Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
—Eh... no —rectificó Daruu, repasando de nuevo los detalles de la misión—. Aquí pone "los poblados", así que ni siquiera sabemos cual de ellos hay. ¿Has estado alguna vez en el bosque, Kōri-sensei? ¿Sabes cuántos poblados hay?
—Los poblados —asintió Kōri, aceptando la corrección sin ningún ápice de irritación o conformidad. Seguía tan inexpresivo como siempre.
—Es que incluso si supiéramos a cuál tenemos que ir, nada nos asegura de que Yokuna esté ahí. Me imagino que también tendrá que esconderse de esos criminales, o no nos habría pedido ayuda. Si yo le hubiera visto alguna vez, sabría reconocerle por el Byakugan, pero... —el Hyuga se encogió de hombros—. Igual puedo saberlo por la cantidad de chakra, pero no me gustaría asumir nada, sobretodo porque luego siempre nos llevamos las sorpresas más desagradables. Dicen que son genin, pero no especifican exactamente cuánto tiempo llevan siendo ninjas...
—No creo que sea buena idea... —se atrevió a intervenir Ayame—. No puedes ir todo el rato con el Byakugan activado, y seguro que nos encontramos con más shinobi por el camino. No podemos arriesgarnos a toparnos con alguno de los exiliados creyendo que puede tratarse de Yokuna.
Estaba claro que Daruu y Ayame habían crecido. Ya no eran aquellos dos genin inexpertos que se limitaban a seguir ciegamente las órdenes de su sensei. Ahora se hacían partícipes en los detalles de la misión, opinaban y se contradecían sin temor. Ya no se podría decir que se trataba de un equipo de un Jōnin con sus dos pupilos. Ahora eran dos Jōnin y una Chunin. La balanza se estaba igualando progresivamente.
—No. No es buena idea —concedió El Hielo—. Con la poca información que tenemos, no tenemos muchas opciones. Deberíamos acercarnos al poblado más cercano y recabar información... discretamente.
—Pché. —Daruu hinchó el pecho como un pavo, orgulloso—. No sé con quien os creéis que estáis hablando, pero parece que seáis vosotros los Hyūga y no yo. —Se detuvo un momento y se señaló el ojo izquierdo. Activó su dõjutsu—. Mis ojos son la mejor salvaguarda que tenemos en el bosque. Puedo vigilar para que no nos ataquen por la espalda. No sufro apenas fatiga visual por tenerlos activados un tiempo moderadamente prolongado, simplemente debo tener cuidado con el chakra —explicó, más serio, y clavó una rodilla en el suelo—. Cuando tengo que rastrear algo a largas distancias es cuando tengo que usarlo más dispersamente. Apartáos un momento, que acabo de tener una idea.
Daruu entrecerró los ojos y activó una de las más útiles propiedades de sus ojos. Extendió el rango de visión a través de los troncos de los árboles y rastreó en busca de chakras, de estructuras como casas, abrevaderos de caballos...
»Puedo buscar el asentamiento más cercano antes de ponernos a vagar sin rumbo, aprovechando que desde aquí se ven las cosas con algo más de distan...
De pronto, el muchacho se quedó blanco como la leche. Miró a Kōri, luego a Ayame.
»A las doce menos cinco desde mi posición. Hay dos personas persiguiendo a una niña. Uno de ellos lleva un hacha. —Mantuvo la vista a Ayame en particular. «Eres la más rápida de los tres»—. ¡Rápido!
—Pché —Daruu chasqueó la lengua, herido en su orgullo como Hyūga, e hinchó el pecho—. No sé con quien os creéis que estáis hablando, pero parece que seáis vosotros los Hyūga y no yo —Se señaló el ojo izquierdo, al tiempo que las venas alrededor de estos se hinchaban de aquella manera tan inquietante cuando activaba el Byakugan—. Mis ojos son la mejor salvaguarda que tenemos en el bosque. Puedo vigilar para que no nos ataquen por la espalda. No sufro apenas fatiga visual por tenerlos activados un tiempo moderadamente prolongado, simplemente debo tener cuidado con el chakra —les explicó, sumamente serio, y después clavó una rodilla en el suelo—. Cuando tengo que rastrear algo a largas distancias es cuando tengo que usarlo más dispersamente. Apartaos un momento, que acabo de tener una idea.
Kōri y Ayame se hicieron a un lado, mientras Daruu entrecerraba los ojos en un gesto de concentración.
—Puedo buscar el asentamiento más cercano antes de ponernos a vagar sin rumbo, aprovechando que desde aquí se ven las cosas con algo más de distan...
Las palabras murieron en su garganta, y todo color abandonó las mejillas del muchacho.
—¿Qué ocurre, Daruu? —preguntó Ayame, preocupada. ¿Acaso había encontrado a Yokuna? ¿Acaso lo había encontrado...?
—A las doce menos cinco desde mi posición. Hay dos personas persiguiendo a una niña. Uno de ellos lleva un hacha —Daruu miró a Ayame de forma significativa, y esta no tardó ni dos segundos en comprender lo que le estaba diciendo con la mirada—. ¡Rápido!
Ayame miró momentáneamente a su hermano mayor, y este asintió en silencio. Con la afirmación de ambos jonin, la kunoichi se lanzó a la carrera. Corrió con todas sus fuerzas. Corrió como sólo ella podía hacerlo. Corrió como un guepardo tras la estela de su presa. Sus piernas se movían en largas y rápidas zancadas y en cuestión de segundos Ayame se internó entre los árboles del bosque. Daruu no le había indicado la distancia a la que se encontraban, pero ella confió en su velocidad y en sus sentidos para encontrar a la niña y protegerla de sus perseguidores. Pero tenía que darse prisa, o su cuerpo no sería de aguantar el ritmo.
«¿Serán exiliados? ¿Tan lejos han llegado que ahora atacan a niños indefensos?» Se preguntó, entre respiraciones agitadas para mantener sus pulmones siempre oxigenados. [psub=dodgerblue]¡Aguanta, por favor, aguanta! ¡Ya voy![/color]
Los árboles pasaban a toda velocidad. Ayame sorteaba ramas, saltaba por encima de arbustos, y zigzagueaba entre los troncos en medio de aquella atmósfera mágica de brillo azulado. No hizo falta que rastrease dónde se encontraba la persecución, porque en aquél sepulcral silencio los llantos, los gritos y los vítores llegaban a ella altos y claros a su oído aventajado. La kunoichi siguió persiguiéndoles. Hubo un golpe seco a su izquierda, y un berrido desesperado: la niña había tropezado. Por la intensidad del ruido, a unos cincuenta metros de su posición.
Los vítores sádicos de los que la perseguían parecieron subir en volumen. Ayame corría todo lo rápido que podía hacia la escena, pero la maleza le impedía moverse con libertad.
—Es sólo una niña, por Amenokami. Déjala irse —pudo escuchar; era una voz de mujer.
—No —gruñó un joven—. No es una niña. Es un mensaje.
Justo entonces, Ayame llegó al claro. Habían dos personas: ambas vestidas con trajes de piel de lobo de color oscuro. Una de ellas era una mujer de pelo negro y ojos grises. El otro, era un muchacho rubio de su edad con el pelo corto, unos ojos verdes preciosos pero unas ojeras algo enfermizas y una barba rala de tres días.
Él era quien sujetaba a la chiquilla pelirroja vestida con andrajos, levantándola desde el suelo. Y suyo era el filo del hacha que empuñaba con la otra mano, que ahora se veía proyectado hacia su frágil torso.
17/01/2020, 12:35 (Última modificación: 17/01/2020, 12:36 por Aotsuki Ayame.)
Ayame se dejó guiar por el fantasmagórica brillo azulado que ascendía desde sus pies. Esquivó ramas, saltó por encima de arbustos y troncos caídos y zigzagueó en aquel laberinto feérico a toda velocidad. Enseguida escuchó los llantos y los gritos de terror, como también los vítores de los cazadores, y la kunoichi viró a izquierda cuando escuchó el inequívoco golpe seco de alguien cayendo al suelo. Los aullidos aumentaron en volumen, y Ayame deseó poder correr aún más rápido.
«¡Aguanta, por favor, aguanta!» Rogó, con el corazón en un puño.
—Es sólo una niña, por Amenokami. Déjala irse —habló una mujer.
—No —gruñó otro, un chico joven—. No es una niña. Es un mensaje.
Un claro se abrió ante sus ojos, y Ayame pisó con fuerza una última vez. La hierba se meció, salvaje, mecida por la brisa que levantó la kunoichi al desaparecer repentinamente. El filo del hacha cayó hacia el cuerpecito de la indefensa niña que sostenía en el aire con el silbido de la muerte, pero en el último momento, Ayame le embistió con todas sus fuerzas y el puño contra su abdomen, perforándolo con el kunai que había sacado desde debajo de su manga.
¿Su primera intención? Separar a la niña de su cazador.
¤ Sunshin no Jutsu ¤ Técnica del Parpadeo Corporal - Tipo: Apoyo - Rango: D - Requisitos: Ninjutsu 40 - Gastos:
14 CK/20 metros
52 CK para huir de un combate
- Daños: - - Efectos adicionales: Cada uso restará 10 puntos de aguante durante los próximos 5 turnos - Sellos: Carnero/una mano - Velocidad: Instantánea
El Sunshin no Jutsu es una técnica basada en un movimiento ultrarrápido, permitiendo a un ninja moverse de cortas a largas distancias a unas velocidades casi imperceptibles. Para un observador cualquiera, resulta como si el usuario se hubiera teletransportado. En ocasiones, se utiliza una pequeña señal para camuflar los movimientos iniciales del usuario. Esta técnica se basa en el uso del chakra para vitalizar temporalmente el cuerpo y moverlo a velocidades extremas. La cantidad de chakra requerida depende en la distancia total y la elevación entre el usuario y el destino. La técnica puede usarse, además, para escapar del campo de batalla. Las diferentes villas tienen variaciones de esta técnica, e incluyen un elemento extra para distraer al oponente. En Konoha, se utiliza un rastro de hojas.
La última pisada de Ayame sonó con fuerza, y no era la única que disponía de un sentido del oído aventajado.
—¡Nejima, cuidado! —exclamó.
Como un resorte, el muchacho rubio se enderezó y dio un salto hacia adelante, placando a la niña y soltando el hacha, que cayó al suelo clavándose en tierra. Ayame apuñaló al aire y la inercia de su movimiento ultrarrápido hizo que clavase el arma más tarde en el tronco de un árbol en el lado opuesto del claro. Y ese arma ya no saldría de allí, pues no tenía la suficiente Fuerza como para retirarla.
—¡No es ese hijo de puta de Amegakure! ¿¡Quién eres entonces!? ¿¡Refuerzos de esa puta de Yui!? —espetó la mujer, desenvainando desde su cintura dos espadas de aspecto peligroso.
—Oh, ella también es de Amegakure, ¿no te acuerdas de ella...? —El otro chico se levantó, poco a poco. La niña, a su lado, enarbolaba un pequeño cuchillo, y con los ojos empapados en lágrimas, se acercó para tratar de apuñalarle en el costado. Pero él dio un manotazo al aire y mandó el cuchillo a volar. La niña, asustada, retrocedió. El rubio parecía haber perdido todo interés en ella. La chiquilla retrocedió lentamente—. Eh, alien, ¿has estado ocupada, eh?
—No me jodas, incluso a este monstruo feo le han dado la placa de chūnin?
Oh, ahora los recordaba. Estaban algo crecidos y tenían un aspecto desmejorado. Pero Nejima y Kodama seguían siendo los mismos de siempre. Simplemente habían aumentado sus expectativas de abuso sobre los débiles.
Nejima miró a la niña de reojo, que estaba apoyada en el tronco de un árbol. Le sonrió de forma sádica. Ella le devolvió una mirada cargada de dolor y se perdió entre los arbustos.
—Oh... me pregunto... ¿quién la encontrará primero? ¡Jajaja! —Súbitamente, el exiliado se giró hacia el linde del claro y salió corriendo tras la pobre chiquilla. Los troncos de los árboles le cogieron como refugio.
Pero Ayame tenía a Kodama a la retaguardia. No podía dejar de prestarle atención tampoco. La mujer se abalanzó sobre ella con un corte de las espadas en cruz.
—¡Ahh, la "guardiana"! ¡Por eso te ascendieron, enchufada! ¡Puto alien asqueroso!
17/01/2020, 14:33 (Última modificación: 17/01/2020, 14:37 por Aotsuki Ayame. Editado 1 vez en total.)
Pero ella no era la única que tenía un oído privilegiado. Se vio apuñalando el aire cuando, y ante la alarma de su compañera su objetivo saltó hacia delante, evitándola. La inercia del movimiento hizo que el kunai terminara clavándose en el tronco del árbol que había delante, y por mucho que tiró del mango, Ayame pronto entendió que era inútil. No tenía la suficiente fuerza para recuperar su arma.
No le importó demasiado.
—¡No es ese hijo de puta de Amegakure! ¿¡Quién eres entonces!? ¿¡Refuerzos de esa puta de Yui!? —oyó bramar a la mujer, y Ayame se volvió hacia ella en el momento en el que desenvainaba dos espadas.
—Oh, ella también es de Amegakure, ¿no te acuerdas de ella...? —replicó el otro, levantándose lentamente.
La chiquilla, junto a él, intentó apuñalarle en un acto desesperado, pero su agresor dio un manotazo en el aire y el cuchillo que enarbolaba hasta ese momento salió volando.
—¡Corre! ¡Corre! —exclamó Ayame, sacudiendo un brazo hacia el mismo punto entre los árboles de donde había surgido.
—Eh, alien, ¿has estado ocupada, eh?
Aquellas palabras se clavaron en sus tímpanos dolorosamente, congelándola en el sitio y haciéndole rememorar un tiempo lejano que se había esforzado en enterrar. Ayame se volvió lentamente hacia los dos shinobi, con los ojos abiertos como platos. Y entonces los reconoció.
—Kodama... Nejima... —pronunció, con bilis en la garganta.
—No me jodas, incluso a este monstruo feo le han dado la placa de chūnin?
Con lo frenético del momento, no se había parado a observarlos, pero seguían igual que los recordaba. A excepción de las ropas, claro. Ella, con su pelo oscuro como alas de cuervo y ojos grises; él, con su cabello rubio corto, sus chispeantes ojos esmeraldas y la confianza de quién sabe que es lo suficientemente guapo como para hacer que las demás chicas hicieran lo que fuera por él. Ahora ambos vestían ropas de pieles y presentaban un aspecto algo más desmejorado, pero sus sonrisas, aquellas afiladas sonrisas, seguían siendo las mismas.
Y las odiaba. Las odiaba con todas sus fuerzas.
Nejima giró el rostro y le dedicó una sonrisa siniestra a la chiquilla, que no dudó en seguir el consejo de Ayame y salir corriendo lo más rápido que fue capaz con sus pequeñas piernecitas.
—Oh... me pregunto... ¿quién la encontrará primero? ¡Jajaja! —exclamó Nejima, antes de salir tras ella.
Ayame ni siquiera se movió. Se mantuvo en su sitio, con el ceño fruncido.
«Me pregunto... ¿quién será más rápido?»
Los arbustos volvieron a agitarse, y una última sombra salió corriendo tras Nejima y la niña. La cacería daba comienzo.
Y Ayame se volvió hacia Kodama justo en el momento en el que se lanzaba hacia ella con las espadas en cruz. La kunoichi saltó hacia atrás para evitarlo y se mantuvo pegada en el tronco de un árbol acumulando el chakra en la planta de los pies.
—¡Ahh, la "guardiana"! ¡Por eso te ascendieron, enchufada! ¡Puto alien asqueroso!
Ella frunció el ceño.
«Ya no podéis hacerme daño. Ya no.»
—¿Qué pasa? ¿Se os han quedado pequeños los almuerzos de los niños de la Academia que ahora tenéis que perseguir niñas indefensas por los bosques? ¿A esto os habéis reducido? —la provocó.
Porque ella ya no era la niña indefensa que agachaba la cabeza mientras la insultaban o le robaban el dinero para el almuerzo. Sacudió la cabeza, dejando bien a la vista su luna menguante. Ella era una Aotsuki, y aunque había tardado en aceptarlo, ahora estaba dispuesta a contraatacar con mordiscos si hacía falta.
PV:
220/220
– CK de Ayame:
153/165
–
-15 CK, Kage Bunshin
–
+10 CK
– CK de Kage Bunshin:
153/165
–
-15 CK, Kage Bunshin
–
+10 CK
–
1 AO revelada: Ayame había dejado un Kage Bunshin entre los arbustos antes de impulsarse con el Sunshin
¤ Kage Bunshin no Jutsu ¤ Técnica del Clon de Sombras - Tipo: Apoyo - Rango: A - Requisitos: Ninjutsu 70 - Gastos: 30 CK por clon, el chakra restante se divide entre el número total de clones al final de cada turno (la regeneración de chakra se divide entre el número de clones) - Daños: - - Efectos adicionales: - - Sellos: Sello de clonación especial - Velocidad: Instantánea - Alcance y dimensiones: -
Similar a la técnica de clonación estándar, esta técnica crea clones del usuario. Sin embargo, estos clones son copias idénticas, no ilusiones ni imágenes. El chakra del usuario se distribuye equitativamente entre todos los clones creados por este método, dándole a cada copia una fracción equivalente del poder total del usuario. Los clones son capaces de realizar técnicas por sí mismo, de cualquier tipo, y pueden incluso sangrar, aunque se dispersarán ante tres golpes físicos cualesquiera o un ataque lo suficientemente fuerte (30 PV o más). Los clones también pueden dispersarse a la orden del usuario.
Cuando estos clones son creados, replican todas las armas no consumibles, pero sólo quitarán la mitad de daño. Es posible "pasarle armas" al clon al crearlo, en este caso el usuario pierde dichas armas de su repertorio y las posee su clon. Si el usuario tiene alguna técnica activa mantenida en el tiempo, deberá pagar de nuevo el coste de activación si desea que su clon también tenga dicha técnica activa. Además la regeneración del chakra se divide como corresponde.
Los clones de sombra no pueden ser diferenciados del original, ni siquiera con el Byakugan, ya que todas las réplicas y el original tienen exactamente la misma cantidad de chakra y no están hechas de ninguna otra sustancia. Los clones devuelven al original las experiencias recibidas al dispersarse, siendo útiles para entrenamientos que requieran mucho tiempo, y para enviarlos a misiones de espionaje o recogida de información. Sin embargo, también devuelven al original el shock emocional del recuerdo de un ataque recibido, aunque en menor medida. Los efectos negativos, como el del cansancio, o cualquier otra penalización a los atributos, pasan al original si el clon desaparece.
Debido a la forma en la que los clones son creados, el usuario debe dividir su chakra por igual entre él y sus copias, posible usando todo el chakra del que disponen rápidamente si hace demasiados clones. Además, se requiere bastante cantidad de chakra para poder hacer muchos clones. Si el usuario original queda con menos de 25 CK, todos los clones se deshacen. Para que los clones se coordinen entre sí y puedan realizar acciones combinadas, el usuario tiene que tener al menos 20 puntos de Inteligencia por cada clon creado. Todos los clones pueden usar hasta -25 CK, pero si alguno de ellos lo hace, la cantidad negativa de ese chakra también pasa al usuario, con lo que podría quedar inconsciente.
Los jinchuuriki son capaces de usar esta técnica hasta el extremo, ya que cuando se crea un clon se divide tanto el chakra del usuario como el chakra del bijuu disponible (y si en total el original tiene más de 25 CK, la técnica permanecerá activa). Sin embargo, no pueden utilizarse si se activan las capas de chakra de bijuu y no se controla a la criatura, pues la presencia del bijuu podría desestabilizar a los clones o tomar posesión del usuario. Incluso si el bijuu está controlado y dominado, si el usuario no tiene su favor podría aprovechar una fragmentación de más de un clon utilizando su chakra para tomar posesión de su cuerpo y liberarse.
Al contrario de lo que ocurre en el resto de las técnicas de clonación, los Kage Bunshin pueden pensar por sí mismos y, a pesar de estar separados, pueden sentir en cierto grado el dolor que sufra el original, ya que en el fondo siempre están conectados por un enlace microscópico de chakra. Si el usuario sufre un daño único de más de 50 PV, todos los clones desaparecen.
El Kage Bunshin de Ayame se lanzó de nuevo a la persecución. Era sin duda más rápida que su antiguo abusón de la Academia, no obstante se notaba que él tenía más experiencia recorriendo los rincones de aquél bosque. Hubo un par de ocasiones en las que el clon casi se come la rama de un árbol.
—¿¡Te han enviado para ayudar a ese Cazador de los cojones!? ¡Patético! ¡Envían a una sóla chūnin más! ¡Os aplastaremos! —Nejima, sin mirar hacia atrás, hizo un aspaviento con la mano y lanzó un par de shuriken hacia Ayame, aunque no con mucha precisión. Uno de ellos pasaría al lado de su cabeza pero sin acertar. El otro, sin embargo, iba directo al pecho.
1 AO
· · ·
Mientras tanto, en el claro de antes, la Ayame real devolvía mordaz las provocaciones de Kodama. Pero ella contestó con una sonrisa ladeando la cabeza.
—Amegakure no nos valoraba por lo que de verdad valíamos —contestó—. Así que nos vinimos a vivir aquí. Y hay que demostrarle a los pueblerinos estos quién manda a partir de ahora, ¿eh? —Se relamió la parte superior de la dentadura—. ¡Vivan los Lobos de Azur! ¡Los dueños del Bosque!
»Oye, alien. ¿Eras del clan Hōzuki, verdad?
Con un estallido eléctrico, Kodama envolvió sus dos espadas en electricidad, y soltó una risotada siniestra.
Una de las ventajas del elemento Raiton es que puede ser conducido a través de las espadas y demás armas cuerpo a cuerpo para aumentar su capacidad de corte. Aunque tarda un poco en hacer efecto, si durante un choque de armas el oponente no se aparta, el filo del arma del ejecutor de la técnica acabará cortando por la mitad al filo de su contrincante. Por cada golpe, para mantener activo el flujo de chakra, el usuario debe volver a pagar el coste.
Desde luego, ella era más rápida. Pero Nejima ya conocía el terreno, y no dudaba en usarlo a su favor. Zigzagueaba a toda velocidad, y el clon de Ayame tuvo que tener cuidado en más de una ocasión por no acabar tropezando con una rama más baja de lo normal.
—¿¡Te han enviado para ayudar a ese Cazador de los cojones!? —bramó.
«¿Cazador? ¿Se estará refiriendo a Yokuna?» Meditó para sí.
—¡Patético! ¡Envían a una sóla chūnin más! ¡Os aplastaremos!
Sin darle tiempo siquiera a responder, Nejima echó el brazo hacia atrás y Ayame se detuvo momentáneamente. Respondió a los dos shuriken con dos propios, tratando de bloquearlos a mitad de camino, antes de que llegaran a ella, y desviarlos en dirección contraria. Ya había sufrido tretas similares anteriormente, y la kunoichi sospechaba que podían llevar algún tipo de sorpresa desagradable. Sólo después retomó la carrera tras Nejima.
«Espero que Daruu y Kōri no estén lejos... Espero que encuentren a la niña antes de que...» Pensó para sí, resollando con fuerza. Había gastado energía con aquel movimiento instantáneo fallido, y sabía bien que no podría seguir corriendo tan rápido tanto tiempo como le gustaría. Tenía que detenerle... Tenía que...
Fue entonces cuando se le ocurrió algo. No llegó a detenerse, pero sí disminuyó el paso considerablemente y entrelazó las manos.
«Veamos si funciona contra ti...»
La réplica de Ayame comenzó a cantar. Y su voz brotó de sus labios e intentó llegar a Nejima, y acariciar sus oídos para instarle a abandonar su persecución sobre la niña y acercarse a ella en su lugar.
Inteligencia: 60 Genjutsu: 60
¤ Seidō: Ningyo no Uta ¤ Camino de la Voz: Canto de la Sirena - Tipo: Apoyo (Genjutsu auditivo) - Rango: A - Requisitos: Genjutsu 40 - Gastos:
30 CK (impide regeneración de chakra)
15 CK por objetivo adicional (máximo 1 por cada 20 puntos en Genjutsu)
- Daños: - - Efectos adicionales:
Embelesa el sentido auditivo del objetivo, dejándole parado en el sitio
(Genjutsu 60) El usuario puede potenciar el efecto de la técnica para incitar al objetivo a acercarse a ella
(Genjutsu 100) El usuario puede moverse mientras ejecuta la técnica (ver descripción)
- Sellos: Pájaro → Serpiente → Pájaro (mantenido) - Velocidad: Muy Rápida - Alcance y dimensiones: 8 metros a la redonda del usuario
La cuarta de las técnicas de voz de Ayame.
Con el sello del Pájaro mantenido, Ayame comienza a cantar. Su voz, empapada de su propio chakra, se extiende a su alrededor y a oídos del objetivo va adquiriendo una belleza y un magnetismo sin igual que, tras unos breves instantes, embelesa sus sentidos, dejándole parado en el sitio. Con un mayor dominio de las artes ilusorias, Ayame puede potenciar el efecto de la ilusión hasta el punto en el que esta crea una fuerte sugestión en su cerebro que le provoca el irresistible deseo de acercarse a ella.
Pese a todo, el canto sólo afectará a aquellos cuya Voluntad sea inferior a la Inteligencia de Ayame. Además, en caso de ser afectado, el objetivo saldrá de la ilusión en el momento en el que él o la realizadora de la técnica sufra cualquier daño (o pierda la concentración y deje de cantar en el caso de la última).
Esta técnica requiere de una gran concentración y crea una notable fatiga en sus cuerdas vocales, no podrá utilizarse hasta haber pasado como mínimo dos turnos y no podrá usarla si, por cualquier razón, se ha quedado afónica. En su versión más básica, Ayame será incapaz de moverse mientras la ejecuta. Sólo con un experto dominio de las artes ilusorias será capaz de hacerlo, y aún así lo hará muy lentamente con Inteligencia < 40; de forma lenta con Inteligencia entre 40 y 80, y con normalidad con Inteligencia > 80.
«¡Cuidaos de las sirenas! ¡Escucharlas será...!» — Conversación a bordo del último barco naufragado cerca de Coladragón.
. . .
—Amegakure no nos valoraba por lo que de verdad valíamos —contestó, ladeando la cabeza con una sonrisa.
Pero Ayame, la verdadera Ayame, no pudo sino apretar las mandíbulas.
—¿Por lo que de verdad valíais? Valientes bastardos... —contestó entre dientes.
—Así que nos vinimos a vivir aquí. Y hay que demostrarle a los pueblerinos estos quién manda a partir de ahora, ¿eh? —Se pasó la lengua por los dientes superiores—. ¡Vivan los Lobos de Azur! ¡Los dueños del Bosque!
—¿Lobos? —rio Ayame—. Por favor, no insultéis de esa manera a unos animales tan nobles. ¡Ni el calificativo de hiena os merecéis!
—Oye, alien. ¿Eras del clan Hōzuki, verdad?
Y la carcajada murió en la garganta de Ayame cuando, con un fuerte chisporroteo, Kodama hizo vibrar sus filos con pura electricidad. La kunoichi se quedó blanca como la leche, y la exiliada soltó una risotada siniestra que reverberó en los troncos de los árboles.
«Esto no es bueno...» Tembló, y entonces entrelazó las manos en el Carnero.
Desde sus labios brotó una espesa niebla que se extendió y las envolvió a ambas en un gélido abrazo blanco.
¤ Kirigakure no Jutsu ¤ Técnica del Ocultamiento en la Niebla - Tipo: Apoyo - Rango: D - Requisitos: Suiton 65 - Gastos: 30 CK (divide regeneración de CK) - Daños: - - Efectos adicionales: Oculta al usuario en una densa niebla en la que se camufla y se mueve sin ser detectado - Sellos: Carnero - Velocidad: Moderada - Alcance y dimensiones: La niebla alcanza una extensión de 20 metros a la redonda
Esta técnica de asesinato es una especialidad de los ninja de Kirigakure, y consiste en crear un campo de niebla escupiendo algo de agua o desde una fuente ya existente, en el que el usuario se camufla con ayuda de su chakra, tomando el aspecto blanquecino de esa niebla y volviéndose prácticamente invisible a ojos de sus adversarios.
La espesura de la niebla puede ser controlada por el usuario. El ejecutor sólo tomará el aspecto original a la hora de atacar, y si vuelve a ocultarse volverá a disolverse en la niebla. La técnica no es capaz de burlar la vista del Byakugan, pero como está cargada del chakra del usuario, cualquier poseedor del Sharingan y el Rinnengan verá la niebla del mismo color que el chakra de su oponente, ocultando efectivamente al usuario.
Ayame, con gran astucia, respondió a la mayor de sus debilidades con un jutsu que le volvía a dar la ventaja. La niebla, espesa, engulló a Kodama junto al resto del claro del bosque. La joven ahogó un grito, jamás habiendo sido testigo de la bruma de Kirigakure. Se mordió un labio y retrocedió, insegura. Asió los mangos de sus espadas con aún más fuerza.
—¡Hija de puta! —gritó. ¿Por qué? ¿Por qué no se amedrentaba como siempre? ¡Ayame siempre había sido una cobarde! ¡Un alien cobarde incapaz de defenderse sin ayuda de los demás!
De pronto, Ayame sintió un vuelco en el corazón. Su Kage Bunshin había desaparecido. La niña había quedado a completa merced de Nejima.
- Wakizashi x2 (en mano) (12 PV/golpe con mango o vaina, 18 PV/corte superficial, 22 PV/corte, 30 PV/penetración)
- Shuriken x9 (en un portaobjetos)
- Bomba de humo x1
· · ·
El Kage Bunshin de Ayame se detuvo un momento y lanzó dos shuriken para bloquear los dos de Nejima. Luego, reemprendió la marcha de inmediato... y cayó en la trama del abusón.
Sintió un punzante dolor en el pie que le hizo caer al suelo. Sólo fue cuestión de un instante: un grupo numeroso de makabishi se ocultaban en la hierba y ahora le acuchillaban los brazos y el torso.
Y así, el clon desapareció dejando tras de sí una nube de humo.
AO revelada: Nejima había lanzado un pequeño grupo de Makabishi utilizando los shuriken como distracción.
17/01/2020, 19:45 (Última modificación: 17/01/2020, 19:45 por Aotsuki Ayame.)
Ayame casi podía paladear el miedo de Kodama quien, ciega por la técnica de la kunoichi de Amegakure, ahora retrocedía con inseguridad, aferrada a sus dos espadas eléctricas. Parecía que las tornas se habían girado, y una parte de ella no pudo evitar sentir un culpable y siniestro placer al ver a Kodama tan aterrorizada como lo había estado ella en su presencia durante tantos largos años.
—¡Hija de puta! —Aulló, mientras Ayame giraba lentamente a su alrededor, como un lobo acechando a su presa y preparando el ataque inminente.
Fue entonces cuando lo sintió. Ayame se detuvo en seco, con el corazón encogido, cuando el eco de su réplica, con todos sus recuerdos y sus cortas vivencias, regresó a ella.Se había desvanecido, y con eso...
«¡No! ¡La niña!» Pensó, terriblemente angustiada.
Ni siquiera se lo pensó dos veces. Giró sobre sus talones y abandonó a Kodama, perdida en la niebla y se propulsó hacia delante, corriendo con toda la velocidad que fue capaz hacia Nejima.
PV:
220/220
– CK:
286/330
–
+30 CK
–
+10 CK, regeneración dividida
–
Off: Me recupero 30 CK de antes, por la técnica no utilizada.
17/01/2020, 19:59 (Última modificación: 17/01/2020, 20:00 por Amedama Daruu. Editado 1 vez en total.)
Ayame dejó tras de sí a una confundida Kodama, que quedaría zarandeando en el aire asustada sus dos espadas imbuídas en el alma de Raijin hasta que la niebla se disipase y dejase tras de sí la incógnita de si la amejin estaba todavía escondida en los arbustos, preparada para matarla en cualquier momento. Corrió a través de los árboles siguiendo el mismo recorrido que su Kage Bunshin, evitando el lugar donde había caído derrotado y por tanto donde los makabishi todavía esperaban para cobrarse venganza por el engaño del clon. Sorteó troncos, ramas y arbustos: algunos de ellos arañaron sus piernas y sus brazos. Pero hacía mucho tiempo que Nejima había salido corriendo tras la niña.
No obstante, Ayame era una kunoichi muy rápida, y con el oído muy fino. Por si fuera poco, desde hacía tiempo había comenzado a ser capaz de sentir ciertos chakras cuando estaban cerca de ella. Fue así como supo que estaba alcanzando a su antiguo abusón. Por lo visto, él también se había dado cuenta de que la muchacha todavía estaba persiguiéndole.
—¿¡Pero cómo es posible!? —gritó—. ¡Creía que te había dad-! ¡¡AHHH!!
Para cuando Ayame quiso preguntarse qué había pasado con él, se topó de golpe con lo mismo que había sido su perdición. Un imprevisto al que fue imposible reaccionar a velocidad de carrera, y a la vez un augurio terrible: parte de la valla que separaba el linde del Bosque de Azur de sus profundidades prohibidas. Y eso no fue lo peor: lo que había al otro lado era un foso: negro y sin final a la vista. Ahora caía sin remedio, y lo único que era capaz de ver era a Nejima, quien por delante de ella se precipitaba también hacia una muerte segura gritando como un niño pequeño.
De pronto, la kunoichi cayó sobre algo blando y suave. La cabeza le dio vueltas unos instantes; el corazón le latía a toda velocidad, presa del terror: la oscuridad de aquél agujero y el miedo a una muerte inevitable la tenían al borde del desmayo.
Cuando se repuso, se dio cuenta de que lo que había evitado el fatal desenlace era un enorme pájaro de plumaje plateado con motas negras. El ave echó la vista hacia atrás y la miró. Tenía los ojos de un negro profundo y por la forma de su pico, parecía un halcón. Sólo que de un tamaño exageradamente desproporcionado.
—¿Cómo pretendes servir de refuerzo a Yokuna-kun si nada más llegar al Bosque te tiras por un foso? —habló, para sorpresa de Ayame.
En varias ocasiones sintió el roce de las ramas y de los arbustos rasgando sus ropas y arañando la piel de sus brazos y de sus piernas, pero Ayame se obligó a continuar con todas fuerzas. Le había fallado una vez a aquella pobre niña, no podía fallarle una segunda. Por eso se laceró a sí misma, se forzó a seguir corriendo lo más rápido que le permitían sus piernas, siguiendo aquel rastro de chakra en el ambiente, y no tardó más que unos segundos más en llegar al punto de la casilla de la muerte. Aquella vez no tropezó dos veces con la misma piedra, o con los mismos makabishi, los evitó y enseguida se puso a seguir la estela de Nejima.
—¿¡Pero cómo es posible!? —gritó, al reparar en su presencia—. ¡Creía que te había dad-! ¡¡AHHH!!
Ni siquiera le dio tiempo a responder. Nejima desapareció de su vista de repente como si se le hubiese tragado la tierra. Y Ayame pronto comprendió que era más literal de lo que podría haber imaginado. Tan rápido corría que ni siquiera pudo frenar a tiempo. Su estómago dio un vuelco cuando sus pies perdieron el contacto con el suelo y su cuerpo dio una voltereta en el aire. Ni siquiera pudo gritar a tiempo. Ya no había ningún brillo azulado bajo sus pies que la tranquilizara. Se vio envuelta por una oscuridad tan densa como la de un agujero negro; y, mientras en sus oídos seguían reverberando los agónicos chillidos de Nejima, supo con toda certeza que iba a morir con él. Paralizada por el terror, ni siquiera se le pasó por la cabeza liberar sus...
¡Plaff!
El impacto llegó inexorable, pero fue mucho más blando y suave de lo que podría haber previsto. De tan aturdida y aterrada como estaba, aún tardó algunos largos segundos en volver en sí y darse cuenta de que no estaba muerta. Seguía viva. Ni siquiera había caído sobre roca, o hierba, o tierra. De hecho, cuando se atrevió a entreabrir los ojos se dio cuenta de que en realidad estaba rodeada de... ¿plumas?
El sonido del batir de alas la relajó un poco.
—¿Pa... —Deliró, incapaz de moverse. Su cuerpo temblaba sin control y el bombeo de su corazón latía con la fuerza de un tambor en su pecho, en su garganta y en sus sienes.
Pronto reparó en su error. Aquello no era un águila. Podrían confundirse fácilmente, tratándose de aves de presa como aquellas. Pero aquel pico ganchudo era algo más fino, sus ojos más grandes y oscuros, y sus alas y su cuerpo más esbeltos y estilizados. Era, de hecho, un halcón. Un halcón lo suficientemente grande como para sostenerla y poder volar al mismo tiempo.
—¿Cómo pretendes servir de refuerzo a Yokuna-kun si nada más llegar al Bosque te tiras por un foso? —habló, para su completa estupefacción.
—Yokuna... ¿Conoces a...? —preguntó débilmente, aún tratando de despejar la niebla de su mente. Entonces reparó en algo, y fue como si una garra helada le apretujara el corazón—. ¡La niña! ¿¡Dónde está la niña?!
«No me digas que ella también se ha caído aquí, por favor, no, no, no, no...»
—Tranquilízate —habló el ave—. La niña está bien. Aunque también cayó por el precipicio. ¡Ja! Tiene gracia. Una vez oí sobre unos animales que seguían al líder de la manada siempre incluso si éste se tiraba por un precipicio. Pero estaba seguro de que no eran los humanos. —El halcón rio—. Quizás estaba equivocado.
· · ·
Daruu y Kōri llegaron al claro donde Ayame había estado luchando, pero no la encontraron allí. El Hyūga chasqueó la lengua con fastidio y puso los brazos en jarras.
—Ayame estaba luchando contra ellos hace nada. Una llevaba dos espadas y el otro salió corriendo. Ella utilizó un Genjutsu, o eso creo. Había chakra suyo por toda la zona. Pero ahora no consigo localizarla, y ya están empezando a dolerme los ojos —dijo—. Tampoco hay rastro de ninguno de los otros dos.
»Ahora es cuando me arrepiento de no haberme comprado un comunicador.
En realidad, sí que había una alternativa, pero Daruu no quería utilizarla. Habían prometido a Datsue no abusar del Sello de la Hermandad, y dudaba que Ayame estuviera en un peligro real. Más bien su tozudez la habría llevado a ayudar a esa niña fuese lo que fuese. Sólo esperaba que esa fuera la versión real.
—Kōri-sensei... ¿no se habrá ido hacia el interior del bosque, verdad?
—Tranquilízate —dijo el halcón—. La niña está bien. Aunque también cayó por el precipicio.
Ayame se puso aún más pálida al oírlo.
—¡Ja! Tiene gracia. Una vez oí sobre unos animales que seguían al líder de la manada siempre incluso si éste se tiraba por un precipicio. Pero estaba seguro de que no eran los humanos. —El halcón rio—. Quizás estaba equivocado.
«Los lemming...» Completó su mente de forma automática. Aunque ella no tenía fuerzas para comentar nada al respecto. En otra ocasión quizás habría comentado con sorna que esa leyenda urbana la había propagado cierta empresa de dibujos animados con un ratón como mascota y símbolo. Pero no fue aquella vez.
En su lugar, dejó escapar un largo y tendido suspiro y se relajó sobre el cuerpo del animal, con el sonido del batir de alas arrullando sus oídos como una nana.
—Menos mal... Gra... cias... —Fue todo lo que fue capaz de decir antes de cerrar los ojos y dejarse llevar por la inconsciencia.
Demasiadas emociones fuertes juntas: El reencuentro con aquellos que hicieron de su infancia un infierno, el ferviente deseo de querer salvar a la niña costase lo que costase, la caída al abismo, el terror en la oscuridad absoluta, la certeza de que iba a morir de aquella manera...
Demasiadas emociones.
. . .
Mientras tanto, Daruu y Kōri habían llegado al mismo claro dónde había estado combatiendo Ayame hasta hacía unos minutos. Pero allí no había nadie: Ni Ayame, ni los exiliados, ni a la niña que debía proteger. Daruu chasqueó la lengua, irritado e inquieto y puso los brazos en jarras.
—Ayame estaba luchando contra ellos hace nada. Una llevaba dos espadas y el otro salió corriendo. Ella utilizó un Genjutsu, o eso creo. Había chakra suyo por toda la zona. Pero ahora no consigo localizarla, y ya están empezando a dolerme los ojos —informó—. Tampoco hay rastro de ninguno de los otros dos. Ahora es cuando me arrepiento de no haberme comprado un comunicador.
Kōri, acuclillado en el suelo se llevó una mano al oído.
—¿Ayame? —la llamó, pasados unos segundos. Pero no obtuvo respuesta alguna.
—Kōri-sensei... ¿no se habrá ido hacia el interior del bosque, verdad?
Él no respondió enseguida. En su lugar deslizó la mano por la hierba y entrecerró los ojos. Había hierba aplastada por doquier, y entre todos aquellos rastros, no uno, sino tres pares de pisadas salían del claro en la misma dirección. Uno de los pares pertenecía a unos pies muy pequeños, la niña con total seguridad. Y los otros dos...
—Por allí —respondió al fin, señalando a Daruu tanto las huellas como el camino a seguir.