Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
27/07/2020, 21:13 (Última modificación: 27/07/2020, 21:16 por Aotsuki Ayame. Editado 2 veces en total.)
—¡Ahhh, claro! ¡Golpearte tres veces de la manera más básica posible no es justo! ¡Qué rápido te acuerdas de la justicia cuando no te estás escondiendo tras un truco barato!
—¡No son trucos baratos! —protestó Ayame, picada con el comentario de Daruu ante sus preciadas ilusiones—. ¡Para truco barato tus ojos!
Daruu dio un salto hacia atrás, saliendo del agua y acabó junto al contenedor de los churros. Ayame hizo lo mismo en el otro extremo, pero dio con una caja diferente. Una caja sumamente interesante.
«Te vas a enterar...» Pensó, maliciosa, mientras dejaba su churro a un lado y metía las manos en la caja.
Pero su oponente no se había quedado quieto y a Ayame se le pusieron los pelos de punta cuando recubrió de electricidad su propio arma.
—Eh, eh, eh, ¡eso sí que...! —protestó, asustada.
Pero Daruu no iba a utilizarlo contra ella. En su lugar, sacó un churro verde especialmente largo y lo partió limpiamente por la mitad.
—¡Ajá! Futatsu Churros! ¡Cuenta por dos puntoooos! —bramó, lanzándose contra ella para asestarle un tajo en cruz.
Pero en el último momento, cuando todo parecía perdido, Ayame sacó algo de la caja y apuntó directamente a Daruu. Era un churro bastante más pequeño que el que había estado enarbolando hasta ahora y dividido en dos secciones, una mucho más larga que la otra. Ayame agarró con una mano la sección pequeña y con otra sujetó la grande.
—¡Mizudeppo!
Y un buen chorro de agua surgió del churro cuando presionó la sección pequeña contra la grande, con todas sus fuerzas. Un chorro que fue directo a la cara de Daruu, y que Ayame aprovechó para volver a tomar su churro original y asestarle un buen golpetazo en la frente.
«¿Pero qué es eso?», se preguntó Daruu con curiosidad mientras avanzaba hacia Ayame churros en ristre.
—¡Mizudeppo!
El churro excretó un buen chorro de agua que le golpeó en toda la cara.
—¡Eh, eh, eso no cuenta como punt... ay! —Churrazo en la frente. Sin pensárselo, Daruu agitó sus dos churros para golpear a Ayame en los dos lados del costado. Y con los dientes, mordió el churro de Ayame para impedir que lo moviese, con todas sus fuerzas—. ¡EFO EF FRAMFA!
—¡Eh, eh, eso no cuenta como punt... ay! —exclamó, justo antes de recibir el churrazo en la frente.
Pero, lejos de amedrentarse, Daruu sacudió sus Futatsu Churros para golpear a Ayame en el costado y aferró su churro con los dientes.
—¡EFO EF FRAM...!
CHFFFFFFFFFFFFFFFFFFF
Pero un nuevo chorro de agua en la boca le impidió completar la frase. Aquello le haría liberar su arma, y Ayame no dudó ni un instante en golpearle tanto con el churro-espada como con el churro-pistola en el torso antes de alejarse de un salto.
No obstante, Daruu sintió el churrochorro de agua de Ayame de nuevo. Hizo algo así como blflbglblfblg justo antes de recibir dos churrazos en forma de equis en el pecho. Indignado, se alejó un salto y corrió hacia la caja donde estaban todos los churros-espada. Era el momento de poner fin a aquella churro-contienda.
—¡Te enseñaré la técnica que he estado practicando, Ayame! —bramó, totalmente consumido por la adrenalina del momento. Comenzó a tocar y a sacar todos los churros. Múltiples churros de colores que levitaron a su alrededor como un baile de letal confeti alargado churril. Daruu saltó de nuevo al agua, se balanceó concentrado sobre la superficie de la piscina y movió las manos hacia adelante—. ¡NINPŌ: MUCHOCHURRO NO JUTSU!
Los churros se pusieron en punta. Todos señalando a Ayame. Y uno a uno, como una lluvia dirigida por el viento, se lanzaron para golpearla.
- Churropoints:
15/20
– (-2)
- CK:
258/380
– (-12)
- Técnica y daño: 30 Churropoints, por 30 churros voladores. ¤ Sōshūjin(link)
Daruu, claramente irritado, saltó hacia atrás y regresó a la caja donde se guardaban el resto de churros.
—¡Te enseñaré la técnica que he estado practicando, Ayame!
Bramó. Ante la atónita y atenta mirada de la kunoichi, Daruu comenzó a sacar todos y cada uno de los churros de la caja. Y, entonces, todos comenzaron a levitar mágicamente en el aire.
—¿Pero cómo...? —balbuceó Ayame, pálida como la cera.
Daruu regresó al agua, se balanceó sobre ella y arrojó las manos hacia ella:
—¡NINPŌ: MUCHOCHURRO NO JUTSU!
Todos los churros la apuntaron peligrosamente y, de un segundo a otro, se abalanzaron contra ella al unísono. Ayame soltó sus dos armas y entrelazó las manos lo más rápido que fue capaz.
Las aguas de la piscina se alzaron súbitamente, y los churros chocaron contra un muro de agua que rodeó a Ayame en el último momento. Al otro lado del muro, Ayame cantaba. Y entonces sucedió algo muy extraño: los mismos churros que había lanzado Daruu contra ella giraron en el aire y se abalanzaron sobre un paralizado Daruu en una marabunta de colores tan esponjosos como letales.
Atónito, Daruu presenció cómo los churros que había lanzado se arremolinaban en torno a Ayame, bloqueados por un súbito muro de agua. La Sirena en la Tormenta comenzó a cantar, y las armas de gomaespuma giraron para atacarle a él. Intentó moverse, pero no podía.
«Pero qué cabrona, otro Genjutsu», supo. Cerró los ojos y aguantó los golpes. Uno tras otro, le vapulearon como un kusareño acorralado al que le han negado su octava ración de setas silvestres.
Cuando el ataque cesó, Daruu se cruzó de brazos y apartó la mirada.
—Creo que vamos a dejarlo por hoy —dijo, bufando—. Pero que sepas que eso último que has hecho no cuenta como churrogolpe. Era una ilusión. —El muchacho se adelantó y se tumbó sobre una hamaca, al lado de Kokuō-peluche.
En una inesperada vendetta los churros de colores giraron de forma antinatural en el aire y se abalanzaron sobre el Hyūga. Los golpes se sucedieron, uno tras otro, en un confuso remolino de colores que duró varios tortuosos segundos más... Antes de que todos ellos se desvanecieran como si no hubiesen sido más que un mal sueño.
En realidad, los churros seguían flotando, inertes e inofensivos, a la deriva, alrededor de Ayame. La muchacha sonreía abiertamente.
Pero Daruu no estaba tan contento. Se había cruzado de brazos, y apartó la mirada con un claro gesto malhumorado.
—Creo que vamos a dejarlo por hoy —bufó—. Pero que sepas que eso último que has hecho no cuenta como churrogolpe. Era una ilusión.
Ayame se rió en voz alta.
—Sí, sí, lo que tú digas —dijo, saliendo del agua detrás de él. Y cuando Daruu se tumbó de mala gana sobre una hamaca junto a Kokuō, se inclinó sobre él, con sus largos cabellos empapados chorreando agua fría sobre su torso—. A ti lo que te pasa es que te ha picado que te haya ganado en la pelea de churros. No-sa-bes-per-der —canturreó, con los brazos como jarras—. Pero esta es mi venganza personal por hacerme la zancadilla en el torneo!
Daruu negó con la cabeza, y también lo hizo con su dedo índice. Una sonrisa de satisfacción se ocultaba bajo el refugio de la sombrilla.
—Yo te he dado seis churrazos. Reales como la vida misma —dijo, mientras echaba los brazos por detrás de la cabeza y estiraba las piernas—. Aaah. Y tú, cariño mío, me has dado... cinco.
»Vaya, casi me ganas. Como en el torneo. —La miró y le guiñó un ojo.
17/08/2020, 20:15 (Última modificación: 17/08/2020, 20:16 por Aotsuki Ayame.)
Pero Daruu alzó el dedo índice y negó con él y con la cabeza. Una traviesa sonrisilla de satisfacción se asomó a sus labios.
—Yo te he dado seis churrazos. Reales como la vida misma —replicó, estiraba los brazos detrás de la cabeza y terminaba de acomodarse en su hamaca—. Aaah. Y tú, cariño mío, me has dado... cinco. Vaya, casi me ganas. Como en el torneo —añadió, guiñándole un ojo.
Pero Ayame no le respondió enseguida. La sonrisa se había borrado de sus labios y había agachado la cabeza con gesto sombrío. La calma que precedía a la tormenta. Y entonces comenzó a temblar. Era como el rayo que se escondía entre los nubarrones... o el vapor contenido en una tetera, a juzgar por el humillo que salía desde sus orejas.
De un momento a otro, Ayame asió el borde de la hamaca y estiró con todas sus fuerzas hacia arriba con el claro objetivo de hacerle caer al suelo de un trompazo.
—¿Suficientemente real para ti? —le preguntó, cruzándose de brazos—. ¡La fortaleza del Genjutsu es hacer creer al otro que las ilusiones son tan reales como si fuesen de verdad! ¡Así que te he dado...! —Ayame desvió la mirada momentáneamente hacia la piscina, donde flotaban inermes todos los churros que Daruu había extraído de la caja—. ¡¡Trescientos ochenta y cinco churrazos!!
Daruu volvió a tumbarse con una sonrisilla muy cabrona. Estaba a medio camino de estirarse cuando Ayame tiró de su hamaca. Cayó al suelo con un alarido.
—¡Eh, gilipollas! —Se levantó y se sacudió el polvo del costado y de las piernas—. ¡El combate ha terminado, te guste o no! ¡Y nunca me hiciste creer que eran falsos, sólo que no puedo romperlos! ¡Y eso me molesta! —Desahogándose por algo que técnicamente no tenía que ver, el Hyūga se dio la vuelta y se tiró a la piscina para nadar, procurando salpicar lo máximo posible.
—¡Eh, gilipollas! —Le increpó Daruu, levantándose de golpe y sacudiéndose el polvo del torso y de las piernas—. ¡El combate ha terminado, te guste o no! ¡Y nunca me hiciste creer que eran falsos, sólo que no puedo romperlos! ¡Y eso me molesta!
Y sin darle oportunidad a replicar, se lanzó a la piscina de nuevo y echó a nadar entre exagerados y ruidosos chapoteos. Ayame resopló y se dejó caer sobre la hamaca con gesto enfurruñado y los brazos cruzados sobre el pecho.
«¡Claro! ¡Se puede utilizar cualquier tipo de táctica! ¡Menos ilusiones porque no son "reales" y el chico se enfada! ¡Bah!»
Kokuō, al otro lado, los miró de reojo y terminó poniendo los ojos en blanco.
—Humanos... —Musitó, antes de terminar desapareciendo en una nube de humo.