En el bosque

[Sagiso Ranko]

—Oh. E-entonces le llevaré allí con todo gusto, Daigo-san. —respondió la de la trenza al escuchar que el boxeador podría ubicarse mejor al llegar al Valle de los Dojos. Tal vez era una acción pequeña, pero podría ser significativa si así ayudaba a un amigo.

Sería una pequeña heroína.

—U-un gusto, Himura-san —respondió, virándose levemente hacia ella y dedicándole una breve reverencia sin detenerse. Algo se hundió en su estómago al escuchar que la chica rubia no conocía a Mei. Un sentimiento de preocupación, junto con uno de decepción, se hizo más fuerte en su pecho —. E-entiendo… Aunque… ¡A-aunque tal vez la haya visto y sólo no sabe su nombre! E-es… Es alta, de mi estatura, de hecho. Cabello lacio y negro, pero con el fleco azul muy bonito. ¡Y-y sus ojos son color esmeralda! Suele vestir kimonos muy elegantes y oler a rosas y…

Se dió cuenta que estaba divagando demasiado hacia la Uzujin de los insectos. El rostro de Ranko no podría estar más rojo ni aunque un mago la transformase en tomate. La chica negó repetidamente con la cabeza y las manos.

—A-ah… ¡D-d-disculpen! —Parecía que la cabeza de la Kusajin se hundía en sus hombros como una vela derritiéndose —. ¡N-n-no quería ha…! ¡N-no era mi inten…!

Se cubrió la boca con ambas manos. No podía creer que se le saliera tal comentario sobre Mei-hime. Enfrente de una desconocida y un compañero que no conocía desde hacía mucho.

”CIELOSCIELOSCIELOS. PORLOSDIOSES. AAAAAAH”

—C-creo que no f… no es apropiado m-mencionar eso. L-lo siento. —dijo con voz queda y mirada baja después de ello, sin saber de qué otra manera excusarse.

[Himura Hana]

—. E-entiendo… Aunque… ¡A-aunque tal vez la haya visto y sólo no sabe su nombre! E-es… Es alta, de mi estatura, de hecho. Cabello lacio y negro, pero con el fleco azul muy bonito. ¡Y-y sus ojos son color esmeralda! Suele vestir kimonos muy elegantes y oler a rosas y…

La uzujin se quedó con los ojos como platos al ver a Ranko desmelenarse tanto con la descripción de su amiga. De hecho, empezaba a pensar que catalogarla como amiga sería precipitado. No pudo sino sonreír ante la perdida de vergüenza de la castaña, que volvió tan rápido como se había ido, poniéndose roja al ver el nivel de detalle de su descripción.

Hana caminaba a su lado con una amplia sonrisa, intentando calmar a la kusajin.

—A-ah… ¡D-d-disculpen!

— No tienes que disculparte, Ranko-san. Y puedes llamarme Hana. Lo de la descripción, contra más detalles mejor, ¿a que sí, Daigo-san? — se giró para buscar el apoyo del otro perdido, pero éste estaba perdido del todo.

No había ni rastro de él.

— ¿Daigo-san? — se detuvo al instante, mirando a todos lados y quedandose helada. — Daigo-san, no tiene gracia.

Desde su más tierna infancia, las historias de desapariciones en el bosque habían ido calando en ella, a cada cual más tenebrosa que la anterior. Siempre las había ignorado, en sus numerosos viajes a bosques nunca le había pasado nada similar. Ahora, que lo acababa de vivir, un escalofrio le recorrió la espalda de arriba abajo.

[Sagiso Ranko]

Hana aceptó sin problemas la disculpa de Ranko (o más bien, le dijo que no tenía que pedirlas) y le instó a usar su nombre de pila. A Ranko de tranquilizó que la rubia no reparase tanto en su nerviosismo a describir a Mei, aunque le decepcionó de nuevo que la chica no la conociera.

Ranko se volteó para escuchar la opinión de Daigo, pero él ya no estaba tras de ellas. Una alarma se disparó dentro de la kunoichi.

—¿Daigo-san? —llamó la Kusajin.

La de la trenza detuvo su andar y, mientras Hana sospechaba que era una broma, escudriñó el follaje que los rodeaba. Verde, verde y más verde. Alguno de esos matorrales bien podría ser la cabellera del boxeador. ¿Les estaría tendiendo una trampa o haciendo algún chiste? Ranko no lo conocía lo suficiente como para aseverar una u otra cosa. ¿Acaso se acababa de perder Daigo por segunda vez consecutiva, mientras estaba siguiendo a alguien a un metro de distancia?

"No, no creo que sea tan despistado… ¿Y si fue alguien? ¿O algo?"

—No te separes de mí, Hana-san —dijo en tono serio. La urgencia de la situación había borrado la mayoría de la pena de su voz —. Re-retrocederemos un poco para buscarlo, ¿Te parece?

Ranko, después de dar media vuelta, regresaría sobre sus pasos, con los músculos tensados y las manos listas para contraatacar. Cada tantos segundos voltearía para asegurarse de que la Uzujin seguía a su lado o detrás suyo.

—¡Daigo-san! —alzó la voz, esperando no atraer nada (o a nadie) indeseable.

[Himura Hana]

—No te separes de mí, Hana-san. Re-retrocederemos un poco para buscarlo, ¿Te parece?

Ranko agarró la seriedad con la diligencia de una buena kunoichi, pasando de inmediato de modo socializar a modo ninja. Hana no pudo evitar sentirse algo más segura con la kusajin más seria y centrada, sobre todo porque parecía mucho más robusta y fuerte que ella misma, que apenas tenía más fuerza que un topo manco.

— Ranko-san... — tragó saliva antes de hablar — ¿tú crees en las historias de fantasmas que se cuentan de los bosques? Como la de los monstruos que comen gente perdida o los fantasmas que roban el rostro o las arañas gigantes que se llevan a sus victimas para comerselas más tarde o... — decidió detenerse a sí misma, porque estaba empezando a sentir el estomago revuelto.

Iba tan pegada a Ranko que tenía que fijarse bien en como caminaba para no chocarse con ella, no iba a dejarla adelantarse demasiado para que el monstruo del bosque se la comiese a ella también.

[Sagiso Ranko]

Le tranquilizó el que Hana entendiera rápidamente y se mantuviese cerca. El avance (¿o retroceso?) de Ranko era lento, pero firme. No quería acelerarse demasiado y pasar de Daigo cuando lo tuviese cerca, o ir demasiado descuidadamente.

Entonces Hana le hizo una pregunta que le hizo pensar. ¿Creía en historias el bosque?

—Ahm... Creo... Creo que no —Pensó que, de todas las historias que había escuchado, se había quedado con aquellas con ninjas como protagonistas. Tal vez aquellas con héroes rescatando gente, o protegiendo inocentes. Y los monstruos... Los monstruos no eran importante —. N-no sé si ésos existen. Pero sí hay animales, b-bestias, como jabalíes. Y hay personas —Recordó lo que Roga le había contado una vez. Un ninja exiliado que casi lo mata —. Ésas son las peligrosas. C-creo...

Se dio cuenta de que Hana estaba ya asustada, y que decir los posibles riesgos posiblemente la asustaría más. A pesar de ello, no podía obligarse a decirle que no había problema alguno. Volteó la mirada hacia ella e intentó sonreír tan sinceramente como pudo.

—¡P-pe-pero no te preocupes, Hana-san! ¡Si algo nos sorprende, lo-lo mandaré a volar de una patada!

"Espero..."

[Himura Hana]

Ranko ni se inmutó por las palabras de Hana, como si esas cosas no existiesen y Daigo no hubiese desaparecido misteriosamente justo en su cara.

—. N-no sé si ésos existen. Pero sí hay animales, b-bestias, como jabalíes. Y hay personas

— ¿Los animalitos? Pero, ¡si son unos santos! ¿Y los jabalies? ¿Nunca has visto a sus crias? Son pequeñitas y super adorables. Y los adultos con esos colmillos tan grandes chocandose unos con otros durante el celo, son super graciosos. — dijo la kunoichi imitando los colmillos con sus dedos indices. — Pero las personas sí, puedes darles una patada en cuanto aparezcan.

Hana río ante la imagen de Ranko dando patadas a lo primero que apareciese. Pero poco le duró la risa porque una brisa helada atravesó el bosque desde su espalda, se giró esperando ver un fantasma, pero no vio más que hojas revoloteando por la corriente.

— ¿Has-has sentido eso, Ranko-san? — miraba de un lado a otro, esperando el inevitable encuentro con un Daigo del más allá. — ¿Y si el espiritu de Daigo-san nos está persiguiendo por haberle perdido en el bosque?

[Sagiso Ranko]

Hana hizo que Ranko recordara aquella primera misión, con Etsu y Kazuma, y cómo un jabalí había embestido y semidesnudado al peliblanco. Etsu, además, había mencionado algo de unos monos, si no mal recordaba.

"Bueno, creo que esos habían comido las hierbas ésas… y no estaban en condiciones normales, creo…"

La rubia parecía ser una amante o defensora de los animales. Y la gente suele decir que es un indicador de ser buena persona. La Kusajin aceptó tal dicho.

—S-sí, supongo que los jabatos son… ahm… tiernos. Una vez… e-en una misión nos encontramos con… ahm… con varios jabalíes. No eran nuestro objetivo, buscábamos algunas… plantas. Hierbas. F-fue casualidad toparnos con varios, inclusive una cría. Pero… ahm… no sé si creyeron que invadíamos su territorio… o si habían comido alguna planta extraña… No les tengo mala voluntad a los jabalíes, solo soy… precavida.

La chica se encogió de hombros.

—Los animalitos sí son lindos. ¡M-mis preferidos son los conejos! E-es sólo que… a veces hay que cuidarse de algunos. E-es todo.

Algo las sacó de su pequeña zooplática. Una brisa fría en demasía. Un viento helado no sería mucha preocupación. ¿Es sólo el viento, verdad? Pero un viento helado en esa época del año, a esa hora del día, en esa parte de Ōnindo y soplando específicamente en ese bosque…

"Realmente se siente... espectral…"

—N-n-no creo que sea su fantasma… N-no creo que Daigo-san s-sea de los que mueren tan rápido… Creo… —Ahora Ranko no solo volteaba a ver a Hana, sino que miraba constantemente a cada ángulo posible. Avanzaba con toda la cautela posible —. Mantente alerta. S-sólo por si acaso.

Los nervios y el temor de la rubia lentamente se transferían a la de la trenza. ¿Acaso sí había algo extraño en aquel bosque? No. ¿O tal vez? No, definitivamente no.

¿O sí?

[Himura Hana]

—S-sí, supongo que los jabatos son… ahm… tiernos. Una vez… e-en una misión nos encontramos con… ahm… con varios jabalíes. No eran nuestro objetivo, buscábamos algunas… plantas. Hierbas. F-fue casualidad toparnos con varios, inclusive una cría. Pero… ahm… no sé si creyeron que invadíamos su territorio… o si habían comido alguna planta extraña… No les tengo mala voluntad a los jabalíes, solo soy… precavida.

Ranko había intentado ocultarlo con todas sus fuerzas, o al menos no decirlo abiertamente, pero mataron a todos esos jabalíes que los atacaron. No es que Hana fuese una defensora de los animales hasta el punto de ahora enfadarse con la chica por haber preservado su vida, ella misma era omnivora. Sin embargo, siempre le causaba más dolor la muerte de un animal inocente que de una persona, que pocas tenían aún inocencia alguna.

En fin, que tampoco iba a montarle ningún drama a Ranko.

—Los animalitos sí son lindos. ¡M-mis preferidos son los conejos! E-es sólo que… a veces hay que cuidarse de algunos. E-es todo.

Sobre todo con el ansía con que se justificaba la muchacha.

— ¿Hay muchos conejos en Kusagakure? Yo he visto unos cuantos en Uzushio, pero supongo que en el País del Bosque tendréis muchos más animales, porque es todo bosque, básicamente.

—N-n-no creo que sea su fantasma… N-no creo que Daigo-san s-sea de los que mueren tan rápido… Creo… Mantente alerta. S-sólo por si acaso.

Hana asintió, convencida de que era imposible que se les colase algo. Eran dos kunoichis entrenadas para detectar el peligro a millas. Incluso en un bosque donde cada árbol les creaba un punto ciego a su sombra, y solo estaban rodeadas por cientos de árboles. Sin contar que entre las dos igual sumaban la percepción justa para no tropezarse.

Así fue como la uzujin no se enteró de la presencia a su espalda hasta sentir una mano helada en su hombro, justo en el punto donde el cuello se une al hombro, justo donde nada cubría su piel expuesta. Sintió el contacto frio y saltó al instante hacia delante, chocando contra la espalda de Ranko, pero sin siquiera moverla del sitio.

— ¡AH! ¡F-F-F-Fantasma! — sentenció antes de voltearse para ver si esa mano tenía cuerpo.

Y lo tenía. Un chico levemente más alto que ella, de rostro infantil y larga melena negra completamente despeinada. Pero eso no era lo que más destacaba del muchacho, lo que destacaba era su palidez, parecía haber pasado toda su vida en Amegakure untado en protector solar, era casi más blanco que la nieve.

— Hola — musitó el chico saludando con la mano que había congelado el hombro de Hana.

Sonreía inocentemente. Vestía una camiseta de manga corta blanco y unos pantalones también cortos de color azul tremendamente claro. Iba descalzo, pero tenía los pies misteriosamente limpios, como su camiseta blanca.

Hana no pudo decir nada, no tenía palabras, pero por reflejo le devolvió el saludo con la mano libre porque la otra estaba fuertemente aferrada a la ropa de Ranko, tras quien se escondía. Si alguna vez tenía que imaginarse a un espiritu errante, ya tenía modelo. Ese chico, cuya cabellera despeinada y descuidada sugería que llevaba veinte años viviendo en ese bosque pero cuya ropa estaba perfectamente limpia al igual que sus pies, le daba todas las vibraciones de ser un ser fantasmagorico.

— Rankoooo-saaaan — le susurró sin quitarle los ojos de encima al muchacho.

[Sagiso Ranko]

—P-pues… No hay muchos dentro de la Aldea… Pero sí a-algunos… varios en el… En el bosque. Suele haber más… ahm… hacia las praderas, creo. ¡Y-y sí! Hay tantas criaturitas en el bosque que...

Interrumpiendo los pensamientos conejísticos de Ranko, Hana chocó contra su espalda. La Kusajin se sobresaltó y giró hacia su izquierda. Intentó proteger a la rubia, moviéndola hacia atrás con su brazo izquierdo e interponiéndose entre la Uzujin y lo que ella había llamado fantasma. Mientras tanto, su diestra iba a la empuñadura de Higanbana, su wakizashi, preparada.

—¡AAH! ¡¿Q-qué…?!

Se le erizaron los vellos. No podía creer que alguien se les hubiese acercado tan sigilosamente. ¡Y más aún alguien con apariencia tan… espectral! Estaba al borde de creer lo que Hana decía sobre fantasmas y demás. Afortunadamente, la calma de Ranko le impidió ceder demasiado terreno ante el miedo. Estaba en alerta, sí, pero no dejaría que un ente espantara a la futura ninja legendaria, la Princesa Conejo. ¿O sí?

—T-t-tra-tranquila, Hana-san… —musitó primero hacia la chica, luego se dirigió al chico —. ¿Q-quién eres? ¡N-no deberías a-a-acercarte as-sí a alguien!

[Himura Hana]

— Hola —

—T-t-tra-tranquila, Hana-san…

Después del segundo de duda que había tenido, Ranko recuperó la compostura, al contrario que Hana, que seguía aferrada al hombro de la kusajin, asomándose lo justo para ver al espectro.

—. ¿Q-quién eres? ¡N-no deberías a-a-acercarte as-sí a alguien!

— Oh, cierto. — contestó sonriente rascandose la mejilla con el dedo indice. — Parecíais más perdidas que un conejo en el desierto, así que me acerqué a ver si necesitabais ayuda.

No parecía mentir ni tener malas intenciones, pero tampoco se había amilanado ni un poco al ver a Ranko poner su mano sobre un arma. Hana, que empezaba a confiar más en que fuese un humano y no un espiritu, habló desde detrás de su guardiana.

— P-pero, ¿quién eres? — insistió la rubia al ver que el chico no había contestado.

— Oh, sí, lo siento, Hana-chan. — la rubia se estremeció cuando mencionó su nombre. — No te asustes, es que ella acaba de llamarte y, bueno, tengo buen oído. Yo soy Kiyoshi, encantado.

Levantó una mano saludando con la misma sonrisa despreocupada que había mantenido durante todo el rato.

— Mi casa está aquí al lado, por si queréis pasaros, seguro que mi padre sabrá guiaros mejor que yo.

[Sagiso Ranko]

Ranko no dejaba de sentirse intranquila. Aunque no era supersticiosa, la apariencia tan peculiar de aquel chico, de nombre Kiyoshi, le ponía los pelos de punta. Y no le dio buena espina el que él se refiriese a Hana con tanta familiaridad de buenas a primeras.

Kiyoshi les ofreció llevarlos con su padre, pues él sabría guiarlas mejor. La de la trenza pensó, con un gramo de miedo y tres kilos de precaución. La mano que intentaba separar a Hana se relajó, mientras que su diestra soltó la empuñadura de su espada lentamente.

—Gracias p-por la invitación. P-pero quisiéramos en… ahm… encontrar a un a-amigo primero. L-lo perdimos de v-vista hace u-un rato… —Le dirigió una mirada rápida a Hana. No quería que la rubia se alterara de más —. Y quisiera que si-siguiéramos el camino ju… juntos.

"Hasta donde sabemos, es sólo un chico. Solo un chico. Solo un chico, ¿No? Sí, debe ser. S-sólo un chico." Ranko tragó saliva.

Prefería los jabalíes.

[Himura Hana]

—Gracias p-por la invitación. P-pero quisiéramos en… ahm… encontrar a un a-amigo primero. L-lo perdimos de v-vista hace u-un rato… . Y quisiera que si-siguiéramos el camino ju… juntos.

— Oh, vale. Como queráis. — dijo el chico restandole importancia. — En fin, nuestra casa es la única casa que hay por aquí, así que es probable que tarde o temprano deis con ella. Igual está ahí vuestro amigo. — comentó para darse media vuelta e irse en la dirección contraria a donde estaban las ninjas.

Se volvió a levantar una corriente de aire frio justo cuando el muchacho desapareció entre los árboles. Hana tardó unos segundos en soltar la ropa de Ranko, aún sin saber muy bien qué pensar de la situación que acababan de vivir.

— ¿Crees... que con su casa se refiere al más allá y que con 'Igual vuestro amigo está ahí' quiere decir que ha cruzado? — no conocía demasiado a Daigo-san, pero parecía buena persona.

O por lo menos, alguien cuya vida no debería acabar por haberse perdido en un bosque encantado. Por mucho que lo intentase, Hana no paraba de echar miradas sospechosas en la dirección en la que se había ido el chico.

— ¿Y-y ahora qué hacemos?

[Tsukiyama Daigo]

Seguramente se preguntarán, ¿dónde se encontraba Tsukiyama Daigo? Para saberlo, tendremos que volver unos momentos atrás, cuando el joven peliverde se perdió.

—Oh. E-entonces le llevaré allí con todo gusto, Daigo-san.

Ranko, siempre tan amable, aceptó ayudar al boxeador a llegar a su destino, justo antes de que el chico encontrara algo en el horizonte.

«¿Tsubaki?»

Por supuesto, esa cosa verde que había visto tenía que ser su buen amigo Tsubaki, porque no había otra posibilidad, ¿verdad?

Menuda sorpresa se llevó al darse cuenta de que no fue así.

Caminó un poco, hasta volver al sitio donde estaban hacía un momento.

«No puede ser...»

No podía culpar a las chicas por avanzar, probablemente ni se habían enterado de que se marchó hasta demasiado tarde. Quizá debería haber dicho algo.

—¡Sagisō-chaaaan, Himura-saaan! —gritaba mientras caminaba, esperando que así pudieran encontrarlo.

[Sagiso Ranko]

¿La única casa cercana? ¿Que acabarían allí tarde o temprano? El comentario de Kiyoshi, aunado al de Hana, le hicieron ceder brevemente al miedo.

"¿Y si...? ¿Y si es... cierto? ¿Y si sí es un fantasma? ¿O espectro? ¿O aparición? ¿O... otro sinónimo?"

Ranko tragó saliva. Su respiración se había acelerado.

—N-no. N-n-no creo. N-no sé —Ranko agitó la cabeza para sacarse ideas locas de la mente —. L-lo siento, Hana-san. Respondí, p-pero no pregunté qué pensabas tú... ¿Crees que... Crees que deberíamos de ir tras... él?

Hana decía no saber qué hacer, y la situación poco a poco nublaba la mente de Ranko. De repente, escuchó algo que le erizó la piel.

Algo llamaba su nombre. No estaba seguro de qué, pues al parecer estaba lejos de allí. Le pareció escuchar un "Sagisō" y un "Himura" en la lejanía, un llamado sombrío, ruidos opacados por el follaje.

"¡E-e-el bosque nos está llamando!" pensó repentinamente la de la trenza. Un escalofrío recorrió su cuerpo, e imaginó que recorría su trenza también. Recordó cómo Ayame le había contado de una casa embrujada hacía tiempo. Si existía tal casa, ¿podría existir un bosque igual? ¿Un bosque con gente que desaparece, espíritus con casas y árboles que llaman personas?

—Hana-san... N-n-no quiero asustarte, pero p-parece que hay algo allí. E-en el bosque. ¿L-lo escuchas? —Ranko se había girado, y ahora retrocedía, con la espalda en la dirección en la cual Kiyoshi se había ido. ¿Debían de seguirlo para evitar cualquier enfrentamiento con lo desconocido? No. ¡La Princesa Conejo no debería de temerle a algo misterioso! Pero tenía que tomarlo en cuenta. Una dirección de escape, tal vez... —N-nos llama... —La posibilidad de una persona física, real, que les buscase, brevemente desapareció de su cabeza, gracias al aura temerosa de fantasmas que las rodeaba.

[Himura Hana]

—N-no. N-n-no creo. N-no sé. L-lo siento, Hana-san. Respondí, p-pero no pregunté qué pensabas tú... ¿Crees que... Crees que deberíamos de ir tras... él?

Hana empezó a negar con la cabeza en movimientos breves mientras contestaba:

— No, no, no, no, no, no, no, no, no. Así estamos bien, gracias, es decir, todo lo bien que puedes estar cuando ha desaparecido un chico que estaba literalmente aquí hace un minuto en mitad del bosque, perdidas, sin idea alguna de lo que nos depara en la maleza. — seguía mirando el lugar por el que había aparecido y desaparecido el extraño espectro.

Tal vez fuese porque tras callar apreciaba más los sonidos del bosque, pero en cuanto dejó de hablar oyó algo. Algo que procedía del alma misma del bosque, algo... sobrenatural.

—¡Sagisō-chaaaan, Himura-saaan!

—Hana-san... N-n-no quiero asustarte, pero p-parece que hay algo allí. E-en el bosque. ¿L-lo escuchas?

La rubia hubiese preferido ignorar la llamada, pero que Ranko también lo hubiese escuchado era señal de que no estaba tan loca como se había planteado en un primer momento. Realmente las estaba llamando el lugar. Con un susurro helado entre los arboles, Hana volvió a esconderse tras la kusajin, aunque se sentía bastante menos segura ya que no sabía muy bien en qué dirección esconderse de algo que estaba en todas direcciones como era el bosque.

— No creo que nos llame para-para-para tomar el té, pre-precisamente. — ¿y si el bosque se enfadaba por no hacerle caso? — ¿Qué hacemos?

Miraba de un lado a otro, tan atenta como antes. Hana sentía que su aporte a la situación estaba siendo entre nulo y escaso, pero lo cierto es que entre el frio que hacía y la desaparición de Daigo sin dejar rastro alguno, contando con la aparición de un espectro. Aquel bosque era demasiado turbio para ella, si salía de ahí, no volvía a meterse en ningún bosque que no fuese el de la Hoja o los que conocía.