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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Me odias ¿Eso es lo que tratas de decir?

Hana se sobresaltó ante las palabras de su hermanastra. ¿Odiarla?

¿¡Qué!? No, claro que no... ¿Por qué te iba a odiar? Lo que ha pasado... bu-bueno, tú estabas confundida, te acababas de despertar y todo eso. Seguro que te has confundido de persona. No sé quien pensabas que era, y-y-y no importa, es decir, puedes hacer lo que quieras con quien quieras. Pero está claro que conmigo no harías esas cosas. Tú, bueno, yo... no me he portado precisamente bien contigo, así que no creo que... — ¿de verdad estaba discutiendo el por qué Ren no querría arrinconarla contra la cama y besarla? Y no solo en los labios, sino el lote completo.

¡Cosa! Que Ren claramente no haría con ella. Todo había sido una estúpida confusión. Sin embargo, estaba tan nerviosa que no podía parar de tocarse el pelo con ambas manos mientras movía un pie de forma rítmica, casi frenética.

Porque es eso, ¿no? Ren, tú no... — se puso todavía más roja y más nerviosa, incapaz de acabar su pregunta.


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No despegó los ojos de ella, quien gesticulaba bastante con la boca y notaba como movía las manos de manera torpe bajo las sabanas. Oh si, Hana tenía toda la razón, pero lo que no sabía era en que. La morena soltó un bufido cuando hizo por fin una pausa, pero cuando finalmente acabó, comenzó a reír mientras se tapaba la boca.
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Hana miró a Ren con el ceño fruncido y las mejillas infladas. La dejó reír unos segundos antes de verbalizar su indignación. No porque le gustaba verla reír, claramente no era por eso. Finalmente, esos segundos de ventaja que le había dado le pasaron factura y acabó relajando la expresión ante la adorabilidad de Ren riéndose.

¿¡Qué!? — intentó sonar enfadada pero ya estaba medio sonriente por pura empatía con su hermanastra.


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¿¡Qué!?respondió en un intento de enfado, mientras se le esbozaba una sonrisa.

Si que es verdad que cuando te alteras, hablas mucho — dijo entre risas, apartándose alguna lagrima con la ayuda de su mano.
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Si que es verdad que cuando te alteras, hablas mucho

Pues tú cuando te alteras te quedas como las cabezas de pescado de la pescaderia. Así. — imitó la mirada abstraida que Ren había tenido durante toda la cena, con el añadido de sacar la lengua y dejar la boca abierta como un pescado muerto.


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Pues tú cuando te alteras te quedas como las cabezas de pescado de la pescaderia. Así. — hablaba demasiado cuando se ponía nerviosa, por los codos pensó Ren.

«Pero... Pase lo que pase... Tengo mucho tiempo para arreglarlo... ¿No?» pensó cercando a escasos centímetros la distancia que les separaba. Solo esperaba que hubiera algo de agua en aquella piscina.

Hablas demasiado, pero por suerte, se me ocurre una forma de callarte — dijo susurrando sobre sus propios labios, la habitación estaba en silencio, por lo que no tendría ningún problema en haberla oído, antes de que el roce de sus labios, se hiciera cada vez más intenso y seguido; hasta que finalmente, la besara cerrando los ojos con suavidad.
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Hablas demasiado, pero por suerte, se me ocurre una forma de callarte

Abrió la boca para preguntarle qué quería decir, si sabía lo que estaba diciendo o si estaba dentro de sus cabales, pero todo aquello murió en su garganta cuando Ren se acercó hasta el punto que sus labios se rozaban. El pulso se le puso por las nubes. No, Ren se había confundido, Ren no podía querer... besarla a ella. No podía ser. No...

Su hermanastra cerró la distancia que las separaba, juntando sus labios con una suavidad que no hubiese creido capaz de encontrar en ella. Hana cerró los ojos, disfrutando cada una de las sensaciones que nacía en su interior. Ren la estaba besando, a ella, conscientemente.

Buscó bajo las sabanas la cintura de Ren con sus manos para acercarla a ella, sin pensar en nada más que en tener más. Más de ella, más sensaciones.


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No se negó, ni mucho menos huyo, en su lugar Hana también se acerco buscando el calor humano. Busco la mano de Ren, y esta respondió entrelazando los dedos con dulzura mientras seguía sin separar los labios de ella.

Cuando le falto el aire, fue el único momento en el que sus labios se separaron para dar paso a un fuerte jadeo por la falta de oxígeno; algo de sudor recorría su rostro y se quedó mirandola a los ojos, separándose un poco. Deseaba que ella también diera el mismo paso, pues era tan estúpida que todavía seguía algo insegura sobre lo que Hana opinaba al respecto de todo.
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El beso no se detuvo tras entrelazar sus manos, únicamente tras unos segundos Ren apartó sus labios durante unos segundos. Los segundos que Hana tardó en volver a buscarla.

Abrió los ojos y la luz aún estaba encendida así que pudo ver el rostro enrojecido de Ren a la perfección, movió la mano que no estaba atrapada con la de su hermanastra a la nuca de la misma y le devolvió el beso. No tenía nada más en la cabeza que alargar ese instante, ese contacto que alimentaba el fuego en su interior. Necesitaba sus labios, sus latidos, el calor que emanaba de su cuerpo, esa sensación... no la había sentido nunca. Era nuevo y agradable, demasiado agradable.

De nuevo, tras unos segundos, fue ella la que se separó de Ren. Se quedó mirandola, totalmente embobada, con respiración agitada y las pupilas dilatadas. Quería volver a besarla, de hecho, no quería parar de hacerlo, pero pensó que igual la ahogada y eso era lo último que quería, al menos si no se lo pedía ella.


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Ambas se mirarían durante un largo rato, antes de que una de las dos pudiera decir algo. Fue la morena quien pareció volver a sus cabales.

D-Deberiamos dormir... M-Mañana es miércoles y todavía queda mucha semana por delante — el corazón le latía a mil por hora, y mil pensamientos le cruzaban la cabeza mientras se arqueaba hacia delante, intentando alcanzar el botón para apagar la luz.
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D-Deberiamos dormir... M-Mañana es miércoles y todavía queda mucha semana por delante

No se lo podía creer. Ahí estaba ella, como una colegiala estúpida, ardiendo en deseo por Ren a pesar de que estaba mal. A pesar de que era una mala idea, de que no iba a salir bien de ninguna de las maneras. Y ahí estaba Ren, la malota, la antisistema. Diciendo "Uy, deberíamos dormir.". ¿Y ya está?

¿En eso quedaba todo? ¿Quería hacer como que no había pasado nada? Claro, jugamos con los sentimientos de la rubia tonta y después a dormir que mañana es PUTO MIERCOLES. PUES MUY BIEN.

Después de gritar mentalmente a Ren, se dio cuenta de que su cuerpo no estaba en sintonia para nada. Sus ojos seguían clavados en ella, sus pensamientos seguían buscando la manera de convencerla para que se olvidase de la maldita semana. Era la primera vez que se dejaba llevar tanto, dos días se había ido con Ren en vez de quedarse a hacer sus deberes como presidenta. Y ahora... mañana era miercoles.

Tienes razón. — contestó secamente alcanzando el botón de la luz sin problemas y echandose en su lado de la cama dandole la espalda a su hermanastra.

Al día siguiente, Hana volvería a irse sola sin avisarla ni hacer ruido, una hora antes de cuando se levantase Ren.


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Por puro cansancio, consiguió conciliar el sueño aquella noche; pero a la mañana siguiente volvía a estar sola. ¿Sería solo casualidad lo de aquella mañana que la despertó y esperó? No, seguro que era porque tenía muchas cosas que hacer, al fin y al cabo, era la presidenta; se decía a si misma intentando convencerse, mientras pasaba la mano por unas frías arrugas en la cama.

Pero durante todo el día pareció haber estado evitándola; durante la clase la ignoró, en los descansos se negaba a dirigirle la palabra, e incluso en la hora de almuerzo, no fue capaz de encontrarla. Ren se dirigía irritada hacia el pequeño dojo de la escuela para hacer las pruebas de ingreso, pero más que un enfado, parte de este era preocupación y se le podía notar en la mirada claramente.

«Sin duda fue un error... A lo mejor solo se dejó llevar por el momento... Y ahora a ver cuanto tardo en solucionarlo; no ha sido un simple desliz... » pensaba mientras se acariciaba un mechón de su frente, hasta llegar a las puertas de su objetivo.
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Lo primero que había hecho esa mañana había sido soltarle un buen sermón a Ai, que se echó a llorar a mitad del mismo. Sin embargo, por muy inocente y credula que le pudiese parecer Hana a Ren y Ai, no era tan tonta como ambas pensaban. Siguió con su sermón hasta que Ai se dio cuenta de que las lágrimas falsa no iban a ser suficiente y echó las de verdad. Entonces se percató de cuan honda era la brecha que acababa de abrir entre ellas.

La presidenta le dejó claro que si volvía a verla cerca de Ren o si esta le decía que habían tenido contacto de cualquier tipo, ella misma la echaría del consejo y expondría lo sucedido la mañana anterior. Mientras eso no pasase, no habría consecuencias. Ai aceptó encantada. Al fin y al cabo, parecía que las hermanas no estaban en buenos términos tampoco, así que su plan no había salido TAN mal.

Así Ren sería ignorada tanto por Hana como por Ai, pero Ai era más sutil. Hana no comió en su despacho, lo hizo en la azotea, que sería su nuevo escondite ya que era la única, aparte del conserje, que tenía la llave. Pero después de clase, no le quedaba otra que ir a supervisar las pruebas de kendo. Después de dos días escaqueandose no tenía el valor para pedirle a nadie que la cubriese, otra vez.

Ahí estaba, en el dojo, a diez minutos de que empezasen las pruebas y la muy cabezahueca no aparecía. ¿Cuanto se puede tardar en ir del edificio principal al dojo? Se planteó ir a buscarla, unas diez veces, y a la undecima ya se estaba dirigiendo a la puerta. Justo cuando Ren entraba. Cambió de rumbo de inmediato, dando media vuelta y haciendo como que revisaba la pizarra donde estaban escritos lo nombres de todos los participantes y los enfrentamientos que iba a haber.

Por suerte, Tsuki no tenía problema en acercarse a Ren.

¡Eh! Novata, espabila que llegas tarde. Tienes cinco minutos para cambiarte y ponerte en el ring, empiezas tú. — le ordenó sonriente la capitana del club.


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¡Eh! Novata, espabila que llegas tarde. Tienes cinco minutos para cambiarte y ponerte en el ring, empiezas tú. — le ordenó sonriente la capitana del club.

Si si... — respondía a desgana descalzándose en la entrada. Caminó con paso lento cuando volvió de los vestuarios. Se llevaría su mano libre, pues en la otra llevaba un shinai, y torció la cabeza varias veces; haciendo que crujiera sonoramente en una ocasión. Al igual que el resto de aspirantes, llevaba un hakama de azul muy oscuro y una camisa blanca de largas mangas ancha.

Su atención no recaería sobre el ring al principio, no terminaba de estar mentalizada, pero seguía pensando que si por lo menos no era capaz de ser la mejor, seguiría siendo lo suficientemente buena como para al menos entrar. No podía apartar su mirada de Hana, quien miraba hacía otro lado. «¿Qué puedo hacer? ¿Qué debería decirle?» se preguntaba una y otra vez «¿Qué puedo hacer para arreglarlo? Si decías que no me odiabas... Parece que ya me he ocupado de que si lo hagas... » Si esta le devolvía la mirada, la desviaría en el momento, con un suave rubor.

Suspiró larga y tendidamente por un momento, mirando al frente para ponerse entonces en posición, y agarrar el mango de la espada con todos los dedos de sus manos lentamente.
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Para cuando Ren saliese, su contrincante ya estaría en su posición, en medio de la estancia principal, donde habían dejado suficiente hueco para que combatiesen y todos pudiesen verlo. Solo habría un combate a la vez, eliminatorios, claro que todo eso Ren no lo sabía. Ni siquiera había preguntado, Hana solo podía suspirar ante el desinteres de su hermana.

En el suelo estaban dibujados los dos puntos donde tenía que ponerse cada uno de los combatientes. En uno estaba Tsuki y en cuanto vio a Ren le señaló el otro con su espada de kendo.

Venga, princesa. Yo puedo seguir esperandote todo el día, pero la gente está tensa. — le anunció con voz socarrona y una sonrisa de lado.

Hana no podía hacer más que apartar la mirada ante tal espectáculo. Una cosa era aceptar que Ren no tenía sentimientos por ella y otra ver como la capitana de kendo le tiraba los trastos ante todos los participantes de las pruebas. Ella no participaba en las mismas pero siempre hacia un combate de prueba antes de las mismas para marcar territorio.

Y este año había insistido, mucho, en que fuese contra Ren. Quien parecía más fuera de sí que por el kendo. Iba a ser vergonzoso. Lo que más temía era que después eso afectase a como hiciese las pruebas y pudiese acabar fuera. Negó con la cabeza. No, ese no era su problema, ella solo estaba aquí para verificar resultados y hacer la lista de integrantes. No para ayudar a Ren y mucho menos animarla.


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