Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Aunque el joven Uchiha trató de reprimirlo con todas sus fuerzas, asomó: ahí estaba. Un brillo pequeño pero evidente para un observador avispado, un destello de ambición en sus ojos. Como shinobi experimentado, Akame era plenamente consciente de lo que implicaba firmar un Pacto de Sangre con una Familia Animal. Aquello era más que un simple trueque, era un acuerdo para toda la vida que ambas partes se comprometían indisolublemente a cumplir. Akame había entrado en aquella gruta buscando la sabiduría de los antiguos Uchiha que Zaide le había prometido, pero lo que encontró finalmente fue la de la Familia Hebi.
Difícil decir cuál de las dos sería más valiosa.
—Me parece justo, Shikage —dijo, al fin, para luego repetir en voz más baja—. Me parece justo.
Aunque primero, claro, había que cumplir con las demandas de la Sombra de Muerte. Y algo le decía al joven renegado que si su presa era una bestia tal que ni la propia serpiente gigante había sido capaz de matar, no iba a ser una tarea fácil. Sin embargo, Akame no dejó que las posibles dificultades de su empresa le disuadieran de tomar aquella senda: estaba decidido.
—Vayamos por partes, entonces. ¿Dónde podré encontrar a esta serpiente que quieres que liquide para ti? —quiso saber—. Y cualquier cosa que puedas contarme de ella me será útil.
Si a Akame le parecía justo, a Shikage le parecía un regalo. ¿Quién le iba a decir a ella que en aquella tarde aburrida conseguiría algo más que ratas como almuerzo? La Vieja Fortuna había llevado a un joven ninja prometedor, cuyo poderoso chakra era capaz de percibir con su lengua viperina, a su refugio. ¡Y Uchiha, nada menos!
No, aquello no podía ser una casualidad.
—No ssé dónde esstá ssu nido, pero ssí conozco ssu coto de caza favorito —respondió a las dudas—. Losss humanosss lo conocéisss como el Lago de las Ningyosss. Tendráss que viajar al norte, y no fiarte. A ella le gussta adoptar forma de mujer para encandilar a mozosss apuesstos a la luz de la luna llena. Cuando te enfrentess a ella, habrásss de tener cuidado. Ess capaz de esscupir el veneno a metrosss de disstancia e inutilizar tusss queridosss ojosss.
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Akame se encogió de hombros: estaba empezando a acostumbrarse a toparse con enemigos peligrosos, que sabían del poder de los Uchiha y tenían sus propias ideas acerca de cómo enfrentarse al Sharingan. Por ahora, pocos —por no decir ninguno— habían tenido éxito, pero quién sabía si la serpiente del Lago de las Ningyos sería distinta.
—"El guerrero victorioso sólo entra en batalla cuando ya sabe que la ha ganado" —recitó, docto, el Uchiha. Sí, incluso en una situación como aquella, Akame se había permitido una pequeña licencia literaria; cómo no, de Suneate Tzumaru. «Y en el País de la Tierra... Qué apropiado»—. Pero lo tendré en cuenta, en caso de que esa víbora sea escurridiza.
Ahora tenía un objetivo, un propósito. Por mucho que se hubiera empeñado en negarlo, aquello le hacía sentir bien; estaba dentro de su zona de confort. La vida era más fácil cuando simplemente tenías que apretar los dientes y avanzar hacia la línea de meta, o al menos eso pensaba Akame. Y como dice el dicho, "los viejos hábitos tardan en morir".
—Espero que no te importe, pero voy a encender la luz —anunció—. Si tengo que deshacer el camino a ciegas la serpiente del Lago de las Ningyos se va a morir, pero de vieja, antes de que yo llegue.
Chasqueó los dedos, usando de nuevo su técnica de la linterna mágica, y buscó al amparo del fulgor anaranjado de su Katon la forma de volver a la superficie.
Cuando Akame encendió las llamas, lo que vio ante sí fue a una mujer de pelo lacio y negro, piel blanca y pálida como un cadáver, y una lengua viperina que se escurría entre una sonrisa tan exagerada que era como si su dueño no supiese hacerlo de manera natural y tuviese que forzarla.
Tenía la apariencia de unos cuarenta o cincuenta años, y, si bien la belleza era subjetiva, en su caso desde luego no podía decirse que fuese guapa. Más bien tenía un rostro y una expresión que causaban incómodo y rechazo.
—Una última cossa —añadió—. Me traerásss ssu cabeza. Ssu mandíbula. —No quería matarla por nada—. Y, ssi fracassasss, no te molesstesss en volver aquí.
No le gustaban los fracasados.
Si Akame decidía salir, no encontraría a Zaide en la salida, sino mucho más adelante, en la grieta por la que entraron en medio del cañón y que recorrieron durante minutos. Estaba jugando a tirar hachas a un árbol lejano, maldiciendo su mala puntería cada vez que fallaba el blanco.
Desde que había perdido el ojo, sus tiros lejanos no habían vuelto a ser los mismos.
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Nada más añadió el Uchiha al trato, que ya estaba establecido. Con ayuda de su faro luminoso fue capaz de desandar el camino y regresar a la superficie. Una vez fuera, se tomó unos momentos para sentir la caricia del viento en el rostro, el olor de la tierra seca y el aire. También para asimilar lo que había encontrado allí abajo, y las implicaciones que eso tenía. ¿Debía contárselo a Zaide? Probablemente no, pues el veterano Uchiha era parte de la Familia de las Águilas. Akame no sabía cómo se tomaría lo sucedido.
—Esa es justo la razón por la que los humanos tenemos dos ojos —comentó, jocoso, cuando Zaide falló un blanco—. Escucha, Zaide, tengo que... Ocuparme de cierto asuntillo. En el Lago de las Ningyos, ¿sabes dónde está?
Mientras el calvo contestaba y no —Akame sabía que a veces le gustaba hablar más de la cuenta—, el joven renegado s encendió un pitillo y empezó a darle ansiosas caladas. Parecía que se hubiera llevado una eternidad sin fumar, aunque probablemente sólo era fruto de la tensión acumulada en su viaje al subsuelo, y que ahora estaba liberando gracias al tabaco.
—No te voy a pedir que vengas, es algo que debo resolver yo. Pero estaría bien que me indicaras, ya sabes, por aquello de haberte salvado la vida.
¿Estaba siendo un poco rastrero? Sí. ¿Imaginaba que un tipo como Zaide lo había sido mucho más? También.
Zaide sonrió al verle, pero no tardó en bufar cuando Akame habló.
—¿Dónde quedó la cogorza, el agradecimiento a tu maestro, y el no volver a sacar el jodido tema, ¿huh? —replicó, malhumorado. Se acercó al tronco y arrancó de la corteza su Nage Ono. El otro tuvo que ir a buscarlo a diez metros de allí, agachándose para recogerlo del jodido suelo—. No es por tener un ojo, es por tener que tirar con la izquierda. —Y ni él mismo se creyó su propia mentira.
Llevó las hachas a su cinturón y desanduvo el camino, dando una patada a un guijarro suelto.
—¿Ir contigo a asesinar a quién sabe qué demonio? Pues claro que no me lo vas a pedir. —Porque ni de coña iba a ir. Acto seguido, Zaide le miró con cara de: ¿qué cómo lo sé? Bueno, para empezar, había sido él quien le había enviado allí—. ¿Recuerdas que un día te dije que un ser me había pedido asesinar al Señor Feudal, no? —respondió a su pregunta antes de que la formulase—. Pues eso.
Y había fracasado. Y había perdido su oportunidad de obtener el Pacto. No se quejaba. Quizá, si no fuese por eso, jamás hubiese conseguido el de águilas. O hubiese conseguido el de ambos y le hubiesen dejado —o algo peor que eso— cuando una de las dos Familias descubriese que jugaba a dos bandas. Algo que no sería del todo nuevo para él.
—Estás aquí —dijo, sacando un mapa físico del país y apuntando con un dedo el Cañón en el que se encontraban. Deslizó el dedo hacia el norte y señaló un punto que se encontraba a día o día y medio de camino a pie. O más bien dos, teniendo en cuenta las difíciles rutas con las que contaba aquel país—. Tu destino.
La revelación de Zaide cogió a su primo con los calzones bajados. ¿A eso se había referido cuando le relataba su andanza fallida por Shinogi-to? ¿Shikage le había pedido que matara, nada más y nada menos, que al Daimyō de la Tormenta? Akame se revolvió, inquieto; si la mujer-serpiente tenía por costumbre asignar objetivos tan inverosímiles para sus encargos, no podía sino esperar que aquella bestia del Lago de las Ningyos sería jodidamente difícil de matar. ¿O tal vez imposible? ¿Era eso, un engaño? ¿Shikage estaba jugando con él?
Akame fumó, nervioso, mientras atendía a las indicaciones de Zaide sobre dónde estaba el famoso Lago. Sus ojos recorrieron el mapa mientras trataba de calmarse, fijándose en la ruta más plausible; no la más corta, no, sino la menos dificultosa. Sólo le hacía falta que fracasara en su misión de asesinato potencialmente imposible por despeñarse y romperse una pierna.
—Gracias —masculló, apurando el cigarrillo y echándose su petate a la espalda. Por suerte llevaba raciones de sobra, además de su habitual equipo de viaje—. Espero que esa serpiente no me la esté jugando... Asesinar al Daimyō. Yo creo que nunca quiso hacer el Pacto contigo, realmente.
Si el otro no tenía más que decir, Akame se encaminaría con el mapa bien memorizado en su cabeza —su prodigioso intelecto daba para eso y bastante más— hacia el Lago de las Ningyos.
Zaide suspiró. Había pensado lo mismo cuando había oído su objetivo, tantos años atrás. Y él, tan arrogante y tan chulo como era por aquel entonces, se había carcajeado y había asegurado que lo cumpliría. Ya no por obtener el Pacto, sino por mero orgullo. Por mera arrogancia.
Había fracasado, claro, y ese había sido el primer golpe de muchos a sus aires de superioridad. Al final, como acababa pasando con todos tarde o temprano, había caído del pedestal en el que se tenía y ahí estaba, sin amigos, sin un ojo, y sin saber muy bien qué hacer de su puta vida.
En cambio, Akame parecía hecho de otra pasta. Y quizá así lo había visto también la serpiente. ¿Cuál sería su objetivo? ¿A quién cojones tendría que eliminar en el Lago de las Ningyos? No lo sabía. Prefería no preguntar.
—Nos vemos, ¿huh?
Y ambos emprendieron caminos distintos. Uno, hacia su destino. El otro, hacia su nido. Porque si uno quería comprender hacia dónde iba, primero tenía que recordar de dónde venía.
Puedes rolear en este próximo post cómo llegas a destino. Recuerda que son 2 días de viaje habiendo tomado el camino seguro, y que el lago en cuestión está más allá de las Ruinas de Iwagakure, situado en una gigantesca meseta —tanto en alto como en terreno—, llena de bosque. Puedes acabar justo al llegar a la meseta, por ejemplo, y a partir de ahí ya dirijo yo.
Antes de que ambos Uchiha separaran sus caminos, Akame llamó la atención del veterano.
—Eh, Zaide... Te agradezco que hayas cumplido tu palabra. El honor escasea entre los ladrones, como se suele decir —agregó, poniéndose literario por momentos—. Que sepas que yo aposté por ti desde el principio en el Kaji Saiban.
Y así, el joven renegado se dio media vuelta y comenzó a caminar. Mientras enfilaba el pedregoso sendero hacia la meseta en la cual estaba ubicada el Lago, no pudo parar de pensar en que en otra vida, en otras circunstancias, tal vez él y Zaide sí que habrían podido ser alumno y maestro; propiamente dicho. Pero, como tantas otras cosas en la vida, a veces las personas llegaban en el momento menos indicado y de la forma menos esperada.
Akame caminó durante casi dos días completos antes de llegar a su destino. Por suerte, el joven ninja ya se había pateado alguna que otra vez el País de la Tierra, de modo que su árido paraje y su clima traicionero no le eran ajenos. La experiencia es un grado, y Akame se aseguró de pararse a beber agua y comer algo a cada rato para mantenerse nutrido e hidratado, evitó los desfiladeros estrechos y los senderos —demasiado— solitarios, y buscó una gruta acogedora pero poco profunda para pasar la noche.
Cuando llegó a la meseta llevaba algunas provisiones de menos en su petate, la cantimplora repleta —había hervido el agua de un riachuelo lejano antes de rellenarla— y razonablemente suficientes energías como para acometer la tarea que tenía por delante. Era el ocaso del segundo día y la meseta ya se abría ante él, aunque por ahora no había rastro del Lago. El Uchiha intuyó que se encontraría, tal vez, oculto tras el frondoso bosque que tenía ante él... De modo que se encendió un cigarrillo y se internó en la arboleda.
Zaide no pudo no dar una última réplica a Akame, justo antes de despedirse, esbozando una sonrisa agria.
—Ya sabes lo que siempre digo, ¿huh? Soy un criminal, pero un criminal honrado. —Le guiñó un ojo, su ojo sano, y no pudo evitar soltar una risotada. Su carcajada fue lo último que Akame escuchó de Zaide en un largo tiempo.
• • •
Dos días después…
Akame llevaba caminando al menos por una hora, cuando oyó algo. Entre la maleza y los árboles, distinguió una luz que no provenía del sol —el cual casi había desaparecido por completo en el horizonte—. Y lo que oyó fue…
Fue el crepitar del fuego.
Fue una voz, de un niño.
Y fue otra voz, más adulta y que le sonaba de algo, replicando.
Lleno de arbustos, árboles anchos y largos y maleza, era incapaz de distinguir de quiénes se trataban, pero sí que supo que no debían de estar a más de veinte metros de su posición. ¿Iría a averiguarlo? ¿O trataría de seguir buscando el lago?
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Las distantes voces le hicieron levantar la cabeza como a un cervatillo y aguzar el oído en busca de su origen. Consciente de cómo se las gastaban por aquellos lares, Akame activó su Sharingan y luego se acercó con cuanto sigilo fue capaz hacia el origen de la conversación. Trataba en todo momento de ser precavido y no dejarse ver, pues no sabía qué clase de gente iba a encontrarse.
Una vez profesional, siempre profesional. Uchiha Akame se movió entre la maleza como un depredador avezado. Sus pies evitaron pisar las ramas caídas, su torso se contorneó para no mover los arbustos, y sus ojos eligieron siempre el mejor camino. A medida que avanzaba, las voces se fueron haciendo cada vez más y más claras:
—Come. Necesitarás energía para esta noche —dijo la voz adulta.
—Pff… ¡Si es que no tengo hambre! Además, le falta carne a la sal. Así está muy sosa.
—Lo que estás es nervioso. No, no me vengas con tus fantochadas. Estás de los nervios y tienes el estómago cerrado. Es normal, es tu primera misión de rango C, al fin y al cabo. Pero has de forzarte a comer, o lo echarás de menos si esta noche nos topamos con la bestia.
—P-pero… ¿Usted cree que es verdad? ¿De verdad es una bestia lo que está provocando todas las desapariciones?
—Ya te dije que no me gusta que me traten de usted.
Akame salió justo en ese momento tras un arbusto, asomando lo necesario los ojos para distinguir a dos personas sentadas junto a un fuego, que usaban para calentarse y cocinar algo de carne. Una de ellas era un chico que debía de tener unos doce o trece años, de pelo corto y con líneas rapadas en los laterales de la cabeza. El otro… El otro ya sabía quién era antes incluso de verlo. Antes incluso de que el niño respondiese:
—P-perdón… Perdóneme, Raito-sensei.
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13/01/2020, 17:35 (Última modificación: 13/01/2020, 17:36 por Uchiha Akame.)
Akame sintió unas ganas enormes de carcajearse en ese momento, de reír a mandíbula batiente hasta que se le doblara la espalda. ¿No tenían los dioses un curioso sentido del humor? De no ser porque sabía que su Sharingan jamás le engañaba —con la notable excepción de Zaide y su técnica del regreso a la vida—, Akame hubiera jurado que aquello era simplemente una broma de mal gusto. Un truco que alguien había preparado para joderle la tarde.
Pero no. Allí estaba, junto a un fuego y quien sería, presumiblemente, su alumno; Uchiha Raito. El que había sido su maestro y mentor en el Remolino durante casi dos años, antes de que todo se fuese al diablo. «Parece que no importa cuanto intente huir de mi pasado, éste siempre es más rápido», se dijo con cierta amargura el Uchiha.
Sin embargo, pronto el ingenio se abrió paso entre el rencor y Akame lo vio bien claro; si en el fortuito encuentro había intervenido la mano de los dioses, había sido sin duda para favorecerle. Y tenía que saber sacar provecho de ello. Porque, ¿no estaban de misión, buscando a una bestia? «¿Por qué no ayudarles a cumplirla exitosamente?». Una sonrisa se dibujó en el rostro maltratado del Uchiha. Desde una posición segura juntó sus manos en un particular sello, y un Kage Bunshin surgió a su lado. Akame le comunicó mediante lenguaje de signos que se quedara allí, vigilando, a la espera de nuevas órdenes. La copia accedió, claro, y oculto entre la maleza pero sin quitar los ojos del dúo de ninjas, vio a su original perderse entre la arboleda.
El verdadero Akame continuaría su camino hacia el Lago, en efecto, porque ya tenía un plan en mente. Encontrar a la serpiente antes que su antiguo maestro y forzar un encuentro "casual" entre víbora y shinobis que no podía desembocar en otra cosa que en su beneficio; o eso pensaba. En principio, si Raito y su alumno mataban a la bestia, él lo tendría tan fácil como recoger su trofeo del cadáver.
Si no...
¤ Kage Bunshin no Jutsu ¤ Técnica del Clon de Sombras - Tipo: Apoyo - Rango: A - Requisitos: Ninjutsu 70 - Gastos: 30 CK por clon, el chakra restante se divide entre el número total de clones al final de cada turno (la regeneración de chakra se divide entre el número de clones) - Daños: - - Efectos adicionales: - - Sellos: Sello de clonación especial - Velocidad: Instantánea - Alcance y dimensiones: -
Similar a la técnica de clonación estándar, esta técnica crea clones del usuario. Sin embargo, estos clones son copias idénticas, no ilusiones ni imágenes. El chakra del usuario se distribuye equitativamente entre todos los clones creados por este método, dándole a cada copia una fracción equivalente del poder total del usuario. Los clones son capaces de realizar técnicas por sí mismo, de cualquier tipo, y pueden incluso sangrar, aunque se dispersarán ante tres golpes físicos cualesquiera o un ataque lo suficientemente fuerte (30 PV o más). Los clones también pueden dispersarse a la orden del usuario.
Cuando estos clones son creados, replican todas las armas no consumibles, pero sólo quitarán la mitad de daño. Es posible "pasarle armas" al clon al crearlo, en este caso el usuario pierde dichas armas de su repertorio y las posee su clon. Si el usuario tiene alguna técnica activa mantenida en el tiempo, deberá pagar de nuevo el coste de activación si desea que su clon también tenga dicha técnica activa. Además la regeneración del chakra se divide como corresponde.
Los clones de sombra no pueden ser diferenciados del original, ni siquiera con el Byakugan, ya que todas las réplicas y el original tienen exactamente la misma cantidad de chakra y no están hechas de ninguna otra sustancia. Los clones devuelven al original las experiencias recibidas al dispersarse, siendo útiles para entrenamientos que requieran mucho tiempo, y para enviarlos a misiones de espionaje o recogida de información. Sin embargo, también devuelven al original el shock emocional del recuerdo de un ataque recibido, aunque en menor medida. Los efectos negativos, como el del cansancio, o cualquier otra penalización a los atributos, pasan al original si el clon desaparece.
Debido a la forma en la que los clones son creados, el usuario debe dividir su chakra por igual entre él y sus copias, posible usando todo el chakra del que disponen rápidamente si hace demasiados clones. Además, se requiere bastante cantidad de chakra para poder hacer muchos clones. Si el usuario original queda con menos de 25 CK, todos los clones se deshacen. Para que los clones se coordinen entre sí y puedan realizar acciones combinadas, el usuario tiene que tener al menos 20 puntos de Inteligencia por cada clon creado. Todos los clones pueden usar hasta -25 CK, pero si alguno de ellos lo hace, la cantidad negativa de ese chakra también pasa al usuario, con lo que podría quedar inconsciente.
Los jinchuuriki son capaces de usar esta técnica hasta el extremo, ya que cuando se crea un clon se divide tanto el chakra del usuario como el chakra del bijuu disponible (y si en total el original tiene más de 25 CK, la técnica permanecerá activa). Sin embargo, no pueden utilizarse si se activan las capas de chakra de bijuu y no se controla a la criatura, pues la presencia del bijuu podría desestabilizar a los clones o tomar posesión del usuario. Incluso si el bijuu está controlado y dominado, si el usuario no tiene su favor podría aprovechar una fragmentación de más de un clon utilizando su chakra para tomar posesión de su cuerpo y liberarse.
Al contrario de lo que ocurre en el resto de las técnicas de clonación, los Kage Bunshin pueden pensar por sí mismos y, a pesar de estar separados, pueden sentir en cierto grado el dolor que sufra el original, ya que en el fondo siempre están conectados por un enlace microscópico de chakra. Si el usuario sufre un daño único de más de 50 PV, todos los clones desaparecen.
Uchiha Raito se prendió un cigarrillo y dio una honda calada.
—Bestia o humano, le daremos caza y punto final.
El genin asintió, enérgico.
—Es una lástima que ni Yamanaka Mitsuki ni Nara Sora hayan venido, ¿no cree Raito-sensei? Ehm… Perdón, perdón. ¿No crees, Raiton-sensei? Quiero decir, honestamente, creo que cualquiera puede decir que conformamos el mejor equipo que Uzu ha visto en décadas. ¡Lo tenemos todo! —Silencio—. ¿Raito-sensei? Por qué… ¿Por qué no dice nada? ¿Acaso no lo piensa? ¿No somos el mejor equipo que usted ha…? ¡Auch! Perdón, perdón. ¿No somos el mejor equipo que has tenido nunca?
—No.
La respuesta fue tan directa y cortante que el pobre chico cayó de culo y estuvo largos segundos balbuceando palabras inconexas.
—Pero… ¡Raito-sensei! Si no lo piensas, ¡al menos deberías decirlo! Es lo que la gente hace, ¿sabes? Pequeñas mentiras piadosas para hacer sentir mejor a los demás.
—Creí que ya os demostré que esas patochadas no van conmigo.
—No, ya, ust… Tú siempre en la línea roja. Entonces, ¿quién fue? ¿Cuál fue tu mejor…? No, no me lo digas. Ya lo sé. Eran… —miró a un lado y a otro, como si tuviese miedo de que alguien estuviese escuchando. Por un suspiro, sus ojos pasaron por el arbusto en el que Akame se cobijaba—. Eran ellos, ¿verdad? Los… Los Hermanos del Desierto.
Raito dio una calada al pitillo como única respuesta.
—Nunca hablas de ellos. Y, lo entiendo. Debe ser duro, conocer a alguien, enseñarle, y que luego resulte que es un traidor. Un…
—Te gusta hablar mucho, ¿hmm?
—Pero es que… ¡Raito-sensei! Nunca nos hablas de ellos. No cuesta mucho imaginarse cómo era Datsue por aquel entonces, viéndole ahora, pero… ¿Cómo era cuando estaban juntos? Antes se escuchaban muchas cosas, pero después del incidente ya nadie toca el tema. De verdad, Raito-sensei. Le juro… Le juro que me contentaré con poco. ¡Un pequeño relato! Y me callaré para lo que resta del día, solo hablaré para lo estrictamente necesario. ¡Qué digo el resto del día, el resto de la misión!
Uchiha Raito se quedó con la mirada perdida en la voluta de humo que salía de su cigarro.
—¿Solo para lo estrictamente necesario?
—Para eso y nada más —asintió con vehemencia el alumno.
El sensei suspiró.
—Está bien. Escucha atentamente…
• • •
Mientras tanto, Akame rodeó la pequeña sorpresa que la vida le había deparado y siguió adentrándose en el bosque. Apenas tardó diez minutos en llegar hasta un gran claro con un lago enorme llenándolo. Podía decirse que era tan extenso como el Lago de Shiona, pero la luz que le envolvía era mucho más tétrica y oscura.
Todo estaba tranquilo. No había animales bebiendo del lago, ni había rastro alguno de personas. Corría una suave brisa y la luz de la luna llena empezaba a cobrar fuerza en el cielo.
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Akame, oculto entre la maleza, apretó los dientes y los puños con fuerza mientras asistía a aquella escena entre maestro y alumno. Al oírse mentado por el genin su imaginación voló hacia Uzushio, y pensó en todas las mentiras que Hanabi y los demás estarían contando de él. Las historias de cómo era una puta rata que había tenido que ser sacrificada por traidora, cómo Chokichi era un héroe caído que le había desenmascarado y quién sabe qué otras cosas que le hacían ponerse enfermo sólo de pensarlas. Pero por sobretodo, lo que más rabia le daba era que aquello le importaba. ¿Por qué no era capaz de mandarlos al diablo sin más y alegrarse de que dos sucios uzujin pudieran morir aquella noche?
¿Por qué...?
—
«Ah, ahí esta. El Lago de las Ningyos, tan tétrico y desapacible como me imaginaba. ¿Por qué demonios vendría ningún chaval aquí en plena noche? Si más bien parece el típico lugar para que te ataque un hombre lobo o algo así...»
El shinobi exploró el lugar con la vista, todavía cauto. Según le había dicho Shikage, su objetivo era una serpiente cambiaformas que se dedicaba a cazar a jóvenes ingenuos seduciéndolos gracias a su exótica apariencia. El siguiente paso, por tanto, estaba claro: Akame no necesitaba encontrar a la serpiente... Necesitaba que ella le encontrase a él.
Realizó unos cuantos sellos, y con un "puf", su apariencia de mercenario broncas y apaleado cambió a la del apuesto... ¡Senju Riko! Un antiguo compañero de profesión, el Guapo, que en su día había acaparado todas las miradas de las chicas de Uzu antes de morir brutalmente asesinado durante la revuelta de Zoku. Akame no tenía reparos en usar su imagen para beneficio propio, claro, aunque hubiese fallecido y en qué trágicas circunstancias. "El muerto al hoyo y el vivo al bollo".
Con aire casual, mientras pegaba pitadas a un cigarrillo, el Uchiha —ahora Riko— se acercó a la orilla del Lago y se quedó allí, parado, admirando la Luna llena. Habría recitado alguna poesía barata, pero le parecía excederse.