Ronda número uno y medio

[Uzumaki Eri]

Su técnica se encontró con una versión más potente de la misma, que devoró a la suya propia y se acercaba peligrosamente a ella, intentando evitar el impacto, cerró los brazos frente a ella, recibiendo la electricidad en su cuerpo, haciéndola temblar y chillar por sentirlos en su piel.

—¡Arg...! —exclamó, cayendo de rodillas de nuevo—. Vale, vale, Daruu, déjame descansar un poco —no quería forzarlo, así que se tiró al frío suelo para poder aliviar el dolor que sentía en todo su cuerpo tras la descarga—. Qué dolor.

Y ahí se quedó, tumbada en el suelo, mirando el cielo azul de verano, respirando con algo de dificultad.

[Amedama Daruu]

La kunoichi de Uzushio cruzó los brazos frente al torso, recibiendo el impacto del Hebi Mikazuchi de lleno. Tras un leve retroceso, cayó de rodillas. Y dio por finalizado el entrenamiento. Daruu, que estaba emocionado por el buen combate que estaba presentando Eri, esgrimió un pequeño mohín de decepción. Luego sonrió y cerró los ojos. Se acercó a la muchacha, que se había tumbado en el suelo para descansar.

El Hyūga se sentó a su lado y se tumbó también, los brazos detrás de la nuca.

—En el País de la Tormenta no se puede ver este azul en el cielo —dijo—. Oye, ¿sabes qué nombre podría tener ese Hebi Mikazuchi gigante que te he lanzado?

»Heavy Mikazuchi. ¿Lo pillas? ¿Eh, eh?

[Uzumaki Eri]

La chica trataba de recuperarse mientras el amejin decidía ir con ella para poder descansar ambos. Poco tardó en tumbarse a su lado y ella, posando sus manos detrás de la cabeza para mayor comodidad, no dejó de mirar el cielo.

—En el País de la Tormenta no se puede ver este azul en el cielo —Eri arqueó los ojos, mirando a su acompañante. Era cierto que ellos siempre tenían el cielo completamente tapado por nubarrones de lluvia incansables. Era extraño, pues para ella aquel cielo era lo más normal del mundo—. Oye, ¿sabes qué nombre podría tener ese Hebi Mikazuchi gigante que te he lanzado?

Eri entrecerró los ojos, venía un chiste, un chiste malo, lo presentía...

»Heavy Mikazuchi. ¿Lo pillas? ¿Eh, eh?

Y lo de malo que era, Eri echó a reír.

—¡PFFFF! —trató de contener la carcajada, para luego explotar—. ¡Pe-ero, Daruu! —se quejó la chica, dándole un suave puñetazo en el hombro—. Aunque tengas razón, es un chiste muuuuuuuuy malo, muy malo.

Hizo un parón.

—Pero que muy malo.

Volvió a mirar al cielo.

—Se te da bien el Raiton, me has dejado frita.

Sus chistes no eran tan buenos como los de él.

[Amedama Daruu]

Daruu se rio igualmente.

—Los chistes malos son los mejores cuando estás entre amigos. Son malos, pero si te pillan mal... —opinó—. ¡Bueno... hop! —El Hyūga se levantó de un salto—. Me parece que voy a irme a darme una buena ducha y a descansar.

»A ver con quién nos toca en la siguiente ronda.

[Uzumaki Eri]

La risa de Daruu contagió a Eri, que volvió a reír ante los chistes que habían dicho, aunque más por el de él que por el de ella. Pronto, Daruu se levantó con un hop y anunció su retirada. Ella se levantó, pero sin tantos ánimos como los suyos.

Quizá era porque el Heavy Mikazuchi había hecho mella en era.

—A ver con quién nos toca en la siguiente ronda.

—A ver qué tal —alegó ella, estirándose—. Mucha suerte en la segunda ronda, Daruu, seguro que lo haces genial —levantó su pulgar derecho—. ¡Te animaré! —Cerró ambas manos en puños y le miró, decidida. Intentaría dar lo máximo de ella en la siguiente ronda, y esperaba que él también.

[Amedama Daruu]

—A tí también. Nos animaremos mutuamente —dijo cordialmente. «A no ser que tú y Ayame coincidáis», rectificó interiormente, no obstante.

Daruu le dedicó a Eri una reverencia.

»Entonces, si no te importa, me marcho. ¡A seguir entrenando duro! —dijo, y tras formar el sello del Tigre con una mano, desapareció dejando tras de sí unos jirones de niebla clara.