29/03/2016, 17:48
Él empezó a contar. Estaba evidentemente superado en número y tendría que ingeniárselas para deshacerse de ellos uno a uno, dejando a último, preferiblemente, al líder de la banda. No obstante, conocía la mirada de aquel hombre de la máscara con bastante profundidad, pues sentía que la había visto en muchas otras ocasiones, de las tantas veces en las que miraba su reflejo en un espejo.
Sí, conocía esa mirada. Porque su rostro la vestía siempre, tal como lo hacía Shinzo. Ojos repletos de furia, aduladores de la impaciencia y los malos tratos. Ojos de Bestia, por decirlo de alguna manera.
—Bieeeen, tú. Serás el primero en probar la furia del tiburón.
Se refería al último de la derecha, el que estaba más cerca. Y sin embargo, cuando estuvo dispuesto a soltarle un fuerte manotazo, la menuda figura voladora de una joven interfirió su movimiento, viéndose obligado a observar como uno de los maleantes salía despedido como muñeco de trapo hacia los confines de una casa aledaña.
Quién lo diría... —Quién diría que Eri había sido mucho más valiente —o tonta— que Yota, a tal punto de intervenir primero que su compañero. Y de una manera magistral, habiendo emparejado la balanza a un cuatro a dos.
Pero Kaido supo que sólo era cuestión de tiempo que la imperante necesidad del pelirrojo de proteger a su muñeca le obligase a hacer acto de aparición, y así fue poco después; cuando el escualo y la muchacha confrontaron a los maleantes frente a frente.
Un par de ellos cayeron al suelo tras ser halados por lo que parecía ser un material viscoso y pegajoso, como la tela de una araña. Los dos comieron tierra y Shinzo miró frustrado como un tercero intervenía en el asunto, todos ellos con habilidades propias de un shinobi. En efecto, la cosa se le había complicado... no quería tener problemas con ninguna aldea, mucho menos con las tres.
—¡A la cargaaaaaaaa!
Sin esperar nada, el impaciente tiburón comenzó a pegarse con los dos maleantes restantes. Pero el ofuscado Shinzo no sólo iría por la presa más fácil, sino por la más cercana.
Y arremetió como bestia cegada de furia hacia donde Eri se encontraba, esgrimando los dos grandes colmillos de mármol de su máscara hacia ellos. Cualquiera pensaría que se trataba de un simple utensilio, pero por las intenciones que tenía, aquello era, probablemente, un arma de "armas" tomar.
Sí, conocía esa mirada. Porque su rostro la vestía siempre, tal como lo hacía Shinzo. Ojos repletos de furia, aduladores de la impaciencia y los malos tratos. Ojos de Bestia, por decirlo de alguna manera.
—Bieeeen, tú. Serás el primero en probar la furia del tiburón.
Se refería al último de la derecha, el que estaba más cerca. Y sin embargo, cuando estuvo dispuesto a soltarle un fuerte manotazo, la menuda figura voladora de una joven interfirió su movimiento, viéndose obligado a observar como uno de los maleantes salía despedido como muñeco de trapo hacia los confines de una casa aledaña.
Quién lo diría... —Quién diría que Eri había sido mucho más valiente —o tonta— que Yota, a tal punto de intervenir primero que su compañero. Y de una manera magistral, habiendo emparejado la balanza a un cuatro a dos.
Pero Kaido supo que sólo era cuestión de tiempo que la imperante necesidad del pelirrojo de proteger a su muñeca le obligase a hacer acto de aparición, y así fue poco después; cuando el escualo y la muchacha confrontaron a los maleantes frente a frente.
Un par de ellos cayeron al suelo tras ser halados por lo que parecía ser un material viscoso y pegajoso, como la tela de una araña. Los dos comieron tierra y Shinzo miró frustrado como un tercero intervenía en el asunto, todos ellos con habilidades propias de un shinobi. En efecto, la cosa se le había complicado... no quería tener problemas con ninguna aldea, mucho menos con las tres.
—¡A la cargaaaaaaaa!
Sin esperar nada, el impaciente tiburón comenzó a pegarse con los dos maleantes restantes. Pero el ofuscado Shinzo no sólo iría por la presa más fácil, sino por la más cercana.
Y arremetió como bestia cegada de furia hacia donde Eri se encontraba, esgrimando los dos grandes colmillos de mármol de su máscara hacia ellos. Cualquiera pensaría que se trataba de un simple utensilio, pero por las intenciones que tenía, aquello era, probablemente, un arma de "armas" tomar.