el momento para colarme. Una vez dentro me las apañaré para no llamar la atención — en su rostro no hay rastro de juventud, por lo que está seguro de su afirmación.
19/05/2019, 23:24 (Última modificación: 20/05/2019, 00:27 por Samidare. Editado 1 vez en total.)
No era de extrañar que no dominase el Henge, si bien era un ninjutsu de nivel básico, pocos shinobis lo lograban dominar correctamente. Incluso Samidare, el cual es considerado por varios como un prodigio, en relación edad y habilidades no domina en perfección dicho jutsu.
En este caso no hace falta perfección, no estaban intentando hacerse pasar por alguien en particular, asi que aun haciendo un henge con defectos era suficiente para poder pasar sin llamar la atencion. Inicialmente la idea del rubio era hacer que Galen fuese la persona que llevara la bolsa al entrar a esa sala de apuestas, y haciendo derroche de lo mucho que gastarían en ese lugar, y tirando pintas de gente importante tenia confianza en poder pasar. Pero el otro shinobi no entendió la idea como tal, en verdad los detalles no importaban, después de todo ambas ideas harían que los dos ninjas pudiesen entrar al lugar que deseaban.
-Bien, iré al callejón de aquí al lado, una vez que la técnica este lista iremos juntos con decisión y pasaremos por allí.- Comentó el senju tapándose un poco la boca,de no mediar ningún comentario adicional por parte de su acompañante, el rubio se dirigiría a el callejón tal y como había anunciado.
Una vez allí luego de hacer los sellos correspondientes, y con una posterior nube de humo que cubriría su cuerpo la técnica quedaría completa.
Muchas de las misiones de un ninja están basadas en la infiltración y el subterfugio. Este Ninjutsu, que se enseña en todas las academias shinobi de Oonindo, es la técnica más básica para hacerse pasar por lo que uno no es, pero no por ello es menos útil. El usuario realiza los sellos del jutsu mientras visualiza mentalmente aquello en lo que se va a transformar, que puede ser o bien otro ser humano, un animal, una planta, un arma o un objeto inanimado, siempre de tamaño medio (un poco más pequeño que una persona o un poco más grande). Tras una pequeña nube de humo, el shinobi se transforma adquiriendo las características físicas deseadas, pero manteniendo algunas de sus propiedades (no puede replicar extremidades que no tiene, por ejemplo, y si lo hace, serán evidentemente falsas).
La técnica es básica, pero muy pocos logran dominarla por completo debido a que requiere una excelente capacidad de memoria y concentración. Por ende o bien se tiene 60 o más puntos en el atributo de Inteligencia o bien se tienen 60 o más puntos en la facultad de Ninjutsu; si no se cumple al menos una de estas dos condiciones, la transformación en otras personas será evidentemente falsa, con obvias carencias o imprecisiones respecto al original.
Incluso así, desconcentrar al usuario, como por ejemplo hiriéndolo, derribándolo o causándole demasiado estrés podría deshacer la transformación.
Ambos salieron de la parada hacia el callejón que Samidare había señalado. La lluvia nunca ha sido un problema para él pero en aquel momento la tormenta aprieta intensamente y las gotas golpean contra su chubasquero con agresividad. La luz de los neones se proyecta en ellas de manera tenue, difuminada, y esto crea una ilusión de mayor iluminación a medida que avanzan. Lleva diez años en Amegakure y todavía no se ha acostumbra a la reflexión de los malditos neones. Eso le fastidia.
El prodigio lleva ahora la iniciativa y llegan al callejón. Galen deja la bolsa en el suelo, al lado del niño, y dirige su siniestra hacia el mentón, lo masajea con devoción mientras piensa en qué hacer. Por su parte, Samidare no pierde ni un segundo y una nube de humo invade la escena, cubriendo por completo su figura y revelando una nueva apariencia.
Sin prestar demasiada atención a la transformación de su ahora compañero, Galen mira hacia el cielo nublado. Varios truenos lo invaden con violencia y una gran nube oscura se divide en dos a medida que avanza sobre la aldea.
— Lo dicho, si consigues distraer un par de segundos a los matones tendré tiempo más que suficiente para colarme. Si no fuera capaz, creo que la segunda mejor opción sería someterlos... La niebla y el sonido de la lluvia podrían ser útiles en ese caso — continúa meditando y mirando al cielo.