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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#46
Kisame se desperezó rápidamente, limpiándose como pudo las legañas de los ojos y estirándose brevemente. Se levantó para asomarse a la entrada de la cueva, para mirar qué había fuera. Era un alba bonita y nítida. Su ropa estaba seca y estaba bastante menos cansado que el día anterior, parecía un buen momento para proseguir. Desconvocó a su mapache y volvió junto a su compañero, para sentarse cerca de él y hacer un escueto desayuno de carne ahumada, bastante seca a decir verdad. Eran proteínas y calorías al fin y al cabo. No era alguien de comer mucho, por lo que tardó poco en desayunar y, una vez empezó a ser persona, habló en voz alta.

-Es una pena no haberme traído una bolsita de té, es algo que hecho de menos de casa -Dijo con un gesto un tanto melancólico pero en absoluto triste, simplemente de añoranza.

Una vez dicho eso, se levantó y comenzó a observar el destrozo que había hecho en la tierra anoche durante el enfrentamiento con aquella criatura. No le gustaba romper el hábitat de los animales salvajes de esa manera, pero era eso o la vida del propio animal. Al menos no conocía técnicas de fuego o eléctricas, eso hubiera sido mucho más dañino para el animal que unas simples cortadas y un golpe de caída, era algo a lo que seguramente estuviera acostumbrado, ya que era un oso y vivía en las montañas, en una cueva dentro de un desfiladero.

-A veces me gustaría poder comunicarme con los animales... A tí no? -Comentó Kisame mientras su compañero terminaba su desayuno.
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#47
Akame asintió, ya más descansado y revitalizado gracias a su desayuno.

Yo soy un gran aficionado del té, me encanta en casi todas sus variedades —añadió, entusiasta—. Además, no tomo alcohol, así que soy un tipo bastante aburrido en las reuniones de colegas. Prefiero una buena taza de té caliente o con hielo, según el tiempo. Mi favorito es el té verde de La Capital... Hmmm, un manjar.

Luego Kisame cambió radicalmente de tema. «¿A qué demonios viene esa pregunta?», quiso saber Akame. Sin embargo, se limitó a encogerse de hombros y responder con sinceridad.

Me gusta conocer cosas... O más bien, odio ignorar cosas. Si entre esas estuviera el poder de hablar con las criaturas de la Naturaleza, desde luego que querría aprenderlo —aseguró, y en sus ojos se pudo ver durante un instante, un inequívoco brillo de ambición—. O tomarlo. Según entiendo, algunos invocadores pueden hablar con sus animales. ¿No es tu caso?

Mientras conversaban, Akame había terminado su desayuno. Recogió todo e hizo su petate de nuevo, que posteriormente se colgó a la espalda tras ponerse en pie. Estaba preparado para continuar. Sin esperar a que Kisame respondiese a su pregunta, el Uchiha salió de la cueva y comenzó a transitar el escarpado desfiladero en el que se habían refugiado la noche anterior a causa de la tormenta. Esperaba que el amejin le siguiera, si es que quería continuar la conversación mientras andaban...
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#48
Acompañó al Uchiha fuera de la cueva, había que partir y era el momento idóneo, no podían esperar mucho más o el camino se haría mas largo y se les haría tarde. Se quedó hipnótico pensando en sus cosas unos instantes antes de contestar las cuestiones que le decía el Uchiha.

-Ellos me entienden y yo les entiendo, pero lo mío es por los años, no porque pueda tener una conversación con ellos. Mi padre si habla con sus invocaciones, pero yo aún no estoy a ese nivel -Dijo Kisame quitándole importancia a sus capacidades, como siempre -Volviendo a lo de antes... A mi también me encanta el té, el negro en especial, pero no suelo tener reuniones de amigos -Dijo esto último agachando la cabeza un instante para luego levantarla y seguir hablando -Es cierto que el alcohol está muy bien visto socialmente, pero la verdad nunca he entendido como algo que te aturde y debilita tanto puede gustarle a alguien, es como si te gustase beber un veneno débil y temporal -Comentó con expresión de confusión.

Intentaba socializar con su compañero, aunque sonase extraño, era lo más cercano a un amigo que había tenido desde que recordaba, ya que había pasado toda su vida encerrado en casa entrenando y en la academia le daba demasiada vergüenza hablar con la gente...
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#49
Mientras los muchachos caminaban, dejando ya atrás el desfiladero, Kisame continuaba con aquella conversación por otros derroteros. Akame lo prefería así; pese a su condición de criminal buscado, era un tipo que disfrutaba con una conversación, incluso aunque él no fuese especialmente docto en el arte de la palabra. Viajar solo era algo a lo que había llegado a acostumbrarse, pero le hastiaba de sobremanera y prefería hacer el camino acompañado de ser posible.

¿El té negro, eh? Debo admitir que nunca he probado uno lo suficientemente bueno como para preferirlo por encima del blanco o el rojo, o no digamos ya el verde —admitió Akame, mientras bordeaba un enorme cascote que había quedado plantado en mitad del sendero, probablemente fruto de algún derrumbamiento. Luego añadió—. Bueno, las personas somos así. Nos gustan las cosas que nos destruyen, el alcohol y otras drogas, la aventura, el riesgo... Las mujeres, en mi caso.

Soltó una carcajada ácida, e instintivamente se palpó la pluma azul que llevaba sobre la oreja izquierda.

¿Tienes novia, Kisame-san? O novio, claro. No soy de los que va discriminando por ese tipo de cosas.

En ese momento los muchachos pudieron vislumbrar el fin del sendero. El desfiladero ya había quedado atrás para dar paso a un camino mucho más transitable que pasaba entre dos montañas muy altas, cuesta abajo. Al final del mismo, se podían intuir ya unas manchas verdosas que debían ser —con toda probabilidad— las planicies de hierba verde tras la frontera del País del Bosque.

«Allá vamos...»
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#50
Estaba siendo recíproco eso de darse conversación mutuamente. Eso era una suerte, ya que, aunque no le importara ser silencioso y no hablase mucho nunca, habitualmente era porque no había nada que decir y/o porque le daba vergüenza. Agradeció pues, el interés de Karasu por entablar conversación.

-El té rojo me gusta mucho también, pero por alguna razón el negro me resulta muchísimo más agradable al paladar. Mi padre también piensa que es extraño, no te preocupe -Contestó con intención de sonreír, aunque no era lo suyo... La intención es lo que cuenta, no? -Las mujeres son... malas? -Preguntó Kisame, ingenuo e inocente. Se notaba a leguas por su forma de preguntar que seguramente nunca hubiese tocado a ninguna.

Se quedó un rato en silencio cuando le preguntó que si tenía novia. Nunca se había atrevido a hablarle a una chica. Sabía que no era demasiado agraciado y que su cuerpo frágil no era atrayente para ninguna mujer y además, para colmo, era tímido, reservado y frío... Él mismo sabía que era todo lo que una mujer no quería, por lo que, como siempre, decidió contestarle con sinceridad y franqueza.

-No... Nunca se me ha dado bien tratar con personas, menos aún con mujeres -Dijo en tono frío mientras observaba la imponente llanura que se alzaba ante ellos.

Ahora iban a entrar otro país. Desde aquel momento, era oficialmente el momento donde había estado más lejos de casa. Los viajes hacen madurar a los ninja, como decía su padre, y estaba casi seguro de que, a partir de ahora, comenzaba la verdadera aventura y que esta, de una manera o de otra lo llenaría de experiencias que lo harían madurar mucho.
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#51
El Uchiha rió mientras se crujía los dedos de las manos, entumecidas, ante el comentario de Kisame.

No todas, al menos. No más que algunos hombres —admitió, encogiéndose de hombros—. Pero una persona me dijo una vez que el amor es el aliado de la oscuridad... Y creo que tenía razón, lo cual no me ha evitado caer en sus garras en el pasado.

La historia de los dos amores frustrados de Akame era demasiado triste como para que le apeteciese compartirla con nadie, mucho menos un amejin, de modo que el renegado simplemente pasó por encima del tema.

A mí me pasaba lo mismo, Kisame-san —le contestó el Uchiha—. Así que te diré: todos necesitamos amigos, compañero. Morimos solos, pero vivimos entre personas.

Los ninjas siguieron caminando hasta que sus pasos les llevaron a dejar atrás definitivamente las escarpadas montañas del País de la Tierra para adentrarse en un prado de verde hierba y riachuelos que fluían aquí y allá. El paisaje había cambiado tan notoriamente como podía esperarse al entrar en Mori no Kuni, el País de los Bosques, y hasta el Sol parecía más caluroso, dándoles la bienvenida. Más allá de la llanura se podían ver las copas de los árboles que se extendían hacia el horizonte.

Allí es a donde vamos —señaló Akame mientras alzaba la vista hacia el cielo, buscando orientarse por la posición del astro rey—. Al Norte... ¡A la Ribera del Norte!

El Uchiha se ciñó la mochila y siguió caminando, mientras bordeaban un riachuelo de agua clara. El ambiente era sumamente relajante, pues los sonidos típicos del campo lo impregnaban todo. Akame se tomó un momento para detenerse y respirar aquel aire puro, que tanta tranquilidad le transmitía, deleitándose con el paisaje. Luego, retomó la caminata.

Pasado el mediodía los muchachos ya divisaban un conjunto de casitas junto a la ribera de un río muy caudaloso, con un gran árbol —más grande que cualquier otro que hubieran visto— al fondo. Akame señaló aquel pueblecito lejano y se dirigió hacia su compañero de travesía.

Aquella es la Ribera del Sur —explicó—. Pararemos allí para descansar y comer en una buena posada, tal vez un asado o un guiso típico de la tierra —sólo con pensarlo ya se le hacía la boca agua—. Pero ten cuidado cuando hables con los lugareños, y no reveles nuestro verdadero destino. Entre las dos Riberas hay cierta... Enemistad, por así decirlo. Trifulcas de pueblerinos, viejas riñas y rencores que se remontan generaciones atrás.
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#52
Nunca se habría imaginado que unas palabras tan simples, le pudieran hacer replantearse tantas cosas... Es como si hubieran retumbado y rebotado en las cavidades de su cabeza... "Así que te diré: todos necesitamos amigos, compañero. Morimos solos, pero vivimos entre personas" No podía quitarse esa frase de la cabeza, había roto sus esquemas completamente y tenía que pensar en ello. Seguramente el Uchiha no le daría mayor importancia, pero para el amejin aquello haía sido clave. Como cuando escuchas algo que jamás te habrías planteado, pero una vez oído te parece evidente.

Continuó el resto del camino sin decir nada, simplemente dándole vueltas a la frase y pensando en si realmente era cierto eso, ya que el siempre había vivido solo y, aunque reconocía que vivir con otras personas era agradable, pensaba fervientemente que no las necesitaba en lo absoluto para su supervivencia.

Aquel paraje que se les presentaba frente a ellos parecía agradar mucho a su compañero de viaje, como si le resultara familiar, o fuese un lugar donde se sentía muy a gusto, por lo que sea. Pero a Kisame aquello no le daba más, echaba de menos la lluvia y aquel clima soleado que otros describirían como agradable, a él le parecía desagradable a la par que extraño, demasiado seco.

-Parece como si este lugar fuese la otra punta del mundo, es totalmente opuesto a mi tierra, me resulta muy extraño -Comentó cuando se pararon brevemente al pisar las tierras del País del Bosque.

Con el paso de la mañana, el clima de la zona era un hecho, ya estaban oficialmente entre aquellos bosques y, por alguna razón, estar tan lejos de casa, en un paraje con tanta vegetación y con tan poca lluvia le hacía estar nervioso, como un ratón en un tarro, encerrado e indefenso. Intentó disimularlo para que Karasu no lo notara, debía intentar aparentar fortaleza.

-Muchas gracias por la información, siempre es bueno saber de qué no puedes hablar en según qué sitios, en Notsuba estuve a punto de tener que cometer un crimen para cerrarle la boca a aquel tipo, así que... prefiero evitar las peleas aquí. -Comentó con voz solemne y tono frío, disimulando su incomodidad con el paraje tan "idílico".
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#53
Oonindo es muy grande, Kisame-san —respondió el exiliado, que al contrario de su acompañante, sí que disfrutaba con el olor a campo y el cálido Sol—. A mí me encanta viajar, conocer distintas regiones y a sus gentes... Te enriquece, te abre la mente.

Mientras se aproximaban a la Ribera del Sur, la titánica silueta del Árbol Sagrado se iba haciendo más y más grande en el horizonte. Cuando el sendero dio con sus pies en el pueblo a orillas del río, aquel gigantesco ser vivo era más grande que incluso el castillo de algún señor feudal. Sus raíces, gruesas como serpientes gigantes, se podían ver incluso desde la otra orilla del río, donde se encontraba la Ribera del Sur. Akame desconocía el nombre del pueblecito al que se dirigían, pero estaba seguro de que no le costaría mucho averiguarlo.

Es mejor evitar problemas, en efecto. Sobretodo si uno anda en busca de gente problemática, prófugos de la ley, como es nuestro caso. Los problemas atraen a los problemas, como se suele decir; y a nosotros nos conviene más pasar desapercibidos.

El pueblecito en sí era de pequeño tamaño —Akame calculó que tendría menos de mil habitantes—, construido al estilo de los asentamientos ribereños del País de los Bosques, con casitas pequeñas pero acogedoras, mucha vegetación y buena comida. Harto de caminar por las montañas, el Uchiha agradecía poder sentarse en la terraza de alguna posada junto a la orilla a disfrutar de un buen té y algún pescado de río a la brasa. Ni corto ni perezoso, buscó un lugar así y lo halló al rato: una posada muy modesta llamada "El Martín Pescador". Era un edificio de piedra de dos plantas, pequeño, con una salita de estar con chimenea y una barra tras la que se encontraba la cocina. Fuera, en la calle, tenían dispuestas tres mesas en las que los clientes podían sentarse.

¡Ah! Por fin —resopló Akame mientras se quitaba el petate y luego se dejaba caer en una de las sillas.

Era más de mediodía y en El Martín Pescador había varias personas bebiendo, comiendo, o ambas. Una muchacha muy joven, de pelo negro y lacio que le caía por la espalda, se acercó a ellos llevando un delantal. Sus ojos avellanados examinaron a los dos muchachos.

Bienvenidos a El Martín Pescador, ¿qué desean tomiiiiih!? —las palabras se le ahogaron en la garganta cuando vio a Akame, con el rostro medio desfigurado por aquella quemadura—. ¿Qué desean... Tomar?

El aludido no le dio más importancia, y con tranquilidad, pidió un té. Luego la muchacha se volvió hacia Kisame —debía tener su edad—, esperando.
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#54
Reflexionó sobre las palabras de su acompañante. A otro podrían resultarle sabias, y lo eran, pero Kisame las ponía en tela de juicio y reflexionaba sobre ello. Quizás fuese bastante cerrado por no haber salido jamás de su aldea y le costase aceptar cosas diferentes, seguramente cuando creciera como ninja esa opinión respecto a las cosas diferentes cambiaría bastante, al menos eso era lo que le convenía.

-Necesitamos algún tipo de pertenencia, cosa o sitio donde haya estado o tenido el tipo que estamos buscando, así podremos comenzar a buscarlo -Comentó Kisame con voz relativamente baja mientras se acercaban al pueblo.

Parecía un pueblo pequeño, custodiado por un árbol enorme. Jamás había visto algo igual, era gigantesco y eso le sorprendía. En su tierra paenas había vegetación, y mucho menos como esa... Simplemente siguió al tal Karasu hacia donde le estaba guiando. No sabía moverse por ahí demasiado bien así que le tocaba confiar en él ciegamente para poder entrar a un sitio a comer algo caliente de una buena vez, sinceramente lo deseaba con muchas ganas. Una vez dentro, se sentó en la silla ordenadamente y posó sus cosas sobre la mesa, justo a su lado, intentando no ocupar demasiada porción de mesa.

-Un té por el momento, muchas gracias -Dijo, para después volverse hacia su compañero. Una vez que la camarera se fuera, le preguntaría -Qué hay por aquí que merezca la pena comer? Algo de la tierra, me gustaría probar algo diferente, ya que viajo. Francamente, la comida de Notsuba servía para sobrevivir y poco más, y estoy algo cansado de los frutos secos y la carne seca y salada -Comentó con tono neutro, excepto la última parte, en la cual se notaba cierto hastío por comer siempre lo mismo. A pesar de que no fuera un gran comedor, le gustaba tener cierta variedad.
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#55
Sí, lo difícil va a ser encontrar alguna pista. Esta zona está llena de pueblitos enanos, como este, y la gente suele ser bastante sedentaria. No hay mucho movimiento, aquí parece que aprecian las ventajas de una vida cómoda y estable —valoró Akame, aunque claro, no tenía por qué ser el caso de todo el mundo—. Como te dije, nuestra pequeña saquita de oro pasó por la Ribera del Norte, o está allí, o seguramente encontraremos a alguien que le conozca o le haya visto.

Cuando Kisame pidió un té, Akame levantó un par de dedos para indicar "que sean dos". Luego se recostó en su silla.

Pues estás de suerte, que por estas tierras hay buena comida —dijo Akame, para luego volverse hacia la mesera—. Yo me voy a comer la mejor carne de res que tengan, ¿eh? Y otro plato aquí para mi amigo. Eso sí, no me escatimes con la guarnición —agregó, mientras la mujercita asentía, evidentemente nerviosa por el aspecto inquietante del Uchiha.

La muchacha acabó por darse la vuelta y, al poco, traerles el té que habían pedido; la carne tardaría más. Akame no dijo palabra mientras tanto, sino que se limitó a sacarse un cigarrillo y encenderlo, para luego fumar con tranquilidad. Después de la movida noche, las montañas y la tormenta, parecía agradecer aquel paraje fresco y poco hostil.

La gastronomía de Tsuchi no Kuni no es tan mala como parece —dijo al cabo de un rato—, claro, que son más pobres que las putas ratas. ¿Te imaginas la cantidad de minerales que se deben poder extraer de esas montañas? Y aun así, tienen una economía de mierda, y su país está invadido por toda clase de rateros que huyen de la ley. ¿Cómo puede una nación llegar a algo así? Sin duda gracias a tipos como nuestro querido Guzen —resopló, aunque parecía que su desprecio era fingido en parte—. Una labor de patriotismo, mi buen camarada. Eso es lo que tú y yo estamos haciendo aquí.

Entonces la muchacha volvió con sendos platos de madera sobre los cuales humeaban filetes de carne de venado que olía maravillosamente bien. Akame agradeció el servicio con una inclinación de cabeza y luego se dispuso a comer con la misma voracidad con la que Kisame le había visto devorar su desayuno; pese a su constitución flacucha y apariencia dejada, parecía que aquel Uchiha siempre estaba hambriento.
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#56
Kisame observó el filete sonriente. Aquello si que era un premio después de tanta caminata, se lo merecía totalmente. Comenzó a comerlo con calma, sin apurarse demasiado y disfrutando del sabor, como siempre hacía cuando comía algo decente y no simples raciones de viaje. Había acabado por odiarlas después de tanto comerlas, pero cuando se andaba por ahíe ra lo que había, comida no perecedera y de bajo precio para poder llevar bastante cantidad.

-Necesito saber si ese tipo es buena persona. La verdad es que no me importa demasiado su pequeña cruzada y sus movidas, pero creo en el gobierno de las personas buenas, y que nadie con maldad en su ser debería de tener ningún cargo de poder, u ostentar el liderazgo de algún tipo de movimiento social. La justicia es imperfecta, pero la bondad no -Comentó el amejin antes de meterse un trozo de filete a la boca y masticarlo con gusto, orgulloso de su discurso. Por alguna razón se sentía tranquilo de contarle aquello al renegado. Esa seguridad que tienes cuando le cuentas algo a un desconocido, mucha más de la que te puede dar alguien de no demasiada confianza.

No dijo nada más en un buen rato, mientras disfrutaba del filete que le habían servido. Francamente, le había gustado mucho, pero sabía que no podría permitirse ese tipo de comida muchas más veces... Como persona humilde, estos eran lujos ocasionales.

-Por cierto... No te creas que se me ha olvidado... Que hay de tus ojos? -Preguntó un poco más tarde, bajando bastante la voz en la última parte de modo que nadie más le escuchara la pregunta aparte de su compañero. No pretendía irse a casa sin saber aquello y lo cierto era que llevaba con aquella duda desde el enfrentamiento que habían tenido con aquel feroz oso pardo.
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#57
El Uchiha ladeo la cabeza.

Buena persona? —inquirio, sorprendido por el repentino giro que habia tomado Kisame en su actitud hacia Guzen, el buscado—. Que importa eso? El tipo es un terrorista buscado por el Pais de la Tierra, y ofrecen una buena recompensa por el. Para la gente como yo, que tenemos que ganarnos la vida de alguna forma poniendo nuestras habilidades al servicio del mejor postor, eso es suficiente. No le des demasiadas vueltas, Kisame-san, o acabaras mareandote.

Mientras Akame terminaba su almuerzo con mucha voracidad, el amejin volvio a retomar el tema que antes habian dejado a medias: el Sharingan.

Esta bien, esta bien... —acabo cediendo el exjōnin—. Esto es un Kekkei Genkai. Sabes de que te hablo? Tecnicas muy especiales que dependen de tu linea genetica, y solo pueden ser aprendidas por gente que comparte tu sangre. Tu clan. La mia... Se llama Sharingan. Y me permite ver todo, incluso distinguir la mentira de la verdad.

Akame termino su plato y su te, y mientras sacaba algunos billetes y los colocaba sobre la mesa, azuzo a su comap;ero de aventura.

Se nos hace tarde, aligera. Debemos llegar a la Ribera de Norte antes de que se ponga el Sol.
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#58
Al ver la reacción de Karasu, resolvió que era el tipo de persona que no tenía un cerrado código moral y que simplemente buscaba ganarse los cuartos fuera como fuera. Él mismo pretendía seguir sus principios hasta el final, pero intentaría que no se notase demasiado a partir de ahora. Seguramente podría descubrir si mentía gracias a su técnica genética. Le pareció fascinante aquel tema, pero no quiso preguntar más sobre ello, estaba totalmente seguro de que no era un tema banal del que a Karasu le gustara charlar como si fuese el clima...

Continuó comiendo su comida, apurando un poco la velocidad al ver que el renegado estaba a puntito de terminar con la suya. No quería hacerle esperar, además, sabía que no disponían de mucho tiempo para eso. Simplemente había sido una parada reconfortante para ellos, la cual, no tenía que alargarse mucho.

Al acabar, contó el dinero que Karasu había dejado sobre la mesa. Si era suficiente para pagar ambos platos, quitaría el sobrante y pondría su parte alí. De lo contrario, haría exactamente lo mismo sin retirar ni una pieza. En el primer caso, le devolvería el dinero a Karasu con tranquilidad.

-Ya nos invitaremos a unas rondas cuando hayamos cobrado la recompensa por aquel tipo, descuida -Comentó Kisame intentando sonreír y guiñarle el ojo a su compañero, ahora, digno de gran parte de su confianza.
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#59
Kisame dejó su parte del pago sobre la mesa y luego ambos shinobi se marcharon de allí. La ruta de Akame seguía bordeando el río, dejando el Gran Árbol al Este, hacia los pueblecitos de la Ribera del Norte. Mientras caminaban, el exiliado se mantenía en silencio, absorto en sus propios pensamientos. «Ahora llega la parte difícil... ¿Puedo confiar en este pipiolo?»

Caminaron durante el resto del día hasta llegar al primer pueblo ribereño-septentrional. Se trataba de una agrupación de viviendas justo en la ribera, ni muy grande ni muy pequeño, escasamente poblado. Akame dudaba que allí fueran a encontrar nada de valor, pero por si acaso tomó la decisión de parar a descansar. El Sol ya se iba ocultando tras el horizonte y no tenía ganas de dormir a la interperie otra noche.

Kisame-san —llamó al otro—. Voy a la posada a alquilar un par de habitaciones para pasar la noche y a preguntar por nuestro querido amigo. Tú date una vuelta por el pueblo, a ver si puedes sacar algo —se metió la mano en el bolsillo del pantalón y sacó el desgastado volante de papel con la cara de Guzen—. Llévate esto.
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#60
Le siguió durante el camino. El haber hecho largas travesías en los últimos días le hacía tener cansancio acumulado, aun así, al haberse acostumbrado a caminar bastante, podía aguantar el tipo relativamente bien sin sentirse mal. Su compañero no habló durante el viaje. Ninguno de los dos era hombre de muchas palabras así que no se extrañó lo más mínimo.

Pasado un buen rato, llegaron a un pequeño pueblo rivereño. Parecía que en aquella zona era normal que la gente se disgregara en pequeñas poblaciones ya que los viajes entre ellas eran sencillos, nada parecido a su lugar de procedencia. Comenzaba a cojerle el gusto al paisaje y al clima de la zona, era diferente, pero comenzaba a notársele que disfrutaba con el paisaje y las temperaturas suaves. Avanzó por la entrada del pueblo y su compañero le comentó que alquilaría unas habitaciones y que él buscase información. Era buena idea, así ahorrarían tiempo, ya que no podían perder demasiado.

-Hecho, intentaré ser medianamente discreto -Dijo mientras se guardaba el pergamino que le tendía el renegado y hacía ademán de marcharse a pasear por el pueblo a ver que veía, pero antes, se detuvo -Nos veremos en la taberna al anochecer. No soy demasiado bueno orientándome, ni en los sitios más pequeños, así que si tardo en llegar no te preocupes, seguramente me habré perdido -Dijo sonriendo mientras le dedicaba una mirada -Si pasa algo raro o malo, mandaré a mi pequeño amigo a avisarte, no te vayas muy lejos por si acaso, eh? -Comentó, a modo de añadido antes de irse.

Como bien había pensado siempre, la experiencia era un grado y aportaba sabiduría, así que comenzó a buscar a gente de aspecto curtido y más bien entrada en edad por las calles del pequeño pueblo para preguntarles acerca del tipo. Lo haría de forma discreta, sin revelar sus intenciones y procurando mostrar solo el retrato del muchacho en lugar de todo el papel con la recompensa.
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