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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#1
La tarde era cálida y aún faltaban algunas horas para el crepúsculo. La brisa era fresca y el sol agradable, con su color cada vez más rojizo y sus rayos inclinados. Kazuma aprovechaba esa hora para alejarse un poco de Kitanoya y buscar un lugar en donde ejercitarse en solitario.

Por supuesto, en las instalaciones que habían dispuesto para la delegación de Kusagakure había mucho espacio para entrenar. Pero al peliblanco le preocupaba encontrarse con sus compatriotas: luego de que su maestro fuera declarado como asesino de Kenzou no estaba seguro de su relación con los demás, con el resto de la aldea. También era consciente de que quizás estaba suponiendo algo exagerado, pero como no sabía quién de los suyos podía sentirse igual que Kintsugi, prefería optar por la frágil seguridad que había en la soledad.

De tanto explorar dio con una pequeña plataforma, cuyo deterioro indicaba que le convino más el abandono que la restauración. Aquello tenía sentido, estaba apartada y era bastante rustica; pero la vista hacia poniente era magnifica. Allí creía estar seguro de encuentros incomodos con algún compañero de villa: el sitio era recóndito y a aquella hora “nadie” saldría a entrenar. Se sentía tan a sus anchas que llevaba consigo un par de libros y un poco de comida, dejando todo regado en un banco cercano.

«No creo que a nadie le moleste», pensó, divertido por lo insignificante que resultaba el desorden en un sitio como aquel.

En aquel momento se encontraba tomando un descanso, acostado y extendido en la plataforma, mirando hacia el cielo y preguntándose cuál era la línea imaginaria que separaba el fin del día del comienzo de la noche. Mientras tanto, disfrutaba de un panecillo y de la solitaria paz que le rodeaba.
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#2
Ran-chan:
¡No sabes lo emocionada que estoy que participes en el torneo! Imagino que lograste llegar al Valle antes de abrir esta carta, a como te dije, ¿no? Bueno, no lo sabré…

En fin, quería contarte sobre mi plan de negocios. ¡Ya sé, ya sé! Es tan poco Kuumi, ¿no? Pero gracias a padre le agarré un gusto a tratar con gente y a generar ingresos y… Bueno, me entiendes. ¡Quiero entonces que seas la embajadora/modelo de mi primera línea de ropa de entrenamiento! Ligera, resistente y muy fabulosa. ¿Verdad que sí quieres? ¡Por eso eres la mejor hermana!

Te empaqué un sencillo pero excelente diseño, uno de los primeros, y creo que te quedará de fábula. Estoy teniendo asesorías con padre y otras personas, para asegurarme de que despegue como diseñadora pronto. ¡No te preocupes! ¡Nuestras peleas seguirán tan rudas como siempre!

Espero verte en el Torneo, ¡despampanante con uno de los primeros diseños de Sagisō Kuumi! Además, podrías usar esta oportunidad para mostrarte a todo Ōnindo como la Princesa Conejo como siempre dices. O podrías usar ese otro mote que has pensado. ¡El límite es el cielo, hermana!

Madre, padre y yo te veremos pronto. ¡Sabemos que darás todo de ti! ¡Por ti, por los Sagisō, por Kusagakure!

—Con una amorosa palmadota en la espalda,
Kuu-chan

La carta de Kuumi resonaba, leída por la voz de la pelirroja, en la mente de Ranko. Después de haber llegado y haberse instalado, aquel favor le había puesto diez veces más nerviosa de lo que ya estaba. Claro, Ranko no había aceptado “modelar” las ropas que su hermana le había dado, pero sentía que era un favor… posible. Pensaba que se sentiría mal consigo misma si decepcionaba a Kuumi al no vestir sus ropas.

Había visto las prendas, claro, y no se veían mal, aunque realmente no eran de su estilo: una blusa de mangas cortas y esponjadas, con piezas de tela que colgaban detrás y delante a modo de adorno, pantalón. Era blanca con bordes dorados, y tenía el emblema de los Sagisō bordado en dorado en el pecho. Las botas y guardabrazos eran del mismo color, blancos con adornos dorados. El obi era azul muy claro y el pantalón era de un tono café rojizo. Sí, la ropa era ligera y flexible, hasta las botas, y no dudaba poder pelear a gusto con ellas. Pero…

”No me veo como Ranko...”

Aquel día, con el Torneo cerniéndose sobre ella, se había alejado de Yota y Daigo para entrenar a solas. Salió temprano a correr, se ejercitó intensamente durante la mañana, hizo una pausa a mediodía para comer y descansar, luego siguió y entrenó algunas poses y maniobras de ataque y movimientos. Cuando caía la tarde, le urgía otro descanso. Quiso alejarse de donde había estado entrenando y no tener a nadie a la vista. Quería pensar sola.

Pero no podría, pues, ensimismada, llegaría a una plataforma de combate un tanto retirada, perfecta para su reflexión, con la ligera excepción de que ya había alguien allí: un chico de piel oscura y cabellos blancos.

Ranko parpadeó varias veces antes de hacerle caso a sus ojos. Los ánimos de la kunoichi se elevaron mientras se acercaba al muchacho.

Ka… ¿Kazuma-san? ¡Kazuma-san, está aquí en el valle! ¡Qué gusto verlo!

Ya tendría un buen rato sin ver a su amigo, el espadachín poeta. A pesar de haber querido estar sola, le alegraba la idea de charlar con Hanamura Kazuma, y le intrigaba el verlo pelear por primera vez, al fin. Fue hasta él, con una enorme bento envuelto en un pañuelo lila y atado para su fácil transporte.

¿E-está bien si me siento aquí? —preguntó con su usual porte.
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#3
Ka… ¿Kazuma-san? ¡Kazuma-san, está aquí en el valle! ¡Qué gusto verlo!

Esa voz… —Se sentó mientras frotaba sus ojos para asegurarse de estar viendo bien—. Ranko-san.

Hacía tiempo que no veía a la tímida Ranko. Se había estado preguntando como le había ido con las misiones luego de la última que hicieron juntos. También se había preguntado que habría dicho su familia respecto a los sucesos recientes.

¿E-está bien si me siento aquí? —preguntó con su usual porte.

Claro… Este, digo está bien, si no tienes problemas con eso —No pudo ocultar un poco de sorpresa; pues de alguna manera esperaba una actitud distinta, de aprehensión quizá.

Inmediatamente se sintió tonto por su forma de reaccionar: los días difíciles y las circunstancias extrañas le estaban volviendo huraño.
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#4
Para nada. —Ranko negó con la cabeza, indicando que no tenía problema alguno. Luego se sentó al lado de su amigo y soltó un suspiro de alivio.

Colocó su bento al lado y comenzó a desenvolverlo. El peliblanco estaba comiendo un panecillo, por lo que Ranko supuso que podía tomar un bocadillo con él, hasta convidarle, si le dejaba.

Re… Recuerdo que vi el nombre de Kazuma-san en… en mi división. Es realmente grato v… ahm… volver a verte. ¿Te molesta? —preguntó, señalando su caja de almuerzo. Por supuesto, esperaría a que le contestara para abrirla y comer, pues no querría ser maleducada —. Si… Siento que ha pasado mucho… y a-a la vez nada de tiempo. ¡Y henos aquí! ¡A-a punto de luchar en un torneo!

La kunoichi tomó un profundo respiro, esperaba poder usar aquel momento para relajarse. Mucho tiempo atrás, vería bastante extraño que se calmara tanto, o que se considerara en suficiente confianza, al estar con otra persona. Pero Kazuma era… interesante. Tan solo su presencia le hacía sentirse tranquila.
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#5
Adelante —le dijo para que no se cohibiera y comenzase a comer—. Si…, el torneo. No me imagine que estaría aquí luego de todo lo que ha pasado. Han sido tiempos extraños.

Kazuma tenía tiempo sin ver a su amiga, y notaba que algo había de diferente en ella. Se giró y la observo con atención, pues no solo era su peinado el que había cambiado, sino que también su vestimenta.

Te ves diferente —aseguro, curioso pero casual—: te queda bastante bien, pareces una princesa guerrera, ¿Ese será tu atuendo para los combates?
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#6
Ranko asintió en son de agradecimiento y destapó su bento. Dentro había un par de onigiris, varios camarones empanizados y un ikayaki, calamar frito. Acompañándolos, una buena ración de arroz al vapor con verduras. Además, una cajita más pequeña tendría una porción de salsa de anguila y, por supuesto, un par de palillos. De su mochila sacó también una botella con agua. La chica le tendió la caja a Kazuma, con los onigiri apuntándole.

¿Quieres uno?

Ya fuese que Kazuma tomase o no una pieza, Ranko comenzaría con los camarones, remojándolos levemente en la salsa. Masticó y tragó el primero.

Sí… Es… Algo inquietante —Recordó cómo Yota y Daigo habían mencionado eso. Este torneo sería diferente. Se siente co-como si… Como si fuese a suceder u-una desgracia de repente. U-un desastre natural o una pandemia… O como s-si todos los ninjas m-malvados fuesen a aparecer mañana… No sé ni cómo… No sé ni cómo sentirme.

Remojó otro camarón en la salsa y, apenas comenzando a masticar, el comentario de Kazuma la golpeó con la fuerza de un meteoro. Se atragantó y empezó a toser. Destapó su botella y bebió hasta pasar la comida. Luego, bastante sonrojada, soltó un fuerte suspiro de alivio.

A-ah… E-eh… E-es… Esto... Ahm.. G-g-gra… —Tosió un par más de veces, y recuperó la compostura por completo —. Gracias. Kazuma-san. S-sí, es… Bueno… M-mi hermana, Kuumi, ¿la recuerdas? insistió en… Está diseñando prendas de… de combate o-o… deportivas, o a-algo así, y… y quiso que… quiso que probara algunas. ¿E-en serio se ven bien? Si-siento que no van conmigo. Con Ranko.

La chica se encogió de hombros como solía hacer, y miró sus camarones antes de comer otro, y hacerlo muy lentamente, en caso de que el peliblanco volviera a atacarle con comentarios bonitos.
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#7
A-ah… E-eh… E-es… Esto... Ahm.. G-g-gra… —Tosió un par más de veces, y recuperó la compostura por completo —. Gracias. Kazuma-san. S-sí, es… Bueno… M-mi hermana, Kuumi, ¿la recuerdas? insistió en… Está diseñando prendas de… de combate o-o… deportivas, o a-algo así, y… y quiso que… quiso que probara algunas. ¿E-en serio se ven bien? Si-siento que no van conmigo. Con Ranko.

Kazuma se permitió emitir una ligera risa a labios cerrados ante la reacción de Ranko; tanta espontaneidad y timidez le resultaban refrescantes luego de días tan difíciles.

«¿Cuándo fue la última vez que me reí?», se preguntó, aun con una sonrisa.

Sí, creo que te queda bastante bien… No sé si habrá un adjetivo para ello, quizá aún no se ha inventado, pero te ves guapa y fuerte a la vez —admitió, mientras trataba de dar con alguna palabra que se ajustara a lo dicho—. Puede que majestuoso este bastante cerca de lo que trato de decir…

»Es normal sentirse extraño con un atuendo que no es de nuestra propia elección; pero piensa que este torneo es como una exhibición: seguramente el público te recordara por tu desempeño, pero necesitan de una imagen vistosa y genial con la cual relacionarte…

»Humm… “Genial”, ¡Creo que esa era la palabra que estaba buscando, Ranko-san! —dijo con energía, como si acabase de dar con la palabra faltante para dar por perfecto un poema.
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#8
"¿Guapa… y fuerte…?"

El color del rostro de Ranko recorrió toda la gama cromática del rojo. Si hubiese apretado sus palillos con un poquito más de fuerza, los habría roto. Ranko los dejó momentáneamente sobre su bento para evitar volverlos astillas. Kazuma siguió diciendo cosas bonitas sobre ella, y ella las aceptó cada una con una breve inclinación de la cabeza en agradecimiento. Sin embargo, cada elogio le hacía sentir que no lo valía. No sabía por qué.

Genial. Algo le dijo que, viniendo del peliblanco, era una palabra muy valiosa.

Gracias —dijo quedamente después de un buen rato —. Creo… C-creo que eso es a lo que temo… T-todo el mundo viéndome. E-es… Abrumador. Y esta… Esta vez no puedo pa-participar anónimamente…

Hacía referencia a la vez que había participado junto con Kazuma en aquel concurso de poesía. El libro que las recopilaba seguía en su habitación, y una página de él, un de sus obra, estaba firmada con el pseudónimo Hakuto.

Te-Temo no poder ha-hacer nada y-y… paralizarme…

Por más buena voluntad que le tuviese el espadachín, no podía evitar sentirse así. Tan poco preparada.
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#9
Te-Temo no poder ha-hacer nada y-y… paralizarme…

Creo que esa es parte del desafío a superar: la presión y la expectativa —sugirió el peliblanco—. De todas formas, no es un combate a muerte… Además, Ranko-san, mientras des lo mejor de ti haciendo lo que quieres, creo que podrás superar la vergüenza y sentirte orgullosa.

Dijo aquello y coloco su mano en el hombro de ella, demostrándole que de verdad creía en que podría con todo aquello. Y no tenía duda; pues luego de haber trabajado con ella, sabía que Ranko tenía el potencial para conseguir grandes cosas.

Pero esto no lo digo desde una posición privilegiada —repuso de pronto, haciendo un gesto dramático y caricaturesco de padecer—. Yo prefiero evitar los combates, evadir el peligro y negociar alrededor de una salida… Esa es mi camino, así se me conoce…

Levanto su mano para cubrir un poco el sol del atardecer que daba contra su cara y para pintar una especie de cuadro imaginario en aquel aire fresco.

»Ahora, imagíname allí, en una plataforma; arrojándome de cara al peligro, sin posibilidades de escapatoria, luchando apasionadamente y recordándole a mi oponente que la paz nunca fue una opción.

Puede que fuese su tono dramático, de narrador de epopeyas, pero luego de decirlo no pudo evitar reírse de lo contrario que era aquello a la imagen que tenia de sí mismo.
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#10
La kunoichi soltó una suave risa. Le daba gracia la postura de Kazuma, y cómo, curiosamente, era similar a los principios de Ranko. El poeta hablaba con tanta soltura y tranquilidad sobre el campo de batalla, y cada vez la de la trenza se ilusionaba más con verlo combatir.

Aunque Kazuma-san no… Aunque no lo crea yo ta-también prefiero… prefiero irme p-por un camino pacífico —Terminó de comer un camarón y comenzó a juguetear con el ikayaki para cortar un pedazo —. Preferiría que todos… Que todo mundo s-se llevara bien y n-no hubiese conflicto alguno… Si hay un camino de diálogo ta… también lo prefiero yo. Claro —Levantó un brazo, flexionado un poco sus bíceps mientras sonreía con timidez —, s-si eso no funciona…

Soltó una risa más. Esta vez fue una risa juguetona, más alegre.

M-me gusta el combate, pero lo veo… Lo considero u-un deporte. Creo que sería… Sería lo ideal. Creo.

Comió al fin una parte de aquel calamar asado. Estaba delicioso. Después de masticar, y beber algo de sgua, volvió a hablar.

Po-podríamos imaginar q-que… que es poesía con patadas y espadas.
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#11
Po-podríamos imaginar q-que… que es poesía con patadas y espadas.

Bueno, debo admitir que reconozco la parte de arte que tienen las artes marciales.

Si, debía admitir que dentro de él se daba la contradicción: gustaba de ver las artes marciales, aquellos movimientos estudiados y los enfrentamientos apasionados. En momentos así, la palabra violencia no figuraba en su mente; por más cruento que fuera el combate, si ambos lo deseaban estaba bien. Sin embargo, cuando el luchaba sentía miedo; miedo de resolver las cosas a través de la fuerza. Por supuesto, era consciente de que, como humano que era, como otro animal, racional pero animal al fin, tenía instintos de combate: instinto de preservación e instinto asesino.

«Pero incluso así, hay una violencia racional y otra irracional», se dijo, tratando de convencerse de que la primera de verdad era distinta a la segunda.

Ranko, san, ¿cómo sabes cuando tu deseo de lucha es demasiado? —pregunto de pronto.
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#12
La pregunta del peliblanco le dio varias vueltas a la cabeza de Ranko, y ella aprovechó para comer el resto de su calamar.

¿Demasiado? —comenzó después de tragar —. Creo… Creo que cuando la… cuando la otra persona se opone.

Recordó su segundo combate con King Rōga, y cómo la madre de Ranko lo había regañado por contenerse. Si Ranko se hubiese negado a participar contra el Amejin, Rōga habría estado atacando a la de la trenza con la intención de lastimarla. Pero eran dos espíritus de pelea, por lo que, naturalmente, ni la rendición ni los límites estaban contemplados. Pero si uno de los dos se hubiese echado atrás…

Si mis ganas de luchar superan la voluntad de… de mi contrincante de seguir peleando… O-o si que mis acciones p-podrían realmente herirlo… Creo… Creo que sería el momento de parar. Yo… Disfruto mucho del combate, p-pero no querría lastimar a nadie en serio. Ni siquiera si… si se lo mereciese.

Recordó también su encuentro con terroristas en Yachi. No había querido lastimar a aquella mujer, a pesar de sus acciones. ¿Había sido la decisión correcta? De lo que sí estaba segura era que todavía había uno de aquellos maleantes sueltos. Por su culpa.

Bebió algo de agua y luego siguió con un onigiri.
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#13
Creo que esas son las ventajas de un combate de mutuo acuerdo: el poder detener la pelea cuando alguno se encuentra incapaz de continuar.

Quizá por eso había tanta gente que disfrutaba de los combates reglamentados, porque no eran a muerte. Por supuesto, siempre estaba presente la posibilidad de un desafortunado accidente, de que ambos rivales midieran mal el ataque dirigido a su rival o que alguien sobreestimase su suerte o la defensa levantada.

Para mí siempre ha sido algo difícil de discernir, algo así: —explico, señalando a lo alto del cielo crepuscular—. Cualquiera podría decir en qué parte es de día y en cual de noche, tan simple como distinguir el naranja brillante del azul oscuro; pero, ¿quién podría decir en qué punto exacto se encuentran y separan?

Ciertamente, nadie podría decir en qué punto exacto del firmamento termina el día y comienza la noche, quizá dicho punto no exista.

En general, ese ha sido siempre mi problema: me cuesta saber cuándo es suficiente de conciliar y cuando debo usar la fuerza. No exagero si te digo que eso ha estado a punto de costarme la vida en un par de ocasiones.
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#14
La maquinaria de la mente Kazumiana era tan curiosa para Ranko. Recordaba lo poco común que era su actuar y hablar, y que era de cierta manera un punto en común gracias al problema de comunicación y socialización de Ranko.

”Como dos estantes de distintos muebles, los cuales están a la misma altura exacta. Huh. No es la mejor comparación ni la más poética…”

Bueno… A-a veces puedes preguntar. A-algo como "¿Estás bien?" o "¿Quieres seguir?" E-en especial si es un combate amistoso. Si… Si no lo es… N-no sé. Creo que dependerá de cada pelea… —Ranko terminó su onigiri, pensativa.

Tenía dos grandes interrogantes para hacerle al peliblanco. La primera era curiosidad sobre sus aptitudes de combate ¿Cómo luchaba Hanamura Kazuma? Pero fue la segunda pregunta la que salió de sus labios.

Si a Kazuma-san no le molesta contarme, ¿cómo sucedió eso? ¿C-cómo corrió ese riesgo?
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#15
Si a Kazuma-san no le molesta contarme, ¿cómo sucedió eso? ¿C-cómo corrió ese riesgo?

Claro, será interesante ver que perspectiva tiene otra persona —reconoció con una tenue sonrisa.

Se tomó unos segundos para retroceder su mente en el tiempo, buscando los recuerdos de la mentada ocasión, tratando de aprenderlos tal como eran pese a lo falible de la memoria.

En una ocasión que estaba haciendo un encargo con mi sensei —comenzó con ánimo, pues le gustaban las historias: contarlas u oírlas—, [color=slategray]nos topamos con una gran caravana atravesada en el camino. Dicha caravana pertenecía a unos comerciantes que se habían quedado accidentados. Estos comerciantes tenían una hija llamada Sora, una chica enérgica y algo contrariada por lo itinerante de los negocios de sus padres.

»Mi sensei se dedicó a ayudarles a reparar el vehículo, dándome ocasión de pasear un poco. Tenía algo de curiosidad, así que entable conversación con Sora. Antes de darme cuenta, la estaba acompañando al bosque que estaba al lado del camino. Caminamos un rato mientras me contaba que quería dedicarse a las flores (le gustaban mucho), pero que es algo que requiere estar quieto y “echar raíces”.

»Estuvimos un rato hablando; me relaje y antes de darme cuenta la perdí de vista. Cuando la encontré entre el follaje, estaba inconsciente y siendo arrastrada por un sujeto. Al verse descubierto reacciono con agresividad. Mi primera tentativa consistió en unas cuantas amenazas poco convincentes. Como era de esperarse, no funciono y probó suerte atacándome… Tuve que defenderme, de suerte que luego de un corto intercambio quedo herido.

»Luego, todo se complicó.

Se preguntó si de haber tomado otras decisiones las cosas hubiesen sido distintas, pero al poco recordó que aquella teorización era inútil: nadie sabe jamás lo que habría pasado. Esa era una de las negativas que más podían atormentar al ser humano.

En su auxilio llego una mujer (mas tozuda, si cabe), presumo que era su esposa y apoyo (realmente no tenían apariencia ni actitud de secuestradores) —reflexiono, pensando en retrospectiva—. El hecho es que no contenta con llevarse a su compañero, también quería llevarse a Sora. Lo difícil vino cuando intente mediar pues no me hizo caso. Incluso le amenace de muerte, le explique era un ninja y que no tenían posibilidad de ganar.

»Su respuesta fueron sus circunstancias: si fallaban aquel trabajo, podían darse por muertos… ¿Sabes que era lo peor? No era que yo me encontrase incapaz de matarles, sino que ellos se estaban jugando la vida por miedo: no querían estar allí secuestrando a nadie, sus rostros eran los de alguien que solo quiere irse a casa… Creo que para ellos tenía sentido, la vida de una joven desconocida por la de ambos… Estuvimos en esa tensión durante un rato, hasta que entendió que yo tampoco podía permitirme fallar, el perder a la chica.

»Luego de que se retiraran, y de luchar contra unas náuseas terribles por lo agitado del asunto, me permití sentir algo de alivio. Nadie había muerto y no se tuvo que derramar sangre innecesariamente. No pensé en lo que haría luego aquel par, quizá no quise pensar en ello.

»Al poco tiempo me encuentro en Tane-Shigai con una mujer que intenta matarme. Al principio no se él porque, pero cuando logra llevarme a un callejón sin salida me explica: no solo era una psicópata sanguinaria, sino que era quien había mandado a aquel par a secuestrar a la chica, pues sus padres comerciantes pagarían un buen rescate por ella. Se me hizo obvio que yo había frustrado sus planes y que deseaba venganza (me dije a mi mismo que podía asumir las consecuencias de mis actos), pero no esperaba que me contase como había acabado con la vida de aquel par con el que yo me había encontrado, un par al que contralaba con amenazas y miedo…

¿Tenia él algo de responsabilidad sobre aquello? No le correspondía el decirlo, pero le desagradable el pensar que para aquellos dos solo había dos opciones: caer luchando contra él, o ser asesinados por quien les había empujado a aquello. Una tercera opción, la de volver a su hogar y rogar por no ver a esa mujer nunca más, parece que siempre la desearon, pero jamás la tuvieron a su alcance.

Aun sabiendo eso, ¿sabes que fue lo que hice? —Era una de aquellas preguntas que no necesitaban respuesta, pero le era difícil no plantearla—. Trate de negociar con ella, de advertirle y de amenazarle… Me detestaba lo suficiente como para no ceder… Me defendí como pude, y en cierto momento logre distraerla, asestar un golpe y dejarla vulnerable: pude atacarla entonces, quizá tratar de huir, pero no; trate de calmarme pensando que ya había visto de lo que era capaz y que retrocedería.

»Pues no. Estaba empeñada en matarme y no volvería a cometer el error de bajar la guardia. En pocas palabras, estaba muerto… Por suerte, ella tenía su propio enemigo que vio en nuestro combate la oportunidad de fastidiarle el día. Aquel sujeto la ataco, dándome oportunidad de huir con vida, aunque con la seguridad de que las decisiones que había estado tomando me hubiesen llevado a una muerte segura.
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