Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Era la primera hora de la mañana, y Otohime ya estaba en pie, esperando en el Gran Salón de Ryūgū-jō a cierta persona. Cierta persona que, con la puntualidad de un buen reloj, apareció entre las estalagmitas y estalactitas.
—¡Money! ¿Me trajiste eso que te pedí?
—Ah, ¿ni un buenos días? —se quejó, sonriente—. Si, sistel, sí le tlaje. No fue nada fácil de conseguil, eso se lo tengo que decil. Tuve que acudil al melcado neglo. Al malo, malo, sistel.
Money le entregó un paquete envuelto en papel, y Otohime sintió que se le desbordaba el corazón.
—¡¡¡SUUUGOOOOOIII!!!
Sus manos rompieron el papel de regalo en largas tiras que iba tirando al suelo. Era…
Era…
¡Era…!
Era un disco de acetato en el interior de una caja de madera, Edición Coleccionista del año 84, que contenía la mejor música de la época. En opinión de Otohime, claro. Y que se preparase cualquiera que osase contradecirla en aquel tema, porque ni todas las murallas del mundo le servirían para protegerse de su furia.
—El original, mami. El original y auténtico. —No le dio tiempo a decir mucho más. Fue arrastrado por Otohime hasta su habitación, deteniéndose por el camino, eso sí, en los aposentos de cada Ryūtō, a los que Otohime llamaba con urgencia apaleando la puerta. Ryū declinó la invitación amablemente. Bueno, para ser más precisos, con un gruñido—. ¡Akame! ¡Kaido! ¡Mirad esto! ¡Mirad esto!
Seguramente la habitación de Otohime fuese la más bonita de todas. La gran cama circular estaba rodeada por una alfombra escarlata, y el techo, oh, el techo estaba lleno de bombillitas y luces de neón diminutas, y cuando lo observabas tirado en la cama, parecías estar bajo el cielo de una noche estrellada.
Otohime abrió un tocadiscos y colocó el disco de acetato.
—Oh, deleitaros con la verdadera belleza. Arte. Esto es arte, camaradas. Y no la mierda prefabricada que se oye hoy en día.
Y, por un momento, Otohime fue feliz. Bailaba, bailaba al son de la música, una clásica, perfecta para el vals. Saltó encima de la cama, y dio vueltas, y más vueltas y vueltas. De no ser una Ryūtō, quizá hubiese podido dedicarse al baile. No se le daba nada pero que nada mal.
—Esto es a la música lo que el fuuinjutsu al ninshuu —empezó a explicarles, sin dejar de bailar—. El ninjutsu, el katon, el fuuton… Sí, todo eso es muy bonito. Explosiones. Fuego. Guitarras eléctricas y graves tan profundos que hacen temblar el suelo. Mucho ruido, sí. Pero aquí está la pureza. Sin necesidad de artificios ni adornos. Solo el corazón… El corazón de la música.
Money carraspeó. Otohime había seguido por un buen rato explicando porqué aquella música clásica era tan maravillosa.
—Oye, Otohime —la interrumpió, con la esperanza de cambiar un poco de tema— Y, pues, ¿viste a Zaide, allá arrebujado en su mantita, sentado a pie del acantilado y con su águila al homblo?
—Ah... Sí —dijo, sin prestarle mucha atención—. Lleva allí desde ayer.
—¡Desde ayel! ¿¡Se ha pasado allí la noche y todo!? Y, pues, ¿qué se supone que hace? ¿Rezal a los dioses pol no moril contla Ryū?
—No tengo ni idea, pero eso no suena muy a él, ¿no crees? Si tuviese que apostar, diría que se está preparando.
—¿Cómo que preparando? ¡Si está allí sin hacel na’, con la mirada peldida en el mal!
—Quiero decir, mentalizando. Visualizando el combate, ¿sabes? Ay, no me molestes con tonterías ahora.
—Peldona, peldona. Y, pues sí, supongo será eso. Tú le conoces mejol que yo, después de todo —desvió la mirada hacia Akame y Kaido y bajó la voz hasta que no fue más que un susurro quedo:—. Dicen algunas lenguas que ella y él, en una noche de juelga…
Money procedió a realizar una serie de sugerentes e inequívocos gestos sin pudor alguno. Metía y sacaba el dedo de un círculo que formaba con la otra mano… Meneaba la cintura de forma grotesca… Y un par de cosas más de las que no merecen la pena entrar en detalles.
—¿Decías algo? —preguntó Otohime, totalmente ajena a los chivateos de Money—. Bueno, ¿qué? —miró a cada uno de los tres. Muy seria. Muy decidida—. ¿Quién se anima a bailar conmigo?
No pensaba aceptar un no por respuesta.
Tomo esta trama con Hueco de Narrador
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El Uchiha, que había salido de su habitación apresuradamente al escuchar la voz de Otohime —temiéndose que otra desgracia inesperada estaba por cernirse sobre Ryugu-jō— no pudo contener un bufido molesto cuando descubrió que la razón de tanto alborozo era un simple disco de música. Claro, para forofos y coleccionistas aquello podía ser una auténtica pieza de muchísimo valor, pero para Akame —y sobretodo en ese momento de su existencia— había asuntos mucho más acuciantes. Vestido con su yukata índigo y unos pantalones bombachos, descalzo y sin rastro alguno de ninguno de sus portaobjetos, aquella imagen era rara de ver en él. Parecía incluso que el destino así lo había querido, conjurándose para que allí, entre los fríos muros de la gruta, se diera una escena tan banal como aquella. Como un baile.
—Oh, por todos los dioses —masculló el Uchiha cuando la "princesa" empezó a bailar, deleitándose con la música—. Pensaba que era algo importante de verdad.
Sin embargo, la cosa no quedaba ahí, sino que la especialista en Fuuinjutsu de Dragón Rojo quería sacar a una pareja al baile. Akame miró alternativamente a Money y a Kaido; ¿cuánto tiempo hacía que no tenía contacto con una mujer, siquiera fuese para menear el esqueleto? «Demasiado», se respondió a sí mismo. Y Uchiha Akame no era de piedra, como todos los de allí. Había conocido las lides del amor y los secretos del cuerpo femenino, y por qué no decirlo, se había encontrado echándolos de menos amargamente alguna que otra vez. ¿Qué daño podía hacerle un simple baile?
Avanzó un paso, y luego otro, y miró a Otohime. Sus ojos querían decir "no tengo ni idea de cómo se baila esta mierda", pero él le tendió una mano con mucha guasa y sorna, esperando a que la dama se la tomara.
Un alboroto indigno de Dragón Rojo —desde su llegada a la organización, nunca les había visto tan animados como ahora—. le obligó a abandonar su habitación, coincidiendo casi al unísono con un alarmado Akame que comprobó, para su pesar, que la euforia proveniente de Otohime era a causa de un pequeño regalo que Money le había conseguido, finalmente, después de mucho tiempo. Se trataba de un disco que Otohime se había apresurado a poner en un aparato que hizo sonar la melodía, una rítmica y apasionada melodía que recorrió en un incesante eco toda Ryūgū-jō. Aquella pequeña reunión cambió de pronto a otros derroteros, con la cháchara de Money —otra cosa en la que era bueno además de manejar los libros contables—. que trajo consigo una inevitable revelación, esa de que Zaide llevaba toda la noche fuera, en lo más alto de la montaña, meditando. O preparándose. O pensando en saltar al vacío. Todo, junto a un... ¿águila?
Si bien le habría causado gracia ver los movimientos poco gráciles de Akame, que habrían de estar al mismo nivel que su personalidad de mierda; aquello que relató el bueno de Money le causó mucha más intriga que la de esperar que el renegado de Uzu pisara los pies de Otohime a mitad del vals.
La figura escueta de Umikiba Kaido se alejó paulatinamente de la juerga y desapareció de los profundos rincones de la caverna.
. . .
El gyojin tomó asiento, allí a su lado, sin pedir perdón ni permiso. Plantó sus ojos cristalinos en el horizonte y vislumbró la maravillosa vista que tenían frente a ellos.
—¿No estarás pensando en saltar, no? —dijo, ponzoñoso—. si piensas acabar así, habría sido mejor que te hubieras dejado matar allá en el Yermo.
15/10/2019, 14:34 (Última modificación: 15/10/2019, 14:39 por Uchiha Datsue. Editado 1 vez en total.)
Otohime asintió, complacida, tomándole la mano. Luego, le tomó del otro antebrazo para que pegase la otra mano en su cintura.
—Es fácil, solo tienes que seguir el ritmo —dijo, al identificar claramente el puro desconocimiento en la mirada de Akame—. Un, dos. Un, dos. Un… No pasa nada —dijo, cuando Akame le pisó. Por suerte, iba descalzo.
Uchiha Akame no era versado en el baile, eso estaba claro. Más por falta de práctica que por falta de destreza. Su mente de profesional, sin embargo, pronto se dio cuenta que aquello no difería tanto de cuando imitaba a un rival con el Sharingan. Solo tenía que habituarse al movimiento de Otohime, reflejar su paso con los suyos propios, acompasar su ritmo, su respiración…
Otohime se dejó caer hacia atrás, y Akame pudo cogerla por los pelos. Y entonces, como veía que el Uchiha lograba seguirle el ritmo, empezó a girar, a contorsionarse, a aterrizar en sus brazos con el peso de una pluma y a alejarse con la picardía de una musa, que tan rápido te iluminaba con un rayo de inspiración como te dejaba en la más profunda oscuridad.
Hubo tropiezos. Hubo más pisadas. Hubo risas.
—¡Oye, no tienes mal paso! —exclamó Otohime, dejándose caer finalmente sobre la cama—. Tú y yo deberíamos bailar más veces.
Kaido abandona la escena, solo posteará Akame por el momento
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Al principio ignorante de los entresijos del baile pero para nada patoso —no en vano Akame era un tipo bastante diestro y con buena coordinación—, el Uchiha se dejó llevar en aquel particular baile que no se parecía a nada que él hubiera hecho con antelación. Akame nunca había sido un chico particularmente dado al arte o la música, aunque sí que era ávido lector, pero las fiestas y el baile siempre le habían pillado demasiado lejos. Demasiado ocupado. Demasiado centrado en sus cosas. Por eso aquel momento, si bien fugaz, tuvo un destello de magia que arrancó una sonrisa sincera al Uchiha; y no ya sólo porque hubiera olido por primera vez en meses el perfume de una mujer, sino porque durante un momento, vació su cabeza de contenido y sólo quedó lo inmediato. El siguiente paso, la siguiente vuelta, el giro, agarrar a la dama y recuperar la postura. Ni Zaides, ni Ryus, ni Dragones Rojos, ni Alianzas, ni traiciones...
El Uchiha terminó con una cómica reverencia, claramente de guasa.
—Claro que sí, m'lady —respondió, socarrón—. Así que mi querido primo va a medirse los dientes contra el Gran Dragón —añadió luego, mientras daba vueltas por la habitación—. ¿Tan duro es ese hijoputa?
Otohime suspiró. De nuevo a hablar de lo mismo: sangre, fuerza, y ver quién meaba más lejos.
—Pronto podrás comprobarlo con tus propios ojos. —Si quería—. ¿Tú vendrás a presenciar el duelo, Money?
Money, que se había sentado encima de una mesa de escritorio, tenía la espalda recostada contra la pared y los brazos cruzados.
—Con vel a Ryū batallando una vez me bastó. —Tembló de arriba abajo, como si el solo recuerdo le provocase escalofríos—. Y, pues, todos sabemos el resultado del combate, ¿viste? Desde el momento en que Zaide peldió el apoyo de su plimo —miró a Akame—, se acabó la emoción.
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Akame se encogió de hombros, un tanto molesto; empezaba a tocarle los cojones aquella actitud que todos tenían en Ryugu-jō de que Ryu era invencible, casi inmortal. Un hombre al que nadie podía hacer frente. «Putos payasos, si supiérais que las Aldeas Ocultas están llenas de gente poderosa, se os caería la venda de los ojos», se revolvió en su fuero interno, y la implícita declaración de reconocimiento al poder de las Villas le escoció más que nada. Sobretodo, porque había sido involuntaria. «Estás en tu mejor momento, Uchiha Akame, te burlas de ti mismo...»
—¿Qué emoción hay en ver cómo nos matamos entre nosotros, en lugar de remar en la misma dirección? —replicó el exjōnin a las palabras de Money—. Cualquiera que sea el resultado de ese duelo, no nos va a beneficiar. ¿Arriesgarnos a perder a uno, o incluso a dos, de nuestros soldados más fuertes?
Sacudió la cabeza, resignado, y se recostó contra la pared junto a la entrada de la habitación.
—Como sea, no hay nadie invencible. Y creo que todos subestimáis el poder del Sharingan... —esbozó una sonrisa amarga—. Una vez vi a un Uchiha absorber una bijuudama con su ojo izquierdo.
… y estallaron al unísono en carcajadas tan sonoras que retumbaron por toda la cueva. Otohime rio tan fuerte que, sentada en la cama, terminó por caerse al suelo, incapaz de contener la risa floja. Money a punto estuvo también, resistiendo a duras penas en el borde de la mesa, tirado de lado y abrazándose el estómago con fuerza.
—Ay, ¡blothel! ¿Dónde habías escondido todo este tiempo ese buen sentido del humol? ¡Y yo pensando que eras más soso que una babosa! —Se quitó varias lágrimas de los ojos con el dorso de la mano—. Absolbel una bijuudama con un ojo, dice. Ay, esa sí que es buena. ¿Y luego la echó pol el culo, o cómo va la cosa?
—No, por favor, no. No sigáis con el tema que me duele la tripa de tanto reír.
Absorber una bijuudama con el ojo izquierda. Ay, qué cosas tenía el bueno de Akame.
—Y, pues —dijo Money, tratando de recobrar la compostura. Tuvo que esforzarse para contener varios amagos de nuevas carcajadas—, está claro que luchal entle nosotlos no es inteligente. Pelo, tampoco lo es la folma en que seleccionamos nuestlas Cabezas, ¿no? —se encogió de hombros—. Así funcionan aquí las cosas. Es la ley. Y Ryū es un fanático de la ley.
»Mirad.
Money avanzó hasta Akame y, tras llevarse una mano a la parte interna de su capa, le entregó un libro. Viejo, polvoriento, con las letras desgastadas pero del que todavía se podía leer: Ryūjin shinkō.
—La Fe del Dios Dlagón —tradució—. Una creencia religiosa peldida en el tiempo, me costó mucho tlabajo encontlal-lo. Fue una petición explesa de Ryū, ¿viste? Y fíjate en la contlapoltada: se dice que el Dios Dlagón, Ryūjin, vivía en un palacio submarino llamado… ¡Ryūgū-jō! —¿Coincidencia? Money no lo creía—. Sincelamente, no me extlañalía nada que a paltil de ahola quisiese que nuestlos hombles nos llamasen Ryōjin y nos adorasen como a dioses.
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El Uchiha aguantó, estoico, las risotadas y burlas de aquellas dos personas ante la revelación que acababa de hacerles. Por un momento se sintió tentado de responderles, de hacerles ver con la verdad que sus palabras no eran en broma, pero entonces... Entonces recordó las sabias enseñanzas de Suneate Tzumaru, aquellas que Ryu tanto despreciaba: "muéstrate débil cuando seas fuerte". Así que decidió callar y dejarles con sus risas, musitando tan sólo una contestación en tono quedo.
—Deberíais salir de esta cueva, os hace falta ver mundo.
No diría una palabra más sobre el tema, simplemente lo dejaría pasar; sobretodo a la luz del tema que Money acababa de poner encima de la mesa, uno que sí que le interesó y preocupó a partes iguales. Veréis, Akame había estado convencido desde el momento en el que Kaido le reclutase en Tanzaku Gai, de que Sekiryu era simplemente una banda de mafiosos como cualquier otra. Podía entender que buscaran el dinero, el poder, la fama... Objetivos todos terrenales y muy loables. Ah, pero lo que dijo Money le sacó de aquellas casillas, colocándole delante un tablero muy distinto. Los objetivos y las motivaciones de Ryu no parecían ser tanto el dinero y la fuerza como algo más espiritual... Más peligroso.
«Este hijo de puta es un loco peligroso», se dijo Akame. «¿Así que a eso se refería cuando dijo lo de "para la gente de fuera nosotros somos dioses"? Me cago en todo...» El joven Uchiha no había imaginado que Ryu se refería a su atribuida condición divina con tanta facilidad. Darse cuenta de aquello le produjo una mezcla de desconfianza hacia todo Dragón Rojo, y de risa. «¿De verdad ese tarado se cree un dios?»
Quiso reír, pero luego decidió que esperaría a verle combatir antes de tachar sus atribuciones de delirios de grandeza.
—Como sea, esas pavadas me importan bien poco —mintió Akame, y luego añadió, recordando la imagen de aquel negrote sin camiseta y lleno de tatuajes fluorescentes—. Hay muchos dioses, pero te aseguro que ninguno se viste así.
Sus manos rebuscaron entre sus bolsillos, tratando de hallar sin éxito una cajetilla de tabaco. «Me la dejé en la habitación», concluyó. Molesto, resopló.
—¿Así que de eso es de lo que va todo esto? ¿De un credo antiguo y olvidado? —inquirió el Uchiha—. ¿También para vosotros?
15/10/2019, 17:55 (Última modificación: 15/10/2019, 17:57 por Uchiha Datsue. Editado 1 vez en total.)
—Hay muchos dioses, pero te aseguro que ninguno se viste así.
Money rio por segunda vez, y hasta Otohime soltó un resoplido, conteniendo la risa.
—En eso estamos completamente de acueldo, blothel. —Luego hizo un ademán con la mano, desechando la segunda idea de Akame—. Y, pues, te olvidas que quien cleó esta nuestla olganización fue la Anciana. O eso dice ella —se encogió de hombros—. Mire, brothel, nosotlos somos como la Yamata-no-Orochi, ¿viste? Cada Cabeza piensa y siente de una manela, pelo al final todos compaltimos las necesidades de nuestlo cuelpo.
—Sekiryū nació entre los más pobres, Akame —intervino Otohime, buscando ser algo más específica que su camarada—. Entre los marineros y pescadores de Kasukami, cansados de ver cómo los ricos derrochaban caviar mientras ellos no tenían ni para un mendrugo. La Anciana aprovechó sus barcos y su pericia en el mar para traer los primeros cargamentos de contrabando. Nada tan serio como lo que traemos ahora, pero lo suficiente como para llenar el bolsillo de muchos.
»Pero claro, nada viene gratis. Las mafias no estaban contentas con un nuevo pez en su pecera. Hubo luchas. Hubo pérdidas. La Anciana no era la única líder de la organización, pero sí la única que sobrevivió. Llegó a la conclusión de que Dragón Rojo debía estar compuesto por ocho Cabezas, como Yamata-no-Orochi, porque así la muerte de un líder no supondría la desbandada de la organización. Si alguien quería derrotarnos, tendría que matar a los ocho.
»Y, viendo la desorganización y disputas internas que acabaron con nosotros en los primeros años, decidió que lo mejor sería resolverlo todo por votaciones. Votaciones y el Kaji Saiban en caso de empate. Optó por el mal menor: una muerte frente al caos sale barato a la larga.
Otohime suspiró.
—Y después cada uno te puede contar su propia película. Shaneji decía que estábamos para devolver la gloria a Kirigakure no Sato. Decía que no podíamos vender droga a los nuestros si verdaderamente queríamos lo mejor para nuestro país.
—No tenía mal corazón, en el fondo. Pelo no tenía ojos pal negocio —intervino Money. Claramente Shaneji había perdido aquella votación. Una en la que el propio Kaido había participado.
—Zaide ahora quiere que seamos revolucionarios. La Anciana siempre tuvo como objetivo de llegar a lo más alto y obtener el poder de cambiar las cosas desde dentro. Y Ryū se piensa que la mejor forma de defendernos es hacernos ver como intocables... como dioses.
—Y, pues, lo que yo decía, ¿no? Pelo más alalgado. ¿Y tú qué, Akame? ¿Cuál es tu objetivo? Estabas muy convencido de que querías entlal en esta nuestla olganización. ¿Fue solo para soblevivil?
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15/10/2019, 18:12 (Última modificación: 15/10/2019, 18:12 por Uchiha Akame.)
La Anciana, ah sí. El relato que sobrevino a su pregunta, por parte de Otohime, le complació muchísimo más que las historias de antiguos cultos y deidades de Money. Akame atendió con la mirada de un niño ante sus primeras lecciones, deseoso de conocer a fondo la historia de la organización de la que formaba parte. Alguna vez había leído, en novelas, de grupos similares; los que se forman a partir del puro instinto de supervivencia, que no puede tolerar las desigualdades innatas del ser humano. Luego, como todo lo que crece, Sekiryu fue envejeciendo y corrompiéndose, muriendo al final para transformarse... En otra cosa. O, al menos, así lo veía Akame. Una junta de criminales sanguinarios y narcotraficantes tenía poco que ver con el ideal revolucionario del que había germinado el grupo. «Probablemente, y de hecho, esta gente sean los causantes de que en unos años surga otra banda de justicieros con ganas de sacudir la pirámide de poder. Sobretodo ahora, que vamos a aliarnos con el orgulloso Señor y sus gentes...»
Cuando llegó a la parte de la droga, y de la posición que Shaneji había manifestado a favor de esta, Akame no pudo evitar abrir los ojos con sorpresa. ¿Aquel sanguinario y despiadado tiburón, velando por el bienestar de sus ciudadanos?
—Bueno, en eso tiene razón —terció el Uchiha, cruzándose de brazos—. Y manda cojones que lo diga yo... Igual, a mí se me hace que Zaide y la Anciana tienen los mismos objetivos; solo que ella ve las cosas con la sabiduría de los años.
Sobre la opinión de Ryu, no quiso manifestar su ídem. Akame desde el primer momento había pensado que aquella idea era sumamente ingenua y estúpida: por mucho que un pez se infle para aparentar ser más grande, siempre llegará otro que lo devore. Así era la ley de Oonindo: no en vano todos los poderosos regímenes de la historia habían acabado cayendo por su propio peso... Empezando por las Cinco Grandes Aldeas.
Entonces Money le lanzó una pregunta, una que había esperado, pero para la que no tenía respuesta. Ni siquiera lo que le había dicho a la Anciana en su momento, días antes, le parecía que ahora hiciese justicia a su mundo interior. ¿Qué quería Uchiha Akame? Ni el propio Uchiha Akame lo sabía.
—Yo... —dudó un momento. Se le encogió el corazón—. Lo que yo quiero es imposible. Inalcanzable... Pero los dioses me han traído de vuelta, ¿para qué? ¿Con qué fin? —él sabía muy bien que no había sido la mano de un dios, sino de una mujer, la artífice de su regreso del Yomi. Pero eso no despejaba aquella duda—. Me he pasado la vida desafiándola, pero mi propia muerte sigue evadiéndome. El Yomi me ha escupido con sus fauces tenebrosas, ni allí soy bienvenido.
Akame se revolvió, incómodo. Lanzó una mirada feroz a ambos Ryutō.
15/10/2019, 18:54 (Última modificación: 15/10/2019, 18:55 por Uchiha Datsue. Editado 1 vez en total.)
Money y Otohime se miraron. Suspiraron.
—¿Empiezas tú o yo? —Money le indicó con una mano que iniciase ella—. Yo… Yo antes no quería formar parte de nada de esto. Trabajaba de camarera, ¿sabes? Dioses, ahora lo pienso y suena a otra vida. La única razón por la que sabía fuuinjutsu fue porque me crio un gran hombre. Era Uzumaki, me lo enseñó todo —suspiró—. Pero supongo que no estuve a la altura como alumna.
Siendo quien era ella ahora, estaba claro que no. Aquel repentino pensamiento le arrugó el rostro, y tuvo que tomarse unos momentos para poder continuar. Carraspeó.
—Un día llega un tío al bar donde trabajaba y me empieza a hacer ciertos comentarios. Nada que no hubiese tenido que aguantar de cuando en cuando, pero este era particularmente insistente. Cuando salgo del bar me estaba esperando en un callejón.
Miró a Akame, para comprobar si la estaba siguiendo.
—Yo sabía lo que quería; y él sabía que tenía la fuerza para obtenerlo. Pero yo conocía su punto débil; y él estaba equivocado con el mío. Así que cuando me arrodillo y le bajo los pantalones, le clavo un cuchillo de cocina en los huevos. Os sorprendería lo mucho que podéis sangrar por ahí abajo. Se murió como la mierda que era entre los cubos de basura. Y luego ardió. Ardió y habló.
No sintió la necesidad de explicar nada más.
—Y ahora hago lo que puedo, Akame. Hago lo que puedo. Disfruto de las pequeñas cosas que todavía me regala la vida e intento buscar un equilibrio entre lo mejor para nosotros y mi propia moralidad.
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Akame escuchó la historia de Otohime; tan trágica o tan poco como podía esperarse. No podía decir que hubiese conocido a muchas mujeres como ella, con ese aire de misterio, pero sí algunas que se le parecían en algo: eran guerreras. Ese pensamiento le evocó recuerdos que el Uchiha dedicó los siguientes instantes a apartar de su cabeza, bastante tenía ya con la realidad como para encima preocuparse por el mundo de los sueños. No obstante, el paralelismo entre la forma en la que Otohime había asesinado al anterior Ryutō y la forma en la que él mismo se había convertido en Cabeza de Dragón le arrancó una risotada amarga, que pasó de explicar.
—Pues te enseñó bien, no me jodas. Lo que hiciste conmigo no podría haberlo hecho cualquiera, ni siquiera en el Remolino —alabó Akame, y no era para menos. Ni siquiera durante su largo cautiverio en las mazmorras del Uzukage, los de Hanabi se habían dado cuenta del sello que tenía en el pecho. Y sin embargo aquella mujer lo había olido nada más acercarse, como un sabueso de caza bien entrenado—. Parece que tienes una tarea casi más jodida que la mía por delante, no te envidio, Otohime.
La mano derecha empezaba a temblarle. Le vendría realmente bien un cigarro, pero se negaba a abandonar la habitación y dejar aquel tema a medias. No cuando, por fin, era él quien estaba obteniendo respuestas.
Otohime sonrió ante el cumplido de Akame, mas era una sonrisa amarga. Sí, en cuanto a fuuinjutsu, lo había absorbido todo como una esponja. Pero ella no se refería a que había sido mala alumna respecto a esas enseñanzas, sino sobre otras mucho más profundas y complicadas que las mismísimas técnicas de sellado: la vida. Cómo vivir una buena vida. Cómo ser feliz sin perjudicar al prójimo. Como saber perdonar y dejar el pasado atrás.
Pero no dijo nada. No le gustaba dar pena ni que le lamiesen las heridas. Las cosas eran como eran, y punto.
Ahora era el turno de Money de explicarse.
—Y, pues, quizá os soplenda mis motivos —dijo, solemne, Money—. Yo vine pol… el money. Sí, sí, así es. —Sonrió. Luego se encogió de hombros—. Siento si te decepciona, Akame. A mí me gusta miral pol mí y no me avelgüenzo en reconocel-lo. Vine de la nada y me hice con todo. Pelo, ¿qué es el dinelo, sin podel? Billetes que pelfectamente un tío con más músculo que tú puede quitalte. Plonto complendí que lo que yo necesitaba ela un segulo, y en Sekiryuu encontlé el músculo que me faltaba.
»Escuchadme bien. Don Dinelo es el único dios que existe. Capaz de movel montañas, ablil el océano y rompel países. No impolta a que sitio de Oonindo vayas, todos lo honran, lo veneran, y le oflecen sacrificios en folma de sudol y tlabajo. Todos hacen algo pol ganalse su favol, y el que diga lo contlalio, miente como un bellaco.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Akame no dijo nada cuando Money les reveló sus motivos, y ni siquiera se intuyó en su rostro una mueca de decepción —como había previsto el negro— cuando los oyó. No, porque Uchiha Akame el Profesional sí que habría deshechado aquello como una motivación banal por debajo de muchas otras, ni siquiera más grande que uno mismo. Pero Suzaku, Calabaza, el de Dragón Rojo... Había pasado por la suficiente miseria como para saber la diferencia. Como para haberla aprendido bien dentro de su instinto, y haber entendido que sin dinero, nada valía la pena. Nadie te prestaba atención. No llegabas a ningún sitio. Así que no, al contrario de lo que Money había supuesto, Akame respetaba a la gente a quien movía el dinero; y además, eran más fáciles de calar.
Sin embargo...
—Eso lo entiendo, Money. Yo he vivido entre la basura, yo también vengo de la miseria. De no ser nadie, de ser olvidado por el mundo, de formar parte de esa gente a la que nadie tiene en cuenta. La ambición de subir esa escalera... Eso lo puedo respetar. Pero, te digo algo, compañero...
El Uchiha se cruzó de brazos. Parecía estar meditando profundamente sus siguientes palabras.
—Hay alguien que discrepa contigo: y no soy yo. Es nada menos que el mismísimo ¡Rikudō Sennin! —anunció, riendo luego. Era una risa amarga—. Desde que el Padre de Todos nos legó sus dones, hay algo mucho más importante que el dinero, la fama, la belleza... El poder. Porque el dinero es una lujosa mansión en las Costas del Remolino, con piscina, con sirvientes, con palmeras que se menean al son de la brisa marina en Verano. Pero el poder... El poder es el tsunami que se lleva por delante esa puta casa. Y cualquiera que no sepa ver la diferencia, será arrollado por la ola tarde o temprano.