Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
—Mmh... —Kiroe inspeccionaba cuidadosamente la botella de sake—. Vaya, es del bueno. Seguro que la cuenta se nos dispara un poquillo, ¿eh? —se rio, volviendo a llenar sendos vasos hasta el borde—. Qué remedio. Pero un día es un día.
Zetsuo la miró de reojo y gruñó por lo bajo mientras la mujer volvía a vaciar el chupito en su gaznate. Zetsuo hizo lo mismo, cerrando los ojos momentáneamente con una prolongada exhalación.
—Ni bebida dejas de parecerme un cardo borriquero arrugado, matasanos.
—Lo mismo podría decir de ti: sigues siendo la misma bruja piruja que siempre —gruñó el médico—. Ni siquiera el alcohol es capaz de cambiar eso. Pero tienes razón, un día es un día —agregó, alzando la mano que había dejado caída y apoyándola en su hombro con afabilidad.
Y entonces Kiroe sintió una corriente recorrer todo su cuerpo.
—Muchas gracias por invitarnos, Pastelera —Y tras dedicarle una cruel sonrisa, Zetsuo dejó el vaso sobre la barra y se levantó.
—Hora de irse, chicos.
Ajenos a lo que estaba sucediendo entre los adultos, Kōri fue el primero en levantarse y Ayame le siguió de cerca. Lástima que no podrían decir lo mismo de Kiroe. Si la pobre mujer intentaba levantarse, era más probable que terminara levantando un brazo o sacudiendo una pierna en el aire.
¤ Ranshinshō ¤ Perturbación de los Caminos del Cuerpo - Tipo: Apoyo - Rango: A - Requisitos:Iryō-Nin 60 - Gastos: 100 CK - Daños: - - Efectos adicionales: Altera la sincronización entre el cerebro y los músculos durante 3 turnos - Carga: 5 - Velocidad: Instantánea - Alcance y dimensiones: Cuerpo a cuerpo
Una técnica de extremadamente alto nivel, usada como ataque en la disciplina del Ninjutsu médico. El cuerpo humano es controlado gracias a señales eléctricas procedentes del cerebro, pero una persona a la que le hayan cortado estas conexiones será incapaz de moverse a su propia voluntad. Transformando el chakra de su cuerpo y otorgándole las propiedades de la electricidad, el usuario crea una especie de campo eléctrico. Tan pronto como consigue golpear a su adversario con la mano, el sistema nervioso del enemigo es alterado, dañando a las señales y enloqueciendo el control de su cuerpo. El cuerpo del objetivo se mueve de manera errática, totalmente distinta a aquella con la que desean moverse. Para un shinobi común, la batalla, sin ni siquiera mencionar el simple hecho de caminar, se le hará una tarea imposible de realizar. Esta técnica puede ser contraatacada por otro practicante de Ninjutsu médico que la conozca, y reestablezca la conexión entre su cerebro y sus músculos. Sin embargo, la víctima puede vencer parcialmente la técnica si se las apaña para reaprender la conexión entre el cerebro y los músculos; sin embargo, este paso no es tan fácil, y requiere de una gran concentración e inteligencia (inteligencia notable).
22/04/2020, 00:00 (Última modificación: 30/04/2020, 16:34 por Amedama Daruu. Editado 3 veces en total.)
Kiroe sintió, de pronto, como un extraño calambre le sacudió de pies a cabeza. Fue a coger el vaso, pero éste se volcó.
—Muchas gracias por invitarnos, Pastelera.
Fue a protestar, pero sólo pudo decir:
—Hjjpta. ¿Qggme...?
—Hora de irse, chicos. —Zetsuo pasó al lado de Kiroe. Kōri se levantó de la mesa y Ayame le siguió. Chiiro se levantó, pero Daruu no le dejaba pasar.
—¿Hermano...?
Kiroe había levantado una pierna súbitamente y había arrojado el taburete de Zetsuo al suelo. El tabernero estaba gritando. Ella intentó girarse pero subió un brazo y cayó al suelo de espaldas, perdiendo el equilibrio. ¿Tanto había bebido? No. Kiroe tenía un extraño rictus en el rostro. Le miraba, y balbuceaba intentando decirle algo.
Daruu activó su Byakugan. Se levantó serenamente y se acercó a su madre. El sistema circulatorio del chakra parecía actuar con normalidad, pero los músculos de los brazos y las piernas se le contraían de formas extrañas y muy rígidas. Se colocó al lado de ella, le echó a Zetsuo una mirada de puro enfado.
Y el médico sintió el golpe de una ráfaga de chakra en la nuca, no más fuerte que una colleja. El tabernero se escondió tras la barra y profirió súplicas.
—Tranquilo, no será más que un momento —dijo Daruu—. Eh, tú, capullo. Vuelve a hacerle esto a mi madre, y la tendremos.
Daruu echó una mirada a su madre. A la botella. A los dos vasos y finalmente de nuevo a Zetsuo. Apretó la mandíbula.
»Y por los dioses, ¿no os da vergüenza? —siguió—. ¡Se supone que nos habéis venido a dar una lección sobre prudencia! ¡Y aquí estáis, como siempre, gastándoos vuestros truquitos para competir por todo! ¿No se supone que vosotros deberíais ser un ejemplo?
»Vosotros estáis siendo los imprudentes ahora.
Chiiro se levantó tímidamente y tiró del kimono de Daruu.
22/04/2020, 00:24 (Última modificación: 22/04/2020, 00:24 por Aotsuki Ayame.)
Fue entonces cuando lo sintió. Un ligero golpe en la nuca, no más fuerte que lo que habría sido una colleja. La colleja de un mocoso dada a un adulto.
—Eh, tú, capullo. Vuelve a hacerle esto a mi madre, y la tendremos.
Y no podía ser otro que ese mocoso: Amedama Daruu. El shinobi más entrometido de todo Ōnindo. Zetsuo se volvió lentamente hacia él, con el brillo del acero destellando en sus iris aguamarina.
—Y por los dioses, ¿no os da vergüenza? ¡Se supone que nos habéis venido a dar una lección sobre prudencia! ¡Y aquí estáis, como siempre, gastándoos vuestros truquitos para competir por todo! ¿No se supone que vosotros deberíais ser un ejemplo? Vosotros estáis siendo los imprud...
—¡Papá!
Había sido un visto y no visto. El chico no había terminado de hablar cuando la mano del médico restalló contra la mejilla del muchacho, con una fuerza que lo mandó volando contra la mesa más cercana, partiéndola por la mitad en el proceso y estampándolos a ambos contra la pared. Los pocos clientes que quedaban huyeron despavoridos entre aullidos de terror.
Poder de Zetsuo 80, Carisma de Zetsuo 80 + 10 puntos para Intimidación.
—¡¡NO TE ATREVAS A LEVANTARME LA MANO, AMEDAMA!! ¡¡¡NUNCA!!! —bramó, y su voz reverberó por todos y cada uno de los rincones de la taberna—. ¡No le he hecho nada a tu madre! ¡Es un efecto inocuo que se le iba a pasar en tres putos minutos! ¡Un escarmiento por lo que pretendía hacer! —Porque nada escapaba a los ojos de Zetsuo, ni siquiera las maquiavélicas intenciones de una pastelera que a veces se pasaba de listilla. Zetsuo se acercó a la barra entre pesadas zancadas y estampó la palma de la mano contra la madera. Varios billetes de ryō crujieron bajo sus manos—. Aquí está. El dinero de la cena, de la estúpida apuesta, de los daños al local y de lo que cojones se os ocurra. Al menos yo hoy un hombre de honor.
Dicho aquello, se dio media vuelta y terminó por atravesar la puerta de salida, dejando a una llorosa Ayame en el umbral y a Kōri, que observaba la escena con la misma inexpresión de siempre, pero sombrío.
Destreza100 de Daruu vs Destreza 50 de Zetsuo. Percepción110 de Daruu vs Destreza 50 y Agilidad 50 de Zetsuo.
Zetsuo se plantó como el rayo de una tormenta frente a él, y como la verdadera Tormenta que era Yui, un jarro de agua fría cayó sobre Daruu, quien tragó saliva. Contra otra persona con la habilidad del padre de Ayame, podría haber realizado una llave fácilmente, tumbándolo en el suelo. Pero Zetsuo tenía una presencia abrumadora que helaba la sangre.
Y por tanto sólo consiguió mover los dos brazos para protegerse. Rozando con los dos dedos índice y corazón la muñeca del jōnin.
Sucedió algo extraño. Zetsuo esperaba golpear a Daruu con la furia de un ariete. Pero lo que resonó en aquél bar fue el sonido de un guantazo normal y corriente. Un guantazo cargado de fuerza y cargado de ira, sí, pero no con los efectos que el propio Zetsuo hubiera esperado. Aún así, Daruu estaba débil y malherido del combate contra Ayame, y cayó sin remedio hacia un lado, volcando la mesa en lugar de romperla. Lo que sí se rompió fueron los platos, las copas, una botella de agua y la lamparita que adornaba el centro. Chiiro se apartó con un chillido. Una botella de agua de cristal se partió encima de la cabeza del Hyūga, que quedó tan aturdido que fue incapaz de mediar palabra alguna más.
Chiiro se arrodilló al lado de Daruu y le zarandeó los hombros.
—¡Daruu, Daruu! ¡Hermano!
—¡¡NO TE ATREVAS A LEVANTARME LA MANO, AMEDAMA!! ¡¡¡NUNCA!!! —bramó, y su voz reverberó por todos y cada uno de los rincones de la taberna—. ¡No le he hecho nada a tu madre! ¡Es un efecto inocuo que se le iba a pasar en tres putos minutos! ¡Un escarmiento por lo que pretendía hacer! —Porque nada escapaba a los ojos de Zetsuo, ni siquiera las maquiavélicas intenciones de una pastelera que a veces se pasaba de listilla. Zetsuo se acercó a la barra entre pesadas zancadas y estampó la palma de la mano contra la madera. Varios billetes de ryō crujieron bajo sus manos—. Aquí está. El dinero de la cena, de la estúpida apuesta, de los daños al local y de lo que cojones se os ocurra. Al menos yo hoy un hombre de honor.
Dicho aquello, se dio media vuelta y terminó por atravesar la puerta de salida, dejando a una llorosa Ayame en el umbral y a Kōri, que observaba la escena con la misma inexpresión de siempre, pero sombrío.
—¡¡NO ERES UN HOMBRE DE HONOR!! —chilló una envalentonada Chiiro envuelta en el llanto. Miró a su madre adoptiva, a su hermano—. ¡¡ERES UN HOMBRE DE VIOLENCIA!! ¡Violencia! ¡Es lo que has hecho hoy aquí!
—Déjalo... Chiiro... —balbuceó Daruu—. No te metas...
—No será tan cobarde de pegarle a una niña también... ¡no será capaz! —espetó Chiiro, clavando la vista en la espalda que se alejaba.
Daruu miró a Ayame. Un hilillo de sangre le resbaló desde el cuero cabelludo.
—Sí que lo es... sí que lo ha sido.
Zetsuo se daría cuenta entonces de que algo no marchaba bien: la mano con la que había golpeado a Daruu había sufrido un extraño calambre, justo en la muñeca. Ahora la tenía dormida. ¿Habría sido la fuerza del golpe, o quizás... algo más?
Daruu le ha cerrado el Tenketsu de la muñeca con el Jūken para desactivar el Ōkasho.
—¡¡NO ERES UN HOMBRE DE HONOR!! —chilló Chiiro, entre lágrimas —. ¡¡ERES UN HOMBRE DE VIOLENCIA!! ¡Violencia! ¡Es lo que has hecho hoy aquí!
—Déjalo... Chiiro... —balbuceó Daruu—. No te metas...
—No será tan cobarde de pegarle a una niña también... ¡no será capaz!
—Sí que lo es... sí que lo ha sido —respondió el Hyūga, clavando la mirada de sus ojos en Ayame.
Pero si lo era o no, era algo que Chiiro nunca descubriría. Al menos no en aquel momento. Zetsuo no volvió tras sus pasos. Ni siquiera al escuchar los berridos de la niña, ni siquierda cuando sintió aquel extraño hormigueo en la muñeca con la que había golpeado a Daruu. Era consciente de que le había hecho algo, el golpe no había sido todo lo que había pretendido en un principio, pero decidió que había sido suficiente.
Y Ayame no le devolvía la mirada a Daruu. Cabizbaja, respiraba entrecortadamente, entre largas inspiraciones, tratando de serenarse. La mano que había apoyado en su pecho también temblaba. La opresión en su pecho era demasiado fuerte, el dolor demasiado punzante. Y las lágrimas no dejaban de correr por sus mejillas.
Aquello había sido la gota que había colmado el vaso.
—Sólo quería... una comida tranquila entre las dos familias... —balbuceó, con cierta dificultad. Su mano libre se aferró a su otro brazo, clavando las uñas en la piel—. Supongo... que era mucho pedir... —Ayame se dio media vuelta, y con la vista aún clavada en el suelo, sollozó en el umbral de la puerta—: No... no es necesario que vengáis para los próximos combates...
Desplegó sus alas de agua, y con una última sacudida se elevó hacia lo alto del cielo. Estaba harta. Harta de sufrir de aquella manera. Los últimos meses no habían sido sino una concatenación de desgracias. Una tras otra: Primero el descubrimiento de que a Kaido le habían lavado el cerebro, después un ascenso por el que nadie (aparte de cierto shinobi de Uzushiogakure por el que antaño jamás habría puesto la mano en el fuego) había celebrado con ella, discusiones, más discusiones, y ahora... eso. Su cuerpo no podía soportarlo más. Necesitaba alejarse de todo y de todos. Quizás... quizás cortar sus lazos con todos.
Kōri, el único que había quedado dentro de la taberna, lanzó un largo profundo cargado de resignación y pesar.
La taberna quedó en silencio. Ni siquiera el tabernero, que en otras condiciones estaría echándolos de allí a escobazos, se atrevía a mediar palabra. Kiroe pareció recuperar su capacidad para moverse, no sin algo de dificultad, y se levantó lentamente.
—Puto aguilucho carcamal —espetó, enfadada—. Mira lo que ha hecho.
Chiiro no pudo más. Salió corriendo y abrió la puerta de un portazo. Se dio la vuelta un momento.
—¡Y yo sólo quería tener al menos una familia! —gritó, y salió corriendo. Huyendo. Hacia ningún sitio.
—¡Chiiro!
—No sólo Zetsuo. Tú también... —balbuceó Daruu.
—¿Cómo dices...?
—¿¡A qué se supone que habéis venido!? ¿¡A joderlo todo!?
—¡Daruu, después de...!
—¡Calla! —gritó el Hyūga, mirándola con los ojos entrecerrados—. ¡Cállate! Ya habéis hecho bastante. Gracias por la comida, ya puedes irte a Amegakure y no salir de allí en todo el puto verano si hace falta, mamá. Solos... solos estábamos mejor. —Daruu apartó la mirada para evitar mirar a su madre a la cara, pero se topó con algo peor: el ramo de flores que le había comprado a Ayame, tirado en el suelo de cualquier manera.
«Menuda mierda de vida.»
Daruu formuló tres sellos y desapareció con un destello rojizo. Las aguas del Lago Partido le recibieron con un abrazo húmedo y fresco.