22/04/2016, 12:49
(Última modificación: 22/04/2016, 14:20 por Aotsuki Ayame.)
Al sentir la presencia de Daruu junto a ella, Ayame se relajó un tanto. Sin embargo, el chico apoyó la mano sobre su espalda. Justo sobre el sello del bijuu. Un escalofrío recorrió su cuerpo de arriba a abajo.
—¿Estás bien?
Ayame quiso asentir, pero la presión sobre su cuerpo crecía a cada segundo que pasaba, y ya era tan fuerte que apenas le dejaba respirar. Era como estar bajo la suela de un zapato gigante... E iba a ser aplastada como un vulgar insecto... Era injusto...
—¡Siempre nos obligáis a hacer las cosas por las malas! Luego decís que somos unas malas personas... —se lamentó, mientras avanzaba hacia ellos golpeteando el arma contra la palma de su mano. Ayame contenía la respiración—. ¡Pero no me mires con esos ojillos, dulzura! Para que veas que sigo teniendo corazón sólo te romperé dos o tres huesos.
—¡Oye, gracias por llamarme dulzura, marica! —le soltó Daruu, escupiendo a un lado—. Pero me temo que no eres mi tipo.
Una callada carcajada comenzó a borbotar en la garganta del tipo. Parecía realmente divertido con la situación. Realmente confiado.
—Escucha, ¿qué vas a hacer después de esto? —volvió a intervenir Daruu—. Te garantizo que Amekoro Yui no se va a tomar nada bien esto. Y ya has oído de lo que es capaz.
Por encima de la asfixia, el corazón de Ayame dio un vuelco al percibir el tema de la destrucción de Kusagakure a manos del bijuu de Amegakure. A sus manos. Con un débil gemido, sus ojos trataron de ver más allá del rostro de su compañero de aldea, pero la máscara de rabia en su rostro le impedía ver cuáles eran sus sentimientos al respecto de aquello. Al respecto de ella.
—¡JA! ¿Yui? Chicos, chicos, chicos... Yui no se va a enterar de nada... Porque aquí no va a pasar nada, ¿VERDAD? —el hombre toro golpeó con particular fuerza la porra contra la palma de su mano, y Ayame se estremeció a escuchar la risilla del hombre larguirucho que contemplaba la escena desde el muro en el que se había apoyado mientras mantenía sus manos entrelazadas.
«Espera un momento...» Reparó, alarmada. Dirigió sus ojos hacia la espalda del líder de los camorristas a través del hueco que dejaban sus gruesas piernas y el corazón le dio un vuelco.
—Da...ruu...-sa... —suspiró, intentando con todas sus fuerzas advertir a su compañero.
—Porque mucho me temo que si me venís con amenazas...
La tierra tembló con violencia. El sonido de un trueno hizo crujir el suelo bajo sus pies. Ayame cerró los ojos con fuerza.
—¡¡NO PUEDO DEJAROS ESCAPAR SIN DAROS UNA BUENA LECCIÓN!!
—¡¡¡JAJAJAJAJAJAJA!!!
La escalofriante carcajada acompañó a un nuevo estallido. El bandido bajito y rechoncho surgió súbitamente desde debajo de los pies de Daruu con el puño alzado dispuesto a machacarle el cráneo.
Ayame jadeó y se mordió el labio inferior con fuerza. ¡Quería ayudar de alguna manera! ¿Por qué no era capaz de sobreponerse a aquella condenada técnica? ¡¿Para qué demonios había estado entrenando todo aquel tiempo!? ¡¿PARA QUÉ HABÍA LLEGADO HASTA LA FINAL DEL TORNEO SI NO ERA CAPAZ DE DEFENDERSE NI SIQUIERA A SÍ MISMA?!
«Daruu...» El corazón le palpitaba en las sienes como el redoble de un tambor de guerra.
—¿Estás bien?
Ayame quiso asentir, pero la presión sobre su cuerpo crecía a cada segundo que pasaba, y ya era tan fuerte que apenas le dejaba respirar. Era como estar bajo la suela de un zapato gigante... E iba a ser aplastada como un vulgar insecto... Era injusto...
—¡Siempre nos obligáis a hacer las cosas por las malas! Luego decís que somos unas malas personas... —se lamentó, mientras avanzaba hacia ellos golpeteando el arma contra la palma de su mano. Ayame contenía la respiración—. ¡Pero no me mires con esos ojillos, dulzura! Para que veas que sigo teniendo corazón sólo te romperé dos o tres huesos.
—¡Oye, gracias por llamarme dulzura, marica! —le soltó Daruu, escupiendo a un lado—. Pero me temo que no eres mi tipo.
Una callada carcajada comenzó a borbotar en la garganta del tipo. Parecía realmente divertido con la situación. Realmente confiado.
—Escucha, ¿qué vas a hacer después de esto? —volvió a intervenir Daruu—. Te garantizo que Amekoro Yui no se va a tomar nada bien esto. Y ya has oído de lo que es capaz.
Por encima de la asfixia, el corazón de Ayame dio un vuelco al percibir el tema de la destrucción de Kusagakure a manos del bijuu de Amegakure. A sus manos. Con un débil gemido, sus ojos trataron de ver más allá del rostro de su compañero de aldea, pero la máscara de rabia en su rostro le impedía ver cuáles eran sus sentimientos al respecto de aquello. Al respecto de ella.
—¡JA! ¿Yui? Chicos, chicos, chicos... Yui no se va a enterar de nada... Porque aquí no va a pasar nada, ¿VERDAD? —el hombre toro golpeó con particular fuerza la porra contra la palma de su mano, y Ayame se estremeció a escuchar la risilla del hombre larguirucho que contemplaba la escena desde el muro en el que se había apoyado mientras mantenía sus manos entrelazadas.
«Espera un momento...» Reparó, alarmada. Dirigió sus ojos hacia la espalda del líder de los camorristas a través del hueco que dejaban sus gruesas piernas y el corazón le dio un vuelco.
—Da...ruu...-sa... —suspiró, intentando con todas sus fuerzas advertir a su compañero.
—Porque mucho me temo que si me venís con amenazas...
La tierra tembló con violencia. El sonido de un trueno hizo crujir el suelo bajo sus pies. Ayame cerró los ojos con fuerza.
—¡¡NO PUEDO DEJAROS ESCAPAR SIN DAROS UNA BUENA LECCIÓN!!
—¡¡¡JAJAJAJAJAJAJA!!!
La escalofriante carcajada acompañó a un nuevo estallido. El bandido bajito y rechoncho surgió súbitamente desde debajo de los pies de Daruu con el puño alzado dispuesto a machacarle el cráneo.
Ayame jadeó y se mordió el labio inferior con fuerza. ¡Quería ayudar de alguna manera! ¿Por qué no era capaz de sobreponerse a aquella condenada técnica? ¡¿Para qué demonios había estado entrenando todo aquel tiempo!? ¡¿PARA QUÉ HABÍA LLEGADO HASTA LA FINAL DEL TORNEO SI NO ERA CAPAZ DE DEFENDERSE NI SIQUIERA A SÍ MISMA?!
«Daruu...» El corazón le palpitaba en las sienes como el redoble de un tambor de guerra.