16/04/2016, 17:01
(Última modificación: 16/04/2016, 17:02 por Uchiha Akame.)
Anzu frunció el ceño cuando Len empezó a protestar acerca de la parte del plan que ella misma —líder del improvisado equipo por decreto divino— le había asignado. La Yotsuki abrió la boca para decir algo, pero rápidmente Mogura, que estaba demostrando ser un chico competente y lleno de recursos, intervino para tratar de persuadir a su compañero. Anzu decidió no hacer ningún comentario; al fin y al cabo, Mogura y Len eran colegas de Aldea, y seguramente 'Rojin' sabría cómo ganarse al guapito de forma mucho más eficaz que ella.
—Perfecto entonces. Suerte, socios —susurró la kunoichi, poniendo una mano sobre el hombro de cada uno de ellos, como el capitán de un equipo antes de salir a jugar el partido de sus vidas—. No os arrepentiréis.
Sin dar tiempo a que Len pudiera hacer más objecciones, Mogura tomó la iniciativa con la primera parte del plan. Se acercó al viejo guardia, que tenía aspecto de todo menos de guardia y probablemente sólo era un lugareño a quien habían pagado algunos ryos para controlar que ningún borracho entrara en la zona privada.
—Señor. Estoy aquí para el cambio de turnos.
De cerca Mogura pudo apreciar mejor los rasgos del hombre; era rechoncho y de hombros anchos, pelo canoso y calvo por la parte de arriba. Su rostro estaba surcado de arrugas que parecían transmitir una expresión de calma. Cuando Mogura le interpeló, él observó al muchacho de arriba a abajo.
—¿Cambio de turnos? —alzó una ceja, escéptico—. ¿De qué estás hablando, joven? Me pagan por estar aquí. Si lo que quieres es entrar a que ese jovencito de Uzushio te firme un autógrafo, tendrás que esperar al final del certámen, como todos.
—Perfecto entonces. Suerte, socios —susurró la kunoichi, poniendo una mano sobre el hombro de cada uno de ellos, como el capitán de un equipo antes de salir a jugar el partido de sus vidas—. No os arrepentiréis.
Sin dar tiempo a que Len pudiera hacer más objecciones, Mogura tomó la iniciativa con la primera parte del plan. Se acercó al viejo guardia, que tenía aspecto de todo menos de guardia y probablemente sólo era un lugareño a quien habían pagado algunos ryos para controlar que ningún borracho entrara en la zona privada.
—Señor. Estoy aquí para el cambio de turnos.
De cerca Mogura pudo apreciar mejor los rasgos del hombre; era rechoncho y de hombros anchos, pelo canoso y calvo por la parte de arriba. Su rostro estaba surcado de arrugas que parecían transmitir una expresión de calma. Cuando Mogura le interpeló, él observó al muchacho de arriba a abajo.
—¿Cambio de turnos? —alzó una ceja, escéptico—. ¿De qué estás hablando, joven? Me pagan por estar aquí. Si lo que quieres es entrar a que ese jovencito de Uzushio te firme un autógrafo, tendrás que esperar al final del certámen, como todos.