17/04/2016, 15:52
(Última modificación: 17/04/2016, 15:52 por Uchiha Akame.)
Anzu levantó una ceja mientras sus ojos, grises y vivaces, se movían a tiempos entre Mogura, el viejo portero, y sus alrededores; el lugar parecía poco —más bien nada— vigilado, pero tampoco quería que nadie sorprendiese a su colega mientras intentaba engañar al anciano. Al lado de la kunoichi, Len también parecía desesperarse.
—¿Le ayudo o simplemente me limito a esperar mi turno?
—Tenemos que esperar, Len-san —contestó la Yotsuki, tratando de parecer segura de sí misma—. Mogura-san tiene su parte en esta misión, igual que nosotros. ¿No confías en tu propio compañero de Aldea?
Si sigue asi acabara chafandolo todo... Pero tampoco se me ocurre ni como sacarlo del lio en el que se ha metido. ¿Seguro que no hay otra entrada posible? Me parece extraño solo una puerta...
—¡Y yo qué sé! No soy la arquitecta de este sitio —replicó Anzu, con cierta molestia—. Quizás deberíamos dar una vuelta, aunque si Mogura-san consigue alejar al viejo y no estamos... —Le habremos hecho esforzarse para nada. Me cago en... ¡Venga ya, Mogura-san!
Mientras los dos ninjas discutían, el jovencito gennin de Amegakure ponía en práctica sus dotes más artísticas en una interpretación sin precedentes. Era un papel recurrente en el folclore de Oonindo: el del joven soñador que quiere cumplir sus metas. Por eso mismo, pareció que al anciano vigilante le cayó en gracia el teatrillo de Mogura. Soltó una carcajada, con aire bonachón.
—Vaya, vaya, joven —concedió, haciendo una seña con la mano para indicar que se levantara—. Parece que realmente quieres ese autógrafo. Está bien, te diré lo que vamos a hacer —se inclinó ligeramente hacia delante para susurrar a Mogura sin ser oído por nadie más—. Llevo aquí de pie casi una hora, y la verdad es que tengo una... Urgencia. Ya sabes. Mi vieja vegija ya no es como antes... ¡Ay, si fuera joven otra vez! Podía pasarme horas sentado en el torno de alfarero sin tener que levantarme a mear. ¡No por nada me llamaban la Roca!
El anciano parecía, de repente, henchido de orgullo. Su barrigón daba a entender que, en efecto, su capacidad para aguantar la orina en aquel momento no debía ser elevada.
—Así que —continuó el vigilante— puedes sustituirme mientras voy al baño. Así todos ganamos, ¿eh? Eso sí, luego tienes que hacerme alguna otra actuación.
—¿Le ayudo o simplemente me limito a esperar mi turno?
—Tenemos que esperar, Len-san —contestó la Yotsuki, tratando de parecer segura de sí misma—. Mogura-san tiene su parte en esta misión, igual que nosotros. ¿No confías en tu propio compañero de Aldea?
Si sigue asi acabara chafandolo todo... Pero tampoco se me ocurre ni como sacarlo del lio en el que se ha metido. ¿Seguro que no hay otra entrada posible? Me parece extraño solo una puerta...
—¡Y yo qué sé! No soy la arquitecta de este sitio —replicó Anzu, con cierta molestia—. Quizás deberíamos dar una vuelta, aunque si Mogura-san consigue alejar al viejo y no estamos... —Le habremos hecho esforzarse para nada. Me cago en... ¡Venga ya, Mogura-san!
Mientras los dos ninjas discutían, el jovencito gennin de Amegakure ponía en práctica sus dotes más artísticas en una interpretación sin precedentes. Era un papel recurrente en el folclore de Oonindo: el del joven soñador que quiere cumplir sus metas. Por eso mismo, pareció que al anciano vigilante le cayó en gracia el teatrillo de Mogura. Soltó una carcajada, con aire bonachón.
—Vaya, vaya, joven —concedió, haciendo una seña con la mano para indicar que se levantara—. Parece que realmente quieres ese autógrafo. Está bien, te diré lo que vamos a hacer —se inclinó ligeramente hacia delante para susurrar a Mogura sin ser oído por nadie más—. Llevo aquí de pie casi una hora, y la verdad es que tengo una... Urgencia. Ya sabes. Mi vieja vegija ya no es como antes... ¡Ay, si fuera joven otra vez! Podía pasarme horas sentado en el torno de alfarero sin tener que levantarme a mear. ¡No por nada me llamaban la Roca!
El anciano parecía, de repente, henchido de orgullo. Su barrigón daba a entender que, en efecto, su capacidad para aguantar la orina en aquel momento no debía ser elevada.
—Así que —continuó el vigilante— puedes sustituirme mientras voy al baño. Así todos ganamos, ¿eh? Eso sí, luego tienes que hacerme alguna otra actuación.