Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Lo acompañaria hasta que sus caminos se bifurcasen deteniendose un último momento para dar intercambiar un par de palabras más.
— De acuerdo, dejaré mis cosas allí y me daré una vuelta por la obra, con suerte se me ocurre algo para enfrentarme a ellos — haría un suave gesto con la mano para despedirse de él e ir al lugar señalado anteriormente.
Salvo que nadie la parase o algo llamara su atención, entraría en aquella caseta que seguramente no sería para ella sola, donde se encontraría las pertenencias de otros obreros y varias camas. Con suerte, algo indicaría cuál era la suya y no tendría que dar más vueltas dentro del edificio de las necesarias.
La caseta era extremadamente simple, pues se notaba que fue hecho para poder ser desmontaba rápidamente de ser necesario. Realmente no tenía piso siquiera, sino que eran las cuatro paredes sobre el suelo llano. Las literas también eran sencillas: Simples armazones metálicos con algunas colchonetas. Claramente era un asentamiento planeado para ser temporal.
Por el momento estaba desocupada puesto que todos estaban afuera en sus labores, pero muchos tenían algunas de sus cosas personales colgadas cerca o encima de las improvisadas camas. La única libre, era una litera al fondo que de paso no tenía colchón en la zona superior.
Si pasaba el resto de la tarde ahí, no habría mayor movimiento. No sería sino hasta el atardecer cuando el sol empezaba a ocultarse que los trabajadores entraron de nuevo a sus aposentos. Lucían cansados, sudados, pero de algún modo felices. Algunos balbuceaban de que sería pronto la hora de la cena, y sería en esos momentos cuando Lyndis sentiría que la tripa le rugía.
Tras localizar una litera, carente de una de las camas, y que parecía no haber sido tocada tal vez desde que se instaló, dejaría su mochila encima. Se sentaría en ella, dándole vueltas a como se iba a enfrentar a aquellos bandidos. Si armaba suficiente jaleo y vapuleaba a un buen par sin mucha complicación, tal vez los amedrentaría lo suficiente como para rechazarlos. O tal vez el resto de los trabajadores saldrían a ayudarla al ser advertidos por el ruido.
Pasara lo que pasara, decidió descansar un rato en el interior despertándose un par de horas antes de que se marchara el sol. Pero se limitaría a observar las obras, sentada en un montón de grandes trozos de madera cortados en forma rectangular. Finalmente los operarios parecían haber terminado la faena por hoy, y tanto estos como la propia Lyndis sintieron la llamada en sus estómagos del tercer jinete, Hambre.
Saludó y dio algunos ánimos a algunos de los que pasaron por su lado, quienes lo agradecieron con una misma sonrisa de vuelta; pero ella esperaría al capataz de la obra, para poder preguntarle si no era lo suficientemente tarde como para poder cenar ella también, o si iba siendo el momento de que ella comenzará las rondas de vigilancia.
6/04/2021, 06:16 (Última modificación: 6/04/2021, 06:23 por Akamatsu Nao. Editado 1 vez en total.)
El jefe de obras regresaba caminando con unos amigos, platicando tras el final de la jornada. Sin embargo en el camino se topó con la kunoichi.
—Anda, ¿necesitas algo? — Diría alegre, aunque la tripa rugiente de la joven shinobi le hizo parpadear por unos momentos antes volver a pasar a carcajearse mientras se sostenía su propia barriga. —Ay, no digas nada, no digas nada — Se limpió la lágrima mientras trataba se serenarse. —Culpa mía no decirte a que hora tocaba la cena acá. Pero bueno, tú pasa cuando puedas con los chicos. Eres bienvenida siempre y cuando no te importa pelearte por un asiento con un grupo de sudorosos obreros — Volvió a reír. —Bah, es mentira. No debes pelear, son chicos muy tranquilos y amables. Tpu busca asiento y ahí puedes quedarte... ¿Alguna otra cosilla? — Alzó la ceja.
»Lastimosamente, la jornada no se ha acabado para mí, por lo que yo aún me quedaré despierto hasta la media noche. Cualquier cosa a mí me puedes consultar en mi caseta. Sólo toca antes que no quiero sustitos innecesarios.
— Si bueno... Tan solo me preguntaba si yo también podía ir a cenar algo antes de empezar con la patrulla nocturna — respondió ruborizándose levemente ante el ruido de su estómago.
El hambre no era algo de lo que ella se sintiera avergonzada, tras aquellos largos años que pasaron viviendo de la caridad y poco más tuvo que perder un poco la vergüenza cuando acompañaba a su madre a recoger los restos a última hora de verdulerías, carnicerías o pescaderías. Hambre era tan solo una de las muchas desgracias que podía traer una guerra, algo por lo que nadie debería pasar jamas en su vida, sintiendo como su propio cuerpo consumía las pocas reservas y nutrientes que tenía.
— En cuanto acabe, o me diga en concreto, me pondré de patrulla. He dormido algo así que dudo que tenga sueño hasta pasada la mañana — añadió finalmente bajando de las vigas de madera en las que había estado sentada y/o durmiendo a lo largo de la tarde la mayor parte del tiempo.
—Yo no tengo mucho que decirte o ordenarte. Te he contratado, pero la que ha de saber como lidiar con los maleantes eres tú. Ya hemos intentando antes plantarles cara nosotros y no ha salido para nada bien, por lo que en mí no confíes mucho para las decisiones — Se rascó la nuca. —Pero anda, ve tú a pedir sitio y se te hará — Le dió unas palmadas en el hombro para luego irse a su propia caseta.
Cerca de ahí habían improvisado una zona para comer con una gran mesa y bancos de madera alargados plegables. Los trabajadores tomaron asiento mientras el aroma de la comida se sentía en el aire, oliendo a reconocible carne guisada.
Un muchacho mucho más delgado que la mayoría de hombres iba llevando platos a cada uno de los que estaban sentados, siendo que el joven se encargaba de servir las porciones exactamente iguales. Ni una gota más, ni una menos.
Si la kunoichi deseaba espacio, los bordes de la gran banca parecían de alguna manera desocupados para que ella cupiera. No eran demasiados trabajadores, pero entre lo robustos que eran si que ocupaban algo de espacio.
— Está bien, está bien, no tiene por qué preocuparse de eso — respondió intentando tranquilizar un poco a Kōno. — Su trabajo y el de sus chicos era al fin y al cabo arreglar el puente, no lidiar con una panda de bandidos que se dedicaran a bandalizar este sitio. Al fin y al cabo, si yo tuviera problemas de carpintería o similar llamaría a un especialista como ustedes ¿no? Pues al caso viene a ser lo mismo. Usted y sus chicos han hecho su trabajo, y ahora me toca a mi hacer el mio y ayudar en lo que pueda — se señaló así misma. — Con su permiso, comeré algo con sus trabajadores y después me pondré a vigilar. Supongo que si vapuleo a un buen par de ellos, el resto saldran con el rabo entre las piernas, y más si acabamos haciendo ruido y eso despierta a varios obreros malhumorados a los que han interrumpido su merecidísimo descanso.
Tras conversar con él, se acercaría a la zona donde se disponían a comer los operarios, en una larga mesa con bancos y se sentaría en uno de los extremos donde parecía haber un hueco libre. Con suerte sería para ella, y si no, no le importaría levantarse para devolver el asiento al propietario.
---- ¡Sirveme a mi también un plato cuando puedas! — dijo energicamente alzando una mano, para después apoyar esa misma con el codo, sobre el hombro del que tuviera a la derecha. — Debéis de estar agotados ¿habeis reparado muchas veces el puente por los destrozos de esa gentuza? — añadió con un gesto de curiosidad en la cara.
—¡Una orden para la señorita kunoichi en camino!— Dijo el muchacho mientras salía corriendo con su bandeja hasta donde tenía las ollas.
Los hombres que ya tenían un plato delante no perdían el tiempo y devoraban con ansias la cena tras la dura ronda de trabajo.
El jornalero al que se dirigió Lyundis no respondiendo al instante, sino que masticó con vehemencia, tragó su comida, aunque se atragantó en el proceso y se vio forzado a tomar un vaso de agua y golpearse el pecho para liberar su garganta antes de mirarla y sonreír.
—¡HAHAHAHA! ¡Hace falta más que un par de sabotajes para detenernos!— Rió, aunque luego la sonrisa bajó. —Pero tienes razón en que es agotador... No se trata de la cantidad, sino de la magnitud del daño — Volvió a dar un buen bocado a su comida y tragar antes de continuar. —Realmente sólo han sido unas dos veces, pero usaron cajas de dinamita que literalmente arruinaron el trabajo de una semana en menos de un minuto. Además, a veces han saqueado materiales.... No veo porqué se esfuerzan tanto en que este puente no sea reparado, no veo porqué tanta maldad. ¿Qué sacan de esto? El jefe dice que es porque quieren seguir sembrando el caos atacando a los pequeños mercaderes, pero yo siento que no vale tanto la pena incluso para unos maleantes de poca monta.
Entre tanto, el muchacho llegó rápidamente, dejando una ración enfrente de la chica.
— Muchas gracias — afirmó extendiendo las manos para recibir su ración correspondiente con una sonrisa de afilados dientes, para después volver a prestar atención a aquel trabajador — Eso mismo pienso yo ¿no es como demasiado esfuerzo? Si además retoman este camino de vuelta, para ellos sería más fácil asaltar a la gente — dio un par de bocados, antes de reclinarse hacia atras en su silla, y volver a hablar con la boca todavía con comida en ella. — Shi yo fuera uno de eshos bandidosh, phediroa un pheaje por dejar pashar a la gente.
Acentuó la palabra peaje gesticulando con ambas manos como si hiciera unas comillas con los dedos indice y corazón de ambas, mientras sostenía en una de sus manos un tenedor.
—¡Mejor enfoca esa creatividad tuya en como deshacerte de ellos! ¿eh? — Le apuntó con un hueso antes de metérselo a la boca y chuparle todo el sabor.
Los hombres comían a toda velocidad, pero aún así parecían disfrutarla. Cuando se acostumbraban a los horarios limitados todo salía perfecto y en tiempo, incluída la cena.
—No podemos ni descuidarnos mientras dormimos. Hoy que te tenemos aquí será la primera vez que podamos descansar sin tener que mandar algún patrullero, a cuanta de que arriesgarse y dar alarma si ve a los maleantes. Que debo decir, el último no salió nada bien parado y hasta el día de hoy no ha vuelto a trabajar con nosotros — Terminó de beberse toda su ración.
—Joder y uno que se queda con hambre, pero bueno... La ración debe se justa y equitativa para todos — Se levantó de la mesa e hizo un agradecimiento con las manos. —¡Provecho! ¡Shinobi-san!
— Bueno, intentaré hacer el menor escándalo posible mientras le rompo los dientes a esa gentuza. Pero no prometo nada — añadió con una risotada para posteriormente despedirse con una mano ladeandola sin alzarla mucho.
Tras acabar, agradecería al cocinero que seguramente habría sido el último en sentarse a comer, e imitaría aquel hombre o bien dejandolo sobre la mesa, o bien llevándolo con el resto de platos sucios a una mesa. Caminaría un poco de un lado a otro, con las manos en los bolsillos pensando en que hacer.
Tal vez debiera de esconderse y asaltarlos con la sorpresa, o en su defecto que tuviera algo de altura para caer con todo el peso de la justicia. Pero había demasiadas cosas de por medio y no tendrían demasiadas cosas apiladas más allá de un par de metros, y subirse a unos árboles alejados del lugar supondría una perdida de tiempo que tal vez fuera crucial.
Decidiría entonces buscar un lugar medianamente como en el que situarse, seguramente entre varias cajas, sentándose en una que sobresaldría por ser más grande que la que tenía encima. Ahora, solo cabía esperar.
La noche transcurrió. Hubo un poco de bullicio en las casetas, hasta que las luces de las lámparas se fueron apagando una por una hasta que la única visible era la del dueño de la obra, quién ya había avisado que iba a trasnochar por trabajo extra que mencionó. Por su lado el puente estaba en silencio, siendo que el fuerte viendo era lo único que interrumpía la tranquilidad de la noche.
Hubo un ruido entre algunos materiales, algunas tablas cayeron, pero al asomarse, lo único que encontraría sería un regordete mapache que husmeaba por la zona, probablemente atraído por el aroma de las sobras. El pequeño ladronzuelo seguía a su bola, caminando y buscando las bolsas de desperdicios.
Unos ruidos cercanos la alertaron, por lo que se recolocaría ligeramente, apoyandose en las cajas con el objetivo de observar quien o que lo estaba produciendo. Tan solo era un mapache. Posiblemente intercambiarían una mirada ambos, aunque Lyndis no se molestaría en darle más importancia. Suspiraría por haberla puesto en tensión, y volvería a sentarse, alzando la mirada al cielo nocturno.
Acercaría los dedos hasta un poco más arriba de sus mejillas, acariciando la zona más oscura de su rostro. ¿Tanto se parecía a un mapache? O por lo menos a los Tanukis. Tenía la piel bastante bronceada, por lo que el color podía asemejarse un poco a ellos, y tenía aquella extraña marca de nacimiento que parecía haber sido producida por una densa humareda de un tubo de escape o un oscuro aceite de motor que necesitaba ser cambiado desde hace bastante tiempo.
Tampoco es que le disgustasen aquellos animalitos por lo que no le enfadaba la comparación. Hasta tenía un pequeño abalorio que le había hecho su padre de felpa que colgaba de uno de los cordones de su macuto.
El pequeño animal siguió su camino, ignorando a la kunoichi en su búsqueda por las sobras.
Entre tanto, mientras ella aguardaba entre los materiales de construcción apilados, escucharía el ruido de varios pasos que iban a gran velocidad pero a su vez intentaban no llamar la atención. Esto último, de manera infructuosa, pues Lyndis podría percatarse de que estos venían irónicamente, desde el otro lado del puente que tanto buscaban destruir.
Era un grupo grande, de al menos ocho personas, y se detuvieron en el último tramo construido.
Si se asomaba a ver, notaría que estaban amarrando algunas cuerdas como si fuera un arnés, y una persona rápidamente bajó con ayuda de estas cuerdas a por debajo del puente mientras cargaba algo en brazos. ¿De que se trataba esto? Estaban coordinados y actuaban rápidamente, como si lo hubieran hecho varias veces antes. Era difícil distinguir sus ropas y caras debido a la oscuridad y a la falta de luna esa noche.
Un ruido que fue seguido y sin detenerse, como varias palomitas estallando dentro de una cacerola llamaron de nuevo su atención. Lyndis se irguió de nuevo pero esta vez decidió mirar por encima de las cajas en las que estaba oculta, pudiendo distinguir a un grupo de varias personas con la poca luz que podían producir las estrellas.
Era una respetada multitud si de verdad sabían combatir, por lo que no le habría ido mal la ayuda alguien si se decidia combatir. Sin duda buscaban problemas, y podrían si tuviera uno, podría haber escuchado su lema. Algo así como proteger al mundo de la destrucción, unir a todos los pueblos. Oh si, y denunciar a los enemigos de la verdad, y porque no también del amor. Extendiendo su poder más allá del espacio. Desde luego sonaba bastante guay.
Caminó con paso tranquilo hasta ellos evitando hacer todo el ruido posible, mientras una corriente eléctrica recorrería sus brazos saltando pequeñas chispas.
— ¿Necesitais ayuda? Vuestro compañero parece bastante pesado — dijo deteniéndose al lado del más alejado del grupo.
Si mostraba algún gesto de agresividad hacia ella, reaccionaria soltándole un puñetazo directo en la cara.
- PV:
200/200
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- CK:
174/180
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-6
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- Daño provocado: Como reacción ante un ataque: 22 PV
- Acciones ocultas:
Bandana ninja de Kusagakure (Brazo derecho, protege de 7 PV)
Portaobjetos básico (0/10) (Lateral derecho)
¤ Shinobi Kumite - Requisitos:Taijutsu 10
En todas las academias ninja enseñan el arte de la lucha ninja, o Shinobi Kumite. Esta práctica otorga la posibilidad de ejecutar los siguientes movimientos básicos de taijutsu:
Gracias al hecho de que el cuerpo humano está en su inmensa mayoría compuesta por líquidos, el usuario de la técnica es capaz de provocar una fuerte y continua corriente eléctrica por las extremidades de su cuerpo, potenciando así los golpes de su taijutsu básico mediante descargas eléctricas.
El usuario solo puede utilizar esta técnica en el tren superior o inferior de su cuerpo y debe mencionar al ejecutar la técnica en cuál se utiliza; pero un mayor control y capacidad sobre el elemento rayo, puede permitir usarlo en ambas a la vez. Por cada golpe, para mantener activo el flujo de chakra, el usuario debe volver a pagar el coste.
"Un rayo puede no caer dos veces en un mismo lugar, pero yo puedo cruzarte la cara dos veces en el mismo sitio"