7/05/2016, 11:15
El reflejo de la más pura soprpresa tiñó la cara de Anzu, que justo después tuvo que reprimir un grito de júbilo. «La madre que lo parió, ¡lo ha conseguido!» Incluso ella había dudado de que su plan pudiera salir bien en un principio; era arriesgado y se meterían en un buen lío si los cazaban. Pero el inesperado éxito de Mogura la había insuflado con una buena dosis de optimismo. Ahora lo veía todo mucho más sencillo.
—¡Sí! Sí, joder. Tu compañero sabe lo que se hace, ¿eh? —interpeló a Len, en voz baja—. Venga tigre, te toca. A por él.
Anzu le pegó una palmada en la espalda al chico de la Lluvia, con todas sus fuerzas, como si fuese el pistoletazo de salida de una carrera. Ahora que Mogura les había facilitado entrada a la zona esclusiva, sería únicamente cuestión de coger al rubito de Uzushio y darle una vuelta. Así, ella tendría la oportunidad de completar su maquiavélico plan.
Si Len entraba en la zona 'vip', vería que se trataba realmente de un rectángulo de la plaza delimitado por biombos de madera y tela, de gran altura, que cerraban el recinto de forma que sólo se pudiera entrar o salir por donde estaba vigilando ahora Mogura. Dentro había varias mesas, sillas, y demás mobiliario para dar un mínimo confort a los participantes. Se podían distinguir, entre otros, los poetas de Ame y Taki que habían intervenido minutos antes... Sentado en una silla, peinándose con cuidado la melena rubia frente a un espejo, estaba el objetivo.
El poeta de Uzushiogakure.
—¡Sí! Sí, joder. Tu compañero sabe lo que se hace, ¿eh? —interpeló a Len, en voz baja—. Venga tigre, te toca. A por él.
Anzu le pegó una palmada en la espalda al chico de la Lluvia, con todas sus fuerzas, como si fuese el pistoletazo de salida de una carrera. Ahora que Mogura les había facilitado entrada a la zona esclusiva, sería únicamente cuestión de coger al rubito de Uzushio y darle una vuelta. Así, ella tendría la oportunidad de completar su maquiavélico plan.
Si Len entraba en la zona 'vip', vería que se trataba realmente de un rectángulo de la plaza delimitado por biombos de madera y tela, de gran altura, que cerraban el recinto de forma que sólo se pudiera entrar o salir por donde estaba vigilando ahora Mogura. Dentro había varias mesas, sillas, y demás mobiliario para dar un mínimo confort a los participantes. Se podían distinguir, entre otros, los poetas de Ame y Taki que habían intervenido minutos antes... Sentado en una silla, peinándose con cuidado la melena rubia frente a un espejo, estaba el objetivo.
El poeta de Uzushiogakure.