12/05/2016, 00:38
(Última modificación: 12/05/2016, 00:38 por Aotsuki Ayame.)
—¡Señorita Ayame, sea usted bienvenida! —Una nueva voz irrumpió en escena, y la aludida Ayame no pudo evitar pegar un respingo al escuchar su nombre pronunciado en unos labios desconocidos. A la amable anciana se había unido un muchacho algo más mayor que ella, alto y delgado pero la barriguilla típica de alguien que gusta de comer los dulces que sus mismas manos fabricaban—. Es un honor que la gran finalista de Torneo se encuentre en nuestro local, ¡en serio!
La sangre se le subió a las mejillas ante tan turbada emoción. La propia anciana volvió a clavar en ella sus ojillos.
—Oh... bueno... yo...
—En ese caso, la comida va por cortesía de la casa, mi niña. Disfrútalo —le tendía la bandeja con sus trémulas manos.
—¿Q...? ¿Qué? No es necesario, de veras... —Ayame intentó hacerles ver que no era necesario que le hicieran favores de aquella manera, pero la efusividad de ambos terminó por rendirla y agachar la cabeza en un gesto de consideración y una sonrisa nerviosa curvando sus labios—. Está bien... ¡Muchas gracias!
—Claro, a la niña mimada del torneo le dais comida gratis y al fenómeno azulado no, ¿verdad?... que injusticia —otro invitado a escena, aunque aquella voz se le antojaba lejanamente familiar...
En una de las mesas de fuera un inconfundible chico de piel azul, cabellos azules y ojos azules la miraba con una tensa tranquilidad. Sus dientes, afilados como navajas, se dejaban entrever entre sus labios.
«Tú...» Ayame ahogó una exclamación.
—Al menos comparte la mesa con tu compañero de aldea, a ver si así te robo un poco de fama, venga.
Y sin dudarlo ni un solo instante, Ayame corrió hacia su mesa y tomó asiento frente a él colocando la bandeja con sus propias empanadillas frente a ella.
—¡Vaya! Tú... Esto... —si no existiera tanto jaleo en la calle, Ayame estaba segura de que se podría escuchar el traqueteo de su propio cerebro intentando recordar el nombre de aquel chico de su misma aldea y al que no había visto desde hacía muchos meses—. Esto... ¡Capelin-san! ¡Qué sorpresa encontrarse por aquí! Hacía mucho tiempo que no nos veíamos...
Sonreía, sinceramente alegre, y tomó una de las empanadillas de atún para llevársela a la boca.
—Me sorprendió no verte en el torneo.