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26/07/2020, 23:40
(Última modificación: 26/07/2020, 23:41 por Hōzuki Shanise. Editado 1 vez en total.)
Pero Shanise apretó su hombro. Y le hizo mirarla a los ojos. Aquellos ojos verdes. Llenos de vida. Ahora húmedos.
—Hay candidatos más fuertes. Y más listos. También hay ninjas más fuertes que yo y más listos que yo en Amegakure, y sin embargo, Yui sólo confía en mí para ser Arashikage.
»No se trata sólo de fuerza, ni de inteligencia. No se trata únicamente de resolución. Sino de confianza. Tú luchaste conmigo en la misión contra aquél loco marionetista. Tú y Mogura-kun... —Pobre Mogura—. ...me salvasteis la vida. Nos conocimos mejor en aquél viaje. Nos enfrentamos a peligros inimagibles. Tanto vosotros...
»...como Kokuō. Ahora más que nunca, debemos luchar contra monstruos muy peligrosos. Tanto con forma de bijū... como con forma humana. Son lo mismo.
»¿Podemos darnos otra oportunidad? —Shanise recordó como Ayame se transformó en el Gobi durante aquella batalla.
Lo cierto es que Kokuō también lo recordaba. Y se estaba preguntando desde aquél día por qué narices ayudó a unos humanos... aunque ya lo había olvidado, ver a Shanise le hizo recordar la batalla contra aquél animal gigantesco.
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Y Shanise apretó su hombro y la obligó a mirarla a los ojos, castaño contra verde esmeralda. Ojos húmedos, pero llenos de energía, llenos de vida. Ayame se dejó bucear en ellos y refugiarse en el color de la esperanza.
—Hay candidatos más fuertes. Y más listos. También hay ninjas más fuertes que yo y más listos que yo en Amegakure, y sin embargo, Yui sólo confía en mí para ser Arashikage. No se trata sólo de fuerza, ni de inteligencia. No se trata únicamente de resolución. Sino de confianza. Tú luchaste conmigo en la misión contra aquél loco marionetista. Tú y Mogura-kun...
«Mogura...» Ayame cerró los ojos momentáneamente para evitar que las lágrimas aflorasen a sus ojos al recordar a su viejo amigo.
—...me salvasteis la vida —continuó la nueva Arashikage—. Nos conocimos mejor en aquél viaje. Nos enfrentamos a peligros inimagibles. Tanto vosotros... como Kokuō.
Ayame se sobresaltó. Algo dentro de ella se sobresaltó. Ninguna de las dos había esperado que Kokuō entrara en la conversación.
—Ahora más que nunca, debemos luchar contra monstruos muy peligrosos. Tanto con forma de bijū... como con forma humana. Son lo mismo. ¿Podemos darnos otra oportunidad?
Kokuō se adelantó y Ayame le cedió paso. Externamente, sus cabellos se aclararon hasta volverse blancos, sus ojos se volvieron aguamarina y sus párpados inferiores se adornaron con el color de la sangre. Kokuō intercambió una silenciosa mirada con Shanise. Hubo una vez, durante aquella misión de los hilos, que había colaborado con ellos para acabar con aquel marionetista loco y su zorro gigantesco. ¿Pero por qué había hecho algo así, si por aquel entonces odiaba a todos y cada uno de los humanos? No había encontrado una respuesta a aquella pregunta, y poco a poco la había dejado aparcada a un lado. Hasta aquel día.
Después de aquel día, la última vez que Shanise y ella habían intercambiado una mirada cara a cara había sido desde el interior de la celda, antes de verse reducida y transportada al Valle de los Dojos para que volvieran a encerrarla en su sello personal.
Pero, y pese a todo, aquella mujer no era de las que peor la habían tratado en todo aquel tiempo. Puede que nunca hubiese confiado en ella, como el resto de humanos, pero nunca la había escuchado tildarla de monstruo como hacían muchos otros.
—Otra oportunidad —accedió, inclinando la cabeza en una respetuosa reverencia. Si había llegado a un acuerdo con Amekoro Yui, ¿cómo no lo iba a hacer con Shanise—. Pero no se confundan, estoy con la Señorita —Y allí estaba su carácter obstinado de siempre.
Y, dicho y hecho, Kokuō volvió a cederle el cuerpo a Ayame, que regresó a la normalidad en cuestión de segundos. Con los ojos húmedos,y a punto de echarse a llorar, la muchacha se irguió en toda su estatura y colocó el puño a la altura del corazón.
—Muchísimas gracias por confiar en mí, Shanise-senpai —dijo, con un hilo de voz—. Será... será un auténtico honor para mí trabajar para ti —añadió, inclinando el cuerpo en una profunda reverencia.
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La Arashikage se sobresaltó un poco cuando el bijū hizo acto de presencia, y el aspecto de Ayame cambió al puro blanco. Pero se forzó a no sentir miedo, y la miró a los ojos. Kokuō reconoció entonces esa segunda oportunidad. Con condiciones. Shanise se separó de Kokuō y le dedicó una pronunciada reverencia.
—Si estás con Ayame, entonces estás conmigo —sentenció, segura de sus palabras—. Es todo lo que podría necesitar de ti. Gracias.
Ayame volvió en sí enseguida. Llorosa, se levantó y se dio con el puño en el corazón.
—Muchísimas gracias por confiar en mí, Shanise-senpai —dijo, con un hilo de voz—. Será... será un auténtico honor para mí trabajar para ti —añadió, inclinando el cuerpo en una profunda reverencia.
—El mismo que es para mí recibirte siempre que quieras en este despacho, Ayame. —Shanise suspiró, y miró a Yui girando el torso—. Deberíamos dejarla sola un rato. ¿Qué te parece si nos tomamos algo por ahí y me cuentas con más tranquilidad qué ha pasado en el Valle?
»¡¡Yui!! ¡Nos vemos en casa más tarde! ¿Vale?
La Tormenta saludó con la mano, como única respuesta.
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Inesperadamente, Ayame guió a Shanise hasta una taberna: Los kunais cruzados era su nombre. Era uno de los lugares favoritos de Daruu, y en cierta manera le hacía sentir cierta familiaridad en aquellos momentos en los que añoraba y estaba tan preocupada por sus seres queridos. Aunque no pudo evitar arrugar la nariz al poner el primer pie dentro del local: seguía apestando a alcohol.
Era un local más bien pequeño, con apenas unas pocas mesas; y algo lúgubre, sólo iluminado por varias lámparas de tubo que había tras la barra. Pero al mismo tiempo era un lugar tranquilo, perfecto para hablar mientras tomaban algo. Afortunadamente, aquel día no había muchos clientes, y tras saludar a Kirishima pudieron ocupar la mesa más discreta del lugar.
—¡Cuánto tiempo sin verte, chica! —la saludó el fornido hombre rubio, alegremente, y Ayame respondió con una risilla nerviosa. No tardó en reparar en la presencia de su acompañante, y por poco se le cae la mandíbula al suelo—. Oh... oh, Shanise-san, es un placer tenerla por mi humilde taberna. ¿Y qué es de Daruu? Hace tiempo que no se pasa por aquí, ¡tienes que decirle que tenemos barriles con hidromiel listos para estrenar!
A Ayame le comenzó a palpitar una vena en la frente.
—Está... ocupado con una misión —se apresuró a mentir. Hablar sobre el torneo y lo que estaba pasando allí sólo atraería más y más preguntas incómodas que no estaba segura de si podía responder por el momento—. Pero se lo diré, gracias Kirishima.
—Entonces, ¿qué va a ser?
—Para mí un zumo de naranja.
Y Kirishima lanzó una risotada al aire.
—Claro, como no. Embotellado y fresquito, como siempre. ¿Y para usted? —agregó, refiriéndose a Shanise.
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Shanise conocía el sitio. Cualquier shinobi que se precie conocía el sitio. Era el lugar favorito de descanso de los ninjas, sobretodo de aquellos que trabajaban más dentro de la aldea que fuera, como era el caso.
— ¿Ahora me vas a llamar de usted, Kirishima? Venga, coño —resopló Shanise—. Yo sí probaré esa hidromiel, coño.
— Claro, "Shani".
— Oye, tampoco te pases, cabrón, que te rajo la garganta. —Shanise se quitó la máscara y le mostró sus dientes a Kirishima. Se la guardó en el bolsillo—. Venga, tío, que tengo sed.
Ambos rieron y Kirishima se fue tras la barra.
» Antes de que se me olvide: no le digas a nadie más lo que ha pasado hasta que no lo hagamos oficial. Y esto que te sirva de lección para el puesto que vas a ocupar. Antes de difundir las nuevas hay que decidir cómo comunicarlas con mucho cuidado. Y creo que no nos interesa que se difunda lo del cargo de Tormenta, al menos.
» Si Sekiryū quiere atentar de nuevo contra Yui, que piense que está en Palacio. Te diré lo que pienso.
Se inclinó hacia Ayame y le susurró un pequeño plan.
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Para sorpresa de Ayame, Shanise ya conocía el sitio. ¡E incluso conocía a Kirishima! Era posible que su idealización por ella no le hubiese hecho posible imaginársela en un sitio así, lleno de... alcohol.
—¿Ahora me vas a llamar de usted, Kirishima? Venga, coño. Yo sí probaré esa hidromiel, coño.
Ayame volvió a arrugar la nariz y apartó la mirada a un lado. No dijo nada, sin embargo, pero su decepción fue más que palpable.
Kirishima las abandonó tras tomar nota de los dos pedidos y desapareció tras la barra. Sólo entonces Shanise se volvió de nuevo hacia ella.
—Antes de que se me olvide: no le digas a nadie más lo que ha pasado hasta que no lo hagamos oficial. Y esto que te sirva de lección para el puesto que vas a ocupar. Antes de difundir las nuevas hay que decidir cómo comunicarlas con mucho cuidado. Y creo que no nos interesa que se difunda lo del cargo de Tormenta, al menos.
—No pensaba hacerlo por el momento —Ayame sacudió la cabeza, bajando la voz—. Créeme, sé reconocer cuándo una información es sensible de ser difundida —sonrió, con cierto nerviosismo. No en vano, como jinchūriki, ella había sido una de las personas que más secretos guardaba para sí. Con más o menos éxito, ya era otro tema aparte.
—Si Sekiryū quiere atentar de nuevo contra Yui, que piense que está en Palacio. Te diré lo que pienso.
Shanise se inclinó sobre ella y le susurró al oído. Los ojos de Ayame se fueron abriendo como platos a medida que la nueva Arashikage le contaba los detalles de aquel pequeño plan, y cuando se separó de ella tenía los labios apretados y el rostro pálido.
—Entiendo... —No le hacía demasiada gracia, pero lo entendía. La situación así lo ameritaba—. No te preocupes, nada saldrá de mis labios —añadió, en apenas un susurro—. Y me encargaré de poner barreras mentales para evitar accidentes.
Algo en lo que también era una experta, por suerte o por desgracia. Porque, hasta el momento, sólo había estado usándolas para ocultar información a los suyos...
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30/07/2020, 15:58
(Última modificación: 30/07/2020, 16:13 por Amedama Daruu. Editado 1 vez en total.)
Shanise asintió. Pareció como si se pensara mucho su siguiente intervención.
—Ayame —dijo, inclinándose hacia adelante—. Entonces... ¿qué pasó exactamente en el estadio del Torneo? Sé que ha sido duro, pero necesito saberlo. —Kirishima se acercó con el zumo y la jarra de hidromiel, y Shanise se reincorporó un momento para recibirlo, falseando una sonrisa afable—. Gracias, Kirishima.
Kirishima se dio cuenta de que aquella sonrisa era falsa, y también de que algo de extrema gravedad debía de haber ocurrido. Era experto en detectar ese tipo de cosas, al fin y al cabo, el suyo era un lugar donde los shinobi se retiraban tras largas jornadas de trabajo. Le contaban cosas. Y uno aprendía a apreciar los sutiles detalles en los rostros cuando no se las querían contar.
Tampoco es que fuera a indagar en nada. Sabía mantener la boca cerrada. Lo había hecho, durante muchos años, y aquella aldea le había dado, al fin y al cabo, una segunda oportunidad.
Era feliz así. Dedicándose a hacer a todos los demás un poco más felices, aunque fuesen unas horas de su agonizante tiempo.
«¿No debería Aotsuki Ayame estar representándonos en el torneo? ¿No debería Shanise estar sustituyendo a Yui en el despacho?»
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Shanise asintió, complacida. Pero el tenso silencio que acompañaba a la gravedad de su gesto sólo podía indicar que su mente seguía funcionando. Y que lo hacía a toda velocidad.
—Ayame —la llamó, inclinándose hacia adelante—. Entonces... ¿qué pasó exactamente en el estadio del Torneo? Sé que ha sido duro, pero necesito saberlo.
Ayame abrió la boca para responder, pero entonces llegó con las bebidas pedidas, y ambas kunoichi tuvieron que poner la mejor de sus sonrisas para recibirle. Aunque, por lo menos en el caso de Ayame, su rostro la delataba: algo no estaba bien.
—Gracias, Kirishima.
—Muchas gracias, Kirishima.
Sospechase o no al respecto, Kirishima regresó a la barra de la taberna. Y sólo cuando Ayame estuvo segura de que no iba a escucharlas, se adelantó hacia Shanise.
—Lamentablemente, no voy a poder ofrecerte mucha información. Al menos, no toda la que me gustaría —confesó en voz baja, sosteniendo el vaso entre sus manos. Entonces bajó la mirada, tratando de poner en orden sus pensamientos—. Yo estaba subiendo a las gradas después de recuperarme de mi combate. Esperaba poder ver la final entre Daruu y Datsue pero... todo se volvió patas arriba en cuestión de segundos. Todo se volvió más oscuro, como si una nube enorme acabara de tapar el sol, y comencé a escuchar gritos y lloros. Una mujer enmascarada me interceptó en las escaleras antes de que pudiera salir al exterior para ver qué ocurría y comenzó a atacarme. Ni siquiera sé quién era, no paraba de repetir que me merecía estar en el calabozo por ser un monstruo, y todas esas cosas —Sacudió una mano en el aire, restándole importancia a aquellas palabras. De alguna manera u otra, había terminado acostumbrándose a que hubiese personas que la odiaran por ser quien era—. Intenté inmovilizarla, para al menos desenmascararla, pero en el momento en el que lo conseguí... apareció Kuroyuki. La General de Kurama que me revirtió el sello... —Aclaró, por si Shanise no recordaba su nombre.
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—Dices que no paraba de repetirte que eras un monstruo —dijo Shanise, entrecerrando peligrosamente los ojos—. ¿Es posible que se tratase de una ninja de Kusagakure? ¿Enviada por Kintsugi?
»Esa mujer me pone de los nervios. En cierta manera, porque se parece a mí —sonrió, triste—. Pero a ella se le nota menos todavía lo que piensa, bajo esa máscara de mierda.
Ahora que era Arashikage, estaba en su deber saber si Kusagakure había atentado contra una de sus kunoichi. Era un detalle muy relevante, uno que no pensaba dejar pasar por alto.
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—Dices que no paraba de repetirte que eras un monstruo —inquirió Shanise, entrecerrando peligrosamente los ojos—. ¿Es posible que se tratase de una ninja de Kusagakure? ¿Enviada por Kintsugi?
—No lo creo —Ayame negó con la cabeza categóricamente—. La Morikage apareció justo antes de que llegara Kuroyuki, y no dio ninguna muestra de reconocer a la enmascarada. Ni una sola palabra, ni una orden, ni nada. Simplemente... pasó de largo.
—Esa mujer me pone de los nervios. En cierta manera, porque se parece a mí —sonrió, triste—. Pero a ella se le nota menos todavía lo que piensa, bajo esa máscara de mierda.
—¡No se parece a ti en nada! —exclamó Ayame, sin poder evitarlo. En el último momento se dio cuenta de que había alzado la voz demasiado y, ruborizada hasta las orejas, se refugió en su zumo, dándole un par de tragos largos—. Q... quiero decir...
«Tú eres mucho más guay que esa mujer. Shanise-senpai no tiene nada que envidiarle.» Completó su mente, algo que nunca llegaría a brotar de sus labios.
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Shanise se echó hacia atrás y abrió mucho los ojos. Kirishima, en la barra, dejó de limpiar un vaso.
—Está bien, Ayame, no tienes que defenderme tanto —sonrió Shanise—. Me refería a que tenemos una manera más calmada de actuar. No es como Yui. En esta aldea hay mucho bravucón. Yo también tengo mi nervio amejin, pero lo mantengo a raya, y eso me sirve para enfrentarlos. Pero contra ella... es todo un enigma.
»También me parece el tipo de persona que evitaría los problemas hasta que se acerquen a su casa. El tipo proteccionista. Más de amenazas veladas que de acciones a las bravas. No creo que te atacase ella misma. Pero no sé si detendría a una de sus kunoichi.
»Tendré unas palabras con ella, a ver si salimos de dudas. —La mujer juntó la manos e hizo chocar las yemas de los dedos, desde el meñique al pulgar, en sucesión. Había un pequeño atisbo de la Tormenta de Yui en aquellos ojos verdes en calma. Una calma peligrosa.
»¿Y decías que la misma General que te atacó la otra vez te atacó también en esta ocasión? ¿Crees que Dragón Rojo y ellos están trabajando juntos?
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— Está bien, Ayame, no tienes que defenderme tanto —sonrió Shanise, y Ayame se ruborizó hasta las orejas, abochornada. En la barra, Kirishima había dejado de limpiar el vaso que se traía entre manos, pero la muchacha no se dio cuenta de ello—. Me refería a que tenemos una manera más calmada de actuar. No es como Yui. En esta aldea hay mucho bravucón. Yo también tengo mi nervio amejin, pero lo mantengo a raya, y eso me sirve para enfrentarlos. Pero contra ella... es todo un enigma.
» También me parece el tipo de persona que evitaría los problemas hasta que se acerquen a su casa —se explicó—. El tipo proteccionista. Más de amenazas veladas que de acciones a las bravas. No creo que te atacase ella misma. Pero no sé si detendría a una de sus kunoichi.
Ayame torció el gesto y agachó la mirada. No le convencían demasiado las palabras de Shanise, y sentía que había algo que se le estaba escapando de entre los dedos. Pero no conseguía dar con la clave. Volvió a darle un sorbo a su zumo, como si eso fuera a devolverle lo que había perdido.
— Tendré unas palabras con ella, a ver si salimos de dudas —sentenció Shanise, juntando los dedos desde los meñiques hasta los pulgares, en sucesión. Y fue entonces cuando Ayame percibió una clara diferencia con Yui: los ojos de Shanise eran como un cielo oscuro y nublado, con destellos de rayos iluminando desde detrás. Yui era la rabia y la potencia de la tormenta eléctrica personificada, Shanise era la calma que precedía a dicha tormenta. Y era una calma igual de escalofriante, igual de peligrosa—. ¿Y decías que la misma General que te atacó la otra vez te atacó también en esta ocasión? ¿Crees que Dragón Rojo y ellos están trabajando juntos?
«¿Trabajando juntos?»
«¡Trabajando juntos!»
¡Esa era! ¡Esa era la pieza perdida del rompecabezas!
— ¡Esa es la cuestión! —Ayame sacudió la cabeza, como si acabara de despertar de un sueño, y volvió a bajar la voz—. Cuando Kuroyuki llegó, lo primero que hizo fue preguntarle a la enmascarada por Akame, como si ella también fuese de Dragón Rojo. Kurama había hablado con él. Por eso no creo que fuera alguien de Kusagakure, ellos jamás intercambiarían una sola palabra con Kurama: odian a los bijū a muerte. Qué intenciones tenía o por qué contactó con el Uchiha, ya no lo sé. Pero cuando la enmascarada no le respondió al respecto, simplemente... la congeló de los pies a la cabeza. Sin más. En cuestión de segundos —explicó, con un desagradable escalofrío.
Pocas cosas había en el mundo que pudieran retener al agua. Pero el hielo era claramente una de ellas.
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Shanise negó con la cabeza, más para sí misma que para Ayame. Y se llevó una mano a la cabeza, desesperada.
—Hay muchas cosas que no sabemos aquí —dijo—. Pero si estás segura de que no fue de Kusagakure, será mejor que lo deje pasar. Sin duda después de este ataque habrá una reunión de los tres Kage. Hay que evitar cualquier tensión adicional con Kintsugi, especialmente...
La mujer levantó la cabeza y la miró a los ojos. Dio un largo trago de hidromiel y estampó la jarra contra la mesa.
»Porque tú te vienes conmigo.
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—Hay muchas cosas que no sabemos aquí —dijo Shanise, negando con la cabeza—. Pero si estás segura de que no fue de Kusagakure —añadió, y Ayame negó categóricamente—, será mejor que lo deje pasar. Sin duda después de este ataque habrá una reunión de los tres Kage. Hay que evitar cualquier tensión adicional con Kintsugi, especialmente... —Shanise alzó la cabeza y Ayame se vio sacudida por la electricidad de sus ojos. La nueva Arashikage le dio un largo trago a su hidromiel pluvial y el sonido del trueno sacudió la mesa cuando estampó la jarra contra ella—. Porque tú te vienes conmigo.
—Y... ¿Yo? —balbuceó Ayame, claramente sorprendida por el giro de los acontecimientos. Y al mismo tiempo emocionada: ella, entre los Tres Grandes. Aún no había terminado de creerse que ahora era su mano derecha y que, como tal, sería lo evidente ante algo así. Pero al mismo tiempo, no podía evitar sentirse algo asustada—. Q... Quiero decir... ¿Estás segura de algo así? Kintsugi-dono no estará contenta de verme...
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Hōzuki Shanise agarró el asa de su jarra con firmeza, echó la cabeza hacia atrás y se bebió todo lo que le quedaba de hidromiel. Tras restallar la madera contra la mesa una vez más, sonrió a Ayame con esos dientes aserrados, pareciéndose más que nunca a Yui.
—Lo sé. Que le den por culo, ¡jajaja! —Se volteó—. ¡Kirishima! ¡Ponte otra, buen hombre!
—Enseguida.
—Ayame —dijo Shanise, girándose de nuevo hacia ella—. Eso sí: aunque puedes participar, recuerda que es una reunión muy importante. Si te provoca, tienes que aguantar. Es difícil. Lo sé. —Rio—. Yui no lo consiguió nunca. —Bajó la mirada, y comenzó a darle vueltas con el dedo al borde de su jarra vacía—. Es muy triste. Hubiese preferido que siguiera siendo Kage. Espero que los demás me acepten como a ella.
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