15/05/2016, 23:37
Frente a ella, Daruu negó con la cabeza y se dio la vuelta para encararla.
—Sí, lo son, pero... —sonrió, nervioso, y Ayame ladeó la cabeza con cierta curiosidad—. También son unos cotillas, y no quiero que nos pregunten qué hacemos por ahí. Quiero dejar atrás a esos ninjas de Uzu, lo más lejos que podamos...
—Ah... ya... —Ayame se removió, con una amarga quemazón en el pecho.
Era incapaz de deshacerse de la idea de que acababan de matar a tres hombres. Aunque hubiese sido en defensa propia, aunque hubiese sido para salvar su vida, de alguna manera sentía que tendría sus rostros grabados a fuego en su cerebro durante mucho, mucho tiempo. Ni siquiera estaba segura de si aquella cicatriz terminaría de curar nunca...
—¿Has probado alguna vez la pizza?
—¿Eh? —la súbita pregunta de Daruu la había pillado totalmente desprevenida. Se había parado en mitad de la calle y la estudiaba de arriba a abajo con ojo crítico, como si la estuviera evaluando por alguna razón que se le escapaba. Ayame volvió a removerse y se reajustó la bandana sobre la frente con gesto nervioso—. Eh... no... Mi padre nunca ha sido muy fanático de esa... ¿cómo las llamaba él...? "Comida basura extraña"; así que nunca he tenido la oportunidad de probar una...—se detuvo súbitamente, con un ligero escalofrío—. ¿Qué pasa?
Daruu no había dejado de mirarla desde que le había hecho aquella pregunta. Pero no era la mirada de alguien que esperara simplemente una respuesta. No. Sus ojos la penetraban como un taladro, como si quisiera atravesar su mente. Era una mirada extraña. Una mirada que la inquietaba y la removía, pero al mismo tiempo la atraía con la fuerza de un imán. Sin embargo, la magia se rompió en cuanto él rompió bruscamente el contacto visual.
—Me estoy poniendo nervioso cada vez que te miro, como si estuviera ocultando algo. Me gustas, y ya está. Me da miedo no poder ocultarlo mucho tiempo. Pero también me da miedo no ocultarlo. Ya sabes por qué.
«¿"Y ya está"?»
Ayame se mordió el labio inferior y hundió la mirada en el suelo. Entrelazaba y desanudaba los dedos, como mariposas inquietas en vuelo. Daruu había soltado todo aquello sin más. Sin anestesia. Como si fuera lo más normal del mundo. Sin darse cuenta de que a cada palabra formulada su corazón se resquebrajaba un poquito más. ¡Maldita sea, la había besado!
—¿Y entonces qué? —preguntó, con un hilo de voz, y se vio obligada a cerrar los ojos. No quería verle. No quería que él la viera llorar—. Me... me has besado... y ahora... ¿qué pretendes que hagamos? ¿Actuar como si... como si nada hubiera pasado?
Se abrazó el costado, impotente, y sus hombros se estremecieron en un involuntario sollozo.
—No... Por favor, no juegues con mis sentimientos... Sólo te pido eso. Nadie nunca me ha... me ha...
—Sí, lo son, pero... —sonrió, nervioso, y Ayame ladeó la cabeza con cierta curiosidad—. También son unos cotillas, y no quiero que nos pregunten qué hacemos por ahí. Quiero dejar atrás a esos ninjas de Uzu, lo más lejos que podamos...
—Ah... ya... —Ayame se removió, con una amarga quemazón en el pecho.
Era incapaz de deshacerse de la idea de que acababan de matar a tres hombres. Aunque hubiese sido en defensa propia, aunque hubiese sido para salvar su vida, de alguna manera sentía que tendría sus rostros grabados a fuego en su cerebro durante mucho, mucho tiempo. Ni siquiera estaba segura de si aquella cicatriz terminaría de curar nunca...
—¿Has probado alguna vez la pizza?
—¿Eh? —la súbita pregunta de Daruu la había pillado totalmente desprevenida. Se había parado en mitad de la calle y la estudiaba de arriba a abajo con ojo crítico, como si la estuviera evaluando por alguna razón que se le escapaba. Ayame volvió a removerse y se reajustó la bandana sobre la frente con gesto nervioso—. Eh... no... Mi padre nunca ha sido muy fanático de esa... ¿cómo las llamaba él...? "Comida basura extraña"; así que nunca he tenido la oportunidad de probar una...—se detuvo súbitamente, con un ligero escalofrío—. ¿Qué pasa?
Daruu no había dejado de mirarla desde que le había hecho aquella pregunta. Pero no era la mirada de alguien que esperara simplemente una respuesta. No. Sus ojos la penetraban como un taladro, como si quisiera atravesar su mente. Era una mirada extraña. Una mirada que la inquietaba y la removía, pero al mismo tiempo la atraía con la fuerza de un imán. Sin embargo, la magia se rompió en cuanto él rompió bruscamente el contacto visual.
—Me estoy poniendo nervioso cada vez que te miro, como si estuviera ocultando algo. Me gustas, y ya está. Me da miedo no poder ocultarlo mucho tiempo. Pero también me da miedo no ocultarlo. Ya sabes por qué.
«¿"Y ya está"?»
Ayame se mordió el labio inferior y hundió la mirada en el suelo. Entrelazaba y desanudaba los dedos, como mariposas inquietas en vuelo. Daruu había soltado todo aquello sin más. Sin anestesia. Como si fuera lo más normal del mundo. Sin darse cuenta de que a cada palabra formulada su corazón se resquebrajaba un poquito más. ¡Maldita sea, la había besado!
—¿Y entonces qué? —preguntó, con un hilo de voz, y se vio obligada a cerrar los ojos. No quería verle. No quería que él la viera llorar—. Me... me has besado... y ahora... ¿qué pretendes que hagamos? ¿Actuar como si... como si nada hubiera pasado?
Se abrazó el costado, impotente, y sus hombros se estremecieron en un involuntario sollozo.
—No... Por favor, no juegues con mis sentimientos... Sólo te pido eso. Nadie nunca me ha... me ha...