Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
El hombre lanzó un grito de guerra y comenzó una carrera desesperada hacia el Hyūga. Pero Kōri se movió cortando el viento y atravesó su torso con un filo de hielo, acabando su vida.
—Bien hecho —le dijo a su alumno.
Daruu inclinó la cabeza, saludándole, y volvió a utilizar el flujo de chakra Raiton sobre la espada. Entró en la caseta, y utilizó la Intangible para iluminar el interior. Se encontró con un sobrio hogar, quizás sólo un refugio temporal de alguien que vivía en el bosque: apenas una cama, una mesita con mudas de ropa y un armario donde se guardaban herramientas de cazador. Las sábanas estaban manchadas de sangre, pero si habían matado al ocupante se habían deshecho del cuerpo.
—Esto es una locura —musitó Daruu—. Lo que está haciendo esta gente es peor que lo del libro de aquella loca.
Daruu inclinó la cabeza como respuesta y su espada volvió a chisporrotear cuando dejó que la energía eléctrica la recubriera de nuevo. Entraron juntos en la caseta, con Daruu a la vanguardia para iluminar el camino con su improvisada linterna. Lo que encontraron no fue más que la máxima definición de sobriedad: una sola cama, una mesita en la que se guardaban mudas de ropa y Kōri descubrió varias herramientas de cazador cuando abrió un armario. Aquel lugar debía de haber sido sólo el refugio temporal de alguien... Hasta que llegaron los exiliados, a juzgar por las sábanas manchadas de sangre. No había rastro alguno de ningún cadáver.
—Esto es una locura —habló Daruu—. Lo que está haciendo esta gente es peor que lo del libro de aquella loca.
—No hay peor o mejor para estas cosas —replicó Kōri, aparentemente tan calmado como siempre.
Pero Daruu le conocía lo suficiente como para saber que escondía un profundo asco debajo de aquella máscara de neutralidad e insensibilidad.
—No hay peor o mejor para estas cosas —replicó Kōri, aparentemente tan calmado como siempre. Continuemos. —No obstante, el brillo en los ojos del Hielo no dio lugar a dudas: sentía tanta repulsión como él.
—Sígueme, estoy viendo a otros dos —dijo Daruu, con la mirada clavada en el infinito.
· · ·
Ayame y Yokuna permanecían agazapados en sendas ramas de árbol. El campamento que debían atacar estaba a apenas unos metros de ellos. A través del follaje, pudieron ver dos tiendas de campaña, dos personas agazapadas calentándose las manos en una rudimentaria hoguera y otro exiliado que ahora se levantaba y se separaba del grupo, dirigiéndose hacia ellos, pero sin levantar la vista lo suficiente como para percatarse de su presencia.
Mediante lengua de signos, Yokuna lanzó este mensaje a Ayame: Distrae a los de la hoguera y elimino a este sin que se enteren. O elimina a este si tienes forma de que no se enteren los de la hoguera.
Acechantes entre el follaje, Yokuna y Ayame observaban el campamento que se extendía bajo sus pies a apenas unos metros de su posición. El precario campamento estaba formado por dos tiendas de campaña y tres personas agazapadas junto a una hoguera tratando de calentarse las manos. Uno de ellos se levantó entonces y empezó a caminar hacia donde se encontraban los dos ninjas, apartándose del grupo.
Yokuna llamó la atención de Ayame y le lanzó un mensaje mediante lengua de signos.
[ Destreza 60, Inteligencia 60, Percepción 100 ]
Ella lo captó al vuelo, y tras pensarlo unos instantes, respondió señalándose a sí misma y a las dos personas junto a la hoguera: Yo me encargo de distraerlos. No se movió del sitio, sus manos formularon el sello del Pájaro, y entonces tomó aire y sus labios se abrieron.
—¡¿KODAMA?! ¡¿DÓNDE ESTÁS, KODAMA?! —la voz de Nejima sonó en algún punto entre la arboleda, justo en la dirección opuesta de donde se encontraban ellos.
Ayame confiaba en que aquellos maleantes no se hubiesen enterado aún de la muerte de aquellos dos. Su intención, como mínimo, era llamar su atención y hacer que se giraran en aquella dirección, dándole a Yokuna unos valiosos segundos para ejecutar su ataque.
¤ Seidō: Kodama ¤ Camino de la Voz: Eco - Tipo: Apoyo (Genjutsu ambiental) - Rango: C - Requisitos: Genjutsu 30 - Gastos:
20 CK (proyección) (impide regeneración de chakra)
(Genjutsu 40) 10 CK (imitación) (impide regeneración de chakra)
- Daños: - - Efectos adicionales:
Proyecta la voz del usuario en un punto diferente a su ubicación
(Genjutsu 40) El usuario puede imitar otras voces conocidas
- Sellos: Pájaro (mantenido) - Velocidad: Instantánea - Alcance y dimensiones: 10 metros a la redonda desde la posición del usuario
La segunda de las técnicas de voz de Ayame.
Combinando su destreza con las ilusiones y el poder de su voz, Ayame ha desarrollado una técnica ilusoria por la cual es capaz de hacer proyectar su voz, o cualquier sonido que realice, desde un punto diferente a su ubicación real en un determinado área. Así, puede hacer creer al oponente que el sonido ha sido emitido en una dirección diferente a donde realmente se encuentra.
Con una mayor destreza, además de proyectarla, Ayame también es capaz de imitar cualquier voz que haya escuchado con anterioridad y conozca de antemano.
Una vez proyectada o imitada la voz, no puede cambiarse ni la ubicación ni el tono empleado a no ser que se vuelva a pagar el coste de energía que supone la ejecución de la técnica.
«Si entras en el bosque, de los kodama no te has de fiar. Si sigues sus voces, perdido para siempre te hallarás.» — Antigua leyenda del Bosque de Azur.
Los que estaban sentados alrededor de la hoguera se quedaron petrificados mirando en dirección al grito. El que estaba bajo ellos, también. Y el Cazador, que no conocía siquiera la técnica de Ayame, también se quedó petrificado en el sitio durante unos segundos. Parecía que el plan iba a salir mal, pero finalmente los renegados que se calentaban en el fuego salieron al encuentro de las voces. También lo intentó el otro, pero Yokuna aprovechó la ocasión para abalanzarse sobre él y acuchillarle el cuello limpiamente con un kunai. El hombre arrastró el cadaver a un grupo de arbustos, y se encaramó al lado de Ayame, en la rama.
—¿Eso lo has hecho tú? —susurró—. Es una técnica genial. Ahora tenemos que ver qué hacemos con los otros dos. Parece que han ido a buscar a su compañero. Me pregunto si habrá alguien dentro de las tiendas de campaña...
No sólo los que estaban sentados alrededor de la hoguera se quedaron congelados en el sitio. También su objetivo. También El Cazador. Tras unos segundos de incertidumbre, y cuando parecía que todo se iba a ir al traste, los de la hoguera se levantaron y acudieron en la dirección de las voces. El otro quiso acompañarlos, pero Yokuna saltó desde su posición, acabó con él de forma limpia y silenciosa y después escondió su cadáver entre los arbustos.
—¿Eso lo has hecho tú?—susurró, tras volver junto a la kunoichi, que torció ligeramente el gesto.
—Sí... Lo siento, debería haberte avisado...
—Es una técnica genial. Ahora tenemos que ver qué hacemos con los otros dos. Parece que han ido a buscar a su compañero. Me pregunto si habrá alguien dentro de las tiendas de campaña...
Ayame giró la cabeza hacia las dos tiendas de campaña. Ninguna de ellas parecía tener alguna abertura por la que pudiera colarse su ecolocalización, por lo que no tendrían más remedio que averiguarlo a las bravas.
—Puedo transformar mi cuerpo en agua, quizás puedo colarme dentro para comprobarlo. Es lo único que se me ocurre. Esos dos estarán buscando a Nejima, pero no creo que tarden demasiado en darse por vencidos... Tenemos que actuar rápido.
—Si están dormidos, serán presa fácil, pero me preocupa que nos pillen los otros dos y se despierten. De haber alguien ahí dentro, tendríamos que enfrentarnos a cuatro a la vez —dijo—. Separémonos un segundo. Yo por la izquierda y tú por la derecha. Rodeamos el claro y buscamos a los otros dos. Intentemos acabar con ellos sigilosamente y luego ya nos preocupamos de las tiendas. —El Cazador desapareció entre las ramas de los árboles. Ayame pudo escuchar claramente a los otros dos, que al otro lado del claro gritaban llamando a quienes reconocían como Nejima.
—Si están dormidos, serán presa fácil, pero me preocupa que nos pillen los otros dos y se despierten. De haber alguien ahí dentro, tendríamos que enfrentarnos a cuatro a la vez —argumentó—. Separémonos un segundo. Yo por la izquierda y tú por la derecha. Rodeamos el claro y buscamos a los otros dos. Intentemos acabar con ellos sigilosamente y luego ya nos preocupamos de las tiendas.
—Bien. Seguiré guiándolos con la voz —le advirtió, para que no se llevara otra sorpresa.
Ayame descendió de un salto del árbol, e internándose entre la vegetación, comenzó a rodear el claro por el flanco derecho. Se movía despacio, intentando no hacer ningún ruido que delatara su presencia y de la forma más sigilosa que fue capaz.
Agilidad 100 Destreza 60
Y, mientras tanto, sus manos volvieron a formular el mismo sello.
—¡Kodama! ¿Dónde estás? ¡Que alguien me ayude, por favor! —la voz de Nejima volvió a sonar entre la vegetación, más hacia la izquierda, más hacia la dirección por la que se estaba acercando El Cazador.
Quizás la estrategia de Ayame no fue la más acertada. Con su voz, la Hōzuki atrajo a los dos renegados hacia la posición del Cazador. El hombre pudo acabar con el primer ninja de forma totalmente sigilosa, pero el segundo comenzó a vociferar pidiendo ayuda al verle. Yokuna lo mató lanzándole el cuchillo y luego rompiéndole el cuello, pero los dos ninjas que dormían en las tiendas salieron al rescate de sus dos amigos.
—¡Allí, en el árbol! ¡Una mujer! —gritó uno de ellos.
Si no tenía cuidado, Ayame recibiría el impacto de cuatro shuriken en el costado.
Las leyendas cuentan que los bosques están protegidos por los kodama, espíritus protectores de los árboles que se encargan de cuidar de su hogar y que pueden ser realmente peligrosos y vengativos con los que osan alterar el orden en sus dominios. Aquellos dos exiliados estaban a punto de descubrir cuánto de verdad había en esas leyendas; pues, sin ser siquiera conscientes de ello, ya se habían topado con los kodama del Bosque de Azur. Siguiendo el eco de una voz perdida en el tiempo, avanzaban hacia la posición del Cazador, que aguardaba pacientemente la llegada de sus presas.
Pero no todo podía salir a pedir de boca...
El primero de los exiliados cayó cuando la hoja de Yokuna le alcanzó, pero el segundo de ellos fue consciente del fatal destino de su compañero y comenzó a vociferar pidiendo ayuda justo antes de sufrir su mismo destino.
—¡Allí, en el árbol! ¡Una mujer! —gritó otro, desde las tiendas de campaña.
Ayame se giró a tiempo de ver cuatro proyectiles dirigiéndose a toda velocidad hacia ella. Se echó a un lado y bloqueó otro enarbolando un kunai, pero el último pasó rozando su costado... levantando agua y no piel y sangre a su paso.
«Maldita sea... sí que había alguien en esas tiendas...» Pensó, mientras sus pies se deslizaban entre hojarasca seca y suelo. Sí, concretamente había dos exiliados más. No parecía ser algo de lo que no pudieran encargarse, pero más valía no bajar la guardia.
—¡Yokuna, ahora! —exclamó, entrelazando sus manos en tres sellos.
Entonces, Ayame comenzó a cantar. Su voz, impregnada por su chakra, se extendió a su alrededor y trató de cautivar el oído de los dos exiliados, incitándolos a acercarse a ella para escucharla más de cerca...
En aquel bosque, Ayame era el kodama y la sirena.
¤ Seidō: Ningyo no Uta ¤ Camino de la Voz: Canto de la Sirena - Tipo: Apoyo (Genjutsu auditivo) - Rango: A - Requisitos: Genjutsu 40 - Gastos:
30 CK (impide regeneración de chakra)
15 CK por objetivo adicional (máximo 1 por cada 20 puntos en Genjutsu)
- Daños: - - Efectos adicionales:
Embelesa el sentido auditivo del objetivo, dejándole parado en el sitio
(Genjutsu 60) El usuario puede potenciar el efecto de la técnica para incitar al objetivo a acercarse a ella
(Genjutsu 100) El usuario puede moverse mientras ejecuta la técnica (ver descripción)
- Sellos: Pájaro → Serpiente → Pájaro (mantenido) - Velocidad: Muy Rápida - Alcance y dimensiones: 8 metros a la redonda del usuario
La cuarta de las técnicas de voz de Ayame.
Con el sello del Pájaro mantenido, Ayame comienza a cantar. Su voz, empapada de su propio chakra, se extiende a su alrededor y a oídos del objetivo va adquiriendo una belleza y un magnetismo sin igual que, tras unos breves instantes, embelesa sus sentidos, dejándole parado en el sitio. Con un mayor dominio de las artes ilusorias, Ayame puede potenciar el efecto de la ilusión hasta el punto en el que esta crea una fuerte sugestión en su cerebro que le provoca el irresistible deseo de acercarse a ella.
Pese a todo, el canto sólo afectará a aquellos cuya Voluntad sea inferior a la Inteligencia de Ayame. Además, en caso de ser afectado, el objetivo saldrá de la ilusión en el momento en el que él o la realizadora de la técnica sufra cualquier daño (o pierda la concentración y deje de cantar en el caso de la última).
Esta técnica requiere de una gran concentración y crea una notable fatiga en sus cuerdas vocales, no podrá utilizarse hasta haber pasado como mínimo dos turnos y no podrá usarla si, por cualquier razón, se ha quedado afónica. En su versión más básica, Ayame será incapaz de moverse mientras la ejecuta. Sólo con un experto dominio de las artes ilusorias será capaz de hacerlo, y aún así lo hará muy lentamente con Inteligencia < 40; de forma lenta con Inteligencia entre 40 y 80, y con normalidad con Inteligencia > 80.
«¡Cuidaos de las sirenas! ¡Escucharlas será...!» — Conversación a bordo del último barco naufragado cerca de Coladragón.
Al principio, la técnica de Ayame no surgió efecto. Pero los hombres se acercaron, y en cuanto entraron en el radio del Genjutsu, quedaron embelesados. Corrían, y ahora caminaban, como dos muertos vivientes, babeando, engatusados por la amejin. Lo hicieron hasta llegar al tronco del árbol sobre el que estaba posada. Los hombres pegaron el rostro al tronco y arañaron la madera, tratando de subir. Tratando de escalar. Tratando de llegar a aquella voz tan bonita que...
El cuchilo de Yokuna rajó el cuello del primero. El segundo, confundido pero con la boca igual de abierta, desvió la mirada un momento hacia él. Murió instantes después.
Yokuna se alejó dos pasos y los miró, melancólico. Se arrodilló frente a uno de ellos y comenzó a llorar.
Afortunadamente para ella, el Genjutsu pareció afectar a los exiliados. Habían dejado de correr, y ahora caminaban absortos hacia ella, profundamente embelesados por el poder de su voz, tratando de acercarse al máximo. Llegaron hasta el tronco del árbol en el que estaba refugiada, y la kunoichi, preocupada, buscó a Yokuna con la mirada sin dejar de cantar.
¿Dónde se había metido?
No tardó en llegar. Él y su cuchillo, que segó la vida de los dos shinobi de forma limpia y precisa. Ayame no quería haber apartado la mirada en ningún momento; pero su corazón, débil, le obligó a hacerlo. Entonces escuchó los sollozos. Yokuna, arrodillado junto a una de sus víctimas, lloraba desconsolada.
«Oh, no... No me digas que...»
Ayame bajó de un salto y se acercó con cuidado a Yokuna. Dudó durante unos instantes, pero terminó por apoyar la mano en su hombro.
El hombre alzó la mirada con los ojos brillantes. Estaba arrodillado frente a un muchacho con el cabello negro y revuelto, que ahora tenía los ojos sin vida fijos en las copas de los árboles.
—Conocí a este chico —dijo, con la voz quebrada—. Entrenó bajo mi tutela durante un par de años... yo le animé a presentarse a una prueba para ascender a chūnin. Lo rechazaron —explicó, encogiéndose de hombros—. Tres veces. Era fuerte... pero muy despistado. Siempre le sorprendían en las emboscadas... siempre...
»Como en esta.
· · ·
Gracias al Byakugan y al sigilo del Hielo, la cacería de Kōri y Daruu fue fluida y sin mayores incidentes. Obviando, claro, que una tipa estuvo a punto de partir por la mitad al Hyūga, y que Kōri se vio en problemas contra un usuario de Katon. Pero esas cosas en la vida de shinobi como ellos no eran más que anécdotas, y pronto se vieron con los brazos cruzados. ¿Habrían acabado ya con todos?
Por eso Daruu indicó a Kōri que quería tomarse un descanso. Estaba haciendo un uso muy intensivo de su dōjutsu. Pero antes de eso, el muchacho quiso revisar cómo se encontraban Ayame y Yokuna. No habían contactado con ellos, así que no habrían terminado con aquél campamento todavía. Honestamente preocupado, el chico registró con su vista telescópica el lugar aproximado en el que recordaba el emplazamiento en busca de sus chakras. Y terminó palideciendo de golpe.
—Ayame, ¿me oyes? —dijo, encendiendo el comunicador—. Hay una niebla de chakra por todo vuestro alrededor. Estáis en un Genjutsu ambiental o en una técnica similar al Kirigakure no Jutsu. —Pero no había niebla—. ¡No bajéis la guardia!
De pronto, el Hyūga sintió un pinchazo en los ojos, y tuvo que parar.
Yokuna levantó la cabeza hacia ella. Sus ojos, brillantes y húmedos, le devolvieron una mirada cargada de tristeza.
—Conocí a este chico —dijo, con la voz quebrada, señalando el cuerpo de un exiliado joven. Muy joven. De cabellos negros y revueltos y los ojos fijos en las copas de los árboles. A Ayame se le encogió el corazón—. Entrenó bajo mi tutela durante un par de años... yo le animé a presentarse a una prueba para ascender a chūnin. Lo rechazaron. Tres veces. Era fuerte... pero muy despistado. Siempre le sorprendían en las emboscadas... siempre... Como en esta.
Ayame hundió los hombros, llena de pesar. Le apretó ligeramente el hombro.
—Lo siento muchísimo... —dijo, con un hilo de voz.
Apartó la mirada. Una parte de ella entendía a aquel muchacho. Sabía lo que era el necesitar sentirse reconocido, el ver cómo tus compañeros te iban adelantando paso a paso sin poder hacer nada al respecto. La impotencia... La envidia... ¿Pero cómo le había llevado eso a abandonar la aldea a la que servía y a convertirse en un enemigo así?
«La avaricia de los humanos por el poder es insaciable.» Oyó la voz de Kokuō en su mente.
—Ayame, ¿me oyes?
Ayame se sobresaltó ligeramente al reconocer la voz de Daruu en su oído izquierdo, y le hizo una señal a Yokuna. No tardó ni un momento en activar la emisión de sonido.
—Sí, Daruu, soy yo. ¿Qué ocurre?
—Hay una niebla de chakra por todo vuestro alrededor. Estáis en un Genjutsu ambiental o en una técnica similar al Kirigakure no Jutsu. ¡No bajéis la guardia!
—¿Una niebla de chakra? ¿A nuestro alrededor? —Ayame miró a su alrededor, extrañada. Ella no veía ninguna niebla, ni nada raro en el ambiente. Entonces, si no era el Kirigakure no Jutsu, ni ninguna técnica que les dificultara la visión, era muy probable que su compañero tuviera razón y se hubiesen sumergido en un genjutsu sin ser consciente de ello—. Yokuna-san, tenga cuidado.
Ayame se quedó cerca de Yokuna y sus manos formularon el sello del Carnero. Si de verdad era una ilusión, tenía que intentar eliminarla.
—¡KAI!
¤ Genjutsu: Kai ¤ Técnica Ilusoria: Liberar - Tipo: Apoyo - Rango: D - Requisitos:Genjutsu 10 - Gastos:
50% del gasto de la técnica a contrarrestar
(Inteligencia 80) 30% del gasto de la técnica a contrarrestar
- Daños: - - Efectos adicionales: Libera a un usuario de un Genjutsu si su habilidad en Genjutsu o su Inteligencia es mayor o igual a la de su adversario - Sellos: Carnero - Velocidad: Instantánea - Alcance y dimensiones: -
Técnica básica que consiste en parar el flujo del chakra de uno mismo o de un compañero y reactivarlo de forma súbita para expulsar un chakra ajeno a su cuerpo. Dado que todos los Genjutsus existentes se basan en la inserción de chakra propio en el cuerpo de un adversario, es una habilidad primordial para combatirlos, además de provocar un daño externo al que sufre la ilusión. Es preciso señalar que todos los jinchūriki que hayan controlado a su bijū pueden utilizar esta técnica a través del ente para zafarse de ella. Aún así, necesitan conocerla.
No pongo gasto de chakra, porque no sé si es Genjutsu, o si consigo deshacer la técnica, o qué técnica es siquiera!
Ayame ejecutó a la perfección el Genjutsu: Kai, mas aparentemente nada sucedió. El viento seguía soplando tímido pero fresco a través de los troncos de los árboles, serpenteando en zig-zag, sorteándolos, haciendo bailar sus hojas que siseaban, a veces, como si fueran tenues risillas. La lluvia caía sobre las espesas copas y se filtraba a duras penas, cayendo a goterones y resbalando como cortinas finas de agua parecidas a cataratas en miniatura sobre la madera. La hierba seguía emitiendo aquella luz azulona... la hierba...
La hierba. Ayame escuchó unos pasos justo a su derecha. Por instinto giró la cabeza, y vio pisadas. Chafaban la hierba y la aplanaban.