Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Sus manos tomaron ansiosas el pergamino, extendiéndolo entre temblores. Sus ojos volaron por el mar de letras, sin ser capaz de centrarse en ellas y leerlas, hasta toparse con algo que le quitó el aliento y la dejó muda.
Se llevó una mano a la boca, como si quisiese reprimir un chillido que ni de lejos hubiese atravesado su garganta. No, porque el nudo que había en ella era demasiado fuerte como para dejar pasar su voz. Ni su voz, ni un mísero soplo de aire fresco. Le fallaron las fuerzas y se recostó —o casi podía decirse que cayó— sobre un mueble bajo que servía de zapatero. No era capaz de respirar. No era capaz de respirar. No era capaz de…
Un sollozo. Un sollozo bastó para aflojar, por milímetros, el nudo que atenazaba su garganta y brindarle ese oxígeno que necesitaba. Un sollozo que trató de reprimir con todas sus fuerzas, con la piel roja por el esfuerzo. La mano que todavía tenía sobre la boca y la que sujetaba el pergamino no paraban de temblarle, y sus pupilas, bañadas en lágrimas, no dejaban de recorrer el retrato con ansia y dolor.
Aquella sonrisa socarrona. Aquel peinado inconfundible. Aquellos ojos de cachorro. Estaba crecido, pero tendrían que pasar otros cien años para que no fuese capaz de reconocerle. Aquel…
Aquel era su niño.
Aquel era Datsue.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
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Parecía que, en efecto, su suposición era cierta. Aquel era el hijo de esa mujer y, por su reacción, seguramente no tuviera ni idea de eso... Esperaba al menos que supiera donde podría encontrarlo. De lo contrario, tristemente su viaje habría sido en vano, y se iría a casa sin dinero y sin pista tras la que ir. Desde luego, si algún día volvía a ver a ese Karasu, le diría al menos, podría haberse despedido.
Desde luego, siempre es un duro golpe para una madre descubrir que su hijo es buscado por la ley de alguna parte. aunque tuviese el culo bien cubierto con ese seudónimo y su capacidad para desaparecer de los sitios, era una vida complicada esa. Buscó en su inexperta cabeza qué palabras decirle para que se tranquilizara, pero no se le ocurría nada. Así que esperó unos minutos a que quizás la mujer se calmara un poco antes de hablar para insistir en su pregunta. Aunque no pudiera evitar empatizar con aquella mujer por eso de ser humano, no debía de olvidarse de a qué había venido a este sitio tan lejos de su hogar, con lo cual, al cabo de un rato se dispuso a preguntarle con tono suave, intentando no ser brusco.
-Lamento que sea un desconocido quien le dé esta noticia, pero me gustaría que me dijera lo que sepa de su paradero. Como he dicho, me gustaría saber qué pasó en aquel lugar -Le hubiera remarcado una vez más que era algo personal ajeno a su aldea, pero no quería resultar cargante o repetirse demasiado en lo que decía.
A falta de una respuesta, esperaría pacientemente a que la mujer le contestara. No tenía intención de presionarla, aunque se mostrase frío por fuera, el hecho de ver a un ser humano sentir ese dolor le resultaba molesto y no quería estar demasiado tiempo allí. Aunque, realmente, ahora estaba más confundido que nunca.
Alia tuvo que hacer acopio de todas sus fuerzas para despegar la vista del retrato de su hijo. Se llevó el pergamino al pecho, y lo apretó fuerte contra él. Tuvo que tragar saliva y carraspear varias veces para deshacer el nudo que tenía en la garganta lo suficiente como para poder decir algo.
—Pierdes el tiempo —dijo, con la mirada perdida en algún punto de la pared contraria. Las lágrimas habían dejado de brotar de sus ojos y los ríos que corrían por sus mejillas secaban—. No tengo noticias suyas desde hace cuatro años. Desde el día en que desapareció de esta casa sin decir adiós.
Ni una nota había dejado. Ni una carta. Nada.
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La decepción del genin se hizo presente en su cara. Era algo difícil de ocultar. Después del viaje que había hecho, después de todo lo que había pasado, finalmente aquella mujer no sabía nada... Tendría que buscar por otro lugar para encontrarle. En aquel instante pensó que había perdido todos y cada uno de los días que le había dedicado a la búsqueda de aquel tipo. Ahora solo pensaba en volver a la aldea y finalmente olvidarse de aquel hombre, al menos por el momento... Ya se inventaría una excusa para que su padre no le partiera la cara al llegar...
-Vaya... Bueno, siento entonces haberla molestado. Si algún día le encuentro, puede estar segura que le diré que venga a visitarla si así lo desea. Debo irme -Dijo el amejin con evidente desilusión.
Si nada se lo impedía, abandonaría la casa sin mirar atrás para darse un pequeño paseo por la aldea antes de irse. Trataría de conseguir un mapa para volver a casa sin perderse y, tras eso, emprendería el duro camino de vuelta a casa después de haber perdido tanto tiempo . Idearía un plan tranquilamente para encontrar a aquel hombre, seguramente no fuese tan difícil, pero a él se le presentaba un completo desafío y ahora, ya no tenía ningún hilo del que tirar...