Entre montañas

[Himura Ren]

— Es broma, es broma. Espero que al menos lo hayas disfrutado, comiendo a mis espaldas. — le dijo aún sonriente.

— Te juro que solo uno — añadió. Puso una de las bolsas sobre una mesita de noche cercana, y fue metiendo uno a uno los pececitos de una bolsa a la otra; cuando termino, arrugó la bolsa de papel y la tiró en una pequeña papelera. — ¿Quieres desayunar algo en concreto? ¿O que quieres que hagamos? Yo estoy de verdad sin ideas

Se encogió de hombros sonriendo con el ceño fruncido, en seña de confusión hacia Hana.

[Himura Hana]

— ¿Quieres desayunar algo en concreto? ¿O que quieres que hagamos? Yo estoy de verdad sin ideas

— El desayuno ya lo tenemos solucionado. ¿Te apetece dar un paseo? Nos sentamos en algún banco de algún sitio bonito y desayunamos. Y después podemos ir a ver el palacio del Señor Feudal, aunque sea por fuera. Si quieres, claro. — sugirió Hana peinándose un poco el pelo, que estaba hecho un cristo después de una noche de puro movimiento, por desgracia unilateral.

La idea de pasear con Ren de la mano durante toda la mañana por una ciudad por conocer era la mejor que había tenido en mucho tiempo. Aunque no sabía qué pensaría la morena al respecto.

[Himura Ren]

— ¿Pero podemos entrar? ¿De verdad? — dijo realmente sorprendida. — Pensé que no se permitía estar cerca. Y ya ni mencionar el entrar en los jardines colindantes o similar.

Al observar como se arreglaba el pelo, cayó en la cuenta que debería tenerlo realmente alborotado, por lo que se empezó a acariciar el pelo frente a un espejo de pared, sin éxito alguno. También miro a los lados, en busca de la goma que utilizaba para hacerse una coleta baja, sin resultado alguno, podría haberla metido por accidente en algún bolsillo o entre la ropa pero claramente la había perdido.

[Himura Hana]

— ¿Pero podemos entrar? ¿De verdad? Pensé que no se permitía estar cerca. Y ya ni mencionar el entrar en los jardines colindantes o similar.

Había algunos momentos puntuales en los que notaba que Ren la escuchaba pero sin prestarle mucha atención, como la lluvia que la ayudaba a dormir o el canto de los grillos que anunciaba la mañana, estaba ahí, pero no hacía falta prestarle su atención completa.

— He dicho por fuera, Ren-chan, ¡claro que no nos van a dejar entrar! Igual tenemos suerte y tiene unos jardines externos visitables, pero aparte de eso no creo que nos dejen acercarnos demasiado. — explicó mientras se recogía el pelo en dos coletas bajas una a cada lado, no quería complicarse demasiado a decir verdad. — Dejamos las mochilas aquí y ya vendremos a buscarlas cuando nos vayamos, ¿qué te parece?

[Himura Ren]

— Jo, y yo que iba a saber. Que no me he informado de este lugar, te recuerdo que acabe por accidente aquí — dijo visiblemente ruborizada ante las palabras de Hana. Dejo su mochila junto a la de Hana en ese momento, y cogió el cepillo que estaba usando la rubia cuando esta acabo, para al menos intentar dejarlo laceo y suelto, sin coleta. No solía dejarse el pelo suelto, ni si quiera cuando se quedaba en casa, por lo que no pudo ladear la cabeza frente al espejo y hacer una mueca de confusión a su reflejo.

— Entonces ¿vas a ser algo así como mi guía? Suena divertido — rió.

[Himura Hana]

— Jo, y yo que iba a saber. Que no me he informado de este lugar, te recuerdo que acabe por accidente aquí

Hana no pudo evitar reirse por lo bajo viendo a Ren ruborizarse por sus palabras, después le robó el cepillo vilmente y se puso frente a un espejo, peinandose, no parecía que se fuese a recoger el pelo, para sorpresa de la rubia.

— Entonces ¿vas a ser algo así como mi guía? Suena divertido

— Sí, confía en mi, soy una especialista. Me he leído dos panfletos. Uno sobre Notsuba entera y otro sobre el palacio. — contestó con sarcasmo y una sonrisa. — Pero si tú quieres yo te guio donde me digas.

[Himura Ren]

— Sí, confía en mi, soy una especialista. Me he leído dos panfletos. Uno sobre Notsuba entera y otro sobre el palacio. — contestó con sarcasmo y una sonrisa. — Pero si tú quieres yo te guio donde me digas.

— Perfecto entonces — no tardó en meter la mano en la bolsa para sacar otro pez, y llevarselo a la boca y ofrecerle otro a ella. — ¿Vamos? Te seguiré haya donde me digas

Y prosiguió masticando con las aletas finales saliendo de su boca.

[Himura Hana]

— Perfecto entonces ¿Vamos? Te seguiré haya donde me digas

Hana le sonrió, aceptando el dulce que le ofrecía y cogiendole la mano para arrastrarla fuera de allí, a un dulce paseo mañanero.

De repente, se encontraban en la puerta de la estación. La rubia no era capaz todavía de comprender qué clase de magia había sucedido, hace un momento se estaba levantando con el ataque sorpresa de Ren y ahora estaba atardeciendo y su última día se acababa con la salida del último tren.

— Lo siento, Ren-chan. Creo, creo que no voy a poder contenerme. — se disculpó con antelación al sentir como le subía la temperatura en los ojos, preparándose para llorar como una magdalena. — Lo mejor será hacerlo rápido, antes de que veas hecha una sopa.

Apretó el agarre de manos que la unía a la morena, apenas recordaba haberse soltado de ella un solo momento en todo el día mas que para comer. Ahora tenía que soltarla, dejarla ir, a su hermana, a su única familia, que aunque postiza, la sentía tan cercana como si hubiese sido así toda su vida.

Trató de respirar hondo para contenerse las emociones que estaban a punto de desbordarla.

[Himura Ren]

No pudo evitar soltar una sonrisa apenada, meciendo suavemente la mano de Hana, como si con eso intentara disipar la tristeza de ambas; sin resultado alguno seguramente.

— Bueno... Siempre nos quedara Yukio ¿no? — intensificó un poco más la sonrisa, y luego soltó un pequeño bufido. — El primer día de Entretiempo, nos vemos en la entrada de Yukio ¿Vale? — El tren hizo un último llamamiento a los pasajeros, y Ren lo aprovecho rápidamente para darle un último abrazo y sentir el calor de Hana.

— Te echaré de menos. Cuidate ¿vale? — le susurró al oído, y acto seguido subió con paso ligero al tren.

Se dirgió hasta su asiento con rapidez, para poder dar una última mirada a su hermana de otra villa; con unos ojos azules vidriosos por las lágrimas contenidas.