Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
29/11/2019, 17:23 (Última modificación: 1/12/2019, 14:30 por Taka Kisame. Editado 2 veces en total.)
El genin intentó llamarle la atención golpeando la barra, incluso levantó la voz en varias ocasiones, pero al parecer su mundano aspecto y lo poca cosa que podría resultar socialmente no llamaron la atención al cantinero. Ni siquiera con la artimaña más inteligente que se le hubiera ocurrido habría podido conseguirlo. Su aspecto no llamaba la atención en lo más mínimo pero el bullicio de gente no le ayudaba en lo más mínimo. Incluso intentó poner su mano sobre el dinero para que el hombre le escuchara pero este fue más rápido y se lo llevó a tiempo.
En fin, su día no estaba siendo el más afortunado y estaba claro que allí no podría conseguir nada por el momento, y más aún con el lío de gente que había. Por una parte no le sorprendió pero por otra le quemaba muy fuertemente ya que realmente quería encontrar el rastro de aquel individuo...
-Vaya... Como la cosa siga así voy a tener que irme sin haberme enterado de nada... Espero que Karasu tenga algo nuevo... -Pensó para sí, resignándose a su fracaso mientras tomaba el té.
En el último momento, se le ocurrió que no debía irse sin antes volver a intentarlo, por lo que alzó la voz mucho más de lo habitual para llamar la atención del cantinero. El cual, a pesar del bullicio del lugar, le consiguió dedicar unos instantes.
-Perdone, como le decía, sabría usted donde puedo encontrar a una mujer llamada Alia? Por lo que sé, vive en este pueblo -Preguntó una vez más, esperando ahora obtener respuesta.
El tabernero se giró hacia Kisame. Tal vez era duro de oído y sólo había sido capaz de escucharle cuando el joven alzó la voz, o tal vez simplemente esperaba que contestando a su pregunta el genin dejaría de darle la lata. Fuera como fuese, el tipo arqueó una ceja a escuchar aquel nombre y luego le lanzó una mirada incómoda a Kisame. Parecía que sabía bien de lo que hablaba, pero por algún motivo le daba cierto reparo contestar con la verdad. Al final, el tipo terminó por responder con un lacónico "sí". Consciente de que aquel chico insistente no se conformaría con eso, añadió...
—Sí, sí, joven, la conozco. Vive un par de calles más abajo, pasando la plaza. Su casa es la de las tejas rojas, inconfundible, el número siete —calló un momento, y Kisame pudo leerle una pregunta en los labios, pero al final terminó por no hacerla—. Ya lo sabes.
Y ahora que tenía aquella preciada información, ¿qué haría el joven amejin? ¿Iría a comprobar por sí mismo qué clase de persona era la tal Alia, que había parido a un terrorista de estado, o compartiría esa información con su buen amigo Karasu antes que nada?
El amejin asentía ante las palabras del hombre. Sus información de que la mujer era algo suelta de cascos se confirmaba por momentos. Al principio le había parecido una habladuría exagerada de pueblo pero parecía que aquel hombre se lo estaba confirmando con sus palabras y su comportamiento al escuchar ese nombre. Apuró su té y quiso ser educado con el hombre antes de irse.
-Gracias, pase buena noche -Contestó antes de abandonar el local para intentar dirigirse, entre el gentío hacia la ubicación en la que había quedado con su compañero Karasu.
Él había sido quien le había ofrecido el trabajo y, además, le había demostrado ser una persona de fiar en cuanto a los negocios. No tenía ni una sola razón para dejarle tirado y continuar por su cuenta. Quizás podría ser un tipo excéntrico pero también bastante agradecido. Intentó sortear a la gente que se amontonaba por las calles, dirigiéndose a los lugares de ocio y esparcimiento y a sus casas por la caída de la noche. No se veía tan bien como antes pero esperaba no perderse en la aldea. Esta era más grande que la anterior...
Antes de dirigirse hacia allí, con su bandana aún tapada, intentó interceptar a un transeúnte que pareciese lugareño. Supuso que no sería complicado distinguirlos ya que, ese tipo de gente que vivía allí no llevarían ningún tipo de equipaje y, además, tendrían ese toque rural de la gente de la otra zona, por lo que buscó a un chico de relativa juventud, interceptándolo con calma para no asustarle apareciendo de la nada. Si este se detenía, se dirigiría a él para preguntarle por la Plaza del Alzamiento.
-Perdone, sabría indicarme para llegar a la Plaza del Alzamiento? -Tan correcto como siempre, esperando no perderse.
Kisame no tardaría en encontrar el lugar que buscaba, pues parecía ser una de las plazas más conocidas del pueblo y un sitio bastante concurrido. En la misma pudo ver un hostal de aspecto modesto pero acogedor, una casa de dos plantas con chimenea que en aquel momento tenía luces encendidas por aquí y allá en su fachada. Supo al instante que aquel era el lugar elegido por Karasu para alojarse cuando vio la figura escuálida y monótona —salvo por aquel penacho azul sobre su oreja izquierda— del renegado junto a la entrada del mismo, fumándose un pitillo.
El Uchiha también le había visto a él, y aunque no hizo signo alguno de saludo, Kisame pudo sentir incluso desde la distancia la mirada fija de aquellos dos ojos profundos como pozos de petróleo, fijos en él.
5/01/2020, 17:27 (Última modificación: 5/01/2020, 17:30 por Taka Kisame. Editado 4 veces en total.)
Se acercó a su compañero a paso normal, con su habitual calma pero un gran gesto de satisfacción en su rostro. Quizás algo malamente descifrable ya que no era demasiado expresivo, sin embargo, alguien que le conociera medianamente sabría que esa no era la expresión que llevaba por ahí normalmente. Se detuvo a escaso metro y medio de su compañero y, sin saludar ni decirle nada, asintió con la cabeza, respondiendo a una pregunta no formulada que la mirada del renegado le hacía.
-Sí, sí, joven, la conozco. Vive un par de calles más abajo, pasando la plaza. Su casa es la de las tejas rojas, inconfundible, el número siete -Replicó con total exactitud a su compañero, reproduciendo sílaba por sílaba lo que el tabernero le había dicho -Mañana iremos, he tenido suficientes relaciones sociales para una buena temporada -Hizo amago de reirse, pero se quedó en una sonrisa, quizás algo forzada pero sincera. Como quien hace algo a lo que no está acostumbrado.
Por alguna razón, confiaba en ese tal Karasu. Sabía que ese no era su verdadero nombre, pero sin embargo, le parecía normal haber guardado el anonimato ante un desconocido siendo un renegado. Por otra parte, sabía que había hecho bien en venir a avisarle. No hubiera sido de buen gusto haber ido sin decirle nada y mucho menos visitar a una señorita a esas horas, seguramente estaría cenando, o haciéndose la cena. En cualquier caso, ya estaba hecho.
Akame no despegó los ojos de su compañero hasta que éste se hubo acercado con paso distraído, como quien no quiere la cosa. Sólo entonces el renegado dejó de prestarle atención, o al menos eso parecía, para concentrarse profundamente en la ardiente colilla de cabeza anaranjada que sostenía entre sus dedos. Sus ojos admiraban el vaivén hipnótico de la fina columnilla de humo gris que salía del cigarro como si nunca antes lo hubiera visto. Y ni siquiera parecía estar prestando atención a las palabras de Kisame. Cualquiera hubiera dicho que eran perfectos desconocidos...
O, al menos, esa era la intención. Cuando la información llegó a oídos del Uchiha, éste se limitó a corresponder a la sonrisa de Kisame con otra parecida, cauta, tímida. Luego apagó el cigarrillo y se marchó, susurrando unas palabras al pasar junto al joven de Amegakure.
—Mañana, allí, a las diez. No levantemos sospechas ahora.
Con esas, el renegado buscaría perderse entre las sombras de la noche y el gentío que ya empezaba a abandonar la plaza. Si Kisame trataba de seguirle, descubriría más pronto que tarde que había perdido su pista. Si trataba de buscarle, no encontraría rastro alguno por el pueblo. Era como si aquel muchacho se hubiera esfumado con la misma facilidad con la que el humo de su cigarrillo se perdía en la brisa.
—
A la mañana siguiente, si acudía a la cita, comprobaría que Karasu no le había correspondido con la misma moneda. Incluso si buscaba en las calles adyacentes a la vivienda no hallaría a nadie que se pareciese al joven Uchiha. Podría esperar —o no— toda la mañana, o todo el día. O toda la eternidad. Pero por allí no aparecería el renegado.
Pues aquí concluye la participación de Akame en esta trama. Puedes marcharte también, o quedarte a indagar en la identidad de la señora que vive en esa casa. Tú decides
6/01/2020, 18:02 (Última modificación: 6/01/2020, 18:04 por Taka Kisame. Editado 1 vez en total.)
No pensaba seguirle, simplemente entraría a la posada que había en la plaza para intentar buscar un lugar donde dormir. Sabía que su compañero era un tanto peculiar, igual que él, así que supuso que iría a dar una vuelta o cualquier cosa. En la posada, intentaría arrendar una habitación para aquella noche, cenaría escuetamente con las pocas raciones que le quedaban y se acostaría pronto para levantarse con el amanecer, con tiempo. No era la típica persona que llegaba tarde a ningún lugar, así que desayunaría con simpleza y se daría una vuelta por el pueblo hasta la hora pactada. A decir verdad, el comportamiento de Karasu había sido extraño en su último encuentro, pero no le dió mayor importancia hasta que, pasado un rato de la hora en cuestión, no llegaba.
Esperó un poco más, extrañado. Karasu no había llegado tarde a ninguna de sus citas anteriores siempre que se habían separado. Esperaría una hora más deambulando por los alrededores, con paciencia y esperando verle llegar con algo nuevo que decirle, pero eso nunca pasó. La sensación de impaciencia que tenía Kisame se fue transformando en decepción. Le había dejado tirado? Se había enterado de algo que él no? Todo era bastante extraño, aun así, ahora que se había metido de lleno en el asunto, no querría dejarlo a medias....
Se acercó a la puerta que le habían descrito y tocó con suavidad, esperando para ver quién le abría. Se temía lo peor, pues en cuanto le había dicho qué casa era, éste había desaparecido... Estaba preparado para ver que había al otro lado.
… y… Y oyó una ventana abrirse en el segundo piso de la vivienda, justo encima de él.
—¿Qué pasa? —le preguntaron, con tono algo borde.
Se trataba de una mujer, asomada por el hueco de la ventana, vestida con una bata blanca y con el cabello, de un castaño claro, alborotado. Se notaba en su cara que la acababan de despertar, y sus ojos, tan intensos y vívidos como el pelaje de un zorro en medio de la nieve, irradiaban mala leche.
Tenía cierto atractivo natural. Quizá por sus ojos, quizá por su rostro, o cierta aura que la envolvía que hacía que mantuviese su encanto por muy enfadada que estuviese.
—Que qué quieres —repitió, impaciente.
¡Buenas! Me han llamado de urgencias para masterizar a la madre de Datsue, y no podía decir que no. Lamentablemente no tengo huecos disponibles, así que ni cobraré exp ni podré quedarme por muchas rondas.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
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Era bastante pronto, por lo que entendió que estuviera durmiendo aún. Viendo su tono de enfado, intentó hablarle con la mayor corrección que supo, como había aprendido en los libros que tanto leía. La miró, intentando adoptar una expresión cordial y carraspeó suavemente antes de comenzar a hablar. En una milésima de segundo se le pasaron muchas cosas por la cabeza, pero optó por un clásico. Simplemente esperaba sacar algo de allí.
-Buenos días, lamento haberla despertado tan pronto. Me gustaría hacerla unas preguntas si no le es mucha molestia. Estoy investigando un asunto y creo que usted podría saber algo, solo le quitaré unos minutos. -Dijo con diligencia y calma, intentando paliar con su carácter el enfado de aquella mujer -Esperaré hasta que esté lista si decide ayudarme, gracias de antemano y disculpas una vez más -Comentó de añadido, haciendo varias reverencias después en señal de disculpa.
Esperaba haberle parecido lo suficientemente correcto como para que la mujer quisiera dedicarle un rato y esclarecer sus dudas sobre aquel revolucionario del País de la Tierra. Karasu le había dejado tirado, pero eso no le importaba en lo absoluto, llegaría al fondo de esto fuese como fuese. Lo que tenía más que claro, es que no iba a irse a casa después de todo lo que había tenido que hacer para llegar a este punto. Sería una tontería y habría perdido el tiempo completamente. Quería volver a Amegakure con esa recompensa, y si su compañero se le había adelantado y quería reclamarla toda para él, lo encontraría y lo aplastaría como a una flor bajo una roca.
El ceño de la mujer empezó a hacerse cada vez más visible. A cada palabra de Kisame, a cada segundo que no esclarecía por qué narices la había despertado, la impaciencia aumentaba en ella como la lava de un volcán a punto de estallar.
—Mira, chico. Dime qué quieres o lárgate, que no tengo ánimos para tonterías.
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La actitud de aquella mujer parecía ser bastante iracunda. Le había molestado de sobremanera el haberla despertado, y eso que ni siquiera era tan temprano, por lo que se apresuraría a preguntarle lo que quería. Seguramente no sacaría demasiado en claro dada su actitud, así que tampoco iba a darle demasiadas vueltas innecesariamente.
-Estoy siguiendo la pista de un hombre, y creo que es su hijo. De ser así, me gustaría que me dijese dónde puedo encontrarlo, es importante -Dijo Kisame con tono tranquilo pero seco.
No quería parecer acongojado por el carácter de la mujer, todo lo contrario, quería mostrarse natural y profesional, como si realmente estuviese trabajando, aunque aquella "misión" ya se hubiera convertido en un simple reto personal dado que su compañero le había dejado tirado una vez le había dado la información que necesitaba. O bien le había manipulado, o bien él sabía algo que el al propio Kisame se le escapaba... Entre tanto, se hayaba frente a la casa de una desconocida, intentando recabar una información que, a cada segundo que pasaba, tenía menos fe en conseguir.
La mujer abrió la boca para replicar, pero, por alguna la razón, las palabras no terminaron de salirle. Algo dicho por Kisame la había desconectado del mundo, y pareció costarle un horror volver. Sus ojos anaranjados otearon la plaza, vacía, antes de cerrar la ventana.
El amejin tuvo que esperar un largo minuto hasta que la puerta se abrió. Tras ella surgió la mujer, todavía ataviada en su bata blanca, de mangas tan largas que ocultaban sus manos. Era Alia, y sus ojos pasaron del rostro del chico a la bandana que portaba al cuello. Le tomó del Hitai-ate y tiró de él con fuerza, haciendo que entrase en su vivienda y empujándolo acto seguido contra la pared. No es que Alia fuese fuerte, es que Kisame era más enclenque que un insecto palo.
Alia cerró la puerta con la punta del pie izquierdo y posó una mano sobre el pecho del shinobi, para mantenerle ahí, a distancia y contra la pared. Su otra mano la mantenía extendida hacia abajo.
—Mi… mi hijo no es ningún hombre. —La irritación se había convertido en miedo. El enojo, en duda—. ¿Quién dices que es?
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8/01/2020, 16:16 (Última modificación: 8/01/2020, 16:20 por Taka Kisame. Editado 2 veces en total.)
El amejin se sorprendió bastante de la reacción de la mujer. Cerró la ventana y tras un rato abrió la puerta de la casa. Tenía la guardia baja, por lo que el agarrón le cogió de sorpresa, no obstante, al no considerar a esa mujer una amenaza, simplemente no se defendió y acabó contra la pared de la casa con la mano de aquella mujer en su pecho, intentando aparentar sobriedad y no cambiar su gesto habitual.
-Señora, le ruego que se calme, por el bien de ambos. -Hizo una pausa de apenas un segundo antes de continuar hablando -No sé cual es su nombre, pero en el País de la Tierra le conocen como Guzen, y es un criminal buscado. He visto un cartel con su recompensa y simplemente estoy siguiéndole la pista. No tengo por qué mentirle ni ocultarle nada, no quiero capturarle. No actúo en nombre de mi aldea, así que puede estar tranquila. A veces las leyes no están construidas correctamente y condenan a gente buena, quiero comprobar si la persona que busco lo es. -Añadió el genin con tono serio y seco, con total sinceridad mientras acercaba sus dos manos entre sí , por si tuviese que utilizar un Kawarimi no jutsu de emergencia en caso de que la cosa se pusiera fea.
No temía por su seguridad, lo único que temía era que aquella mujer se asustara y no le dijera nada sobre el hombre que buscaba. No debía de ser plato de buen gusto que le dijeran a una madre que su hijo es un criminal buscado, pero el de Amegakure no sabía que era eso del tacto y, dada la situación que acontecía, lo más adecuado era ser totalmente sincero y directo.
Y Alia se calmó, claro que sí. Pero no porque él se lo pidiese, sino porque justo después reveló el nombre del criminal que buscaba. Instintivamente, su agarre se aflojó, y un suspiro de alivio asomó de sus labios.
Bajó la mano, y se permitió respirar hondo por segunda vez.
—Pero, a ver, ¿cómo se te ocurre darme estos sustos? ¡¿Eh?! —exclamó, de nuevo encendida—. Mi hijo no se llama Guzen. ¿Quién narices te dijo que yo era la madre de ese hombre que buscas, si se puede saber? Algún graciosillo, me imagino. Pues cuando me entere pienso meterle la gracia por el culo, a ver si se ríe.
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En el momento que escuchó sus palabras, metió su mano en el bolsillo con rapidez y sacó el trozo de papel con el cartel de buscado de ese tal Guzen. Por un segundo todo se le había descolocado, aunque en el fondo pensaba que ese nombre podría ser un seudónimo, lo normal es no utilizar nombres de verdad cuando se hacen cosas fuera de la ley. Le tendió el papel a la señora y se colocó la túnica y la bandana de nuevo con la otra mano.
-Cuando pregunté por el hombre de esta imagen en la Ribera del Norte, unas señoras mencionaron que podría ser el hijo de una tal Alia, y esa es usted, así que por eso estoy aquí -Dijo sin bajar la mano con la que tendía el pergamino.
La reacción de aquella mujer le había dejado completamente descolocado, no sabía qué pensar en aquel momento. Si resultaba que esa no era la madre de su hombre, había hecho todo este viaje para nada... Y eso le haría sentirse bastante frustrado. En cualquier caso, y dijera lo que dijera, seguiría su investigación en el futuro. Era muy necesario pasar por casa, después de tan largo viaje estaba muy cansado.