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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#1
Inicios de invierno, aunque el frío del ambiente desaparecería en cuanto llegase a su destino. Mientras que para algunos aquella época representaba la llegada del frío, en el País del Viento aquello no era más que la esperanza de las lluvias ocasionales que formaban parte del ciclo de la vida en el mundo de arena. Aunque la vida en aquellos lares se había vuelto en un día a día rodeado de mayor miseria ahora que una nueva guerra civil a estallado y las facciones se pelean por alcanzar una vez más el poder.

¿Quién llegase al poder devolvería la estabilidad al país? Eso era, dudoso. Muchos ya habían perdido la fe en sus autoridades y por eso recurrían a sus propios recursos para poder sobrevivir independientemente de quién tomara el mando.

Aquí es donde empieza nuestra historia, con un viaje en tren cuya última parada sería un pequeño pueblito en la zona boscosa del País del Fuego. Más allá de eso, el camino había desaparecido. Detrás de la seguridad de los cristales del vagones del tren, podía observar los árboles pasar mientras el viajaba en toda comodidad. Era incluso un ambiente, fresco respecto al exterior.

Tendría una última oportunidad para leer el pergamino, antes de encontrase con la persona que debía reunirse.



(B) El caballero de las arenas


Publicada en: Ame
Rango recomendado: Chūnin
Solicitante: Reisei Homura
Lugar: En algún lugar al oeste de Inaka. Ubicación exacta desconocida.

La guerra ha estallado en el Viento desde el asesinato del señor feudal, siendo que muchos civiles han resultado involucrados en este conflicto. El pueblo de Shirotora tenía a un "caballero" que la protegía, aunque no se trataba más que de un traficante de armas conocido como Roger Bandō, dedicándose a proveer armas a varios bandos con tal de mantener la ciudad lo más neutral posible durante el conflicto. Alguien descubrió que estaba actuando como doble agente, y envió shinobi a su captura.

Reisei Homura, quién tomó el cargo de Regente de la ciudad tras descubrirse malversaciones del anterior poseedor del puesto de alcalde, solicitó a un shinobi capaz de rescatar a Bandō del grupo guerrillero Dunas Cambiantes.

Umikiba Kaido, deberá abordar un tren que lo llevará hasta la frontera entre el País del Fuego y el País del Viento, encontrándose con la señorita que le proveerá del resto de detalles para la misión. Los boletos y el número de tren han sido adjuntados, pues la solicitante a alquilado el último vagón del tren para poder hablar en privado cuando se encuentren.

El ambiente estaba en silencio, sin contar claro el traqueteo del ferrocarril. Aún así, se sentía un ambiente tenso. Serían unos instantes en los que sentiría un aire frío en su piel mientras cruzaba al vagón privado, siendo que adentro le esperaba una muchacha: Sus cabellos eran de rojo fuego, y su mirada de marrón oscuro. Pese a que lucía de no más de dieciocho años, su expresión era dura. Sus ropas eran sencillas: Una falda larga de color corinto, unas botas cortas de cuero café y algo de tacón, una blusa blanca de manga larga con adornos de encaje en los bordes y un sombrero de paja.

Estaba sentada, bebiendo una taza de té.
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#2
Invierno del 220. Dos largas estaciones habían transcurrido desde que Umikiba Kaido rompió las ataduras que le mantenían como un exiliado y regresó, después de casi dos largos años, a su verdadero hogar. Amegakure le recibió de nuevo con los brazos abiertos, y aunque existían, desde luego, un buen puñado de escépticos que no verían con buenos ojos —al menos no tan rápido—. su retorno, el ex-dragón Rojo no podía estar sino agradecido: con Yui, con Daruu, con Ayame. En los momentos donde todos ellos podían dudar, ninguno lo hizo. Y por eso, estaba en donde estaba. Con su bandana ninja en mano. Con su chaleco de chūnin a disposición. Y ahora, después de tanto tiempo, viajando a otro país en representación de la mismísima Amegakure para una misión.

Resultó curioso, no obstante, que su primer destino fuese el País del Viento. Aquél viaje resultó agridulce, siendo que allí en los vastos desiertos que circundaban Inaka; fue donde empezó todo. Zaide, La Prisión del Yermo, Comadreja. Casi que le parecía que hubiera sido ayer cuando se infiltró en la también llamada tumba de arena dispuesto a matar a ese Uchiha siendo el resultado, ya conocido por todos, uno enteramente distinto al planeado.

Una poderosa ventisca de viento se arremolinó en la ventana y sacó a Kaido de su ensimismamiento. El amenio, ataviado de oscuros harapos que ocultaban su particular color, se levantó de la silla y miró el reloj de pared del tren. Ya es hora, se dijo. Pronto abandonó los vagones comunes, y fue a parar en uno privado, dispuesto única y exclusivamente para reunirse él y su contacto.

. . .

Una señorita de pelos color fuego aguardaba sentada en el vagón. A Kaido no le resultó extraño que luciera tan joven siendo que él apenas cumpliría los 18 en unas semanas, y que en su vida como shinobi había visto a tanto infante ser partícipe de situaciones impropias para un niño que ya era algo normal.

—¿Con quién tengo el gusto? —dijo, a modo de introducción.
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#3
La joven dejó de sorber su té, y apoyó la taza en el plato. Alzó la mirada, observando al Tiburón de Amegakure. Sonrió.

—Mi nombre es Reisei Homura. Tú eres Umikiba Kaido — No preguntó, sino que afirmó con decisión. Parece ser que ella estaba más que informada de quién era, y de la fama que acarreó en los meses pasados. —Me avisaron que eras, peculiar. ¡Y vaya que lo eres! No diría que fueses feo en realidad, sino bastante diferente. Me pregunto que pensarían si te invito a una cita y me vieran contigo — Empezó a reír mientras dejaba la tacita en la mesa.

Acto seguido, extendió su palma hasta uno de los asientos laterales, invitándolo a sentarse.

—¿Qué prefieres? ¿Una charla amena para conocernos mejor? ¿O deseas que vayamos directo al asunto del porqué te he contratado? — Sirvió otra taza de té y se la extendería para que pudiera alcanzarla. —Estoy aburrida y me gustaría hablar la verdad, pero si no estás de humor, puedes preguntarme lo que quieras al respecto de la misión — Se recostaría de nuevo en su asiento.

Ella le miraba siempre con esa sonrisa confiada, expectante. No escondía su curiosidad para con el shinobi.
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#4
Kaido sonrió, mientras se quitaba la capucha. Su larga cabellera azul cayó como olas de mar sobre su espalda, y su típica sonrisa socarrona vio luz en aquél vagón. No dijo nada, sino que dejó escapar una pequeña carcajada y, habiéndole ella señalado el asiento, inmediatamente lo cogió.

—¿Qué prefieres? ¿Una charla amena para conocernos mejor? ¿O deseas que vayamos directo al asunto del porqué te he contratado? ... Estoy aburrida y me gustaría hablar la verdad, pero si no estás de humor, puedes preguntarme lo que quieras al respecto de la misión.

— No le voy a negar que para mí sería un placer entretenerla con una charla amena y casual, que no por nada mis amigos dicen que soy un excelente conversador; pero el tiempo apremia, señorita Homura. Por favor, hábleme respecto a la misión. Entiendo que el País del Viento está ahora mismo sumido en una guerra de varios frentes y que vosotros los ciudadanos sois los que estáis padeciendo las secuelas de tantos enfrentamientos, ¿no es así?
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#5
La sonrisa se borró de la los labios de la joven, suspirando. Dejó a un lado su sombrero, y tomó de nuevo la taza de té.

—Y yo que pensaba que podía olvidarme al menos unos minutos de esta guerra, pero bueno — Miró a los ojos a Kaido. —En efecto. Mi pueblo vivía del turismo, así que ya te imaginas el desastre que esto conlleva. Organizábamos un evento de carreras cada invierno que incluso atraía extranjeros, pero veo que este año no se va a poder realizar.

Homura dejó la taza en la mesa, se puso en pie y caminó hasta la ventana, observando el paisaje exterior mientras hablaba.

—Aquí es donde entra Bandō. Apodado "caballero" por muchos, aunque como mucho se trata de un bandido glorificado — Encogió los hombros. —Realmente tenía un mal historial como saqueador, pero con el tiempo quiso redimirse y se convirtió un ladrón benevolente que robaba a los ricos para dárselos a los pobres. Con la llegada del ferrocarril, pasó de asaltante de caravanas a asaltante de trenes. ¿Una historia romántica eh? — Se giró hasta Kaido y se volvió a sentar.

—Bandō es originario de nuestra ciudad, y cuando estalló la guerra fue el primero que quiso ponernos a salvo. Para solventar nuestra situación, empezó a vender armas de su vieja colección para mantener lo más a raya posible a los distintos partidarios que buscan hacerse con el poder. Pero empezó a darse cuenta de que la neutralidad iba a ser inútil. Como Regente de la ciudad, me ayudó a escapar del país. Me dijo que volvería al Viento para actuar como mercenario y proteger a los desplazados que han estado huyendo de sus lugares de origen, pero parece ser que una de las guerrillas con las que negoció, lo atrapó. No fue en el Viento; encontré su caballo vagando por los bosques, así que lo apresaron aquí mismo en el Fuego y se lo llevaron. Eso me da pauta a saber que no lo han matado, sino que lo llevaron para lo que sea que quieran usarlo — Hizo una pausa para servir té, pero tras sostener la jarra, desistió de hacerlo. —Dunas Cambiantes es una de las tantas guerrillas que pululan alrededor de la capital. Sólo sé que se han apoderado de unos pozos de agua subterránea al oeste de Inaka. Tráeme a Bandō. Estaré esperando en este pueblo fronterizo al que nos dirigimos. Sólo te advierto, que Bandō es algo terco. Si insiste en regresar a Shirotora o algo, me da igual que le pegues un par de golpes en su duro coco. Sólo no lo mates ni le rompas un hueso.

El tren empezó a bajar velocidad, indicando que estaban por llegar a su última parada.
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#6
Kaido escuchó atentamente al discurso de Homura. Sin perderle detalle a sus palabras, el escualo fue anotando mentalmente los matices más importantes de la historia y se centró en todo aquello que fuera imperioso para el objetivo de la misión, que no era otro sino el rescate de Bandō, el Caballero. Bandō era un bandido que ayudaba a los más necesitados y que, por las vicissitudes de su propio País, tuvo que ayudar a Homura a escapar de las secuelas de la guerra y abandonó Shirotora. Él, motivado quizás por su peligroso idealismo, volvió a las dunas que le vieron crecer y, como era de esperarse, cayó en manos de sus propios clientes.

El objetivo de la misión aparentaba ser sencillo: rescatar a Bandō de la guerrilla y devolvérselo a Homura. Pero Kaido, un shinobi experimentado, veía un sinfín de complicaciones.

«Dada la situación del País del Viento, esta misión no debería estar catalogada nunca por debajo de una rango A. No hay tren que me lleve hasta Inaka, son tres días de viaje a pie, sin saber qué puedo encontrarme en el camino. Además... puedo apostar a que Nathifa no olvida aún esta linda carita. Estoy seguro de que aún me recuerda muy pero muy bien. Joder, pues vaya misioncita para volver al ruedo ¿no? hostia puta.»

—No lo tomes a mal, pero esta misión esta mal clasificada. Tengo que adentrarme a un País en guerra, viajar tres días a través de un cementerio de kunais y llegar hasta el oeste de la Capital, nada más y nada menos. No me estás proveyendo ni ruta alternativa, o medio de transporte; y además tengo que infiltrarme en una guerrilla armada, que no es para nada poca cosa. Si me lo preguntas a mí, los míseros dos mil ryō que me van a pagar cuando regrese como que no lo vale. ¿Tú que crees? —pero Kaido no la dejó contestar. En cambio, siguió hablando—. ¿pero quién soy yo para criticar el trabajo de los encargados, verdad? habrá que trabajar con lo que hay.

»Tú conoces el desierto mejor que yo. ¿Qué ruta es la más segura? ¿rodeo Inaka por el norte o por el sur? los reportes dicen que el Río de Oro hace de frontera entre bandos y no es aconsejable andar por ahí. Y esos pozos. ¿Cómo los encuentro? ¿tienes las coordenadas?
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#7
Homura suspirō.

—¿Quieres plata extra eh?— Se llevó los dedos al entrecejo. —Me lo advirtieron, ¿eh? Me lo advirtieron. Cuando negocié la misión, traté de convencerlos que los shinobi con los que te enfrentarías no serían la gran cosa, o al menos ese es el criterio que usé. Realmente, Bandō tenía en cuenta esto. No creas que en sus tiempos de malhechor no habían mandado a algún par de niñatos shinobi a por él, pero se le da bien escaquearse y huir por patas. Eso sí, en este caso y ante una posible desventaja numérica, era obvio que iba a caer. Eso es lo que intuyo por las huellas que hallé. Igual, aunque me pidas más, no tengo para pagártela. Pero si me traes a Bandō, podrás tener no solo plata extra, sino algún regalito de su armería personal. Ya si eso le voy a exprimir algunos ryōs a Bandó que estoy segura que aún tiene algo de platita guardada para él, que no le creo que haya sido totalmente benevolente de darla a la caridad.

Levantó ambas piernas, y las puso cruzadas en la mesa. Ya no tenía interés en comportarse como una señorita adecuada.

—Me gusta que las cosas se hagan a mi manera, o no se hacen — Se reclinó en el asiento. —Cuando cruzamos, realmente lo hicimos por el sur. Específicamente, por mar, rodeando el continente y evitándonos cruzar el río — Empezó a mover el pie. —Sé que es fastidioso, lo entiendo. Puedo facilitarte viaje por el mar, pero no atracarías en el puerto principal porque obviamente es zona de conflicto. Sería hasta mi pueblo, Shirotora. Los oasis, se encuentran en alguna zona al norte de donde se encontraba la antigua estación que provenía del País de la Lluvia — Parecía sudar, por lo que tomó su sombrero y empezó a abanicarse. —No quería darte esta ruta, porque si vas desde Shirotora y te descubren, van a ir a la ciudad y aún tengo a mi hermano ahí — Finalmente gruñó y pataleó, para luego dejar toda la cara escondida bajo el sombrero. —Puedes intentar ir por el norte, pues algunos de los miembros de la pandilla de Bandō están ahí y te pueden ayudar a cruzar. Eso es lo que se han mantenido haciendo para ayudar a los refugiados que huyen. Dime por cuál de los dos lados te parece mejor. Si es por el sur, déjame hacer una llamada nomás nos bajemos de aquí y mañana mismo me aseguraeré que puedas zarpar. Sí prefieres rodear por el norte, te daré indicaciones para que localices a los muchachos — Suspiró. —Si por mi fuera te diría que tomaras el norte, pues los chicos incluso te pueden ayudar a localizar los pozos. Aunque tendrías más problemas. Por mar es más seguro, pero corro riesgo de que sepan de donde se giró la orden de rescatar a Bandō y no quiero represalias... Realmente no quiero involucrarme más en una guerra cuyo ganador no me importa, pues las condiciones de mi pueblo no van a cambiar sea quién sea el que gane...

La chica parecía rendida, desparramada entre la mesa y el asiento.

—Ya regateé demasiado para que no me cobraran una misión de rango A, no quiero gastar más energía mental contigo intentando convencerte. Decide lo que te plazca.
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#8
A pesar de la verbórrea de Homura, Kaido tenía algo muy claro; y es que aún así le ofreciese más dinero, no podía aceptarlo. Y lo otro, era que si iba a cruzar el País del Viento, prefería hacerlo con algún lugareño —en este caso, unos colegas del propio Bandō—. que él solo. La última vez que lo intentó, casi perece en el viaje de regreso. De no ser por el hijo de puta de Zaide...

... ahora hubiese preferido haber muerto y que le hubiesen comido los zamuros antes que haber llevado al Uchiha hasta Ryūgūjō.

—Por el norte será, pues —sentenció, sin entrar en diretes respecto a la pasta. Ya no era un criminal. Tenía que hacer todo legalito, más allá de que Homura hubiese mentido para no tener que pagar la tarifa completa.
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#9
Homura alzó la cara, siendo que al sombrero se resbaló y cayó, dejando ver la asombrada cara de la chica que de paso se había despeinado un poco. Realmente ella estaba esperando que eligiese la opción sin conflictos como era el viaje por el mar. Pero debía agradecer al menos esa comprensión. De inmediato se reincorporó, se ajustó las ropas y tosió.

—Bien. Te explicaré entonces tu ruta — Se levantó, dirigiéndose hasta donde estaba su bolso, y sacando un mapa de la zona, tendiéndoselo a Kaido. —Este tren se dirige a la estación de Pueblo Ceniza, un punto fronterizo entre el Viento y el Fuego. Partiendo desde aquí, seguirás una ruta 220 grados al suroeste donde encontrarás el campamento de refugiados de la pandilla de Bandō. Ellos van y vienen constantemente, ayudando a la gente a cruzar el Río de Oro. Cuando te encuentres con ellos, te pedirán una contraseña a lo que debes responder: "Rojo en la noche, negro durante el día" Y les dices que vas de parte mía. No son muy formales que se diga. Si no te creen con todo y esto, pégale un golpe en la cara al más alto que veas y dile que le aumentaré 300 ryō a la deuda por idiota— Sacó un marcador y empezó a señalar distintas zonas. —De ahí, ellos deberían ponerte al tanto de como te llevarán al otro lado a través de las bifurcaciones del río y los sitios que debes evitar.



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»También te daré una carta estelar... A veces las brújulas pueden fallar cerca de algunos campos magnéticos, por lo que te puede ayudar a orientarte de noche si miras al cielo. Marca la posición de ciertas constelaciones en la bóveda celeste según la estación. De noche, podrás saber en que dirección vas.

El tren se detuvo. Homura le entregó ambos mapas a Kaido, agarró su bolso completamente dispuesta a bajar del tren, señalando con la mano para que Kaido la siguiese. Llamar pueblo a ese sitio era mucho, considerando que aparte de la estación del tren que lucía bastante moderna, las casas de por sí eran muy sencillas. No se detuvo a cruzar miradas con nadie, ni siquiera para aquellas que iban dirigidas al escualo.

—Si te preocupa ir a pie, bueno, intentaré remediarlo. Si lo que quiero es que traigas a Bandō, me conviene darte más medios — Seguiría caminando a paso acelerado, caminando por el sendero hasta que en el fondo del paisaje se divisaba una casa sencilla, y lo que parecía un establo improvisado.

El equino, era enorme. El caballo más grande que Kaido jamás hubiese visto en su vida. Era negro azabache de cola hasta la cabeza, con unas patas fornidas que remataban en cascos extremadamente gruesos. El animal hizo un gesto como mirando de reojo al escualo, mientras seguía masticando y comiendo heno.

—Este es Galante. Y el nombre importa mucho, porque no responderá si no lo llamas así — Le puso la mano en la nariz y lo acarició. —No es un caballo normal por lo que sé; tengo entendido que un shinobi se lo regaló a Bandō. No sé más, pero aparentemente si no le caes bien, no se deja montar — Se giró hacia Kaido. —Si no lo consigues domar, bueno... Te tocará ir por tus medios al campamento y ya que ellos te presten algún otro animal el resto del trayecto. Pero Galante puede correr largas distancias y soportar el clima extremo del desierto como ningún otro animal podrá.
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#10
El gyojin cogió el mapa, lo abrió y dejó que Homura hiciera lo suyo.

—Este tren se dirige a la estación de Pueblo Ceniza, un punto fronterizo entre el Viento y el Fuego. Partiendo desde aquí, seguirás una ruta 220 grados al suroeste donde encontrarás el campamento de refugiados de la pandilla de Bandō. Ellos van y vienen constantemente, ayudando a la gente a cruzar el Río de Oro. Cuando te encuentres con ellos, te pedirán una contraseña a lo que debes responder: "Rojo en la noche, negro durante el día" Y les dices que vas de parte mía. No son muy formales que se diga. Si no te creen con todo y esto, pégale un golpe en la cara al más alto que veas y dile que le aumentaré 300 ryō a la deuda por idiota— Sacó un marcador y empezó a señalar distintas zonas. —De ahí, ellos deberían ponerte al tanto de como te llevarán al otro lado a través de las bifurcaciones del río y los sitios que debes evitar.


Hasta allí, todo bien. Sí. Los pronósticos de supervivencia aumentaban con las nuevas indicaciones. Claro que ahora mismo los tiempos hilaban fino y, lamentablemente, le iba a tomar más días de lo que esperado, eso si es que todo salía bien. Pensando que podría tener contratiempos en el camino —algo le hacía sentir certeza de que así sería—, pues podría tomarle incluso un poco más. ¿Una semana, tal vez? ¿tendría Bandō tanto tiempo, todavía? ¿qué le aseguraba que la guerrilla no le había sacado ya la información y ya su cuerpo estaba pudriéndose entre las dunas de arena?

Tsk. Tendría que averiguarlo él mismo.

Kaido guardó ambos mapas y se dispuso a seguir a Homura, no antes de cubrirse la cabeza nuevamente con la capucha. Bajó del tren, y a paso agigantado, trató de seguirle el paso a la mujer, que se movía con la premura de quien se sabe a contratiempo. Poco después acabaron en una pequeña casita, tan derruida como el resto de casas allí en Ceniza, llevándolo hasta lo que, creía ella, podía ser ese medio de transporte que Kaido pensaba no iba a tener. Se trataba de un caballo enorme. Una portentosa bestia de grandes proporciones. Negro como el mismísimo abismo, de frondodos pelajes y patas que se asemejaban más a yunques que a eso, unas patas. Kaido le miró exacerbado y con respeto. Como cuando una bestia reconoce a otra.

El escualo sonrió. ¿Que no iba a poder dormar a Galante, decía?

El amenio se retiró la capucha y dejó que el animal le viera bien la cara. Hizo contacto visual, y se acercó a paso lento hacia él, con la mano levantada. Asegurándole de que no le iba a hacer daño, y que el respeto que le tenía, de bestia a bestia, estaba ahí, presente. Esperaba que aquello fuera suficiente en un principio para que se dejase montar.
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#11
Homura se alejó unos pasos, como si estuviera previniéndose de algo. Se apartó unos tres metros de ambos, mientras se llevaba las manos al pecho y observaba al tiburón y al corcel.

Galante posó sus ojos en los del shinobi, resoplando vapor por sus fosas nasales sin apartar la mirada de encima del muchacho de piel azulada. Estaba tenso y erguido, observando la mano del contrario y esperando que hacía este con su sonrisa. Era como si buscase algo, pero era difícil saber que era lo que el equino pensaba. Homura siguió observando, escondiéndose detrás de uno de los pilares de madera. Galante sacudió la cola, y esperó pacientemente a ver cuál sería el siguiente movimiento del joven. La muchacha suspiró.

—Diablos. Esperaba que saltara o intentara tirar un mordisco... — Dejó ambos brazos colgando. —Eres la primera persona a la que no ha atacado nomás conocerla, que lo sepas — Caminó hasta el interior del establo, buscando unas riendas y una silla de montar, acercándose al caballo para colocárselas mientras este ignoraba a la chica. —No te fíes. Galante nunca es totalmente leal a nadie — Le quitó el heno de enfrente al animal, colocando el arnés en su cabeza ante lo que el animal se resistió un poco. —Pasó lo fácil, viene lo difícil — Homura abrió la puerta del establo.

El animal volvió a observar a Kaido, con mirada enigmática y resoplando de nuevo.
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#12
Lo difícil.

Creíble o no, Kaido ya había trabajado antes con caballos. Fue también en una misión, donde alguien le estaba robando teneras a un magnate de la industria vacuna, a las afueras de Tanzaku. Allí había aprendido junto al maestre Yima el arte aquestre. No podía considerarse un experto, claro está, pero algo le había quedado de aquellas enseñanzas, y ahora, con Galante en frente, estaba seguro de que le servirían de algo.

Habiéndole puesto ya Homura lo necesario para montarlo, Kaido no se apresuró a subirse al caballo sino que lo acarició en el lomo y le rascó con la otra mano el pescuezo del hocico. Lo importante antes de montar cualquier caballo, incluso si hablamos de uno como Galante, era entablar una conexión y a partir de allí, generar confianza.

Soooooo, buen muchacho. Buen muchaaaaaacho —cuando sintió que era tiempo, se subió a Galante.
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#13
Galante estaba, indiferente. No parecían complacerle las caricias, pero tampoco se mostraba disgustado con el tiburón. Kaido tal vez había tratado con animales, pero ese corcel negro tenía algo especial, como si pudiera entender un poco más de lo que sucedía a su alrededor.

—Tal vez deba decir, que Galante te quiere poner a prueba — Se acercó con los brazos cruzados. —No preguntes como. Pero yo debería decir que tal vez Bandō no hubiese llegado a ser el caballero de las arenas sin la ayuda de su fiel caballo — Desvió su mirada al animal.

El equino sacudió varias veces la cabeza formando un arco que apuntaba a su propio lomo. ¿Estaría invitando al escualo a subirse? Quizá quería terminar las cosas de una vez por todas.
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#14
¿Y cómo le iba a decir que no a una prueba?...

Kaido miró a la muchacha con una sonrisa de oreja a oreja, y se dispuso a montar al caballo.

Lo que sucediese después, ya era cosa del destino. Lo cierto es que Kaido podía ser un buen jinete, pero no, quizás, de las arenas. Esperaba que el corcel le aceptase, al menos hasta que lograsen rescatar a su verdadero jinete.
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#15
El animal permaneció inmóvil viéndolo de reojo, aunque Kaido podría sentir que el corcel negro se traía algo entre manos. Galante al inicio dejó que el escualo se subiera y tomara confianza. Ahí es cuando sus verdaderas intenciones se hicieron notar: Galante lanzó fuerte relincho como advertencia, como si fuese la señal para algo importante. Justo en ese momento el animal echó a correr fuera del establo a toda velocidad y empezó a pegar brincos como si fuera un toro de rodeo para buscar echar abajo a su jinete, esperando a ver si el shinobi se asustaba o intentaba mantenerse en el ruedo.
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