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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#16
—¿Eres tú el dueño de esta casa?

La trémula voz de la kunoichi de Uzushiogakure resonó junto a Ayame, sobresaltándola de nuevo. Inevitablemente, había vuelto a olvidar que no estaba sola en aquella casa.

En respuesta, el misterioso hombre se inclinó hasta que sus ojos apagados quedaron a la misma altura que la aterrorizada mirada de Ayame. Estiró sus brazos, y ella no pudo evitar encogerse sobre sí misma al esperar cualquier tipo de daño. En su lugar, los largos dedos del hombre removieron sus cabellos de una manera que se le antojó repentinamente familiar... Fraternal. Tras aquello, el hombre cerró los ojos con un pesado suspiro, antes de encaminarse de nuevo hacia las escaleras.

—Mi nombre es Katachi Kinma/color] —se excusó—. [color=darkorange]Esta casa tiene una larga historia, pero si nos quedamos aquí es posible que no pueda contárosla. Él es muy poderoso y muy maligno. Seguidme, os lo explicaré por el camino.

—¿Él? —intervino Ayame, pero antes de que pudiera obtener una respuesta, Kinma comenzó a subir la escalinata.

En aquella situación, aterrada, desesperada de ayuda y necesitada de conocer la verdad; ni siquiera pudo pensar en el hecho de que desde el exterior de la mansión no había visto ningún piso superior. Ni siquiera recordó aquel hecho. Como una polilla siguiendo una fuente de luz, apenas le dirigió una breve mirada a su compañera antes de seguir los pasos de Kinma, que proseguía con su relato:

—Esta morada está maldita —toqueteó la madera de la barandilla con sus largos dedos, como si fuera una suerte de piano. Tenía las uñas sucias y descuidadas—. Un ser de extraordinaria maldad habita ahora. Y también estoy yo. Procedo de un antiguo clan de monjes. Sellé a ese monstruo y me sellé con él. Si no fuera así ya estaríais muertas. O algo mucho peor. Lo que ese enfermo le haría a muchachitas jóvenes y atractivas como vosotros sería... Horrible.

Algo en la sonrisa que les dirigió cuando se giró hacia ellas le puso la carne de gallina a Ayame. Se ruborizó ligeramente, no acostumbrada a recibir halagos. Pero al asimilar sus palabras su corazón dio un vuelco.

—¿Ese monstruo es el que está en el sótano? ¿Qué tipo de monstruo es?

«¿Podría ser...?»
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—Habitación de Ayame: Link

No respondo dudas por MP.
#17
El primer acto reflejo de Eri al notar como el desconocido sonreía y se agachaba para quedarse a la altura de ambas kunoichi - o mejor dicho, a la altura de la joven de Ame, porque si se ponía a la altura de Eri tendría que agacharse un par de centímetros más -; fue de dar un paso hacia detrás, un tanto indecisa ya que no podía descifrar lo que aquel hombre pensaba, pero no recibió un golpe o algo que podría ser peor y que por ende no quiso ni imaginar, sino que sus mano revolvió el pelo de la pequeña huérfana como nadie antes lo había hecho. Una vez terminó con su cometido, le vio levantarse y caminar hacia las escaleras, tiempo que la peliazul aprovechó para fruncir el ceño ante lo difícil que se le hacía explicar los sentimientos que le habían creado ese acto.

Mi nombre es Katachi Kinma —se excusó—. Esta casa tiene una larga historia, pero si nos quedamos aquí es posible que no pueda contárosla. Él es muy poderoso y muy maligno. Seguidme, os lo explicaré por el camino.

Tras escuchar el pequeño discurso del intruso, Eri escuchó a su aterrada compañera preguntar sobre él, ¿Sería el ser que les había llamado desde el sótano y que ella -o mejor dicho, su propio cuerpo - no había dudado en seguir cuando él mismo se lo pidió? Un terrorífico pensamiento cruzó su mente haciendo que cerrase los ojos con fuerza y se abrazase como si sintiese que si no se sujetaba volvería a salir corriendo hacia el sótano. Así, sopesó lo que había pensado antes, ¿ángel o demonio?, y si tenía que elegir, prefería subir antes que caer. Así que, aun con escalofríos en el cuerpo, avanzó con cautela detrás del hombre de nombre Kinma esperanzada de que las ayudase como había prometido a salir de esa casa embrujada, pero no pudo divagar más tiempo ya que el hombre, nada más avanzar un escalón, comenzó a relatar la historia que ocultaba aquel espantoso lugar.

Esta morada está maldita —Toqueteó la madera de la barandilla con sus largos dedos como si fuera una suerte de piano. Tenía las uñas sucias y descuidadas—. Un ser de extraordinaria maldad habita ahora. Y también estoy yo. Procedo de un antiguo clan de monjes.

»Sellé a ese monstruo y me sellé con él. Si no fuera así ya estaríais muertas. O algo mucho peor. Lo que ese enfermo le haría a muchachitas jóvenes y atractivas como vosotros sería... Horrible.


La kunoichi de Uzushiogakure volvió a fruncir el ceño ante la sonrisa del hombre que por momentos seguía sin parecerle el ángel que creyó en un principio. ¿Qué es más horrible que la muerte? ¿Acaso él ya había experimentado lo que era morir? Quizá tal y como había explicado sellarse con un monstruo era incluso peor que dejar el mundo de los vivos, pero ella no tenía ni la más mínima idea de lo que el hombre intentaba hacerlas ver por medio de sus terroríficas palabras.

¿Ese monstruo es el que está en el sótano? ¿Qué tipo de monstruo es?

Oyó a la joven portadora de aquellos ojos avellana difíciles de ver aún con la tenue luz de la casa, ¿qué tipo de monstruo sería? ¿Sería tan horrible como aquellos monstruos de colas de los que había escuchado? Sin dudarlo un instante su cuerpo sintió un escalofrío de nuevo recorrer toda su espalda, y se atrevió a prengutar:

-¿Es... Es él quién nos ha llamado a este lugar? - Porque sabía que nadie en su sano juicio entraría en esa casa, y algo fue quien las hizo venir a contra de sus voluntades. O eso pensaba ella.
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—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
#18
El extraño inquilino de cabellos de calabaza continuó el ascenso sin dejar de prestar atención en ningún momento a las palabras de las kunoichis.

¿Ese monstruo es el que está en el sótano? ¿Qué tipo de monstruo es? —preguntó la de cabellos azabache.

De los peores monstruos que existen, querida —dijo sarcásticamente Kinma—. Tienen dos patas, parecen como tú y como yo, pero cuando llega la noche se dedican a practicar juegos sucios con niñas inocentes, colchones, suelos de piedra y cuchillos muy afilados.

Llegaron a un pasillo, un pasillo muy largo con puertas de madera a ambos lados y tétricas antorchas colgadas en paralelo hasta una puerta de hierro, allá al final del todo del corredor. Kinma se detuvo frente a la primera puerta de roble, la abrió, echó un vistazo dentro, negó con la cabeza, y siguió tras cerrarla de nuevo.

¿Es... Es él quién nos ha llamado a este lugar? —preguntó la otra chica.

—contestó el monje, quedamente—. Su influjo sobre el poder original del sello de esta casa es muy grande. Creada para seducirlo y atraparlo, ahora, en esta época del año en su estado más débil, es aprovechada por sus artes malignas.
[Imagen: K02XwLh.png]

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#19
—De los peores monstruos que existen, querida —dijo Kinma—. Tienen dos patas, parecen como tú y como yo, pero cuando llega la noche se dedican a practicar juegos sucios con niñas inocentes, colchones, suelos de piedra y cuchillos muy afilados.

«Entonces no es el tipo de monstruo que yo sospechaba... Sino algo mucho peor... Pensó Ayame, con un escalofrío. Por las palabras de Kinma, deducía que había otra persona en la casa. Una monstruo con forma de persona que le gustaban las chicas jóvenes para...

No quería pensar siquiera en eso...

Al terminar las escaleras, los tres se vieron en un pasillo inmensamente largo con puertas de madera a ambos lados. La única iluminación existente la daban unas tétricas antorchas que parecía que se iban a extinguir en cualquier momento. Al fondo, una puerta de hierro aguardaba férrea. Kinma se había detenido frente a la primera puerta, pero tras abrirla, echar una breve ojeada y negar con la cabeza, volvió a cerrarla antes de proseguir su camino.

Pero Ayame se había parado junto a la puerta, mirándola fijamente. Le llegó la voz de la joven de Uzushiogakure algo más adelante:

—¿Es... Es él quién nos ha llamado a este lugar?

Ayame ladeó la cabeza hacia su compañera con un nuevo escalofrío recorriendo su espina dorsal. Si algo le aterraba verdaderamente de aquella casa era el hecho de que parecía manejar sus voluntades sin que ellas fueran siquiera conscientes de ello.

—Sí —contestó el monje, quedamente—. Su influjo sobre el poder original del sello de esta casa es muy grande. Creada para seducirlo y atraparlo, ahora, en esta época del año en su estado más débil, es aprovechada por sus artes malignas.

«¿Su influjo sobre el poder del sello...?» Ahora sí que se había perdido. No entendía nada de Fuuinjutsu. Jamás lo había hecho.

Pero había algo que no había dejado de llamar a su curiosidad desde hacía rato. Inconscientemente, alzó la mano.

—¿Qué hay tras esta puerta, Kinma-san? —preguntó, con la mano prácticamente apoyada en el picaporte...
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#20
El desconocido no cesó de subir las escaleras, ni dejaron de seguirle en ningún momento ambas kunoichi de procedencias diferentes. Eri terminó con una curiosidad importante sobre las palabras del hombre que en ese mismo instante respondía la pregunta de la chica de Amegakure.

De los peores monstruos que existen, querida —dijo sarcásticamente Kinma—. Tienen dos patas, parecen como tú y como yo, pero cuando llega la noche se dedican a practicar juegos sucios con niñas inocentes, colchones, suelos de piedra y cuchillos muy afilados.

''¿Pero qué clase de monstruo tiene dos patas y por las noches juega con niñas inocentes, colchones, piedras y cuchillos?'' Sin lugar a dudas, la joven de cabellos azulados no quería encontrarse con el ser tan extraño, ya sea hombre o monstruo; que moraba los pisos inferiores de aquel lugar con intenciones no muy buenas. Echó la vista hacia atrás ya que ya no se fiaba ni si quiera de su propia sombra que a duras penas era proyectada por la luz de las antorchas que adornaban las paredes mientras que su corazón latía con más fuerza hasta que descubrió que nadie más estaba con ellas.

Suspiró y volvió a girar su cabeza hacia delante.

Llegaron al piso superior justo cuando subieron el último escalón, encontrándose con un pasillo con puertas de madera a ambos lados. La iluminación seguía siendo producida por las antorchas que se encontraban en las paredes, y que Eri seguía sin entender como éstas no quemaban toda la casa ya que tenía más partes de madera que de otra cosa, pero bueno, lógica a parte. Al fondo y casi invisible, se hallaba una puerta de un material bastante resistente. El desconocido paró y abrió la primera puerta, sin embargo la cerró instantes después, antes de contestar a la pregunta que le había hecho antes.

—contestó el monje, quedamente—. Su influjo sobre el poder original del sello de esta casa es muy grande. Creada para seducirlo y atraparlo, ahora, en esta época del año en su estado más débil, es aprovechada por sus artes malignas.

-¿Cómo puede ser que sea capaz de utilizar el propio sello que lo inutiliza para su propio beneficio? - Preguntó, confusa. Se hallaba muy perdida tras las explicaciones del hombre y sus misterios junto al monstruo y a la casa. Sin embargo, la otra chica que allí se encontraba se había acercado a la puerta que momentos antes había sido cerrada por Kinma, y ésta también volvió a realizar una pregunta.

¿Qué hay tras esta puerta, Kinma-san?

No se había parado a pensar por qué había cerrado la puerta una vez ya abierta, pero... Era cierto, ¿que escondía allí dentro?
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#21
Kinma se dio la vuelta y observó como Ayame estaba acercando la mano al picaporte de la puerta por la que acababa de otear. Su voz sonó extremadamente autoritaria y severa cuando pronunció la frase:

Quita la mano de ahí, niña.

¿Cómo puede ser que sea capaz de utilizar el propio sello que lo inutiliza para su propio beneficio? —preguntó la muchacha del pelo azul.

Cuando dos oponentes del Fuuinjutsu rivalizan en poder, suceden esas cosas. No soy capaz de reformar el sello, sólo contenerlo para que no se rompa del todo. —Kinma se acercó un paso hacia Ayame. Estaba lo suficientemente cerca para impedir que la muchacha entrara a la habitación si de pronto sufría un impulso inevitable de curiosidad.

¿Qué hay tras esta puerta, Kinma-san? —preguntó entonces la chica.

Si te lo digo, ¿la dejarás tranquila? —Suspiró—. La última vez, el sello se fracturó por ahí. Reparé la zona, pero de vez en cuando la reviso para que ese cabrón no tome control de nuevo. Ten cuidado, no entres ahí. Sigamos.

Kinma se dio la vuelta y prosiguió su viaje por el pasillo. Cuando estaban a medio camino de llegar al final, sintieron una fuerza que casi las hace caer de espaldas. Un destello blanco y...

Las muchachas estaban allí, pero el mundo a su alrededor no lo estaba. O lo estaba, pero mucho más... ¿Azul? Todo había tomado una textura rugosa y un color etéreo, y no se movía. Ni siquiera Kinma, que se había quedado a camino entre un paso y otro.

Entonces volvieron a escuchar la voz del sótano. Pero ahora tenía un tono mucho más calmado, como si antes hubiera estado distorsionada por algún tipo de altavoz.

Es una trampa. Venid al sótano. Liberad el sello. Es él. Tened cuidado. Intenta escapar.

El mundo volvió a ser el que era antes, y entonces sí, las muchachas cayeron al suelo, exhaustas, como si algo les hubiera robado todo el aire. Kinma se dio la vuelta y se agachó rápidamente para comprobar si estaban bien.

¡Chicas! ¿Qué ocurre? ¿Os pasa algo?
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#22
La puerta parecía llamarla con voz propia. Pero aquella vez no era una especie de influjo sobrenatural el que estaba controlando sus actos. Ayame era bien consciente de sí misma, pero su innata curiosidad exigía ser satisfecha. Tan absorta se encontraba, imaginando los secretos que podría esconder aquella habitación, que cuando escuchó la voz de Kinma fue como si hubiese recibido un latigazo.

—Quita la mano de ahí, niña.

—L... ¡Lo siento! —exclamó, sobresaltada.

No le había pasado desapercibido el cambio de tono en la voz de Kinma. De amable y cálido, había pasado a ser autoritaria, severa y seca. En aquellos momentos, le recordó más a su padre. Y se dio cuenta de lo mucho que los echaba de menos. Y ni siquiera estaba segura de si los volvería a ver...

—¿Cómo puede ser que sea capaz de utilizar el propio sello que lo inutiliza para su propio beneficio? —preguntó la kunoichi de Uzushiogakure.

—Cuando dos oponentes del Fuuinjutsu rivalizan en poder, suceden esas cosas. No soy capaz de reformar el sello, sólo contenerlo para que no se rompa del todo —Kinma se acercó un paso hacia Ayame, y ella se estremeció involuntariamente antes de lanzar su pregunta.

—¿Qué hay tras esta puerta, Kinma-san?

[color=darkorange]—Si te lo digo, ¿la dejarás tranquila?
—suspiró.


Ayame se lo pensó durante unos instantes, antes de asentir quedamente con la cabeza.

—La última vez, el sello se fracturó por ahí. Reparé la zona, pero de vez en cuando la reviso para que ese cabrón no tome control de nuevo. Ten cuidado, no entres ahí. Sigamos.

Kinma se dio la vuelta, dejándola casi más confundida al respecto, si cabía. El hombre siguió caminando, y ellas continuaron tras su estela. Parecía que se dirigían hacia la puerta de metal que los aguardaba en el fondo del pasillo, pero antes de que pudieran llegar a averiguarlo, todo sucedió.

Poco le faltó para caer de espaldas cuando un golpe seco en el pecho le arrancó el aire de los pulmones, al mismo tiempo que un súbito destello blanco acuchillaba sus ojos ningún tipo de piedad. Cuando todo regresó a la normalidad, Ayame se dio cuenta de que nada era normal. La mansión estaba envuelta en una especie de halo de energía mística de color azulado. Nada se movía. Ni siquiera las llamas de las antorchas que hasta el momento habían crepitado a su alrededor. Incluso Kinma parecía haberse quedado congelado en el tiempo. Todo se había paralizado. Todo menos ella...

Y la kunoichi de Uzushiogakure.

—¿Qué está pasand...? —le dijo, pero una voz que ya habían escuchado antes interrumpió sus palabras.

Es una trampa. Venid al sótano. Liberad el sello. Es él. Tened cuidado. Intenta escapar.

Era la misma voz de antes. La que las había invitado a bajar al sótano. Sin embargo, en aquella ocasión sonaba diferente. Sonaba más calmada. Menos terrorífica.

Antes de que pudiera pensar nada al respecto, el azul se fue. Regresaron los colores naturales del ambiente, anaranjados, pardos y oscuros; y con ellos el movimiento. Ayame terminó por caer al suelo con la vista perdida en algún punto inexistente del horizonte y temblando del más absoluto terror. Apenas fue consciente de que Kinma se apresuraba a agacharse junto a ellas.

—¡Chicas! ¿Qué ocurre? ¿Os pasa algo?

Pero Ayame no respondió enseguida. ¿Qué debía responder? ¿A quién debía creer? ¿Quién era el verdadero monstruo? ¿Y si se estaban adentrando aún más en las fauces del lobo sin siquiera ser conscientes de ello? Ayame inspiró y espiró hondo varias veces, tratando de recuperar el aliento y calmar los alocados latidos de su corazón. Pero nada de eso servía. No sabía qué debía hacer, y llegados a aquel punto tampoco podía darse media vuelta y echar a correr. Primero, porque ni siquiera estaba segura de que aquella voz estuviese intentando engañarla para devorarla. ¿Acaso no había sido ella la que las había intentado manipular para conducirlas al sótano? EN segundo lugar, estaba segura de que Kinma la atraparía antes de que consiguiera dar siquiera dos zancadas. Y en tercer lugar...

Incapaz de controlar los temblores que sacudían su cuerpo, Ayame ladeó ligeramente la cabeza hacia la muchacha de cabellos celestes.

—Y... yo...

No podía dejarla allí.

¿Pero qué debían hacer? ¿A quién debían creer?

—Tengo miedo... —gimió finalmente, cerrando los ojos con fuerza. Eso no evitó que las lágrimas rodaran por sus mejillas.

¿Qué debían hacer...?
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—Habitación de Ayame: Link

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#23
No esperaba un cambio tan brusco por parte del que se suponía que era el anfitrión de la no tan agradable velada que estaban teniendo ambas kunoichi, ya que cuando la joven de cabellos oscuros tocó el picaporte y preguntó por su interior, él contestó con un tono de voz bastante diferente a lo anteriormente usado.

—Quita la mano de ahí, niña.

L... ¡Lo siento! —exclamó, sobresaltada.

La poseedora de ojos esmeralda dio un respingo al escuchar esas palabras de la muchacha que se encontraba junto a la puerta. Y permaneció en silencio cuando Kinma volvió a abrir la boca para contestar a su pregunta.

Cuando dos oponentes del Fuuinjutsu rivalizan en poder, suceden esas cosas. No soy capaz de reformar el sello, sólo contenerlo para que no se rompa del todo. - Explicó la curiosidad de la kunoichi del remolino mientras se acercaba a la shinobi de la lluvia. Eri se acercó lentamente por mera inercia, o quizás por miedo a que le hiciese algo a la muchacha de cabellos azabache, tampoco lo sabía con exactitud. De lo único que de verdad estaba segura era de que, si de verdad tenía que fiarse de alguien al cien por cien, sería de la muchacha de ojos chocolate que le acompañaba en esos momentos.

Si te lo digo, ¿la dejarás tranquila? —Suspiró—. La última vez, el sello se fracturó por ahí. Reparé la zona, pero de vez en cuando la reviso para que ese cabrón no tome control de nuevo. Ten cuidado, no entres ahí. Sigamos. - Y así, el hombre siguió por el pasillo. Eri, aún metida en sus pensamientos y observando de soslayo a la otra joven, continuó detrás de Kinma hacia lo que parecía el final del pasillo, o al menos hasta que algo hizo que se detuviesen.

La huérfana sintió como algo la empujaba con tal fuerza que casi cayó de espaldas. Cuando creyó que no pasaría nada más, se le antojó respirar como si la vida le fuese en ello, más no podía llenar sus pulmones lo mucho que quería y necesitaba en esos momentos; hasta que una luz terminó por dejarla fuera de sí en aquel momento, haciendo que cerrase los ojos con tanta fuerza que hasta a ella sopesó la idea de que nunca más los podría abrir y ver con claridad. Sin embargo, cuando notó que sus párpados no captaban ese destello cegador, se llevó las manos a los ojos, y frotándolos por unos cortos instantes, los abrió.

Tenía la sensación de seguir donde había sucedido todo, más su alrededor no lo parecía, ¿o sí? Los pocos colores que antes podía haber diferenciado ahora tenían tonalidades más azules. Eri miró a sus lados y observó, con una mezcla de curiosidad y miedo, como el fuego de las antorchas no producía pequeñas llamas que se extinguían cuando llegaban a la cumbre de su vida, además; poseedoras de ese color tan claro y frío, parecía como si al tocarlas no fueras a quemarte, pero si helarte. Parpadeó varias veces mientras giraba la vista, pero todo seguí igual, incluso notó como Kinma se había quedado paralizado con un pie delante de otro. ¿Pero qué pasaba? Ella sí que se podía mover, ella junto a la chica de la lluvia que se encontraba tan o más desconcertada que ella misma. ¿Sería por el sello? ¿Si pasaban mucho tiempo allí terminarían por congelarse ellas también? Sus dientes comenzaron a chirriar y llevándose sus manos heladas por el miedo a su pecho intentando en vano calentarlas para así concentrarse en otra acción que no fuera chillar y salir corriendo hacia lo que podría ser su desaparición del mundo de los vivos, dio un sobresalto cuando escuchó una voz que le sonaba terriblemente familiar.

Es una trampa. Venid al sótano. Liberad el sello. Es él. Tened cuidado. Intenta escapar.

¿Trampa? ¿Sótano? ¿Liberad el sello? ¿Él? ¿Quién demonios era el dueño de esa voz? Se llevó las manos a la cabeza, confusa; deseaba con todas sus fuerzas despegársela del cuerpo y tirarla porque no lograba entender nada de lo que estaba ocurriendo. Pero antes de poder hacer la locura que estaba pensando, el azul que las envolvía desapareció y todo volvió a su tiempo normal. Eri terminó donde minutos antes debería haberse encontrado: en el suelo. Y su respiración, agitada y demandante, no lograba recobrar su ritmo normal. Por eso, cuando tuvo que poner las manos en el suelo y aminorar en vano su caída, volvió a llevarse las manos a la cabeza y se encogió sobre sí misma, aterrorizada por todo lo que estaba pasando.

Ella solía creer a la gente y más de una vez le habían dado un gran escarmiento por confiar en quien no debía. Pero... ¿Dos? ¿A la vez? ¿A quién podía creer y a quién no? ¿Se fiaría de su cabeza como con Kinma? ¿O de los impulsos de su cuerpo por el ser que habitaba el sótano? La nariz le picaba demasiado y no pudo reprimir como antes las lágrimas que ahora danzaban por sus mejillas a su libre albedrío, su corazón era el primero que quería salir de su pecho y echar a correr por los trigales que había apreciado fuera de la casa, mientras que sus dientes tiritaban sin poder cesar el temblor que su cuerpo estaba experimentando. Aún cuando escuchó la voz, aparentemente preocupada de Kinma no se movió ni un ápice.

-¡Chicas! ¿Qué ocurre? ¿Os pasa algo?

Negó con la cabeza, pero no se dignó a mirar al dueño de esa voz. Ya no se fiaba totalmente de él, y por ello le aterraba más la idea de que la otra voz tuviese razón. Entonces miró por el rabillo de su ojo aún entrecerrado a la otra kunoichi que allí se encontraba. ¿Qué podrían hacer dos jóvenes atemorizadas como ellas en ese lugar cuando dos seres las acechaban?

-Quiero salir de aquí...
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#24
Tengo miedo...

Quiero salir de aquí...


Los hombros de Kinma se tensaron, sus pupilas se hicieron perceptiblemente más pequeñas y sus labios dibujaron una tétrica sonrisa. De pronto, el tono de su voz, antes conciliador y reconfortante, se había vuelto grave y ronco, cargado de fuerza, y las muchachas notaron el aliento frío y desangelado que se escapaba de entre sus dientes cerrados, como si le costase respirar.

¿MiEdO? No oS PreOcuPéIS —dijo, visiblemente alterado. Se aclaró la voz rápidamente, como si se acabara de dar cuenta de que estaba hablando de esa manera tan antinatural. Y se reincorporó—. El miedo... es algo natural. Una respuesta a una situación de peligro. Abrazáos a él. Controladlo. Y seguidme. Pronto os sacaré de aquí... Es una promesa.

Tap. Tap. Tap. Los pasos de Kinma le llevaron al final del pasillo, donde les aguardaba una puerta roja, curiosamente decorada. No había pomo, sólo un papelillo en el que ponía "sello".

Pero yo no puedo irme de aquí. Tengo que quedarme dentro para volver a formar el sello. Este papel tenéis que despegarlo vosotras. La puerta se abrirá. Y estaréis fuera.

Se dio la vuelta y las apremió con la mano.

¡Vamos, vamos, niñas! Abrid la puerta, ¿no queréis marcharos? Si tardáis mucho os encontrará.
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#25
Junto a ella escuchó la voz de la muchacha de Uzushiogakure, apenas un hilo de voz quebrado por el terror.

—Quiero salir de aquí...

Sin duda alguna, estaba tan asustada como ella misma lo estaba. Pero si estaban esperando recibir algún tipo de aliento...

—¿MiEdO? No oS PreOcuPéIS —la voz de Kinma se había transformado repentinamente en el amenazador gruñido ronco de un lobo y Ayame volvió a abrir los ojos, alarmada. Clavó la mirada de sus iris avellana en el hombre que se cernía sobre ellas, pero aquel se aclaró enseguida la garganta y, cuando volvió a hablar, su voz volvió a ser aquella miel envenenada que había seducido su necesidad de encontrar protección dentro de aquella casa—: El miedo... es algo natural. Una respuesta a una situación de peligro. Abrazáos a él. Controladlo. Y seguidme. Pronto os sacaré de aquí... Es una promesa.

Kinma echó a caminar de nuevo a lo largo del pasillo. Pero Ayame ya no le escuchaba. Seguía con la mirada clavada en su espalda hasta que llegó a una fracción rectangular de la pared que resaltaba en aquel lóbrego pasillo por su vívido color rojo y los motivos que la adornaban. Tardó algunos segundos en darse cuenta de que era una puerta, pues no tenía ningún pomo ni nada que se le pareciera para poder abrirla. Tan sólo tenía adherido a su superficie un pequeño papel en el que estaba escrito el kanji 封 ("sello").

—Pero yo no puedo irme de aquí. Tengo que quedarme dentro para volver a formar el sello. Este papel tenéis que despegarlo vosotras. La puerta se abrirá. Y estaréis fuera.

—Corre... —le susurró a su compañera, con un hilo de voz. El corazón le latía alocadamente, como si quisiera treparle por la garganta y salir por su boca. Tenían la salida al alcance de la mano. O eso debían deducir de las palabras de Kinma.

Pero lo que les había dicho lo que fuera que hubiera en el sótano...

Todos los músculos de su cuerpo se tensaron al unísono, como la cuerda de un arco...

Kinma se dio la vuelta, invitándolas a acercarse con un gesto de su mano.

—¡Vamos, vamos, niñas! Abrid la puerta, ¿no queréis marcharos? Si tardáis mucho os encontrará.

La flecha se disparó. Rápida como una gacela, Ayame se dio media vuelta y echó a correr en dirección contraria, justo por donde habían venido. Corría tan rápido como le permitían sus temblorosas piernas, corría como jamás lo había hecho, y jamás creería que iba a estar tan desesperada por correr más rápido... Más rápido... Ni siquiera se paró a comprobar si la chica que la acompañaba seguía sus pasos. Simplemente confiaba en que lo hiciera, porque de alguna manera sabía que, si se le ocurría frenar aunque fuera un poco su velocidad, Kinma podría atraparla entre sus garras si así lo deseaba...
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—Habitación de Ayame: Link

No respondo dudas por MP.
#26
Subió la mirada lentamente hasta que en su rango de visión entró la persona que tenía delante, haciendo que la pequeña kunoichi del remolino se acongojase más en su posición, pues el hombre que antes las había acogido de una manera cálida ahora solo faltaba que se relamiese los labios que en esos momentos estaban formando una sonrisa terrorífica. Eri notó como su cuerpo volvía a sufrir un escalofrío involuntario cuando logró alcanzar a observar los ojos de Kinma, y cuando su voz, irreconocible como la que estaban escuchando antes; se escuchó, su respiración volvió a cortarse.

¿MiEdO? No oS PreOcuPéIS - Una voz más profunda y ronca salió por entre sus labios, luego se aclaró la garganta rápidamente, como si se hubiese equivocado y pretendiese rectificar a tiempo—. El miedo... es algo natural. Una respuesta a una situación de peligro. Abrazáos a él. Controladlo. Y seguidme. Pronto os sacaré de aquí... Es una promesa.

Cuando dijo aquello último volvió a retomar su curiosa marcha hasta el final de aquel pasillo infestado de puertas a los lados y de las cuales no abrió ninguna. A cada paso que escuchaba, la joven de cabellos azulados los sentía dentro de su cabeza resonar, como si taladrasen lentamente su cabeza. Su vista, distorsionada por las lágrimas que emitían, se enfocó en la puerta rojiza al final del pasillo, con la única decoración de un papel con una única palabra.

''El sello...'' Aquellas cinco letras se mezclaron con el ruido de las pisadas de Kinma en su cabeza.

Pero yo no puedo irme de aquí. Tengo que quedarme dentro para volver a formar el sello. Este papel tenéis que despegarlo vosotras. La puerta se abrirá. Y estaréis fuera.

Corre... No fue la voz de Kinma ahora la que había hablado dentro de su cabeza, ¿o había sido fuera? Observó por el rabillo de su ojo como la otra chica se lo había susurrado casi sin voz y entonces ató cabos. ¿Echar a correr? ¿O creer las palabras del monje desconocido que tenían en frente y que les había prometido amablemente que las iba a sacar de ahí? No había dicho nada de sacarlas vivas en ningún momento. Así que, con el vello erizado por el miedo y el corazón diciéndole que hiciese caso de la de su misma condición. Cerró los puños y se fue incorporando lentamente, intentando no llamar la atención más de lo que era necesario al hombre que a escasos pasos se encontraba de ella.

¡Vamos, vamos, niñas! Abrid la puerta, ¿no queréis marcharos? Si tardáis mucho os encontrará.

La chica de ojos oscuros salió disparada hacia la otra dirección, y un segundo después, como para asimilar lo que acababa de suceder, ella salió detrás de la joven, pisándole los talones. No era muy buena corriendo por su pequeño tamaño ya que sus piernas se habían quedado demasiado cortas a su gusto, pero no le importó en ese momento, ya que corría como si su vida dependiese de eso: correr aún más deprisa. Una zancada, otra zancada, aunque no lograba llegar a la altura de la de Amegakure. Su corazón latía con frenesí y esperó que llegando a donde quería llegar la muchacha de la lluvia, lograra que todo terminase. Pero de algo estaba segura, arriba no volvería a subir ni aunque le prometiesen la vida eterna con palabras carentes de sinceridad.
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—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
#27
Una risa gutural escapó de los labios de Kinma, que parecía enfadado y excitado al mismo tiempo.

Vosotras lo habéis querido, niñas... ¡Mokuton... —Juntó las manos en un sello de la Serpiente, y una pared de plantas con espinas y calabazas surgió frente a Ayame bloqueando por completo el pasillo cuando estaba a punto de llegar a las escaleras—. ...Kabocha no Odoroki!

Asímismo, la muchacha que tardó más en reaccionar, Eri, fue atrapada por una de esas plantas que había salido del mismo suelo y se había aferrado a su tobillo. Las espinas se clavaron en su pierna como cuchillos y la arañaron mientras se enroscaban hasta la rodilla.

Con un simple movimiento de manos, la planta se levantó y dejó a Eri bocaabajo.

Una nueva rama salió de la pared y se quedó a apenas dos centímetros del rostro de la chica. Esta tenía las espinas aún más grandes. El falso monje acarició con la rama la mejilla de la peliazul, causándole una herida en la mejilla que empezó a sangrar.

No habéis querido por las buenas... Vamos a ver si por las malas estáis por la labor, dulzuras. —dio un suspiro y miró a Ayame con lujuria—. La morena de ojitos marrones... Despega el sello, ¡vamos! Si no, le rajo el cuello a tu compañera. Y te aseguro que No BRRoMEO.
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No hay marcas de sangre registradas.
#28
«¡Ya casi está!» Pensó, y su corazón se llenó de alivio al ver el rellano de las escaleras prácticamente al alcance de la mano. Ahora sólo tendría que bajar y entonc...

—¡AH! —una colosal sombra se alzó ante ella, obligándola a detenerse. Era un muro. Un férreo muro constituido por un entramado de serpenteantes tallos cargados de espinas y hojas amplias y lobuladas. Entre algunos recovecos, a Ayame le pareció distinguir lo que parecían ser calabazas.

Era imposible que pudiera pasar a través de él. Ni siquiera convirtiéndose en agua.

—¡No p...! —se había dado la vuelta con un brusco movimiento para avisar a su compañera, pero ella no estaba tras su espalda.

Estaba unos metros más allá. Colgada bocabajo por una de aquellas enredaderas, como un animal que hubiese caído en la trampa del cazador. Y el cazador estaba junto a ella, dibujando una fina línea carmesí bajo en su mejilla.

—No habéis querido por las buenas... Vamos a ver si por las malas estáis por la labor, dulzuras —dio un suspiro, y la mirada que le dirigió a Ayame la estremeció de arriba a abajo—. La morena de ojitos marrones... Despega el sello, ¡vamos! Si no, le rajo el cuello a tu compañera. Y te aseguro que No BRRoMEO.

¿Qué podía hacer? La situación era extrema... No podía pasar a través del muro. Kinma tenía en su poder a la kunoichi de Uzushiogakure... Y amenazaba con su vida si no obedecía su orden de despegar el sello que mantenía la puerta cerrada a cal y canto.

—E... ¡Espera! Espera... —balbuceó, temblorosa como una hoja. Sus movían, angustiados, del sello en la puerta del color de la sangre al rostro de la kunoichi de Uzushiogakure—. P... ¿Por qué estás haciendo esto..? —dio un paso adelante, situándose junto a una de las antorchas colgadas en la pared. Los dedos de su mano derecha temblaron un instante, cuando los acarició un débil cosquilleo—. Prometiste... prometiste que nos sacarías de aquí... ¿Por qué...?
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Sprite por Karvistico.


—Habitación de Ayame: Link

No respondo dudas por MP.
#29

Un pequeño post antes de la intervención de Eri

La risa gutural e inhumana de Kinma las sacudió a ambas antes de que Ayame terminase de hablar. Las plantas que enroscaban a Eri apretaron un poco más la pierna. Un hilillo de sangre recorrió las espinas y el hueso hizo un "crack" nada agradable. La pierna estaba rota.

¿CRReS qUe BRoMEo NiÑa? ¡AbRe El SeLLo, AHORA, O LAMENTARÁS LO QUE OS HARÉ PASAR A AMBAS. LA ÚNICA CLEMENCIA QUE OBTENDRÉIS SERÁ LA DE DEJAROS MARCHAR.

Las voces guturales y demoníacas se iban sucediendo con otras que a menudo cambiaban a dulces. Venenosamente dulces.

Kinma se relamió.

Porque os aseguro que me encantaría disfrutar de vuestros... cuerpecitos.
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No hay marcas de sangre registradas.
#30
Vosotras lo habéis querido, niñas... ¡Mokuton... —Juntó las manos en un sello de la Serpiente, y una pared de plantas con espinas y calabazas surgió frente a Ayame bloqueando por completo el pasillo cuando estaba a punto de llegar a las escaleras—. ...Kabocha no Odoroki!

Tras escuchar esas palabras la joven kunoichi del remolino quedó atrapada por las plantas que habían surgido de sus propios pies, curioso pues la casa parecía que se vendría abajo por ello; sin embargo se percató de que su tobillo había sido preso por un agarre de lo que venía siendo el jutsu del que en verdad no era monje. Las espinas se querían volver una con su pierna de la forma más dolorosa que a Eri se le podía ocurrir en esos momentos mientras recorrían la pierna hacia arriba, terminando en la rodilla. Retuvo el aliento, intentando asimilar lo que estaba ocurriendo, además de que tenía miedo de moverse un centímetro y así el dolor que afloraba en su pierna subiese y la invadiese en su totalidad. Sin embargo poco le duró, ya que la planta se levantó y Eri quedó suspendida en el aire, soltando un grito de dolor al ser arrastrada con las espinas clavadas en ella.

No fue lo único que pasó, y cuando Eri, soltando quejidos y gemidos de dolor por notar como las cuchillas que eran aquellas espinas se aferraban a su piel sin poder evitarlo lo más mínimo, notó como a dos centímetros escasos de la joven tenía una nueva rama recién salida de la pared que acarició su mejilla, haciéndola una herida de la que empezó a salir una sustancia tan conocida para ella de una tonalidad rojiza oscura en dicho lugar que hizo chillar de dolor a la muchacha de nuevo. La kunoichi tiritaba, las lágrimas caían al suelo de madera sin piedad, ¿así es como iba a morir? ¿No podría decirle adiós a sus amigos? ¿Qué podía hacer? El miedo la susurraba cosas desagradables al oído que hacían a la muchacha de cabellos azulados seguir tiritando, sin ni si quiera poder pensar con claridad. Cerró los ojos con fuerza intentando en vano soportar el dolor, y entonces lo volvió a escuchar.

No habéis querido por las buenas... Vamos a ver si por las malas estáis por la labor, dulzuras. —dio un suspiro y miró a Ayame con lujuria—. La morena de ojitos marrones... Despega el sello, ¡vamos! Si no, le rajo el cuello a tu compañera. Y te aseguro que No BRRoMEO.

E... ¡Espera! Espera...balbuceó. Sus ojos se movían sin parar, del sello en la puerta del color de la sangre a su cara, quizá pensando en una solución. No supo como pudo formar una sonrisa al notar que un poco de esperanza la invadía al observarla. —. P... ¿Por qué estás haciendo esto..? —dio un paso adelante, situándose junto a una de las antorchas colgadas en la pared. Los dedos de su mano derecha temblaron un instante, cuando los acarició un débil cosquilleo—. Prometiste... prometiste que nos sacarías de aquí... ¿Por qué...?

Abrió los ojos, acuosos, y divisó entre las lágrimas que se retenían en sus ojos a la chica que tenía en frente. Ojalá no estuviese ese dichoso muro de plantas... murmuró en sus propios pensamientos, nublados por el miedo y la cobardía, Así al menos ella... Ella se iría... Apretaba los dientes con fuerza. Sin embargo volvió a enmudecer al escuchar aquella risa, esa risa que parecía sacada de una película de terror y sin embargo la sentía tan real como lo era ella misma. Kinma volvió al ataque, y esta vez sintió que su pierna no reaccionaba ante las órdenes que la enviaba el cerebro. Apretó los ojos con fuerza y chilló con fuerza, fue un chillido ronco, desgarrador. Se quiso llevar sus manos a esa parte del cuerpo, pero no podía, su cuerpo no se movía, no reaccionaba ante las órdenes de su dueña como un caballo indomable, incapaz de trabajar con su jinete.

¿CRReS qUe BRoMEo NiÑa? ¡AbRe El SeLLo, AHORA, O LAMENTARÁS LO QUE OS HARÉ PASAR A AMBAS. LA ÚNICA CLEMENCIA QUE OBTENDRÉIS SERÁ LA DE DEJAROS MARCHAR.

-N-No... Le hagas... Daño... A E-Ella... - murmuró en a penas un susurro, haciendo que toda su esperanza abandonase su cuerpo como el frío abandona el invierno una vez llega la primavera, luego reprimió un quejido de nuevo, mordiéndose el labio hasta hacer que su boca saborease un sabor salado y sus dientes se coloreasen de carmesí. Su cuerpo entero volvió a estremecerse, cosa que no pasó de alto por su pierna, haciendo a Eri volver a gritar desgarrándose la garganta con la terrible melodía que creaba, esta vez sin poder retenerlo. Las lágrimas seguían emanando de sus orbes esmeralda sin reparar a que debería pensar en algo.

Porque os aseguro que me encantaría disfrutar de vuestros... Cuerpecitos.

-B-basta... P-Por favor... - Pidió en un susurro con la voz quebrada.

Si no hubiera entrado en esa mansión... Si quizá no hubiese sacado de sus pensamientos a la kunoichi de la lluvia y ésta hubiera podido seguir con el camino que llevaba, si... Si le hubiese pedido a Nabi que la acompañase, él sabría qué hacer, él siempre tiene una solución... Si se hubiera despedido de Juro, de Kazuma, incluso de Yota... Ese es el que más le dolía, porque había desaparecido y ni si quiera pudo decirle adiós...

Si ella fuera un poco más fuerte...

Con determinación recordó su mecanismo oculto de kunai, del que sacó con delicadeza aprovechando que sus mangas tapaban en su totalidad sus pequeñas manos. Tenía una oportunidad para cortar la planta, solo una, así que tenía que aprovechar.

Pero el arma resbaló por entre sus dedos, chocando con la madera en un sonido sordo que hizo a su corazón paralizarse, como si quisiese dejar de latir en aquel preciso momento.

Se sintió muerta en ese instante.
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