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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
El animal respondió inmediatamente al sonido provocado, echándose a ladrar ante la presencia. Más pronto que tarde, escucharía el sonido de una puerta abriéndose fuertemente.

—¿¡QUÉ ES ESE ESCÁNDALO!?— Vociferó haciendo eco en el patio.

La kunoichi escuchó los mismos pasos pesados tras el portón, acercándose mientras salpicaba charcos de agua. Finalmente se abrió de par en par la metálica entrada y aquel hombre feo como un Oni se plantó delante de ella con una cara enrojecida tanto por el alcohol como por la ira más absoluta.

—¿¡TÚ DE NUEVO!?— Cirnió su figura grasosa pro sobre ella. —¿¡Qué haces de nuevo en mi propiedad!?— Frunció el ceño.
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Ren se amedrentó igualmente, pese a que se había armado de valor, todavía le faltaba voluntad para enfrentarse a aquel tipo sin echarse atrás; o por o menos sentirse lo suficientemente poderosa, como para que un civil cualquiera no le plantara cara. Tras haber retrocedido sin levantar los pies del suelo, hizo acopio de aquel papel, sacándolo de su uwagi y por poco estampándoselo en la cara de aquel hombre.

¡Tengo permiso para llevarme ese perro! ¡Mira! ¡Tiene un sello oficial y todo; y si me piensas seguir negando el paso, llamaré a Yui-sama!

Se marcó entonces lo que muy seguramente fuera el farol de su vida; como iba un genin del montón a tener el más mínimo contacto directo con a Arashikage. Y aunque lo tuviera, esta no tendría tiempo seguramente para perderlo con minucias como aquella.

«Claro, que coño es verdad» y sin pensarlo más, siguió liando el rizo.

¡No le gustará que la llame por una tontería semejante, así que aunque yo me coma una buena tormenta; lo tuyo será peor que un huracán
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En condiciones normales, hubiese mandado al diablo a aquella chiquilla tras semejante fanfarronada, pero el escrito marcaba una gran diferencia.

El hombre parpadeó varias veces, confundido ante el envalentonamiento de la niña. Le arrancó el escrito de las manos y se dispuso a leerlo acercándolo a su cara, frunciendo los ojos en esfuerzo para leer. Quién sabe si el alcohol le estaba dando una visión borrosa, pero el rojo poco a poco le fue bajando para dar paso a un blanquecino por un bajón de azúcar. El nombre de Yui fue lo que terminó de dar el martillazo final en el clavo de la idea que se estaba metiendo en el cráneo del sujeto.

Sostuvo el papel por unos instantes, los ojos se le fueron hacia atrás y luego su cuerpo le siguió cayendo de espaldas en el suelo mojado. Se había desmayado tras semejante susto, ante lo cuál el perro simplemente seguía ladrando.

Ya sin la gordura tapando la puerta, Ren por fin podría ver al pequeño que lloraba: Un perro marrón que estaba casi en los huesos, atado con una cadena a un poste de madera, sin siquiera tener una casita en donde refugiarse de la lluvia y el frío.
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La montaña de carne se desplomo, con una cara pálida. ¿Habrá tenido algún percance en el pasado con la Arashikage? ¿Sería tan temible como decían? Ren no había tenido la suerte de cruzarsela, pero había oído suficientes cuentos de miedo sobre ella para tener alguna que otra pesadilla o noche en vela esperando que no entrara por la puerta o la ventana, y que se comiera su corazón. Aun así, Oda siempre hablaba bien de ella y decía que ante todo velaba por la villa; aunque no negaba que lo hiciera con mano de hierro, simplemente, desviaba la conversación cuando se trataba ese tema.

Aquel voluminoso hombre, calló en mitad de toda la puerta, casi obstruyendo por completo su paso; por lo que tuvo que entrar con un paso lateral. Los ladridos continuaban, pero ahora el perro era más que visible; seguramente se trataba de un cachorro por su tamaño o a lo mejor la falta de alimento había hecho que el pobre no pudiera crecer más, pues la marca de sus huesos eran visibles en más de un lugar. Con paso lento, y agazapandose para parecer menos amenazadora, Ren avanzó hasta el extremo contrario al perro, llevárselo con aquella misma correa de allí.

Vamos peque, hoy vas a comer como Dios manda. — añadió con una triste sonrisa bajo la lluvia.
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El triste animal no se opuso en ningún momento a ser llevado. Parecía sumiso, temeroso, como si nunca hubiese conocido antes lo que era un poco de cariño y cuidado. Quién quita, probablemente nunca había visto un mundo más allá de los cuatro muros con alambre de púas de aquel miserable patio de aquel callejón. El animal simplemente seguía gimiendo por lo bajo, sus piernas le temblaban, quizá por el frío o quizá por el hambre.
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Con rostro apenado, decidió no perder más el tiempo y llevarlo directo a Kagara. Seguramente intentaría rehuir y esconderse, por lo que aferró giró la correa varias veces alrededor de su mano, para evitar un fuerte tirón y que este escapara sin rumbo por las calles; aquello solo lo sería peor para ambos. Ren detenía su paso cuando este se veía completamente aterrado; para dedicarle un poco de tiempo a aquel animal, susurrándole con una tierna y dulce voz, acariciando su cabeza y rascándose tras las orejas, esperando que aquello lo tranquilizase. En una ocasión, también lo abrazo poniendo las patas por encima de su hombro, y rascando con suavidad su lomo sin dejar de decirle cosas bonitas pese a su deplorable estado.

Que buen chico; seguro que encuentras un hogar con facilidad y una familia que te dara toooooooooodo el cariño que te mereces
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Una vez de regreso en la clínica, Karaga parecía estar bastante atareada llevando objetos de un lado a otro. Pese a lo que pudiese pensarse del trabajo de una veterinaria, estaba sudando un poco tras el esfuerzo de prestar atención a cada aposento. En cuanto observó a la kunoichi llegar con la nueva mascota, una cara de congoja atacó el rostro de la chūnin.

—Ay...— la mujer tiró una cubeta vacía la lado y se agachó de inmediato al animal para tocarle el rostro. —¿Este era el que decías que estaba maltratado? — Alzó la mirada a Ren y luego bajó la cara.

Estiró el parpado del can, luego los labios para ver las encías y pasó sus manos por debajo del pecho y el abdomen del animal.

—Esto no está nada bien, no sólo está desnutrido, seguramente está enfermo — Rápidamente se levantó y tomó al animal en brazos, ya que parecía tener que atenderlo con especial cuidado. —Necesito hacerle una revisión con urgencia, pero por suerte parece que lo has traído a tiempo. Buen trabajo con la denuncia — Todavía se tomó su tiempo para felicitar a la genin. —Ya caso hemos terminado, ahora si me disculpas...

La mujer emprendió carrera con el animal en brazos, dejando a la kunoichi sola de nuevo. Faltaban unas tres horas para que se cumpliesen las seis, y sólo faltaba un animal más para completar la misión.
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Kagara volvió al interior de las habitaciones con el can entre sus brazos; Ren apenas hizo un gesto más que asentir con preocupación, pero cuando salió se sintió más que aliviada, por suerte sus sospechas no fueron infundadas por lo que si había llegado a tiempo, a aquel perro ahora solo le esperaba una vida mejor.

Dubitativa decidió deambular por las calles, intentando hacer memoria de aquel largo día. Recordó que cuando atrapó a aquel gato, fue de casualidad ya que se había centrado en intentar atrapar a otro perro que circuló por la zona; le robó toda la comida que le había donado el carnicero y escapo como alma que corre el diablo mientras ella se enfrentaba en una cruenta lucha con aquel gato. La última vez, cuando volvió a por el perro maltratado, ya había olvidado a aquel perro pero no al felino amigo; por lo que tal vez podría volver para buscar a alguna pista de donde estaba. Con suerte la bolsa estaba rota y había dejado un rastro de desperdicios que seguir; si no se lo había comido otro animal.
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La genin regresó al callejón dónde habían pasado la mayoría de aventuras de ese día en aquel pequeño barrio. Al avanzar en aquel callejón que bien podría haber memorizado con todo el vaivén acaecido en el transcurso de la mañana y parte de la tarde. En búsqueda de los rastros logró divisar una bolsa con un simple hueso chupado con inclemencia, pero nada más. No había mayor rastro que ese, aunque de todas formas el largo camino que le seguía por delante tenía un trecho bastante amplio, pudiendo apreciar a la distancia su final hasta la otra calle.
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Algo llamo su atención, por lo que no dudo en acercarse a mirarlo más detalladamente. Agazapada, pudo ver una bolsa maltratada por alguien y un hueso bastante limpia, el cual no tenía ningún rastro de carne; no estaba roto por lo que el tuétano seguiría ahí dentro; alzó a mirada para ver la calle que se extendía y como esta acababa para comenzar otra. Encogiéndose de hombros, recupero la postura y se aventuró mirando por el suelo en búsqueda de más huesos mientras tenía en una mano el que había encontrado momentos atrás.

Supongo que no tengo nada que perder; a lo mejor acabo encontrando a aquel perro o con suerte doy con otro animal — caminaba lentamente mirando el suelo y girando la cabeza a los lados; estuvo a punto de darse de bruces contra una farola, pero se detuvo dando un pequeño salto de la impresión; para proseguir su camino hasta el final de esta calle.
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Por suerte, la joven Kunoichi logró apenas observar el movimiento de algo entra unas bolsas de basura. Era el mismo perro pequeño, negro, de patas cortas y pelaje rizado negro. Parecía estar hurgando, abriendo agujeros en las bolsas y desparramando el contenido de las mismas . Pese a que había hurtado las provisiones de la kunoichi, nuestro pequeño amiguito no se daba por satisfecho y continuaba en su labor de buscar alimento para su cena.

El animal notó su presencia y volteó la cabeza, quedándose inmóvil a la espera de la siguiente acción de la niña.
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En primera instancia, la kunoichi se sorprendió. No esperaba que aquel rastro la llevara a ninguna parte, en todo caso encontrar más bolsas rotas y desechas por el suelo; lo que le hizo plantearse por un momento, que tal vez no era mala idea intentar potenciar aquella capacidad. Decidió actuar de la misma forma que con los otros, parecía dar resultado o tal vez simplemente había tenido suerte. Se puso de cuclillas a cierta distancia y le ofreció el hueso que había recuperado del suelo momentos antes.

¿Quieres más como este? ¿Seguro que no prefieres una buena comida?

Hablarle a aquellos animales era realmente una tontería; la mayoría no sabrían más allá de un par de órdenes si es que eran domesticados. Pero un amable tono tal vez servía para que se acercasen y no se viera como una amenaza.
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El perro ladeó la cabeza y movía la cola con curiosidad ante la presencia de la chica. Empezó a ladrar varias veces a la chica y se acercó un poco, únicamente para luego alejarse de nuevo y pararse a ladrar de nuevo. Se comportaba de forma errática y no parecía estar interesado en lo más mínimo en aquel hueso. Ante el mínimo movimiento, retrocedería, pero no terminaría por irse del todo sino que mantenía la distancia y continuaba ladrando. ¿Qué significaba esto? Si fuese un perro grande tal vez pudiese parecer intimidante, pero aquel pequeño amiguito no lucía agresivo por mucho que aullase.
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Copió el mismo movimiento que el animal, ladeando la cabeza con una mueca de confusión en su rostro. ¿Quería que se marchase? ¿O esperaba como ella misma dijo algo de buena comida? Ren miró a los lados, sin saber muy bien que hacer. No tenía la capacidad de comprender bien que es lo que aquel animal querría, y tampoco tenía la capacidad para leer la mente y menos a animales. Dubitativa, se llevó la mano que tenía libre al mentón, intentando pensar que hacer. Tampoco se alejaba de ella ni parecía agresivo, tal vez... ¿Quería jugar? El hueso que portaba era pequeño, tal vez una vertebra, así que no sería útil para hacer la prueba seguramente. A varios decímetros de ella, al lado de una bolsa rota, había un pequeño tubo alargado y algo grueso, rugoso en toda su extensión, seguramente se trataba de algún revestimiento para cables o conductos.

Se inclinó suavemente, para alargar la mano y cogerlo, ofreciéndose en primera instancia.

¿Lo que quieres es jugar pequeño? ¡Ve a por él! — lanzó el tubo hacia un lateral, con cuidado de no alertarlo, si este se asustaba y huía; volvería al punto de partida.
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El perro corrió rápidamente en cuanto le lanzó aquel objeto. Intentó cazarlo al vuelo de manera infructuosa, siendo que lo único que consiguió fue dar un brinco y caerse de espaldas sobre sí mismo en una triste marometa. Para suerte no parecía que se hubiese lastimado en lo absoluto ya que se reincorporó de inmediato y se acercó a oler el objeto con detenimiento antes de finalmente tomarlo en su hocico.

Por un momento se acercó a la niña, aparentemente con la intención de devolverlo, pero nuevamente volvió a su actitud de frenarse y no acercarse totalmente del todo a ella pese que seguía sacudiendo la cola.
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