15/04/2016, 15:14
Sentada en el suelo con las piernas cruzadas, en lugar de su ya familiar banco, inspiraba y espiraba profunday lentamente con los ojos cerrados y el dorso de una mano apoyado sobre la palma de la otra sobre su regazo. Intentaba serenarse, pero la situación en la que se encontraba le mordisqueaba las entrañas como un ratoncillo. Ni ella misma sabía cómo lo había conseguido, pero al final había conseguido abrirse paso hasta la final del Torneo de los Dojos. Sin embargo, lejos de regodearse con su logro, era consciente de que gran parte de aquella posición privilegiada se la debía a la suerte que había tenido en la primera ronda. Estaba convencida de que si le hubiese tocado otro tipo de oponente entoces, en lugar de Haruto, habría sido probable que ni siquiera hubiese conseguido pasar de allí. Pero allí estaba, a punto de librar el combate que lo decidiría todo...
Pero le tocaba esperar mientras se disputaba el sorpresivo combate entre Juro y Yota por el tercer puesto. Y mientras esperaba, pensaba y pensaba.
Pensaba en la cantidad de cosas que habían pasado desde que se había iniciado el torneo. Pensaba en lo que había ocurrido con los Hōzuki que habían intentado secuestrarla después de su pésimo intento de escapada en mitad de la noche. Pensaba en Kusagakure, en su intento de aniquilarlos con el Kyūbi. Y pensaba en los Kages, en los samurais, y la amenaza que se les cernía...
Un sonoro crujido la sacó de su ensimismamiento. La puerta se abría ante ella, y Ayame tuvo que entrecerrar los ojos cuando la luz invadió la sala donde había estado recluida hasta el momento. La atronadora voz del público comenzó a llamarla con impaciencia:
«¡¡Ayaaaaaame!! ¡¡Eeeeeeri!!»
—Allá vamos... —murmuró, ajustándose la bandana sobre la frente y el portaobjetos alrededor de la pierna derecha antes de levantarse y echar a andar hacia el exterior. Había entrenado hasta casi extenuarse en los últimos días. Todos conocían la importancia de aquel último combate, y todos la ayudaron día y noche a mejorar y mejorar y mejorar. Karoi, con su usual amabilidad, la había ayudado a terminar de perfilar las técnicas Hōzuki que había conseguido dominar. Zetsuo, estricto y duro como siempre, la había instruido en el arte de las ilusiones. Y Kōri, con aquella paciente inexpresividad suya, la había presionado hasta el extremo en numerosos enfrentamientos.
Todos habían puesto su granito de arena. Y ella no estaba dispuesta a decepcionarlos ahora.
El clamor de la multitud se intensificó aún más en cuanto puso un pie en la arena, y Ayame lo recibió como el acantilado que se sobrepone a una ola rompiente. Sin embargo, se quedó algo parada cuando se vio ante un campo totalmente diferente al que había combatido durante las dos rondas anteriores: los dos cilindros habían desaparecido del centro del campo; en su lugar, ahora eran cuatro aún más altos y estrechos los que se disponían en las esquinas de un cuadrado imaginario de cinco metros de lado. Tras aquella primera sorpresa, Ayame reanudó su marcha hacia el centro del campo, y sólo una vez allí se permitió echar una breve ojeada al palco de los Kage. Era un alivio comprobar que todo había vuelto a la normalidad y que estaban allí los tres de nuevo, observando el resultado final del torneo. Sin embargo, y aunque ya la había visto en persona antes, se le hizo raro ver a aquella mujer de largos cabellos oscuros que la observaba con atención y vestía el atuendo y el sombrero de la Arashikage.
«Yui. La verdadera Yui.» Se corrigió mentalmente. Pese a su rechazo hacia la que había resultado ser la sustituta de la verdadera Yui, Ayame no tenía muy claro cómo debía sentirse hacia aquella mujer que había aparecido de la nada. En teoría, había sido aquella falsa Yui la que había actuado por su propia cuenta para utilizarla para ocasionar la destrucción de Kusagakure... ¿Pero quién le aseguraba que la verdadera Yui no pudiera hacerlo en un futuro? Torció el gesto ligeramente al pensarlo; y, sin embargo, terminó por inclinar el cuerpo en una profunda reverencia.
La primera señal de respeto hacia los Kages que manifestaba desde que había comenzado el Torneo de los Dojos.
Y en el momento de reincorporarse, volvió sus ojos hacia la puerta contraria a su posición, buscando la figura de la kunoichi contra la que le había tocado combatir.
«Otra broma del destino...» Pensó, con una ligera sonrisa.
Era irónico, ambas se habían conocido y habían tenido que colaborar para sobrevivir en una casa embrujada. Y ahora ambas habían luchado hasta llegar a encontrarse en la final del torneo.
• PV:–
• CK:– –
Objetos: Bomba de humo, Hilo shinobi (3 usos), Kunai, Shuriken x5
1 AO
Daño recibido
Daño causado
Pero le tocaba esperar mientras se disputaba el sorpresivo combate entre Juro y Yota por el tercer puesto. Y mientras esperaba, pensaba y pensaba.
Pensaba en la cantidad de cosas que habían pasado desde que se había iniciado el torneo. Pensaba en lo que había ocurrido con los Hōzuki que habían intentado secuestrarla después de su pésimo intento de escapada en mitad de la noche. Pensaba en Kusagakure, en su intento de aniquilarlos con el Kyūbi. Y pensaba en los Kages, en los samurais, y la amenaza que se les cernía...
Un sonoro crujido la sacó de su ensimismamiento. La puerta se abría ante ella, y Ayame tuvo que entrecerrar los ojos cuando la luz invadió la sala donde había estado recluida hasta el momento. La atronadora voz del público comenzó a llamarla con impaciencia:
«¡¡Ayaaaaaame!! ¡¡Eeeeeeri!!»
—Allá vamos... —murmuró, ajustándose la bandana sobre la frente y el portaobjetos alrededor de la pierna derecha antes de levantarse y echar a andar hacia el exterior. Había entrenado hasta casi extenuarse en los últimos días. Todos conocían la importancia de aquel último combate, y todos la ayudaron día y noche a mejorar y mejorar y mejorar. Karoi, con su usual amabilidad, la había ayudado a terminar de perfilar las técnicas Hōzuki que había conseguido dominar. Zetsuo, estricto y duro como siempre, la había instruido en el arte de las ilusiones. Y Kōri, con aquella paciente inexpresividad suya, la había presionado hasta el extremo en numerosos enfrentamientos.
Todos habían puesto su granito de arena. Y ella no estaba dispuesta a decepcionarlos ahora.
«Prométeme una cosa. Prométeme que intentarás ganar. Promételo.»
El clamor de la multitud se intensificó aún más en cuanto puso un pie en la arena, y Ayame lo recibió como el acantilado que se sobrepone a una ola rompiente. Sin embargo, se quedó algo parada cuando se vio ante un campo totalmente diferente al que había combatido durante las dos rondas anteriores: los dos cilindros habían desaparecido del centro del campo; en su lugar, ahora eran cuatro aún más altos y estrechos los que se disponían en las esquinas de un cuadrado imaginario de cinco metros de lado. Tras aquella primera sorpresa, Ayame reanudó su marcha hacia el centro del campo, y sólo una vez allí se permitió echar una breve ojeada al palco de los Kage. Era un alivio comprobar que todo había vuelto a la normalidad y que estaban allí los tres de nuevo, observando el resultado final del torneo. Sin embargo, y aunque ya la había visto en persona antes, se le hizo raro ver a aquella mujer de largos cabellos oscuros que la observaba con atención y vestía el atuendo y el sombrero de la Arashikage.
«Yui. La verdadera Yui.» Se corrigió mentalmente. Pese a su rechazo hacia la que había resultado ser la sustituta de la verdadera Yui, Ayame no tenía muy claro cómo debía sentirse hacia aquella mujer que había aparecido de la nada. En teoría, había sido aquella falsa Yui la que había actuado por su propia cuenta para utilizarla para ocasionar la destrucción de Kusagakure... ¿Pero quién le aseguraba que la verdadera Yui no pudiera hacerlo en un futuro? Torció el gesto ligeramente al pensarlo; y, sin embargo, terminó por inclinar el cuerpo en una profunda reverencia.
La primera señal de respeto hacia los Kages que manifestaba desde que había comenzado el Torneo de los Dojos.
Y en el momento de reincorporarse, volvió sus ojos hacia la puerta contraria a su posición, buscando la figura de la kunoichi contra la que le había tocado combatir.
«Otra broma del destino...» Pensó, con una ligera sonrisa.
Era irónico, ambas se habían conocido y habían tenido que colaborar para sobrevivir en una casa embrujada. Y ahora ambas habían luchado hasta llegar a encontrarse en la final del torneo.
Estado de Ayame
• PV:
130/130
• CK:
150/150
100/100
Objetos: Bomba de humo, Hilo shinobi (3 usos), Kunai, Shuriken x5
1 AO
Daño recibido