La Reina del Océano

[Uchiha Datsue]

Kaido, tal y como habían hecho él y sus dos compañeros de Uzu tiempo atrás, se encaramó a una ventana y miró por ella. Era la casa número dieciséis —oh, sí, todas estaban perfectamente numeradas—. Si mal no recordaba, habían incendiado la número siete, no muy lejos de allí, cuando salvaron al marinero.

La ventana no tenía barrotes, solo una cerradura, y bastante pobre. Daba a una especie de salón-comedor. Nada del otro mundo, parecía de lo más normal. De lo más anodina.

Tampoco parecía haber nadie.

[Umikiba Kaido]

Oh, claro que lo recordaba. Lo recordaba todo como si hubiera sido ayer, aun y cuando aquellos acontecimientos se habían suscitado hacía más de dos años, casi.

La casa número dieciséis fue la elegida para comenzar su búsqueda de alimento. Kaido hizo uso de su técnica insigne, aquella que le había servido más en su vida para combatir que para fines de infiltración; para lograr introducirse a la casona por las rendijas de la ventana.

Una vez dentro, con sumo silencio; otearía su alrededor en silencio. Alerta. Atento a cualquier posible peligro. Y con el ojo puesto en la cocina, si es que había alguna.

[Uchiha Datsue]

Oh, sí. Umikiba Kaido no necesitaba forzar ninguna cerradura, como había hecho dos años atrás Akame. Él, después de todo, también era el Agua. Y no existía todavía cerradura inventada que le cerrase el paso.

Cuando entró a la estancia, halló una mesa, varios muebles y estanterías, así como la cocina, a la derecha. Todo muy normal. Como la de cualquier otra vivienda de un ciudadano medio de Oonindo.

En el fregadero de la cocina habían dos platos y una sartén secándose. También había una nevera, a la izquierda, y lo que parecía un congelador justo debajo.

[Umikiba Kaido]

Cualquiera que tuviera la posibilidad de visitar el interior de una de esas casas, diría que todo lucia perfectamente normal. De hecho, así lo habrían pensado ellos —Datsue, Akame, Kaido y el poco participativo Yota cuando recién atracaban en el barco en el puerto. Así lo pensaron también cuando se dirigieron a la mansión del noble dispuesto a repartir todo su supuesto patrimonio a un afortunado ganador entre cientos de visitantes.

Pero aquello había acabado siendo una gran mentira. Nada allí era normal. Todo era una ilusión. Una trampa mortal para gente común y corriente, aunque no para ellos. No para un ninja como Kaido.

Abrazado por el sígilo, el gyojin se dirigió a la nevera. Esperaba que los Dioses fueran buenos con él aunque sea una vez, y le permitiese encontrar lo que con tanto anhelo buscaba.

Y eso era comida. Lo que fuera, y que no estuviera podrida. Solo pedía eso.

Probó suerte ahí y en la congeladora.

[Uchiha Datsue]

En la nevera halló un par de huevos, tomates, lechuga, remolacha y una zanahoria. También un bote de mayonesa y dos botellas de cristal repletas de agua. Estaba bastante vacía, a decir verdad.

Abajo, en el congelador, había carne envuelta en plástico. Carne cortada, y cada bolsa tenía un nombre rotulado: Solomillo; falda, aguja, aleta…

[Umikiba Kaido]

«Bien, bien... » —se dijo, para tranquilizarse un poco. Amenokami le estaba sonriendo por primera vez en mucho tiempo.

O eso quería creer.

Primero trató de comprobar el estado de aquellos alimentos, empezando por el agua. Si veía que la temperatura del refrigerador era apta y que las botellas estaban precintadas, o que el agua lucía en buen estado; la bebería a pico tendido. Tanta agua salada pasándole sin parar por las branquias le daba una sed insaciable.

Luego haría lo propio con los vegetales.

La carne tendría que cocinarla, aunque lo más factible sería meterla así, sin condimento, en el horno.

Kaido realizó un sello e invocó a dos kage bunshin, a los que susurro muy de cerca un par de instrucciones.

—Tú vigila la entrada. Y tú empieza a peinar la casa, fíjate si hay alguien dentro.

El original se encargaría de cocinar.

[Uchiha Datsue]

Umikiba Kaido sació su sed pimplándose una botella entera de agua. Lo necesitaba, a decir verdad. Los Hozuki lo pasaban muy mal si no estaban bien hidratados. Luego tomó la lechuga y empezó a devorarla. Sin pasarle un agua primero. Sin buscar siquiera algo de aceite o vinagre para que tuviesen algo de sabor. El hambre era intensa, y más lo era la preocupación de que le pillasen allí dentro.

Era hora de la carne, pero antes, el tiburón decidió que era buena idea invocar a dos clones para que le cubriesen las espaldas.

Fue entonces cuando lo oyó.

—No es normal. No es normal que nos haya pasado a casi todos, y en distintos días.

Una voz que provenía de la entrada de la casa, fuera. Oyó el característico sonido de un tintineo de llaves. No necesitó de ningún clon para que le avisasen de que alguien se acercaba.

[Umikiba Kaido]

Con remanentes de lechuga y semillas ese tomate entre los colmillos, el Umikiba se percató de la voz que provenía del exterior. Alguien estaba intentando entrar a la casa.

Los bunshin supieron inmediatamente qué hacer.

Cada uno se colocó a ambos costados de la puerta. Era perfectamente asumible que el hombre le estuviera hablando a otro, así que tenía que prevenir la aproximación de dos de ellos. Aunque, también estaba la posibilidad de que hablase solo; pero eso no cambiaría absolutamente nada.

Kaido el original se mantuvo oculto en los linderos de la cocina mientras los clones aguardaban a que entraran. Y apenas tuviera la oportunidad...

Los iban a reducir con una llave. A los dos, o a uno solo.

[Uchiha Datsue]

Dos hombres con túnicas negras fueron los que entraron en la vivienda. Inocentes, totalmente desconocedores de que un tiburón había entrado en su vivienda. Kaido había pasado de ser la presa al depredador, cogiéndoles a ambos por el brazo y reduciéndolos en el suelo.

—¡Agh! Pero, ¿qué…?

—¡Intruso! ¡¡¡INTRUUUUSSSOOOOOOOOO!!!

[Umikiba Kaido]

Intrusos no.

Esa casa ahora era suya. Al menos hasta cumplir con su único propósito al visitar a la isla maldita.

De los bunshin emergieron sendas burbujas de agua que cubrirían sus rostros no solo para reducirlos, sino también para impedir que aquellos gritos llegaran a los oídos curiosos de los otros vecinos. No quería una horda de paganos encima sin haber comido primero y aquella era la forma más factible de callarlos. De todas formas, su intención no es ahogarlos hasta morir; sino por el contrario, advertirles de que si volvían a gritar, lo que vendría luego sería una garganta rajada.

Cuando asintieran, victimas de la falta de oxígeno...

... les Otorgaría una oportunidad de vivir.

[Uchiha Datsue]

Era increíble lo que un cuerpo bien hidratado podía hacer. Más si ese cuerpo pertenecía a un Hozuki. Momentos atrás, a Kaido le hubiese resultado difícil, y mucho, realizar aquellas dos técnicas. Ahora que había llenado sus reservas, le resultó tan fácil e intuitivo como la mera acción de respirar.

Pasaron varios largos y agónicos segundos hasta que los dos hombres dejaron de sacudir los brazos y comprendieron que la única posibilidad de vivir era sucumbir a la voluntad del tiburón.

Ambos tosieron cuando Kaido les dio una segunda oportunidad.

—Así que… eras… tú —farfulló, todavía sin aliento, el dueño de la vivienda—. Eras tú quien nos lleva robando la comida durante todo este tiempo.

Fue entonces cuando sus ojos se fijaron en la piel azul de Kaido. En sus dientes serrados. En sus ojos de tiburón.

—Oh… Tú.

[Umikiba Kaido]

Kaido mantuvo la mirada puesta en el que hablaba, como aquél que no teme a lo desconocido. Quizás en su momento había salido cagando por patas, pero el gyojin de ese entonces era uno muy distinto al de ahora.

Resultó interesante la connotación de esa última frase. Le parecía, o el tipo le estaba reconociendo?

—sabes quien soy? —preguntó, directo. Mientras tanto, se había acercado a ellos y los ató con hilo ninja de tal forma que no pudieran escaparse—. de cualquier forma, yo acabo de llegar a esta maldita isla de los cojones. Si te han estado robando, no he sido yo.

[Uchiha Datsue]

El hombre bufó.

—Eres uno de los chicos que escapó hace dos años, ¿no? —dijo, casi convencido—. No creo que haya mucha gente en Oonindo con tu… apariencia.

Ambos, sin embargo, se quedaron descolocados cuando aseguró que no había sido él el responsable de los robos. Si no había sido él, entonces, ¿quién?

[Umikiba Kaido]

Hace cinco meses habría admitido que, efectivamente, él era el único que lucía como un tiburón. Pero hace cinco meses conoció a Shaneji —ahora muerto, recuerdo que le obligó a apretar los dientes—. y él también tenía una apariencia similar a la suya.

Pero desde luego, sólo un escualo había visitado la Isla Monotonía. Y ese era Umikiba Kaido.

—Lo soy —admitió. Entre tanto, un de los bunshin se dirigió a la cocina para preparar el horno y así poder dar fuelle a alguno de los cortes congelados—. ¿qué es lo que hacéis aquí, de todos modos? ¿esperáis que llegue gente durante años para sacrificarlos? siempre me acompañó la duda de lo que buscábais en aquella ocasión.

El segundo clon seguía detrás de ellos, apuntándole las cabezas, por detrás, con los dedos en forma de pistola. Un grito, una alerta. Y morían.

[Uchiha Datsue]

El horno se calentaba, la carne se hacía poco a poco. Meter directamente la carne del congelador al horno era un crimen para todo cocinero de bien, pero un crimen entendible dada su apremiante situación.

El otro hombre bufó por la pregunta.

—Tu mente no está preparada para comprender la magnitud de lo que aquí hacemos.