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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#46
Ayame no parecía mejor que ella, y ambas seguían notando como el tren no se detenía, temblando hacia Ushi a cada segundo que pasaba y el sonido incesante del movimiento hacia que Eri se sintiera horriblemente inútil ante cualquier modo de parar aquello.

Pero la kunoichi de la lluvia tenía una idea, pasando por todo el primer vagón hasta llegar a la conexión del primero y el segundo. El conductor preguntó, pero no recibió más respuesta que una hinchazón del brazo de la morena y el destrozo de la unión entre el primer y segundo vagón, el último quedándose rezagado hasta que al final solo quedó la cabina y el primer vagón donde ellos se encontraban.

Preparaos para saltaradvirtió la chica, girándose a ellos con el rostro sombrío y el brillo de las lágrimas a punto de querer salir de sus ojos castaños.

Eri tragó saliva y, sin decir nada, asintió, solemne, mientras se acercaba a algún sitio abierto para poder saltar. Ayame explicó al maquinista que no podían hacer nada más y que al menos había aminorado el daño, así que solo quedaba salir de aquel armatoste antes de que impactase con ellos dentro.

Eri, ¿podrás salir por tus propios medios?

Sí.

Y se preparó, justo para saltar cuando ellos saltasen para abandonar el tren a la misma vez. Saltaría e intentaría recomponerse de la inercia que la lanzaría hacia delante rodando y aguantando el daño del impacto y las rozaduras como pudiera, pero era mejor aquello que el impacto y la posible muerte que la seguía.

Y justo cuando Ayame saltase, ella saltaría.
[Imagen: ksQJqx9.png]


—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
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#47
—Aquello fue todo lo que respondió Eri, antes de prepararse para saltar.

«Espero que sepa lo que se hace...» Pensó Ayame, dejando escapar el aire por la nariz lentamente. Después se volvió hacia el maquinista, que aún las contemplaba sin comprender qué era lo que estaba pasando.

¡Vamos! —exclamó Ayame, tomándole del brazo y empujándolo hacia ella. La kunoichi colocó su cuerpo por delante de ella y pasó los brazos por delante de su pecho como si lo estuviera abrazando por la espalda.

Q... ¿Qué está haciendo...?

¡Prepárese! ¡Vamos a saltar! —gritó, mientras sus dos brazos volvían a inflarse como dos globos. El maquinista, que ya había visto hasta en dos ocasiones el poder destructivo de aquella técnica, no pudo sino ahogar una exclamación de terror, pero Ayame no tenía ninguna intención de usarlos para destruir en aquella ocasión, sino para aumentar su fuerza momentáneamente. Ayame no era alguien que se caracterizara precisamente por tener una fuerza descomunal, y mucho se temía no soportar el peso del maquinista en cuanto saltaran. Por eso había decidido utilizar aquella técnica.

El ferrocarril seguía temblando a su alrededor, aterrorizado. El metal y la madera seguía crujiendo en sus oídos como huesos que se estuvieran rompiendo con cada bache que se veía obligado a saltar. Y el pueblo de Ushi cada vez estaba más cerca. No podía verlo desde su posición, pero podía presentirlo con los árboles espaciándose cada vez más. Estaban llegando al final del bosque.

¡AHORA! —gritó Ayame, apretando con fuerza al maquinista contra su pecho y saltando al exterior. Tras su espalda se desplegaron un par de alas de agua que aleteó con fuerza, pero aún así sintió un fuerte tirón cuando sus pies perdieron el contacto con el suelo y vio su carga despendió únicamente de la gravedad—. ¡Ugh! —Ayame gimió dolorida, cuando sus brazos se quejaron del esfuerzo de cargar con el chillón maquinista que, aunque no era demasiado corpulento, sí era más peso del que la muchacha estaba habituada a cargar, incluso con sus brazos inflados de aquella manera. Aleteó con fuerza y desesperación una, dos veces, pero la gravedad hizo su trabajo y los atrajo a tierra sin mayor remedio. En el último momento Ayame giró sobre sí misma para evitarle daños al hombre y recibirlos ella por él. Ambos cayeron a tierra con estrépito y el aire escapó de sus pulmones en cuanto su cuerpo se vio violentamente comprimido entre el cuerpo del hombre y el suelo. Ni siquiera fue consciente de que el hombre se había apartado rápidamente de ella y ahora trataba de ayudarla preguntándole si se encontraba bien, estaba demasiado ocupada jadeando y tosiendo violentamente entre gemidos de dolor, tratando de recuperar el aire perdido.

Eri por su parte, salió rodando hacia delante. Pero acababa de salir de un tren que iba a gran velocidad y su cuerpo se vio empujado por la inercia en consecuencia. Rodó varias decenas de metros y terminó por chocar contra el tronco de uno de los árboles del bosque. Un golpe que le dejaría varias bonitas moraduras, aunque debía dar las gracias a la excepcional Resistencia que le otorgaba su clan, pues de lo contrario habría tenido que llorar por uno o más huesos rotos.

Y el ferrocarril siguió avanzando hacia el inevitable final. Con un último alarido propio de un monstruo, aquel armatoste terminó por salir del Bosque de la Hoja y se abalanzó sobre su destino: Ushi, un pequeño pueblecito cuyos habitantes dedicaban sus tranquilas vidas a la ganadería mientras envidiaban las dotes de agricultura que sus vecinos de Minori tenían. Y, sin embargo, allí seguían, ordeñando sus vacas y cuidando su ganado con todo el cuidado y el mimo que un ganadero que se preocupaba por sus animales podía tener. Ninguno de sus habitantes, ni siquiera el niño más soñador, podría haber siquiera imaginado al despertar que aquel día un ferrocarril iba a abalanzarse sobre su tranquilo y pacífico pueblo. Ninguno de ellos podría haberlo hecho, hasta que vieron la monstruosa sombra del monstruo acercándose a ellos a toda velocidad. Fueron unos segundos muy tensos. Los pobres pueblerinos se quedaron varios segundos contemplándolo, como una pobre gacela que ve venir la figura rampante del león abalanzándose sobre ellos. El ferrocarril terminó por volcar, y las chispas brotaron de su cuerpo al rozarse contra la tierra y las vías mientras continuaba su recorrido de forma Imparable. Entonces, vinieron los gritos y el pánico. Echaron a correr en dirección contraria, buscando a sus hijos y a sus seres queridos en el proceso. Y el ferrocarril pegó un potente chirrido y...

Terminó frenando justo frente a la primera línea de edificios y parcelas dedicadas a las vacas.

Parecía que, por capricho de un dios superior, Ushi había sorteado su fatal destino. Pero no se podía decir lo mismo del ferrocarril, ahora convertido en un amasijo de chatarra.
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—Habitación de Ayame: Link

No respondo dudas por MP.
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#48
Eri se preparó mientras Ayame tomaba al maquinista e inflaba sus brazos. El temblor continuaba agitando el ferrocarril, acercándose cada vez más a Ushi y el horrible impacto que haría ese pedazo de metal contra el pequeño pueblo.

Su corazón bombeaba a toda velocidad, incapaz de controlarse o controlarlo, hasta que...

¡AHORA!

El grito de Ayame resonó en sus oídos, y como si de un empujón se tratase, Eri saltó, sin saber bien dónde había ido a parar la otra kunoichi.

Ella había salido rodando por la inercia, impulsada por la velocidad a la que iba aquel armatoste y el parón que había recibido al saltar. Notó como las piedras y los trozos de madera se incrustaban en su piel y en la ropa, quemándola por la rozadura en la piel desnuda hasta que, de pronto, el movimiento paró y Eri ahogó un gemido de dolor que murió en su garganta, notando como se le escapaba todo el aire por el golpe.

Tenía la mente nublada hasta que, poco a poco, pudo abrir los ojos y sentir como el golpe iba haciendo mella, pero podría levantarse por suerte. Cuando Ushi cruzó su mente, sin embargo, olvidó momentáneamente los moratones que se formarían en su cuerpo y se levantó para ver si habría llegado o no el tren a su destino de la peor forma posible.

Lo vio tumbado delante de los primeros edificios y parcelas del lugar, parando todos los sonidos metálicos, el traqueteo, el chirrido de las vías... Todo.

Menos mal... —pudo murmurar, llevándose una mano al pecho, pero rápidamente tosió por el esfuerzo, sujetándose con fuerza los pulmones. Tomó una bocanada de aire, y la soltó, luego repitió el proceso y cuando logró recomponerse, buscó con la mirada a su compañera de misión y el maquinista—. ¿Ayame? —llamó, girándose. En cuanto la vio se acercó despacio a ella—. ¿Estáis bien? —preguntó, una vez junto a ellos.
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#49
¿Ayame? ¿Estáis bien? —la voz de Eri llegó hasta sus oídos, y Ayame entreabrió los ojos, aún con un intenso dolor en el torso, como si se lo acabaran de aplastar con un mazo gigante.

S... sí... c... creo... q... qu... —balbuceó como pudo, tratando de reincorporarse, pero un nuevo restallido de dolor le obligó a quedarse tumbada en el suelo. Con un soberano esfuerzo, la kunoichi giró la cabeza para comprobar lo que había pasado con el ferrocarril y Ushi, y dejó escapar un enorme suspiro de alivio al darse cuenta de que nada ni nadie parecía haber resultado herido—. M... menos mal...

El maquinista, presa de los nervios, caminaba en círculos, agarrándose de los pelos de pura desesperación.

¿Qué voy a hacer? ¿Qué voy a hacer? ¡Ay, cuando se enteren! ¡Cuando se enteren...!

Ayame se vio incapaz de responderle, porque ella cargaba con una responsabilidad similar. Habían evitado que el ferrocarril arrollara Ushi, pero no habían conseguido salvar el vehículo como se les ordenó que hicieran en caso de que algo ocurriera. Aquella misión había resultado en un absoluto fracaso.

«Tendré que informar a Yui-sama... Y advertirle de que se aseguren de que todo esté en orden antes de la inauguración oficial del ferrocarril.» Lo último que deseaban era que algo así volviese a ocurrir... y con peores consecuencias de las que habían sufrido ya.




Misión terminada. Puedes añadir algún post más si lo deseas.
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