2/05/2016, 00:46
(Última modificación: 2/05/2016, 00:46 por Aotsuki Ayame.)
Daruu no la había soltado hasta aquel preciso instante. En el momento en el que Ayame comenzó a balbucear, el chico apartó las manos de sus hombros, se las echó a la cabeza, se alejó un paso de ella como si le hubiese dado calambre y terminó cayendo al suelo de culo.
—PeroTuPadreNosVaAMatar —completó, igual de acelerado que ella.
Y el arrebol de las mejillas de Ayame se vio súbitamente sustituido por una palidez lechosa, casi enfermiza. El globo de sentimientos desbocados se desinfló en su pecho como si lo hubiesen reventado.
—Es verdad... Papá... —balbuceó.
«Podría decirte otras cosas, como que más vale que padre se entere tarde y despacio. Lo más tarde que pueda, y lo más despacio que se pueda, pero eso seguro que ya lo sabes tú.»
La voz de Kōri se sobrepuso a todas las demás. Ayame ya sentía la mirada aguileña de Zetsuo sobre su nuca, afilada como el filo de una espada e inquisidora como sólo aquellos iris aguamarina eran capaces de serlo. ¿Qué haría su padre si se enteraba de que Daruu la había besado? ¿Y cómo debía reaccionar ella a aquel beso? ¿Qué debía decir a continuación? Daruu parecía haberse arrepentido, aunque no podía culparle por ello... ¿Pero aquello era acaso real...? ¿Daruu sentía algo de verdad por ella? ¿Tal y como habían pronosticado las profecías de su hermano y Kiroe? ¿Y ella? ¿Ella qué sentía...? Estaba confundida. Demasiado confundida. Tan confundida que sentía que todo daba vueltas a su alrededor. En un gesto inconsciente se abrazó los costados, ligeramente encogida sobre sí misma. Se removió, intercambiando el peso de una pierna a la otra...
¿Qué se hacía en aquellas situaciones?
—¿Qué...? —murmuró, y respiró profundamente un par de veces antes de señalar a los cadáveres de los tres malhechores y continuar hablando—: ¿Qué vamos a hacer con... ellos?
Lo sabía. Era consciente de que su cambio de tema había sido repentino y cortante como una guillotina.
¿Pero qué otra cosa podía hacer?
—PeroTuPadreNosVaAMatar —completó, igual de acelerado que ella.
Y el arrebol de las mejillas de Ayame se vio súbitamente sustituido por una palidez lechosa, casi enfermiza. El globo de sentimientos desbocados se desinfló en su pecho como si lo hubiesen reventado.
—Es verdad... Papá... —balbuceó.
«Podría decirte otras cosas, como que más vale que padre se entere tarde y despacio. Lo más tarde que pueda, y lo más despacio que se pueda, pero eso seguro que ya lo sabes tú.»
La voz de Kōri se sobrepuso a todas las demás. Ayame ya sentía la mirada aguileña de Zetsuo sobre su nuca, afilada como el filo de una espada e inquisidora como sólo aquellos iris aguamarina eran capaces de serlo. ¿Qué haría su padre si se enteraba de que Daruu la había besado? ¿Y cómo debía reaccionar ella a aquel beso? ¿Qué debía decir a continuación? Daruu parecía haberse arrepentido, aunque no podía culparle por ello... ¿Pero aquello era acaso real...? ¿Daruu sentía algo de verdad por ella? ¿Tal y como habían pronosticado las profecías de su hermano y Kiroe? ¿Y ella? ¿Ella qué sentía...? Estaba confundida. Demasiado confundida. Tan confundida que sentía que todo daba vueltas a su alrededor. En un gesto inconsciente se abrazó los costados, ligeramente encogida sobre sí misma. Se removió, intercambiando el peso de una pierna a la otra...
¿Qué se hacía en aquellas situaciones?
—¿Qué...? —murmuró, y respiró profundamente un par de veces antes de señalar a los cadáveres de los tres malhechores y continuar hablando—: ¿Qué vamos a hacer con... ellos?
Lo sabía. Era consciente de que su cambio de tema había sido repentino y cortante como una guillotina.
¿Pero qué otra cosa podía hacer?